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Michel Foucault ✆ Sergio Aquindo |
Roberto Nigro | En
las observaciones que siguen buscaré esbozar algunas líneas de investigación.
En lugar de presentar un compendio sobre la relación "posible o
imposible" que Foucault mantiene con la obra de Marx, me permitiré sugerir
algunas pautas que puedan servir como guías para futuras investigaciones. Mi
hipótesis es simple. Sugiero que la obra de Foucault está atravesada, de un
extremo a otro, por un enfrentamiento con Marx. Esto exige distinguir dos
niveles: aquel de la confrontación real de Foucault con Marx y aquel de la
confrontación posible. Ambos planos no se oponen entre sí, como la noche al
día, y no deben hacernos pensar en la oposición entre un lado verdadero y otro,
que uno desea verdadero. En el primer plano busco el fundamento para el
desarrollo del segundo, aunque la cuestión del problema radica más bien, creo
yo, en dirección a la posible confrontación. Creo que planteando en Marx las
preguntas que vienen de Foucault y en Foucault los problemas que se derivan de
la obra de Marx, podemos descubrir nuevos aspectos de las obras en cuestión y,
al mismo tiempo, encontrar nuevos caminos para nuestra reflexión de hoy en día.
A modo de introducción me gustaría aclarar algunos puntos.
Sería un error imaginar que la obra de Foucault está atravesada por una
confrontación "sistemática" con Marx. Sin embargo no es imposible
reconstruir paso a paso esta Auseinandersetzung
(Debate) entre Foucault y Marx
(la palabra alemana que mejor expresa, creo, el desafío del problema, ya que
mantiene el doble sentido de la confrontación y la lucha) También sabemos que
los caminos que conducen desde Foucault a Marx se asemejan más a laberintos que
a líneas rectas.
Resumiría en tres puntos los problemas que, en mi opinión,
plantea esta confrontación: en primer lugar, nos preguntamos por el peso que la
obra de Marx tiene en la obra de Foucault. En segundo lugar nos preguntamos por
el Marx que Foucault retoma en sus análisis, aquél del que Foucault se aparta
en su obra y nos preguntamos por qué privilegia una pista antes que otra. En
tercer lugar, aunque la obra de Foucault no permite distinguir fácilmente su
combate con Marx, del combate con el marxismo, resulta conveniente diferenciar
estos dos elementos. Si bien de hecho Foucault reconoce un núcleo del marxismo,
en el que también estaría involucrado el discurso de Marx, sin embargo, ha
intentado en algunos pasajes de su obra, situar a Marx distanciado del
marxismo.
A lo largo de su trayectoria filosófica, así como
biográfica, la pelea de Foucault con Marx y el marxismo es doble. Rechaza al
marxismo en cuanto saber inscripto en la racionalidad del mundo occidental e
intenta demostrar que este conocimiento construyó un sistema de poder que no
puede negarse. Rechaza el marxismo asociado al sistema de poder. De ahí también
su malestar y desconfianza con el discurso marxista dominante de su tiempo, al
que identifica como signo invertido del mismo mecanismo de poder. Me parece que
las palabras que acompañan su respuesta a la pregunta “¿ qué poner en el lugar
del sistema?” ilustran bien el significado de este discurso: “Pienso que
imaginar otro sistema, es aún, en la actualidad, parte del sistema" [ 1] .
Si reconocemos su tentativa por no confinar su pensamiento en un sistema
cerrado, de oponer al sistema una suerte de exceso infinito que evite la trampa
de la identidad, uno podrá entender por qué, a partir de un cierto momento,
había que tener cuidado "como de la peste" de marxismo que se
volviera sistema. Para Foucault, se trataba de utilizar a Marx como una caja de
herramientas y no de buscar el sentido perdido o de revelar el verdadero
significado de la palabra de Marx [2]. Interrogar a Marx significa, para él
tanto como para nosotros, interrogar sobre la "cosa" de su
pensamiento y asumir todos los riesgos que una empresa de ese tipo implicaba,
incluyendo el fracaso debido a que no se lee a Marx para mistificarlo o para
volverlo resistente a la prueba del tiempo. Foucault trabaja para destotalizar
la imagen de Marx, puede decirse que intenta servirse de Marx para ciertas
investigaciones sin adherir a su discurso completamente.
Leyendo la obra de Foucault, es posible percibir cómo Marx
fue para él un personaje conceptual con múltiples máscaras. A veces se presenta
como un amigo, a veces como un adversario, y con frecuencia con ambas caras a
la vez. Es por ello que Foucault, si se acerca a Marx también a menudo se
aleja. Le asigna máscaras, piensa con él sin citarlo, lo cita para criticarlo o
para criticar a aquellos que parecen ser sus discípulos, pero que aparecen a
sus ojos como "horribles gnomos”. Probablemente debió sentirse molesto por
las reiteradas referencias a Marx de su época. Su modestia y su desconfianza
frente a las cosas archiconocidas lo llevaban a evitar una confrontación
directa con Marx.
Mi objetivo no es desarrollar una posible confrontación
entre las obras de estos dos autores para hacerles decir lo que no han dicho.
Podría interrogar sus no dichos, ubicarme en sus dichos y no dichos para que
ellos nos empujen a decir lo que ellos no podían decir. Las páginas que siguen
no pretenden agotar el análisis de las observaciones anteriores. Más bien
pretender generar pistas para futuras investigaciones. Esbozo en este trabajo
una serie de pasos, que van desde la superación del humanismo y la marginación
del hegelianismo a la confrontación con el Marx que Foucault refiere, a saber,
un teórico de la articulación de las prácticas. Por último, voy a comentar las
nuevas preocupaciones teóricas respecto al marxismo, que atraviesan la obra de
Foucault a partir de la segunda mitad de los años setenta.
