Andrew Kliman
◆ Parte
I: Malinterpretando a Marx
La ley del
descenso tendencial en la tasa de ganancia es indispensable para explicar la
Gran Recesión y para entender cómo prevenir crisis económicas importantes en el
futuro
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Karl Marx ✆ Stanislav Belovski
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David Harvey, un conocido geógrafo marxista ha publicado
recientemente el borrador de un artículo (Harvey 2014) que critica
enérgicamente la “ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia” (LDTTG)
de Carlos Marx, su lugar dentro de la teoría de las crisis económicas
capitalistas de Marx y su relevancia para con la Gran Recesión y las
prolongadas consecuencias de la recesión. La ley dice que la tasa de ganancia
tiende a descender debido al progreso tecnológico que ahorra en mano de obra y
que tiene lugar en el capitalismo. Al reducir los costes de producción, la
innovación tecnológica tiende a evitar que los precios de los productos
aumenten, y esto hace que los beneficios de las compañías tengan más difícil el
incrementarse tan rápidamente como la cantidad de capital que invirtieron para
producir sus productos.
La posibilidad de que este proceso sea una de las causas
subyacentes de la Gran Recesión es una cuestión de gran importancia política.
Se juzga si las políticas que intentan hacer que el capitalismo funcione mejor
–reemplazar el neoliberalismo con capitalismo estatista, la regulación
financiera, reducir la desigualdad, políticas que favorecen la producción antes
que las finanzas, etc.- pueden tener éxito en prevenir crisis económicas graves
en el futuro. La teoría de las crisis basada en la LDTDG sugiere que tales
políticas no pueden tener éxito en última instancia, porque dejan intacta la
búsqueda de maximizar beneficios y el vínculo entre progreso tecnológico y
rentabilidad decreciente, que son la quintaesencia de todas las
formas de capitalismo. La principal crítica de Harvey sobre la LDTTG y la teoría de
las crisis basada en la misma es que son mono-causales: ignoran otras causas de
las crisis así como los factores que contrarrestan, y sus principales
defensores la presentan normalmente de forma en que “excluyen la consideración
de otras posibilidades”. Sostendré que esto es un muñeco de paja.
El verdadero problema no es que nadie haya defendido una teoría mono-causal,
sino que Harvey defiende lo que podríamos llamar una teoría apousa-causal,
una en la que la LDTTG no juega ningún papel en absoluto (apousa en griego
significa “ausente”). Es el único que está intentando evitar que algo se
considere. A la luz de su énfasis en el “torbellino de fuerzas en conflicto”
del capitalismo y sus “múltiples contradicciones y tendencias de crisis”, uno
podría esperar que nos pidiese que considerásemos todas las causas potenciales
de la crisis, y no excluyéramos nada. Sin embargo, Harvey no está simplemente
sugiriendo que otras potenciales causas de la crisis se consideren junto a la
LDTTG. Parece que está decidido a que ésta y la teoría de las crisis basada en
la misma se lancen a la papelera de la Historia. Gran parte de su artículo está
dedicado a cuestionar si la LDTTG es una auténtica ley, si Marx realmente la
defendió hacia el final, si hay buenos indicios [evidence] de que la tasa de
ganancia descendiera, y de si descendió por las razones por las que la ley dice
que tiende a descender. Responderé a todo esto también.
También trataré otros dos aspectos del artículo de Harvey:
— Harvey
afirma que el crecimiento de la fuerza de trabajo a nivel global desde los años
80 sugiere que la LDTTG no ha actuado. Mostraré cómo esta afirmación se basa en
una mala comprensión básica de la ley.
— Harvey
afirma que Marx defendía que “si los salarios son demasiado bajos[,] entonces
la falta de demanda efectiva supondrá un problema”. Mostraré cómo esto
contradice su propia interpretación reciente del texto de Marx (Harvey 2012), y
defenderé que la primera vez lo entendió correctamente.
Quiero aclarar que su actitud ante la LDTTG no es ni
sorprendente ni única. Aunque escribe que la teoría de las crisis basada en la
ley de Marx “mantiene una posición icónica en el imaginario marxista”, en
realidad ningún otro concepto ha sido tan rechazado. En la academia así como en
el reino político, otros marxistas e izquierdistas han denunciado de forma
regular el supuesto dogmatismo de la teoría y de quienes la apoyan, y han
intentado excluir la teoría de considerarse. Por ejemplo, en su History of Marxian Economics, los
profesores M.C. Howard y J.E. King (1992, p.xiii) escribieron que la LDTTG “ha
hecho mucho daño a las credenciales intelectuales de la economía política
marxiana”, mientras que la organización de Kshama Sawant, Comittee for a Workers’ International,
recientemente suspendió de militancia a dos “dogmáticos”. Es particularmente
rechazable que los esfuerzos para excluir una explicación potencial de
consideración se presenten como oposición al dogmatismo y que esta
distorsión se acepte tan a menudo.
Los datos de
la fuerza de trabajo
Harvey cita estadísticas que sugieren que la ocupación se ha
incrementado notoriamente –la fuerza de trabajo global se incrementó en 1.100
millones de trabajadores entre 1980 y 2005- y trata de utilizar esto como
prueba contra la idea de que la tasa de ganancia global ha descendido. Dedica
más de mil palabras al tema, llegando a la conclusión de que
aquellos que atribuyen
los problemas actuales del capitalismo contemporáneo a la tendencia de la tasa
de ganancia a descender están, en base a estos datos de participación en el
trabajo, gravemente equivocados. Las condiciones apuntan a un incremento enorme
en la producción y extracción del plusvalor y no a una reducción.
Los datos ciertamente sugieren que la masa –la
cantidad absoluta- de plusvalor o ganancias ha aumentado. Pero el problema aquí
es lo que le ocurrió a la tasa de ganancia, la cantidad de plusvalor
o ganancias como porcentaje del volumen de capital invertido. Un incremento en
el numerador de una razón (tasa) no es una prueba de que la razón haya
aumentado. Si el incremento porcentual en el denominador de la tasa de
ganancia, el capital invertido, fuera mayor que el incremento porcentual en el
numerador, entonces la tasa de ganancia caería. Dado que Harvey no muestra, y
ni siquiera sugiere, que el denominador no llegara a incrementarse por un
porcentaje mayor, la estadística que cita simplemente no es prueba de que la
tasa de ganancia aumentara.
Sin embargo, Harvey defiende que el incremento en el empleo
es, por sí mismo –independientemente de ningún aumento en el capital invertido-
prueba crucial de que la LDTTG de Marx no ha estado actuando desde principios
de los años 80.
