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Friedrich Engels ✆ Estampilla de la URSS, 1935
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Joseph Ferraro | Como el lector ha de saber, una
de las primeras personas que negó, en contra de Engels,que hubiese
una dialéctica en la naturaleza, fue Georg Lukács. Su razonamiento
para rechazar la existencia de esta dialéctica es bastante sencillo: “la
dialéctica materialista es una dialéctica revolucionaria” y, por
tanto, trata de la íntima relación que existe entre la teoría y la praxis,
no sólo en el sentido de que la teoría se convierte en la ”fuerza
material en cuanto que afecta a las masas“, sino que “hay que
encontrar además, en la teoría y en el modo como ella afecta a las
masas, los momentos, las determinaciones que hacen de la teoría, del
método dialéctico, el vehículo de la revolución”. (1) Lo esencial de la dialéctica, como
vimos en el párrafo anterior, según Lukács, es su aspecto revolucionario. Pero la claridad acerca
de esta función de la teoría ha quedado oscurecida en el Anti-Dühring.
En una palabra, la exposición de Engels queda incompleta y, tal vez, hasta
inadmisible (Lukács. 1985: 3).
1. La dialéctica equivocada de Engels, según Lukács
Dándonos algunos detalles para
defender su postura, Lukács nos
dice que en la obra citada, Engels “describe
la formación de conceptos propios del método dialéctico poniéndola en
contraposición con la ‘metafísica“‘. Engels “subraya con gran energía que
en la dialéctica se
disuelve la rigidez de los conceptos (y la de los objetos
correspondientes)” y afirma “
que la dialéctica es un constante
proceso de fluyente transición de una determinación a otra, una
ininterrumpida superación de las contraposiciones, su mutación recíproca;
y que por lo tanto, hay que sustituir la causalidad unilateral y rígida
por la interacción“. Pero en lo que se refiere a la verdadera esencia
de la dialéctica, es decir, a la relación del sujeto y el objeto en el
proceso histórico, ésta “
no es aludida siquiera, y mucho menos, por
tanto, situada en el centro de la consideración metódica, como
le correspondería“. Lukács nos
advierte que sin esa determinación o relación sujeto-objeto en el proceso
histórico, se conserven o no los conceptos fluyentes y demás, la
dialéctica “
deja de ser un método revolucionario“. Desgraciadamente, Engels no busca la diferenciación
de la metafísica y la dialéctica conforme la cual aquélla sea puramente
contemplativa, ”
dejando el objeto intacto e inmutado, y la dialéctica
sea transformadora de la realidad“. Así, la tarea principal de la
dialéctica se convierte en la de formar conceptos fluyentes y nos quedamos
con un asunto puramente científico. Más aún, la dialéctica, tal como es
concebida porEngels, puede
agudizar la concepción burguesa de “
la impenetrabilidad, el
carácter fatalista e inmutable de la realidad, sus ‘leyes’ en el sentido
del materialismo burgués, contemplativo, y de la economía clásica tan
íntimamente relacionada con él” (Lukács, 1985: 4; Schmidt, 1976: 215,
219).
Una vez oscurecida la verdadera
significación de la dialéctica, nos dice Lukács, el aspecto revolucionario “tiene que aparecer
inevitablemente como añadido inesencial, como mero ornamento de la
‘sociología’ o ’economía marxista’“; y el aspecto revolucionario,
inclusive, puede aparecer ”como un obstáculo opuesto a la investigación
‘sobria’, ‘sin prejuicios’, de los hechos“. Los resultados prácticos
que se derivan de esta separación de la teoría y la praxis consisten en
que es preciso “eliminar del materialismo histórico la dialéctica
cuando se quiere fundar una teoría consecuente del oportunismo, del
‘desarrollo’ sin revolución, del ‘crecimiento’ sin lucha hasta el
socialismo” (Lukács, 1985: 5-6).
2. Crítica de la postura de Lukács
Sin embargo, nos parece que hay
varios defectos en esta crítica de Lukács. Uno
radica en que no interpreta las palabras de Engels en el contexto del mismo Anti-Dühring,
ni en el de otras obras del mismo Engels maduro. Expliquémonos.
