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Dedicado a mi padre, Antonio Labriola ✆ Gaia Scaramella
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“En la noche de densa oscuridad que envuelve a la más remota antigüedad tan distante de nosotros, brilla la luz eterna, infalible de una verdad más allá de toda duda: el mundo de la sociedad civil ciertamente ha sido hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente humana”.
Giambattista Vico, La scienza nuova, 1744
“El hombre tiene su acta de nacimiento, que es la historia. La historia es la verdadera historia natural del hombre”.
Karl Marx, Manuscritos..., 1844
Jaime Massardo | Hace ya un siglo, el 2 de
febrero de 1904, fallecía en Roma Antonio Labriola, dejando una obra cuya lenta
y muchas veces tardía valoración no puede explicarse sino solamente en parte a
través de las vicisitudes de la historia de lo que el mismo caracterizara como
«el conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo». [3] El tono
cáustico cuando no sarcástico, la redacción algo barroca, cierta soledad
política, pero sobre todo el espíritu crítico y la radical heterodoxia de
Labriola con respecto a estas mismas doctrinas —«he tenido sólo la modesta
intención de escribir críticamente de marxismo»,
dice—, [4] no favorecieron tampoco, por cierto, la «fortuna» de sus
escritos, [5] fortuna que sigue «una línea oscilante y a menudo
contradictoria», [6] limitando considerablemente su recepción y
haciéndole, como anota Antonio Gramsci hacia el final del Quaderno 11
(xviii), «muy poco conocido fuera de un reducido círculo (una cerchia ristretta)». [7] «En Italia, durante cuarenta años, por lo menos, a
partir de su muerte casi no se ha hablado de Antonio Labriola», reitera en la
misma dirección Palmiro Togliatti en un artículo publicado por
la Rinascita en 1954... [8] Pero ¿en qué consiste
exactamente el espíritu crítico y la radical heterodoxia de Labriola, en qué
aspectos de su pensamiento está concretamente presente y por qué, luego de una
recepción inicial favorable, irá a provocar la reserva de sus contemporáneos?
Al calor de la lectura de sus escritos, una pista, en rigor, una
intuición a explorar para intentar responder a estos interrogantes encuentra su
determinación en la concepción de la historia que toma forma en su
pensamiento y en la función organizativa que ella cumple con respecto al
conjunto de su obra. Esta concepción no proviene, en rigor —es importante
subrayarlo—, del «conjunto de doctrinas que se suele llamar marxismo», sino,
como han mostrado algunos autores, [9] de la riqueza de la larga
tradición del propio debate historiográfico italiano [10] y, por esta
misma circunstancia, ofrece un canon interpretativo diverso de aquellas que
conforman las premisas teóricas que orientan la práctica política de los «estados
mayores» del movimiento obrero tanto en la Internacional socialista como,
luego, en la comunista. [11] El pensamiento y la concepción de la
historia de Labriola se apoyarán en este canon interpretativo para ir trazando
desde allí los elementos de una dialéctica en la que se encuentran in
ovo los elementos fundantes de una nueva cultura política al interior del
movimiento obrero, una nueva cultura política que, como trataremos de mostrar
aquí en lo que a algunas cuestiones preliminares se refiere, surge del encuentro
que provoca Labriola entre «la larga tradición del propio debate
historiográfico italiano» y el Marx radicalmente historicista, ese
Marx historiador crítico del capitalismo muchas veces oculto
tras los estancos de las diversas disciplinas académicas, tras los
compartimentos cerrados de la parcialización de los saberes que conlleva la
estructura social de la así llamada «modernidad». Cultura política, entonces,
que desde una determinada concepción de la historia coloca la filosofía de
la praxis —«la médula (il midollo) del materialismo histórico... la
filosofía inmanente a las cosas sobre las cuales filosofa», dirá
Labriola— [12] en el centro de una nueva representación del mundo, en
la cual la filosofía debe ir «de la vida al pensamiento y no del pensamiento a
la vida». [13] «Con Labriola —escribe Georges Labica— nos encontramos
frente a una aurora teórica». [14]
II
«Me he puesto a escribir dos líneas (qualche parola) y he
terminado por llenar muchas hojas en memoria del manifiesto
comunista. He escrito sin mirar ni los libros ni mis voluminosos extractos
de teoría del socialismo», decía Labriola a Friedrich Engels, comentando el
avance de su trabajo en carta del 15 de abril de 1895. [15] «A la
mitad del mes entrante publicaré el primer fascículo (preámbulo) de una serie
de ensayos sobre a la concepción materialista de la
historia (saggi sulla concezione materialistica della storia). Haré la
prueba de tratar en muchos opúsculos (que los libros no los lee nadie) aquello,
o una parte de aquello que he enseñado en ocho años», añadía, siempre en carta
a Engels, el 30 de mayo siguiente. [16] In memoria del manifesto dei
comunisti, el primero de estos Saggi sulla concezione materialistica della
storia, de Antonio Labriola, aparecerá, efectivamente, en junio de 1895,
en francés y casi simultáneamente en italiano. La versión francesa, en Paris,
en la revista Le devenir social, fundada ese mismo año por Georges
Sorel [17] y la italiana en Roma, en una edición realizada por
Loescher y preparada por Benedetto Croce, cuyo vínculo con Labriola databa de
enero o febrero de 1884, cuando Croce asistía a los cursos que el autor de
los Saggi impartía en la Universidad de Roma. [18] Engels,
interlocutor privilegiado de Labriola durante 1890 y 1895, [19] a
quien encuentra personalmente en agosto de 1893, en el Congreso de Zurich,
alcanzará a conocer solamente la primera parte impresa de este Saggio,
publicada, como decíamos, en el número de junio del Devenir social,
lectura de la que da cuenta en carta del 8 de julio dirigida al propio
Labriola. [20] Su deceso, en octubre, siempre de ese año 1895, le
impedirá conocer la segunda edición italiana que en ese mismo momento
salía de las prensas.
Del materialismo storico . Dilucidazione preliminare, el
segundo de los Saggi, será publicado en Roma también por
Croce [21] y un capítulo del mismo, «La teoría de los factores
históricos y la concepción materialista de la historia», aparecerá en Paris en
1896, igualmente en la revista Le devenir social. [22] Croce, desde
una perspectiva por lo demás bastante autoreferente —«convencido de su función
hegemónica en la cultura italiana» dirá Togliatti—, [23]escribiendo en
1938 un apéndice para una nueva edición de los Saggi, apéndice que
intitula Come naque e come morì il marxismo teorico in Italia (1895-1900),
sitúa en aquellas fechas, y más exactamente en la carta que Labriola le había
enviado el 27 de abril de 1895, «el nacimiento del marxismo teórico en Italia»
(sic). [24]
En la cultura italiana y luego en la francesa, la literatura del
año 1897, muestra, en efecto, varias reacciones frente a los dos
primeros Saggi. En una tradición exterior a los círculos marxistas,
durante ese año podemos leer en elGiornale degli economisti, de Roma, algunos
comentarios salidos de la pluma de Vilfredo Pareto, [25] en la
revista Stadi storici, de Pisa, de la de Giovanni Gentile [26] y
en las Atti dell’Academia Pontaniana de Napoli, de la del propio
Croce. [27] Dentro de estas reacciones de autores no marxistas no
deben olvidarse tampoco las observaciones de Charles Andler [28] y de
Emile Durkheim [29] a la versión francesa que reúne los dos
primeros Saggi, editada en Paris también en 1897 por V. Girad et E.
