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Karl Marx & Friedrich Engels en la imprenta de la Rheinische Zeitung, Colonia, Alemania Museo Marx & Engels, Moscú ✆ E. Chapiro
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Friedrich Engels | Carlos
Marx, el hombre que dio por vez primera una base científica al socialismo, y
por tanto a todo el movimiento obrero de nuestros días, nació en Tréveris, en
1818. Comenzó a estudiar jurisprudencia en Bonn y en Berlín, pero pronto se
entregó exclusivamente al estudio de la historia y de la filosofía, y se
disponía, en 1842, a habilitarse como profesor de filosofía, cuando el
movimiento político producido después de la muerte de Federico Guillermo III
orientó su vida por otro camino. Los caudillos de la burguesía liberal renana,
los Camphausen, Hansemann, etc., habían fundado en Colonia, con su cooperación,
la "Reinische Zeitung" 1; y en el otoño de 1842, Marx, cuya crítica
de los debates de la Dieta provincial renana había producido enorme sensación,
fue colocado a la cabeza del periódico. La "Rheinische Zeitung"
publicábase, naturalmente, bajo la censura, pero ésta no podía con ella 2. El
periódico sacaba adelante casi siempre los artículos que le interesaba
publicar: se empezaba echándole al censor cebo sin importancia para que lo
tachase, hasta que, o cedía por sí mismo, o se veía obligado a ceder bajo la
amenaza de que al día siguiente no saldría el periódico. Con diez
periódicos
que hubieran tenido la misma valentía que la "Rheinische Zeitung" y
cuyos editores se hubiesen gastado unos cientos de táleros más en composición
se habría hecho imposible la censura en Alemania ya en 1843. Pero los
propietarios de los periódicos alemanes eran filisteos mezquinos y miedosos, y
la "Rheinische Zeitung" batallaba sola. Gastaba a un censor tras
otro, hasta que, por último, se la sometió a doble censura, debiendo pasar,
después de la primera, por otra nueva y definitiva revisión del
Regierungspräsident. Más tampoco esto bastaba. A comienzos de 1843, el gobierno
declaró que no se podía con este periódico, y lo prohibió sin más
explicaciones.
Marx, que entretanto se había casado con la hermana de von
Westphalen, el que más tarde había de ser ministro de la reacción, se trasladó
a París, donde editó con A. Ruge los Deutsch-Französische
Jahrbücher 3, en los que inauguró la serie de sus escritos socialistas,
con una "Crítica de la filosofía hegeliana del Derecho". Después, en
colaboración con F. Engels, publicó "La Sagrada Familia. Contra Bruno
Bauer y consortes", crítica satírica de una de las últimas formas en las
que se había extraviado el idealismo filosófico alemán de la época.
El estudio de la Economía política y de la historia de la
gran Revolución francesa todavía le dejaba a Marx tiempo para atacar de vez en
cuando al Gobierno prusiano; éste se vengó, consiguiendo del ministerio Guizot,
en la primavera de 1845 -y parece que el mediador fue el señor Alejandro de
Humboldt-, que se le expulsase de Francia 4. Marx trasladó su residencia a
Bruselas, donde, en 1847, publicó en lengua francesa la "Miseria de la
Filosofía", crítica de la "Filosofía de la Miseria", de
Proudhon, y, en 1848, su "Discurso sobre el libre cambio". Al mismo
tiempo encontró ocasión de fundar en Bruselas una Asociación de obreros
alemanes 5, con lo que entró en el terreno de la agitación práctica. Esta
adquirió todavía mayor importancia para él al ingresar en 1847, en unión de sus
amigos políticos, en la Liga de los Comunistas, liga secreta, que llevaba ya
largos años de existencia. Toda la estructura de esta organización se
transformó radicalmente; la que hasta entonces había sido una sociedad más o
menos conspirativa, se convirtió en una simple organización de propaganda
comunista -secreta tan sólo porque las circunstancias lo exigían-, y fue la primera
organización del Partido Socialdemócrata Alemán. La Liga existía dondequiera
que hubiese asociaciones de obreros alemanes; en casi todas estas asociaciones,
en Inglaterra, en Bélgica, en Francia y en Suiza, y en muchas asociaciones de
Alemania, los miembros dirigentes eran afiliados a la Liga, y la participación
de ésta en el naciente movimiento obrero alemán era muy considerable. Además,
nuestra Liga fue la primera que destacó, y lo demostró en la práctica, el
carácter internacional de todo el movimiento obrero; contaba entre sus miembros
a ingleses, belgas, húngaros, polacos, etc., y organizaba, principalmente en
Londres, asambleas obreras internacionales.