“Si la teoría general
de la tendencia de las tasas de ganancia a descender es correcta, entonces la
extensión de los cambios tecnológicos de ahorro de mano de obra… deberían
traducirse en una tendencia decreciente del número de trabajadores asalariados
empleados por el capital. Esto es algo que el mismo Marx reconoció”.
Esto es simplemente incorrecto. El pasaje que cita Harvey en
apoyo de esa afirmación es que Marx “reconoció” que la LDTTG implica un declive
en el empleo en realidad dice que el cambio técnico en ahorro del trabajo (“el
desarrollo de la productividad”) “reduce la cantidad total de trabajo aplicada para un capital dado” (Marx
1991ª, pp.355-56; énfasis añadido). “Aplicada para un capital dado” significa
“aplicada para un capital de un tamaño dado”. Si, por ejemplo, el capital
invertido es originalmente de un millón de dólares y se emplea a 10
trabajadores, mientras que posteriormente el capital invertido es de cuatro
millones de dólares y se emplean 20 trabajadores, el número de trabajadores
empleados “por un capital dado” –por ej. por millones de dólares de capital- ha
descendido desde 10 trabajadores a 5. Esto no significa lo que Harvey
interpreta, básicamente, que el volumen absoluto del empleo ha descendido. El
volumen absoluto de empleo se ha doblado, de 10 trabajadores a 20.
Además, en un tratamiento más extenso al principio de su
presentación de la LDTTG, Marx negó explícitamente lo que Harvey dice que
“reconoció”:
La ley de la caída
progresiva de la tasa de ganancia… de ninguna forma evita que la masa absoluta
de trabajo puesta en movimiento y explotada por el capital social crezca, y con
ello, la masa absoluta de plusvalor de la que se apropia…
La caída en la tasa de
ganancia no surge del declive absoluto en el componente variable del capital
total, sino simplemente de un declive relativo, de su descenso en compración
con el componente constante.
…La magnitud absoluta
de ganancia, su masa total, debería por tanto haber crecido en un 50%, a pesar
del enorme declive en la tasa general de ganancia. El número de trabajadores
empleados por el capital, esto es, la masa absoluta de trabajo que pone en movimiento
y por tanto la masa absoluta de plustrabajo que absorbe, la masa de plusvalor
que produce, y la masa absoluta de ganancias que produce, pueden por
lo tanto crecer, y hacerlo progresivamente, a pesar de la caída progresiva en
la tasa de ganancia. Esto no sólo puede sino
que debe ocurrir –descartando fluctuaciones temporales- en base a la
producción capitalista (Marx 1991ª, págs. 322-24, énfasis en el original).
Sería difícil expresar una idea más clara y enfáticamente.
Un aumento en el empleo simplemente no es prueba contra la LDTTG.
La “aparente
duda y ambigüedad” de Marx
En un esfuerzo para justificar su “escepticismo desde hace
tiempo sobre la relevancia general de la ley”, Harvey escribe, “sabemos que el
lenguaje de Marx fue vacilando más y más entre llamar a su hallazgo ley, una
ley de una tendencia y, en ocasiones, sólo una tendencia”. Pero lo que Harvey
malinterpreta como duda entre “tendencia” y “ley” es en realidad una distinción
inescapable entre lo que ocurre en el mundo y lo que explica por qué ocurre.
Marx llamó la atención sobre que la tasa de ganancia tiene
una tendencia a descender, y avanzó una ley que explica por
qué tendía a descender. ¿Dónde está la duda?
[1]
Tampoco dudó Marx entre llamar a la LDTTG una “ley” o
llamarla una “ley de una tendencia”; consideraba todas las leyes
económicas como leyes de tendencias. En el capítulo 10 del volumen 3 de El Capital, por ejemplo, escribió: “Asumimos una tasa general de plusvalor de
este tipo como una tendencia, como todas las leyes económicas…” (Marx
1991a, p.275). La idea es bastante sencilla: uno no puede identificar una ley
que explique cada fluctuación en una variable económica como la tasa de
ganancia, porque estas fluctuaciones están gobernadas íntegramente por leyes.
Están afectadas por todo tipo de contingencias e impedimentos. Uno sólo puede
identificar leyes de tendencias que las variables muestran entre y a pesar de
las contingencias e impedimentos.
Pero Harvey tiene más razones para su creencia de que Marx
era ambiguo sobre la LDTTG. Por ejemplo, “Marx
no hizo mención alguna a la tendencia de la tasa de ganancia a descender en sus
escritos políticos como La Guerra Civil en Francia”. La Guerra Civil en Francia tampoco
menciona fenómenos como el plustrabajo y el plusvalor. ¿Pensaría Harvey que
esta ausencia es prueba legítima de que Marx tenía dudas acerca de la
existencia del plustrabajo o el plusvalor? ¿Lo consideraría una justificación
para su “escepticismo desde hace tiempo sobre (i)rrelevancia general”?
Como otra prueba de las supuestas dudas de Marx sobre la
LDTTG, Harvey señala también que sus análisis de las crisis de 1848 y 1857 las
presenta como “crisis comerciales y financieras” y se refiere al descenso de la
tasa de ganancia sólo de pasada. Michael Krätke, un académico que estudia a
Marx, ha defendido una idea parecida. Esto puede parecer una prueba importante
a aquellos acostumbrados a la ahora-prevalente terminología marxista, en la
cual las recesiones y depresiones se llaman crisis, pero el uso de términos ha
cambiado bastante desde la época de Marx. Cuando se refería a las crisis
económicas, quería decir las
crisis comerciales y financieras. Distinguía estas crisis de los descensos
económicos que desencadenan, caracterizando las fases sucesivas del ciclo de
negocios como “periodos de actividad moderada, prosperidad, sobre-producción,
crisis y estancamiento”, y “periodos de actividad media, producción bajo alta
presión, crisis y estancamiento (Marx 1990, págs. 580, 785).
Además, Marx no consideró la tendencia de la tasa de
ganancia a descender como una causa inmediata de las crisis
comerciales y financieras. Defendía que el declive en la tasa de ganancia lleva
a las crisis de forma indirecta y tras un cierto lapso. Promueve la
sobre-producción (por ejemplo, deprimiendo la demanda de inversión productiva).
