◆ Este ensayo fue
publicado inicialmente en la revista mexicana “Dialéctica”, N° 21, Julio de 1991
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Karl Marx ✆ Eric
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Gabriel Vargas Lozano | “Todo
lo que surge es digno de perecer", decía Mefistófeles en la obra clásica de Goethe. "Todo lo que un día fue real se torna
irreal, pierde su necesidad, su razón de ser", escribía Engels
comentando a Hegel en su célebre obra Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Y hoy, cerca del final
del siglo X X y a partir de los cambios económico-sociales
que ha experimentado el sistema capitalista; del desarrollo de nuevas formas
filosóficas; de descubrimientos científico-técnicos; y del derrumbe del llamado
socialismo real, nos preguntamos: ¿y
esto es verdad también para el marxismo en general y su filosofía en
particular?
Si queremos ser coherentes, debemos responder
afirmativamente. Toda concepción teórico-práctica, como es el caso del
marxismo, deviene, cambia, se transforma o pasa a formar parte de la historia.
Pero cuando se trata de explicar con toda objetividad dichos cambios, se
requiere hacer varias distinciones: en primer término, la distinción entre la
vigencia de la propia teoría (y dentro de ella, a su vez, entre el contenido
científico, el ideológico y el filosófico) y las condiciones de recepción que
propician eclipses cortos o largos, vinculados a los intereses dominantes en
una sociedad dada.
En otros términos, se requiere distinguir entre las
manipulaciones académicas y políticas que, con frecuencia, son un efecto de las
tendencias dominantes en una sociedad dada y la pregunta auténtica y radical
sobre la validez o invalidez de un pensamiento. En efecto, hoy, a partir de la
crisis del llamado socialismo real,
así como de una sobreacumulación de contradicciones teóricas y prácticas en el
seno de los movimientos socialistas, ha cobrado una nueva fuerza la vieja
ideología extincionista de la muerte del marxismo. Es por ello que intentar
hacer una evaluación objetiva del marxismo; examinar lo que está vivo y lo que
está muerto; caracterizar sus posibilidades presentes y futuras, es para
algunos una tarea ímproba y fuera de moda. Lo dominante hoy es acabar con el
pensamiento marxista; desgarrarse las vestiduras públicamente en el caso de
aquellos que sostuvieron tesis dogmáticas y ahora expresan con vehemencia el
desencanto de su propio pasado; el considerar exclusivamente lo ausente en el
pensamiento de los clásicos; el sustituir el marxismo por otras problemáticas y
concepciones sin haber hecho el debido ajuste de cuentas; y, finalmente,
despedirse del marxismo como los posmodernos se despiden de la modernidad; sin
embargo, las cosas no son tan sencillas. Y no lo son por las siguientes
razones: primera, porque el derrumbe del socialismo
realmente existente requiere ser explicado, y dicha explicación exige un
conocimiento profundo del mismo marxismo; segunda, porque el marxismo que se
desarrolló desde finales del siglo XIX hasta la fecha es múltiple y complejo, y
por tanto exige un conjunto de precisiones; tercera, porque esta concepción
realizó un sinnúmero de aportaciones en los campos científico, cultural y
filosófico, y no basta barrerlas bajo la alfombra para decretar su
desaparición; cuarta, porque los problemas y las contradicciones que
propiciaron el desarrollo de esta teoría no han desaparecido (esto lo reconoce
hasta Albrecht Wellmer), y en la medida en que éstos subsistan y se agraven,
tanto en los países desarrollados, como en la periferia, en la cual se está
ubicando también el antiguo socialismo
real, el marxismo adquirirá, si es que sigue desarrollándose creativamente,
un nuevo significado; y finalmente, en quinto lugar, porque las condiciones de
evolución o inclusive de desaparición de una teoría que involucra varias
dimensiones implican, por así decirlo, reglas de transformación diferenciadas.
En otras palabras, si la concepción del marxismo implica contenidos
ideológicos, científicos, sociales, políticos y filosóficos, su forma de
desaparición, si ése fuera el caso, sería diferente. Se puede derrumbar una
ideología que acompañó a los llamados regímenes del socialismo real, pero ello no implica necesariamente ni
directamente la desaparición de los problemas filosóficos planteados por Marx.
O bien, un conocimiento científico puede ser superado por otro más profundo y
valedero, pero una proposición filosófica no es simplemente sustituida por
otra. Lo que ocurre es que adquiere un carácter relativo, pero no siempre se
vuelve caduca. En la filosofía los ejemplos son muchos: Aristóteles no desplaza
a Platón, por más válidas que sean algunas de sus críticas, y de igual manera
Hegel no desplaza a Kant, ni Nietzsche. o Wittgenstein, a Marx.
