Blanca
Muñoz | Se podría afirmar que la
investigación norteamericana sobre la cultura de Masas está centra en el tema
de la comunicación (v.) y está marcada y definida por su desarrollo en
épocas de transición entre guerras, tanto mundiales como locales. Europa, a su
vez, comienza a analizar la naturaleza de los nuevos sistemas de
comunicación desde finales de la Primera Guerra Mundial. Ahora bien, esta
explicación se dirige en un primer momento al tema de la prensa y de sus
conexiones sociopolíticas. Sin embargo, a lo largo de la historia europea puede
rastrearse el interés por la comunicación, entendida como lenguaje y proceso de
la razón ("logos"), desde los orígenes de nuestra cultura. Pensamiento, racionalidad y lenguaje serán las
tres constantes de la reflexión sobre la comunicación y sus estructuraciones.
La comunicación, desde sus primeras formulaciones, se podría dividir en dos
posiciones diferenciadas: la universalista, representada por Platón, y la
convencionalista cuyos autores más relevantes serán los sofistas. Para la
primera posición, las formas y estructuras del lenguaje son universales y son
las mismas (formalmente) para cualquier ser humano (innatismo), con unos
contenidos y unos significados de carácter racional-universal. Mientras que
para los representantes del convencionalismo, el lenguaje es un fenómeno social
(histórico) y sus significados se muestran variables según sus condicionantes.
A partir de estas perspectivas se pueden
clasificar los diferentes planteamientos gnoseológicos y epistemológicos sobre
los fundamentos del hecho comunicativo que en la reflexión europea se han ido
desarrollando. Desde el Racionalismo francés y el Empirismo inglés del siglo
XVII hasta las corrientes más relevantes del pensamiento del siglo XX, se puede
considerar que subyace este planteamiento. El problema del conocimiento pasa a
ser el centro del análisis en el que se enmarcará la comunicación. El filósofo
inglés Francis Bacon será el iniciador de la consideración del conocimiento
como procesos de transmisión de prejuicios. El problema del conocimiento social
considerado como conocimiento deformado -esto es: ideológico- se convierte en
el tema esencial y permanente de la investigación en la delimitación de las
conexiones entre estructura económica, política y cultural y la
conformación de las psicologías colectivas. Con este planteamiento se abre una
filosofía precursora en el estudio del fenómeno ideológico que supondrá
posteriormente una de la líneas básicas del estudio de la comunicación y de la
Comunicación de Masas definida como mediación tecnológica entre la población y
los grupos de poder y de presión.
Con la obra de Marx se entra ya de una manera
directa en la génesis de la explicación contemporánea de los fenómenos
colectivos. Dos autores determinantes hay que reseñar como los precursores
evidentes de lo que será el posterior estudio cultural-comunicativo europeo:
Karl Marx y Sigmund Freud. Sin sus respectivas contribuciones se carecería de
unos niveles conceptuales y temáticos primordiales. A estas líneas
precursoras hay que agradecer el enfoque, por un lado, histórico y, por otro,
la compleja formulación del inconsciente como instancia soterrada y subyacente
de la personalidad. Aspectos éstos que orientan hacia el funcionamiento
superestructural y los principios inconscientes como áreas específicas de la
Cultura de Masas.
Karl
Marx y Sigmund Freud: los precursores del análisis contemporáneo
La teoría y el método marxianos son, ante
todo, un sistema conceptual global sobre la interacción entre ser humano y
condiciones medio-ambientales. Tanto la colectividad como el individuo tienen
que ser comprendidos como fenómenos históricos. La gran aportación de Marx se
mueve sobre el concepto dialéctico de naturaleza humana y sus relaciones entre
conocimiento y realidad social. Para Marx, la sociedad se organiza a partir de
una infraestructura material-económica y una superestructura ideológica. El
proceso de producción y tecnológico determina el modo infraestructural,
mientras que las ideas que se le superponen condicionan la cosmovisión general
de una época o de una sociedad. De esta forma, Marx definirá como
superestructuras al conjunto de ideas, creencias, certezas y procesos en los
que la conciencia articula su interpretación de la realidad. En tal sentido,
las superestructuras determinan la ideología o ideologías en cuanto que
representan el sistema de ideas y de actitudes que los miembros de una sociedad
siguen subyacentemente, o en terminología freudiana posterior, de un modo
inconsciente.