También promueve la especulación financiera y el fraude: “Si la tasa de ganancia desciende… tenemos fraude y una promoción
general del fraude, a través de intentos desesperados en la forma de nuevos
métodos de producción, nuevas inversiones de capital y nuevas aventuras, a fin
de asegurar algún tipo de ganancia extra”. Es sólo cuando las deudas
finalmente no pueden pagarse que una crisis –esto es, una crisis financiera-
surge y la crisis lleva a estancamiento: “La
cadena de obligaciones de pago en fechas específicas se rompe en cientos de
lugares, y se intensifica aún más por un acompañamiento de la ruptura del
sistema de crédito, que se había desarrollado junto al capital. Todo esto lleva
a crisis violentas y agudas, devaluaciones forzosas repentinas, un
estancamiento actual y una disrupción del proceso de reproducción, y por tanto
un declive real en la reproducción” (Marx 1991ª, págs. 349-50, 367, 363).
Una vez entendemos que Marx se refería a las rupturas de las
relaciones comerciales y financieras cuando usaba el término “crisis”, y que
reconocía la existencia de muchos vínculos intermedios entre la caída de la
tasa de ganancia y el desencadenamiento de la crisis, no es sorprendente ni
particularmente significativo que a veces hablara de las crisis abstrayéndose
de la tendencia de la tasa de ganancia a descender. Únicamente estaba siendo
riguroso y dialéctico, tratando una cosa cada vez, y no creando una mezcolanza
caótica al intentar tratarlo todo a la vez.
Harvey también señala que “Marx nunca volvió a la teoría del descenso en la tasa de ganancia”
después de 1868 y que “parece un poco extraño que Marx eligiese ignorar en los
últimos doce años de su investigación lo que antes había denominado en
los Grundrisse como la “ley
más importante de la economía política”. Sin embargo, el inferir que Marx
“ignoró” la LDTTG de estos indicios no resulta lógico. Cuando ya he resuelto
una cuestión teórica o empírica y he quedado satisfecho, no sigo insistiendo en
ella obsesivamente, sino que continuó avanzando. Eso no significa que ignore la
respuesta a la que había llegado; la considero asumida. Los indicios sugieren
que Marx trabajaba de una forma similar. ¿De qué forma trabaja Harvey?
Así que la verdadera pregunta es si, antes de seguir
adelante, Marx se hallaba satisfecho con su explicación de por qué la tasa de
ganancia tiende a descender. Las pruebas dejan poco espacio para la duda. En
una respuesta a Michael Heinrich (que hace poco presentó argumentos similares a
los de Harvey), mis coautores y yo presentamos “una considerable cantidad de
pruebas en la correspondencia de Marx –desde1865 a 1877- de que estaba
satisfecho con sus resultados teóricos y de que consideraba El Capital, no sólo el primer volumen
que publicó, sino también los volúmenes que aún quedaban por publicar, como un
trabajo finalizado en un sentido teórico” (Kliman, Freeman, Potts, Gusev y
Cooney 2013). Heinrich no ha respondido a estas pruebas, y Harvey no las
comenta.
Respecto a la opinión de Marx de que la LDTTG era la ley más
importante de la economía política, no se trataba de un comentario esporádico
hecho al principio y luego “ignorado”. Lo afirmó no únicamente en los Grundrisse de 1857-58, sino también
en sus manuscritos económicos de 1861-1863: “Esta ley, y es la ley más
importante de la economía política, es que la tasa
de ganancia tiene una tendencia a descender con el progreso de la producción
capitalista” (Marx 1991b, p.104; énfasis en el original). Más tarde, cuando
escribía el volumen 3 de El Capital,
Marx fue más allá de la aseveración de que la LDTTG era la ley más importante.
Defendió que era tan importante que toda la economía política desde Adam Smith
había girado alrededor de la búsqueda de esta ley: “dada la gran importancia que esta ley tiene para la producción
capitalista, uno podría perfectamente decir que forma el misterio alrededor del
cual gira la solución a la economía política al completo desde Adam Smith”
(Marx 1991ª, p.319).
La teoría
monocausal mítica
La comprensión incorrecta de Harvey del texto de Marx es
también lo que se halla tras su acusación de que la LDTTG y la teoría de las
crisis capitalistas basadas en la misma son monocausales. Defiende que la ley
de Marx se deriva de un “modelo muy simplificado”, que descansa sobre una serie
de presupuestos “estrictos”. Esto es, la ley es únicamente válida si todos los
presupuestos se cumplen en el mundo real. Pero en virtud de estos presupuestos,
la ley excluye todas las causas potenciales de una caída en la rentabilidad que
no sea el cambio técnico que ahorre trabajo, y excluye todos los factores que
pueden evitar que la tasa de ganancia descienda al contrarrestar los efectos
del cambio técnico. Así, la ley es monocausal, como lo es cualquier teoría de
las crisis que la emplee sin combinarse eclécticamente con factores exógenos.
Y con todo, Harvey reconoce que los presupuestos
estrictos no se encuentran en el
texto de Marx: “Aunque Marx declara
sus presupuestos en el Volumen 1 [de El
Capital], no lo hace en el caso de la
teoría del descenso de la tasa de ganancia [en el Volumen 3]”. ¿Cómo sabe
entonces que Marx impuso esos presupuestos estrictos?
En un caso, al menos, se puede demostrar que se equivoca. De
acuerdo con Harvey, la ley de Marx asume que todas las mercancías (“con la
excepción de la fuerza de trabajo”) se compran y venden a sus valores reales,
más que a los precios que difieren de estos valores [2]. Esto no es así. La ley
es el tema de la tercera parte del tercer volumen. En la segunda parte, Marx ya
había derivado el resultado de que, por grandes que sean las diferencias entre
los valores y los precios de las mercancías a los que se venden, el precio
total del output de la economía
en su totalidad es igual a (y por tanto limitado por) el valor total de
este output. En consecuencia, cuando el precio que una empresa o una
industria recibe por su producto supera el valor del producto, esta ganancia
llega puramente a expensas de una pérdida que sufren otros capitalistas. Los
precios de sus productos son menores a sus valores. Y de esto se sigue,
primero, que la ganancia total es igual a (y limitada por) el plusvalor total
que se ha creado, y segundo, que las diferencias entre los precios y los
valores dejan sin afectar la tasa de ganancia a nivel macroeconómico a la que
se refiere la LDTTG [3].
Estos resultados, y no el presupuesto de que
todo se vende a su valor, son la base sobre la que Marx (1991b, p. 104; énfasis
en el original) derivó su ley del descenso tendencial en la tasa de ganancia:
Hemos visto que [la
tasa de ganancia] es diferente en el
capital individual [que] la ratio de plusvalor respecto a la cantidad total de
capital adelantado. Pero también se mostró que considerando el […] capital
total de la clase capitalista, la tasa promedio de ganancia no es otra cosa que
el plusvalor total relacionado con y calculado sobre este capital total […].