Es por ello que hoy podemos y debemos preguntarnos, séase
marxista o no, ¿qué es, en efecto, lo que ha perdido vigencia, tanto en la obra
de Marx, como en el marxismo, y en qué sentido?; ¿se trata de toda la
concepción en sus aspectos económico, político y filosófico?; ¿de un aspecto de
ella?; ¿debemos hacer una distinción tajante entre la teoría, que permanecería
intocada, y la práctica, que habría mostrado la falibilidad de los hombres,
como podría decir alguien que mantuviera un optimismo heroico en tiempos de
nihilismo posmoderno?
Un hecho es ya evidente. La esperanza de construir una
sociedad nueva y distinta que parecía abrirse como una aurora en 1917 cayó como
una estatua de mármol que se rompe en pedazos. El colapso se fue preparando
durante décadas, primero, con el estalinismo; luego, con la crisis del
movimiento comunista internacional, a raíz, entre otras cosas, de las
revelaciones de Jrushov en el X X Congreso del PCUS; más tarde, con la
represión de diversos movimientos reformistas o independentistas en Europa del
Este; y, finalmente, con la crisis económica, social y política en que cae la
URSS en las décadas de los setenta y ochenta, y el derrumbe de los regímenes
del socialismo real en Europa del
Este en 1989. Este derrumbe estrepitoso de todo un sistema social, económico,
político e ideológico no puede menos que afectar profundamente, en primer
lugar, a la realización práctica del ideal de una sociedad justa e igualitaria
propuesta por Marx; en segundo lugar, al marxismo oficial, como concepción
sustentadora de aquellos regímenes y con ella a la filosofía que la integraba;
y en tercer lugar, al marxismo crítico,
que sin haber aceptado nunca lo que ocurría en dichas sociedades, e inclusive
reprobando sus prácticas, modalidades y concepciones, también se ve afectado
por los acontecimientos. Pero antes de caracterizar este efecto, definamos lo
que entendemos por marxismo.
A mi juicio, el marxismo está (o estuvo) constituido:
a) Por un conjunto de corrientes teóricas que tienen su
origen en Marx y Engels, y que se desplazan en todas direcciones: ciencia
social; ciencia natural; arte; literatura; filosofía y cultura. Se trató,
entonces, de una concepción que tuvo una enorme influencia en todos los
terrenos del saber y de la acción durante el siglo XX. A su vez, en este
apartado debemos distinguir corrientes, escuelas, autores y problemáticas.
b) Por una serie de concepciones político-ideológicas sobre
el Partido, la lucha de clases y los movimientos que han buscado llegar al
poder.
c) Por diversas sociedades que se han reclamado como
expresión del legado de Marx y Engels. Estos tipos de sociedades, aunque
compartían rasgos comunes, eran diferentes por las características nacionales
en que surgían: URSS, China, hace poco tiempo los países de Europa del Este,
Vietnam, Yugoslavia, Cuba y otros.
En la obra de Marx se planteaba una relación indisoluble
entre teoría y práctica: sin embargo, no siempre pudo realizarse, debido a
diversas razones: bien fuera que la práctica desbordó con mucho a la teoría,
sobre todo si ésta fue entendida de manera dogmática; bien porque en la teoría
y en particular en la filosofía se desarrollan reflexiones que no siempre
tienen un vínculo inmediato o directo con la práctica en alguno de sus
sentidos; y, finalmente, porque, muchas veces, no se hizo la debida recreación
teórico-práctica de las tesis iniciales de Marx frente a nuevas situaciones.
Ahora bien, lo que nos interesa aquí es: ¿qué ocurrió en el
caso de la filosofía?
Mucho se ha escrito sobre la aportación filosófica de Marx y
no lo repetiré aquí. Las posiciones se extendieron, desde aquellos que negaron
la existencia o inclusive pertinencia de una filosofía en el autor de El capital, hasta aquellos que afirmaron
que lo descubierto por Marx había sido un nuevo pensamiento revolucionario que,
sin dejar de ser filosófico, superaba dicho status,
y, naturalmente, aquellos que concibieron la filosofía marxista de diferentes
maneras.
La razón de que se hubiesen presentado tantas posiciones se
debió al carácter peculiar en la historia del saber con que se presentó la
teoría de Marx como una teoría de intención práctica, y de igual manera, al
silencio del Marx maduro sobre el contenido filosófico de una teoría que
principalmente asume una forma histórica, económica y política.
A mi juicio, Marx era un filósofo, tanto por sus
aportaciones en este campo, como por las consecuencias de su obra en la
filosofía misma.
¿Cuáles fueron algunos de sus principales planteamientos?
a) Crítica del sistema capitalista como una forma que
produce enajenación; fetichismo; deshumanización.
b) Una concepción filosófica de la historia.
c) La propuesta de un racionalismo práctico.
d) El planteamiento y profundización del concepto de
ideología.
e) El concepto de relación entre teoría y práctica.
f) Una serie de ideas de lo que podría ser la sociedad
futura.
g) El condicionamiento de la teoría.
h) El concepto de revolución.
i) La formación de un nuevo método para las ciencias
sociales.
j) Una ontología del
ser social.
k) Una nueva concepción del hombre.
l) Una teoría de los modos de apropiación del mundo.
m) La concepción de las ciencias naturales como ciencias
productivas.