La transformación de la Liga se efectuó en dos congresos
celebrados en 1847, el segundo de los cuales acordó la redacción y publicación
de los principios del partido, en un manifiesto que habían de redactar Marx y
Engels. Así surgió el Manifiesto del Partido Comunista que apareció por vez
primera en 1848, poco antes de la revolución de Febrero, y que después ha sido
traducido a casi todos los idiomas europeos.
La "Deutsche-Brüsseler-Zeitung" 6, en la que Marx
colaboraba y en la que se ponían al desnudo implacablemente las
bienaventuranzas policíacas de la patria, movió nuevamente al Gobierno prusiano
a maquinar para conseguir la expulsión de Marx, pero en vano. Mas, cuando la
revolución de Febrero provocó también en Bruselas movimientos populares y
parecía ser inminente en Bélgica una revolución, el Gobierno belga detuvo a
Marx sin contemplaciones y lo expulsó. Entretanto, el gobierno provisional de
Francia, por mediación de Flocon, le había invitado a reintegrarse a París,
invitación que aceptó.
En París, se enfrentó ante todo con el barullo creado entre
los alemanes allí residentes, por el plan de organizar a los obreros alemanes
de Francia en legiones armadas, para introducir con ellas en Alemania la
revolución y la república. De una parte, era Alemania la que tenía que hacer
por sí misma la revolución, y de otra parte, toda legión revolucionaria extranjera
que se formase en Francia nacía delatada, por los Lamartines del gobierno
provisional, al gobierno que se quería derribar, como ocurrió en Bélgica y en
Baden.
Después de la revolución de marzo, Marx se trasladó a
Colonia y fundó allí la "Neue Rheinische Zeitung", que vivió desde el
1 de junio de 1848 hasta el 19 de mayo de 1849. Fue el único periódico que
defendió, dentro del movimiento democrático de la época, la posición del
proletariado, cosa que hizo ya, en efecto, al apoyar sin reservas a los insurrectos
de junio de 1848 en París 7, lo que le valió la deserción de casi todos los
accionistas. En vano la "Kreuz-Zeitung" 8 señalaba el
"Chimborazo de insolencia" con que la "Neue Rheinische
Zeitung" atacaba todo lo sagrado, desde el rey y el regente del imperio
hasta los gendarmes, y esto en una fortaleza prusiana, que tenía entonces 8.000
hombres de guarnición: en vano clamaba el coro de filisteos liberales renanos,
vuelto de pronto reaccionario, en vano se suspendió el estado de sitio
decretado en Colonia, en el otoño de 1848; en vano el Ministerio de Justicia
del imperio denunciaba desde Francfort al fiscal de Colonia artículo tras
artículo, para que se abriese proceso judicial; el periódico seguía
redactándose e imprimiéndose tranquilamente, a la vista de la Dirección General
de Seguridad, y su difusión y su fama crecían con la violencia de los ataques
contra el gobierno y la burguesía. Al producirse, en noviembre de 1848, el
golpe de Estado de Prusia, la "Neue Rheinische Zeitung" incitaba al
pueblo, en la cabecera de cada número, para que se negase a pagar los impuestos
y contestase a la violencia con la violencia. Llevado ante el Jurado, en la
primavera de 1849, por esto y por otro artículo, el periódico salió absuelto
las dos veces. Por fin, al ser aplastadas las insurrecciones de mayo de 1849,
en Dresde y la provincia del Rin 9, y al iniciarse la campaña prusiana contra
la insurrección de Baden-Palatinado, mediante la concentración y movilización
de grandes contingentes de tropas, el gobierno se creyó lo bastante fuerte para
suprimir por la violencia la "Neue Rheinische Zeitung". El último
número -impreso en rojo- apareció el 19 de mayo.
Marx se trasladó nuevamente a París, pero pocas semanas
después de la manifestación del 13 de junio de 1849 10 el Gobierno francés lo
colocó ante la alternativa de trasladar su residencia a la Bretaña o salir de
Francia. Optó por esto último y se fue a Londres, donde ha vivido desde
entonces sin interrupción.