Aquí, por tanto, estamos sobre terreno firme donde, sin entrar en la
competición de los muchos capitales, podemos derivar la ley general
directamente de la naturaleza general del capital tal y como se ha desarrollado
hasta ahora. Esta ley, y es la más importante de la economía política, es que
la tasa de ganancia tiene una tendencia a descender con el progreso de la
producción capitalista.
En general, Harvey convierte la ley de Marx en un modelo que
depende de una serie de presupuestos restrictivos al construir la ley de la
forma más estrecha posible. No considera la totalidad de la parte 3 del tercer
volumen de El Capital, sino sólo el
material que trata lo que Marx llamó “la
ley como tal” (das Gesetz als solches), como una presentación de la ley.
Esto hace que la ley parezca monocausal y desconectada de otros fenómenos e
instituciones que Marx trata más tarde en la parte 3. No parece ser una ley que
funcione entre varios factores contrarrestantes y a
través de la intermediación del sistema financiero (como he comentado
anteriormente), sino una abstracción de otro mundo que sólo puede denominarse
ley bajo condiciones imaginarias que excluyen e ignoran mucho de lo que importa
en el mundo real.
Harvey dice que la “exclusión” de Marx de tantas cosas
“restringe altamente la aplicabilidad [de la ley]”. Aunque sabe que Marx
introdujo otros fenómenos e instituciones en el análisis, su aislamiento de “la
ley como tal” le impide reconocer esto como prueba del carácter multicausal de
la LDTTG. La introducción de fenómenos e instituciones adicionales en el
análisis no parece ya ser un enriquecimiento dialéctico de la ley que la
describe en las formas concretas en que se manifiesta, sino una admisión táctica
de que las condiciones que se necesita que estén presentes para que la ley
funciona en realidad no lo están. La ley no parece “permanecer […] intacta”.
Marx parece que esté dedicado a una explicación separada de la
anterior, una que trata de “qué ocurre cuando los presupuestos tomados al
derivar la ley se retiran”. Parece que esté cuestionando el estatus de ley,
exhibiendo una “vacilación y ambigüedad”. Y parece que estemos necesitados de
un marco de teoría de la crisis muy diferente, un espacio desestructurado
poblado por una serie de factores y fenómenos explicativos potenciales que no
tienen conexiones intrínsecas los unos con los otros, factores y
fenómenos demasiado distintos unos de otros para que se “agrupen […] en una
teoría unitaria”.
No hace falta leer el texto de esta manera. Y como no es
necesario, no debería hacerse; la lectura poco caritativa no es una buena
práctica interpretativa.
No hace falta un debate metodológico sofisticado para
entender el error de la acusación de monocausalidad. El problema es simple. Si
apelo a la ley universal de la gravedad a fin de explicar por qué las manzanas
tienen una tendencia a caerse de los árboles, sin mencionar otros factores que
pueden hacer que caigan, como el viento, o a factores contrarrestantes, como la
resistencia del aire, no estoy presuponiendo que todas estas cosas no
existan. Y mucho menos estoy construyendo un modelo monocausal que las excluye
y que está por lo tanto gravemente restringido en su aplicabilidad. No estoy
haciéndolo incluso si explico que la ley de la gravedad se sigue de la segunda
ley del movimiento de Newton y me abstengo de introducir otros factores en la
ecuación donde muestro como lo hace. Y si después hablo de la resistencia del
aire y del viento, no estoy mostrando mi ambigüedad, vacilando, o admitiendo
que la ley universal de la gravedad funcione sólo en un vacío, y que no lo haga
en el mundo real [4].
Harvey tiene razón al decir que la ley de Marx no es la
“verdad absoluta” de la dinámica del capitalismo. En otras palabras, no es su
única causa. No explica cada pequeño movimiento en la trayectoria de la tasa de
ganancia. Pero es que ése no es el propósito de la ley. Su propósito es
“simplemente” mostrar que la teoría del valor de Marx, junto a su teoría de la
acumulación de capital, pueden explicar el hecho de que la tasa de ganancia
tienda a descender.
La mayor parte del tiempo, Harvey es bastante vago sobre
quienes son exactamente los objetivos de sus críticas. Por ejemplo, defiende
que la teoría de las crisis basada en la LDTTG está “típicamente presentada”
por sus defensores actuales “de tal forma que excluye la consideración de otras
posibilidades” y que “a muchos economistas marxistas les gusta defender” que
hay una “única teoría causal de las crisis”. El hecho de que se abstenga de dar
nombres hace muy difícil contestar a sus acusaciones. En cierto punto, sin
embargo, defiende no sólo que “algunos defensores” de la ley “sugieren […] que la financialización no
tuvo nada que ver con el crash de 2007-08”, sino también que “Andrew Kliman ha sido uno de los más
estridentes en su defensa de que la crisis no ha tenido nada que ver con la
financialización”. Sin embargo, no defiendo eso estridentemente. No lo hago
ni siquiera mostrando el debido respeto a mis superiores. Defiendo lo opuesto: “Por supuesto, una crisis financiera
desencadenó la recesión, y fenómenos específicos al sector financiero
(apalancamiento excesivo, hipotecas de riesgo, etcétera) estuvieron entre sus
causas importantes” (Kliman 2012, p. 6).
Esta frase que he citado está extraída del primer capítulo
de mi libro en las causas subyacentes de la Gran Recesión [5]. Parte del
capítulo siguiente “se centra en dos vínculos intermedios –baja rentabilidad y
el sistema de crédito- que conectan la caída de la tasa de ganancia […] con la
última crisis y desplome [slump]
económicos” (Kliman 2012, pp. 16-17). Y el capítulo 3, dedicado a la crisis
financiera de 2007-08, trata de lo siguiente: la política de excesivo
dinero-fácil de la Reserva Federal tras el pinchazo de la burbuja de las punto com en los años 90; titularización
de préstamos hipotecarios; hipotecas subprime;
líneas de crédito de patrimonio neto de los hogares [home-equity]; ratios de préstamo a valor en alza para préstamos
hipotecarios; ratios de apalancamiento de los prestamistas en alza y requisitos
reducidos de capital; el aumento en la deuda de los hogares durante los años 90
y 00; la psicología que incrementó las burbujas de las punto com y de los precios de la propiedad inmobiliaria; los desastrosamente
incorrectos modelos de predicción de las agencias de rating; y el flujo de ahorros desde el extranjero que se abrió paso
hacia los Estados Unidos. Si éste es el mejor ejemplo de Harvey de la negación
de que la financialización fuese la causa de la crisis financiera de 2007-08
[6], o de un enfoque monocausal, no me gustaría ver sus otros ejemplos.
