Juan Dal Maso
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Karl Korsch ✆ A.d.
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Karl
Korsch (1886-1961), jurista y combatiente en la Primera Guerra Mundial, se unió
al Partido Socialista después de la guerra y luego al Partido Comunista de
Alemania, del que fue expulsado en 1926. En 1923 se desempeñaba como profesor
de derecho en la Universidad de Jena y como diputado comunista en el parlamento
alemán. Durante los meses de octubre y noviembre de ese año fue ministro de
Justicia del efímero “gobierno obrero” de Turingia, que se liquida con el
fracaso del llamado “Octubre alemán”.
En
1923 Korsch publicó su obra más conocida:
Marxismo
y Filosofía. A fines de ese año se publicaría también
Historia y Consciencia de clase de Georg Lukács, al que hicimos
referencia en el
anterior artículo de esta
serie. El libro de Korsch fue recibido por los publicistas de la
Tercera Internacional y por el propio Zinoviev (en ese momento su presidente)
con la misma hostilidad que el de Lukács. Korsch
intentaba repensar la relación entre el marxismo y la filosofía a lo largo de
la historia del marxismo, en términos distintos a los aceptados por el
pensamiento “oficial” de la Tercera (III) Internacional en vías de
burocratización.
Para
el autor, después de un período fundacional que termina con la derrota del
proletariado en 1848, signado por la unidad estrecha entre teoría y práctica,
se abre un segundo período que va hasta el final del siglo XIX y la Primera
Guerra Mundial, en el que el desarrollo del cuerpo teórico del marxismo,
principalmente con El Capital y el
posterior desarrollo de la socialdemocracia, lleva a los epígonos de Marx y
Engels a una separación entre ciencia y política, con el trasfondo de un clima
de época cientificista y positivista que daba por muerta a la filosofía. Este
enfoque, para Korsch, era muy diferente a la posición
"antifilosófica" del joven Marx, centrada en privilegiar la praxis
sobre la filosofía idealista, pero a su vez basada en la unidad de teoría y
lucha revolucionaria.
El tercer momento del desarrollo histórico del marxismo,
encarnado en el bolchevismo y la revolución rusa, abre para el autor la
posibilidad de volver a pensar el marxismo como una teoría integral de la
revolución y desde ese punto de vista plantea la vuelta a una relación más
directa entre teoría y práctica revolucionaria. En este contexto, Korsch
señalaba la necesidad de volver a discutir la relación de marxismo y filosofía
como fundamento de una concepción revolucionaria.
En
este marco de revalorización de la relación entre filosofía y marxismo en los
términos de una práctica revolucionaria, Korsch intentaría también debatir la
cuestión de la dialéctica, en ciertos pasajes de Marxismo y Filosofía y en otros artículos como “La dialéctica de Marx” (1923) y “Sobre
la dialéctica materialista” (1924).
En el
primer trabajo, Korsch partía de considerar la dialéctica de Hegel en su
sentido más amplio. No solamente como una concepción filosófica relativa a una
serie de leyes lógicas sino como una filosofía que expresaba el movimiento de
ascenso de la burguesía como clase y tenía en la idea del Estado su punto de
culminación.
En
este marco, señalaba que la diferencia entre la dialéctica de Hegel y la de
Marx no podía considerarse en términos de una mera “inversión” del mismo
método, es decir que las formas de la dialéctica eran las mismas, pero en Hegel
se aplicaban al pensamiento y en Marx a la materia.
Por
el contrario, para Korsch la diferencia sustancial de ambas dialécticas
consistía en la diferencia entre el movimiento histórico de la burguesía que
tenía en la propiedad privada y el Estado su límite de clase y el movimiento
histórico del proletariado, que se dirigía contra ambos y hacia el comunismo.
En base a esta premisa, el método dialéctico se identificaba con el método de
la lucha de clases.
En su
artículo “Sobre la dialéctica
materialista”, Korsch partía de destacar el programa de trabajo propuesto
por Lenin a la revista teórica soviética Bajo la bandera del marxismo, dirigida
por Abraham Deborin. En un discurso de 1922, conocido como “Sobre el significado del materialismo
militante”, Lenin había propuesto, entre otras cosas, “organizar, desde el punto de vista materialista, el estudio sistemático
de la dialéctica hegeliana que Marx aplicó concretamente, tanto en El Capital
como en sus escritos históricos y políticos con tanto éxito”.