Brière, con un prefacio de Georges Sorel fechado en diciembre de 1896 bajo el
título genérico que les había dado el propio Labriola, Essais sur la
conception matérialiste de l’histoire. [30] Será esta versión, de
hecho, la que le dará una circulación internacional al pensamiento de
Labriola. Discorrendo di socialismo e di filosofia, el tercero de
los Saggi, que reproduce las cartas que Labriola envía a Sorel entre el 20
de abril y el 15 de septiembre de 1897, será publicado en Roma, en
1898, [31] y al año siguiente en Paris. [32]
Sin cerrarle del todo las puertas —no en vano Engels había dicho
que Labriola era un «riguroso seguidor de Marx» y el ipsi dixit tenía
un peso importante dentro de la socialdemocracia—, [33] la
receptividad hacia los planteos labriolanos en las instancias legitimadas por
el marxismo oficial de la época no fue particularmente calurosa. La versión
francesa con el prefacio de Sorel es motivo de una recensión en la pluma de
Georges Plejanov [34] publicada en San Petersburgo por Novoje
Slovo, la revista de los «marxistas legales», [35] recensión que,
Labriola, que la hace leer directamente del ruso, agradece calurosamente a
Plejanov en carta del 21 de abril de 1899, en la que alude, de paso, la
indiferencia, la incomprensión o francamente el rechazo de la Internacional
socialista frente a su lectura del marxismo. [36] «Cuando en 1899
—escribe Antonio A. Santucci, refiriéndose a esa misma carta—, conviniendo de
no haber nunca soñado ser considerado «el descubridor de un nuevo mundo»,
Labriola describe a Plejanov «el silencio de los camaradas alemanes a
propósito de mis dos pequeños volúmenes», admitiendo su propia sorpresa
admitirá también una derrota conciente... Aparte de un señalamiento favorable
del primer Saggio en la Neue Zeit de 1896, y no obstante la
solicitud de Labriola a Kautsky, Del materialismo storico y Discorrendo
di socialismo e di filosofia, fueron, en la práctica, ignorados por la prensa
socialdemócrata. Una recensión pretenciosa (altezzosa) de la edición francesa
aparece en Vorwärts el 24 de abril de 1897, firmada por Conrad
Schmidt, mientras la traducción de Mehring del primerSaggio fue publicada
cinco años después de la muerte del autor (Zun Gedächtnis des Kommunistischen
Manifestes, Leipzig, Verlag der Leipziger Buchdruckerei, 1909)». [37]
Las necrologías escritas con ocasión de la muerte de Labriola son
igualmente reveladoras de la matizada valoración de sus
contemporáneos. [38] «Labriola no habría sido nunca un seguidor de la
ortodoxia, este espíritu sutil era demasiado libre e independiente para
hacerlo... En su espíritu se sentía íntimamente afín al espíritu de un Marx o
de un Engels. Totalmente independiente de ambos, Labriola había seguido el
mismo proceso intelectual que ellos», señala Franz Mehring en una nota de
la Neue Zeit. [39] Cabe recordar aquí que, años después el
propio Mehring, habiendo ya abandonado la socialdemocracia, formado con Rosa
Luxemburg y Clara Zetkin el Spartakusbund, e integrado las filas
del Kommunistischen Partei Deustschlands, [40] sufrirá, él
también, la inquina de la ortodoxia que comenzaba ahora, a su turno, a
administrar el movimiento comunista, cuando, en su biografía de Marx, publicada
en 1918, sostiene —bien o mal, poco importa— una posición diversa a la oficial
en relación con el papel jugado en el movimiento revolucionario por personajes
como Ferdinand Lassalle y Mijail Bakunin. «En Mehring es evidente la falta de
armonía —dirá todavía en 1966 la presentación de la edición cubana de esta
misma biografía— ...entre honradez revolucionaria e intelectual... y el dominio
exacto y creador de la ideología política proletaria»... [41] Desde
una lectura y una tradición muy distinta, la dirección del Partido socialista
italiano no apreciaba del mismo modo que Mehring la heterodoxia de Labriola.
«La naturaleza esencialmente crítica de su talento no lo dejó ser un militante
de partido», escribe su máximo exponente, Filippo Turati, en las páginas de
la Critica sociale, el que bien podía haber hecho la economía de este
comentario de dudoso gusto para una nota necrológica. [42]
V. I. Lenin, al leer desde su relegación en Siberia la edición
francesa de los Saggi, sugiere a su hermana Ana, en carta del 10 de
diciembre de 1897, traducir del original italiano al ruso —«Kámenski dice,
en Nóvoie Slovo, que la traducción francesa no es muy
buena»— [43] este libro «excepcionalmente sensato e interesante», [44] ese
«excelente libro» agregará en un texto escrito
paralelamente. [45] «Se entiende que sólo la segunda parte es
apropiada para la traducción e incluso no completa —señala en la misma carta a
su hermana—, si se omite algo, en ningún caso disminuirá el valor de esta
defensa extraordinariamente inteligente de «nuestra doctrina» (como dice
Labriola)». [46] ¿Qué «cortes» hubiese introducido Lenin? No lo
sabemos. Con todo, el comentario parece más bien fruto de lo que podríamos
llamar el interés intelectual de un «espíritu abierto» antes que del entusiasmo
del descubrimiento de un «alma gemela». Si una aceptación parcial, con «cortes»
y no exenta de una cierta distancia existió en la época en que el proceso
revolucionario ruso, todavía en germen, estaba dirigido por hombres
«occidentalizados» y formados en Europa, como Lenin, cuando éstos
desaparecieron o fueron alejados del poder, la producción soviética no fue
verdaderamente tierna con Labriola. «La insuficiente atención prestada a los
problemas del materialismo dialéctico fue causa de ciertos errores y
contradicciones de Labriola en algunas cuestiones de teoría del conocimiento»,
escribe, por ejemplo, M. A. Dynnik de la Academia de Ciencias de la Urss, quien
irá a concluir —¡Dios nos libre!—, que «Labriola fue un brillante propagandista y divulgador del
materialismo histórico y ahí reside su mérito principal en la historia de
marxismo y del movimiento obrero»... [47]
Posiblemente por todo ello, particularmente en los peores años de
la negra noche del stalinismo, la valoración más positiva de Labriola proviene
en lo esencial de un campo marginal, sospechoso o francamente perseguido por el
marxismo institucionalizado ahora en Moscú, de momentos de gran soledad
política de algunos de sus autores en los que podría advertirse, quizás —habría
que trabajar este aspecto con mayor profundidad—, algún grado de empatía o de
comprensión tardía del pensamiento de Labriola. Karl Korsch, en la soledad de
una crítica desde la izquierda a la revolución rusa cuando ésta inspiraba
todavía grandes simpatías y, además, esforzándose en la —en aquel momento—
peregrina tarea de mostrar la continuidad entre Kautsky y Lenin, considera, en
una nota de febrero de 1929, a Labriola como «el mejor intérprete del método
marxista». [48] La radicalidad de Korsch, que en 1923 había sido
ministro del gobierno socialista comunista de Turingia, no lograría sin embargo
en aquella época confusa, como probablemente en ninguna otra, un gran consenso.
En su autobiografía, redactada en otra dramática soledad, la de la
isla de Prinkipo, frente a la ciudad de Constantinopla —«nunca había habido un
hombre desterrado en una soledad comparable», escribirá Isaac
Deutscher—, [49] donde lo había arrojado el grupo stalinista después
de marginarlo del Comité central del Pcus, de relegarlo en Alma Ata y de, en
febrero de 1929, expulsarlo finalmente de la Urss, León Trotsky, el «profeta
desterrado», recuerda su acercamiento juvenil a Labriola en pasajes que,
incluso en sus aspectos contradictorios, resultan extraordinariamente reveladores.
«Conseguimos entrar de contrabando a la cárcel dos célebres folletos del viejo
hegeliano marxista italiano Antonio Labriola traducidos al francés, cuya
lectura me entusiasmó —cuenta, recordando su encierro en Odesa en 1898—
...Labriola manejaba como pocos escritores de lengua latina (sic) la dialéctica
materialista en el campo de la filosofía de la historia, si bien en cuestiones
políticas no podía enseñar nada (sic). Bajo el brillante diletantismo (sic) de
sus doctrinas se ocultaban verdades profundas. Labriola despacha de modo
magnífico esa teoría de las complejidades de los factores que reinan en el
Olimpo de la historia y presiden desde allí los destinos del hombre. A pesar de
los treinta años transcurridos desde que lo leí todavía recuerdo perfectamente
su argumentación y aquel, su refrán constante, «las ideas no caen del cielo».
Al lado de este autor ¡cómo palidecen los teóricos rusos como Livrof,
Mikailovsky, Kerief y otros apologistas de la teoría clásica!». [50]
El impacto de la lectura de Labriola permanecería mucho tiempo en
el imaginario político de Trotsky. ««Las ideas no caen del cielo» repetía yo
con el viejo Labriola», recuerda en Mi vida, evocando sus días de
relegación en Usti-Kut;[51] «En los desiertos de Sahara no podía haber nacido
la pintura paisajista», escribe en el prólogo de la misma autobiografía, imagen
que puede perfectamente pensarse como una analogía, conciente o inconciente,
tributaria del «refrán constante» del pensador
italiano... [52] Trotsky, en definitiva, saluda el genio de
Labriola, [53] saludo al cual no puede evitar, sin embargo,
anteponerle el matiz interpretativo propio de una cultura política
diversa —de allí el «brillante diletantismo» de quien «no podía enseñar
nada en política»—, anteposición que, recordémoslo, no escapa del comentario de
Gramsci. «Es asombroso —escribe éste hacia el final de un Quaderno de
1932-1933—, que en susMemorias León Bronstein hable del «diletantismo» de
Labriola (revisar). No se comprende este juicio (a menos que quisiera significar
la separación entre teoría y práctica en la persona de Labriola, lo que no
parece ser el caso) sino como un reflejo inconsciente de la pedantería
pseudocientífica del grupo intelectual alemán que tuvo tanta influencia en
Rusia», [54] observación que, dicho sea de paso, resulta del mayor
interés desde el punto de vista de la caracterización de la circulación de las
culturas políticas en el seno del movimiento obrero de entonces y,
probablemente, también, en parte, en la explicación de la derrota popular en la
que vivimos hoy... Será desde la misma soledad de donde surge aquella nota, la
soledad de la reclusión en la cárcel de Turi y, más terrible aún, desde el
aislamiento al que lo someten sus propios compañeros de
partido, [55] donde Gramsci plantea «la necesidad de volver a poner
en circulación la posición filosófica de Labriola», [56] porque
«Labriola —escribe—, al afirmar que la filosofía de la praxis es
independiente de cualquier otra corriente filosófica, que es autosuficiente, es
el único que trató de construir científicamente la filosofía de
la praxis»... [57]
III
Nacido el 2 de julio de 1843 en Cassino, muy cerca de donde se
desarrollará uno de los episodios más trágicos de la segunda guerra mundial,
Labriola ingresa en 1861 a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad
de Napoli, en la que obtendrá la laurea y comenzará a frecuentar a Bertrando
Spaventa, amigo de su padre, cuya actividad intelectual había estimulado de
manera esencial la introducción y la difusión de Hegel en Italia. Su formación
juvenil se desarrolla entonces bajo la impronta hegeliana, y luego
spinoziana [58] —«viví por años con el espíritu (animo) dividido
entre Hegel y Spinoza» dirá en carta a Engels—, [59] mostrando
precozmente una tendencia diversa del clima intelectual que, preconizando el
retorno a Kant, predominaba en Europa durante esa segunda parte del siglo
xix. [60] Labriola resiste este clima, dijéramos, resiste la moda, lo
que constituirá casi un rasgo permanente de su personalidad, y va a escribir a
modo de ensayo, a los 19 años —«con juvenil ingenuidad», dirá luego en la misma
carta a Engels—, [61] Una riposta alla prolusione di
Zeller, [62] texto que, a pesar de las propias afirmaciones de
Labriola, de ninguna manera puede pensarse como un simple ejercicio escolar.