La ideología, pues, funcionará a través de
múltiples y variados procesos que culminan históricamente y llegan a su máximo
apogeo con la consolidación del modo de producción industrial y técnico de la
sociedad capitalista. Para Marx, la sociedad capitalista es la sociedad de la
alienación. Y en este sentido, toda la obra marxiana se explica desde la
formulación de este concepto. La totalidad de la obra de Marx sólo se explica
como una monumental reflexión sobre las causas de la alienación en la sociedad
históricamente pasada y, fundamentalmente, en la sociedad que es la síntesis de
lo anterior: la sociedad regida por las leyes del capital y del mercado. Así,
para Marx, el ser humano es un ser conformado a medida que va progresando en la
Historia. Pero esta evolución que teóricamente supondría un alto grado
humanización, no se lleva a cabo desde el momento en el que la división en
clases sociales y los antagonismos entre grupos lo impiden. En la práctica, la
estructura psíquica -totalmente moldeable- permanecerá en unos niveles
subhumanos. Estos niveles en los que el individuo no es capaz de entender la
realidad en la que está inmerso, se agudizan cuando en el proceso productivo
aparece la diferenciación social por clases. Clases en las que Marx distingue
una clase dominante y una clase dominada, estableciéndose como categoría de
análisis esencial el concepto de "trabajo", ya que el distinto lugar
ocupado en el proceso productivo será el que determine no sólo las
condiciones materiales de existencia, sino, sobre todo, el desarrollo
humano e intelectual del sujeto. Para Marx, en estas condiciones se manifiesta
el fenómeno de la alienación, concepto sobre el que tiene que entenderse el
sentido último de la obra marxiana puesto que ésta no es sino un titánico
esfuerzo por devolver al ser humano las posibilidades de su propio desarrollo
histórico, siguiendo aquí el proyecto hegeliano del desenvolvimiento de la
racionalidad en la Historia.
La alienación, entonces, significa el origen
de la situación histórica del sujeto y la colectividad. Ahora bien, entre el
hombre y el "otro hombre" es en donde se produce una escisión
irreconciliable. A tal escisión es a la que Marx denominará como relación
alienada. Y esta relación falsa se fundamentará en la separación, en un determinado
estadio de desarrollo, entre el ser real y sus creaciones. La contradicción
entre el ser que produce y lo producido repercute no sólo en lo económico sino,
fundamentalmente, en lo psicológico. La ideología, por tanto, resulta ser un
proceso en el que la alienación en cuanto pérdida de la propia esencia humana
por causas económico-sociales, articula la conciencia introyectando los
intereses y valores ajenos al sujeto dominado. Para Marx, la clase dominante
eleva sobre la infraestructura económica una superestructura ideológica que
sirve para justificar el proceso de dominación colectiva.
Conjuntamente con la alienación, Marx
considerará que se dan en las superestructuras ideológicas otros fenómenos
añadidos. El fetichismo definido como el paso del objeto a sujeto, de la
mercancía a símbolo personalizado, y la cosificación explicada como la
conversión del sujeto en objeto -en una pura "cosa"- a causa del
funcionamiento productivo. El capitalismo, en este sentido, se constituirá en
el "reino de las mercancias" y tanto la alienación como el fetichismo
y la cosificación pasan a ser formas "comunes" de la existencia
humana. De este modo, Marx señalará una serie de características que cumplen
las superestructuras ideológicas y sus procesos, entre éstas estarían: la
ideologización individual y colectiva a partir de unos valores homogéneos y la
formación de una cosmovisión en la que la "falsa conciencia"
obstaculiza la percepción de los intereses específicos de las clases y grupos
subordinados. En definitiva, la mediación ideológica gravita como el factor que
condiciona todo el ciclo de la dominación.
Marx estableció la primera y precursora
metodología crítico-histórica adecuada para lograr un estudio ajustado de las
superestructuras ideológicas, así como de sus fenómenos interrelacionados tales
como la alienación, el fetichismo, la cosificación o el tema de las
necesidades falsas -las creadas en contra de los intereses del propio sujeto en
su situación laboral y social- . Con la crítica marxiana se emprende ya la interpretación
metodológica de las condiciones en las que se desenvuelve la conciencia humana.
las mediaciones de cada fenómeno social, y sus implicaciones sobre las ideas,
abren el camino a las posteriores ciencias que interrelacionarán lenguaje y
comunicación con conciencia y sociedad.
Sigmund Freud tiene que ser valorado como el
otro creador de un tipo de análisis que va más allá de las apariencias. Marx y
Freud retoman el tema griego de la distinción entre "apariencia" y
"ser", entre "opinión" y "razón". Pero, ante
todo, Freud aporta un sistema de conceptos y un método de carácter
psicoanalítico sin los que la posterior Sociología de la Comunicación se vería
incompleta. El descubrimiento del inconsciente y de los elementos irracionales
actuantes en la conducta humana se estructurarán en dos líneas de
investigación. Por un lado, el Psicoanálisis dedicado al estudio de los
procesos inconscientes desde el punto de vista individual. Pero, por otro, la
Metapsicología en la que el conocimiento de los fundamentos inconscientes del
comportamiento de Masas abre una de las direcciones más fértiles de la
comprensión de lo simbólico.