Como el lector recordará, a
instancias de su amigo Lafargue, Engels había extraído tres
capítulos del Anti-Dühring para formar un folleto cuyo
título era Del socialismo utópico al socialismo científico (2). Las palabras de Engels citadas y criticadas por Lukács,referentes a la distinción
entre el modo metafísico de pensar y el modo dialéctico, son tomadas de
uno de estos capítulos. Si nos restringimos sólo a la consideración de
estos tres capítulos del Anti-Dühring, veremos que las
afirmaciones de Lukács, relativas a
la dialéctica tal como es definida por Engels en esta obra, no son ciertas, es decir, queEngels no concibió la dialéctica
en relación con la revolución social.
En los capítulos citados, Engels habla del socialismo
moderno como ”fruto del estudio, por un lado, de los antagonismos de
clase, que imperan en la moderna sociedad, entre poseedores y desposeídos,
burgueses y obreros asalariados, y por otro lado de la anarquía que reina
en la producción“ (Engels, 1960: 25 y passim). Pero nos
dice también que en los principios de la gran industria, alrededor del año
1800, estos antagonismos todavía no se hallaban bien desarrollados. El
proletariado, señala, formando ya una masa desposeída, resultaba “totalmente
incapaz todavía para una acción política independiente [y] no representaba
más que un sector social oprimido, sufriente, a quien en su incapacidad
para valerse por sí mismo, la ayuda tenía que venirle, en el mejor de los
casos, de fuera, desde arriba“. No obstante, en la medida en que los
conflictos apenas empezaban a brotar, “mucho menos desarrollados
estaban aún los medios que habían de conducir a su solución“. Por
tanto, los fundadores del socialismo, en este casoSaint Simon, Fourier y Owen, tuvieron que
extraer de sus cabezas y no de la realidad misma posibles soluciones de
las tareas sociales. “A la inmadurez de la producción capitalista y del
proletariado como clase“, nos dice Engels, “correspondió la inmadurez de sus teorías“ (Engels,
1960: 313). Se trata, entonces, de una una protesta moral, de un
socialismo utópico en vez de un socialismo científico. Los utopistas eran
tales “porque en una época en que la producción capitalista estaba tan
poco desarrollada no podían ser otra cosa. Estaban obligados a sacar de su
cabeza los elementos de una nueva sociedad, porque en la propia sociedad
existente, esos elementos no se manifestaban todavía de un modo evidente
para todos” (Engels, 1960: 323).
Sin embargo, Engels también nos presenta la
significación de la concepción materialista de la historia y nos dice
claramente que ésta es una idea revolucionaria referente a la realidad
social. Para la concepción materialista de la historia, “las causas últimas
de todos los cambios sociales y de todas las revoluciones
políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres ni en
la idea cada vez más clara que se forjan de la verdad y justicia eternas,
sino en los cambios operados en el régimen de producción y de cambio”
(el subrayado es nuestro). Los medios para salir de la
explotación capitalista, por tanto, hay que “descubrirlos en los hechos
materiales que nos ofrece la producción” (Engels, 1960: 325). Se sigue que
la concepción materialista de la historia contiene la ciencia de estos
cambios sociales, una ciencia que no tuvieron Saint Simon y los otros utópicos y, de
manera concomitante, su socialismo fue igualmente utópico.
Mucho antes que Althusser, Engels sostuvo que la
protesta moral no es suficiente para liberar a los proletarios de su
encadenamiento al capitalismo y a sus leyes históricas. Para él, la “apelación
a la moral y al derecho no nos hace avanzar científicamente ni una pulgada”
y, por ello, no nos sirve para adelantar ni una pulgada en la búsqueda de
la solución del problema. La ciencia económica, nos dice, no puede
encontrar en la indignación moral, por muy justificada que ella sea,
razones ni argumentos, sino simplemente un síntoma (Engels, 1960: 182).
La misión de la ciencia económica consiste
más bien en demostrar que los nuevos males sociales son consecuencias
necesarias del modo de producción vigente, tanto como indicios de su
inminente disolución, poniendo al descubierto los elementos de la nueva
organización futura de la producción y del cambio que esos males habrán de
sufrir, ya que se albergan en el seno del régimen económico que camina
hacia su disolución (Engels, 1960: 182-1 83).