La tentativa de seguir publicando la "Neue Rheinische
Zeitung" en forma de revista (en Hamburgo, en 1850) 11, hubo de ser
abandonada algún tiempo después, ante la violencia creciente de la reacción.
Inmediatamente después del golpe de Estado de diciembre de 1851 en Francia,
Marx publicó "El 18 Brumario de Luis Bonaparte" (Boston, 1852;
segunda edición, Hamburgo, 1869, poco antes de la guerra). En 1853, escribió
las "Revelaciones sobre el proceso de los comunistas en Colonia"
(obra impresa primeramente en Basilea, más tarde en Boston y reeditada recientemente
en Leipzig).
Después de la condena de los miembros de la Liga de los
Comunistas en Colonia 12, Marx se retiró de la agitación política y se
consagró, de una parte, por espacio de diez años, a estudiar a fondo los ricos
tesoros que encerraba la biblioteca del Museo Británico en materia de Economía
política, y de otra parte, a colaborar en "New-York Tribune" 13,
periódico que, hasta que estalló la guerra norteamericana de Secesión 14, no
sólo publicó las correspondencias firmadas por él, sino también numerosos artículos
editoriales sobre temas europeos y asiáticos salidos de su pluma. Sus ataques
contra lord Palmerston, basados en minuciosos estudios de documentos oficiales
ingleses, fueron editados en Londres como folletos de agitación.
Como primer fruto de sus largos años de estudios económicos
apareció en 1859 la "Contribución a la crítica de la Economía política.
Primer cuaderno" (Berlín, Duncker.) Esta obra contiene la primera
exposición sistemática de la teoría del valor de Marx, incluyendo la teoría del
dinero. Durante la guerra italiana 15, Marx combatió desde las columnas de
"Das Volk" 16,periódico alemán que se publicaba en Londres, el
bonapartismo, que por entonces se teñía de liberal y se las daba de libertador
de las nacionalidades oprimidas, y la política prusiana de la época, que, bajo
la manto de la neutralidad, procuraba pescar en río revuelto. A propósito de
esto, hubo de atacar también al señor Karl Vogt, que por entonces hacía
agitación en pro de la neutralidad de Alemania, más aún, de la simpatía de
Alemania, por encargo del príncipe Napoleón (Plon-Plon) y a sueldo de Luis
Napoleón. Como Vogt acumulase contra él las calumnias más infames, infundadas a
sabiendas, Marx le contestó en "El señor Vogt" (Londres, 1860), donde
se desenmascara a Vogt y a los demás señores de la banda bonapartista de
seudo-demócratas, demostrando con pruebas de carácter externo e interno que
Vogt estaba sobornado por el imperio decembrino. A los diez años justos, se
tuvo la confirmación de esto; en la lista de las gentes a sueldo del
bonapartismo, descubierta en las Tullerías en 1870 17 y publicada por el
gobierno de septiembre 18, aparecía en la letra "V" esta partida:
"Vogt: le fueron entregados, en agosto de 1859... 40.000 francos".
Por fin, en 1867, vio la luz en Hamburgo el tomo primero de
"El Capital, Crítica de la Economía política", la obra principal de
Marx, en la que se exponen las bases de sus ideas económico-socialistas y los
rasgos fundamentales de su crítica de la sociedad existente, del modo de producción
capitalista y de sus consecuencias. La segunda edición de esta obra que hace
época se publicó en 1872; el autor se ocupa actualmente de la preparación del
segundo tomo.
Entretanto, el movimiento obrero de diversos países de
Europa había vuelto a fortalecerse en tal medida, que Marx pudo pensar en poner
en práctica un deseo acariciado desde hacía largo tiempo: fundar una asociación
obrera que abarcase los países más adelantados de Europa y América y que había
de personificar, por decirlo así, el carácter internacional del movimiento
socialista tanto ante los propios obreros como ante los burgueses y los
gobiernos, para animar y fortalecer al proletariado y para atemorizar a sus
enemigos. Dio ocasión para exponer la idea, que fue acogida con entusiasmo, un
mitin popular celebrado en el Saint Martin’s Hall de Londres, el 28 de
septiembre de 1864, a favor de Polonia, que volvía a ser aplastada por Rusia.
Quedó fundada así la Asociación Internacional de los Trabajadores. En la
Asamblea se eligió un Consejo General provisional, con residencia en Londres.