I. Nietzsche, Heidegger y Althusser: la
superación del humanismo
Para situar los inicios teóricos foucaultianos, es necesario remitirse primero
a Nietzsche y Heidegger y, posteriormente, considerar el papel jugado por el
pensamiento de Althusser.Las razones son muchas. Me limitaré aquí a retomar
algunas propuestas de las obras de estos autores para definir el entorno en el
que se baña el pensamiento de Foucault.
Si Nietzsche hizo hincapié en el carácter absolutamente
histórico del ser humano [3], Heidegger, retomando estas reflexiones, trató de
plantear el problema ontológico de la historia [4]. Para él, la comprensión de
la esencia de la historicidad no se detiene en la antropología, sino en la
ontología. Así, Heidegger abandonará el análisis del hombre en tanto hombre
para acceder a una reflexión ontológica sobre el modo de ser de la existencia
como Da-sein. Posteriormente, después de la Kehre, Heidegger también abandonará
este enfoque: poniendo deliberadamente distancia con relación a cualquier
referencia al papel del Dasein para la interpretación del ser[5]. La
comprensión del hombre, para él, estará de acuerdo con aquella del Ser. Es por
ello, dice, que estamos en un plano donde hay sobre todo ser [6]. Este
pensamiento, superando todo humanismo, renuncia igualmente a toda categoría
ligada a la subjetividad como a la objetividad, ya que no se plantea el saber
sobre quién es el hombre, sino, el cómo permanecer en esta apertura del ser que
Heidegger llama su ek-sistence [7].
Por vías diferentes Althusser también contribuirá a la
superación del humanismo. Retomando el problema del anti-humanismo teórico de
Marx, escribió: "Sólo se puede conocer algo acerca de los hombres a
condición de reducir a cenizas el mito filosófico (teórico) del hombre. Todo
pensamiento que se reclamase de Marx para restaurar, de una u otra manera, una
antropología o un humanismo teórico teóricamente sólo serían cenizas.” [8].
Althusser destaca que al rechazar la esencia del hombre como fundamento
teórico, Marx descartó las categorías filosóficas de sujeto, empirismo y
esencia ideal de todos los dominios donde ellas reinan. También destaca el
desplazamiento operado por Marx, cuando reemplaza el viejo par
individuo-esencia humana por nuevos conceptos tales como fuerzas de producción,
relaciones de producción, etc.
No es difícil rastrear estos contenidos en la obra de Marx.
Desde los Grundrisse, Marx esboza un análisis centrado cada vez más en las
relaciones de producción y en las fuerzas productivas. Se adivina una suerte de
fascinación en él, cuando se apresta a describir la dependencia recíproca y
multilateral entre los individuos "por otra parte, indiferentes los unos a
las miradas de los otros", lo que constituye su conexión social. Marx
muestra que “el carácter social de la actividad, como la forma social del
producto, como la parte que el individuo participa en la producción, aparecen
aquí, frente a los individuos, como algo extraño, como una cosa; no como el
comportamiento recíproco de los individuos, sino como su sumisión a la
relaciones existentes independientemente de ellos, que resultan del choque de
estos individuos indiferentes" [9] . Se interesa cada vez más en el
funcionamiento del mecanismo social y en su poder.
II. Escapar del
hegelianismo: Foucault discípulo de Nietzsche
Sabemos la importancia que Foucault atribuye a las reflexiones de estos
autores. En un momento en que él se está alejando del hegelianismo y de todas
las formas que pudiera tomar, la lectura de Heidegger, de Nietzsche y de
Althusser, entre muchos otros, funciona para él como el único camino de acceso
hacia una cultura de otro signo [10].
La obra de Foucault nos permite, desde su comienzo, pensar
las vinculaciones entre los problemas planteados por estos autores. A pesar de
que no recupera exactamente la misma preocupación teórica, se sitúa en el mismo
sitio [11]. La primera obra de Foucault lleva la marca de una reflexión sobre
la racionalidad y se encuentra en un campo de entera renovación de puntos de
vista sobre estos grandes temas en general [12]. Los libros de Foucault,
especialmente La Historia de la locura y Las palabras y las cosas, se ubican
"al comienzo del período de la gran contienda que marcó una completa
renovación de las formas de pensar y escribir heredadas de la postguerra
inmediata, con el cuestionamiento simultáneo del realismo narrativo, la
filosofía del sujeto, las representaciones continuistas del progreso histórico,
de la racionalidad, dialéctica, etc” [13]. Diferentes etapas, por supuesto, en
ese momento marcaron la evolución de su pensamiento. Alumno de Hyppolite,
Foucault había cruzado los caminos que conducían de Hegel a Marx; se había
sumergido en los estudios psicológicos a tal punto que en la mayoría de los
círculos académicos se lo etiquetó de sicólogo hasta 1968. El problema
filosófico de la antropología encantó sus reflexiones al mismo tiempo que el
horizonte de Daseinsanalyse atrajo su interés. Por lo tanto, cuando escribió su
primer libro, se vio envuelto en una revolución teórica que le llevó a rechazar
cualquier filosofía basada en un horizonte de reflexión antropológica concreta
sobre el hombre. Para ello había seguido la crítica de Binswanger y reconocido
que el proyecto de la antropología debía ser capaz de oponerse a toda forma de
positivismo psicológico que agota el contenido significativo del hombre en el
concepto simplista del homo natura. La superficie de apoyo de la antropología
debía ser reemplazada en el contexto de una reflexión ontológica que tomara por
tema principal la presencia del ser, la existencia, el Dasein. "El ser
humano (Menschsein) (Humano), después de todo, no es más que el contenido efectivo
y concreto de aquello que la ontología analiza como la estructura trascendental
del Dasein, de la presencia en el mundo" [14]. Por otra parte, Foucault
reconoce que Nietzsche resume el punto donde toda interrogación sobre el hombre
termina, ya que en la muerte del hombre se cumple con la muerte de Dios.