Referencias
Harvey, David. 2012. “History versus
Theory: A Commentary on Marx’s Method in Capital”, Historical Materialism
20:2, 3-38.
Howard, M.C. y J.E. King, 1992. A
History of Marxian Economics: Volume II, 1929-1990. Princeton, NJ:
Princeton Univ. Press.
Kliman, Andrew. 2007. Reclaiming
Marx’s “Capital”: A Refutation of the Myth of Inconsistency. Lanham, MD:
Lexington Books.
Kliman, Andrew. 2012. The
Failure of Capitalist Production: Underlying Causes of the Great Recession.
Londres: Pluto Books.
Marx, Karl. 1990. Capital: A
Critique of Political Economy, Vol. I. Londres: Penguin.
Marx, Karl. 1991a. Capital: A
Critique of Political Economy, Vol. III. Londres: Penguin.
Marx, Karl. 1991b. Karl Marx,
Frederick Engels: Collected Works, Vol. 33. Nueva York: International
Publishers.
Notas
[1] Ver Kliman, Freeman, Potts, Gusev y
Cooney (2013) para un debate sobre la función de la ley y el significado de la
“ley” en este contexto.
[2] Rebate la idea de que en el tercer
volumen de El Capital mantenga el
presupuesto, explicado en los volúmenes primero y segundo de que “todas las
mercancías se intercambian a su valor (con la excepción de la fuerza de
trabajo)”. Sin embargo, este presupuesto en cuestión no excluye la fuerza de
trabajo. Al asumir que la fuerza de trabajo también se compra a su valor
íntegro, Marx fue capaz de explicar cómo la ganancia aumenta en la producción,
no en el mercado, y hacerlo sin abandonar la idea de que el intercambio de
mercancías es “en realidad, el mismísimo Edén de los derechos innatos del
hombre… el reino exclusivo de la Libertad, Igualdad, Propiedad y Bentham” (Marx
1990, p. 280).
[3] Soy consciente de la acusación de
que la derivación de Marx de estos resultados se ha probado como internamente
incoherente, pero esto es únicamente un mito pernicioso. Ver el capítulo 8 de
Kliman (2007).[4] Creo que esta analogía del
procedimiento de Marx se mantiene estrictamente, punto por punto. La ley de la
gravedad es análoga a la LDTTG; la segunda ley de la movimiento es análoga a la
ley de la determinación del valor por el tiempo de valor (“la ley del valor”).[5] Harvey cita mi libro en otra parte
de su artículo, pero no aporta ninguna otra prueba o cita que apoye su versión
de lo que yo defiendo.[6] Shannon Williams y yo (Kliman y
Williams (2014)) hemos demostrado que la financialización no fue la causa de la
caída de la tasa de acumulación de capital en las empresas de Estados Unidos
durante las décadas anteriores a la Gran Recesión. Esto, por supuesto es un
tema totalmente distinto.
◆ Parte
II: Malinterpretando la rentabilidad
Las pruebas
son claras: desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta la Gran Recesión,
la tasa de ganancia total de las corporaciones estadounidenses descendió, y
este descenso se explica casi en su totalidad gracias a la Ley del Descenso
Tendencial de la Tasa de Ganancia de Marx
La primera parte de este artículo se centró en la interpretación
de David Harvey (Harvey 2014) de la Ley del Descenso Tendencial de la Tasa de
Ganancia (LDTTG) de Marx, a medida que la producción capitalista se incrementa
– una ley que Marx identificó como “la ley más importante de la economía
política”. Resta por tratar la creencia de Harvey de que la LDTTG no ha operado
desde los años 80.
Los datos de mano de obra que se trataron en la primera
parte constituyen la única “prueba” de Harvey de que la LDTTG no ha actuado; no
presenta pruebas directas al respecto de la tasa de ganancia (esto es: la
cantidad de ganancia como porcentaje del volumen de capital invertido). Sin
embargo, pone en tela de juicio las pruebas que hemos presentado tanto yo como
otros que indican que la tasa de ganancia descendió realmente a lo largo de los
años 80 y 90 (ver Figura 1) [1].
Figura 1. Tasa de ganancia de las
empresas estadounidenses
|
(N.d.T.: Net operating suplus: superávit neto de explotación, medida de beneficios que computa los ingresos de la compañía tras sustraerle salarios de trabajadores, impuestos etc. After-tax profit: beneficios después de impuestos) |
Harvey dice que “se tienen que formular algunas preguntas
serias” sobre estas pruebas. Tiene razón, y formula preguntas sumamente
importantes. El problema es que su argumentación prosigue como si las preguntas
fueran cuestiones nuevas para nosotros. En realidad, son preguntas
convencionales y trilladas, que se vienen formulando desde hace tiempo. En mi
caso, he tenido todas en cuenta cuando recababa e interpretaba mis datos. No
hay por tanto necesidad de responderlas; mis análisis e interpretaciones
de los datos ya las han anticipado y tratado. Simplemente
necesito aclarar cómo lo han hecho [2].
Lo que Harvey llama “sus objeciones más importantes” a
“buena parte de la literatura del descenso-de-la-tasa-de-ganancia” –una vez
más, es bastante impreciso al definir el objeto de su crítica- es el hecho de
que “las tasas de ganancia pueden descender “por diversos motivos”. Por lo
tanto “los datos que muestran un descenso en la tasa de ganancia no
necesariamente corroboran la existencia del mecanismo específico que mencionaba
Marx” (el cambio tecnológico que ahorra mano de obra).
Esto es cierto. Por lo tanto, cuando consideré la
trayectoria de la tasa de ganancia de las empresas estadounidenses desde el
final de la Segunda Guerra Mundial hasta la Gran Recesión y llegué a la
conclusión de que “la ley del descenso tendencial de la tasa de ganancia de
Marx se ajusta a los hechos de forma notable” en este caso (Kliman 2012, pág. 137)
mis conclusiones no se basaron en el mero hecho de que la tasa de
ganancia de las empresas hubiera descendido. Se basaba en un “análisis de
descomposición” que separaba (descomponía) varias causas potenciales del
descenso y medía el efecto que cada una podía tener en la tasa de ganancia.
Además, debido a que la forma convencional de descomponer la tasa de ganancia
no es particularmente apropiada cuando se lleva a cabo un análisis causal (por
las razones que Harvey subraya), las descompuse de una forma diferente.