Korsch
señalaba que a diferencia de Lenin, en el movimiento comunista primaban dos
posiciones contrarias al tratamiento materialista de la cuestión de la
dialéctica. Una, que podríamos llamar “cientificista” que Korsch identificaba
con la posición de Bujarin (a cuyas elaboraciones nos referiremos más adelante
en esta misma serie), la que consideraba a la filosofía como una forma
distorsionada de comprensión de la realidad, perteneciente al pasado. Korsch
cuestionaba esta idea por dos motivos. El primero, que la superación
“definitiva” de la filosofía como modo de comprensión de la realidad sólo podía
pensarse con la superación de la sociedad de clases y el comunismo. El segundo,
que esta postura anti-filosófica, iba acompañada de una reivindicación más o
menos acrítica del método científico entendido como un método
histórico-positivo, que según Korsch era precisamente el modo propiamente
burgués de apropiación teórica de la realidad.
La
segunda posición criticada por Korsch era aquella que señalaba la importancia
de la dialéctica hegeliana para la comprensión del pensamiento de Marx y la
reivindicación de que Marx la había puesto “sobre sus pies”, sin identificar
claramente qué diferenciaba la dialéctica hegeliana de la marxista.
Identificaba como representante de esta posición a August Thalheimer que en un
artículo titulado “Sobre el objeto de la
dialéctica” publicado en mayo de 1923 en la revista Die Internationale. En ese artículo, Thalheimer partía de una idea
planteada por Franz Mehring sobre que no se podía discutir la dialéctica en
abstracto sino en estrecha relación con su objeto. En ese contexto,
reivindicaba a Hegel por “señalar la
conexión interna, sistemática, universal de las categorías del pensamiento”
y reivindicaba para el marxismo la misma tarea, pero sobre la base de una
concepción materialista, es decir que en vez de ir del pensamiento a la
realidad, fuera de la realidad al pensamiento.
Korsch
planteaba que esta posición no era dialéctica o mejor dicho, que en tanto
intentaba analizar la cuestión de la dialéctica se quedaba en la concepción
idealista de Hegel y no lograba penetrar en la especificidad de la dialéctica
marxista. Si la dialéctica era inseparable de su objeto, según Korsch la
relación entre la dialéctica hegeliana y la marxista no podía reducirse a una
simple inversión del idealismo en términos ontológicos (primacía del ser sobre
la consciencia), manteniendo el método “lógico” sin cambios, sino que era
necesario descubrir la dialéctica específicamente marxista conociendo a su vez
el objeto propio del marxismo: la praxis revolucionaria. En este planteo Korsch
retomaba los señalamientos planteados en Marxismo y Filosofía como en su
artículo “La dialéctica de Marx”.
En
ese marco, la conclusión de Korsch era categórica: “La ‘dialéctica materialista’ del proletariado no puede ser enseñada de
una manera abstracta, ni siquiera con la ayuda de pretendidos ejemplos, como
una ’ciencia’ particular que tiene un ’objeto’ propio. Sólo puede ser aplicada
concretamente en la práctica de la revolución proletaria y en una teoría que es
parte integrante, inmanente, de esta práctica revolucionaria.”
El
argumento de Korsch era atractivo porque la dialéctica dejaba de ser un método
de pensamiento para constituirse en la forma del movimiento histórico
revolucionario de la clase obrera. De este modo, la dialéctica como método era
inseparable de la primacía de la praxis defendida por Marx en sus Tesis sobre
Feuerbach.
En lo
específicamente metodológico, el argumento de Korsch es también atendible: la
dialéctica de Hegel se diferencia de la de Marx porque en Hegel la forma del
movimiento dialéctico reviste un carácter de “reconciliación” y el proceso de
superación de las contradicciones se constituye como un progreso más o menos
constante donde hay saltos de calidad pero no exactamente rupturas. En Marx, el
movimiento dialéctico reviste la forma de una ruptura. Esta diferencia se
expresa sobre todo en lo referente a la comprensión de la historia. En otros
planos, como la crítica de la economía política, Marx utiliza la dialéctica
para develar el modo específico de la explotación capitalista, el fenómeno del
fetichismo de la mercancía y las leyes tendenciales que rigen la economía
capitalista. A su vez, el propio Marx nunca desarrolló una exposición
sistemática de la dialéctica separada de contendidos concretos. Por último, la
concepción marxista de la praxis supone una relación dialéctica entre la acción
revolucionaria y el pensamiento en los términos planteados por Korsch.
Como
punto débil de la argumentación de Korsch, podemos señalar que la
identificación del método dialéctico con el método de lucha de clases y el
hincapié dado por el autor a la importancia de rediscutir la cuestión
filosófica en el marxismo, iban acompañadas de una sobrevaloración de las
implicancias políticas inmediatas de la cuestión.
En
este contexto, en su posterior trabajo Anticrítica (1930) Korsch terminaría
identificando el pensamiento de Lenin con el de la socialdemocracia,
adjudicándole a Lenin una concepción materialista vulgar de la dialéctica,
contra la propia interpretación que había construido anteriormente el propio
Korsch.