El alma de este Consejo General, como de los que le siguieron hasta el Congreso
de La Haya 19, fue Marx. El redactó casi todos los documentos lanzados por el
Consejo General de la Internacional, desde el Manifiesto Inaugural de 1864,
hasta el manifiesto sobre la guerra civil de Francia en 1871. Exponer la
actuación de Marx en la Internacional, equivaldría a escribir la historia de
esta misma Asociación que, por lo demás, vive todavía en el recuerdo de los
obreros de Europa.
La caída de la Comuna de París colocó a la Internacional en
una situación imposible. Viose empujada al primer plano de la historia europea,
en un momento en que por todas partes tenía cortada la posibilidad de una
acción práctica y eficaz. Los acontecimientos que la erigían en séptima gran
potencia le impedían, al mismo tiempo, movilizar y poner en acción sus fuerzas
combativas, so pena de llevar a una derrota infalible al movimiento obrero y de
contenerlo por varios decenios. Además, por todas partes pugnaban por colocarse
en primera fila elementos que intentaban explotar, para fines de vanidad o de
ambición personal, la fama, que tan súbitamente había crecido, de la
Asociación, sin comprender la verdadera situación de la Internacional o sin
preocuparse de ella. Había que tomar una decisión heroica, y fue, como siempre,
Marx quien la tomó y la hizo prosperar en el Congreso de La Haya. En un acuerdo
solemne, la Internacional se desentendió de toda responsabilidad por los
manejos de los bakuninistas, que eran el eje de aquellos elementos insensatos y
poco limpios; luego, ante la imposibilidad de cumplir también, frente a la
reacción general, las exigencias redobladas que a ella se le planteaban y de
mantener en pie su plena actividad, más que por medio de una serie de
sacrificios, que necesariamente habrían desangrado el movimiento obrero, la
Internacional se retiró provisionalmente de la escena, trasladando a
Norteamérica el Consejo General. Los acontecimientos posteriores han venido a
demostrar cuán acertado fue este acuerdo, tantas veces criticado por entonces y
después. De una parte, quedaron cortadas de raíz, y siguieron cortadas en
adelante, las posibilidades de organizar en nombre de la Internacional vanas
intentonas, y de otra parte, las constantes y estrechas relaciones entre los
partidos obreros socialistas de los distintos países demostraban que la
conciencia de la identidad de intereses y de la solidaridad del proletariado de
todos los países, despertada por la Internacional, llega a imponerse aun sin el
enlace de una asociación internacional formal que, por el momento, se había
convertido en traba.
Después del Congreso de La Haya, Marx volvió a encontrar,
por fin, tiempo y sosiego para reanudar sus trabajos teóricos, y es de esperar
que en un período de tiempo no muy largo pueda dar a la imprenta el segundo
tomo de "El Capital".
De los muchos e importantes descubrimientos con que Marx ha
inscrito su nombre en la historia de la ciencia, sólo dos podemos destacar
aquí.
El primero es la revolución que ha llevado a cabo en toda la
concepción de la historia universal. Hasta aquí, toda la concepción de la
historia descansaba en el supuesto de que las últimas causas de todas las
transformaciones históricas habían de buscarse en los cambios que se operan en las
ideas de los hombres, y de que de todos los cambios, los más importantes, los
que regían toda la historia, eran los políticos. No se preguntaban de dónde les
vienen a los hombres las ideas ni cuáles son las causas motrices de los cambios
políticos. Sólo en la escuela moderna de los historiadores franceses, y en
parte también de los ingleses, se había impuesto la convicción de que, por lo
menos desde la Edad Media, la causa motriz de la historia europea era la lucha
de la burguesía en desarrollo contra la nobleza feudal por el Poder social y
político. Pues bien, Marx demostró que toda la historia de la humanidad, hasta
hoy, es una historia de luchas de clases, que todas las luchas políticas, tan
variadas y complejas, sólo giran en torno al Poder social y político de unas u
otras clases sociales; por parte de las clases viejas, para conservar el poder,
y por parte de las ascendentes clases nuevas, para conquistarlo. Ahora bien,
¿qué es lo que hace nacer y existir a estas clases? Las condiciones materiales,
tangibles, en que la sociedad de una época dada produce y cambia lo necesario
para su sustento. La dominación feudal de la Edad Media descansaba en la
economía cerrada de las pequeñas comunidades campesinas, que cubrían por sí
mismas casi todas sus necesidades, sin acudir apenas al cambio, a las que la
nobleza belicosa defendía contra el exterior y daba cohesión nacional o, por lo
menos, política. Al surgir las ciudades y con ellas una industria artesana
independiente y un tráfico comercial, primero interior y luego internacional,
