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Friedrich Engels ✆ Leonardo Cazes
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Juan Dal Maso
Aunque siempre se mantuvo en un segundo plano con respecto a
Marx, la labor teórica, organizativa y publicística de Engels tuvo una
importancia primordial tanto para el desarrollo del materialismo histórico como
del movimiento obrero moderno. Durante las tres últimas décadas del Siglo XIX
dedicó parte de su trabajo teórico a polemizar con los adversarios de la concepción
materialista de la historia así como a sistematizar algunas de las ideas
relativas a sus fundamentos, en la tentativa de unir la teoría revolucionaria
con el movimiento de la clase trabajadora.
A él se deben textos como el Anti-Dühring (1878), Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana (1888) o los borradores de
Dialéctica de la Naturaleza, obra publicada póstumamente y no en vida de
Engels. En estas líneas nos referiremos especialmente al primer texto. El
Anti-Dühring, que pasó a la historia como una especie de Manual de marxismo, es
en realidad una obra polémica. Su objetivo era demostrar la inconsistencia de
las “doctrinas” de Eugen Dühring (1833-1921), quien rivalizaba con el marxismo
y proponía un “socialismo” contrario a la lucha de clases y basado en una
teoría ecléctica que combinaba el materialismo mecanicista, el idealismo y el
positivismo. Buscando combatir esta corriente que había logrado cierta
influencia al interior del propio Partido Obrero Socialdemócrata alemán (fundado
en 1875), Engels realizaría una serie de contribuciones sobre la dialéctica.
En el “Viejo Prólogo” al Anti-Dühring, que suele encontrarse
entre los apéndices de la obra, Engels destacaba que el potente desarrollo de
las Ciencias Naturales, del que fue contemporáneo, planteaba la necesidad de
superar los límites del pensamiento formal así como de ordenar desde el punto
de vista teórico los resultados de las investigaciones científicas. Señalaba
también que la decadencia filosófica alemana de esos tiempos, en los que
surgían tentativas como las de Dühring, no podía ofrecer un punto de apoyo a
los naturalistas, dado que estaba incluso muy por detrás de los filósofos
antiguos como Leucipo o Epicuro.
Engels consideraba que había dos variantes principales de
pensamiento dialéctico en la historia de la filosofía.
Una era la de los antiguos griegos, de la que Engels realiza
una valoración paradójica y sugerente. Por ser resultado de la contemplación
inmediata, las ideas de los antiguos griegos sobre los fenómenos naturales no
se basaban en el aislamiento de ciertos detalles ni en la búsqueda de
principios por fuera del mundo físico, sino en la comprensión de la naturaleza
como un todo en sus rasgos generales. Asimismo, señala Engels que en sus
elaboraciones filosóficas tempranas, los griegos habían anticipado ciertos
desarrollos que luego realizaría la ciencia moderna, como la atomística.
La otra variante que destacaba Engels era, como es
previsible, la dialéctica propia de la filosofía clásica alemana desde Kant hasta
Hegel, a la que nos hemos referido en los anteriores artículos de esta serie.
Engels planteaba la necesidad de que los científicos se
acercaran conscientemente al enfoque dialéctico así como la de que el
movimiento socialista adquiriera también una sólida base teórica, incorporando
aquello que Marx (y el propio Engels) habían buscado rescatar de la dialéctica
de Hegel.
En lo referido específicamente a la dialéctica, Engels
contrastaría la afirmación de Dühring sobre que la contradicción era una categoría
exclusivamente de la lógica y que no podía haber contradicciones en la
realidad:
“Mientras contemplamos
las cosas como en reposo y sin vida, cada una para sí, junto a las otras y tras
las otras, no tropezamos, ciertamente, con ninguna contradicción en ellas.
Encontramos ciertas propiedades en parte comunes, en parte diversas y hasta
contradictorias, pero en este caso repartidas entre cosas distintas, y sin
contener por tanto ninguna contradicción. En la medida en que se extiende este
campo de consideración, nos basta, consiguientemente, con el común modo
metafísico de pensar. Pero todo cambia completamente en cuanto consideramos las
cosas en su movimiento, su transformación, su vida, y en sus recíprocas
interacciones. Entonces tropezamos inmediatamente con contradicciones. El mismo
movimiento es una contradicción; ya el simple movimiento mecánico local no
puede realizarse sino porque un cuerpo, en uno y el mismo momento del tiempo,
se encuentra en un lugar y en otro, está y no está en un mismo lugar. Y la
continua posición y simultánea solución de esta contradicción es precisamente
el movimiento”.