Marx no creó, ni tampoco se proponía crear, un sistema
filosófico al estilo de Kant o Hegel. Se trataba de fundar algo nuevo
radicalmente.
Pero, al hacerlo, produjo una revolución en filosofía. Esta
revolución radica en:
a) haber situado la filosofía como parte integrante de la
explicación, legitimación o crítica del sistema social, oponiéndose a las
concepciones autónomas de la disciplina;
b) El haber producido un pensamiento interdisciplinario
transgrediendo la división del trabajo teórico
c) haber formulado una nueva concepción de la razón en
sentido práctico;
d) haber concebido la filosofía como una autoconciencia de
las clases subalternas en un sentido emancipatorio; y, finalmente,
e) haber ocasionado, con su silencio acerca del sentido de
la nueva filosofía, una serie de interpretaciones que permitieron enriquecer el
marxismo, a pesar de que, con frecuencia, estas interpretaciones recayeran en
contradicciones y antinomias.
En efecto, en relación con esto último, durante este siglo
se desarrollaron nuevas proposiciones filosóficas en los campos de la ética, la
estética, la teoría del conocimiento; la filosofía de la ciencia; la filosofía
política; la ontología; la filosofía de la historia y la historia de la
filosofía. Los nombres son bien conocidos, y no se requiere hacer una lista que
pudiera omitir alguno de ellos.
De igual forma, el marxismo fue interlocutor o se
interrelacionó con una gran cantidad de concepciones, como el existencialismo,
el neokantismo, el positivismo lógico, el historicismo, la filosofía del
lenguaje, el estructuralismo, la fenomenología.
Ahora bien, en todo esto se debe hacer dos distinciones:
primero, la distinción entre la filosofía oficial, que se llamó materialismo
dialéctico, y, segundo, el marxismo
crítico al que pertenecieron Lukács, Korsch, Gramsci, Rosa Luxemburgo y
toda una serie de vertientes del llamado marxismo occidental. Y en éste cabe
señalar una serie de posiciones, con frecuencia antinómicas, que formaron parte
de las polémicas en este campo.
Examinemos, entonces, en primer lugar, el materialismo
dialéctico.
¿En qué consistía esa concepción y cuáles eran sus rasgos
más característicos?
Aunque, como es natural, existió una evolución de ésta en el
socialismo real, tomaré como una
muestra significativa la ponencia del filósofo búlgaro Nikolai Iribadzhakov
titulada "El materialismo
dialéctico: el alma viva del marxismo", presentada en el coloquio
internacional realizado en 1983 en Madrid, como conmemoración del centenario de
la muerte de Marx.1
Del análisis crítico que podemos hacer del trabajo del
filósofo búlgaro se desprende que:
1. Se trató de una concepción acrítica de las obras de Marx,
Engels y Lenin, principalmente. Sus textos se convirtieron en la última
palabra, en una verdadera escolástica. Se sometieron a una exégesis de la
exégesis. Esta postura privó al marxismo de su elemento autocrítico y
renovador. Marx, Engels y Lenin eran los científicos, los revolucionarios y los
estrategas geniales incapaces de equivocarse. Sus obras y tesis fueron
convertidas en legitimaciones ideológico-políticas de los regímenes
autoritarios que dominaron durante ese periodo. Hoy, al modificarse la
situación, se eliminan sus obras en forma tan acrítica como la que dominó
cuando se leían con devoción.
2. Se rechaza toda intervención ajena de otras concepciones filosóficas:
Freud, Weber, Sartre, Wittgenstein, Heidegger, Foucault. Como contrapartida,
podemos decir que muchas de las mejores concepciones del marxismo han estado
vinculadas a otras corrientes, como en los casos de Lukács, Bloch o Gramsci,
para nombrar sólo algunos.
3. Se crean dos disciplinas: materialismo histórico y
materialismo dialéctico. La primera como ciencia de la historia y la segunda
como filosofía. Esta división no se encontraba en la obra de Marx. La filosofía
era concebida como ciencia de las ciencias. Ya muchos autores se han encargado
de destacar la tesis de que la filosofía no es una ciencia, en el sentido de
las ciencias particulares, y no puede ser sostenida como tal, puesto que existe
una serie de reflexiones filosóficas que no se reducen a su relación con ella.
4. Se concibe el marxismo como expresión directa a la clase
proletaria, recayendo en un sociologismo. Como es sabido, con el desarrollo de
la sociología del conocimiento y de la ciencia, el vínculo se hace más
complejo. Además, la filosofía, por su naturaleza, tiende a plantear
concepciones más universales, sin que ello signifique que se elimine su
relación con las sociedades divididas en clases.
5. El marxismo así concebido se presenta como la única
teoría científica. Se desconocen, explícitamente, otras novedades científicas o
se ubican bajo esta concepción omniabarcante.