se desarrolló la burguesía urbana, y conquistó, luchando contra la nobleza,
todavía en la Edad Media, una incorporación al orden feudal, como estamento
también privilegiado. Pero, con el descubrimiento de los territorios no europeos,
desde mediados del siglo XV, la burguesía obtuvo una zona comercial mucho más
extensa, y, por tanto, un nuevo acicate para su industria. La industria
artesana fue desplazada en las ramas más importantes por la manufactura de tipo
ya fabril, y ésta, a su vez, por la gran industria, que habían hecho posible
los inventos del siglo pasado, principalmente la máquina de vapor, y que a su
vez repercutió sobre el comercio, desalojando, en los países atrasados, al
antiguo trabajo manual y creando, en los más adelantados, los modernos medios
de comunicación, los barcos de vapor, los ferrocarriles, el telégrafo
eléctrico. De este modo, la burguesía iba concentrando en sus manos, cada vez
más, la riqueza social y el poder social, aunque tardó bastante en conquistar el
poder político, que estaba en manos de la nobleza y de la monarquía, apoyada en
aquélla. Pero al llegar a cierta fase -en Francia, desde la gran Revolución-,
conquistó también éste y se convirtió, a su vez, en clase dominante frente al
proletariado y a los pequeños campesinos. Situándose en este punto de vista
-siempre y cuando que se conozca suficientemente la situación económica de la
sociedad en cada época; conocimientos de que, ciertamente, carecen en absoluto
nuestros historiadores profesionales-, se explican del modo más sencillo todos
los fenómenos históricos, y asimismo se explican con la mayor sencillez los
conceptos y las ideas de cada período histórico, partiendo de las condiciones
económicas de vida y de las relaciones sociales y políticas de ese período,
condicionadas a su vez por aquéllas. Por primera vez se erigía la historia
sobre su verdadera base; el hecho palpable, pero totalmente desapercibido hasta
entonces, de que el hombre necesita en primer término comer, beber, tener un
techo y vestirse, y por tanto, trabajar, antes de poder luchar por el mando,
hacer política, religión, filosofía, etc.; este hecho palpable, pasaba a
ocupar, por fin, el lugar histórico que por derecho le correspondía.
Para la idea socialista, esta nueva concepción de la
historia tenía una importancia culminante. Demostraba que toda la historia,
hasta hoy, se ha movido en antagonismos y luchas de clases, que ha habido
siempre clases dominantes y dominadas, explotadoras y explotadas, y que la gran
mayoría de los hombres ha estado siempre condenada a trabajar mucho y disfrutar
poco. ¿Por qué? Sencillamente, porque en todas las fases anteriores del
desenvolvimiento de la humanidad, la producción se hallaba todavía en un estado
tan incipiente, que el desarrollo histórico sólo podía discurrir de esta forma
antagónica y el progreso histórico estaba, en líneas generales, en manos de una
pequeña minoría privilegiada, mientras la gran masa se hallaba condenada a
producir, trabajando, su mísero sustento y a acrecentar cada vez más la riqueza
de los privilegiados. Pero, esta misma concepción de la historia, que explica
de un modo tan natural y racional el régimen de dominación de clase vigente
hasta nuestros días, que de otro modo sólo podía explicarse por la maldad de
los hombres, lleva también a la convicción de que con las fuerzas productivas,
tan gigantescamente acrecentadas, de los tiempos modernos, desaparece, por lo
menos en los países más adelantados, hasta el último pretexto para la división
de los hombres en dominantes y dominados, explotadores y explotados; de que la
gran burguesía dominante ha cumplido ya su misión histórica, de que ya no es
capaz de dirigir la sociedad y se ha convertido incluso en un obstáculo para el
desarrollo de la producción, como lo demuestran las crisis comerciales, y sobre
todo el último gran crac 20 y la depresión de la industria en todos los países;
de que la dirección histórica ha pasado a manos del proletariado, una clase
que, por toda su situación dentro de la sociedad, sólo puede emanciparse acabando
en absoluto con toda dominación de clase, todo avasallamiento y toda
explotación; y de que las fuerzas productivas de la sociedad, que crecen hasta
escapársele de las manos a la burguesía, sólo están esperando a que tome
posesión de ellas el proletariado asociado, para crear un estado de cosas que
permita a caba miembro de la sociedad participar no sólo en la producción, sino
también en la distribución y en la administración de las riquezas sociales, y
que, mediante la dirección planificada de toda la producción, acreciente de tal
modo las fuerzas productivas de la sociedad y su rendimiento, que se asegure a
cada cual, en proporciones cada vez mayores, la satisfacción de todas sus
necesidades razonables.
