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Karl Marx ✆ Hans Erni
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Edwin Cruz Rodríguez | Este trabajo realiza una
interpretación onomasiológica y semasiológica de la forma como Marx concibe el
poder en dos de sus más reconocidos análisis políticos: Las luchas de clases en Francia y El dieciocho brumario de Luis Bonaparte. En estas obras Marx deja
ver una concepción relacional del poder, todos sus análisis presuponen que el
poder no es una capacidad ni un atributo, aunque sí está condicionado por
estructuras e instituciones. Podemos identificar una preocupación de Marx por
conceptualizar el poder, cuando distingue entre el poder efectivo y el moral, y
entre el poder social y el político, pero también un análisis del mismo en
términos de relaciones de fuerza entre distintas clases. El poder, entendido
como relación, no se reduce a dominación ni a violencia y es estudiado teniendo
en cuenta las constricciones en que tales relaciones se desarrollan.
I
En el interior de la tradición marxista siempre hubo una
discusión en cuanto a la presencia de una teoría política en la obra de Marx,
que se explica, en buena medida, porque el filósofo de Tréveris no nos legó una
teoría del Estado, como se propuso en varias oportunidades. Marx se trazó
varios planes de trabajo durante su vida, en los que contemplaba un estudio
sobre el Estado y la política, que por diversas razones nunca pudo concluir.
Así, en el prólogo a los Manuscritos de 1844 decía: “Haré, pues, sucesivamente, en folletos distintos e independientes, la
crítica del derecho, de la moral, de la política, etc., y trataré, por último,
de exponer en un trabajo especial la conexión del todo, la relación de las
distintas partes entre sí, así como la crítica de la elaboración especulativa
de aquel material” (Marx, 1993: 51).De acuerdo con Abensour (1998:
111-112), en 1845 Marx propuso a un editor alemán la publicación de dos
volúmenes bajo el título de Crítica de la política y de la economía política en
la que se proponía como objeto de estudio la génesis del Estado moderno.
Maximilien Rubel (2003: 39-40) anota que en el prólogo de 1859 Marx anunció un
plan de trabajo que nunca pudo terminar y que contemplaba seis “rúbricas” o
libros (capital, propiedad de la tierra, trabajo asalariado, Estado, comercio
exterior, mercado mundial).
Así las cosas, no es de extrañar las afirmaciones que
resaltan la ausencia de una teoría de la política en la obra de Marx: desde
aquellos que, como Perry Anderson (1985: 10), afirman que no existe una teoría
política homóloga a su crítica de la economía política por el hecho de que no
pudo ocuparse del Estado, hasta quienes, como Atilio Borón (2006: 185-186),
señalan que si se es riguroso con la obra de Marx, de su filosofía no puede
inferirse una teoría de la política al margen de las determinaciones sociales,
económicas y culturales en que ella se constituye. En estas interpretaciones
subyace, por una parte, una reducción de la política al Estado, como si un
espacio determinado de lo social agotara la praxis y las relaciones de poder.
Pero además, por otra parte, la confusión entre las relaciones sociales en que
se constituye la política, con las representaciones que hacen posible su
conocimiento. En el fondo quizás existe un supuesto más discutible en ambas
hipótesis: que la obra de Marx es un todo acabado, susceptible de una interpretación
definitiva.
Tal supuesto es sumamente complicado, si se tiene en cuenta
que, como se ha mencionado, la obra de Marx no concluyó los sucesivos planes
que el autor se trazó; además, el hecho de que muchos de sus escritos responden
a las necesidades políticas de un momento concreto y son productos de un
pensamiento situado (Miliband: 1978: 10-11). En opinión de Balibar (2000: 8), “la actividad teórica de Marx, tras romper
con cierta forma de filosofía, no lo condujo a un sistema unificado, sino a una
pluralidad al menos virtual de doctrinas, en las cuales sus lectores y
sucesores se vieron enredados”.
Esta perspectiva, lejos de clausurar la hermenéutica de
Marx, constituye una invitación a su lectura y, particularmente, a retomar la
pregunta por la conceptualización de la política que puso en práctica. En esta
vena, este artículo propone una aproximación a la forma como Marx concibió el
poder en dos de sus obras histórico políticas: Las luchas de clases en Francia (1850) (en adelante LCF) (1985:
37-134) y El dieciocho brumario de Luis
Bonaparte (1852) (en adelante DB) (Marx, 1985: 135-239). El DB fue
publicado por Marx en 1852. Compila una serie de artículos escritos por encargo
de su amigo José Weydemeyer, entre enero y febrero de ese año, para un
semanario publicado en Nueva York, Die
Revolution. Marx realiza un análisis político de los acontecimientos entre
la revolución de febrero de 1848 y el golpe de Estado de Luís Bonaparte, el 2
de diciembre de 1851, en Francia. Ya antes el autor se había ocupado de analizar
este período en una serie de artículos publicados en la Nueva Gaceta Renana, en 1850, que más tarde serían compilados por
Engels, quien les adicionó una “Reseña de Asuntos Europeos”, escrita para un
número posterior de la misma publicación, y que publicó bajo el título de Las luchas de clases en Francia, en
1895. El DB constituye uno de los pocos libros acabados y publicados en vida
del autor. Es posible que los artículos que después constituirían LCF sirvieran
de borradores al DB.
