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Friedrich Engels ✆ Carlo Carrà
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Friedrich Engels |
No era empresa fácil preparar para la imprenta el segundo libro de El
Capital, consiguiendo, de una parte, que apareciese como una obra coherente y
lo más acabada posible y, de otra, como obra exclusiva del autor y no del
encargado de editarla. El gran número de versiones manuscritas existentes,
fragmentarias la mayoría de ellas, acumulaba nuevas dificultades. Solamente
una, a lo sumo (el manuscrito IV), ofrecía, hasta donde alcanzaba, una
redacción lista para ser entregada a la imprenta; pero la mayor parte de ella
había quedado anticuada, en cambio, por refundiciones de una época posterior.
La gran masa de los materiales, aun cuando elaborada y acabada en cuanto al
fondo, no lo estaba con respecto a la forma; aparecía redactada en ese lenguaje
en que Marx solía componer sus notas: en un estilo descuidado, familiar,
salpicado de expresiones y giros de crudo humorismo, de términos técnicos
ingleses y franceses, y a ratos con frases y hasta con páginas enteras en
inglés; eran las ideas del autor estampadas sobre el papel, en la forma en que
se iban desarrollando en su cabeza. junto a partes expuestas en todo detalle,
otras, no menos importantes, apenas esbozadas; el material de hechos que había
de documentar las afirmaciones, reunido, pero apenas ordenado, y mucho menos
elaborado; muchas veces, al final de un capítulo, en la impaciencia por pasar
al siguiente, un par de frases nada más, simplemente esbozadas, como jalón del
desarrollo truncado del pensamiento; por último, la consabida letra, que a
veces ni el propio autor era capaz de descifrar.
Yo me he limitado a reproducir lo más textualmente posible
los manuscritos, variando el estilo tan sólo en aquellos casos en que estaba
seguro de que el propio Marx lo habría hecho, e interpolando frases
explicativas de nexo y de transición exclusivamente en los casos en que ello
era de todo punto necesario y en que, además, el sentido estaba perfectamente
claro. Las frases cuya interpretación sólo ofrecía una duda muy remota, he
preferido reproducirlas al pie de la letra. Las refundiciones e interpolaciones
introducidas por mí no llegarán, en total, a más de diez páginas impresas, y
tienen siempre un carácter puramente formal.
La mera enumeración de los materiales manuscritos legados
por Marx para el libro II demuestra con qué tremendo rigor, con qué severa
actitud crítica para consigo mismo se esforzaba aquel hombre en ahondar hasta
la última perfección sus grandes descubrimientos económicos, antes de darlos a
la publicidad; esta actitud crítica para consigo mismo rara vez le permitía
adaptar la exposición, por su contenido y su forma, a su horizonte visual, que
los nuevos estudios iban ampliando constantemente. Veamos ahora cuáles son
estos materiales:
En primer lugar, un manuscrito titulado "Contribución a la crítica de la economía política",
1.472 cuartillas en cuarto en 23 cuadernos, escrito de agosto de 1861 a junio
de 1863. Es la continuación del primer cuaderno del mismo título publicado en
Berlín en 1859. Trata hasta agotarlos, en las cuartillas 1-220 (cuadernos I-V)
y luego en las páginas 1.159-1.472 (cuadernos XIX-XXIII), los temas de la
conversión del dinero en capital que se investigan en el libro I de la obra y
es la primera versión con que contamos acerca de estos temas. Las páginas
973-1.158 (cuadernos XVI-XVIII) se ocupan del capital y la ganancia, de la
cuota de ganancia, del capital comercial y del capital-dinero; es decir, de
temas que luego habrán de desarrollarse en el manuscrito del libro III. En
cambio, los temas tratados en el libro II, al igual que muchos de los que se
tratarán más tarde en el libro III, no aparecen todavía agrupados de un modo
especial. Estos temas son tratados de pasada, sobre todo en la sección que
forma el cuerpo principal del manuscrito: páginas 220-972 (cuadernos VI-XV): "Teorías sobre la plusvalía".
En esta sección se contiene una historia crítica detallada de lo que constituye
el punto cardinal de la economía política: la teoría de la plusvalía, y junto a
ella desarrolla el autor, polemizando con sus antecesores, la mayoría de los
puntos que más tarde habrán de investigarse, de un modo especial y en su
concatenación lógica, en los manuscritos de los libros II y III. Es mi
propósito editar como libro IV de El Capital la parte crítica de este
manuscrito, después de eliminar de él los numerosos pasajes incluidos ya en los
libros II y III. Este manuscrito es algo verdaderamente precioso, pero
inutilizable para la presente edición del libro II.
Viene luego, por su fecha; el manuscrito del libro III,
escrito, por lo menos en su mayor parte, en 1864 y 1865. Hasta que no hubo
terminado, en lo esencial, este manuscrito, Marx no acometió la redacción del
libro I, del volumen primero de la obra, publicada en 1867. Este manuscrito del
libro III es el que me ocupo en la actualidad de preparar para la imprenta.
Del período siguiente -el posterior a la publicación del
libro I-, tenemos, para el libro II, una colección de cuatro manuscritos en
folio, señalados por el propio Marx con los números I a IV. El manuscrito I
(150 páginas), que data probablemente de 1865 o 67, es la primera redacción
independiente, aunque más o menos fragmentaria, del libro II, en su orden
actual. Tampoco de este manuscrito era posible utilizar nada. El manuscrito III
está formado, en parte por un conjunto de citas y referencias a los cuadernos
de extractos de Marx la mayoría de ellas relativas a la primera sección del
libro II- y en parte por el estudio de algunos puntos concretos y
principalmente por la crítica de las tesis de A. Smith sobre el capital fijo y
el capital circulante y sobre la fuente de la ganancia; figura en él, además,
un estudio de la relación entre la cuota de plusvalía y la cuota de ganancia,
que pertenece al libro III. Las referencias han suministrado pocos hallazgos
nuevos, y las versiones, tanto las del libro II como las del III, habían
quedado ya superadas por redacciones posteriores, razón por la cual hubieron de
dejarse a un lado, en su mayoría. El manuscrito IV es una elaboración, lista
para ser entregada a la imprenta, de la sección primera y de los primeros
capítulos de la sección segunda del libro II, y lo hemos utilizado también
cuando le ha llegado el turno. Aunque se comprobó que había sido redactado
antes que el manuscrito II, se le podía utilizar con ventaja para la parte
correspondiente de dicho libro, por ser más acabado de forma; bastaba con
incorporarle algunas adiciones del manuscrito II. Este último manuscrito es la
única versión más o menos acabada del libro II y data de 1870. Las notas para
la redacción final, a que en seguida nos referimos, dicen expresamente:
"Debe tomarse como base la segunda versión."