¿Cuál es, pues, la solución a estos problemas según Engels? Contrario a lo
establecido porLukács, Engels propone
en el Anti-Dühring la revolución; pero agrega que:
…
si no tuviéramos más garantía en cuanto a la revolución que se avecina y que ha
de transformar el régimen actual de distribución de los productos del
trabajo, con codos sus contrastes clamorosos de miseria y opulencia,
hambre y disipación, que la conciencia de
que ese régimen de distribución es injusto y de que, tarde o temprano la
justicia acabará por triunfar, nuestra situación nada tendría de
envidiable, y podríamos esperar sentados (Engels, 1960: 190).
Para realizar la revolución, sin
embargo, es preciso tener una ciencia que trate de las leyes del cambio, y
esta ciencia para Engels es
la dialéctica. En el modo capitalista de producción se hallan graves
contradicciones, por ejemplo entre la producción social y la apropiación
individual por el capitalista, que se manifiesta “como el antagonismo
entre el proletariado y la burguesía” (Engels, 1960: 329-330). Existe
además “el antagonismo entre la organización de la producción dentro de
cada fábrica y la anarquía de la producción en toda la sociedad”
(Engels, 1960: 332) que se manifiestan en las crisis periódicas del
capitalismo. Para que sobrevivan algunas empresas, se llega a una
socialización y concentración del capital en las sociedades anónimas. Se
forman diferentes tipos de trust por los que la libre concurrencia se
trueca en monopolio. Bajo los trusts, “la explotación se hace tan
patente, que tiene forzosamente que derrumbarse“; “el
representante oficial de la sociedad capitalista, el Estado, tiene que
acabar haciéndose cargo del mando de la producción” (Engels, 1960:
338); pero esto no resuelve el problema. Según Engels, “el modo capitalista
de producción, al convertir más y más en proletarios a la inmensa mayoría
de la población, crea la fuerza obligada a llevar a cabo, si no quiere
perecer, esa revolución“ (el subrayado es nuestro). El
proletariado toma el poder del Estado (Engels, 1960: 341). La revolución
proletaria constituye la solución de las contradicciones que existen en el
capitalismo, y Engels nos
dice que:
… la realización de este hecho, que
emancipará al mundo, es la misión histórica del proletariado moderno.
Investigar sus condiciones históricas y, con ello, su propia naturaleza -y
de ese modo lleva a la conciencia de la clase llamada a la acción, la clase hoy
oprimida, las condiciones y la naturalera de su propia acción-, es la
tarea del socialismo científico, expresión del movimiento proletario
(Engels, 1960: 347).
La ciencia, pues, y con ello la
dialéctica en el sentido de Engels, se orienta
a la praxis revolucionaria. Luego, las afirmaciones de Lukács de que la distinción entre
el modo dialéctico de pensar y el modo metafísico hace de la dialéctica
una pura ciencia, un elemento puramente contemplativo, simplemente no son
cierras cuando se interpretan las palabras de Engels en el contexto completo del Anti-Dühring.
Empleando el modo de explicación de Lukács, se podría ver con facilidad un
fatalismo y determinismo en El capital de Marx.) (3)
Tal como habíamos apuntado
anteriormente, la crítica de Lukács contra Engels no sólo adolece de no
haber entendido las palabras de este último en un sentido más completo delAnti-Dühring sino
también de no haberlas tomado en cuenta dentro del contexto de otras obras
de madurez de Engels en
las que trata el mismo tema. Si analizamos la obraLudwig Feuerbach, publicada en 1888, vemos que Engels claramente habla de
la dialéctica como un método revolucionario. Para él, el lado
revolucionario de la filosofía deHegel consistía
en el método dialéctico (Engels, s/f(b): 408-409, 380-382). Según el
pensamiento y la dialéctica de Hegel:
… en el curso del desarrollo, todo lo que un día
fue real se torna irreal, pierde su necesidad [de existencia], su razón de
ser, su carácter racional, y el puesto de lo real que agoniza es ocupado
por una realidad nueva y vital; pacíficamente, si lo caduco es lo
bastante para resignarse a desaparecer sin lucha por la fuerza, si se
rebela contra esta necesidad (…) Todo lo que existe [pues] merece perecer
[y, en este pensamiento,] estribaba la verdadera significación y el
carácter revolucionario de la filosofía hegeliana (.. .) en que daba al
traste para siempre con el carácter definitivo de codos los resultados del
pensamiento y de la acción del hombre (Engels, s/f(b): 381-382).