Foucault escribió: "La trayectoria de la cuestión Was ist der Mensch? (Qué
es el hombre?) en el campo de la filosofía, termina en la respuesta que él
rechaza y desarma: der Übermensch (el Superhombre)" [15]. Foucault se
pregunta si el hombre, en sus formas de existencia, no era la única manera de
alcanzar al hombre. Esto dificulta cualquier humanismo filosófico, toda
filosofía basada en una problemática de la naturaleza humana.
Estos problemas persiguen su primer intento de investigación
histórica que no escapa a la fascinación literaria del tema. La Historia de la
locura es un libro que puede leerse en diferentes niveles. Numerosas son las
cuestiones que lo atraviesan. Foucault se pregunta sobre el estatuto dado a los
locos en las sociedades europeas entre los siglos XVI y principios del siglo
XIX. Se pregunta cómo en una sociedad, se había comenzado a percibir estos
extraños personajes que eran los locos. La Historia de la locura trata de un
problema clásico, a saber, aquel del eterno debate entre la razón y la
sinrazón. Esta obra compleja es atravesada por un doble movimiento: por un
lado, Foucault reflexiona sobre la relación entre la razón y la sinrazón, a
partir de las experiencias literarias y filosóficas; por otro reelabora el
concepto de hombre para pensar la relación histórica entre la razón y la
sinrazón. En el momento de la Historia de la locura, Foucault admitía una
especie de locura alegre, voluble y ansiosa que la mecánica del poder y de la
psiquiatría habían llegado a reprimir y silenciar. Este texto, que se interroga
sobre el poder de la exclusión, no se encuentra lejos del sentido de la
experiencia nietzscheana de la tragedia. Porque así como para Nietzsche la
lucha mortal entre lo dionisíaco y lo apolíneo termina con la muerte de la
tragedia, el poder de las tinieblas penetrando en la luz socrática, así para
Foucault los poderes de la medianoche se desvanecen ante la verdad del sol. Y
al igual que para Nietzsche estos inicios no fueron más que un paso en el
camino que lo llevó lejos de cualquier noción de profundidad, para Foucault
estos comienzos no duran más que un tiempo, porque también había aprendido que
la locura, como Blanchot había escrito, no representa ninguna experiencia
situada por "fuera de la historia, y de la que los poetas (artistas) han
sido y pueden ser aún los testigos, las víctimas o los héroes" [16].
Con estas referencias, trato de mostrar cómo, a través de la
crítica a Nietzsche y a Heidegger, Foucault planteará sus interrogantes lejos
de cualquier marxismo humanista, así como también de todo hegelianismo. El
esfuerzo de Foucault consiste en desprenderse de toda verdad antropológica del
hombre, de cualquier sueño de un final de la historia, que es la utopía de los
pensamientos causales. Para él, Nietzsche, ha quemado las promesas que
mezclaban la dialéctica y la antropología: "Él se hizo cargo del final de
los tiempos tras la muerte de Dios y la errancia del último hombre; se hizo
cargo de la finitud antropológica, para poner de manifiesto el salto prodigioso
del superhombre; ha retomado la gran cadena continua de la historia, para
curvarla en el retorno infinito " [17]. Su pelea con Marx se precisa, en
efecto, como el rechazo al camino recorrido por un cierto marxismo después de
Marx: el rechazo a una cultura dialéctica cuyo punto fuerte se sitúa en la
experiencia del pensamiento de Nietzsche. Nietzsche ha demostrado que la muerte
de Dios significa la desaparición del hombre ya que "el hombre y Dios
tenían extrañas relaciones de parentesco, ambos eran a la vez hermanos gemelos
y padre e hijo uno del otro, que estando muerto Dios, el hombre no podía no
desaparecer al mismo tiempo, dejando atrás el gnomo feo "[18]. En el
camino de Nietzsche, Heidegger adoptará también el fin de la dialéctica,
mientras trata de recuperar la relación fundamental del ser tras un retorno al
origen griego. Foucault cita igualmente el ejemplo de Russell, Wittgenstein y
Lévi-Strauss, para mostrar cómo una cultura no dialéctica aparece en regiones
muy diferentes. Se aleja así de una interpretación de Marx donde la historia
parece jugar un papel negativo: "[que] acentúa la presión de la necesidad,
[que] hace crecer las carencias, obligando a los hombres a trabajar y producir
más y más, sin recibir más que lo que necesitan para vivir, y a veces un poco
menos. [...] Así, crecen sin cesar aquellos a los que la Historia mantiene en
los límites de sus condiciones de existencia; y por ello mismo estas
condiciones no dejan de volverse cada vez más precarias y de aproximarse a
aquello que volverá la propia existencia imposible. De acuerdo con la lectura
del marxismo, la Historia [...], al privar al hombre de su trabajo, hace surgir
en relieve la forma positiva de su finitud – su verdad material finalmente
revelada" [19].
La dialéctica promete de alguna manera un ser humano que se
convertirá en hombre auténtico y verdadero. Promete el hombre para el hombre.