Tradicionalmente, la tasa de ganancia se divide en tasa de
plusvalor (o tasa de ganancia en relación con los salarios) y en una función de
la composición de valor del capital (o tasa de los componentes del valor de
capital adelantado (invertido) constante respecto del variable). Esto es
correcto en ciertos contextos, pero la composición de
valor nominal del capital que erigen los investigadores es diferente
de la composición de valor a la que alude Marx. No sólo se ve afectada por la cantidad
relativa de valor invertido en adquirir los medios de producción y contratar
trabajadores, sino también por los cambios en la tasa en la que los precios
monetarios de las mercancías aumentan en relación con los valores reales de las
mercancías. Al verse afectados por dos factores diferentes, los movimientos en
la composición de valor nominal no manifiestan un significado nítido y
trasparente. Por ejemplo, cuando la composición de valor nominal permanece
constante, como sucedió en los Estados Unidos durante los 60 y los 70, no
podemos llegar a la conclusión de que la cantidad relativa de valor invertido a
fin de adquirir los medios de producción y contratar trabajadores también
permaneció constante. Es posible que se destinara relativamente más valor a
adquirir medios de producción, que tienden a incrementar la
composición de valor, pero que este efecto fuese contrarrestado por una
inflación cada vez mayor
[3]. Tal y como
correctamente señala Harvey, esto es un “problema grave”.
Mi descomposición alternativa solventó este problema
separando los dos determinantes. Descompuse los movimientos totales en la tasa
de ganancia en:
— Movimientos
causados por variaciones en la tasa de ganancia que hacen que precios
monetarios de las mercancías aumenten en relación a los valores reales de las
mismas.
— Movimientos
causados por cambios en la tasa de ganancia ligados a la retribución de los
trabajadores.
Movimientos
causados por “todo lo demás”.
Hallé que, aunque las dos primeras causas habían sido
importantes durante ciertos periodos más cortos, ninguna de las dos había
tenido un efecto sustancial en la tasa de ganancia a largo plazo –esto es,
cuando consideramos la etapa de posguerra en su totalidad. Casi todo el
descenso a largo plazo en la tasa de ganancia fue causado, por lo tanto, por
cambios en “todo lo demás”.
Pero una vez que se abstraen (1) y (2), se sigue
matemáticamente que “todo lo demás” es, sencillamente, la relación/razón del
empleo respecto al monto de capital invertido en activos fijos [fixed assets], medidos en términos de
tiempo de trabajo. Casi todo el descenso a largo plazo en la tasa de ganancia
se puede atribuir al declive en esta relación. En otras palabras, puede
atribuirse al hecho de que el empleo creció con menos rapidez que la
acumulación de capital, de forma constante en el tiempo. La ley de Marx explica
la tendencia a descender a largo plazo de la tasa de ganancia precisamente por
esa razón. Por lo tanto, la ley da cuenta de prácticamente todo el descenso en
la tasa de ganancia de las empresas estadounidenses.
La razón de ganancia respecto a la retribución a los
trabajadores tuvo efectos limitados en la tasa de ganancia porque cambió muy
poco. (Descendió de forma no muy acusada a principios de la posguerra,
pero no experimentó movimientos alcistas ni bajistas en el periodo que medió
entre 1970 y la Gran Recesión). Es importante recalcar que la estabilidad a
largo plazo de esta razón no se debe una ilusión estadística
engendrada por el hecho de que el Gobierno estadounidense clasifique el salario
de los directores ejecutivos y otros altos ejecutivos empresariales como
salarios de trabajadores y no como ganancias propiamente dichas.
Mis estimaciones recientes (ver Kliman 2014b) indican que la
reclasificación del salario de los altos ejecutivos como ganancia es poco
significativa. Sí, su salario se ha disparado en las últimas décadas, pero
sencillamente no había bastantes altos ejecutivos como para que afectaran
significativamente a los grandes números. Entre 1979 y 2005, la proporción
creciente del producto recibido por los managers en “el 0,1%” y “el
1%” (el percentil 0,1 y 1 de la distribución de renta) hundió la proporción de
otros trabajadores del sector privado únicamente en un 0,4 y un 0,6 punto
porcentual, respectivamente, conforme con mis estimaciones.
Otra de las objeciones de Harvey a los indicios de la caída
en la tasa de ganancia es que “hay una diferencia [gap] entre dónde se producen
las ganancias (valor [sic]) y dónde se realizan… los patrones de… flujos de
capital e ingresos son complejos y no está claro que los datos recogidos en un
punto del sistema representen de forma fidedigna los movimientos en su
totalidad”. De nuevo, tiene razón. Sería equivocado el concluir de los datos
tratados anteriormente –que pertenecen a la rentabilidad de la inversión de
capital interior– que hubo un descenso en la tasa de
ganancia total de las empresas estadounidenses, tanto en la inversión
extranjera como en la interior. Mis conclusiones de que la tasa de ganancia
descendió se basaban, por eso mismo, tanto en las cuentas nacionales como en
los datos de la inversión en el exterior. Los datos gubernamentales sobre las
inversiones de capital en el extranjero de las empresas estadounidenses y los
beneficios de sus inversiones en el extranjero están disponibles desde 1983.
Indican claramente que la tasa de ganancia de las multinacionales
estadounidenses experimentó una acusada tendencia descendiente entre el
principio de este periodo y la Gran Recesión (ver Figura2)
[4].
Debido a que los denominadores de las tasas de ganancia interior y extranjera
miden cosas en cierta medida distintas, las dos bases de datos no pueden
concertarse correctamente, y por lo tanto no podemos saber hasta qué punto la
tasa de ganancia total de las compañías estadounidenses descendió.
Figura 2. Tasa de ganancia extranjera de las
corporaciones multinacionales estadounidenses
|
(Ingresos después de impuestos provenientes de la inversión directa extranjera como porcentaje de la inversión directa extranjera acumulada) |
Harvey también recuerda, muy correctamente, que las
multinacionales estadounidenses emplean la fijación de precios de transferencia
[transfer pricing] para asignar las ganancias generadas en un país a las
cuentas de una subsidiaria en un país distinto donde pagan menos impuestos o no
pagan impuestos en absoluto. Podría haber añadido el hecho de que las ganancias
obtenidas en el extranjero y los datos de inversión de las multinacionales se
atribuyen a los países en los que radican las subsidiarias extranjeras, que a
menudo no son los mismos países en los que se lleva a cabo la producción
y comercialización. En consecuencia, es difícil, si no imposible, llegar
a saber cuál es la tasa de ganancia de las multinacionales en un país en
particular. Pero esto es irrelevante ya que lo que cuenta es la imagen en
conjunto. La fijación de precios de transferencia permite a las corporaciones
el intercambiar ganancias y títulos con inversiones, pero no afectan al volumen
total de las ganancias o la inversión. Harvey dice que la fijación de precios
de transferencia permite que las ganancias se “encubran” pero no da ninguna
prueba [evidence] de ello y hasta donde yo sé, no existe ninguna. Ocultar los
beneficios al fisco no es lo mismo que encubrirlos.