La teoría freudiana en donde se va a mostrar
extremadamente fecunda va ser en la clarificación de la dinámica comunicativa
masiva. El sujeto receptor aparecerá estructurado por una dinámica psíquica
sometida a conflictos internos con unas funciones y unas características
objstivamente cognoscibles. El ser humano deja de ser una singularidad
inmodificable para devenir en un complejo sistema de interrelaciones históricas
y sociales. Las necesidades institivas reprimidas son evidenciadas con la
aparición de la historia de lo inconsciente. El retorno de lo reprimido
denunciará la historia silenciada de la civilización. En las actuales
sociedades post-industriales, esta historia silenciada aflorará en la
simbología de la cultura industrializada. El inconsciente y sus procesos se
hacen más patentes en los medios comunicativos que los principios de
racionalidad. Freud al replantear el papel que los instintos juegan en la
estructura social, aportó los instrumentos interpretativos desde los que poder
actuar sobre el sistema de los instintos. Así, en las sociedades de Masas se
han conseguido conocer y asimilar los elementos instintivos destructivos. La estructuración
y control que sobre las Masas puede ejercer una acción comunicativa
científicamente elaborada de tipo persuasivo ha comprobado el pesimismo con el
que Freud siempre se refirió a la especie huaman y a sus creaciones. Para
Freud, la Metapsicología nos enseña que el inconsciente puede ser estructurado
sobre el principio destructivo de Thanatos frente al creativo de Eros. En este
punto, la ansiedad colectiva que conlleva un comportamiento de carácter
sado-masoquista y la aparición de líderes en los que el principio de dominación
social es el eje de su conducta, son algunos de los problemas que Freud va a
señalar como posibles de una sociedad en la que se incentiva y se motivan los
fines inconscientes del comportamiento. Esta visión apesadumbrada que Freud
mantedrá, desgraciadamente se hará realidad cuando Goebbels utilice todos los
resortes e instrumentos de la Psicología Social para mantener y perpetuar
un sistema social justificado comunicativa e ideológicamente sobre los motivos
inconscientes y residuales de la "diferencia" entre razas.
La
fundamentación temática de la investigación sobre la Cultura de Masas: la
síntesis de la Escuela de Frankfurt
No se puede entender la investigación sobre la
estructura y función de los medios de comunicación en la creación de un nuevo
modelo cultural sin tener muy presente la síntesis llevada a cabo de las obras
de Marx y Freud por los autores de la Teoría Crítica. Marx y Freud abren el
núcleo de las posteriores interpretaciones que sobre la conexión entre "mass-media"
y cultura va a ser el hilo conductor: la ideología y sus estructuras sociales
de transmisión y difusión. En este sentido, si se repasan las tres
grandes corrientes de análisis que han estudiado las complejas dimensiones de
la Cultura de Masas: la Escuela de Frankfurt, el Estructuralismo comunicativo y
las Semióticas o Semiologías (según se utilice su denominación norteamericana
heredada de Charles S. Peirce más centrada en la lógica o la denominación
europea de influencia lingüística saussuriana), nos encontramos con que serán
los procesos de mitologización e ideologización colectivos los que vertebran
sus planteamientos.
Existe una distinción primordial a la hora de
establecer una comparación entre la investigación norteamericana y la
investigación europea. La gran mayoría de los sociólogos y comunicólogos
norteamericanos, salvo algunas aportaciones de Daniel Bell, Edward Shils o
Dwight MacDonnald, giran sobre la estructura y función de la comunicación y de
sus sistemas tecnológicos. Mientras que la investigación europea se centrará de
una manera básica sobre la Cultura de Masas y sus procesos y efectos. Tal
distinción se hace necesaria ya que permite un conocimiento pormenorizado de
sus propuestas y conclusiones de cada tradición investigadora.
Pues bien, la Escuela de Frankfurt (v.),
sintentizando a Marx y a Freud, se tendrá que enfrentar al ascenso del
irracionalismo político que el Nazismo encarna. Para la Escuela de Frankfurt,
las superestructuras ideológicas en las sociedades post-industriales establecen
un cierto tipo de dominio más sútil y peligroso que el mero dominio sustentado
en la explotación física y económica. Para los críticos de Frankfurt, se ha
logrado una identificación entre poder y conciencia a través del control de los
mensajes de la comunicación masiva. Los "mass-media" conformarán la
base material de la ideología, patentizada ésta en la industria de la cultura y
de la conciencia.
Resumiendo las principales tesis de la
Escuela, ya que ésta se expone en otro artículo, se puede afirmar que es en el
capítulo "La industria de la Cultura. Ilustración como engaño de
masas", inserto en el libro Dialéctica del Iluminismo, esboza el tema de la
identificación entre Poder y consumo, con la mediación de las industrias
económicas de la cultura masiva. La cultura-comunicativa supone un rebajamiento
de los contenidos, apelando a lo instintivo y con fuertes dosis de
primitivismo, de manera que se potencia un tipo de personalidad en la que el
autoritarismo latente es un caldo de cultivo para potenciales movimientos
políticos de índole irracional. A esta cultura producida por las industrias
económicas en las que se "juega" de una forma preferente con la
conciencia, ya que está planificada tanto para el tiempo de ocio como para el
tiempo de actividad productiva, le corresponden todo un sistema de símbolos,
valores y actitudes en donde la unificación y homogeneización en la que la
paradoja resulta de que bajo la aparente diversidad de ofertas, en último
término no se transmiten más que contenidos en los que de manera permanente se
potencia la competitividad y un modelo darwinista de relaciones sociales y
humanas. De aquí que Adorno y Horkheimer subrayarán como la industria del ocio
y de la cultura masificada definida como "pseudocultura", han pasado
a convertirse en ideología dominante , dando lugar a los fenómenos siguientes:
a) La formación de sistemas ideológicos y
simbólicos nuevos como son la ya citada pseudocultura y una serie de aspectos
inseparables como son la destrucción del modelo educativo humanístico-racional
sustituido por una formación -"pseudoformación"- en la que se
incentiva lo técnico y se abarata el proceso de formación de la mano de obra
por parte de las empresas ya que será el Estado el que transforme el sistema
educativo en esa dirección.