Liberarse de esta cultura significa no razonar más en términos de moral, de
valores, de reconciliación. Significa liberarse de una serie de supuestos que
condicionan este discurso: deshacerse del sujeto soberano y del concepto de
conciencia [20], de aquel del autor y de la idea de una historia continua. De
elementos todos ligados los unos a los otros. "La historia continúa, es el
correlato indispensable de la función fundadora del sujeto: la garantía de que
todo cuanto se le ha escapado podrá serle devuelto; la certidumbre que el
tiempo no dispersará nada sin restituirlo en una unidad recompuesta; la promesa
de que el sujeto podrá algún día – bajo la forma de la conciencia histórica –
apropiarse de nuevo de todas estas cosas mantenidas alejadas por la diferencia,
restaurará su poderío sobre ellas y encontrará en ellas lo que bien podemos
llamar su morada. Hacer del análisis histórico el discurso de lo continuo, y
hacer de la conciencia humana el sujeto originario de todo devenir y de toda
práctica, son las dos caras de un mismo sistema de pensamiento. El tiempo es
concebido en esos casos en términos de totalización, y la revolución no es
jamás en él más que una toma de conciencia" [21]. Foucault reflexiona aquí
sobre la mutación epistemológica del concepto de historia que, dice el mismo
Foucault, hoy aún no se ha completado. También es importante tener en cuenta
que hace remontar a Marx al momento en que esta transformación epistemológica
habría comenzado. Subraya que el tema de una historia mundial ha jugado un
papel constante desde el siglo XIX: “se trataba de salvar, contra todos los
descentramientos la soberanía del sujeto y las figuras gemelas de la
antropología y del humanismo " [22]. El papel desempeñado por Marx en esta
lucha es de una naturaleza diferente ya que Marx a través de su análisis
histórico de las relaciones de producción, de las determinaciones económicas y
de la lucha de clases descentró la historia. Ha fracasado la idea de
antropologizar a Marx volviéndolo un historiador de la totalidad, encontrar en
él el propósito del humanismo para poner un freno a sus descentramientos; de la
misma manera que uno está inducido a interpretar a Nietzsche en los términos de
la filosofía trascendental y a captar su genealogía sobre el plan de una
investigación sobre lo originario. "Se habían amontonado todos los tesoros
de otros tiempos en la vieja ciudadela de esa historia; se la creía sólida; se
la había sacralizado; se la había convertido en el último lugar del pensamiento
antropológico; se había creído poder capturar en ella a aquellos mismos que
contra ella se habían encarnizado; se había creído hacer de ellos guardianes
vigilantes. Pero en cuanto a esa vieja fortaleza los historiadores la han
abandonado hace mucho tiempo y han marchado a trabajar en otra parte; se ha
advertido incluso que Marx o Nietzsche no aseguran la salvaguardia que se les
había confiado. " [23].
III. Hacia una genealogía de las
tecnologías del poder
A partir de los años 70, el trabajo teórico de Foucault se desplaza. Afirma
que, debido a las circunstancias y eventos especiales, su interés teórico se ha
desplazado. Precisando que este movimiento lo ha llevado a abordar el problema
de las cárceles: "Esta nueva preocupación se me ofreció a mí como una
verdadera salida en vista del hastío que sentía frente a la cosa
literaria" [24] . A lo largo de su carrera, Foucault no deja de reinterpretar
su trabajo. En las numerosas entrevistas que ha dado, y que doblan su trabajo,
trata de abordar los temas que han constituido su preocupación teórica en el
curso de sus investigaciones. En todos, su mirada retrospectiva se coloca a la
altura de la reflexión que lo acompaña. Trata de dar un sentido siempre nuevo a
su trabajo o de desplazar el tema. Aunque, al seguir a Foucault, se corre el
riesgo de perder la traza de las pausas, de las rupturas, de los saltos que han
acompañado el desarrollo de su investigación; sus entrevistas muestran, sin
embargo, la aparición de ciertos conceptos. Menciona que en los años 60, había
buscado reconstituir "un cierto número de instituciones, funcionando en
nombre de la razón y la normalidad, habían ejercido su poder sobre grupos de
personas, en relación con comportamientos, formas de ser, hacer o decir,
constituidos como anomalía, locura, enfermedad, etc. Básicamente, yo no había
hecho otra cosa que una historia del poder "[25]. Y en esta misma
dirección, continuará sus investigaciones durante los años 70. Agreguemos que
Foucault considerará que el hilo que recorre sus investigaciones en esta etapa
es el análisis de la subjetividad: "He buscado más bien producir una
historia de los diferentes modos de subjetivación del ser humano en nuestra
cultura; he tratado en esta óptica, los tres modos de objetivación que
transforman a los seres humanos en sujetos " [26].
Para simplificar la lectura, me parece que podemos compartir
la producción teórica foucaultiana durante los años 70 en dos tramos: uno,
concerniente a la parte inicial de la década y que termina con la publicación
de Vigilar y castigar, el segundo, aquel que comienza con el lanzamiento de la
Voluntad de saber. Toda la primera parte de los años 70 en Foucault marca un
interés acrecentado en la investigación histórica de Marx. Se pregunta, a su
manera, sobre la genealogía del capitalismo. Al abordar el problema del sistema
penal, comienza a interesarse cada vez más en los mecanismos de control
engendrados por la sociedad moderna. A través de un nuevo movimiento pendular,
se interesa en las instituciones y prácticas que en alguna forma se sitúan por
debajo de lo decible. Foucault muestra que desde el principio del siglo XIX
toda una serie de instituciones han funcionado sobre un mismo modelo,
obedeciendo a las mismas reglas, es decir, un mecanismo de vigilancia donde los
individuos se fijaban a dispositivos punitorios, correctivos o sanitarios. Los
hospitales, asilos, orfanatos, escuelas, las fábricas etc. pertenecen a una
especie de gran forma social del poder que se estableció a principios del siglo
XIX y que fue probablemente una de las condiciones para el funcionamiento de la
sociedad industrial y capitalista [27]. Foucault señala que el capitalismo no
podría funcionar con un sistema de poder político indiferente a los individuos.