Las pruebas [evidence]
mencionadas anteriormente pertenecen a las corporaciones estadounidenses
únicamente. Harvey critica que “no pueden ser tomadas como pruebas de lo que
está ocurriendo con el capital a escala global”. Ciertamente, no pueden serlo,
pero ¿qué hace que este hecho sea una crítica en este contexto? El
tema de su artículo es la caída en la tasa de ganancia como causa potencial de
crisis económicas, y es bien consciente de que la última crisis empezó en los
Estados Unidos antes de difundirse por el resto del mundo “a través de su
contagio al sistema financiero global”. Como los Estados Unidos fueron el
epicentro de la crisis y su difusión al resto de países tiene una explicación
claramente financiera, en lo que tenemos que centrarnos es en si la caída de la
tasa de ganancia en los Estados Unidos fue una causa subyacente de la crisis, y
en que manera operó, no en la tasa de ganancia a nivel global.
Harvey llama la atención sobre el hecho de que la
rentabilidad se ha recuperado de forma sustancial en los últimos años. Por
supuesto, las tendencias posteriores a la recesión nada tienen que ver con el
descenso de la tasa de ganancia como una de las causas de la Gran Recesión.
Pero lo que quiere decir es que si una medida de la
tasa de ganancia que no consiga reflejar la recuperación posterior a la
recesión resulta sospechosa, también tendría que serlo una medida que nos hable
de un declive en la rentabilidad previo a la misma. No puedo estar más de
acuerdo, pero todas las tasas de ganancia que he computado (utilizando
definiciones de ganancia más o menos inclusivas) reflejan ciertamente la
recuperación posterior a la recesión. Todas las tasas de ganancia, con
cualquier método de medición, descendieron durante la Gran Recesión –llegando a
un punto bajo de 24 por ciento a 38 por ciento por debajo de sus valores
máximos en 2006- pero en 2013, todas se habían recuperado a niveles cercanos o
incluso mayores a los de 2006. La principal causa de la recuperación de la
rentabilidad fue el importante declive en la porción de la producción
correspondiente a los trabajadores posterior a la recesión, que a su vez fue
causado por el aumento de la productividad de las compañías sin un aumento
simultáneo de la mano de obra. No ha sido causado por la “represión salarial”.
Incluso después de ajustar por inflación, la retribución por hora de los
trabajadores ha aumentado.
Correcto la
primera vez (sobre el “infraconsumismo” de Marx)
¿Por qué recalca y reitera Harvey que hay “fuerzas en
conflicto” y “múltiples tendencias de crisis y contradicciones”? ¿Por qué se
nos presenta el hombre de paja de que la LDTTG es mono-causal? Nótese que lo
que estas dos cosas implican cuando las consideramos conjuntamente: como la ley
puede sostenerse únicamente si se asume que no existen las otras causas de las
crisis y factores contrarrestantes, tenemos que descartar la ley una vez que admitamos su existencia. Así,
como resalté en la parte 1, sospecho que toda esta mención de multi-causalidad
está ocultando el deseo de Harvey de defender su teoría apousa-causal de las
crisis. Claramente no está muy satisfecho con la teoría de las crisis
multi-causal específica que se pone de manifiesto, cuando se tienen en cuenta
todos los factores, del volumen 3 de El
Capital –una teoría en la que la LDTTG permanece incólume y otros
determinantes como el sistema financiero están vinculados a ella
y son elementos mediadores de su
forma de manifestación.
En particular, Harvey parece querer imputar a Marx una
teoría infraconsumista de las crisis – esto es, una teoría en la que la falta
de “demanda efectiva” no es el resultado mediado por el obrar de la LDTTG y por
los vínculos intermedios como las decisiones de inversión de las empresas o las
turbulencias financieras, sino un fenómeno ajeno, independiente, producido por
la restricción en el consumo de las masas. Atribuye a Marx la noción de que “si
los salarios son demasiado bajos[,] entonces la falta de demanda efectiva
supondrá un problema”. Como prueba, cita una frase del volumen 3 de El Capital (y una nota al pie
similar en el volumen 2) en el que Marx dice que “la causa última para todas
las crisis reales siempre descansa en la pobreza y el consumo restringido de
las masas” (Marx 1991ª, p.615).
Siguiendo el estilo tradicional de los infraconsumistas,
Harvey descontextualiza la frase. Cuando se lee en su contexto, la frase nada
tiene que ver con los periodos en que los salarios bajos supuestamente llevan a
una demanda inadecuada, ni parece que el consumo restringido de las masas sea
una “causa” de las crisis en el sentido moderno de la palabra “causa” (lo que Aristóteles
llamó una “causa eficiente”). Es simplemente la condición que hace las crisis
posibles (la “causa formal” aristotélica), no algo que convierte una
posibilidad en una realidad
[5].
Apenas hace unos años, Harvey tenía una comprensión mucho
más clara de la frase y del pasaje en el que aparece, y se preocupó de
analizarla en su contexto. Después de preguntar de dónde proviene la demanda
extra que permite que el plusvalor que ha sido producido se realice en forma
monetaria, Harvey (2012, p.25) comentó que “la respuesta de Marx es tan
sorprendente como brutalmente honrada. En una sociedad cerrada, de dos clases,
compuesta de capitalistas y trabajadores, sólo puede haber una fuente de
demanda extra y ésa es el capital, debido a que el trabajo explotado nunca
podría proveerla”. En otras palabras, es la demanda de las empresas
capitalistas de medios de producción adicionales –demanda de inversión- y la
demanda de los hogares de bienes de consumo en el capitalismo lo que permite
que una porción del output que contiene plusvalor se venda. Harvey
entonces citó y resumió buena parte del pasaje en cuestión, a fin de dejar
claro que la caída en demanda que caracteriza las crisis económicas no se debe
a la restricción en el consumo de “las masas” o del “trabajo explotado”, puesto que su consumo siempre está
restringido –haya crisis o no. Así, culpar de la crisis a la capacidad de
consumo restringida de las masas es como de la caída de un avión a la gravedad
(que existe siempre, haya o no caída).