Para Kohan (2011: 470), la escogencia de Francia por parte
de Marx para su análisis político no es accidental: pensaba que en forma
análoga a la forma como en Inglaterra el capitalismo había alcanzado el máximo
desarrollo para la época, en Francia la dominación política burguesa desde 1789
se había desarrollado de forma más compleja y madura. En la tradición marxista,
ambos textos han sido leídos como ejemplos del “análisis de coyuntura”, lo que
subraya el hecho de que fueron concebidos con poca distancia de los acontecimientos
analizados (Delich, 1979; González, 1992; López, 1979). El interés en esas
obras también está dado porque se producen en un momento de ruptura en la
trayectoria intelectual y política de Marx. Siguiendo a Balibar (2000: 12), en
1847 Marx creía que el advenimiento del comunismo era inminente, lo que
contrastó con el fracaso de las revoluciones de 1848. Marx comprendió que la
revolución no se produciría por un acto de voluntad política y por eso se
orientó a “entender los fundamentos materiales de la dominación burguesa” y, en
consecuencia, a la crítica de la economía política (González, 1992: 230).
Además, sus análisis de la política francesa están llenos de matices que no se
encuentran en otros de sus escritos, por lo que pueden iluminar su concepción de
la política y particularmente del poder (Hayes, 1993: 9).
Ambos trabajos han sido fundamentales para las distintas
conceptualizaciones políticas en la tradición marxista, particularmente sobre
la teoría de clases (Maguire, 1984; Katz, 1992; Hayes, 1993).Pero también de
fenómenos políticos como el “bonapartismo”, que designa un proceso particular
de autonomización del Estado en relación con las clases sociales (Rubel, 1985),
o de la “autonomía relativa del Estado” (Poulantzas, 1979; Carnoy, 1993).
Las reflexiones sobre el poder son menos abundantes, pero
aún así se han formulado varias hipótesis sobre la obra de Marx en su conjunto.
En este sentido pueden distinguirse dos perspectivas. Por una parte, aquellas
interpretaciones que enfatizan las dinámicas propias del análisis de la
economía política y sus determinantes en clave de relaciones de poder (Rametta,
2005: 293-300; Kohan, 2011: 443-473) 2 2 Por otra, aquellos que intentan
reconstruir las concepciones de poder en su obra desde distintas perspectivas
(Sánchez, 1999: 29-49; Zubiría, 2005). Ambas perspectivas presentan una
falencia metodológica, pues interrogan los escritos de Marx con un concepto de
poder externo, producto de las teorías del poder de otros autores, o bien,
asumen un entendimiento implícito del poder en términos genéricos.
Este trabajo pretende identificar el concepto de poder en el
DB y LCF aproximándose al significado que Marx mismo les confería. Para tal
propósito, hecha mano de la onomasiología y la semasiología. Ambas constituyen
orientaciones metodológicas propuestas por Reinhart Koselleck (1993: 111) a fin
de sortear los problemas de anacronismo ligados a la historia de los conceptos:
“…hay que investigar los conflictos políticos y sociales del pasado en medio de
la limitación conceptual de su época y en la autocomprensión del uso del
lenguaje que hicieron las partes interesadas en el pasado”. Las dos categorías
están soportadas en una distinción entre las palabras y los conceptos. De
acuerdo con Koselleck (1993: 116),“cada concepto depende de una palabra, pero
cada palabra no es un concepto social y político”. Ambos, palabras y conceptos,
son polívocos pero, una palabra puede hacerse unívoca –al ser usada-. Por el
contrario, un concepto tiene que seguir siendo polívoco para poder ser
concepto. También él está adherido a una palabra, pero es algo más que una
palabra: una palabra se convierte en concepto si la totalidad de un contexto de
experiencia y significado sociopolítico, en el que se usa y para el que se usa
una palabra, pasa a formar parte globalmente de esa única palabra (Koselleck,
1993: 117).