Engels demostraba a su vez la incomprensión de la dialéctica
por Dühring, cuando polemizaba contra la caricatura que realizaba éste de la
explicación marxiana de la transformación de dinero en capital, como producto
de la “confusa y nebulosa ley hegeliana de la transformación de la cantidad en
calidad”.
“En la página 313 (de
la segunda edición de El Capital) Marx infiere de su precedente investigación
sobre el capital constante y variable y sobre la plusvalía la consecuencia de
que ‘no toda suma cualquiera de dinero o valor es transformable en capital,
sino que para esa transformación hay que presuponer la existencia de un
determinado mínimo de dinero o valor de cambio en las manos del propietario
particular de dinero o mercancías’. Marx pone entonces como ejemplo que en
alguna rama del trabajo el trabajador trabaje ocho horas al día para sí mismo,
es decir, para la producción del valor de su salario, y las cuatro horas
siguientes para el capitalista, para la producción de plusvalía que va, por de
pronto, al bolsillo de éste. En este caso alguien tiene que disponer de una
suma de valor que le permita suministrar a dos obreros materia prima, medios de
trabajo y salario, para obtener diariamente la plusvalía necesaria para vivir
como uno de sus trabajadores. Y como la producción capitalista no tiene como
objeto la mera manutención, sino el aumento de la riqueza, nuestro hombre con
sus dos obreros no sería aún un capitalista. Sólo para vivir dos veces mejor
que un trabajador corriente y para retransformar en capital la mitad de la
plusvalía producida tendría ya que poder ocupar a ocho trabajadores, o sea
poseer el cuádruplo de la suma de valor antes supuesta. Y sólo después de esto,
y en el curso de otras indicaciones más, destinadas a aclarar y fundar el hecho
de que no toda pequeña suma de valor puede transformarse en capital, sino que
para cada período del desarrollo y para cada rama industrial existen límites
mínimos determinados, observa Marx: ’Aquí, como en la ciencia de la naturaleza,
se confirma la corrección de la ley descubierta por Hegel en su Lógica, según
la cual cambios meramente cuantitativos se mutan en un determinado punto en
diferencias cualitativas.’”
Engels golpeaba sobre un argumento “fuerte” de Dühring que
curiosamente sería reproducido por muchos antidialécticos. Este argumento se
puede resumir del siguiente modo: Al tomar, aunque sea críticamente, la
dialéctica de Hegel, Marx habría reemplazado las explicaciones de los procesos
concretos por la introducción forzada de un método exterior a los hechos
mismos, de modo tal que, por ejemplo, la transformación de dinero en capital no
constituía un movimiento que en sus características se asemejaba a la idea
abstracta de la transformación de la cantidad en calidad, sino que era el
resultado de esta ley tomada como un a priori.
El mismo procedimiento realizaría Dühring al intentar
presentar la noción dialéctica de “negación de la negación” como una “comadrona”
de la historia que en la perspectiva de Marx permitiría transitar desde la
acumulación originaria del capital hasta el comunismo a través de un proceso de
“negaciones” de las distintas formas de propiedad de la que la expropiación de
los expropiadores sería el resultado automático.
Engels cita profusamente El
Capital, a fin de demostrar que Marx reconstruye el proceso histórico que
sienta las bases para la futura expropiación de los capitalistas, pero buscando
explicar el proceso mismo en su dinámica intrínseca y que esa dinámica se da de
una forma prevista por una “ley” dialéctica pero no porque esta sea una ley a
priori:
“... al caracterizar
el proceso como negación de la negación, Marx no piensa en absoluto en que con
eso pueda probarse que el proceso es históricamente necesario. Antes al
contrario: luego de haber probado históricamente que el proceso se ha realizado
efectivamente en parte y que en parte tiene que producirse, lo caracteriza por
añadido como proceso que se realiza según una determinada ley dialéctica. Esto
es todo”.
El Anti-Dühring sería un texto de suma relevancia en la
formación de las posteriores generaciones de marxistas, más por su carácter de
“compendio” de un conjunto de discusiones sobre ciencia, filosofía, economía
política e historia, que por las razones polémicas que le dieron origen. Su
impulso polémico y muchas de sus ideas marcaron a la siguiente generación de
socialistas así como al marxismo del siglo XX, que realizaría múltiples
controversias sobre el legado teórico de Engels.
En cuanto al tratamiento de la cuestión de la dialéctica,
uno de sus principales méritos consiste en poner de relieve la crítica del
apriorismo, la dinámica “inmanente” de los procesos históricos y sociales (es
decir que éstos no obedecen a causas exteriores trascendentes sino que tienen
en su propia dinámica interna las razones de su desarrollo) y el carácter
análogo y aproximativo de las relaciones entre los procesos y las “leyes” cuyas
formas se parecen pero no son idénticas.