Treinta y siete años después, Plejanov solicitaba formalmente a su autor, en
carta del 7 de abril de 1899, que le enviara un ejemplar... [63]
Durante esos años de estudio las circunstancias materiales de la
vida del joven Labriola no parecen haber sido siempre fáciles. Desde diciembre
de 1863, poco después de haber escrito su crítica a Eduard Zeller y sin haber
aún concluido la universidad, se ve obligado a trabajar para solventar sus
gastos y lo hace como auxiliar de seguridad pública (Applicato di Pubblica
Sicurezza), empleo que no había sido imaginado para estimular las sutilezas del
espíritu de Labriola —ni probablemente del de nadie—, circunstancia que, con
todo, no le impide ir fijando sus puntos de vista a través de la producción de
algunos textos filosóficos. Luego de contraer matrimonio en abril de 1866 con
Rosalia de Sprenger, la directora de origen alemán de la Scuola Garibaldi de
Napoli, Labriola comienza, entonces, a estudiar la obra de Ludwig Feuerbach
—«he estudiado a Feuerbach en el 1866-69, y luego la escuela de Tubinga»,
escribirá más tarde a Engels—, [64] redacta el estudio Origine e
natura delle passioni secondo l’Etica di Spinoza, [65] y obtiene un
curso para enseñar en el liceo- ginnasio Principe Umberto, en el que tampoco
parece encontrar las mejores condiciones para desarrollar sus inquietudes
intelectuales: «experiencia frustrante, vivida además con escaso entusiasmo y
con poca confianza en las propias aptitudes profesionales», anota Valentino
Gerratana. [66] Labriola, no obstante, sigue escribiendo y, durante
los años 1869-1870, al mismo tiempo que concluye sus estudios sobre Feuerbach,
redacta La dottrina di Sócrates secondo Senofonte, Platone ed
Aristotele, «premiata dalla R. Academia di scienze morali e politiche di Napoli
nel Concorso del’anno 1869», que será publicada, también en Napoli, en
1871. [67]
En febrero de ese mismo año Labriola va a sostener un examen de
«docencia libre» (libera docenza), para obtener las equivalencias y
transformarse en profesor agregado de Filosofía de la historia en la
Universidad de Napoli (pareggiamento nell’insegnamento di filosofia della
storia presso l’Università di Napoli) con el tema Se l’idea sia il
fondamento della storia, «propuesto por aquel óptimo exponente del hegelianismo
que fue el profesor Vera», [68] y presentando además una disertación
—y he aquí una primera cuestión sobre la que quisiéramos llamar la atención del
lector—, intitulada Exposizione critica della dottrina di Vico,
disertación de la cual se ha conservado solamente el esquema de
exposición. [69] «El magnífico Vera fue liberal en su voto favorable,
especialmente por la lección que sostuve (tenni) sobre la concepción de
la Scienza nuova, de Vico», anotará, dieciséis años más tarde, Labriola,
en I problemi della filosofia della storia. [70] Esta relación
de Labriola con Vico debe leerse, creemos, en estrecha conexión con algunas
líneas de la carta a Engels de abril de 1895. «Entre 1879 y 1880 —escribe allí
Labriola— estaba ya casi completamente convertido a la concepción socialista,
pero más por la concepción general de la historia que por impulso
interno de una efectiva convicción madura (fattiva)». [71]
Es en esta «concepción general de la historia» que había venido
lentamente incubándose en el espíritu napolitano de Labriola durante los años
anteriores donde puede reconocerse la influencia que ejercía sobre él el
austero trabajo de Giambattista Vico, [72] ese «primer verdadero
filósofo de la historia de la época moderna», [73] que había
«sostenido con energía contra Descartes el valor del método propio del
conocimiento histórico», [74] que, de acuerdo con Marx, poseía «el
sello del genio», [75] y con el que Labriola «estaba familiarizado
desde sus días de estudiante de la Universidad de Napoli, en 1861, bajo la
enseñanza de Bertrando Spaventa», [76] influencia suficientemente
significativa como para hacer del pensamiento de Vico el tema de la disertación
de febrero de 1871, y que seguramente dominaba como para motivar «el voto
favorable del magnífico Vera». Concepción general de la historia que Vico había
descrito en 1744, en la Scienza Nuova:
«En la noche de densa oscuridad que envuelve a la más remota
antigüedad tan distante de nosotros, brilla la luz eterna, infalible de una
verdad más allá de toda duda: el mundo de la sociedad civil ciertamente ha
sido hecho por los hombres, por lo que se puede y se debe encontrar sus
principios dentro de las modificaciones de nuestra propia mente
humana». [77]
IV
La disertación de Labriola sobre Vico en la Universidad de Napoli
precede en algunos meses las primeras iniciativas de organización política de
los trabajadores italianos luego de l’Unitá. En Romagna y en Napoli, se
desarrollan importantes esfuerzos. En Rimini, en agosto de 1872 y bajo la
presidencia de Carlo Cafiero, se constituye una sección de la Asociación
Internacional de Trabajadores, la Federazione italiana
dell’Internationale, la que cuenta en pocos meses con unos 750 miembros. Dos
años después, los internacionalistas, con Michael Bakunin a la cabeza,
intentarán realizar una insurrección general. Mal organizada, la insurrección
que debía partir de la Romagne con una marcha hacia Bologna, no logra
realizarse. El gobierno disuelve las secciones de la Federazione y
arresta sus dirigentes, entre ellos a Andrea Costa y Errico Malatesta. Bakunin
escapa y se refugia en Suiza. Una nueva insurrección estalla en la provincia de
Benevento, en 1877, la que es igualmente sofocada. [78]
Estos acontecimientos parecen transcurrir, sin embargo, sin
alterar la vida de Labriola, el que, a pesar de la importante presencia
anarquista en Napoli —el propio Bakunin había vivido en la ciudad entre 1865 y
1867—, no se vincula con estos grupos, orientando su actividad política en una
dirección distinta. Hacia fines de 1871 renuncia a su trabajo en la enseñanza
secundaria, «que se le había hecho insoportable», [79] e incursiona
en la prensa, transformándose en redactor de L’Unitá nazionale, diario de
tendencia moderada fundado en Napoli por Ruggero Bonghi y colaborando además
como corresponsal del periódico La Nazione, de Firenze, también
moderado, donde publica una serie de artículos bajo el rotulo «Lettere
napolitane». Sus preocupaciones políticas apuntan a una transformación,
diríamos hoy, «desde arriba», centrado en la idea de una administración honesta
y eficaz del Estado. «Me pregunto siempre —escribe a Bertrando Spaventa— si en
Italia hay o no hay una docena de personas que sientan la responsabilidad del
Estado, para llenar las vacías formas de la libertad y para restablecer la
seriedad de la vida. El Estado debe ser el dominio de lo óptimo y lo óptimo no
nace de la casualidad». [80] Los resultados negativos de las
elecciones municipales napolitanas del verano de 1872 se encargarán de disipar
esta manera de ver las cosas, abriendo para Labriola un período de crisis
política. [81] Marcado por esta experiencia e inspirado en la ética
de Johann Friedrich Herbart y su escuela, el año siguiente verá aparecer dos de
sus ensayos, Della libertà morale [82] y Morale e
religione. [83]
Será en el marco de estas circunstancias donde el hasta ese
momento poco complaciente sino de Labriola parece comenzar a cambiar. En 1874,
a los treinta y un años, gana en concurso el cargo de profesor extraordinario
para la cátedra de Filosofía moral y pedagogía de la Universidad de Roma,
circunstancia que va a permitirle, por fin, una situación menos azarosa, la que
—cuestión seguramente de carácter—, no parece suscitar tampoco en él un
excesivo optimismo. Desde la crisis de 1872, Labriola venía tomando distancia
de la vida política activa, y luego de ganar el concurso de 1874, se sumergirá
obsesionadamente en el estudio y en una intensa y tormentosa búsqueda de
esclarecimiento personal, búsqueda que se prolongará por casi tres lustros.