Después de 1870, sobrevino una nueva pausa, debida
principalmente a enfermedades. Como de costumbre, Marx ocupó este tiempo en
estudios: agronomía, el régimen rural norteamericano y principalmente ruso, el
mercado de dinero y el sistema bancario, y por último las ciencias naturales,
la geología y la fisiología, y sobre todo ciertos trabajos matemáticos
emprendidos por cuenta propia, forman el contenido de los numerosos cuadernos de
extractos de esta época. A comienzos de 1877, Marx sintíose ya lo
suficientemente repuesto para acometer de nuevo su trabajo más importante.
Algunas referencias y notas de los cuatro manuscritos ya mencionados como base
para una refundición del libro II, cuyo comienzo se contiene en el manuscrito V
(56 páginas en folio), datan de fines de marzo de 1877. Este manuscrito
contiene los primeros cuatro capítulos y aparece todavía poco desarrollado;
algunos puntos esenciales se tratan en notas al pie del texto; la materia está
reunida más bien que ordenada, pero es la última exposición completa de esta
parte, la más importante de la sección primera. Un primer intento de sacar de
aquí una redacción apta para ser entregada a la imprenta lo tenemos en el
manuscrito VI (posterior a octubre de 1877 y anterior a julio del 78);
solamente 17 páginas en cuarto, que abarcan la mayor parte del primer capítulo,
y un segundo ensayo -el último- en el manuscrito VII, "2 de julio de
1878", 7 páginas en folio solamente.
Por aquel entonces, Marx parecía haberse dado ya cuenta de
que no alcanzaría a elaborar de un modo capaz de satisfacerle plenamente los
libros II y III, si no se operaba un cambio completo en su estado de salud. En
efecto, los manuscritos V a VII presentan con harta frecuencia las huellas de
una lucha violenta contra las enfermedades que le atenazaban. El fragmento más
difícil de la sección primera aparece redactado de nuevo en el manuscrito V; el
resto de la sección primera -y toda la sección segunda (con excepción del
capítulo XVII) no presentaban grandes dificultades teóricas; en cambio, el
autor consideraba la sección tercera, la reproducción y circulación del capital
social, apremiantemente necesitada de una nueva elaboración. En efecto, en el
manuscrito II se estudiaba la reproducción, primero sin tener en cuenta la
circulación en dinero que le sirve de vehículo y luego tomando ésta en
consideración. Era necesario eliminar esto y, en general, reelaborar toda la
sección de modo que se ajustase al horizonte visual ampliado del autor.
De este modo, surgió el manuscrito VIII, un cuaderno de 70
páginas en cuarto solamente; pero basta confrontar la sección III, en el texto
impreso, después de dejar a un lado los fragmentos interpolados del manuscrito
II, para darse cuenta de todo lo que Marx fue capaz de condensar en tan poco
espacio.
Tampoco este manuscrito es más que un estudio previo del
tema, con la finalidad primordial de fijar y desarrollar los nuevos puntos de
vista logrados en relación con el manuscrito II y omitiendo los puntos acerca
de los cuales no había nada nuevo que decir. También. aquí se incorpora y
amplía un fragmento esencial correspondiente al capítulo XVII de la sección
segunda y que, en cierto modo, entra ya en la sección tercera. La ilación lógica
se interrumpe con frecuencia y la exposición aparece a ratos llena de lagunas y
es, sobre todo al final, absolutamente fragmentaria. Pero lo que Marx se.
propuso decir aparece dicho, de un modo o de otro.
Tales son los materiales con que contamos para la
composición del libro II y de los cuales, según una frase de Marx a su hija
Eleanor poco antes de morir, yo debía "sacar algo". He asumido este
encargo dentro de los límites más estrictos; siempre que ello me ha sido
posible, he limitado mi intervención simplemente a elegir entre las diversas
redacciones. Para esto, he seguido siempre la norma de tomar como base la
última redacción existente, cotejándola con las anteriores. Sólo la sección
primera y la tercera -sobre todo ésta- opusieron verdaderas dificultades, es
decir, dificultades no meramente técnicas, a la aplicación de este criterio. He
procurado resolverlas, ateniéndome exclusivamente al espíritu del autor.
He traducido la mayoría de las citas que figuran en el
texto, cuando se trata de documentación de hechos o en aquellos casos en que,
como sucede tratándose de pasajes de A. Smith, el original se halla al alcance
de todo el que quiera molestarse en investigar la cosa a fondo. Solamente en el
capítulo X hube de renunciar a ello, ya que aquí el autor critica directamente
el texto inglés. Las referencias al libro I toman como base la paginación de la
segunda edición, la última publicada en vida de Marx. [Aquí, la hemos
sustituido siempre por la paginación de esta edición. (Ed.)]
Para el libro III, sólo he contado -aparte de la primera
versión contenida en el manuscrito titulado "Contribución, etc.", de
los fragmentos ya mencionados que figuran en el manuscrito III y de algunas
notas breves que de vez en cuando se insertan en los cuadernos de extractos-
con los siguientes materiales: el citado manuscrito en folio de 1864-65,
elaborado en el mismo grado de perfección aproximadamente que el manuscrito II
del libro II, y finalmente un cuaderno del año 1875: la relación entre la cuota
de plusvalía y la cuota de ganancia, desarrollada matemáticamente (en
ecuaciones). La preparación de este libro para la imprenta avanza rápidamente.
En la medida en que puedo emitir ya un juicio, creo que, si se exceptúan
algunas secciones,, ciertamente muy importantes, sólo habré de tropezar, para
dar cima a la obra, con dificultades de carácter técnico.