b) La creación artificial de una
"supersticiones de segunda mano" extendidas en momentos de crisis
económica y en los que el tarot, la adivinación, el horóscopo, etc., cumplen el
objetivo de desviar la atención social, dando como causas de las dificultades
los "designios del más allá" y de los "signos de los
astros" como irónicamente tituló Adorno uno de sus más penetrantes estudios
sobre esta problemática.
c) Pero el tema central de la
crítica cultural frankfurtiana se concentra en el hecho de la destrucción de la
racionalidad bidimensional, es decir: la razón crítica y causa. Con la
destrucción paulatina de la racionalidad y el lenguaje bidimensional, y la
consumación de la desublimación represiva (todo se permite, siempre y cuando
pierda su significado profundo) que lleva al individuo a la interiorización de
los objetivos de la razón instrumental acrítica de consecuencias objetivas e
históricas entre las que se cuentan el ascenso de la agresividad, como titulaba
Marcuse uno de sus libros más conocidos, y de conductas primarias y arcaicas en
las sofísticadas sociedades post-industriales.
La influencia del análisis frankfurtiana
sobre la nueva Cultura de Masas resulta ser el enlace de unión del resto
de corrientes que ponen al nuevo modelo ideológico como centro de sus
preocupaciones. Así, con la vuelta a Europa de los principales autores críticos
como son Adorno y Horkheimer, aunque Fromm y Marcuse permanecerán
definitivamente en Estados Unidos, su prestigio no dejará de crecer. Sin
embargo, desde principios de la década de los años sesenta se va a experimentar
el inicio de una nueva perspectiva que no sólo sintetiza a Marx con Freud, sino
también a ambos autores con el método lingüístico estructural de Ferdinard de
Saussure. Es la génesis del Estructuralismo comunicativo.
Estructuralismo
y Cultura de Masas
La Escuela de Frankfurt inició el
planteamiento teórico en el que el nuevo modelo cultural -de carácter
mass-mediático- es dilucidado desde los principios de racionalidad o
irracionalidad social. Sin embargo, la Teoría Crítica, y salvo los estudios
actuales de Jürgen Habermas, apenas se interesó por los procesos discursivos
provenientes de los sistemas de comunicación masiva. Frente a esta posición,
los estructuralistas introducen a Saussure entre Marx y Freud. Introducción que
posibilita un acercamiento a los fenómenos ideológicos no desde el exterior de
las estructuras sino desde el interior del funcionamiento del fenómeno.
Claude Lévi-Strauss, Jacques Lacan, Roland
Barthes, Michel Foucault y Jean Baudrillard se interesarán por la conjunción
entre Ciencias Sociales y Ciencias Lingüísticas. las dicotomías saussurianas,
como campo de oposiciones, ampliarán la dialéctica de la contradicción
implicita en las obras de Marx y Freud.
La Antropología Estructural supuso una
apertura epistemológica hacia el conocimiento de las estructuras profundas de
las denominadas como "sociedades de tecnología simple". Esta
perspectiva que el antropólogo francés establece al tratar de describir el
inconsciente cultural de los "otros pueblos", la vuelve Roland
Barthes hacia las estructuras de la sociedad post-industrial de Masas con la
finalidad de comprender cómo en esta sociedad de avanzada y compleja tecnología
se muestra asimismo un tipo de inconsciente en el que lo simbólico puede
estudiarse en su dinámica de significación o, como afirma el mismo Barthes,
como "la vida social del signo".
En las sociedades de consumo de Masas, Barthes
encuentra una profunda paradoja: la latencia de lo primitivo y de los
mitológico bajo estructuras tecnológicas y colectivas sofisticadas. Pero ésto
sólo puede ser conocido en su dificultad a través de una metodología
lingüística que matice entre el significado y el significante, la denotación y
la connotación, lo latente y lo manifiesto, lo sincrónico y lo diacrónico o la
lengua como sistema y el habla como uso. De este modo, el estructuralismo
barthiano se dirige hacia la elaboración de un modelo sociolingüístico que en
Los elementos de Semiología se convierte en el método aplicable a la pluralidad
de procesos de la comunicación de Masas y de su correspondiente cultura.