El segundo descubrimiento importante de Marx consiste en
haber puesto definitivamente en claro la relación entre el capital y el
trabajo; en otros términos, en haber demostrado cómo se opera, dentro de la
sociedad actual, con el modo de producción capialista, la explotación del
obrero por el capitalista. Desde que la Economía política sentó la tesis de que
el trabajo es la fuente de toda riqueza y de todo valor, era inevitable esta
pregunta: ¿cómo se concilia esto con el hecho de que el obrero no perciba la
suma total de valor creada por su trabajo, sino que tenga que ceder una parte
de ella al capitalista? Tanto los economistas burgueses como los socialistas se
esforzaban por dar a esta pregunta una contestación científica sólida; pero en
vano, hasta que por fin apareció Marx con la solución. Esta solución es la
siguiente: El actual modo de producción capitalista tiene como premisa la
existencia de dos clases sociales: de una parte, los capitalistas, que se
hallan en posesión de los medios de producción y de sustento, y de otra parte,
los proletarios, que, excluidos de esta posesión, sólo tienen una mercancía que
vender: su fuerza de trabajo, mercancía que, por tanto, no tienen más remedio
que vender, para entrar en posesión de los medios de sustento más
indispensables. Pero el valor de una mercancía se determina por la cantidad de
trabajo socialmente necesario invertido en su producción, y también, por tanto
en su reproducción; por consiguiente, el valor de la fuerza de trabajo de un
hombre medio durante un día, un mes, un año, se determina por la cantidad de
trabajo plasmada en la cantidad de medios de vida necesarios para el sustento
de esta fuerza de trabajo durante un día, un mes o un año. Supongamos que los
medios de vida para un día exigen seis horas de trabajo para su producción o,
lo que es lo mismo, que el trabajo contenido en ellos representa una cantidad
de trabajo de seis horas; en este caso, el valor de la fuerza de trabajo
durante un día se expresará en una suma de dinero en la que se plasmen también
seis horas de trabajo. Supongamos, además, que el capitalista para quien
trabaja nuestro obrero le paga esta suma, es decir, el valor íntegro de su
fuerza de trabajo. Ahora bien; si el obrero trabaja seis horas del día para el
capitalista, habrá reembolsado a éste íntegramente su desembolso: seis horas de
trabajo por seis horas de trabajo. Claro está que de este modo no quedaría nada
para el capitalista; por eso éste concibe la cosa de un modo completamente
distinto. Yo, dice él, no he comprado la fuerza de trabajo de este obrero por
seis horas, sino por un día completo. Consiguientemente, hace que el obrero
trabaje, según las circunstancias, 8, 10, 12, 14 y más horas, de tal modo que
el producto de la séptima, de la octava y siguientes horas es el producto de un
trabajo no retribuido, que, por el momento, se embolsa el capitalista. Por
donde el obrero al servicio del capitalista no se limita a reponer el valor de
su fuerza de trabajo, que se le paga, sino que, además crea una plusvalía que,
por el momento, se apropia el capitalista y que luego se reparte con arreglo a
determinadas leyes económicas entre toda la clase capitalista. Esta plusvalía
forma el fondo básico del que emanan la renta del suelo, la ganancia, la
acumulación de capital; en una palabra, todas las riquezas consumidas o
acumuladas por las clases que no trabajan. De este modo, se comprobó que el
enriquecimiento de los actuales capitalistas consiste en la apropiación del
trabajo ajeno no retribuido, ni más ni menos que el de los esclavistas o de los
señores feudales, que explotaban el trabajo de los esclavos o de los siervos, y
que todas estas formas de explotación sólo se diferencian por el distinto modo
de apropiarse el trabajo no pagado. Y con esto, se quitaba la base de todas
esas retóricas hipócritas de las clases poseedoras de que bajo el orden social
vigente reinan el derecho y la justicia, la igualdad de derechos y deberes y la
armonía general de intereses. Y la sociedad burguesa actual se desenmascaraba,
no menos que las que la antecedieron, como un establecimiento grandioso montado
para la explotación de la inmensa mayoría del pueblo por una minoría
insignificante y cada vez más reducida.