Creemos que es éste el lugar indicado para rebatir una
acusación que se ha formulado contra Marx; acusación que al principio sólo se
apuntaba en voz baja y por contadas personas, y que hoy, después de muerto
Marx, los socialistas de cátedra y de Estado y sus seguidores hacen circular
por ahí como un hecho establecido: la acusación de que Marx se limitó a plagiar
a Rodbertus. Acerca de esto ya he tenido ocasión de decir en otro lugar
(1) lo
que más urgía decir, pero es ahora cuando podré aportar las pruebas
documentales decisivas.
Esta acusación a que nos referimos aparece formulada por vez
primera, que yo sepa, por R. Meyer, Emanzipationskampf des vierten
Standes, p. 43: "De estas publicaciones (es decir, de las publicaciones de
Rodbertus, que se remontan a la segunda mitad de la década del treinta) ha
tomado Marx, como puede probarse, la mayor parte de su crítica."
Mientras no se me presenten otras pruebas, tengo que suponer
que toda la "fuerza probatoria" de esta afirmación consiste en que
así se lo ha asegurado Rodbertus al señor Meyer. En 1879 aparece en escena el
propio Rodbertus y escribe a J. Zeller (Zeitschrift
für die gesammte Staatswissenschaft, Tubinga, 1879, p. 219) refiriéndose a
su obra Zur Erkenntniss unserer
staatswirtschaftlichen Zustande (1842) , en los términos siguientes: "Se dará usted cuenta de que ella (la
argumentación desarrollada allí) ha sido utilizada ya... muy bonitamente por
Marx, naturalmente sin citarme." Su editor póstumo, T. Kozak, repite,
sin pararse en averiguaciones, esta cháchara de Rodbertus (Das Kapital, por
Rodbertus, Berlín, 1884. Introducción, p. xv). Finalmente, en las Briefe
und sozialpolitische Aufsätze del Dr. Rodbertus-Jagetzow, editados por R.
Meyer en 1881, Rodbertus dice, sin andar con rodeos: "Hoy, me veo saqueado por Schaffle v Marx, sin que ni siquiera me
mencionen" (carta núm. 60, p. 134). Y en otro pasaje, la pretensión de
Rodbertus cobra contornos aún más rotundos: "En
mi tercera carta social, he puesto de manifiesto, sustancialmente lo mismo que
Marx, sólo que de un modo mucho más breve y más claro, de dónde nace la
plusvalía del capitalista” (carta núm. 48, p. 111).
Marx no se enteró jamás de estas acusaciones de plagio que
se le hacían. En su ejemplar del libro Der
Emanzipationskampf sólo estaban cortadas por la plegadera las páginas
referentes a la Internacional; el resto de la obra hube de abrirlo yo mismo
después de su muerte. La revista de Tubinga, ni siquiera llegó a verla.
Las Briefe, etc., a R. Meyer las ignoraba igualmente, y cuando yo paré la
atención en el pasaje relativo al "saqueo" fue ya en el año 1884 y
gracias al propio señor Di. Meyer. En cambio, Marx conocía la carta núm. 48,
porque el señor Meyer había tenido la gentileza de regalarle el original a su
hija menor. Marx, a cuyos oídos habían llegado, indudablemente, algunos rumores
misteriosos acerca de la pretendida fuente secreta de su crítica, es decir, de
Rodbertus, me la enseñó diciéndome que, por fin, esta carta le brindaba un
testimonio auténtico acerca de las pretensiones de Rodbertus; que si no
pretendía más, esto a él, a Marx, no le preocupaba gran cosa, y que no había
tampoco inconveniente en dejarle a Rodbertus la satisfacción de pensar que su
exposición era la más breve y la más clara. En realidad, Marx entendía que con
esta carta de Rodbertus quedaba liquidado el asunto.
Y tenía perfecta razón para entenderlo así; tanto más cuanto
que, según me consta positivamente, Marx ignoró toda la obra literaria de
Rodbertus hasta el año 1859 aproximadamente, en que su propia crítica de la
economía política estaba ya perfilada, no sólo en líneas generales, sino
incluso en cuanto a sus más importantes pormenores. Marx comenzó sus estudios
económicos en París, en 1843, por los grandes ingleses; de los alemanes, sólo
conocía a Rau y a List, y con ellos tenía de sobra. Ni Marx ni yo supimos una palabra
de la existencia de Rodbertus hasta que en 1848 nos vimos en la necesidad de
criticar, en la Neue Rheinische
Zeitung, sus discursos como diputado renano y sus actos como ministro. Tan
ignorantes estábamos de su persona, que hubimos de preguntar a los diputados
renanos quién era aquel señor Rodbertus que aparecía convertido en ministro de
la noche a la mañana. Pero tampoco ellos supieron revelarnos nada de sus
trabajos económicos. En cambio, la Misére
de la Philosophie, 1847, y las conferencias sobre Trabajo asalariado y capital pronunciadas en Bruselas en 1847 y
publicadas en 1849 en los números 264-69 de la Neue Rheinísche Zeitung, demuestran que Marx sabía ya
perfectamente, por aquel entonces, sin necesidad de la ayuda de Rodbertus, no
sólo de dónde proviene, sino también cómo "nace la plusvalía del
capitalista". Fue allá por el año 1859 cuando Marx se enteró, por
Lassalle, de que existía también un Rodbertus economista y cuando descubrió en
el Museo Británico su "tercera carta social".
Tales son los hechos. Veamos ahora qué hay de cierto en lo
tocante a las ideas que Marx, según se dice, ha "saqueado" a
Rodbertus. "En mi tercera carta social --dice Rodbertus-, he puesto de
manifiesto sustancialmente lo mismo que Marx, sólo que de un modo más breve y
más claro, de dónde nace la plusvalía del capitalista." El punto cardinal
es, por tanto, la teoría de la plusvalía; y, en realidad, nadie sería capaz de
decir qué otra cosa podría Rodbertus reivindicar de Marx como propiedad suya.
Rodbertus se hace aparecer, pues, aquí como el verdadero autor de la teoría de
la plusvalía, pretendiendo que Marx se la ha saqueado.
Pues bien; ¿qué nos dice la tercera carta social (p. 871
respecto al nacimiento de la plusvalía? Nos dice, sencillamente, que la
"renta", término en el que el autor sintetiza la renta del suelo y la
ganancia, no nace de un "recargo de valor" sobre el valor de la
mercancía, sino "como consecuencia' de una deducción de valor que se le
impone al salario; en otros términos, porque el salario sólo representa una
parte del valor del producto del trabajo" y porque allí donde la
productividad del trabajo es suficiente, "no necesita ser igual al valor
natural de cambio de su producto, con objeto de que quede un remanente para la
reposición del capital (!) y para la renta". Sin que se nos diga qué
"valor natural de cambio" del producto es ése en el que no queda
ningún remanente para la "reposición del capital", es decir, para la
reposición de las materias primas y del desgaste de las herramientas.