La Semiología, entendida como la Ciencia de
los signos sociales y especialmente de sus clasificaciones, deviene en una
"semioclastia"; es decir, en un análisis del inconsciente colectivo y
de los mecanismos de dominación con los que se estructura la Sociedad de
Consumo y sus procesos ideológicos comunicativos. Para Barthes, acercarse a la
estructura del consumo es acercarse, al mismo tiempo, a la cultura-comunicativa
y a la inversa. Fenómenos tales como la mitologización, la estereotipación, el
Kistch o "estética del mal gusto", la redundancia, etc., son aspectos
básicos de una taxonomización de la realidad en la que subyace una
ideología, en su sentido marxiano de ocultamiento de intereses, con la que los
particpantes implicados explican su actuación. Para el autor del Sistema de la
Moda, toda esta sociedad en su conjunto funciona a partir de una lógica
del intercambio de mercancias en la que el objeto se vuelve símbolo y signo de
status. Luego entender la retórica de esa lógica del intercambio mercantil
resulta ser el trabajo de la Semiología. La Semiología, por consiguiente,
resulta ser la gran aportación metodológica del Estructuralismo comunicativo.
Aportación imprescindible ya que la complejidad significativa y simbólica de la
retórica ideológica de la Sociedad de Masas hace cada vez más difícil la
comprensión adecuada de las estrategias del Poder. Múltiples serán estas
estrategias y manifestaciones de esa ideología fragmentada y latente en
la retórica masiva. El sistema de la moda, por ejemplo, se constituye en campo
privilegiado de elaboración mitológica. La sensación continua de cambio y
transformación, de estar al día, elimina la metafísica de la repetición que
domina en las sociedades de consumo. De nuevo, el concepto de mitologización,
definido por Barthes como el sistema de clasificación en el que lo estático
sustituye a lo dialéctico y en el que se apela a los elementos arcaicos y
residuales del inconsciente colectivo, actúa -tal y como ya señalaron los
frankfurtianos- como fundamento nuclear de la nueva cultura. Claude Lévi-Strauss,
en El pensamiento salvaje, subrayó las complicadas taxonomías
establecidas sobre el parentesco y los sistemas mitológicos de los pueblos de
tecnología simple. Siguiendo en esta línea, Barthes rompe con el error de la
cultura etnocéntrica occidental que atribuye a los otros pueblos un simplismo
psicológico y unas estructuras sociales elementales. Frente a este
prejuicio, Lévi-Strauss demuestra las complicadas formas de ordeación de lo
real y, a la inversa, Barthes prueba el primitivismo existente en las
sociedades post-industriales. Por consiguiente, tanto para el antropólogo como
para el semiólogo se constata una existencia salvaje, casi prelógica, en la
generalidad de sistemas de clasificación colectiva. El principio de dominación
inconsciente unifica a sociedades tribales y a sociedades avanzadas.
Precisamente, es la estructura de
dominación el hilo conductor teórico del Estructuralismo. Michel Foucault
estudiando los espacios de poder y las formas de control históricos.
Jacques Lacan comprendiendo el inconsciente como lenguaje a través del discurso
de lo "otro", lo reprimido. Louis Althusser describiendo, a su vez,
el problema de los aparatos ideológicos del Estado (AIE). Y, lógicamente,
Roland Barthes y Jean Baudrillard centrados en la nueva cultura de Masas y sus
taxonomias. Para ambos autores, la Sociedad de Consumo no es sino la
culminación de una retórica en la que subyacen unas mitologías industrializadas
y en las que, como afirma Baudrillard, toda la estructura de intercambio se
edifica sobre el una política económica de mercancías devenidas en símbolos y
que son el núcleo de la génesis ideológica de las necesidades; es decir, en la
Sociedad de Masas el objeto se vuelve mercancía y éstas, a la par, se
transforman en símbolos de falsa movilidad de clase social. Es por esto por lo
que, tanto Barthes como Baudrillard, destacarán el proceso de simulacro
implícito e inseparable de la acción simbólica de los objetos. Es en este punto
en donde coinciden los autores estructuralistas, en la nueva cultura-comunicativa
lo imaginario-simbólico cobra las características de "lo real". Así,
la deformación imaginaria de la Cultura de Masas condiciona la percepción de
las condiciones reales de existencia. Es la culminación y el triunfo del
fetichismo y de la cosificación articulados en funciones-signos ritualizadas y
sacralizadas en la comunicación mass-mediática. Comunicación en la que se
sedimentan las imágenes, los valores, los símbolos, los prejuicios...
dominantes y ajustados y reajustados según las direcciones económicas y
sociopolíticas prevalecientes. De aquí la necesidad de la Semiología en
cuanto análisis de los códigos significativos de las sofisticadas taxonomías de
la sociedad contemporánea.