En fin, el historiador alemán distingue las dos
aproximaciones alos conceptos en el tiempo: la semasiología, estudia los
distintos significados de un mismo términoen un momento o una serie de
momentos, y la onomasiología, que estudia los distintos nombres dados a un
mismo concepto en un período determinado (Koselleck, 1993: 119). Aunque no se
trata de identificar cómo ha cambiado el concepto de poder en Marx o cómo ha
cambiado desde su época hasta el presente, estas orientaciones nos permiten
hacer una lectura del poder en Marx, por decirlo de alguna forma, “en sus
propios términos”.Los análisis políticos de Marx ofrecen una perspectiva
privilegiada para preguntar por su o sus conceptos de poder. En LCF y el DB la
forma como Marx aborda el problema del poder puede examinarse, por lo menos,
desde dos perspectivas: una onomasiológica o nominal, que se pregunta por las
categorías con las que trabaja Marx, con sus significantes, y otra
semasiológica, que analiza la forma como procede en el análisis del poder, los
significados o conceptos en forma independiente de los nombres.
En estas obras Marx deja ver una concepción relacional del
poder, todos sus análisis presuponen que el poder no es una capacidad ni un
atributo, aunque sí está condicionado por estructuras e instituciones. Podemos
identificar una preocupación de Marx por conceptualizar el poder, cuando
distingue entre el poder efectivo y el moral, y entre el poder social y el
político, pero también un análisis del mismo en términos de relaciones de
fuerza entre distintas clases. El poder, entendido como relación, no se reduce
a dominación ni a violencia y es estudiado teniendo en cuenta las
constricciones en que tales relaciones se desarrollan.
II
El significante“poder” aparece de distintas formas, por
ejemplo, para hacer referencia a los poderes institucionalizados, “poder parlamentario” (DB, 154), “poder armado”
(DB. 155). Por ejemplo, afirma Marx: “al mismo tiempo que fueron despojados de
su poder parlamentario, los pequeños
burgueses demócratas fueron despojados de su poder armado con la disolución de
la artillería de París y de las legiones 8, 9, y 12 de la Guardia Nacional”
(LCF, 96).No obstante, en términos analíticos, Marx distingue cuatro categorías
de poder: de un lado, el “poder moral” y el “poder efectivo”, de otro el “poder
social” y el “poder político”.
La primera distinción puede apreciarse en el análisis que
hace Marx de la Constitución de 1848. En su lectura, existe una contradicción
entre el “poder efectivo” del ejecutivo y el “poder moral” de la Asamblea
Legislativa. El poder efectivo está ligado al ejercicio de la fuerza, mientras
el poder moral está vinculado con la legitimidad. Marx llama la atención de que
el presidente tiene bajo su poder la fuerza armada, actúa ocultamente, mientras
la Asamblea lo hace a la luz pública, y está presionado por la vigencia de su
período, lo cual puede llevarlo a emplear la fuerza (DB, 147-148). Para
concretar afirma:
A la par que asigna al
presidente el poder efectivo, la Constitución procura asegurar a la Asamblea
Nacional el poder moral. Aparte de que es imposible atribuir un poder moral
mediante los artículos de una ley, la Constitución aquí vuelve a anularse a sí
misma, al disponer que el presidente será elegido por todos los franceses
mediante sufragio universal y directo. Mientras que los votos de Francia se
dispersan entre los 750 diputados de la Asamblea Nacional, aquí se concentran,
por el contrario en un solo individuo. Mientras que cada uno de los representantes
del pueblo sólo representan a este o a aquel partido, a esta o aquella ciudad,
a esta o aquella cabeza de puente o incluso a la mera necesidad de elegir a uno
cualquiera que haga el número de los 750, sin parar mientes minuciosamente en
la cosa ni en el nombre, él es el elegido de la nación, y el acto de su
elección es el gran triunfo que se juega una vez cada cuatro años el pueblo
soberano (DB, 148).
Estos postulados podrían dar a entender que el análisis del
poder, tal como se plantea con estas categorías de poder efectivo y moral,
queda retrotraído a los poderes institucionales del Estado. De hecho, buena
parte del análisis de Marx se concentra en las relaciones de poder entre Bonaparte
y la Asamblea, primero Constituyente y luego Nacional Legislativa. 3
En noviembre de 1849 tuvo lugar el enfrentamiento entre
Bonaparte y la Asamblea en torno a la petición de crédito para la expedición
romana. Luego, el forcejeo se da con ocasión de la propuesta de retorno de los
Orleans y los Borbones, y la destitución del ministerio Barrot- Falloux (LCF,
99). En mayo de 1850 tiene lugar la disputa en torno a la abolición del
sufragio universal y la ley de prensa (DB, 178- 179). Más adelante, en mayo de
1851, se producen los enfrentamientos entre los dos poderes por la reforma de
la Constitución. Los bonapartistas intentaron en vano derogar el artículo 45
para permitir la reelección de Bonaparte (DB, 195; LCF, 99).