Afortunadamente, tenemos la posibilidad de comprobar la
impresión que este sensacional descubrimiento de Rodbertus causó a Marx. En el
cuaderno X, pp. 445 ss., del manuscrito titulado "Contribución a la crítica, etc.", nos encontramos con
una "disgresión" titulada "El señor Rodbertus. Una nueva teoría
de la renta del suelo". Es el único punto de vista desde el cual se
examina aquí la tercera carta social. Marx liquida la teoría rodbertiana de la
plusvalía en general con esta observación irónica:
"El señor Rodbertus empieza investigando el aspecto que presenta
un país en que la posesión de la tierra y la del capital no se hallan
separadas, para llegar luego al resultado importante de que la renta (por la
cual entiende toda la plusvalía) equivale simplemente al trabajo no retribuido
o a la cantidad de productos en que toma cuerpo."
Ahora bien, la humanidad capitalista se ha pasado varios
siglos produciendo plusvalía y, poco a poco, ha ido formándose, además, una
idea acerca del nacimiento de ésta. La primera noción fue la que brotó de la
práctica mercantil inmediata: la de que la plusvalía nacía de un recargo sobre
el valor del producto. Esta idea predominaba entre los mercantilistas, pero ya
James Stewart se dio cuenta de que, si fuese así, lo que unos ganaban tenían
necesariamente que perderlo otros. A pesar de eso, esta idea siguió apuntando
todavía durante mucho tiempo, sobre todo entre los socialistas; fue A. Smith
quien la desplazó de la ciencia clásica.
En su Riqueza de
las Naciones, libro I, cap. VI, se dice:
"Tan pronto como el capital se acumula en poder de personas
determinadas, algunas de ellas procuran regularmente emplearlo en dar trabajo a
gentes laboriosas, suministrándoles materiales y alimentos, para
sacar provecho de la venta de su producto o del valor que
el trabajador añade a los materiales." Éste "se resuelve en dos partes; una de ellas paga el
salario de los obreros, y la otra las ganancias del empresario, sobre
el fondo entero de materiales y salarios que adelanta." Y un poco más
adelante: "Desde el momento en que
las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los
terratenientes, éstos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca
sembraron, y exigen una renta hasta por el producto natural del suelo.. : "El obrero "ha
de pagar al terrateniente una parte de lo que su trabajo
produce o recolecta. Esta porción, o lo que es lo mismo, el precio de ella,
constituye la renta de la tierra".
En el citado manuscrito "Contribución
a la crítica, etc." p. 253; Marx comenta así este pasaje:
"Para A. Smith, la plusvalía, es decir,
el trabajo sobrante, el remanente de trabajo invertido y materializado en la
mercancía después de cubrir el trabajo retribuido, cuyo equivalente es el
salario, constituye por tanto la categoría general, de que la ganancia propiamente
dicha y la renta del suelo no son más que modalidades:"
Más adelante, libro I, cap. VIII, dice también A. Smith:
"Tan pronto como
la tierra se convierte en propiedad privada, el propietario exige una parte de
todo cuanto producto obtiene o recolecta en ella el trabajador. Su renta es la
primera deducción que se hace del producto del trabajo aplicado a la tierra.
Rara vez ocurre que la persona que cultiva la tierra disponga de lo necesario
para mantenerse hasta la recolección. La subsistencia que se le adelanta
procede generalmente del capital de un amo, el granero que lo emplea, y que no
tendría interés en ocuparlo sino participando en el producto del trabajador...
este beneficio viene a ser la segunda deducción que se hace del producto del
trabajo empleado en la tierra. El producto de cualquier otro trabajo está casi
siempre sujeto a la misma deducción de un beneficio. En todas las artes y
manufacturas, la mayor parte de los operarios necesitan de un patrón que les
adelante los materiales de su obra, los salarios y el sustento hasta que la
obra se termina. El patrón participa en el producto del trabajo de sus
operarios, o en el valor que el trabajo incorpora a los materiales, y en esta
participación consiste su beneficio."
Glosa de Marx (manuscrito p. 256):
"En este pasaje,
A. Smith presenta lisa y llanamente la renta del suelo y la ganancia del
capital como simples deducciones hechas sobre el producto del obrero o sobre el
valor de su producto, e iguales a la cantidad de trabajo añadida por él a las
materias primas. Pero esta deducción sólo puede consistir, como el propio A.
Smith pone en claro con anterioridad, en la parte del trabajo que el obrero
añade a las materias primas después de cubrir la cantidad de trabajo que su
salario se limita a resarcir o arroja un equivalente de éste; dicho en otros
términos, no puede consistir más que en, plusvalía, en trabajo no
retribuido."
Como vemos, ya A. Smith sabía "de dónde nace la
plusvalía del capitalista" y, además, la del terrateniente; Marx lo
reconoce sinceramente ya en 1861, mientras Rodbertus y todo el tropel de sus
admiradores, que brotan como las setas bajo la lluvia caliente de estío del
socialismo de Estado, parecen haberlo olvidado en absoluto.
"Sin embargo -prosigue
Marx-, A. Smith no diferencia la
plusvalía de por sí, como categoría propia, de las formas específicas bajo las
que se presenta como ganancia y renta del suelo. De aquí todos los errores y
los defectos de que adolece su investigación, y más aún la de Ricardo."
Frase ésta que podría ser aplicada literalmente a Rodbertus. Su
"renta" es, sencillamente, la suma de la renta del suelo + la
ganancia; de la renta del suelo se forma una teoría totalmente falsa, y la
ganancia la toma, sin molestarse en lo más mínimo, tal y como la encuentra en sus
predecesores. En cambio, la plusvalía de Marx es la forma general de
la suma de valor que se apropian sin equivalencia los poseedores de los medios
de producción, suma que se descompone en las formas
específicas, transformadas, de ganancia y renta del suelo, con arreglo a
leyes muy peculiares, que Marx fue el primero en descubrir. Estas leyes se
desarrollan en el libro III, donde se verá por vez primera cuántos eslabones
son labores son necesarios para llegar de la comprensión de la plusvalía en
general a la de su transformación en ganancia y renta del suelo, es decir, a la
comprensión de las leyes que rigen el reparto de la plusvalía en el seno de la
clase capitalista.