El descenso en la demanda lo causa, en cambio, el hecho de
que la demanda extra que necesariamente viene “del capital” ha dejado
temporalmente de provenir del mismo. El problema clave es que el capitalismo
exige lo que Harvey (2012, p.26) llama “acumulación de capital continua”, esto
es, inversión adicional en producción, pero se da una caída en la demanda
cuando el volumen de la inversión adicional productiva es menor de lo que
resulta necesario.
Si Harvey sabe (o al menos sabía) todo esto, ¿por qué ha
sacado de contexto, de forma repentina, la frase de “consumo restringido” y la
ha colado con calzador en la teoría infraconsumista de las crisis de “represión
salarial” que es ajena a la idea y versión “brutalmente honrada” de Marx?
Quizás la respuesta está en que la versión “brutalmente honrada” nos lleva de
vuelta al descenso en la tasa de ganancia. Una vez que entendemos que la falta
de demanda es casi siempre una cuestión de demanda de inversión inadecuada,
tenemos que preguntarnos por qué la inversión no es adecuada, y esta pregunta
nos lleva a otras dos: ¿el volumen de ganancia (plusvalor) que se ha generado
es lo suficientemente grande como para sostener un nivel adecuado de demanda de
inversión? Y ¿es la tasa de ganancia que se espera de la nueva inversión de hoy
lo suficientemente alta para atraer más inversión en el volumen necesario?
La inadecuada rentabilidad fue la causa principal de la
ralentización a largo plazo de la demanda de inversión en bienes fijos de
producción de las corporaciones estadounidenses. Entre 1948 y 2007, su tasa de
acumulación de bienes fijos descendió en un 41%, mientras que la tasa de
ganancia después de impuestos de inversión en bienes fijos descendió un 43%. El
otro único factor que puede influir la tasa de acumulación es la porción de la
ganancia que se reinvierte en producción; en realidad aumentó un poco (3%). El
declive completoen la tasa de acumulación de capital productivo es por
tanto atribuible al declive en la tasa de ganancia (ver Kliman y Williams 2014
para más detalles).
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David Harvey
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Andrew Kliman |
Las expectativas de que la rentabilidad futura de la
inversión productiva sería inadecuada también parecen haber sido un problema
grave de un tiempo a esta parte, así como un determinante crucial del porqué la
recuperación de la Gran Recesión ha llevado tanto tiempo y ha sido tan endeble.
A fin de explicar la fragilidad de la recuperación, los economistas y
escritores económicos mainstream como Paul Krugman, Martin Wolf y el
ex Secretario del Tesoro estadounidense Lawrence Summers plantearon que la
economía estadounidense entraría en un periodo de “estancamiento secular” un
poco antes de la recesión, quizás tan pronto como mediados de los 80 –esto es,
un periodo en el que la demanda adecuada no es ya sostenible a menos que las
tasas reales (esto es, ajustadas por inflación) de interés a corto plazo sean
ridículamente bajas, quizás tan bajas como -2% o -3%. Esto significa que los
prestatarios pagarían menos de lo que tomaron prestado si se toma en cuenta la
inflación. ¡Si la única forma de inducir a las compañías a invertir lo
suficiente es el proveerles con dinero que no tienen que devolver, la
expectativa debe ser que la tasa de ganancia de las nuevas inversiones debe ser
ciertamente muy baja (ver Kliman 2014a para más detalles)!
No estoy “diciendo que todo sea consecuencia de alguna
tendencia oculta de la tasa de ganancia a descender” como dice Harvey. Eso
sería incorrecto por dos razones. Primero, han obrado todo tipo de vínculos
intermedios y factores complejos (la Gran Recesión también ha debilitado la
confianza de los negocios en el futuro, por poner un ejemplo). Segundo, la
tendencia de la tasa de ganancia a descender no está “oculta”. Como Hegel dijo,
la esencia debe aparecer, o resplandecer, en el mundo observable. Creo que así
lo ha hecho.
Referencias
· — Marx, Karl. 1991a. Capital: A
Critique of Political Economy, Vol. III. London: Penguin.
Notas
[1] Los datos usados para la Figura 1
vienen del US Bureau of Economic Analysis: National income and Products
Accounts, Tabla 1.14, líneas 1, 4, 7, 9, 10 y 12; Tabla de Bienes Fijos
6.3, línea 2; y Tabla de Bienes Fijos 6.6, línea 2. El excedente de explotación
neto y los beneficios después de impuestos son medidas de beneficios. El
denominador de las dos tasas es la inversión acumulada en bienes fijos, neto de
depreciación. La depreciación se ha valorado a coste histórico.
[2] Limitaré estas afirmaciones a hablar
de mis propios análisis, debido a que sé menos de los de otras personas.[3] Como Harvey señala, incluso el valor
de composición “real” del capital –al que Marx se refiere, más que al nominal-
no es simplemente un índice de cambio técnico que ahorra en mano de obra. A
este respecto, se diferencia de la composición “técnica” y “orgánica”. Sin
embargo, mis estimaciones indican que la composición de valor real de las
corporaciones estadounidenses siguió las composiciones técnicas y orgánicas
bastante cercanamente. Entre 1947 y 2007, la composición real de valor se
incrementó en un 120% mientras que las composiciones técnica y orgánica se
incrementaron en un 160%. A través de casi todo este periodo, la relación entre
las diferentes composiciones de capital fue incluso más intensa que lo que
estos números sugieren. La diferencia en las tasas de crecimiento es
principalmente debido a periodos cortos (los últimos años de los 60 y los 90)
en que el crecimiento extraordinariamente rápido de los salarios deprimió
temporalmente la composición de valor real.[4] Los datos utilizados para la Figura
2 vienen de las tablas de “Datos de posición de balance de pagos e inversión
directa” del US Bureau of Economic Analysis. El numerador de la
tasa de ganancia es “Ingresos de inversión directa sin ajuste de coste actual”;
el denominador es “Posición de inversión extranjera estadounidense en base a
coste histórico”. Los datos son para “todos los países”.[5] Para un análisis pormenorizado del
pasaje, ver las págs. 165-167 de Kliman (2012). Para un debate de los fallos
lógicos y empíricos de la teoría infraconsumista de las crisis, ver el capítulo
8 del libro.
Andrew Kliman es el autor de The Failure of Capitalist Production: Underlying Causes of the Great Recession (Pluto Press, 2011) y Reclaiming Marx´s “Capita”l: A Refutation of the Myth of Inconsistency (Lexington Books, 2007). Profesor emérito de Economía en Pace University (Nueva York), trabaja políticamente con la Marxist-Humanist Initiative.