"Llegó un momento en que ha hecho falta que cada uno sea efectivamente
percibido por el ojo del poder. Cuando hubo necesidad para la división del
trabajo, de personas capaces de hacer esto o aquello, cuando se tuvo miedo
también que movimientos populares de resistencia, o de inercia, o de revueltas
vinieran a perturbar todo este orden capitalista en tren de nacer, entonces fue
necesario una vigilancia precisa y concreta sobre los individuos [...]"
[28].
Si Marx describe el despegue económico de Occidente con
referencia a los procesos que condujeron a la acumulación de capital, Foucault
insiste sobre los métodos de gestión de la acumulación de hombres que
permitieron el despegue político con relación a las formas de poder
tradicional. La acumulación de hombres no puede ser separada de la acumulación
del capital. No fue posible resolver el problema de la acumulación de los
hombres sin el desarrollo de un aparato productivo capaz a la vez de
mantenerlos y utilizarlos; inversamente, las técnicas que hacen útil la
multiplicidad acumulativa de hombres aceleran el movimiento de la acumulación
de capital. A un nivel menos general, las mutaciones tecnológicas del aparato
de producción, la división del trabajo, y la elaboración de los métodos
disciplinarios han mantenido un conjunto estricto de relaciones cerradas. Cada
uno ha hecho al otro posible y necesario, y cada uno ha servido de modelo al
otro.
Foucault muestra que las disciplinas son técnicas para
garantizar el ordenamiento de las multiplicidades humanas. Se inscriben en la
tarea de volver lo menos costoso posible el ejercicio del poder. De asegurar la
máxima intensidad del poder social y de extenderlo tan lejos como sea posible
sin fallas o lagunas. Las disciplinas tienen por objeto hacer crecer tanto la
docilidad como la utilidad de todos los elementos del sistema. Este triple
objetivo de la disciplina responde a una situación histórica bien conocida: el
fuerte crecimiento de la población general del siglo XVIII y el crecimiento del
aparato productivo. Teniendo en cuenta el crecimiento demográfico las
disciplinas se presentan como un procedimiento de antinomadismo. Se componen de
un conjunto de minúsculas invenciones técnicas que permitieron el crecimiento
de la utilidad de las multiplicidades, disminuyendo los inconvenientes del
poder. Para Foucault las disciplinas reales y corporales constituyeron el
subsuelo de las libertades formales y jurídicas. De este modo puede argumentar
que la "Ilustración", que descubrió las libertades, también inventó
las disciplinas. La extensión de los métodos de disciplina se inscriben en un
proceso histórico más amplio: el desarrollo, más o menos al mismo tiempo, de
muchas otras tecnologías - agrícola, industrial, económico. Entre estas
tecnologías, según Foucault, el panóptico ha sido poco considerado. La historia
de Occidente está marcada por la invención de un sistema de “dominación de una
racionalidad extrema. Le tomó mucho tiempo para llegar allí, y aún más tiempo
para descubrir lo que había detrás, consagrando todo un conjunto de propósitos,
técnicas y métodos; la disciplina reina en las escuelas, el ejército y las
fábricas " [29]. Foucault agrega: "El poder de la razón es una
potencia con sangre" [30] .
Estas investigaciones foucaultianas alrededor del poder
disciplinario, de la sociedad de control, del nacimiento de la sociedad
punitiva trazan la genealogía de los poderes estatales modernos. A través de la
identificación de una serie de tecnologías de gobierno de los cuerpos y de los
individuos, muestran el surgimiento de la forma moderna de la subjetividad.
Estas investigaciones se entrecruzan con las de Marx en El Capital. En un caso
como en el otro trazan la genealogía de la sociedad capitalista a partir de dos
perspectivas que no se excluyen entre sí, pero que se integran al describir el
proceso de acumulación de las fuerzas productivas y de las fuerzas del poder
político. Foucault afirma que no fue sino hasta el siglo XIX que se supo lo que
era la explotación, pero que dudaba aún sobre el sujeto del poder. Subraya que
sabemos aproximadamente acerca de quién explota, dónde va el beneficio, entre
las manos de quien pasa y dónde se reinvierte, mientras se ignora aún lo que es
el poder. Él dice: "Marx y Freud quizá no son suficientes para ayudarnos a
conocer esta cosa tan enigmática, a la vez visibles e invisibles, presentes y
escondidas, investidas totalmente y que uno llama el poder" [31]. Mucho
más aún porque los movimientos sociales que han transformado la sociedad occidental
desde finales de los 60 han planteado sin duda el problema de la lucha por el
poder.
Aunque estas investigaciones, a saber, las de Marx y
Foucault, puedan ser utilizadas para reconstruir la genealogía de la sociedad
moderna, capitalista occidental, no son totalmente superponibles. Creo que la
lectura foucaultiana de Marx presenta puntos de interés, aunque también
lagunas. Para leer a Marx, Foucault nos ofrece anteojos que acentúan ciertos
aspectos de su obra, especialmente aquellas que giran en torno a las relaciones
de fuerzas, a las luchas entre las clases, en fin a la violencia que atraviesa
a la sociedad. Según Foucault, Marx analizó el funcionamiento real del poder:
"Creo que podemos encontrar, en un cierto número de textos, los elementos
fundamentales para un análisis de este tipo. [...] Por supuesto, lo podemos
también encontrar en Marx, principalmente en el Libro II de Capital . [...] Lo
que encontramos en el Libro II de Capital es, en primer lugar, que no existe un
poder, sino varios poderes " [32]. El Marx de Foucault describe el
surgimiento de un campo social a través de las reglas de la pura inmanencia.