Ricardo va ya bastante más allá que A. Smith. Basa su
concepción de la plusvalía en una nueva teoría del valor, que, aunque aparecía
ya como un conato en A. Smith se perdía nuevamente entre los desenvolvimientos
de este autor y que habría de constituir el punto de partida de toda la ciencia
económica posterior. De la determinación del valor de la mercancía por la
cantidad de trabajo materializado en ella, deriva Ricardo la distribución entre
obrero y capitalista de la cantidad de valor añadida a las materias primas por
el trabajo, su división en salario y ganancia (es decir, aquí, plusvalía).
Demuestra que el valor de las mercancías es siempre el mismo, por mucho que
cambie la proporción entre estas dos partes; ley a la que sólo admite
excepciones aisladas. Establece, incluso, algunas leyes fundamentales acerca de
la proporción inversa entre el salario y la plusvalía (concebida bajo la forma
de ganancia), aunque en una formulación demasiado genera] (Marx, El Capital, I,
cap.. XV, I) [435-438], y demuestra la renta del suelo como un remanente que en
determinadas circunstancias se desprende de la ganancia. Rodbertus no se
remonta por encima de Ricardo en ninguno de estos dos puntos. Las
contradicciones internas de la teoría de Ricardo, que condujeron al fracaso a
su escuela, pasaron completamente inadvertidas para Rodbertus o sólo sirvieron
para inducirle (Zur Erkenntniss, etc., p. 130 ) , a reivindicaciones utópicas,
y no a soluciones económicas.
Pero la teoría ricardiana del valor y de la plusvalía no
necesitó esperar a que apareciese la obra Zur Erkenntníss, etc., de Rodbertus
para ser utilizada en un sentido socialista. En la p. 495 del primer tomo de El
Capital encontramos citado el estudio "The possessors of surplus produce
or capital", tomado de una obra titulada The Source and Remedy of the
National Difficulties. A Letter to Lord John Russel, Londres, 1821. En
esta obra, hacia cuya importancia hubiera debido llamar la atención, por sí
sola, la expresión de "surplus produce or capital" y que es un
folleto- de 40 páginas, arrancado por Marx al olvido, se dice: "Cualquiera que sea lo que al
capitalista le corresponda (desde el punto. de vista del capitalista), sólo
puede apropiarse el trabajo excedente (surplus labour) del obrero,
pues el obrero necesita vivir" (p. 23). Pero, gimo viva el obrero y
cuán grande pueda ser, por tanto, el trabajo excedente apropiado por el
capitalista, es una cosa muy relativa. "Si
el capital, no disminuye de valor en la proporción en que aumenta de volumen,
el capitalista estrujará al obrero el producto de cada hora de trabajo por
encima del mínimo que el obrero necesita para vivir... El capitalista puede, en
último término, decirle al obrero: no comas pan, pues puedes visir cogiendo
nabos y patatas; hasta este punto hemos llegado" (p. 24). "Si se cede hacer que el obrero se
alimente de patatas en vez de pan, es indiscutible que se podrá arrancar un
producto mayor a su trabajo; es decir, si él, obrero para vivir de pan,
necesitaba retener para su sustento y el de su familia el trabajo del lunes y
del martes, alimentándose de patatas sólo retendrá para sí la mitad del lunes,
con lo cual el resto del lunes y todo el martes quedarán libres en provecho del
Estado o Para el capitalista"- (p. 26). "Todos están de acuerdo (it is admitted) en que los intereses
abonados a los capitalistas, sea en forma de renta o en forma de réditos o de
ganancia comercial o industrial, se pagan a costa del trabajo de otros" (p.
23). He aquí, pues, toda la "renta" de Rodbertus, con la diferencia
de que, en vez de "renta", aquí se dice intereses.
Glosa de Marx (manuscrito "Contribución a la crítica, etc.", p. 852):
"Este folleto
casi desconocido -que apareció por la época en que empezaba a hacerse célebre
el `increíble chapucero' MacCulloch- representa un progreso muy notable con
respecto a Ricardo. Define directamente la plusvalía o `ganancia', como Ricardo
la llama (y también, con frecuencia, producto excedente, surplus
product) o interest, como lo llama el autor del folleto,
como surplus labour, trabajo excedente, como el trabajo que el obrero
rinde gratis, después de cubrir la cantidad de trabajo que sirve para reponer
el valor de su fuerza de trabajo y que, por tanto, produce un equivalente para
su salario. Tan importante como era reducir el valor al trabajo, era reducir la
plusvalía (surplus value) materializada en un producto
excedente (surplus product) a trabajo excedente (surplus
labour).
Esto aparece ya dicho, en efecto, en Adam Smíth y
constituye una fase fundamental en la evolución de Ricardo. Pero no
aparece nunca expresado y plasmado en ellos en forma absoluta." Y más
adelante, en la p. 859 del manuscrito, se dice:
"Por lo demás, el
autor sigue aferrado a las categorías económicas anteriores a él. En Ricardo la
confusión de plusvalía y ganancia conduce a contradicciones desagradables.
Exactamente lo mismo le ocurre a él, que bautiza la plusvalía con el nombre de
interés del capital. Es cierto que le lleva a Ricardo la, ventaja de que, en
primer lugar, reduce toda la plusvalía a trabajo excedente y de que, además,
aunque llame a la plusvalía interés del capital, hace resaltar, al mismo
tiempo, que entiende por interest of capital la forma general de la
plusvalía, a diferencia de sus formas específicas, renta, interés y ganancia
comercial e industrial. Pero vuelve a tomar el nombre de una de estas formas
específicas, el interest, como el nombre de la forma general. Y esto basta
para que vuelva a reincidir en la vieja jerga [slang, dice el manuscrito]
económica."