Durante este lapso trabaja sin asumir una responsabilidad política directa. En
1877 obtendrá el cargo de profesor ordinario de la Universidad de Roma para la
misma cátedra de Filosofía moral y pedagogía, y asume al mismo tiempo la
dirección del Museo de instrucción y educación del Ministerio de la instrucción
pública (Museo di istruzione e de educazione del ministerio della pubblica
istruzione), la que conservará hasta 1891. En 1879 lo vemos viajando por
Alemania y estudiando allí la organización de la enseñanza. Sus preocupaciones
intelectuales parecen también entonces extenderse y abarcar nuevas esferas de
indagación como la metodología de la historia y las nuevas disciplinas de la
sociedad y la política, entre ellas la sociología y la psicología social,
«haciendo más lenta una maduración que en gran parte aparece como fragmentaria
y subterránea». [84] Algunas de estas preocupaciones las
encontraremos esbozadas en Del insegnamento della storia. Studio
pedagogico, publicado en 1876, [85] y Del concetto della
libertà. Studio psicologico, que aparecerá dos años
después. [86] La influencia de la filosofía de Herbart, que en
pedagogía —no es inútil recordarlo— acentuaba la relación entre el aprendizaje
y la experiencia anterior de los estudiantes, continúa a estar presente durante
esos años en la producción de Labriola, influencia que puede percibirse en
sus Appunti sull’insegnamento secondario privato in altre Stati,
publicados en 1880, [87] y en su Ordinamento della scuola
popolare in diversi paesi, que aparece al año siguiente. [88]
Será al final de esta larga peregrinación de casi quince años de
reflexión y trabajo que podemos ver a Labriola, por decirlo así, «volviendo a
salir a la superficie», retomando el contacto con la vida política. Esta vez,
sin embargo, deslizándose hacia una perspectiva cada vez más democrática y
radical. Ya no piensa en contribuir a impulsar los cambios de la sociedad
italiana «desde arriba», al contrario, afirma una concepción de la política que
encuentra su eje en las transformaciones más profundas que operan desde la base
social. I problemi della filosofia della storia, la clase inaugural
(prelezione) con la que, el 12 de febrero de 1887, Labriola obtiene la cátedra
de Filosofía de la historia en la Universidad de Roma, muestra, como una suerte
de analogía, el lugar central que comienza a ocupar el conocimiento de la
historia en la madurez de su pensamiento, transformando este escrito en una
suerte de punto de llegada de este largo período de reflexión. [89]
«Tratándose de un conocimiento de un género particular —dice allí
Labriola—, urge, antes de cualquier otra cosa, saber con precisión por cuáles
aspectos y por cuáles razones ésta se distingue de las otras formas de
conocimiento, y en cuáles intereses de nuestro espíritu encuentra (abbia) su
centro y su fundamento... porque la bondad de la investigación, o sea la
exactitud del procedimiento, no pudiendo en este caso particular depender del
uso de instrumentos exteriores y de cálculo o de pura observación como en las
ciencias naturales, consiste principalmente en aquellas disposiciones
interiores del espíritu (animo) que por ausencia de otra palabra
llamamos cultura; en aquellas disposiciones participa (entra) en una parte
no pequeña el concepto general de la vida, el sentimiento sobre el conjunto de
la sociedad (sentimento complessivo della società), de la religión y del
Estado, la fe o la duda sobre el destino humano. El interés de la investigación
histórica como resultado de todas las disposiciones intelectivas y éticas,
estéticas o religiosas, políticas o sociales de nuestro espíritu es ya en sí
mismo parte integrante de nuestra cultura; y en su modo y forma y en su
pertinencia y consecuencia, depende del conjunto de la constitución del
espíritu en un determinado estadio de su desarrollo interior». [90
Y Labriola suministra en el mismo texto un buen ejemplo de
«aquellas disposiciones interiores del espíritu».
«De la Historia romana de Rollin a aquella de Mommsen —anota en
éste— no se va sólo por grados de erudición o por diferencias de ingenio
(attitudini d’ingegno), sino, al contrario, por la mutación del pensamiento en
la interpretación y penetración mental de la cosa humana». [91]
Puestos así, «el interés por la investigación histórica», los
temas que ella propone y el objeto de la investigación, representan para
Labriola un producto de «aquellas disposiciones interiores del espíritu» que
constituyen un determinado momento de la vida social, conformando con ésta,
entonces, una totalidad. En esta tentativa de historización de la
concepción de la historiografía es donde pueden percibirse ya los aspectos
centrales, los ejes de la propuesta cognoscitiva y política de la concepción
que sustenta Labriola. En ella es la propia historia la que sitúa el horizonte
sensible desde el cual el historiador y los trabajadores, podrán construir su
mirada sobre el mundo. «Este pequeño texto —escribe Biagio De Giovanni,
refiriéndose a I problemi della filosofia della storia— constituye la
primera crítica de la razón histórica que ha sabido expresar la cultura
italiana fundada sobre la idea de la historicidad de la vida y sobre
el rechazo explícito de toda construcción de la historia a partir de la imagen
de un sujeto abstracto». [92] El elogio a Labriola, que no es menor,
coloca sin embargo a la sombra la circunstancia que, treinta lustros antes de que
éste redactara I problemi della filosofia della storia, la Scienza
nuova de Vico se constituye, en rigor, como la primera «crítica de la
razón histórica» no solamente en la cultura italiana sino, de hecho, en la
historia tout court. Labriola reconoce este antecedente. Situado al final
de la redacción de I problemi della filosofia della storia, en el momento
en que enuncia el contenido de sus cursos en la Universidad de Roma, esboza un
segundo elemento sobre el que quisiéramos también llamar la atención del
lector.
«Me propongo —dice Labriola— un objetivo bastante modesto para mis
próximos cursos. A aquellos que quieran espontáneamente honorarme, por no ser
de ninguna manera éstos obligatorios para los estudiantes, leeré críticamente
algunas partes de la Scienza nuova, de Vico, obra tan alabada y
siempre tan poco comprendida, para encontrar allí los primeros avances
(addentelatti) de la filosofía de la historia». [93]
V
La actividad política que Labriola desarrolla desde la redacción
de I problemi della filosofia della storia hasta
los Saggi aparece marcada por un itinerario cuya reconstrucción
esclarece con bastante nitidez la nueva perspectiva que lo anima. Hitos como el
de enero de 1888, cuando en la Societá degli ensegnanti romani ofrece
una conferencia sobre educación popular, promoviendo una reforma educacional en
la que sea suprimida la enseñanza de la religión en las escuelas
estatales; [94] o el de su participación activa en la iniciativa de
erigir un monumento a la figura de Giordano Bruno, para rendir homenaje al
mártir del humanismo quemado vivo en el Campo di Fiori, en febrero de
1600, por orden de la Inquisición; [95] o cuando dicta su curso de
Filosofía de la historia, en el año universitario 1888-1889, en la Universidad
de Roma, eligiendo como tema central el centenario de la Revolución francesa,
curso que, dicho sea de paso, será saboteado por autoridades y estudiantes
conservadores; [96] o cuando colabora con su pluma en la agitación
que se produce por el escándalo de la Banca Romana que conduce a la caída del
ministerio Giolitti, [97] que «debía revelar en toda su dimensión la
corrupción del sistema político», [98] muestran su permanente
participación en la defensa de la laicidad del Estado.