Todos los elementos que producen un campo social se producen ellos mismos
produciéndolo. Un orden social no es previo y no se aplica externamente a los
individuos. Las relaciones de fuerzas, la guerra entre las clases, diferentes
tecnologías de producción o de poder producen un campo social que no se instala
de una vez y para siempre. No hay en este análisis huellas de teleología. Todo se
desarrolla más allá del bien y del mal, sin que haya alguien detrás de la
cortina que gobierne este juego.
Foucault se dedica a escuchar el rugido de la batalla que
atraviesa la sociedad. Está interesado en entender las diferentes formas de
gobierno, siempre cambiantes, que surgen en este terreno. Pero a diferencia de
Marx, no tratar de entender la diferencia de perspectivas, de valores, de modos
de existencia, de los deseos que cada sujeto en lucha porta. Él no dedica su
investigación al análisis de las formas posibles, aunque incompletas, a la que
cada pelea puede dar lugar. En la historia, no busca ni el significado oculto,
ni lo posible, sino las formas positivas que se establecen en cada época. Todo
un terreno, bien presente en Marx, concerniente a las formas diversas y
cambiantes de la explotación social se le escapa, aunque ensayará englobarlas y
entenderlas a través del análisis de las formas microfísicas del poder que
atraviesan el campo social.
IV. De las
tecnologías de gobierno a las tecnologías de sí
Durante los años 70 el trabajo teórico y político de Foucault fue revolucionado
por la cuestión del cambio social y por la revolución de las formas de
existencia. Busca responder a las preguntas que su época le planteaba. Es por
ello que, desde mediados de los 70, comenzó una nueva crítica al marxismo así
como a las posibles lecturas de la obra de Marx. La voluntad de saber es un
texto emblemático desde este punto de vista, ya que representa el comienzo del
desarrollo de una nueva crítica consagrada a la mirada del marxismo. Es
importante tener en cuenta que Foucault descubre una raíz epistemológica común
entre el marxismo y el freudismo, y será sobre esta pareja que ejercitará su
crítica a partir de entonces. Balibar ha escrito que Foucault quiere, a través
de esta crítica, cuestionar radicalmente la evidencia y la eficacia de un
cierto izquierdismo o utopismo revolucionario.[33].
Cuando Foucault trabaja alrededor de los conceptos de
"dominación", de "dirección", de "gobierno", al
tratar de definir una teoría de los aparatos estatales, su objetivo teórico es
criticar la idea de sociedad represiva (llamada, en repetidas ocasiones, la
hipótesis Reich). Desde hacía largo tiempo su trabajo había sido destinado a
liberar el campo de la epistemología de toda oposición entre lo verdadero y lo
falso, la realidad y la ilusión, científicos y no científico, irracional y
racional. Trató de evitar el riesgo de ver en los conceptos de la dominación,
de la ideología dominante, del sometimiento, una oposición entre la ilusión y
la realidad. Para él, no se trataba de decir que estas nociones no tenían casi
sentido o valor, sino que quería plantear el problema en términos de prácticas
constituyentes de dominios, objetos y conceptos al interior de los cuales las
oposiciones entre los científico y no científico, lo verdadero y lo falso, la
realidad y la ilusión podían entrar en vigor [34]. Este fue el caso en su
intento de lectura de Marx. En el freudomarxismo detecta otra vez un riesgo.
Como Balibar ha escrito: "El freudo-marxismo representa una inversión de
los valores establecidos por los poderosos aparatos institucionales, inspira su
respuestas en estos dispositivos, luchas cuya importancia reconoce Foucault,
pero de las cuales se pregunta esencialmente cuánto realmente rompen la
formación discursiva que denuncian"[35]. Su crítica a la hipótesis
represiva, que incluye todas las variantes del freudo-marxismo –Reich, como
Adorno y Marcuse- se desarrolla al mismo tiempo que traza la genealogía de la
razón de Estado en el siglo XVII a través del uso del concepto y la noción de
gobierno. La noción de gobierno le parece más operativa que aquella del poder
ya que permite considerar los procedimientos que conducen a los hombres, los
dirigen, sin tener que postular una teoría o una representación del Estado.
Estos análisis sobre la gubernamentalidad, el arte de
gobernar a los hombres, la genealogía de la razón de Estado no fueron
incorporados sino hasta el final por Foucault[36]. Su reflexión sobre el
freudismo y los acontecimientos que marcaron el fin de los años 70 lo llevan a
considerar más a fondo la cuestión de la tecnología del sí, es decir, el
conjunto de prácticas subjetivas que invisten a los sujetos.
Foucault debió creer que trazar una genealogía de las formas
de la subjetividad podría contrarrestar la insistencia con que había tratado el
problema de las relaciones objetivas de poder. Los cambios, a finales de los
70, en la sensibilidad estética y política, contribuyeron sin duda a consolidar
su idea según la cual "debemos referirnos a procesos mucho más remotos, si
queremos comprender cómo hemos caído en la trampa de nuestros propia historia
" [37].
Notas
[1] . Véase Michel Foucault, Par-delà le bien et le mal,
dans Dits et écrits (Más allá del bien y del mal, en Dits et Écrits). 1954-1988
(Ed. preparada bajo la supervisión de D. Defert y F. Ewald), Gallimard, París
1994 (en adelante citado como el acrónimo, (DE) seguido de la indicación del
volumen), vol ibíd. II, p. 233-234.
[2] . Véase M. Foucault, Méthodologie pour la connaissance du monde : comment
se débarrasser du marxisme (Metodología para el conocimiento del mundo: cómo
deshacerse del marxismo), en DE, vol. III, p. 611.