Este último pasaje le viene a nuestro Rodbertus como anillo
al dedo. También él se aferra a las categorías económicas anteriores. Y bautiza
a la plusvalía con el nombre de una de sus modalidades transformadas, a la que,
además, da una gran vaguedad: la renta. El resultado de estas dos pifias es que
reincida en la vieja jerga económica, que no lleve adelante de un modo crítico
su progreso respecto a Ricardo y que, en vez de eso, se deje inducir a hacer de
su conato de teoría, antes de que ésta se haya desprendido del cascarón, la
base de una utopía, que, como siempre, llega tarde. El folleto de referencia se
publicó en 1821 y se adelanta ya plenamente a la "renta" rodbertiana
de 1842.
El folleto comentado por Marx no es más que la avanzada
extrema de toda una literatura que en la década del veinte endereza la teoría
ricardiana del valor y de la plusvalía, en interés del proletariado, contra la
producción capitalista, combatiendo a la burguesía con sus propias armas. Todo
el comunismo de Owen, en la medida en que reviste una forma económico-polémica,
se basa en Ricardo. Y junto a él encontramos toda una serie de escritores,
entre los cuales Marx se limita, ya en 1847, a citar unos cuantos en contra de
Proudhon (Misére de la Philosophie, p.
49): Edmonds, Thompson, Hodgskin, etc., etc., "y cuatro páginas más de etcéteras".
Entre este sinnúmero de obras,
citaré una, tomada al azar: An
Inguiry into the Principles of the Distribution of Wealth, most conducive to
Human Happines, por William Thompson; nueva edición, Londres, 1850. La
primera edición de esta obra, escrita en 1822, se publicó por vez primera en
1824. También aquí se define constantemente, y con palabras bastantes
contundentes, la riqueza apropiada por las clases no productoras como deducción
del producto del obrero.
"La
aspiración constante de lo que llamamos sociedad ha consistido en mover al
obrero productivo, por el engaño o la persuasión, por la coacción o el terror,
a trabajar percibiendo la parte más pequeña posible del producto de su propio
trabajo" (p. 28). "¿Por qué
el obrero no ha de percibir todo el producto absoluto de su trabajo? (p.
32).
"Ésta
compensación que los capitalistas le arrancan al obrero productivo bajo el
nombre de renta del suelo o de ganancia, se le reclama por el uso de la tierra
o de otros objetos... Puesto que todas las materias físicas sobre las cuales o
por medio de las cuales puede poner en práctica su capacidad de producción el
obrero productivo desposeído, al que no se le deja más que su capacidad de
producir, se hallan en posesión de otros cuyos intereses son antagónicos a los
suyos y cuyo consentimiento es condición previa para su trabajo, ¿no depende y
no tiene necesariamente que depender de la buena voluntad de estos capitalistas
la parte de los frutos de su propio trabajo que se le deje como
remuneración de éste (p. 125)... en proporción a la magnitud del producto
retenido, ya se dé... a estos desfalcos el nombre de impuestos, el de ganancia
o el de robo?" (p. 126), etc.
Confieso que siento, al escribir estas líneas, un poco de
vergüenza. Pase el que la literatura inglesa anticapitalista de las décadas del
veinte y del treinta sea tan absolutamente ignorada en Alemania, a pesar de que
ya en la Misére de la Philosophie,
Marx alude directamente a ella y de que en el primer tomo de El Capital cita repetidas veces algunas
de estas publicaciones: el folleto de 1821, a Ravenstone, a Hodgskin, etc. Pero
el hecho de que no sólo el literatos vulgaris que
se agarra desesperadamente a los faldones de la levita de Rodbertus, ese
literato "que no ha aprendido realmente nada", sino incluso el
profesor de oficio que "se jacta de erudición" haya olvidado su
economía clásica hasta el punto de poder acusar seriamente a Marx de copiar de
Rodbertus cosas que pueden leerse ya en A. Smith y en Ricardo, demuestra cuán
bajo ha caído hoy, en Alemania, la economía oficial.
¿Qué es, entonces, lo que Marx dice de nuevo acerca de la
plusvalía? ;Cómo se explica que la teoría de la plusvalía de Marx haya
descencadenado una tormenta repentina, y además en todos los países
civilizados, mientras que las teorías de todos sus predecesores socialistas,
incluyendo a Rodbertus, se esfumaron sin dejar rastro?
Podríamos explicar esto a la luz de un ejemplo sacado de la
historia de la química.
A fines del siglo pasado, imperaba todavía en la química,
como es sabido, la teoría flogística, la cual explicaba el proceso de toda
combustión a base de un cuerpo, hipotético, un combustible absoluto que según
ella se desprendía en ese proceso y al que se daba el nombre de flogisto. Esta
teoría bastaba para explicar la mayoría de los fenómenos conocidos por aquel
entonces, aunque para ello, en ciertos casos, fuera necesario violentar un poco
la cosa. En 1774, Priestley descubrió una clase de aire "tan puro o tan exento de flogisto que, a su lado, el aire
corriente parecía estar ya corrompido". Y le dio el nombre de aire
desflogistizado. Poco después, Scheele encontró en Suecia la misma clase de
aire y demostró su existencia en la atmósfera. Descubrió, además, que
desaparecía al quemar un cuerpo en él o en aire corriente, razón por la cual le
dio el nombre de "aire ígneo".
"Estos
resultados le llevaron a la conclusión de que la combinación que se produce por
la unión del flogisto con una de las partes integrantes del aire (es decir, en
el proceso de combustión) no es otra cosa que fuego o calor, que se escapa por
el vidrio." (2)
Tanto Priestley como Scheele habían descubierto el oxígeno,
pero no sabían lo que tenían en la mano. Seguían aferrados a las categorías
"flogísticas" anteriores a ellos. En sus manos, el elemento llamado a
echar por tierra toda la concepción flogística y a revolucionar la química,
estaba condenado a la esterilidad. Pero Priestley comunicó en seguida su descubrimiento
a Lavoisier, en París, y Lavoisier se puso a investigar, a la luz de este nuevo
hecho, toda la química flogística, hasta que descubrió que la nueva clase de
aire era, en realidad, un nuevo elemento químico; que en la combustión no
interviene ningún misterioso flogisto que se escale del cuerpo en ignición,
sino que es el nuevo elemento el que se combina con el cuerpo que arde, y de
este modo puso de pie toda la química, que bajo su forma flogística estaba de
cabeza. Y aunque, como él mismo lo afirma, no presentó el oxígeno al mismo
tiempo que los otros e independientemente de ellos, Lavoisier es, a pesar de
ello, con respecto a los otros dos, el verdadero descubridor del oxígeno, ya
que aquéllos no hicieron más que tropezar con el nuevo elemento sin sospechar
siquiera qué era aquello en que tropezaban.