Paralelamente, durante 1889 y 1890, estudia las obras de Marx y de
Engels, dedicando su curso de Filosofía de la historia del año 1890-1891, al
igual que los siguientes, a tratar la génesis de la doctrina marxista y el
socialismo, y comenzando con Engels un carteo al que hemos hecho ya
referencia. [99] El resultado de este estudio y de este carteo
encuentra en marzo de 1890 un hito particular que conviene retener, cuando
Engels suministra una pieza fundamental a la reflexión de
Labriola [100] enviándole un ejemplar de su Ludwig Feuerbach y el
fin de la filosofía clásica alemana, [101] comportando en su apéndice
aquellas líneas fundantes de la noción de praxis al interior de la
obra de Marx, las Tesis sobre Feuerbach. [102] «He encontrado en
un viejo cuaderno de Marx las once tesis sobre Feuerbach que se insertan en el
apéndice», escribe Engels; [103] tesis «de un valor
inapreciable» [104] que contienen «el germen genial de la nueva
concepción del mundo», [105] que Marx había redactado en abril o mayo
de 1845. [106]
Por último, el contacto con el movimiento obrero, que se fortalece
a partir de los primeros meses de 1888, [107] como cuando ofrece a
los trabajadores de las acerías de Termi una conferencia sobre Idee della
democrazia e delle presenti condizioni politiche dell’Italia, [108] o
en junio de 1889, cuando en una conferencia del Circolo operaio romano di
studi sociali, se declara socialista. «Las grandes ideas —dirá allí— no las
porta en la espalda un solo hombre, ni caminan sobre el hilo de un razonamiento
o de un discurso. Es necesario pioneros y lentos trabajadores de todos los
días, espíritus ardientes y calmos polemistas (discutitori), entusiastas y
críticos, destructores y reconstructores, y que cada uno haga su
parte». [109] A partir de 1890 vemos a Labriola trabajando por la
consigna de la recién creada Internacional, participando en la celebración del
1º de mayo y en la lucha por disminuir la jornada obrera a ocho horas de
trabajo, dejando atrás «la fábula del derecho al trabajo». [110] Su
eje de actividad será desde ahora la búsqueda de la organización de un partido
de los trabajadores italianos. En abril de 1891, participa en una reunión
internacional organizada por los círculos mazzinistas de Milano —Labriola
parece haber tenido siempre una buena opinión de Giuseppe Mazzini, «un
revolucionario de indudable lealtad y de singular
perspicacia»— [111] en la que puede percibirse con nitidez la
maduración de su pensamiento. «Cualquier lamento sobre la mala suerte de los
trabajadores —dirá allí— que no ponga el acento en la organización de los
trabajadores mismos es vaniloquio de filántropos... La prédica
abstracta del socialismo es una vanidad intelectual procedente del viejo
prejuicio de que de las ideas vienen las cosas, mientras que en realidad las
ideas germinan, nacen y se alimentan de las cosas y por las cosas». [112]
La gravitación de Labriola en la formación del socialismo
italiano, su participación en el debate sobre democracia y socialismo,
organizado por la revista Critica sociale, así como sus intercambios con
Turati, quien, en el Congreso de Genova reunido el 14 de agosto de 1892, en la
sala Sivori, via della Pace, hará suyas las posiciones programáticas de
Labriola, dando vida al Partito dei lavoratori italiani, se desarrollan en
relación íntima con una concepción política que porta las marcas de una visión
del marxismo en plena maduración. [113] El distanciamiento posterior
con el mismo Turati y su rechazo a la línea del Partito socialista
italiano dirigido por éste no harán sino solidificar este proceso. En
agosto de 1893, Labriola saluda la memoria de los trabajadores italianos
víctimas del chauvinisme de los trabajadores franceses en
Aigües-Mortes, [114] y en diciembre de ese mismo año solidariza con
la sublevación de los campesinos de Sicilia, con aquellos «grupos espontáneos
de inspiración socialista que se proponían defender los intereses de los
trabajadores y de imponer contratos de trabajo a los
propietarios», [115] con los fasci dei lavoratori, «el primer
signo de vida que el proletariado ha dado por si mismo»... [116]
Es justamente en la culminación de este período de maduración del
marxismo de Labriola donde podemos encontrar algunas líneas que constituyen una
tercera observación sobre la que quisiéramos igualmente retener la atención del
lector. En carta a Croce del 8 de diciembre de 1894 —y esta constituye una de
las primeras indicaciones de los que serán los Saggi—, Labriola explicita
su deseo de editar sus «cursos desde 1887 a 1894 bajo el nombre de La
concezione materialistica della storia» señalando que «el primero de ellos, el
de 1887, sería titulado Vico precursore». [117]
VI
En su trabajo Come naque e come morì il marxismo teorico in
Italia, (1895-1900), texto que, como anotábamos más arriba, es necesario leer
con bastantes precauciones, Croce recuerda que, en carta 27 de abril de 1895,
Labriola le había escrito invitándolo a suscribirse a la revista Le
devenir social, cuyo primer número iría a aparecer pronto en Paris y donde
contaba publicar una serie de artículos. Esos mismos artículos irán a formar
parte poco tiempo después, como sabemos, de sus Saggi sulla concezione
materialistica della storia. [118] Para Croce el impacto que
estos Saggi alcanzan parece tan importante —también lo habíamos
anotado más arriba— que ubica en esas fechas «el nacimiento del marxismo
teórico en Italia». [119] Sus dos primeros tirajes en lengua
italiana, editados por el propio Croce en junio y en octubre de
1895, [120] serán seguidos por un
segundo Saggio, [121] que contribuirá a reforzar su influencia.
Entre la redacción del primero y del segundo Saggio se produce sin
embargo, un interregno que nos permite introducir en nuestra argumentación una
cuarta observación en la que el lector, si ha tenido a bien seguirnos hasta
aquí, debe detenerse. En el mismo texto Come naque e come morì il marxismo
teorico in Italia, (1895-1900), Croce escribe,
«Mientras yo vigilaba la impresión del primero de los Saggi
intorno alla concezione materialista della storia, Labriola tenía ya en el
espíritu el proyecto del segundo; y el 20 de mayo, me anunciaba que lo intitularía De
Vico a Morgan».[122]
El segundo de los Saggi, como sabemos, no se llamó así, pero una
frase que escurre de la pluma de Labriola deja ver ya, en la redacción
de In memoria del manifesto dei comunisti, la dirección en que transitaba
este proyecto.
«¿No había encontrado ya Vico que la Providencia no opera ab
extra en la historia, sino al contrario, opera como aquella persuasión que
los hombres tienen de su existencia? ¿Y el mismo Vico, ya un siglo antes que
Morgan, no había reducido la historia toda a un proceso que el hombre realiza
de sí como por una sucesiva experimentación, que es el encuentro de la lengua,
de la religión, de las costumbres y del derecho?». [123]
Y la correspondencia con Croce agrega todavía otro argumento,
quinto en el orden de nuestra exposición: en carta del 29 de abril de 1901,
donde Labriola comenta el estudio de Croce sobre Vico, podemos leer,
«Creo que has circunscrito correctamente el descubrimiento de Vico
sobre el carácter original de una cierta imaginación que crea la poesía
primitiva y, en consecuencia, el mito, la religión, etc. Es
el descubrimiento que la filosofía alemana (romántica e idealista) ha
luego rehecho... Descubrimiento del hecho psicológico que había escapado a
todos los intelectualistas, formalistas, etc. Que Vico comienza una nueva
filosofía del espíritu es indudable. Pero la cosa es tan confusa que Vico
crea mitos para explicar los mitos». [124]
VII
Será finalmente, entonces, desde la atalaya que nos ofrece la
lectura de los Saggi sulla concezione materialistica della
storia, [125] esa «obra maestra del Labriola de la
madurez», [126] desde donde podemos intentar integrar estos diversos
momentos, en apariencia fragmentarios, que vienen mostrando el itinerario de la
formación de una determinada concepción de la historia en el pensamiento de
Antonio Labriola, itinerario en el que, como hemos venido haciendo resaltar en
esta exposición, la figura de Giambattista Vico permanece como una constante
referencia.