6. Se concibe como opositores a todos los que no estuvieran
de acuerdo con las tesis del materialismo dialéctico. Son revisionistas o
neomarxistas. Se mezclan opositores con críticos: Monod, Bunge, Timpanaro,
Colletti, Cerroni, Althusser; Cornforth, Della Volpe, R. Wüliams, Me Lennan, Me
Bride; y naturalmente todos los existenciaíistas, como Sartre; y
franefurtianos, como Marcuse, Adorno y Horkheimer. En lugar de considerar la
teoría en forma compleja, debatible y corregible. Quisiera agregar aquí que el
marxismo crítico jamás se difundió en la URSS o en los países llamados
socialistas, privando así a su población de las armas necesarias para enfrentar
las actuales crisis.
7. No se acepta la tesis de que Marx se concentró más en las
ciencias sociales, y se le convierte en el verdadero autor de la dialéctica de
la naturaleza.
8. Se trata de un intento de construir todo un sistema
filosófico autosubsistente con una función de cosmovisión.
9. Es antiutópica, ya que la idea de construir una nueva
sociedad tenía que derivar científicamente de la sociedad anterior.
10. Se parte de la tesis de que es una filosofía basada en
la estrategia de partido, y, por tanto, su crítica conduce a un ataque a la
conducción estatal. El debate filosófico se convierte, de hecho, en un problema
político.
Esta concepción fue muy influyente en los ámbitos de la
educación y la política en América Latina, y por supuesto en otras partes del
mundo. Todo el marxismo critico, desde Lukács hasta Marcuse, se opuso a esa
versión en diversos grados. Las criticas mencionadas concentran muchas de las
posiciones adoptadas desde hace décadas.
Pero agregaría que tampoco la cuestión es tan simple. Dentro
de los países autodenominados socialistas (y con frecuencia bajo el rótulo
genérico de marxismo-leninismo, bien fuera por convencimiento propio o por
obligación impuesta por las circunstancias) hubo también reflexiones y
teorizaciones diferentes que tuvieron escasa difusión fuera de esos países.
Para sólo poner un ejemplo, quisiera destacar aquí la aportación de una
filósofa cubana infortunadamente fallecida, pero de la cual nos quedó, entre
otros, su libro Filosofía, ciencia y
valor,2 quien hizo una interpretación del significado de la filosofía del
marxismo en un sentido original y diferente de las tesis oficiales que he
mencionado. Zaira Rodríguez sostuvo, por ejemplo, que la filosofía "constituye una suerte de
autoconciencia de la cultura de una época histórica determinada, cuyos
contenidos se plasman en las estructuras del pensamiento teórico, a través de
las cuales esa época se piensa a sí misma". 3 Para ella, la filosofía
no sería ciencia en sentido estrecho, pero tampoco una de las formas
valorativas de la conciencia social exclusivamente. El conocimiento filosófico
es de naturaleza diferente al conocimiento científico-particular y a la
ideología. En la filosofía se sintetizarían los aportes de la actividad
práctica-material, teórico-cognoscitiva y práctica valorativa de la humanidad,
y por tanto sería una forma peculiar de asimilación práctico-espiritual de la
realidad. Zaira se apoyó en una serie de filósofos soviéticos y checos no
conocidos en otras lenguas.
Ahora bien, ¿hasta qué punto la concepción oficial del socialismo real podía fundarse en las
obras de Marx y Engels? Esto nos lleva a un problema que también involucra al marxismo crítico y a diversas
interpretaciones poco cuidadosas o muy influidas por las versiones
estalinistas, hechas por filósofos o científicos sociales, desde Weber, Popper,
Russell, Schumpeter, Aron, hasta Habermas.
Las obras de Marx y Engels, por la riqueza que implican, por
su carácter original, porque constituyen pensamientos en movimiento y
evolución, pero también por sus errores, equivocaciones y ambigüedades, son
polisémicas, y, por ello, abiertas a diversas lecturas. Desde luego que no
todas las lecturas son posibles, pero sí un conjunto de ellas. Sobre las obras
de Marx y Engels operaron diversos conflictos de interpretación que atañen, no
sólo al problema de la precisión conceptual o la modificación del sentido de
sus textos a partir de los manuscritos no publicados durante mucho tiempo, sino
también debido a los presupuestos ontológicos, epistemológicos o políticos
desde los cuales se leyeron unos u otros textos. Pero además, a diferencia de
lo que ocurrió con un Aristóteles, un Kant o un Hegel, su dimensión práctica
involucró necesariamente elementos deformantes o conformantes que muchas veces
dejaron sus textos irreconocibles. De aquí que si bien, repito, no toda lectura
es posible, sí son posibles diversas lecturas que pueden prolongar sus
equívocos, sus contradicciones, sus aciertos o sus vacíos teóricos. En este
sentido, considero que no hay un Marx esencial que nadie hubiera descubierto,
sino que hay nuevos sentidos en que puede ser interpretada su obra, a partir de
los presupuestos que se empleen y de acuerdo a la forma en que se integren en
una reflexión específica. Un ejemplo reciente de ello es la interesante y rica
interpretación hermenéutica de Paúl Ricoeur de La ideología alemana a propósito de los conceptos de ideología y
utopía.