El
desarrollo de las teorías sociosemióticas y su revisión del discurso
comunicativo-cultural
Con el Estructuralismo barthiano se pusieron
los cimientos metodológicos de la perspectiva semio-lingüística. El sistema del
lenguaje comunicativo, sus significaciones y códigos deformantes, y como
tal ideológicos, requiere necesariamente un acercamiento desde su
discursividad. La Semiología europea frente a la Semiótica norteamericana se va
a centrar en la clarificación de las reglas actuantes en la práctica
comunicativa. La distinción, pues, entre ambas provendrá de la acentuación de
lo lingüístico o de los elementos lógicos. De este modo, la Semiología se
inspira directamente en la lingüística saussuriana, mientras que la Semiótica
tiene su origen en los estudios lógicos de Charles S. Peirce. Es, no
obstante, la Semiología de origen europeo la que puede ser aprovechada
para delimitar los sistemas de codificación de la producción de signos
sociales. Umberto Eco, con su libro precursor Apocalípticos e integrados
, repasa a la luz de la nueva metodología una serie de nuevos fenómenos
de la Cultura de Masas como son los comics, el mito de Superman, el Kitsch y,
en general, los contenidos que se "ocultan" bajo las categorías
simbólicas del discurso masivo. Umberto Eco, Julia Kristeva, F. Rossi-Landi y
Eliseo Verón, entre otros nombres relevantes, considerarán la clarificación
semiótica como el estudio del cuerpo de reglas que determinan la organización y
el funcionamiento de imágenes y conceptos en la sociedad actúa, considerando
ese sistema de reglas como la ideología. Concepto éste que se alcanza en el
nivel de la significación.
Para los semiólogos citados, el nivel de
significación, los planos connotativos y denotativos de los medios, las
operaciones y modalidades en los que se articulan las producciones comunicativas
posibilitan localizar el inconsciente social que absorbe las formas
ideológicas. En consecuencia, las reglas del discurso cultural-comunicativo
son, asimismo, las reglas del inconsciente. Este planteamiento admite
orientarse dentro de las relaciones jerárquicas desarrolladas en el
neocapitalismo. Como observó Eco: "la Semiología nos muestra el universo
de las ideologías ordenado en códigos y subcódigos dentro del universo de los
signos." Y en este sentido, la semiosis social -en concepto de
Eliseo Verón- resulta ser el instrumento de investigación más pertinente para
determinar las unidades significativas más elementales del orden discursivo en
relación a la inteligibilidad de las relaciones sociales vividas
imaginariamente por las poblaciones masivas.
Desde la obra de Roland Barthes, la
investigación semiológica ha desarrollado una pluralidad de áreas y
aportaciones. Las obras de L. Hjelmslev, A.J. Greimas, L.J. Prieto, F. Rositi,
G. Rosolato y una innumerable lista de autores, han enriquecido el conocimiento
de la acción ideológica del nuevo modelo cultural-comunicativo. Este
enriquecimiento ha privilegiado la comprensión profunda de los sistemas
simbólicos contemporáneos. Hay tantas áreas como sistemas masivos de
comunicación y significación. las semiologías cinematográfica, televisiva,
publicitaria, las nuevas vanguardias, etc., son nuevas direcciones que
interrelacionan teoría y práctica con la finalidad de clasificar no sólo formas
estéticas y creativas sino, especialmente, los modos en los que la cultura
masiva refleja los estilos de vida y las representaciones correspondientes a
ellos. En resumen, frente a la Semiótica norteamericana de matiz conductista,
por ejemplo Charles W. Morris, la Semiología europea sigue en la propuesta
crítica frankfurtiana de investigación de la lógica suyacente en los esquemas
de clasificación que sustenta todo el edificio del intercambio económico de la
producción y del consumo. La demarcación entre intercambio económico e
intercambio simbólico está en los efectos ideológicos con los que se lleva a
cabo la construcción masiva de las conciencias. La búsqueda, entonces, de las
condiciones y consecuencias de estos efectos ideológicos resulta ser el sentido
último de los esfuerzos y trabajos de la Semiología.
El
replanteamiento contemporáneo de los procesos culturales: Del neoestructuralismo constructivo de Pierre
Bourdieu al neomarxismo de la post-modernidad
La evolución actual de la Sociología de la
Cultura de Masas retoma problemas ya enunciados por Edgar Morin en su libro
precursor El espíritu del tiempo, pero ahora se va a centrar de una manera
específica en la interrelación entre los procesos sociales básicos como son los
de socialización, estratificación social, cambio y conflicto, y los efectos que
sobre dichos procesos tienen las nuevas modalidades culturales. A este
respecto, la continuación de la corriente estructuralista, encabezada por el
sociólogo francés Pierre Bourdieu, situará sobre el sistema de las diferencias
sociales su estudio de la acción ideológica de la cultura mass-mediática.
Según Pierre Bourdieu en su obra La
distinción.Criterios y bases sociales del gusto, se ha ido estructurando a lo
largo del siglo XX un sistema cultural y educativo en el que los mecanismos de
diferenciación de las clases y subclases sociales son tan sútiles e
imperceptibles que se convierten en sólidos procesos de dominación colectiva.
La investigación sobre los criterios y bases sociales del gusto -la distinción-
pasa a ser una de las prácticas selectivas que mayor diferenciación ejercerá
entre los grupos e individuos de las sociedades post-industriales.