«El hombre ha hecho su historia —escribe Labriola en el primero de
los Saggi—, no por metafórica evolución ni por correr sobre la línea de un
progreso trazado de antemano. La ha hecho creándose a sí mismo las condiciones,
es decir, formándose a sí mismo, mediante el trabajo, un ambiente artificial
(ambiente artificiale), y desarrollando sucesivamente sus aptitudes técnicas y
acumulando y transformando los productos de su laboriosidad, al interior
(per entro) de tal ambiente». [127]
«Ambiente artificial», afirmación que muestra inmediatamente el
vínculo tributario con respecto a Vico, para el cual, como anotamos más arriba,
«el mundo de la sociedad civil ciertamente ha sido hecho por los hombres, por
lo que se puede y se debe encontrar sus principios dentro de las modificaciones
de nuestra propia mente humana». [128] Distinción, entonces,
remarquémoslo, entre la historia del ser humano y aquella del mundo de la
naturaleza, distinción donde la historia la ha venido construyendo éste,
«formándose a sí mismo, mediante el trabajo, un ambiente artificial», fruto de
la actividad propiamente humana, porque «la historia no es sino la historia de
la sociedad», [129] y «el hombre es todo lo que el hombre
hace», [130] por tanto, de lo que se trata es de «reconocer antes que
nada las particularidades del vivir humano»... [131]
«Ambiente artificial» que al constituirse como «terreno» propio
del ser humano se transforma en objeto de la historia, en
rigor, es la historia en cuanto acaecer y constituye
al mismo tiempo su objeto, de lo que se infiere que la posibilidad de su
aprehensión se encuentra también, entonces, dentro de este mismo
«mundo de la sociedad civil», con el cual el sujeto cognoscente, inmerso en el
mismo entramado, conforma una determinada totalidad cuya
determinación está dada por la identidad que su propia función cognitiva
temporalmente les otorga. «Ambiente artificial» que representa una historia que
no funciona «como si las cosas estuvieran de un lado y tuvieran del otro las
propias sombras y fantasmas en las ideas. Ella es siempre de una sola pieza
(essa è sempre tutta d’un pezzo) y se apoya enteramente en el proceso de
transformación de la sociedad». [132] Justamente por ello, «las ideas
no caen del cielo... también ellas suponen un terreno de condiciones
sociales», [133] porque «el pensamiento es también una forma de
trabajo», [134] en rigor, «todo acto del pensamiento es un esfuerzo,
es decir un trabajo nuevo» [135] y entonces las «formas de la
conciencia, en la medida en que están determinadas por las condiciones de
vida, son también historia». [136] Por esto, dado que «el hombre
histórico es siempre el hombre social», [137] y que «se produce a sí
mismo como causa y efecto», [138] «la cuestión del conocimiento es
puramente práctica... No hay otra fuente de conocimiento fuera de la que
nos ofrece la historia»... [139] Identidad, entonces, para Labriola,
entre sujeto y objeto de conocimiento, entre teoría y praxis, identidad
que, a la luz de sus imbricaciones y sus determinaciones recíprocas, como en un
permanente juego de espejos, no puede reinterpretarse sino como identidad entre
filosofía e historia. Y he aquí que, como si reprodujéramos ese mismo juego de
espejos, volvemos nuevamente a Vico, a esa «expresión de la más original e
inagotable fuerza espiritual», [140] para quien, como sabemos, «el
orden de las ideas debe proceder según el orden de las cosas»... [141]
«Ambiente artificial», «terreno artificial», que con mucha
naturalidad invita a incorporar a un diálogo a tres voces el trabajo de Karl
Marx, el Marx de los Manuscritos económico-filosóficos de 1844, para
quien «la historia es la verdadera historia natural del
hombre», [142] pero también el Marx redactor de Das Kapital:
«como dice Vico —escribe allí Marx— la historia del hombre se distingue del
mundo de la naturaleza en que nosotros hemos hecho la primera y no la
segunda». [143] Diálogo a tres voces pleno de sugerencias, en el
cual, y este es el punto que nos interesa, la concepción de la historia que
elabora Labriola se encuentra ya instalada en sus aspectos esenciales
—anotémoslo— antesde que éste tome contacto con la obra de Marx, y más
exactamente durante su período de formación en la Universidad de Napoli —«en
Napoli la filosofía de la historia es una disciplina de alguna manera
indígena», habría dicho alguna vez Bertrando Spaventa—, [144] aspectos
esenciales desde los cuales Labriola incursionará más tarde, a partir de 1889,
en la concepción materialista de la historia propuesta por Marx. La influencia
de Vico debe situarse por lo tanto, como escribe Alain Pons, «en el modo mismo
con el cual Labriola aborda y comprende la obra de Marx», [145] modo
que, creemos nosotros, encuentra su determinación en el momento en que Labriola
coloca la filosofía de la praxis, la «médula (il midollo) del materialismo
histórico», [146] la «actividad humana sensible» (sinnliche Thätigkeit), [147] en
el centro de una operación cognoscitiva que implica, al mismo tiempo, como
correlato político, la posibilidad de transformar la sociedad, léase, la
historia en su manifestación concreta como vida social. En rigor —aunque no tenemos
posibilidades de desarrollarlo aquí por razones de espacio—, es esta operación
cognitiva la que va a marcar la frontera entre el marxismo de Labriola y el que
orientará la práctica política de los «estados mayores» del movimiento obrero
durante casi un siglo.
Notas
[2] Este texto se publicó en Dialéctica , revista
de la Escuela de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de Puebla, nueva
época, año xxxii, n° 41, invierno 2008 / primavera 2009, pp. 27-50.
Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei comunisti»,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, a cura di Franco
Sbarbari, Torino, Einaudi, 1973, vol. ii., p. 493.
[3] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, a
cura di Franco Sbarbari, Torino, Einaudi, 1973, vol. ii., p. 493.
[4] Antonio Labriola, Lettera del 21 aprile 1899 a Georjij
Valentinivic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol. ii., p. 1007 (cursivas de Labriola).
[5] Valentino Gerratana, «Acerca de la «fortuna» de
Labriola», in Investigaciones sobre la historia del marxismo, (Ricerca di
storia del marxismo, Roma, Editori Riuniti, 1972), traducción de Francisco
Fernández Buey, Barcelona, Grijalbo, 1975, p. 185.
[6] Ibidem.
[7] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, edizione
critica dell’Istituto Gramsci, a cura di Valentino Gerratana, Torino, Einaudi,
1977, p. 1507.
[8] Palmiro Togliatti, «Para una justa comprensión del
pensamiento de Antonio Labriola», in Palmiro Togliatti. Escritos
políticos, México, Era, 1979, p. 19. («Per una giusta comprensione del pensiero
di Antonio Labriola», in Rinascita, nº 4, Roma, 1954, pp. 254-256; nº 5,
pp. 336-339; nº 6, pp. 387-393; nº 7, pp. 483-491).
[9] Cfr., Alain Pons, «De Vico a Labriola», in Labriola
d’un siècle á l’autre, sous la direction de Georges Labica et Jacques Texier,
Paris, Méridiens Kliencksieck, 1988, pp. 35-48. Cfr., tambien B. A. Haddock,
«Vico y la crisis del marxismo», in Vico y Marx, afinidades y
contrastes, Giorgio Tagliacozzo (compilador), (Vico and Marx, Affinities
and Contrast, Humanities Press Inc., Nueva Jersey, 1983), México, Fondo de
cultura económica, 1990, pp. 320-332.
[10] «La tradición del trabajo histórico que en Alemania
apenas si va más allá del siglo xviii -escribe Collingwood-, en Italia llega
hasta Maquiavelo y hasta el mismo Petrarca. Desde el siglo xix los directores
del pensamiento italiano han estado construyendo una tradición de investigación
histórica seria y sostenida, y la longitud, variedad y riqueza de esta
tradición da un peso especial a los juicios que los italianos modernos
pronuncian acerca de una materia que se ha incrustado en los huesos mismos de
su civilización». R. G. Collingwood, Idea de la historia (The idea of
history, Oxford, 1946), segunda edición, México, Fondo de cultura económica,
1965, p. 188.
[11] Cfr., Aldo Agosti, «El mundo de la III Internacional:
los «estados mayores»», in Historia del marxismo, dirigida por Eric
Hobsbawm, traducción de Antono Munné y Francisco Rodriguez, Barcelona,
Bruguera, 1983, vol vii, pp. 527-609.
[12] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di
filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol. ii, p. 702.
[13] Ibidem.
[14] Georges Labica, «En relisant les Essais»,
in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., p. 111.
[15] Antonio Labriola, lettera del 15 aprile 1895 a F.
Engels, in Lettere a Engels, Roma, Rinascita, 1949, p. 204 (cursivas de
Labriola).
[16] Antonio Labriola, lettera del 30 maggio 1895 a F.
Engels, in Lettere a Engels, cit., p. 208 (cursivas de Labriola).
[17] Cfr., «En memoire du Manifeste du parti communiste», in
Le Devenir social, année i, nº 3, Paris, juin 1895, pp. 225-252,
y Le Devenir social, année i, nº 4, Paris, juillet 1895, pp. 321-344.
[18] Cfr., Antonio Labriola, In memoria del manifesto
dei comunisti, Roma, Loescher, 1987. Reproducido in Antonio
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, pp. 469-530.
[19] Cfr., Antonio Labriola, lettere a Engels, cit. Para
un panorama de la correspondencia entre Labriola y Engels, cfr., Antonio A.
Santucci, «Il carteggio con Engels», in Senza
comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, Roma, Editori Riuniti, 2001,
pp. 15-29.
[20] Friedrich Engels, lettera del 8 luglio 1895 a Antonio
Labriola, reproducida por Rinascita anno x, nº 3, 1954, pp. 183-184.
Citado por Valentino Gerratana, «Acerca de la «fortuna» de Labriola»,
in Investigaciones sobre la historia del marxismo, cit., p. 185.
[21] Antonio Labriola, Del materialismo
storico. Dilucidazione preliminare, Roma, Loescher, 1896. Reproducido
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol.
ii, pp. 531-657.
[22] Cfr., Antonio Labriola, «La theorie des facteurs
historiques et la conception matérialiste de l’histoire», in Devenir
social, nº 10, Paris, 1896.
[23] Palmiro Togliatti, «Para una justa comprensión del
pensamiento de Antonio Labriola», cit., p. 20.
[24] Benedetto Croce, «Vie et morte del marxismo théorique en
Italie (1895-1900)», («Come naque e come morì il marxismo teorico in
Italia (1895-1900). Da lettere e ricordi personale », in La
Critica, Bari, 1938, fasc i, pp. 35-52; fasc ii, pp. 109-124), in La philosophie
comme histoire de la liberté. Contre le positivisme, Textes choisis et
présentés par Sergio Romano, Paris, Editions Du Seuil, 1983, p. 88.
