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Karl Marx ✆ A.d. |
Michael Löwy | ¿Es aún la religión, tal como Marx y Engels la
entendían en el siglo XIX, un baluarte de reacción, oscurantismo y
conservadurismo? Brevemente, sí, lo es. Su punto de vista se aplica aún a
muchas instituciones católicas (el Opus Dei es sólo el ejemplo más obvio), al
uso fundamentalista corriente de las principales confesiones (cristiana,
judía, musulmana), a la mayoría de los grupos evangélicos (y su expresión en la
denominada “iglesia electrónica”), y a la mayoría de las nuevas sectas
religiosas, algunas de las cuales, como la notoria iglesia del reverendo Moon,
son nada más que una hábil combinación de manipulaciones financieras, lavado de
cerebro y anticomunismo fanático.
Sin embargo, la
emergencia del cristianismo revolucionario y de la teología de la liberación en
América Latina (y en otras partes) abre un capítulo histórico y alza nuevas y
excitantes preguntas que no pueden responderse sin una renovación del análisis
marxista de la religión. Inicialmente, confrontados con tal fenómeno, los
marxistas recurrirían a un modelo tradicional que concibe a la iglesia como un
cuerpo reaccionario enfrentando a los trabajadores y los campesinos cristianos que
podrían haber sido considerados soportes de la revolución.