Por lo anterior, podemos decir que también hay una
interpretación posible de Marx que se derrumba con el materialismo dialéctico.
Por ejemplo, esta concepción se basó en las tesis de la división dicotómica
entre estructura y superestructura; las creaciones culturales e ideológicas
como un puro efecto de la base material; la división de la historia en dos
épocas: una en la que operaría la lucha de unos contra otros, como en el caso
de la naturaleza, y otra en que se impondría, como dice Marx en los Grundrisse, el reino de la libertad; la
sucesión lineal de las sociedades en la historia; el carácter ideológico de la
democracia en el capitalismo como ocultador de la dominación. Éstas y otras
formulaciones se encuentran en textos de Marx y Engels que fueron partes
integrantes de una ideología vulgarizada del marxismo y que fueron atacados por
un marxismo crítico a partir de otros
textos de los propios Marx y Engels, como la interrelación dialéctica de las
estructuras sociales en el sistema; el carácter dominante que adquieren formas
como la religión, la política y la propia ciencia natural como fuerza
productiva; la no reductibilidad del arte, la ciencia o la filosofía a la base
económica; la evolución desigual y combinada de las sociedades; el carácter
radicalmente democrático de la Comuna de París, etcétera.
La lectura del dia-mat
partió también de los vacíos teóricos existentes en el pensamiento de los
clásicos sobre el destino del Estado en el socialismo; sobre la dictadura del
proletariado y sobre la organización económica de la futura sociedad, y los
interpretó como legitimación de las realidades fácticas.
Naturalmente, en todo esto se encuentra también la
interpretación de Lenin, que también integra esta ideología con sus
afirmaciones premarxistas en Materialismo
y empiriocriticismo, su concepción
de la relación partido e intelectuales portadores de la conciencia de clase, en
¿Qué hacer?; y su concepción, tan
urgente como provisional, de la oposición entre democracia burguesa y
democracia proletaria, y del Estado en el capitalismo como mero instrumento de
las clases dominantes, en El Estado y la
revolución.
Todo un marxismo posterior en las obras de Milliband,
Mandel, Poulantzas, Offe; Ollin Wright; Góran Therborn; James O'Connor, han
profundizado y planteado diversas formas de entender la función del Estado en
el capitalismo.
Algunos ejemplos de una evolución teórica en el pensamiento
de Marx, que no fue tomada en cuenta, no sólo por el materialismo dialéctico,
sino también por múltiples intérpretes, y que aún hoy siguen repitiendo, son
los siguientes:
En el famoso "Prólogo" a la Contribución a la crítica
de la economía política de 1859, que se trata de una formulación esquemática,
provisional e incompleta, pero que, sin embargo, fue utilizada en forma
indiscriminada, Marx dice:
A grandes rasgos,
podemos designar, como otras tantas épocas progresivas de la formación
económica de la sociedad, el modo de producción asiático, el antiguo, el feudal
y el moderno burgués. Las relaciones burguesas de producción son la última
forma antagónica del proceso social de producción; antagónica, no en el sentido
de un antagonismo individual, sino de un antagonismo que proviene de las condiciones
sociales de vida de los individuos. Pero las fuerzas productivas que se
desarrollan en el seno de la sociedad burguesa brindan, al mismo tiempo, las
condiciones materiales para la solución de este antagonismo. Con esta formación
social se cierra, por tanto, la prehistoria de la sociedad humana.4
De esta cita pueden desprenderse , y de hecho se hizo así
por tirios y troyanos, tanto un a concepción lineal de la historia, que Marx no
sostiene en trabajos como los Grundrisse,
y una concepción ideológica de la historia que puede matizarse con otras citas
de Marx , pero que en todo caso no es sostenible.
En efecto, en una carta fechada a fines de 1877 y dirigida a
la redacción del periódico ruso Anales de
la Patria dice:
A mi crítico le parece,
sin embargo, poco. A todo trance quiere convertir mi esbozo histórico sobre los
orígenes del capitalismo en la Europa Occidental en una teoría filosófica
histórica sobre la trayectoria general a que se hallan sometidos fatalmente
todos los pueblos, cualesquiera que sean las circunstancias históricas que en
ellos concurran... Esto es hacerme demasiado honor, y al mismo tiempo,
demasiado escarnio... He aquí, pues, dos clases de acontecimientos que, aun
presentando palmaria analogía, se desarrollan en diferentes medios históricos y
conducen, por tanto, a resultados completamente distintos. Estudiando cada uno
de estos procesos históricos por separado, y comparándolos luego entre sí,
encontramos fácilmente la clave de esos fenómenos, resultados que jamás lograríamos,
en cambio, con la clave universal de una teoría general de filosofía de la
historia, cuya mayor ventaja reside precisamente en el hecho de ser una teoría
suprahistórica. 5
También podemos citar la diferencia existente entre lo
formulado en el Manifiesto del Partido
Comunista en 1848 y la crítica que hicieran en el prólogo a la edición rusa
de ese mismo libro por su limitación eurocéntrica; los textos optimistas en los
que se refería a la implantación del capitalismo en la India o respecto de la
invasión norteamericana a México, y los textos posteriores en contra de la
invasión francesa y su crítica a los resultados desastrosos de la modernización
capitalista impuesta.