Estos dos importantes hechos sirven de base al socialismo
moderno, al socialismo científico. En el segundo tomo de "El Capital"
se desarrollan estos y otros descubrimientos científicos no menos importantes
relativos al sistema social capitalista, con lo cual se revolucionan también
los aspectos de la Economía política que no se habían tocado todavía en el
primer tomo. Lo que hay que desear es que Marx pueda entregarlo pronto a la
imprenta.
Notas
1 Rheinisehe Zeitung fiir Politik, Handel und Gewerbe
(«Periódico del Rin para cuestiones de política, comercio e industria»): diario
que se publicó en Colonia del I de enero de 1842 al 31 de marzo de 1843. En
abril de 1842, Marx comenzó a colaborar en él, y en octubre del mismo año pasó
a ser uno de sus redactores; Engels colaboraba también en el periódico
2 "Kölnische Zeitung" («Periódico de Colonia»):
diario alemán que se publicó con ese nombre desde 1802 en Colonia; en el
período de la revolución de 1848-1849 y la reacción que le sucedió reflejaba la
política de traición y cobardía de la burguesía liberal prusiana; en el último
tercio del siglo XIX estuvo ligado al partido nacional-liberal.
3 "Deutsch-Französische Jahrbücher" («Anales
franco-alemanes»): se publicaba en París, en alemán, bajo la redacción de C.
Marx y A. Ruge. No salió más que el primer fascículo (doble) en febrero de
1844. En él se publicaron las obras de Carlos Marx: "Contribución al problema
hebreo" y "Contribución a la critica de la filosofía del Derecho de
Hegel. Introducción", así como las de Federico Engels: "Esbozos para
la crítica de la Economía Política" y "Situación de Inglaterra. Tomás
Carlyle, El pasado y el presente". Estas obras marcaban el paso definitivo
de Marx y de Engels del democratismo revolucionario al materialismo y al
comunismo. La causa principal del cese de la publicación del anuario residía en
las divergencias en cuestiones de principio entre Marx y el radical burgués
Ruge.
4 El Gobierno francés dispuso la expulsión de Marx de
Francia el 16 de enero de 1845 bajo la presión del Gobierno de Prusia.
5 La "Asociación de Obreros Alemanes en Bruselas"
fue fundada por Marx y Engels a fines de agosto de 1847, con el fin de educar
políticamente a los obreros alemanes residentes en Bélgica. Bajo la dirección
de Marx, Engels y sus compañeros, la Asociación se convirtió en un centro legal
de unión de los proletarios revolucionarios alemanes en Bélgica. Los mejores
elementos de la Asociación integraban la Organización de Bruselas de la Liga de
los Comunistas. Las actividades de la Asociación de Obreros Alemanes en
Bruselas se suspendieron poco después de la revolución de febrero de 1848 en
Francia, debido a las detenciones y la expulsión de sus componentes por la
policía belga.
6 "Deutsche-Brüsseler-Zeitung" («Periódico Alemán
de Bruselas»): periódico fundado por los emigrados políticos alemanes en
Bruselas; se publicó desde enero de 1847 hasta febrero de 1848. A partir de
septiembre de 1847, Marx y Engels colaboraban permanentemente en él y ejercían
una influencia directa en su orientación. Bajo la dirección de Marx y Engels,
se hizo órgano de la Liga de los Comunistas.
7 Insurrección de junio: heroica insurrección de los obreros
de París el 23-26 de junio de 1848, aplastada con excepcional crueldad por la
burguesía francesa. Fue la primera gran guerra civil entre el proletariado y la
burguesía.
8 "Kreuz-Zeitung" («Periódico de la Cruz»): nombre
con que se conocía (por llevar en el título una cruz, emblema de las milicias,
el landwehr) el diario alemán "Neue Preussische Zeitung" («Nuevo
Periódico Prusiano»); se publicó en Berlín desde junio de 1848 hasta 1939, fue
órgano de la camarilla contrarrevolucionaria de la corte y de los junkers
prusianos.
9 Se trata de la insurrección armada en Dresde del 3 al 8 de
mayo y de las insurrecciones en Alemania del Sur y del Oeste de mayo a julio de
1849 en defensa de la Constitución imperial aprobada por la Asamblea Nacional
de Francfort el 28 de marzo de 1849, pero rechazada por varios Estados
alemanes. Las insurrecciones tenían carácter aislado y espontáneo y fueron
aplastadas hacia mediados de julio de 1849.