Sin embargo, Marx advierte que las luchas, aunque
aparentemente se produzcan entre los poderes del Estado o entre partidos, en
realidad son luchas de clase: “examinando más de cerca la situación y los
partidos, se esfuma esta apariencia superficial, que vela la lucha de clases y
la peculiar fisonomía de este período” (DB, 158). En LCF va más allá y
sentencia:
los que se enfrentaban
el 29 de enero no eran el presidente y la Asamblea Nacional de la misma
república; eran la Asamblea Nacional de la república en período de constitución
y el presidente de la república ya constituida, dos poderes que encarnaban
períodos completamente distintos del proceso de vida de la república; eran, de
un lado, la pequeña fracción republicana de la burguesía, única capaz para
proclamar la república, disputársela al proletariado revolucionario por medio
de la lucha en la calle y del régimen del terror y estampar en la Constitución
los rasgos fundamentales de su ideal; y de otro, toda la masa monárquica de la
burguesía, única capaz para dominar en esta república burguesa constituida,
despojar a la Constitución de sus aditamentos ideológicos y hacer efectivas,
por medio de su legislación y de su administración, las condiciones
inexcusables para el sojuzgamiento del proletariado (LCF, 75).
Así, las categorías de análisis no se restringen a lo
institucional. Más allá de eso, la distinción entre poder efectivo y poder
moral no parece ser accidental. Incluso Marx usa esas categorías con referencia
explícita a las luchas de clases: Por ejemplo, cuando analiza la ley del 31 de
mayo de 1850, “el coup d'état de la
burguesía”:
…todas sus victorias
anteriores sobre la revolución tenían un carácter meramente provisional…
Dependían del azar de unas nuevas elecciones generales, y la historia de las
elecciones desde 1848 probaba irrefutablemente que en la misma proporción en
que se desarrollaba el poder efectivo de la burguesía, ésta iba perdiendo su
poder moral sobre las masas del pueblo. El 10 de marzo, el sufragio universal
se pronunció directamente en contra de la dominación de la burguesía; la
burguesía contestó proscribiendo el sufragio universal. La ley del 31 de mayo
era, pues, una de las necesidades impuestas por la lucha de clases (DB,
177)4
La distinción entre poder político y poder social también la
encontramos en su análisis de la Constitución, pero referida explícitamente a
la lucha de clases. Aquí el poder político se refiere al dominio institucional,
si se quiere, al dominio de la “escena política”, mientras el poder social
alude a la posición de clase en el ámbito de las relaciones de producción,
donde se configuran los intereses que son representados en aquella.
De acuerdo con Marx, la más grave contradicción de la
Constitución radica en otorgarle, mediante el sufragio universal, el poder
político a las clases esclavizadas, mientras priva de garantías políticas el
poder social de la burguesía:
…la contradicción de
más envergadura de esta Constitución consiste en lo siguiente: mediante el
sufragio universal, otorga la posesión del poder político a las clases cuya
esclavitud social debe eternizar: al proletariado, a los campesinos, a los
pequeños burgueses. Y a la clase cuyo viejo poder social sanciona, a la
burguesía, la priva de las garantías políticas de este poder. Encierra su
dominación política en el marco de unas condiciones democráticas que en todo
momento son un factor para la victoria de las clases enemigas y ponen en
peligro los fundamentos mismos de la sociedad burguesa. Exige de los unos que no
avancen, pasando de la emancipación política a la social; y de los otros que no
retrocedan, pasando de la restauración social a la política (LCF, 68-69).
Esta distinción entre poder político y poder social, se
aclara cuando Marx analiza las contradicciones de la burguesía. Marx va a
plantear que, en las condiciones de la sociedad francesa a mediados del siglo
XIX, existe una contradicción entre el poder social y el poder político de la
burguesía, que hace imposible la vigencia de la república parlamentaria, aunque
esta sea la única forma de gobierno en que la burguesía puede dominar
conjuntamente. Ello obligará a la burguesía social (contrariando su
representación política) a apoyar la anulación del gobierno republicano con el
golpe de Estado de Luis Napoleón.
Si el partido
parlamentario del orden, con sus gritos pidiendo tranquilidad, se condenaba
él mismo, como ya he indicado, a la inacción, si declaraba la dominación
política de la burguesía incompatible con la seguridad y la existencia de la
burguesía; destruyendo por su propia mano, en la lucha contra las demás clases
de la sociedad, todas las condiciones de su propio régimen, del régimen parlamentario, la masa extraparlamentaria de la burguesía,
con su servilismo hacia el presidente, con sus insultos contra el parlamento,
con el trato brutal a su propia prensa, empujaba a Bonaparte a oprimir, a
destruir a sus oradores y sus escritores, sus políticos y sus literatos, su
tribuna y su prensa, para poder así entregarse confiadamente a sus negocios
privados bajo la protección de un gobierno fuerte y absoluto. Declaraba
inequívocamente que ardía en deseos de deshacerse de su propia dominación
política para deshacerse de las penas y los peligros de esa dominación (DB,
203-204).