Pues bien; la relación que media entre Lavoisier y Priestley
y Scheele es la misma que media, en lo tocante a la teoría de la plusvalía,
entre Marx y sus predecesores. La existencia de esa parte de valor del producto
a que Doy damos el nombre de plusvalía, habíase comprobado mucho antes de Marx;
y asimismo se había expresado, con mayor o menor claridad, en lo que consiste,
a saber: en el producto del trabajo por el que quien se lo apropia no paga equivalente
alguno. Pero no se pasaba de ahí. Los unos -los economistas burgueses clásicos-
investigaban, a lo sumo, la proporción en que el producto del trabajo se
repartía entre el obrero y el poseedor de los medios de producción. Los otros
-los socialistasencontraban este reparto injusto y buscaban medios utópicos
para corregir la injusticia. Pero, tanto unos como otros seguían aferrados a
las categorías económicas anteriores a ellos.
Fue entonces cuando apareció Marx. Y apareció en directa
contraposición con todos sus predecesores. Allí donde éstos veían una solución,
Marx vio solamente un problema. Vio que aquí no se trataba ni de aire
desflogistizado ni de aire ígneo, sino de oxígeno; que no se trataba ni de la
simple comprobación de un hecho económico corriente, ni del conflicto de este
hecho con la eterna justicia y la verdadera moral, sino de un hecho que estaba
llamado a revolucionar toda la economía y que daba -a quien supiera
interpretarlo- la clave para comprender toda la producción capitalista. A la
luz de este hecho, investigó todas las categorías anteriores a él, lo mismo que
Lavoisier había investigado a la luz del oxígeno todas las anteriores
categorías de la química flogística. Para saber qué era la plusvalía, tenía que
saber qué era el valor. Y el único camino que se podía seguir, para ello, era
el de someter a crítica, ante todo, la propia teoría del valor de Ricardo. Y
así, Marx investigó el trabajo en su función creadora de valor y puso en claro
por vez primera qué trabajo y por qué y cómo crea valor, descubriendo que el
valor no es otra cosa que trabajo de esta clase cristalizado, punto éste que
Rodbertus no llegó jamás a comprender. Luego, Marx investigó la relación entre
la mercancía y el dinero y demostró cómo y por qué, gracias a la cualidad de
valor inherente a ella, la mercancía y el cambio de mercancías tienen
necesariamente que engendrar la antítesis de mercancía y dinero; su teoría del
dinero cimentada sobre esta base, es la primera teoría completa, hoy
tácitamente aceptada por todo el mundo. Investigó la conversión del dinero en
capital y demostró que este proceso descansa en la compra y venta de la fuerza
de trabajo. Y, sustituyendo el trabajo por la fuerza de trabajo, por la
cualidad creadora de valor, resolvió de golpe una de las dificultades contra
las que se había estrellado la escuela de Ricardo: la imposibilidad de poner
intercambio de capital y trabajo en consonancia con la ley ricardiana de la
determinación del valor por el trabajo. Sentando la distinción del capital en constante
y variable, consiguió por vez primera exponer hasta en sus más pequeños
detalles y, por tanto, explicarlo, el proceso de la formación de plusvalía en
su verdadero desarrollo, cosa que ninguno de sus predecesores había logrado;
estableció, por este camino, una distinción entre dos clases de capital de la
que ni Rodbertus ni los economistas burgueses habían sido capaces de sacar nada
en limpio y que, sin embargo, nos da la clave para resolver los problemas
económicos más intrincados, como lo demuestra palmariamente, una vez más, este
libro II y lo demostrará más aún, según se verá en su día, el libro III. Siguió
investigando la misma plusvalía y descubrió sus dos formas: la plusvalía
absoluta y la relativa, señalando el papel distinto, pero decisivo en ambos
casos, que la plusvalía desempeña en el desarrollo histórico de la producción
capitalista. Y, sobre la base de la plusvalía, desarrolló la primera teoría
racional del salario que poseemos y trazó por vez primera las líneas generales
para una historia de la acumulación capitalista y para una exposición de su
tendencia histórica.
¿Y Rodbertus? Después de leer todo esto, ve en ello
-economista de tendencia, como siempre- un asalto a la sociedad", le
parece que él ha dicho de un modo mucho más breve y más claro de dónde nace la
plusvalía y encuentra, finalmente, que todo esto se amolda, indudablemente, a
"la actual forma de capital", es decir, al capital tal como existe
históricamente, pero no al "concepto del capital", es decir, a la
idea utópica que del capital se ha formado el señor Rodbertus. Exactamente lo
mismo que sucedía al viejo Priestley, que hasta su muerte ponía la mano en el
fuego por el flogisto, sin querer saber absolutamente nada del oxígeno. Con la
diferencia de que Priestley fue realmente el primero que tropezó con el
oxígeno, mientras que Rodbertus, con su plusvalía, o mejor dicho con su
"renta", no hizo más que volver a descubrir un lugar común, y de que
Marx, al contrario que los predecesores de Lavoisier, jamás afirmó haber sido
el primero en descubrir el hecho de la existencia de la plusvalía.
Las demás aportaciones de Rodbertus en materia de economía,
se hallan al mismo nivel de ésta. Su elaboración de la plusvalía convertirla en
un concepto utópico, fue criticada ya por Marx, sin proponérselo, en la
Misére de la Philosophie; y cuanto
restaba por decir acerca de esto, ha sido dicho por mí en el prólogo a la
traducción alemana de la citada obra. La tendencia a las crisis comerciales por
el déficit de consumo de la clase obrera la encontramos ya en los Nouveaux
Principes de Economie Polítique de Sismondi, libro IV, capítulo IV
(3).