[3] . Véase F. Nietzsche Betrachtungen Unzeitgemässe, Zweites Stück. Nutz Vom
und der Historie für das Leben Nachtheil , en Werke (Hrsg. von G. Colli u. M.
Montinari), Abt. III, Bd. 1, de Gruyter, Berlín, Nueva York, 1972 (tr. fr.
Considérations inactuelles, II. De l’utilité et des inconvénients de l’histoire
pour la vie ( Consideraciones intempestivas, II. De la utilidad y los
inconvenientes de la historia para la vida), Gallimard, París, 1990).
[4] . Véase M. Heidegger, Sein und Zeit , Tübingen, Niemeyer, 1927, § 76 (tr.
fr. Être et temps (Ser y Tiempo), Gallimard, París, 1986).
[5] . Véase M. Heidegger, Sache Agregar Denkens de Niemeyer
Verlag, Tübingen, 1988 (tr. fr. Heidegger, Questions IV , Gallimard, París,
1966).
[6] Cfr. M. Heidegger, Breve Humanismus über den , en Wegmarken, Suhrkamp,
Frankfurt a. M., GA, Abt. Yo, Bd. 9. (Tr. fr. Lettre sur l’humanisme. Lettre à
Jean Beaufret; in Questions III (Carta sobre el humanismo. Carta a Jeann
Beaufret) en Questions III , Gallimard, París, 1966 p. 106).
[7] Cfr. M. Heidegger, Sache Agregar de Denkens , cit. Ver Reiner Schürmann, Le
Principe d’anarchie. Heidegger et la question de l’agir, (El principio de la
anarquía. Heidegger y la cuestión del actuar), ed. du Seuil, París, 1982, donde
se encuentra un análisis exhaustivo de estas vías heideggeriana anteriores y
posteriores a la Kehre.
[8] Véase Louis Althusser, Marxisme et Humanisme, en Pour Marx (Marxismo y
humanismo en Para Marx), París, La Découverte, 1996 2 , p. 236.
[9] . Cf. K. Marx, Grundrisse der Kritik der Politischen Ökonomie , Dietz
Verlag, Berlín, 1963 (tr. fr. Manuscrits de 1857-1858 “Grundrisse”,
(Manuscritos 1857-1858 "Grundrisse"), Editions Sociales, París, 1980,
Volúmenes 1 y 2, Volumen 1 ibid, pp 92-93 ).
[10] . Véase M. Foucault, Le retour de la morale, (El
retorno de la moral), en DE, vol. IV, donde el autor dice: "Todo mi
devenir filosófico ha sido determinado por mi lectura de Heidegger. Pero estoy
de acuerdo que es Nietzsche quien ganó", ibid, p. 703. Véase también M.
Foucault, Structuralisme et poststructuralisme (Estructuralismo y
postestructuralismo), en DE, IV, ibíd. pp 431-438 ; M. Foucault, Entretien avec
Michel Foucault, (Entrevista con Michel Foucault), en DE, vol. IV, pp 41-62 y
M. Foucault, Entretien avec Madeleine Chapsal (Entrevista con Madeleine
Chapsal), en DE, vol. I, pp 513-18, donde el autor dice: "Nuestra tarea es
liberarnos definitivamente del humanismo" (ibíd., p. 514). Yo no pretendo
marcar un vínculo directo entre estas corrientes de pensamiento y la reflexión
de Foucault. Por otra parte, cabría destacar mucho más de lo que puedo hacer
aquí sobre la distinción entre el uso de Nietzsche en los años sesenta, cuando
se trataba de salir de la fenomenología dominante en la época y los años
sesenta, cuando Nietzsche tuvo un papel clave en la confrontación con
determinadas corrientes del marxismo. Véase K. Ansell - Pearson, The
significance of Michel Foucault’s Reading of Nietzsche: Power, the Subject, and
political Theory (El significado de la lectura de Foucault sobre Nietzsche: El
poder, el sujeto, y la teoría política), en "Nietzsche-Studien", 20,
1991. Acerca de la relación entre Foucault y Heidegger, cf. Hubert L. Dreyfus,
Die Gefahren der modernen Technologie: Heidegger und Foucault, pp 107-120, en
Axel Honneth, (Hrsg.), Pathologien des Sozialen. Die Aufgaben der
Sozialphilosophie, Fischer, Frankfurt a M. 1994.
[11] Para evitar creer que los vínculos entre estos temas se producen de
forma lineal en la obra de Foucault, me gustaría aquí hacer referencia al
artículo de Pierre Macherey, Aux sources de l’Histoire de la folie : une
rectification et ses limites (Las Fuentes de la Historia de la locura: una
corrección y sus limites), en "Crítique", 471-472, 1986, pp 753-774.
El autor analiza de cerca estos debates foucaultianos. Macherey apoya su
interpretación en la rectificación que se produce entre 1954 y 1962, cuando
Foucault se prepara para reeditar su libro " Maladie mentale et
personnalité (Enfermedad mental y personalidad) bajo el nuevo título Maladie
mentale et psychologie, (Enfermedad mental y la psicología). Macherey muestra
cómo la referencia a Nietzsche y Heidegger en esta Maladie mentale et
psychologie toma el lugar de aquella del joven Marx presente en Maladie mentale
et personnalité. El autor añade que "desplazando la idea de una verdad
psicológica de la enfermedad mental hacia aquella de una verdad ontológica de
la locura, esta [Corrección] deja intacta el presupuesto de la naturaleza
humana, incluso si se trata de una evocación poética antes que de un saber
positivo"(ibíd., p. 770).
[12] . Ver P. Macherey, Foucault/Roussel/Foucault,
(Foucault/Roussel/Foucault), en Foucault, Raymond Roussel, Gallimard, París,
1992, pp III-VI.