10 El 13 de junio de 1849, en París, el partido
pequeñoburgués La Montaña organizó una manifestación pacífica de protesta
contra el envío de tropas francesas para aplastar la revolución en Italia. La
manifestación fue disuelta por las tropas. Muchos líderes de La Montaña fueron
arrestados y deportados o tuvieron que emigrar de Francia.
11 "Neue Rheinische Zeitung. Politisch-ökonomische
Revue" («Nuevo Periódico del Rin. Revista político-económica»): revista,
órgano teórico de la Liga de los Comunistas, fundada por Marx y Engels. Se
publicó desde diciembre de 1849 hasta noviembre de 1850; salieron seis números.
12 Se trata del proceso organizado en Colonia (del 4 de
octubre al 12 de noviembre de 1852) con fines provocativos por el Gobierno de
Prusia contra 11 miembros de la Liga de los Comunistas. Acusados de crimen de
alta traición sobre la base de documentos falsos y perjurios, siete fueron
condenados a reclusión en la fortaleza por plazos de 3 a 6 años.
13 "New-York Daily Tribune" («Tribuna diaria de
Nueva York»): diario progresista burgués que se publicó de 1841 a 1924. Marx y
Engels colaboraron en él desde agosto de 1851 hasta marzo de 1862.
14 La guerra civil de Norteamérica (1861-1865) se llevó a
cabo entre los Estados industriales del Norte de los EE.UU. y los sublevados
Estados esclavistas del Sur, que querían conservar la esclavitud y resolvieron
en 1861 separarse de los Estados del Norte. La guerra fue resultado de la lucha
de dos sistemas: el de la esclavitud y el del trabajo asalariado.
15 La guerra italiana: guerra de Francia y Piamonte contra
Austria, desencadenada por Napoleón III so falso pretexto de liberación de
Italia. Lo que quería Napoleón III, en realidad, era conquistar nuevos
territorios y consolidar el régimen bonapartista en Francia. Sin embargo,
asustado por la gran envergadura del movimiento de liberación nacional en Italia
y empeñado en mantener el fraccionamiento político de ésta, Napoleón III
concertó una paz separada con Austria. Francia se quedó con Saboya y Niza.
Lombardía pasó a pertenecer a Cerdeña, y Venecia siguió bajo la dominación de
Austria.
16 "Das Volk" («El pueblo»): semanario que se
publicó en alemán en Londres desde el 7 de mayo hasta el 20 de agosto de 1859,
con la más activa participación de Marx, el cual fue, en realidad, su redactor
a partir de principios de julio.
17 Trátase del Palacio de las Tullerías, de París,
residencia de Napoleón III durante el Segundo Imperio.
18 El 4 de septiembre de 1870 se produjo un alzamiento
revolucionario de las masas populares que condujo al derrocamiento del régimen
del Segundo Imperio, a la proclamación de la República y a la formación del
Gobierno Provisional, en el que entraron monárquicos, además de republicanos
moderados. Este Gobierno, encabezado por Trochu, gobernador militar de París, y
Thiers, su auténtico inspirador, tomó el camino de la traición nacional y la
componenda alevosa con el enemigo exterior.
19 El Congreso de la Asociación Internacional de los
Trabajadores de La Haya se celebró del 2 al 7 de septiembre de 1872, con la
asistencia de 65 delegados de 15 organizaciones nacionales. Dirigían las
labores del Congreso Marx y Engels. En él se dio cima a la lucha de largos años
de Marx y Engels y sus compañeros contra toda clase de sectarismo
pequeñoburgués en el movimiento obrero. La actuación escisionista de los
anarquistas fue condenada, y sus líderes expulsados de la Internacional. Los
acuerdos del Congreso de La Haya colocaron los cimientos para la futura
fundación de partidos políticos de la clase obrera con existencia propia en los
distintos países.
20 Trátase de la crisis económica mundial de 1873. En Alemania,
la crisis comenzó con una «grandiosa bancarrota» en mayo de 1873, preludio de
la crisis que duró hasta fines de los años 70.
Este trabajo de Engels fue
escrito a mediados de junio de 1877. Primera edición: En Brunswick, Alemania,
en el almanaque Volks-Kalender, 1878. Edición electrónica de Marxists Internet
Archive, marzo de 2000.