En el marco teórico del neo y
post-estructuralismo, Bourdieu trata de aclarar la división y estratificación
social mediante un sistema de conceptos que responden a la dinámica concreta
que en nuestras sociedades desempeña la actividad simbólica. El sociólogo
francés, en consecuencia, introducirá la matización entre capital escolar y
capital cultural, definiendo el primero como la formación recibida en la
escuela por parte de la gran mayoría de la población y cuyo objetivo es el de
tipo práctico con un fuerte componente de adistramiento de la mano de obra que
abarata a la empresa el proceso de instrucción necesario en el complejo
productivo-tecnológico actual; mientras que el capital cultural es la
educación clásica y humanística propia de la herencia histórica de índole
causal-racional. De acuerdo con esta diferenciación, el sistema de
estratificación en clases sociales en la Sociedad de Masas, desarrolla una
dinámica de estrategias mediante la cual se refuerzan los estilos de vida
clasificados en función de una clase específica o fracción de clase. Así, las
clases obrera, media-baja y medida-media accederán al capital escolar. Y frente
a éstas, las clases media-alta, alta y las élites irán sustituyendo a éste por
el capital cultural; es decir, edifican y establecen nuevas bases y
criterios del gusto como transmisión del "habitus" de clase.
Precisamente,los conceptos de "habitus" especificado como mecanismo
de inculcación de valores de clase y el de "campo" como prácticas de
clase, son utilizados por Bourdieu como instrumentos metodológicos para fijar
esos nuevos procesos sociales y culturales de diferenciación y
estratificación.
Para el autor de El sentido práctico, existen unas estructuras objetivas que
constriñen las prácticas de clase social. Es evidente, entonces, que el
concepto de "masa" con el que se explica el sistema de
estratificación de la sociedad post-industrial no es más que un término -una
nueva estrategia- para eliminar el empleo de instrumentos objetivos en el
examen de las nuevas desigualdades colectivas de la sociedad contemporánea. Los
medios de comunicación, por ejemplo, actúan en la órbita de consolidación de
unas formas de simbolismo común que vinculan a los grupos y clases entre sí.
Como afirmará el propio Bourdieu, mientras las élites asisten al espectáculo, a
la inauguración, al acontecimiento en directo, la masa lo ve fragmentado a
través de la televisión. La distinción, en definitiva, se constituye en la
estrategia fundamental de la reproducción de las diferencias y desigualdades
entre las clases sociales en nuestros días.
El "habitus" de clase descarta
cualquier equívoco. Bourdieu utilizando la investigación empírica, llega a la
conclusión según la cual la educación y la cultura conforman los procesos
ideológicos más depurados para inscribirse en un criterio objetivo de
pertenencia a clase social. Desde Los estudiantes y la cultura hasta La
noblesse d'Etat: grandes écoles et esprit de corps, la obra de Bourdieu revela
el complejo proceso de las constricciones estructurales que actúan sobre las
interacciones privadas y públicas. El concepto de "campo" resulta
paradigmático cuando explica la red de interacciones objetivas e intersubjetivas
que desarrollan los sujetos en su clase social. En efecto, el
"campo", en cuanto red de relaciones de clase objetivas, demuestra
cómo las élites "construyen" su "mundo" mediante
actividades educativas y culturales. Las grandes escuelas francesas de funcionarios
son, en último término, relaciones simbólicas que consolidan las condiciones de
dominación sobre otros grupos.
En definitiva, la actual Sociología de la
Cultura de Masas de inspiración neoestructuralista reformula los sistemas de
codificación cultural de las diferencias cada vez más soterrado de la Sociedad
de Consumo. La internalización de prácticas culturales-comunicativas son
orientadas hacia la creación de una mentalidad social colectiva en la que
"la colonización del mundo de la vida", como define Habermas,
es el aspecto primordial del proceso. Por tanto, tanto en el último
estructuralismo como el representado por Bourdieu, la conclusión no deja de ser
que la nueva formación cultural no puede ser entendida sin conexionarla con los
mecanismos complejos de transmisión ideológica y reproducción del sistema de
estratificación con el resultado de crear una falsa e imaginaria movilidad
social.
Por último, no se puede dejar de citar la
orientación del denominado Marxismo de la Post-modernidad desarrollado por
Fredric Jameson en su obra El posmodernismo o la lógica cultural del
capitalismo avanzado. Este autor estudia el efecto de de las recientes
formas culturales, derivadas de la industria de la cultura y de la
comunicación, que en vez de producir "una prodigiosa expansión cultural
por todo el reino social", privilegia la consolidación del
"capitalismo en su sentido clásico".
Jameson se interroga sobre la lógica cultural
que desublima, en terminología de Marcuse, lo que antes reflejaba ética y estéticamente
un grito de protesta frente a la alienación y la existencia convencional. La
respuesta de Jameson tratará de centrarse en los efectos ideológicos de los
productos de la industria estándar de la cultura creada para Masas. La
ideología y, esencialmente, la ideología de la Posmodernidad surgida desde
finales de los años setenta se va a caracterizar por un descentramiento de la
psique que convierte al receptor-consumidor en un sujeto adaptado, no tanto a
su propio mundo cotidiano y subjetivo cuanto imaginarios producidos de manera
serializada y que provocan, como subraya Jameson: "el desplazamiento de la
alienación del sujeto hacia su fragmentación". En ese desplazamiento, el
movimiento de la Posmodernidad se muestra como la táctica más poderosa
del reajuste cultural del neocapitalismo.