[25] Cfr., (V. Pareto), «Il caso del prof. Ciccotti»,
in Giornale degli economisti, anno viii, vol. xv, Roma, 1º luglio 1897,
pp. 90-92.
[26] Cfr., Giovanni Gentile, «Una critica del materialismo
storico», in Stadi storici, vi, Pisa, 1897, pp. 379-423.
[27] Cfr., Benedetto Croce, «Sulla concezione materialista
della storia», in Atti dell’Academia Pontaniana, vol. xxvi, Napoli, 1896,
pp. 1-16.
[28] Cfr., Ch. Andler, «Essai sur la conception matérialiste
de l’histoire: compte rendu», in Revue philosophique, année xliv, décembre
1897, pp. 645-651.
[29] Cfr., Emile Durkheim, in Revue philosophique de la
France et de l’étranger, t. xliv, Paris, 1897, pp. 644-651.
[30] Cfr., Antonio Labriola, Essais sur la conception
matérialiste de l’histoire, préface de Georges Sorel, Paris, V. Girad et E.
Brière, 1897 (segunda edición en 1902).
[31] Cfr., Antonio Labriola, Discorrendo di socialismo e
di filosofia, Roma, Loescher, 1898. Reproducido in A.
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol ii, pp.
658-793. Aquí citaremos esta última edición.
[32] Cfr., Antonio Labriola, Socialisme et
philosophie. Lettres à G. Sorel , Girad et Brière, Paris,
1899.
[33] Carta de Engels a Sorge, del 30 de diciembre de 1893,
reproducida por Rinascita anno x, nº 3, 1954, pp. 183-184.
[34] Cfr., Georges Plejanov «La concepción materialista de la
historia», in Obras Escogidas, Buenos Aires, Editorial Quetzal, 1964, vol.
i, pp. 467-493.
[35] Cfr., V. Strada, «El «marxismo legal» en Rusia»,
in Historia del marxismo, (Storia del marxismo, Torino, Einaudi, 1978),
dirigida por Eric Hobsbawm, traducción de Toni Picazo y Mariano Solivellas,
Barcelona, Bruguera, 1981, vol v, pp. 55-83.
[36] Cfr., Antonio Labriola, lettera del 21 aprile 1899 a
Georjij Valentinovic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, cit., vol. ii, cit.
[37] Antonio A. Santucci, Senza
comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., p. 41 (cursivas de A.
Labriola).
[38] Estas necrologías han sido examinadas por Valentino
Gerratana (cfr., «Antonio Labriola y la introducción del marxismo en Italia»,
in Historia del marxismo, (Storia del marxismo, Torino, Einaudi, 1979),
dirigida por Eric Hobsbawm, traducción de Máximo Loizu, Barcelona, Bruguera,
1980, vol. iii, pp. 185-236), y por Antonio A. Santucci (cfr., «I Saggi nella
cultura italiana e europea», in Senza
comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., pp. 31-45).
[39] (F. Mehring), «Antonio Labriola», in Die Neue Zeit,
nº xxii, 1903-1904, vol i, pp. 585-588. Reproducido por Rinascita, anno x,
1954, pp. 263-264.
[40] Cfr., György Lukacs, «Franz Mehering (1846-1919)»,
in Aportaciones a la historia de la estética, traducción de Manuel
Sacristán, Barcelona, Grijalbo, 1965, pp. 383-486.
[41] Franz. Mehring, Carlos Marx, historia de su
vida, La Habana, Edición revolucionaria, 1966, p. 14.
[42] Cfr., Crítica sociale, xiv, 1904, p. 63.
[43] V. I. Lenin, «Cartas a los familiares», in Obras
completas, Buenos Aires, Editorial Cartago, 1972, vol xli, p. 113.
[44] Ibidem.
[45] V. I. Lenin, «Perlas de la proyectomanía populista»,
in Obras completas, cit., vol ii, (1969), p 492.
[46] V. I. Lenin, «Cartas a los familiares», in Obras
completas, cit., p. 113.
[47] M. A. Dynnik, Historia de la filosofía, Academia de
Ciencias de la Urss, vol iii, México, Grijalbo, 1967, pp. 466 y ss. (cursivas
nuestras).
[48] Cfr., Karl Korsch, «Nota sobre Antonio Labriola y su
importancia para la teoría y la historia del marxismo», in Karl Korsch.
Teoría marxista y acción política, Cuadernos de Pasado y presente, nº 84,
México, 1979, p. 131.
[49] Isaac
Deutscher, Trotsky, el profeta desterrado, (The Prophet
Outcast. Trotsky: 1929-1940,
Oxford University Press, 1963), segunda edición, México, Era, 1971, p. 21.
[50] Leon Trotsky, Mi vida, Santiago de Chile, Ediciones
Ercilla, 1936, vol i, pp. 142-143.
[51] Ibidem , vol ii, p 12.
[52] Ibidem , vol i, p 7.
[53] «Los escritos de Labriola eran escritos filosóficos de carácter
polémico. Exigían conocimientos que yo no tenía y me veía obligado a suplirlos
por medio de conjeturas», anota Trotsky en el mismo texto. Leon
Trotsky, Mi vida, cit., vol i, p. 146.
[54] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, cit., p.
1507 (cursivas nuestras).
[55] Cfr., Athos Lisa, «Discusiones en la cárcel de Turi»,
apéndice a Antonio Gramsci. Sobre el fascismo, (Sul facismo, Roma Editore
Riuniti, 1974), prólogo y selección de Enzo Santarelli, México, Era, 1979, pp.
277-280.
[56] Antonio Gramsci, Quaderni del carcere, cit, p.
1507.
[57] Ibidem
[58] Cfr., André Tosel, «Labriola devant Spinoza, une lecture
non-spéculative», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., pp. 15-33.
[59] Reproducida por el propio Labriola, Cfr., Antonio
Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 699.
[60] Cfr., Stefano Poggi, Introduzione a Labriola, Bari,
Laterza, 1982.
[61] Reproducida por el propio Labriola, Cfr., Antonio
Labriola, «Discorrendo di socialismo e di filosofia», in Antonio
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol. ii, p. 699.
[62] Cfr., Antonio Labriola, Scritti e appunti su Zeller
e Spinoza, 1862-1868, a cura di Luigi del Pane, Feltrinelli, Milano, 1959.
[63] Antonio Labriola, Lettera del 21 aprile 1899 a Georjij
Valentinovic Plechanov, in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol ii, p. 1008.
[64] Antonio Labriola, Lettere del 14 marzo 1894 a F. Engels,
in Lettere a Engels, cit., p. 142.
[65] Cfr., Antonio Labriola, Scritti e appunti su Zeller
e Spinoza, 1862-1868, cit.
[66] Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción
del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit., p. 193.
[67] Antonio Labriola, « La dottrrina di Sócrates secondo
Senofonte, Platone ed Aristotele », in Atti dell’Academia di Scienze
morali e politiche, premiata dalla R. Academia di scienze morali e politiche di
Napoli nel Concorso del’anno 1869, Napoli, Stamperia della R. Università, 1871.
[68] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della
storia», prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p.
31.
[69] Cfr., L. Dal Panne, Antonio Labriola nella política
e nella cultura italiana, Torino, Einaudi, 1975.
[70] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della
storia», prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p.
31.
[71] Antonio Labriola, Lettere del 3 aprile 1890 a Friedrich
Engels, in Lettere a Engels, cit., p. 2 (cursivas nuestras).
[72] Cfr., G. Vico, Autobiografía, Buenos Aires, Espasa
Calpe, 1978.
[73] M. Horkheimer, «Débuts de la
philosophie bourgeoise dans l’histoire», in Les débuts de la philosophie
bourgeoise dans l’histoire, Paris, Payot, s/d., p. 113.
[74] Ernest Cassirer, «L’objet de la science de la
culture», in Logique des sciences de la culture. Cinq études, Paris,
Les éditions du Cerf, 1991, p. 84.
[75] Karl Marx, carta a Ferdinand Lassalle, 28 de abril de
1862.
[76] B. A. Haddock, «Vico y la crisis del marxismo»,
in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p. 321.
[77] Giambattista Vico, Principj di scienza nuova.
D’intorno alla comune natura delle nazioni, in questa terza impressione
dal medesimo autore in un gran numero di luoghi
corretta, schiarita, e notabilmente accresciuta (1744), inOpere,
a cura di Fausto Nicolini, Bari, Laterza, 1953, p. 479 , parágrafo 331
(cursivas nuestras). Una buena edición de La scienza nuova, sigue siendo,
en nuestra modesta opinión, la editada por Rizzoli, con introducción y notas de
Paolo Rossi, tercera edición, Milano, 1988. Puede verse la traducción de J. M.