Y también la existencia de una aceptación del optimismo
ilustrado del siglo XVIII en la década de los cuarenta, pero también una
notable crítica al carácter destructivo
de las fuerzas productivas y a los efectos negativos del progreso,
posteriormente.
Sin embargo, no fue tanto Marx, con algunas de sus
formulaciones esquemáticas, lo que propició la concepción del materialismo
dialéctico, sino diversas concepciones de Engels. Las tesis de Engels, al
querer vincular los descubrimientos de Marx a los que se realizaban en el campo
de la ciencia natural, propiciaron una interpretación naturalista, positivista
y cientificista del marxismo. Toda esta interpretación ha caducado
indefectiblemente.
A diferencia de este marxismo, se desarrolló, como hemos
mencionado, lo que he denominado como marxismo
crítico. Este marxismo llevó con frecuencia a confusiones al utilizar una
determinada terminología con diversos significados. Un ejemplo fue el uso, por
parte de Althusser, del concepto "materialismo
dialéctico", a pesar de otorgarle un sentido radicalmente distinto al
tradicional en la escuela soviética.
En el marxismo crítico
se desarrollaron diversas vertientes, entre las que sobresalen: la humanística,
la epistemológica, la ontológica, la ideológico-política, la filosofía de la
praxis en sus diferentes vertientes; 10 la reflexión sobre el pensamiento
utópico, la reflexión sobre la filosofía de la cultura y múltiples diálogos con
el existencialismo (Sartre), los frankfurtianos (Adorno, Marcuse, Horkheimer),
los estructuralistas (Godelier), los analíticos y funcionalistas (Cohén,
Elster), los posfrankfurtianos (Habermas); la teología de la liberación (I.
Ellacuria, Jon Sobrino y otros); y en últimas fechas, la filosofía de la
liberación (Enrique Dussel). En relación con estas últimas, no pocas veces se
reclamaron como marxistas, o al menos en el espíritu de Marx.
El marxismo crítico
no es una unidad; implica, no sólo variaciones, sino complejas interpretaciones
que, con frecuencia, se oponen entre sí. Algunas de las causas por las cuales
surgieron contradicciones y aporías fueron las siguientes:
En primer lugar, los presupuestos de los cuales partían en
su interpretación del marxismo. Della Volpe partía de la tradición neopositivista;
Althusser, de la interrelación de las corrientes desarrolladas por Bachelard,
Canguilhem y Foucault; otros, del historicismo absoluto, como decía Gramsci; y
otros más, de la filosofía del lenguaje; Heidegger, etcétera. Estos
presupuestos ontológicos, epistemológicos, metodológicos y políticos los
llevaron por vías diversas.
En segundo lugar, interrelacionado con lo anterior, la
interpretación sobre el sentido que tenían los conceptos utilizados por los
clásicos. Esto ocurre con los conceptos de ciencia e ideología. A propósito del
concepto marxiano de ciencia, habrá que recordar el notable ensayo de Manuel
Sacristán titulado "El trabajo científico de Marx y su noción de
ciencia", en donde explica cómo el autor de El capital partía de una concepción peculiar que implicaba una
inspiración y una crítica de las nociones de
science, kritik y wissenschafl. Estas nociones no fueron explicadas en su
sentido original por muchos intérpretes.
En relación con el concepto de ideología, Marx utiliza en
forma explícita un sentido negativo, pero se encontraba en su obra una serie de
presupuestos que exigía implícitamente uno positivo, como lo utilizó la
tradición posterior.
La tercera razón fue la forma de entender la evolución del
pensamiento de Marx. La forma de publicación de los manuscritos y el dominio de
otras interpretaciones impidieron, por mucho tiempo, la correcta apropiación,
primero, de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, y luego de los Grundrisse, así como de otros inéditos.
En el caso de América Latina, adicionalmente, se ocultaron durante mucho tiempo
las incorrectas apreciaciones de Marx y Engels sobre Bolívar o sobre la
invasión norteamericana a México, y, posteriormente, su rechazo a la invasión
francesa.
La cuarta razón fueron las tensiones originadas por la
problemática originada. Antonio Gramsci, por ejemplo, incidió en un vacío de
Marx y del marxismo de su tiempo: el funcionamiento concreto de la ideología,
de la política, de los intelectuales, de la cultura, de la hegemonía en un
bloque histórico. Esto lo llevó a crear nuevas categorías y a ampliar el
significado de lo superestructural con respecto a la base económica.