Para situar esta corriente estética y
filosófica es conveniente, lo primero, precisar que ubicar a la Posmodernidad
como un movimiento en el que su núcleo es el ataque frontal a los ideales y
modelos de la Ilustración. Los ideales de progreso, igualdad, racionalidad y
ética son sustituidos por el individualismo exacerbado, la voluntad de
fragmento y un nuevo tipo de consumo cultural elaborado directamente con la
finalidad de generar la sensación de "minoría", cuando, en realidad,
los conocimientos culturales son adquiridos en los suplementos culturales
dominicales de la prensa de información general, o en revistas que dirigen a
los receptores hacia movimientos artísticos, autores literarios y de índole
variada acordes con los intereses de ese sector de consumo pseudoelistista. En
definitiva, para Jameson, en todo este proceso late una psicopatologización en
la que la experiencia ético-estética se administra desde los intereses del
mercado de productos culturales. Esta forma ideológica, en su sentido clásico
de oscurecimiento de relaciones económicas y sociales, converge en una
cultura del pastiche. La realidad social es aniquilada y en su lugar se
organiza un conjunto de representaciones derivadas del consumo y de la comunicación
mass-mediática que construyen una dimensión histórica presentada como
espectáculo. La Historia objetiva, con sus condiciones económicas y
sociopolíticas, se sustituye mediante la configuración de un collage de
fragmentos dispersos. La ruptura de la cadena causal-racional de explicación
del mundo es la concepción posmoderna y su resultado es una interpretación de
la realidad sumamente subjetivizada y atomizada.
En suma, el efecto de efectos del advenimiento
y consolidación de esa cultura rebajada y serializada, en donde se evitan los
elementos críticos y de sublimación de la existencia individual y colectiva, se
resume en la neutralización de la natural evolución intelectual, educativa y
creativa que, hasta la llegada del capitalismo de consumo, era propia y
específica de la acción histórica humana. Estamos, pues, afirmará Jameson, en
la ideología del fin de las ideologías. La postmodernidad se presenta entonces
a sí misma como el "fin de las clases sociales", el "fin del
Estado del Bienestar", el "fin del socialismo" o el "fin de
la Historia". En general, se tratará de identificar el fin de
"todo" con el fin de la objetividad. Y aquí, uno de los efectos
primordiales será la transformación de la percepción colectiva. El paso hacia
un tipo de pensamiento casi tribal en el que se pierdan de vista las
interrelaciones entre fenómenos. En definitiva, la alteración de los mapas
cognitivos, tal y como matiza Jameson. La recomposición de los mapas mentales,
la cartografía social -según Jameson- es la condición principal para salir del
modelo cultural hegemónico en el que las técnicas de persuasión cada vez son
más depuradas y refinadas según los grupos a los que se orientan. De esta
manera, tanto en el Estructuralismo constructivista de Bourdieu como en el Marxismo
de la Post-modernidad de Jameson se coincide en un punto común y determinante:
el gran efecto contemporáneo de la Cultura de Masas no es sino el desarrollo de
un nuevo modelo reajustado en el que se refuerzan las diferencias y las
desigualdades con estrategias e instrumentos cada vez más científicamente
elaborados. Sería algo así como la creación de la irracionalidad colectiva
planificada, dándose la extraña paradoja de que nunca con anterioridad a la
Historia del siglo XX, la Ciencia y el conocimiento se han puesto al servicio
de la producción de unas imágenes, valores y símbolos que recuerdan las etapas
más arcaicas y primitivas de la especie.
Se puede decir, por último, que la vitalidad
de la Sociología de la Cultura de Masas es un hecho comprobable tanto por el
incremento de sus áreas de estudio como por la variedad de sus líneas de
investigación. En este punto, se acrecientan las publicaciones que enfocan
desde temáticas y métodos diversos, las interacciones entre valores y sociedad.
Tal es el caso del estudio de Ronald Inglehart sobre El cambio cultural en las
sociedades industriales avanzadas en donde se destancan las mutaciones de los
sistemas de valores en un tránsito que el autor denomina como "paso de los
valores materialistas a postmaterialistas. Sin embargo, el eje de esta área
Sociológica sigue siendo la cultura-mosaico descrita por Abraham Moles en su
Sociodinámica de la Cultura; esto es: el ascenso de un modelo cultural con
símbolos, valores, códigos y signos muy simplificados, fragmentados y
homogeneizados que descentran los "mapas cognitivos" y apelan a
conductas irracionales. El conocimiento de los engranajes y estrategias de este
nuevo modelo cultural aparece como la única defensa que puede evitar la
abolición, por obra de la ideología, del pensamiento que no quiere volverse
simulacro, o como afirmaba Adorno: que la racionalidad crítico-dialéctica pueda
con la Pseudocultura y sus efectos históricos.
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