Sólo que Sismondi no pierde de vista nunca el mercado mundial, mientras que el
horizonte de Rodbertus queda encerrado dentro de las fronteras prusianas. Sus
especulaciones sobre si el salario proviene del capital o de la renta son puro
escolasticismo y quedan definitivamente liquidadas con la sección tercera de
este libro II de El Capital. Su teoría de la renta es propiedad exclusiva suya
y podrá seguir sesteando tranquilamente hasta que vea la luz el manuscrito de
Marx en que se hace la crítica de ella. Finalmente, sus proposiciones
encaminadas a emancipar la propiedad territorial de la vieja Prusia de la
opresión del capital son también completamente utópicas; en ellas se elude, en
efecto, la única cuestión práctica que aquí se ventila: la cuestión de saber
cómo el terrateniente de la vieja Prusia puede ingresar, digamos, 20,000 marcos
un año con otro y gastar, por ejemplo, 30,000, sin contraer deudas.
La escuela ricardiana fracasó hacia 1830 por culpa de la
plusvalía. El problema que ella no fue capaz de resolver siguió siendo un
problema sin solución, con harta mayor razón, para su sucesora, la economía
vulgar.
He aquí los dos puntos contra los cuales Ricardo y su
escuela se estrellaron:
Primero. El trabajo es la medida del valor. Sin
embargo, el trabajo vivo, al ser cambiado por capital, presenta un valor
inferior al del trabajo materializado por el que se cambia. El salario, el
valor de una determinada cantidad de trabajo vivo, es siempre inferior al valor
del producto creado por esta misma cantidad de trabajo vivo o en que ésta toma
cuerpo. Así formulado, el problema es, en efecto, insoluble. Marx lo plantea en
sus verdaderos términos y, al plantearlo así, lo resuelve. No es el trabajo el
que tiene un valor. Como actividad creadora de valor que es, el trabajo no
puede tener un valor especial, lo mismo que la gravedad no puede tener un peso
especial, ni el calor una temperatura especial, ni la electricidad un voltaje
especial. Lo que se compra y se vende como mercancía no es el trabajo, sino
la fuerza de trabajo. Al convertirse en mercancía, su valor se rige
por el trabajo encarnado en ella como producto social y equivale al trabajo
socialmente necesario para su producción y reproducción. La compra y venta de
la fuerza de trabajo sobre la base de este valor suyo no contradice, por tanto,
en modo alguno, a la ley económica del valor.
Segundo. Según la ley ricardiana del valor, dos
capitales que emplean la misma cantidad de trabajo vivo y con la misma
remuneración, producen en tiempos iguales -suponiendo que todas las demás
circunstancias sean idénticas- productos de igual valor y plusvalía o ganancia
en cantidad también igual. Pero si emplean cantidades desiguales de trabajo
vivo, no pueden producir una plusvalía o, como dicen los ricardianos, una
ganancia de tipo igual. Pues bien, lo que ocurre es precisamente lo contrario.
En realidad, capitales iguales, cualquiera que sea la cantidad, pequeña o
grande, de trabajo vivo que empleen, producen en tiempos iguales, por término
medio, ganancias iguales. Se encierra aquí, por tanto, una contradicción a la
ley del valor, contradicción descubierta ya por Ricardo, y que su escuela fue
también incapaz de resolver. Rodbertus vio también esta contradicción; pero, en
vez de resolverla, la convirtió en uno de los puntos de partida de su utopía
(Zur Erkenntnis, etc., p. 131) . La tal contradicción había sido ya
resuelta por Marx en el manuscrito titulado "Contribución a la crítica,
etc."; la solución se encuentra, con arreglo al plan de El Capital,
en el libro III. Aún habrán de pasar varios meses antes de su publicación. Por
tanto, los economistas que pretenden descubrirnos en Rodbertus la fuente
secreta de Marx y un precursor aventajado de éste, tienen aquí una ocasión de
demostrarnos lo que puede dar de sí la economía rodbertiana. Si son capaces de
explicarnos cómo, no ya sin infringir la ley del valor, sino sobre la base
precisamente dé esta ley, puede y debe formarse una cuota media de ganancia
igual, entonces discutiremos mano a mano con ellos. Pero, tienen que darse
prisa. Las brillantes investigaciones contenidas en este libro II de El
Capital y los novísimos resultados a que llegan en terrenos que hasta aquí
apenas había pisado nadie, no son más que las premisas para el contenido del
libro III, en el que se desarrollan los resultados finales de la exposición
marxista del proceso social de reproducción, sobre la base capitalista. Cuando
este libro III vea la luz, ya casi nadie se acordará de que existió un economista
llamado Rodbertus.
Marx tenía el propósito, que repetidas veces me expuso, de
dedicar a su esposa los libros II y III de El Capital.
FEDERICO ENGELS
Londres, 5 de mayo de 1885, cumpleaños de Marx.
Esta segunda edición es, sustancialmente, una reproducción
literal de la primera. Me he limitado a corregir las erratas de imprenta, a
subsanar algunos descuidos de estilo y a suprimir algunos párrafos breves que
no contenían más que repeticiones.
La labor de preparación del manuscrito del tercer libro, en
la que he tropezado con dificultades completamente inesperadas, está a punto de
terminar. Si gozo de salud, este volumen podrá ser entregado a la imprenta en
el próximo otoño.
F. ENGELS
Londres. 15 de julio de 1893
(1) En mi prólogo a Das Elend der Philosophie.
Antvort auf Proudhons Philosophie des Elends ["La miseria de la
Filosofía. Réplica a la Filosofía de la Miseria"], por Carlos Marx. Trad.
alemana de E. Bernstein y C. Kautsky, Stuttgart, 1885.
(2) Roscoe-Schorlemmer, Ausführliches Lehrbuch der
Chemie, Braunsehweig, 1887, I, 2, pp. 13 y 18.
(3) "Y de este modo, por la concentración de las
riquezas en manos de un puñado de poseedores, se va restringiendo cada vez más
el mercado interior, y la industria se ve obligada cada vez más a buscar salida
a sus productos en los mercados extranjeros, donde la amenazan grandes
conmociones" (a saber, la crisis de 1817, que el autor describe a
continuación). Nouveaux Principes, ed. 1819, primera parte, p.
336.'
(4) [Versión basada en MARX y ENGELS, Selected Correspondence,
Ediciones en Lenguas Extranjeras, Moscú, pp. 488-500.]
Este Prólogo ha sido extraído de ‘El Capital’ - Tomo II de Karl Marx publicado
por el Fondo de Cultura Económica, 1966 (4ª edición) – México
Primera edición en alemán: Tomo I: 1867; Tomo II: 1885 y Tomo IV: 1894