Finalmente, la quinta razón fue el vínculo que se establecía
entre teoría y praxis. En algunas ocasiones se consideraba que esa relación se
establecía espontáneamente; en otras, por mediación de los intelectuales como
conciencia de clase atribuida, y en otras más, el sujeto portador del potencial
revolucionario era cambiado de la clase obrera a otros sectores oprimidos, como
fue el caso de Marcuse.
En el siglo XX , pero en especial en las últimas décadas, se
presentaron innumerables debates sobre la relación entre teoría y práctica,
ciencia e ideología, determinismo e indeterminismo en la historia,
condicionamiento social del conocimiento, cientificidad o no de la obra de
Marx, el carácter del humanismo, el lugar del individuo, la naturaleza de la
enajenación, la forma de entender el concepto de racionalidad, la noción de
progreso y de modernidad, entre muchos otros.
Este marxismo crítico
ha aportado extraordinariamente, pero no todo en él es, a mi juicio, válido.
Por ello se requiere hacer una reconstrucción y una renovación creadoras del
marxismo en general y de su filosofía en particular. Esta reconstrucción
implica:
1. Una lectura crítica de los clásicos a la luz de todas las
transformaciones actuales. En este sentido, el filósofo polaco Adam Schaff, en
un ensayo titulado "Qué es lo vivo y qué es lo muerto en el marxismo”, considera que sigue siendo válida la teoría de
la enajenación que no solo ha podido servir en el análisis del sistema
capitalista, sino también en la crítica del llamado socialismo real; una
concepción del individuo en su relación con la sociedad, aunque Schaff le da
una acepción peculiar. Sostiene que el individuo es el conjunto de las relaciones
sociales. Pero finalmente Schaff considera que envejece, tanto la teoría de la
forma de entender la relación entre Estado y cada una de estas tesis necesita
un largo y detenido examen que no podemos hacer ahora.
2. Se requiere mantener e incrementar el diálogo crítico con
todas las corrientes filosóficas. Muchas preocupaciones y problemáticas han
sido ampliadas y desarrolladas por otras concepciones, de tal modo que, en mi
opinión, el marxismo no puede pretender ser una concepción que tenga respuesta
para todo. Esta idea fue desarrollada por el materialismo dialéctico sin éxito.
Ahora bien, esto no quiere decir que en Marx o Engels no puedan encontrarse
elementos importantes útiles para diversas formas de conocer y valorar.
De igual manera, considero que se debe rechazar toda lectura
que pretenda insistir en aquellas malinterpretaciones del pensamiento de Marx
que sólo pretendan crear una imagen fácilmente rebatible. Un ejemplo de esto es
la interpretación que han hecho, tanto Habermas, como sus discípulos, del
marxismo como un productivismo; la sustitución de los sujetos históricos a
quienes estaba destinada la teoría marxista por el género humano; la conversión de lo que hoy se puede llamar la utopía socialista en un diálogo libre de dominio que no establece las
condiciones políticas de su realización; y el sostenimiento de un eurocentrismo
inaceptable. Esto no quiere decir que Habermas no plantee, a mi juicio,
propuestas interesantes para superar el debate entre las llamadas ciencias
nomotéticas y las ideográficas; en torno a la legitimación del capitalismo
tardío; sobre el concepto de racionalidad; sobre el giro lingüístico de la
filosofía; y sobre el denominado mundo de
la vida.
3. Se requiere una recuperación minuciosa de lo desarrollado
por el marxismo. Por ejemplo, en nuestro medio, obras tan importantes como la Ontología del ser social, o el que
fuera, tal vez, el último escrito de Lukács: "La democratización hoy y mañana
" (publicado en 1985), y que constituyen reflexiones, tanto sobre la
democracia en el capitalismo, como sobre la naturaleza del estalinismo, a raíz
de la invasión a Checoslovaquia, no son conocidos ni han sido valorados. Y así
ocurre con muchos otros textos, como la importante obra de I. Mészáros, The Power of Ideology.
4. Se requiere repensar el lugar de la filosofía como
reflexión crítica que se nutre de las ciencias y de los valores, pero que no se
reduce a ellos.
5. Marx propuso un pensamiento interdisciplinario, un ideal
de conocimiento integrado a la práctica, que Manuel Sacristán consideraba en su
texto "¿Qué Marx se leerá en el siglo XXI " que perduraría más allá
de esta época.
En esta dirección, compartimos la tesis de que, si bien es
cierto que la metodología positivista lógica y sus variantes propusieron una
serie de recursos conceptuales, mecanismos de prueba y formas lógicas, han
llegado a una crisis que puede ser superada por una metodología dialéctica a
condición de que ésta sea desarrollada como una verdadera concepción superadora
y que las diversas revoluciones científico-técnicas o la globalízación de la
economía no invalidan el análisis abstracto del capitalismo hecho por Marx.7
6. El marxismo no es una concepción cerrada, sino abierta,
crítica y autocrítica.
7. El marxismo tiene también una dimensión utópica muy rica,
que forma parte integrante de una explicación teórica.