[13] . Ibid, pp III-IV.
[14] . Véase M. Foucault, Introduction (Introducción), en DE, vol. I, p. 66.
[15] Cfr. Foucault, Introduction à l’Anthropologie de Kant, (Texte inédit). Thèse
complémentaire pour le Doctorat ès lettres (Introducción a la Antropología de
Kant , (texto inédito). Tesis adicionales para el Doctorado en Letras) (Dir.
Jean Hyppolite), París, 1961, Biblioteca de la Sorbona, pp 127-128.
[16] . Véase M. Blanchot, Michel Foucault tel que je l’imagine (Michel
Foucault, como me imagino), Fata Morgana, Montpellier, 1986 15.
[17] . Véase M. Foucault, Les mots et les choses, Une archéologie des sciences
humaines (Las palabras y las cosas, una arqueología de las ciencias humanas),
Gallimard, París, 1966, p. 275. Una referencia importante en este contexto de
lecturas de Nietzsche es sin duda el libro de Gilles Deleuze, Nietzsche et la
philosophie (Nietzsche y la filosofía), PUF, París 1962, ya que ayuda a
desligarse de cualquier pensamiento dialéctico.
[18] Cfr. M. Foucault, L’homme est-il mort ? (El hombre está
muerto?), en DE, vol. I, p. 542.
[19] Cfr. Foucault, M., Les mots et les choses (El Orden de las Cosas), cit.,
p. 273.
[20] . Véase M. Foucault, Qu’est-ce que un auteur ? (¿Qué es un autor?) en DE,
vol. I, pp 789-820. A este respecto, es preciso analizar la influencia que las
obras de Georges Bataille y Maurice Blanchot han ejercido sobre Foucault. Véase
F. Warin, Nietzsche et Bataille. La parodie à l’infini, (Nietzsche y Bataille.
La parodia del infinito), PUF, París 1994 y C. Prély, La force du dehors.
Extériorité, limite et non-pouvoir à partir de M. Blanchot (La fuerza desde el
exterior. Externalidad, y no hay límite de potencia de M. Blanchot),
Recherches, París 1977.
[21] . Véase M. Foucault, L’archéologie du savoir (La arqueología del saber),
Gallimard, París, 1969, pp 21-22. Véase también M. Foucault, Sur l’archéologie
des sciences. Réponse au Cercle d’épistémologie (Arqueología de la Ciencia.
Respuesta al Círculo Epistemología) en DE, vol. I, pp 699-700.
[22] . Véase M. Foucault, L’archéologie du savoir (La arqueología del saber),
cit., ibid, p. 22.
[23] . Ibid, p. 24.
[24] . Véase Michel Foucault, Je perçois l’intolérable, (Percibo lo
intolerable), en el DE, vol. II, p. 203.
[25] . Véase Michel Foucault, Entretiens avec Michel Foucault (Entrevista con
Michel Foucault), en DE, vol. IV, p. 82.
[26] . Véase M. Foucault, Le sujet et le pouvoir (El sujeto y el poder), en DE,
vol. IV, p. 223.
[27] . Véase M. Foucault, Prisons et révoltes dans les prisons (Cárceles y las
revueltas en las cárceles), en DE, vol. II, p. 431.
[28] . Foucault, Le pouvoir, une bête magnifique, (El poder,
una bestia magnífica), en DE, vol. III, p. 374. (Véase también M. Foucault,
L'imposible prisón, DE, vol. IV, pp 20-34 y Michel Foucault, Les intellectuels
et le pouvoir (Los intelectuales y el poder), en DE, vol. - II, p. 306 315).
[29] . Foucault, La torture, c’est la raison, (La tortura, por eso), en DE.
Vol. III. p. 395.
[30] . Ibíd. Es evidente que un análisis exhaustivo de todos estos temas se
encuentran en uno de los libros más importantes escritos por Foucault,
Surveiller et Punir. Naissance de la prison, (Vigilar y castigar. Nacimiento de
la prisión), Gallimard, París 1975.
[31] . Véase M. Foucault, Les intellectuels et le pouvoir (Los intelectuales y
el poder), DE, vol. II, p. 312.
[32] . Véase M. Foucault, Les mailles du pouvoir (Las mallas del poder), DE,
vol. IV, p. 186.
[33] . Ver Etienne Balibar, Foucault et Marx. L’enjeu du nominalisme, dans La
crainte des masses (Foucault y Marx. La cuestión del nominalismo, en el temor
de las masas), Galilea, París, 1997, pp 281-319.
[34] . Véase M. Foucault, Du gouvernement des vivants (El Gobierno de los
vivos). conferencias en el College de France 09. 01. 1980 en el Fondo de
Foucault, de la Biblioteca del PIEM, París, audio C 62 (01) b 2127/1995.
[35] . Ver Etienne Balibar, Foucault et Marx. (Foucault y Marx) cit., ibid, p.
284.
[36] . Véase M. Foucault, Sécurité, territoire et population.(Seguridad,
territorio y población), Conferencias en el College de France en 1978 y el
ello, El Nacimiento de la biopolítica, conferencias en el College de France en
1979, la recaudación de Foucault , Biblioteca del IMEC, documentos de audio
concernientes al análisis de las tecnologías objetivos del poder y los cursos
en el College de France desde 1980 hasta 1984 en lo que respecta al análisis de
la tecnología del sí.
[37] .
Véase Michel Foucault, Omnes et singulatim. Vers une critique de la
raison politique (Omnes y singulatim. Hacia una crítica de la razón política),
DE, vol. IV, ibid, p. 136.
Traducción del francés por
César Altamira