Contrario al modo metafísico de pensar (Engels,
slf(b): 410):
… esta filosofía dialéctica acaba con todas las
ideas de una verdad absoluta y definitiva y de un estado absoluto de la
humanidad, congruente con aquella. Ante esta filosofía, no existe nada
definitivo, absoluto, consagrado; en todo pone de relieve lo que tiene de
pe recedero, y no dejaen pie m$ que el proceso ininterrumpido del devenir
y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero
reflejo en el cerebro pensante es esta misma filosofia (Engels, s/f(b):
382).
Sin embargo, en Hegel la dialéctica era
mistificada debido a su idealismo, y esto la hacía inservible para el
cambio social. Era preciso entonces eliminar esta inversión de la
dialéctica. Para lograrlo, Marx y Engels regresaron a las
posiciones materialistas, purgando la dialéctica de todos los resabios
idealistas (Engels, slf(b): 408), así, nos diceEngels, la dialéctica quedaba reducida a la ciencia de
las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como del
pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la cosa,
pero distintas en cuanto a la expresión, en el sentido de que el cerebro
humano puede aplicarlas conscientemente, mientras que en la naturaleza, y
hasta hoy también en gran parte de la historia humana, estas leyes se
abren paso de un modo inconsciente: “bajo la forma de una necesidad
exterior, en medio de una serie infinita de aparentes casualidades”. Pero
la dialéctica no es una ciencia pura, sino que está orientada a la praxis.
Consecuentemente, Engels estableció
que con el regreso a las posiciones materialistas y la depuración de la
dialéctica de sus elementos idealistas, “volvía a ponerse en pie el lado
revolucionario de la filosofía hegeliana” (Engels, s/f(b): 409; el
subrayado es nuestro). Pero si tomamos en cuenta el pensamiento de Feuerbach, un
pensamiento materialista pero no dialéctico, una filosofía que busca la
solución de los problemas mediante el amor y el sueño de la reconciliación
universal (Engels, s/f(b): 405 y 406), “desaparece de su filosofía
hasta el último residuo de su carácter revolucionario” (Engels,
s/f(b): 406). No es por el amor que hay que resolver las contradicciones
del capitalismo, según Engels, sino
en la lucha política (Engels, s/f(b): 419).
Lukács, por
no interpretar las palabras de Engels ni
en el contexto del Anti-Dühring ni en el del Ludwig Feuerbach, no capta la
verdadera significación de las afirmaciones deEngels. La distinción entre el modo metafísico y el dialéctico
de pensar no es un problema meramente teórico, sino práctico. Si las cosas
son inmutables o eternas, no hay que pensar siquiera en la posibilidad de
una revolución o del cambio. Pero si las cosas contienen sus
contradicciones, si empiezan a existir y luego caducan, la realidad es tal
que permite y exige el cambio. Si históricamente el concepto de la
dialéctica de Engels ha
conducido al reformismo, al revisionismo y a la pérdida del humanismo
entre marxistas, esta tergiversación no es culpa suya. En vez de criticar a Engels, Lukács debiera haber puesto en entredicho las
interpretaciones equívocas y unilaterales de su doctrina.
Sin embargo, todavía encontramos
otros defectos en la manera en que Lukács leyó
aEngels. Por una parte, se
queja de que debido a la distinción entre el modo metafísico y el modo
dialéctico, de pensar, Engels hace
de la dialéctica una ciencia pura, una cosa de contemplación. Pero a la
vez cita casi inmediatamente las líneas del Ludwig Feuerbarh que hemos visto arriba, es decir, que
“la dialéctica se reduce a la ciencia de las proposiciones generales del
movimiento”. En vez de emplear esta referencia como una comprobación
de lo que él había afirmado anteriormente, la usa para probar el acuerdo
entre Engels y Marx referente a lo que el
llama ”la más íntima naturaleza del método dialéctico” (Lukács, 1985: 5).
Otra falla en el planteamiento de Lukács es la siguiente. En las
líneas del Anti-Dühring a las que él alude, Engels habla no del método dialéctico y
la metafisica, sino del “modo dialéctico de pensar” en contra del
“modo metafísico de pensar“, es decir, no opone la dialéctica a la
metafísica sino a dos diferentes modos de abordar la investigación del
mundo real. Para Engels, Hegel es
metafísico pero no sufría del modo metafísico de pensar. Al contrario, es
obvio que para Engels el
modo de pensar de Hegel era dialéctico.