8. En América Latina ha dominado, o bien un marxismo
dogmático, o bien un marxismo dependiente, y los mejores aportes han sido los
que han sabido oponerse a éstos. Se requiere repensar en forma creativa,
propia, lo que nos es útil y lo que no, rechazando todo eurocentrismo o futuro
americanocentrismo. En esta dirección son importantes las aportaciones de
Mariátegui, Aníbal Ponce, Ernesto Che Guevara, Fidel Castro y toda una serie de
teóricos y revolucionarios. La recuperación crítica del marxismo
latinoamericano está por hacerse.
9. Entre muchos de los aspectos no abordados suficientemente
por un marxismo crítico está el tema
de la subjetividad social e individual. Se requiere afrontar esta inmensa
tarea.
10. La concepción de Marx no fue hecha para la academia,
sino para la transformación de la sociedad, pero este hecho no debe negar los
aportes de diversos investigadores universitarios a esta teoría en los planos
de las ciencias sociales y la filosofía, por diversas razones: a) porque la
transformación social también pasa por la universidad; b) porque la universidad
ha sido en América Latina, a falta de otros lugares en la sociedad,
prácticamente el único lugar en que ha podido desarrollarse un pensamiento
revolucionario; y c) porque la teoría implica una autonomía relativa de lo
político inmediato. Ahora bien, ello no significa que el marxismo deba
convertirse en una escolástica o en un pensamiento separado de la práctica,
pero un practicismo ha sido, a menudo, la causa de la escasa efectividad de un
pensamiento político, así como un teoricismo es causa de su esterilidad.
11. Se requiere establecer los alcances y límites del
marxismo con respecto a problemáticas como la ecológica, la feminista o la
religiosa.
12. Finalmente, se requiere contribuir a la formulación de
una alternativa teórico-política, tanto frente al neoliberalismo, como frente
al neoestalinismo. Este tertium datur,
como diría el viejo Lukács, es una necesidad imprescindible para hoy y para
mañana, debido a que ninguna de estas sociedades ha podido resolver problemas
fundamentales para el hombre. Este tertium
datur involucra un nuevo socialismo, un nuevo humanismo y una nueva
concepción de la democracia.
En suma, cerca del final del siglo XX, un siglo intenso y
conflictivo por todos conceptos, diversos aspectos del marxismo como filosofía,
como visión del mundo, como una forma de la teoría social y como metodología,
se encuentran en crisis, pero tanto en los clásicos como en el marxismo
contemporáneo existe una serie de aportaciones que constituyen bases para su
reconstrucción y renovación.
Notas
1 Román Reyes (ed.), Cien
años después de Marx / Ciencia y marxismo, Akal, Madrid, 1986.
2 Zaira Rodríguez Ugidos. Filosofía, ciencia y valor, Editora de Ciencias Sociales, La
Habana, 1985.
3 Ibíd., p. 252.
4 Carlos Marx, Introducción
general a la crítica de la economía política, 1857 / Y otros escritos sobre
problemas metodológicos, Cuadernos de Pasado y Presente, núm. 1, Córdoba, 1974.
5 Carlos Marx y Federico Engels, Escritos sobre Rusia, vol. II, Siglo XX I Editores, México, 1980,
pp. 64-65.
6 Para un análisis de las diversas formas de entender la
filosofía de la praxis, véase mi ensayo "Los
sentidos de 3a filosofía de la praxis" , incluido en mi libro ¿Qué hacer con la filosofía en América
Latina?, Ed. UAM-UAT, México, 1990.
7 Véanse los trabajos publicados en el número 19 de Dialéctica, Escuela de Filosofía y
Letras de la UAP, México, 1988.
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Gabriel Vargas Lozano |
Gabriel Vargas Lozano es Maestro en Filosofía por la UNAM y
profesor-investigador de tiempo completo en el Departamento de Filosofía de la
UAM-Iztapalapa, ha impartido las cátedras de Metodología de las Ciencias
Sociales, Filosofía de la historia y Filosofía en México en la UNAM; y
Filosofía política, Filosofía contemporánea y Reconstrucción histórica de la
filosofía en México en la UAM-I, esta última, producto de su interés para que
los estudiantes egresaran con un conocimiento de nuestro pensamiento
filosófico. En esta dirección, fundó el Centro de Documentación en Filosofía
Latinoamericana e Ibérica (CEFILIBE) en la UAM-I, donde ha integrado un grupo
entusiasta de estudiantes y profesores que trabajan desinteresadamente en la
difusión de autores, obras, temáticas y corrientes de la filosofía mexicana, así
como en la organización de coloquios y mesas redondas. Todo ello, con la noble
intención de rescatar, reivindicar y actualizar el quehacer filosófico de la
región hispanohablante. Se destacan sus
libros Esbozo histórico de la
filosofía en México (Siglo XX) e Intervenciones
filosóficas: ¿qué hacer con la filosofía en América Latina? (2007),
con los que se suma, desde su original enfoque, a los grandes historiadores de
la filosofía mexicana. No menos importante, en estos temas, es el Inventario de la filosofía en México.
Siglo XX (2010), en formato electrónico.