Marx resalta que es en las condiciones específicas de la
sociedad francesa y en la coyuntura que analiza, que la república parlamentaria
no es posible. Es decir, no afirma que a determinada forma de producción deba
corresponder necesariamente una forma de gobierno o que la república democrática
esté destinada a fracasar por la necesidad de la burguesía de conservar su
poder social.
En su argumento, la dominación social de la burguesía es
incompatible con el régimen parlamentario,
porque este es el régimen de la lucha y la discusión, que implican “desorden” y
perjudican los negocios. Así, para que la burguesía asegurara su dominación
social, en tanto clase, estaba condenada a perder la dominación política.
Analizando el momento en que la burguesía rechazaba las libertades y derechos que
antes había reivindicado con el mote de “socialistas” y el consiguiente
desorden que a su juicio creaban, afirma Marx:
Lo que no comprendía
la burguesía era la consecuencia de que su mismo régimen parlamentario, de que
su dominación política en general tenía que caer también bajo la condenación
general, como socialista. Mientras la dominación de la clase burguesa no se
hubiese organizado íntegramente, no hubiese adquirido su verdadera expresión
política, no podría destacarse tampoco de un modo puro el antagonismo de las
otras clases, ni podía, allí donde se destacaba, tomar el giro peligroso que
convierte toda lucha contra el poder del Estado en una lucha contra el capital.
Cuando en cada manifestación de vida de la sociedad veía un peligro para la
«tranquilidad», ¿cómo podía empeñarse en mantener a la cabeza de la sociedad el
régimen de la intranquilidad, su propio régimen, el régimen parlamentario, este
régimen que, según la expresión de uno de sus oradores, vive en la lucha y
merced a la lucha? (DB, 173).
Así pues, para mantener su poder social, su poder como clase
en el entramado de las relaciones de producción, más allá de su representación
en la escena política o en la dinámica parlamentaria, la burguesía debía
renunciar a la posibilidad de dominar políticamente como clase en un gobierno
republicano:
Por tanto, cuando la
burguesía excomulga como «socialista» lo que antes ensalzaba como «liberal»,
confiesa que su propio interés le ordena esquivar el peligro de su Gobierno
propio, que para poder imponer la tranquilidad en el país tiene que imponérsela
ante todo a su parlamento burgués, que para mantener intacto su poder social
tiene que quebrantar su poder político; que los individuos burgueses sólo
pueden seguir explotando a otras clases y disfrutando apaciblemente de la
propiedad, la familia, la religión, y el orden bajo la condición de que su
clase sea condenada con las otras clases a la misma nulidad política… (DB,
174).
En fin, dado que la república implica una agitación o
discusión permanente, el poder político que en ella ostente la burguesía puede
entrar en contradicción con su poder social, con su estatus y su forma de vida
material soportada sobre la explotación de otras clases, en la medida en que
ese “desorden” perjudique sus negocios:
También a la burguesía
industrial, en su fanatismo por el orden, le irritaban las querellas del
partido parlamentario del orden con el poder ejecutivo… Si bien hemos visto que
las pullas jactanciosas, las mezquinas intrigas en que se manifestaba la lucha
del partido del orden contra el presidente no merecían mejor acogida, por otra
parte este partido burgués, que exigía a sus representantes que dejasen pasar
sin resistencia el poder militar de manos de su propio parlamento a manos de un
pretendiente aventurero, no era siquiera digno de las intrigas que se
malgastaban en su interés. Demostraba que la lucha por defender su interés
público, su propio interés de clase, su poder político, no hacía más que
molestarle y disgustarle como una perturbación de su negocio privado” (DB,
202).
III
Es posible que Marx utilizara sus categorías de poder
-efectivo, moral, social y político- como una matriz analítica susceptible de
distintas combinaciones. Una lectura más atenta podría encargarse de
reconstruir las relaciones que el autor establece entre estas categorías. Sin
embargo, también se puede plantear que el análisis que Marx realiza desborda
tales conceptos.
En efecto, en LCF y el DB hay un análisis de las relaciones
de poder, entendido como las relaciones de fuerza entre las distintas clases.
No en vano, varios autores han llamado la atención sobre la relación que los
análisis de Marx pueden tener con los de Michel Foucault 5. A diferencia de las categorías antes
examinadas, esta perspectiva permite establecer distinciones entre el poder y
la dominación y la violencia, para entenderlo más bien como ejercicio de
fuerza. Como afirma Sánchez Vásquez (1999: 29), en Marx el poder no es un
objeto que se conquista, posee o mantiene, sino en virtud de un conjunto de
condiciones o circunstancias, es relacional. Ello lo demuestra claramente el hecho
de que Bonaparte, un individuo que Marx retrata como negado para el poder,
pueda haber llegado al gobierno a partir de la explotación de la lucha de
clases.