Lukács mismo
empleó implícitamente el mismo criterio de Engels para describir la ciencia burguesa. La criticó por
crear “hechos ‘aislados’, complejos fácticos aislados, campos parciales
con leyes propias (economía, derecho, etc.)”.En una palabra, para él “la
falta de cientificidad de ese método aparentemente tan científico,
consiste, pues, en que ignora y descuida el carácter histórico de los
hechos que le subyacen” (Lukács, 1985: 7).Lukács cuestiona a la ciencia burguesa por situarse “simple
y dogmáticamente en el terreno de la sociedad capitalista, y acepta[r] la
esencia, la estructura objetiva y las leyes de ésta, de un modo acrítico,
como fundamento inmutable de la ‘ciencia’” (Lukács, 1985: 8). Es claro
que todo esto corresponde a lo que Engels había llamado el modo metafísico de pensar. Por
otra parte, asentó que los hechos sociales son históricos, es decir, se
encuentran “en un ininterrumpido proceso de transformación” (Lukacs, 1985:
8). En esta última afirmación, es evidente que se trata del modo
dialéctico de pensar.
Lukács ha
definido la dialéctica de un modo muy estrecho y limitado, como la unidad
de la teoría y la práctica en la transformación revolucionaria de la sociedad.
La definición misma excluye que haya una dialéctica en la naturaleza. En
este sentido, nos surgen varias interrogantes en relación con este punto
de vista. ¿Quiere decir Lukács, en
contra de Engels, que
no hay contradicciones en la naturaleza, que la naturaleza no es
histórica, y que el hombre de ningún modo interviene en la naturaleza para
transformarla? Si alguna de estas posibilidades se ve implicada en su
concepción, entonces Lukács, quien
ha criticado el método de las ciencias naturales por considerar las
cosas de un modo aislado sin tomar en cuenta su mutua relación y su
condicionamiento histórico (Lukács, 1985: parsim), resulta ser dialéctico
arriba pero antidialéctico abajo, en sentido engelsiano, dogmático (ya
que negaría la evidencia empírica proporcionada por las ciencias
naturales) y por su propio criterio, burgués en su concepto de la
naturaleza (4) y corre
el riesgo de negar que el hombre sea un ser natural. Por otro lado,
si admitiese que existe una dialéctica en la naturaleza, entonces sus
afirmaciones sobre la inmediata del método de las ciencias naturales, su
modo no histórico de abordar los problemas, quedan seriamente debilitadas(5) puesto que es ésta la ciencia
que empleó Engels para
demostrar que existe una dialéctica en la naturaleza, es decir, que una
cosa se transforma en otra y, por ello, que la naturaleza posee su propia
historia.
3. La
importancia de la dialéctica de la naturaleza
Tanto el Marx joven como el maduro compartieron con Engels una
inquietud respecto a las ciencias naturales. Su interés en las mismas
estaba orientada por la relación que tienen con los progresos de la
industria. Marx y Engels, por tanto, recalcaron la
importancia de los descubrimientos dialécticos de Grove, es decir, que la
“fuerza mecánica, el calor, la luz, la electricidad, el magnetismo y la
chemical afinnity”, bajo las condiciones adecuadas, se engendran
mutuamente y se transforman la una en la otra (Marx, 1975a: 33). Pero los
hombres habían descubierto mucho antes de Grove que el movimiento mecánico
puede convertirse en calor, es decir, que el frotamiento puede producir el
fuego, y este descubrimiento desempeñó un papel importantísimo en toda la
historia humana (Engels, 1961: 140). Sin esta dialéctica de la
naturaleza, sin la producción del fuego que resulta de ella, sin esta fuerza
productiva, no hubieran existido las edades de los metales-del cobre,
del bronce, del hierro, etcétera- tampoco hubiera existido historia humana
consciente alguna. Esta fuerza productiva condicionó y sigue condicionando
el desarrollo de la historia hasta nuestros días. Más aún, sin el control
humano sobre otra dialéctica natural, esta vez la de la transformación del
calor en movimiento mecánico en la máquina de vapor, la gran industria de
los días de Marx, junto con el crecimiento más pronunciado de los
antagonismos de clase, hubieran sido imposibles junto con toda la historia
que gira alrededor de este invento. ¿Y qué sería de nuestra propia
industria moderna y de nuestra propia historia contemporánea sin la
transformación del calor, de la energía química y de la energía mecánica
en energía eléctrica, y ésta a su vez en energía mecánica en maquinaria.
