Karl Marx ✆ Ottmar Hörl, en Trier | Foto: Pierre Wolfer |
Arturo Leyte | Seguramente nada habrá corrompido tanto la figura de Marx como su éxito. Su imagen, reproducida al lado de las de Lenin, Stalin, Mao y otros protagonistas de la revolución política en el siglo XX, se ha vuelto un icono entre beatífico y siniestro, tal vez muy extraño a su propio descubrimiento filosófico. Resulta difícil imaginar un filósofo anterior capaz de figurar como estandarte de movimientos políticos y sociales a veces extraños entre sí, excepto por compartir un difuso sentido de liberación y hasta de utopía. Resulta difícil también encontrar una figura tan reverenciada como al mismo tiempo demonizada. Presumiblemente, esta disparidad no procedió solo de la pasión que pudiera despertar el tratamiento de un problema lógico-filosófico, sino de los intereses por rentabilizar una