En muchos pasajes Marx resalta el ejercicio físico y
simbólico de la fuerza6. En esta dimensión
puede apreciarse en los constantes análisis que Marx hace de las fuerzas
armadas. El 13 de junio de 1849 hubo una protesta que aglutinó a La Montaña, el
partido socialdemócrata del proletariado más la pequeña burguesía, junto con la
Guardia Nacional con ocasión del bombardeo a Roma por tropas francesas. Aunque
fue una protesta de carácter pacífico en la que se desfiló sin armas pero con
uniformes, la burguesía, el partido del orden con mayoría en la Asamblea,
disolvió parcialmente la Guardia Nacional. Marx interpretó este hecho como un
contrasentido para la propia burguesía porque, dado que este cuerpo armado
podría estar bajo el mando de la Asamblea, con esta acción perdió la
posibilidad de defenderse del ejército bajo el mando de Bonaparte, y ello
tendría un costo muy alto en el golpe de estado del 2 de diciembre de 1851:
En las jornadas de
junio de 1848, la burguesía la pequeña burguesía, en calidad de Guardia
Nacional, estuvieron unidas con el ejército contra el proletariado; el 13 de
junio de 1849, la burguesía hizo que el ejército dispersase a la Guardia
Nacional pequeñoburguesa; el 2 de diciembre de 1851, había desaparecido la
Guardia Nacional de la propia burguesía, y Bonaparte se limitó a registrar este
hecho al firmar, después de producido, el decreto de su disolución (DB,
167).
Esta apreciación, que frecuentemente se articula con la
metáfora de la guerra para hacer referencia a la lucha política 7, vuelve a
aparecer cuando Marx analiza la destitución del General Changarnier, que era
una ficha del partido del orden, como jefe del ejército en 1851:
El partido del orden,
dando una repulsa al ejército, que se pone a su disposición en la persona de
Changarnier, y entregándoselo así de modo irrevocable al presidente, declara
que la burguesía ha perdido la vocación de gobernar. Ya no existía un Gobierno
parlamentario. Al perder el asidero del ejército y la Guardia Nacional, ¿qué
medio de fuerza le quedaba para afirmar a un mismo tiempo el poder usurpado del
parlamento sobre el pueblo y su poder constitucional contra el presidente?
Ninguno. Sólo le quedaba la apelación a esos principios inermes que él mismo
había interpretado siempre como meras reglas generales y que se prescribían a
otros para poder uno moverse con mayor libertad. Con la destitución de
Changarnier y la entrega del poder militar a Bonaparte, termina una primera
parte del período que estamos examinando, el período de la lucha entre el
partido del orden y el poder ejecutivo. La guerra entre ambos poderes se
declara ahora abiertamente, se libra abiertamente, pero cuando ya el partido
del orden ha perdido sus armas y soldados (DB, 190).
No obstante, Marx no descuida lo que podría denominarse la
dimensión del poder institucionalizado, aspecto que podría iluminar la forma
como entiende la relación entre el poder y el derecho. Por ejemplo, con
frecuencia destaca la manera como las normativas constitucionales condicionan
los cursos de acción y las relaciones entre los actores. A su juicio, la
Constitución de 1848 era vulnerable “no en el talón, sino en la cabeza, o mejor
dicho en las dos cabezas en que culminaba: la asamblea a legislativa, de una
parte, y, de otra, el presidente”. En el intento por “asegurar su propia
posición”, los republicanos burgueses habían diseñado un sistema en el cual la
Asamblea tenía la potestad de “eliminar” constitucionalmente al presidente,
mientras que el presidente sólo podía hacerlo de forma inconstitucional, por lo
que Marx pensaba que la Asamblea provocaba “su violenta supresión” (DB, 147).
El análisis de Marx tampoco admite una reducción al poder
militar o a la violencia latente o manifiesta8 Aquí Marx resalta el carácter de
“farsa” de la política de Bonaparte en estos viajes y en su intento por ganarse
al pueblo. Muestra de ello es que el golpe de Bonaparte no sólo se sustentó en
el respaldo del ejército. Más aún, del análisis de Marx se puede colegir que el
solo respaldo del ejército no era suficiente para tomarse el poder. Marx
estudia las formas como Bonaparte apeló al respaldo del pueblo. En la disputa
con la Asamblea Nacional, en 1849, Bonaparte intentaba por distintos medios
ganarse al pueblo: incrementó el sueldo a los suboficiales, creó un banco para
créditos de honor a los obreros. La Asamblea Nacional montó en cólera ante los
intentos de Bonaparte de ganar popularidad a costa suya (DB, 174). Mientras la
Asamblea Nacional estaba en receso, entre agosto y octubre de 1849, Bonaparte
emprendió varios “viajes principescos por provincias” (LCF, 99). Al año
siguiente realizó varias giras por los departamentos, en las que se hacía
acompañar y aplaudir por los afiliados a la Sociedad del 10 de Diciembre:
En estas giras, que el
gran Moniteur oficial y los pequeños «monitores» privados de Bonaparte, tenían,
naturalmente, que celebrar como cruzadas triunfales, le acompañaban constantemente
afiliados de la Sociedad del 10 de Diciembre. Esta sociedad data del año 1849.