Para Marx y Engels, sin estas dialécticas,
con sus correspondientes progresos en la industria, ni siquiera se podría
hablar de la posibilidad de llegar a una sociedad comunista, donde todos
los hombres tendrían la posibilidad de desarrollarse según todas sus
capacidades. Como Marx y Engels observan en la Ideología
alemana, la sublevación contra el capitalismo no puede triunfar sin
que haya “un gran incremento de la fuerza productiva, un alto grado de
su desarrollo“. Este desarrollo de las fuerzas productivas constituye,
a su vez, “una premisa práctica absolutamente necesaria, porque sin
ella sólo se generalizada la escasez y, por tanto, con la
pobreza, comenzaría de nuevo la lucha por lo indispensable y se caería
necesariamente en toda la inmundicia anterior” (Marx y Engels, 1974:
36). De acuerdo con el prólogo de la Contribución a la crítica de
la economía política, alrededor del desarrollo de las fuerzas
productivas de la sociedad y, por tanto, de la dialéctica de la
naturaleza, gira la historia humana.
Lukács había afirmado que la
dialéctica, tal como es concebida por Engels, puede agudizar la concepción burguesa de “la
impenetrabilidad, el carácter fatalista e inmutable de la realidad, sus
‘leyes’ en el sentido del materialismo burgués, contemplativo, y de la
economía clásica tan íntimamente relacionada con él” (Marx y Engels,
1974: 4; Schmidt, 1976: 215, 219).
Sin embargo, un objetivo de la
dialéctica de la naturaleza de Engels fue demostrar la historicidad de las
leyes de la naturaleza y probar que tales leyes no son universales y
tampoco inmutables. La ley que expresa que el agua se congela a 0 grados
no puede aplicarse en un planeta donde no existe agua, ni tampoco encima
de una montaña donde las condiciones son distintas (Engels, 1961:
202-204). Si se cambian las condiciones, se transforma la ley. Si esto es
en el caso en la naturaleza, entonces a fortiori tiene que
existir en la historia. Por ello Engels, y Marx con él, vieron la
posibilidad de tomar el poder por medios democráticos (Engels, s/f(a) y
Marx, 1978. 1985 y 1986).
De lo que hemos desarrollado en
párrafos anteriores se aprecia que hay un sentido completamente legítimo
en el cual el materialismo histórico depende del materialismo dialéctico,
pero ciertamente no en el sentido de Plejanov (1981 y s/f: passim) o Bujarin(1985: passim), quienes redujeron
las leyes dialéctica de Engels (y de Marx) a leyes inexorables
y necesarias, mecánicas, es decir, a leyes que no implican de modo
alguno la operación de la casualidad, ni la intervención humana libre y
consciente tan recalcada porEngels y Marx. Tampoco consiste el
materialismo histórico en la aplicación del materialismo dialéctico tal
como lo afirmó Stalin, (7) sino que el materialismo
histórico depende de la dialéctica en el sentido de que sin una dialéctica
en la naturaleza no puede existir la vida productiva humana y, por tanto,
tampoco la historia consciente humana.
O, como diría Sartre de otro modo: la
naturaleza con la dialéctica de la naturaleza es la naturaleza sin el
hombre (Sartre, 1963: 173), cuando la verdad es que el hombre sin la
dialéctica de la naturaleza es el hombre sin historia y sin desarrollo humano.
Inclusive podemos asegurar que sin la dialéctica de la naturaleza, que se
ve implicada en la transfomación de dióxido de carbono y agua en sustancia
vegetal y ésta en sustancia animal, no podría existir vida alguna en
nuestra planeta, y en consecuencia tampoco vida humana. En pocas palabras,
interpretar la doctrina de Marx de
un modo en el que no existiera una dialéctica de la naturaleza sino sólo
una dialéctica en la historia, caería lógicamente en el absurdo de
destruir la dialéctica de la historia.
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