Bajo el pretexto de crear una sociedad de beneficencia, se organizó al
lumpemproletariado de París en secciones secretas, cada una de ellas dirigida
por agentes bonapartistas y en general bonapartista a la cabeza de todas… Lo
que para los obreros socialistas habían sido los talleres nacionales y para los
republicanos burgueses los gardes mobiles, era para Bonaparte la Sociedad del
10 de Diciembre: la fuerza combativa de partido propia de él. Las secciones de
esa sociedad, enviadas por grupos a las estaciones, debían improvisarle en sus
viajes un público, representar el entusiasmo popular, gritar Vive l’Emperateur,
insultar y apalear a los republicanos, naturalmente bajo la protección de la
policía (DB, 179-181).
Aquí Marx resalta el carácter de “farsa” de la política de
Bonaparte en estos viajes y en su intento por ganarse al pueblo 9. Ante su
fracaso, Bonaparte habría optado por ganarse al ejército: “en los salones del
Elíseo, empieza obsequiando a los oficiales y suboficiales con cigarros y
champagne, aves frías y salchichón adobado con ajo” (DB, 182). Empero, no sólo
el lumpenproletariado respaldó el golpe de Bonaparte, también la misma
burguesía, pero era la burguesía extraparlamentaria o social que se había
revelado contra su propia representación y poder político. La burguesía
industrial aplaudió el golpe de Estado de Bonaparte (DB, 210): “La burguesía
francesa, que se rebelaba contra la dominación del proletariado trabajador,
encumbró en el poder al lumpemproletariado,
con el jefe de la Sociedad 10 de Diciembre a la cabeza” (DB, 212).
En el mismo sentido Marx resalta la importancia del sufragio
universal en la disputa entre los representantes de la burguesía en el
parlamento y Bonaparte. El sufragio es inicialmente abolido por la Burguesía,
por la ley del 31 de mayo de 1850 como medida de control frente a la victoria
de la socialdemocracia en las elecciones del 10 de marzo anterior (DB, 176).
Pero en vísperas de la toma del poder por Bonaparte, éste exigió restaurar el
sufragio universal y derogar la ley de 31 de mayo, lo que consigue finalmente
en octubre de 1851(DB, 208).
Corolario
Este trabajo presentó una interpretación onomasiológica y
semasiológica de la forma como Marx concibe el poder en dos de sus más
reconocidos análisis políticos: LCF y DB. Aunque se trata, en estricto sentido,
de análisis políticos, ambas obras permiten acercarnos a la complejidad del
pensamiento político de Marx y, si bien no se trata de textos filosóficos, a su
potencial comprensivo y explicativo. Aquí las formulaciones abstractas son
reformuladas, matizadas o ajustadas al discurrir discontinuo de los
acontecimientos.
En estos trabajos no existe una teoría política formulada
explícitamente ni con los niveles de elaboración que revisten muchas de sus
obras sobre crítica de la economía política. Sin embargo, existe una
aproximación particular a la política, con unos conceptos y unos significantes
cuyos significados pueden rastrearse cuidadosamente. Desde luego, si se concibe
la obra de Marx como una construcción no concluida y, por consiguiente, abierta
a distintas lecturas, debe también afirmarse que el análisis aquí presentado no
puede generalizarse a la totalidad de su obra.
En todo caso, en sus análisis políticos Marx maneja una
concepción relacional del poder, que deja de lado sus acepciones como capacidad
o atributo, si bien no supone un voluntarismo, pues las relaciones de poder se
desarrollan en marcos estructurales e institucionales. La preocupación de Marx
por conceptualizar el poder, aunque sea de manera intuitiva, puede verse
claramente en sus distinciones de poder efectivo, moral, político y social.
Finalmente, el análisis del poder no se restringe al manejo de un vocabulario
determinado sino que también se pone de manifiesto en el análisis de la idea
misma de poder, como relaciones de fuerza entre distintas clases sociales, que
puede distinguirse claramente de la dominación y la violencia.
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Notas
1 Politólogo, candidato a Doctor en Estudios
políticos y relaciones internacionales de la Universidad Nacional de Colombia.
2 El análisis del poder social puede inferirse de la lógica como Marx analiza
la economía capitalista, tal como lo plantea Merlo: “… la subsunción de
un proceso laboral bajo el dominio del capital muestra el poder como una
específica relación de fuerza. Resulta específica porque para la fuerza de
trabajo no es válida la ley de los valores (la conmensurabilidad entre valor de
uso y valor que regula el intercambio de mercancías), sino que es la condición
de existencia del mismo capital y la única fuerza capaz de darle valor, es
decir, incrementarlo en cuanto valor de cambio, dinero. Lo que distingue al
capital de otros modos de apropiación del trabajo ajeno es el hecho de que la
coacción ejercida sobre los trabajadores no es externa, sino que está dentro
del proceso de producción inmediato. La fuerza de trabajo es incorporada en el
proceso de producción, cuyos medios materiales son ya posesión del capitalista.
En dicho proceso, la apropiación del plus-de-trabajo toma la forma de plusvalía,
de un incremento indefinido de la magnitud de valor medida en tiempo de trabajo
social. El proceso de apropiación efectúa la conversión general de un mecanismo
económico-social en una relación de poder, en una «función de explotación de un
proceso laboral social». El poder del capitalista es una dominación social
en la medida en que ejerce un mando (en forma propietaria) sobre las
condiciones materiales de la producción –cristalizadas en determinadas
relaciones institucionales y económicas- y a través de estas sobre el trabajo
formalmente libre”. Merlo (2005: 304-305).
3Asamblea Constituyente del 4 de mayo de 1848 a mayo 1849 y Nacional
Legislativa del 28 mayo 1849 a diciembre de 1851.
4En LCF la alusión al “poder moral” aparece cuando se refiere a La Montaña:
“Esta representaba la mayoría de los departamentos, exageraba su influencia
dentro del ejército, disponía del sector democrático de la Guardia Nacional y
tenía consigo el poder moral de los tenderos” (LCF, 92).
5 McDonald (2002: 278), llega a afirmar: “Foucault vio en Marx un alma gemela
en el análisis del poder mismo”. Para Múnera (2005: 38), “el reto analítico
planteado por Marx, consistente en comprender y explicar el poder desde una
perspectiva que tiene como eje fundamental la fuerza y no el consenso, fue
retomado por Michel Foucault y Pierre Bourdieu, provenientes de corrientes
gnoseológicas y políticas diferentes, que no se limitaban al marxismo”.
Finalmente, reconstruyendo posibles relaciones entre ambos autores afirma
Zubiría (2005: 10): “Marx nunca concibe el poder localizado exclusivamente en
el Estado, ni tampoco como si el poder fuera la propiedad de una sola clase que
lo ha conquistado. El ejercicio del poder es la reproducción de una hegemonía
de clase a lo largo de todo el entramado del tejido social y por esto es una
categoría omnipresente en las relaciones económicas, políticas, culturales,
etc., entre las clases de cada sociedad concreta. El nudo de su problemática es
analizar ese “proceso oculto” por el cual las relaciones sociales toman la
forma – Estado. La instancia institucional del Estado es sólo uno de los
componentes en la institucionalización práctica del poder real, que se intenta
lograr bajo una imposición más o menos homogénea de ciertas normas, principios,
valores y fines. El poder del Estado es una relación entre clases y no una cosa
o instrumento en sí”.
6 Por ejemplo, el 29 de enero de 1849, fecha en que la Asamblea Constituyente
debía determinar si procedía o no a su disolución, Bonaparte ocupó militarmente
el edificio donde sesionaba: “Esos señores no advirtieron o no quisieron
advertir que Bonaparte se valió del 29 de enero de 1849 para hacer que
desfilase ante él, por las Tullerías, una parte de las tropas y se agarró
ávidamente a esta primera demostración pública del poder militar contra el
poder parlamentario (DB, 153).
7 Por ejemplo, Marx hace referencia a la “guerra de guerrillas” también para
referirse a la lucha política: “Por último, hacia fines de diciembre, comenzó
una guerra de guerrillas en torno a unas u otras prerrogativas del parlamento…”
(DB, 185).
8 Como afirma Zubiría (2005: 10), en el análisis de Marx las relaciones de
fuerza exceden la violencia y no se reducen a ella.
9 “Los bonapartistas tenían tan poca confianza en el efecto mágico de su
personalidad, que mandaban con él a todas partes, como claque, a gentes de la
Sociedad del 10 de Diciembre —la organización del lumpemproletariado parisino—,
empaquetándolas a montones en los trenes y en las sillas de posta. Ponían en
boca de su marioneta discursos que, según el recibimiento que se le hacía en
las distintas ciudades, proclamaban la resignación republicana o la tenacidad
perseverante como lema de la política presidencial. Pese a todas las maniobras,
estos viajes distaban mucho de ser triunfales. Convencido de haber entusiasmado
así al pueblo, Bonaparte se puso en movimiento para ganar al ejército. Hizo
celebrar en la explanada de Satory, cerca de Versalles, grandes revistas, en
las que quería comprar a los soldados con salchichón de ajo, champán y
cigarros” (LCF, 132).