Bermudo y Assumpta Camps, Barcelona, Folio, 1985.
[78] Cfr., L. Bortone, «La cultura politica dell’Italia
unita», in Storia d’Italia, coordinata da Nino Valeri, Seconda edizione,
vol. iv, Tipografica sociale torinense, Torino, 1965.
[79] Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la introducción
del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit., p. 196.
[80] «123 lettere inedite di Antonio Labriola a Bertrando
Spaventa» (segunda parte), in Rinascita, suplemento al nº 1, Roma, 1954,
p. 71. Citado por F. Sbarberi, «Il marxismo di Antonio Labriola», Introduzione
a Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, Torino, Einaudi,
1976, p. xxxv.
[81] Cfr., Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la
introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit.
[82] Cfr., Antonio Labriola, Della libertà morale,
Napoli. Tip. Ferrante, 1873.
[83] Cfr., Antonio L abriola, Morale e religione,
Napoli. Tip. Ferrante, 1873.
[84] Cfr., Valentino Gerratana, «Antonio Labriola y la
introducción del marxismo en Italia», in Historia del marxismo, cit.
[85] Cfr., Antonio Labriola, Del insegnamento della
storia. Studio pedagogico, Torino-Roma-Firenze, Loescher, 1876.
[86] Cfr., Antonio Labriola, Del concetto della libertà.
Studio psicologico, in Archivio di statistica, anno ii, fasc. iv (ii),
Roma, 1878.
[87] Cfr., Antonio Labriola, «Appunti sull’insegnamento
secondario privato in altre Stati», in Anuario delle scienza giuridiche,
sociali e politiche, Milano, Hoepli, 1880.
[88] Cfr., Antonio Labriola, Ordinamento della scuola
popolare in diversi paesi (e cioé in Germania, Austria, Inghilterra, Francia, Stati
Uniti e Olanda), Roma, Botta, 1881.
[89] Cfr., Antonio Labriola, I problemi della filosofia
della storia, prelezione letta nell’Università di Roma il 28 febbraio 1887,
Loescher, Roma, 1887. Reproducida in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, cit., vol i, pp. 5-32. Aquí citaremos esta última
edición.
[90] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della
storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
pp. 7-8 (cursivas nuestras).
[91] Ibidem , p. 9.
[92] Baggio De Giovanni, «Pour Labriola», in Labriola
d’un siècle á l’autre, cit., pp. 159-160 (cursivas de De Giovanni).
[93] Antonio Labriola, «I problemi della filosofia della
storia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
pp. 30-31
[94] Cfr., Antonio Labriola, «Della Scuola popolare»,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp.
40-68
[95] Cfr., Antonio Labriola, «Per una commemorazione di
Giordano Bruno», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici,
cit., pp. 69-74.
[96] Cfr., Antonio Labriola, «La presa della Bastiglia»,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, pp.
97-102.
[97] Cfr., Antonio Labriola, «Dieci correspondenze
alla Leipziger Volkszeitung», in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, vol i, cit., pp. 208-252.
[98] Antonio A. Santucci, «Il carteggio con Engels»,
in Senza comunismo. Labriola, Gramsci, Marx, cit., p. 26.
[99] Cfr., Antonio Labriola, Lettere a Engels, cit.
[100] Cfr., Antonio Labriola, Lettere del 3 aprile 1890 a F.
Engels, in Lettere a Engels, Roma, Rinascita, 1949, pp. 1-4.
[101] Cfr., Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y el fin
de la filosofía clásica alemana (Ludwig Feuerbach und der Ausgang der
klassischen deutschen Philosophie, Stuttgart, J. H. Dietz, 1888),
in Marx Engels, Obras escogidas, Moscú, Progreso, 1976, vol iii, pp.
353-395.
[102] Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, in Obras
escogidas de Marx y Engels, cit., vol i, pp. 7-10.
[103] Friedrich Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana in Marx Engels, Obras escogidas, cit., p.
354.
[104] Ibídem.
[105] Ibídem.
[106] Cfr., Georges
Labica, Karl Marx. Les
thèses sur Feuerbach , Paris, Presses universitaires de France, 1987.
[107] Cfr., Huges Portelli, «Antonio Labriola y el movimiento
obrero italiano», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., pp. 199-203.
[108] Cfr., Antonio Labriola, «Per una democracia militante»,
in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol i, pp. 75-80.
[109] Antonio Labriola, «Del socialismo», in Antonio
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., vol i, p.
95.
[110] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 493.
[111] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di
filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 683.
[112] Antonio Labriola, «Per il comizio internationale di
Milano», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol i, p. 158 (cursivas de Labriola).
[113] «Sulla funzione esercitata da Labriola prima et dopo il
congresso di Genova -nos dice Franco Sbarberi-, per promuovere e
sviluppare una conscienza marxista nel socialismo italiano, molto è stato
scritto e unanime oggi è il riconoscimento dell’influenza decisiva che egli ha
esercitato su Turati nei mesi cruciali della constituzione del partito», F.
Sbarberi, «Il marxismo di Antonio Labriola», Introduzione a Antonio
Labriola, Scritti filosofici e politici, cit., p. xlvi.
[114] Cfr., Antonio Labriola, «Aigües-Mortes e
l’Internazionale», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol i, pp. 189-191.
[115] Robert Paris, Histoire du fascisme in Italie,
Paris, Maspero, 1962, p 35.
[116] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 513.
[117] Antonio Labriola, Lettere a Benedetto
Croce (1885-1904), Napoli, Istituto italiano per gli studi storici, 1975,
p. 85. Citado por Alain Pons, «Vico y Marx, utopía e historia», in Vico y
Marx, afinidades y contrastes, ed. cit., pp. 36-37.
[118] Cfr., Antonio Labriola, «Saggi sulla concezione
materialistica della storia», in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, ed. cit. pp. 467-857.
[119] Benedetto Croce, «Vie et morte du marxisme théorique en
Italie (1895-1900)», in La philosophie comme histoire de la
liberté. Contre le positivisme , cit., p. 88.
[120] Cfr., Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol ii, pp. 469-530.
[121] Cfr., Antonio Labriola, «Del materialismo storico,
dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol ii, pp. 531-657.
[122] Benedetto Croce, «Vie et morte del marxismo théorique
en Italie (1895-1900)», in La philosophie comme histoire de la
liberté. Contre le positivisme , cit., p. 90.
[123] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 519.
[124] Antonio Labriola, Lettere a Benedetto
Croce (1885-1904), cit., 1975, p. 85. Citado por Alain Pons, «Vico y Marx,
utopía e historia», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p.
38.
[125] Cfr., Antonio Labriola, «Saggi sulla concezione
materialistica della storia», in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, cit. pp. 467-857.
[126] André Tosel, «Labriola devant Spinoza, une lecture
non-spéculative», in Labriola d’un siècle á l’autre, cit., p. 20.
[127] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 520.
[128] Giambattista Vico, Principi di scienza
nuova, d’intorno alla comune natura delle nación, cit., parágrafo 331.
[129] Antonio Labriola, «Del materialismo storico.
Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici , cit.,vol ii, p. 606.
[130] Ibidem , p. 649.
[131] Ibidem , p. 534.
[132] Antonio Labriola, «In memoria del manifesto dei
comunisti», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
vol ii, p. 475.
[133] Antonio Labriola, «Del materialismo storico.
Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol. ii, p. 575.
[134] Ibidem.
[135] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di
filisofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e politici, cit.,
p. 701.
[136] Antonio Labriola, Del materialismo
storico, Dilucidazione preliminare, in Antonio Labriola, Scritti
filosofici e politici, cit., vol. ii, pp. 544 (cursivas nuestras).
[137] Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di
filisofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol. ii, p. 689.
[138] Antonio Labriola, «Del materialismo storico,
Dilucidazione preliminare», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol. ii, p. 612.
[139] Ibidem , p. 649 (cursivas nuestras).
[140] F. Meinecke, El historicismo y su génesis, (Die
Entstehung des Historismus, Munich, 1936), Fondo de cultura económica,
México, 1943, p. 53.
[141] Giambattista Vico, Principj di scienza
nuova, d’intorno alla comune natura delle nación, cit., lxiv, parágrafo
238.
[142] Karl Marx, Manuscritos económico-filosóficos de 1844,
in Marx. Escritos de juventud, México, Fondo de cultura económica, 1982,
p. 655.
[143] Karl Marx, El Capital, México, Siglo veintiuno
editores, 1975, tomo. i, p. 453.
[144] Citado por Alain Pons, «Vico y Marx, utopía e
historia», in Vico y Marx, afinidades y contrastes, cit., p. 36.
[145] Ibidem , p. 3
[146] Cfr., Antonio Labriola, «Discorrendo di socialismo e di
filosofia», in Antonio Labriola, Scritti filosofici e
politici, cit., vol. ii, p. 702.
[147] Karl Marx, Tesis sobre Feuerbach, in Obras
escogidas de Marx y Engels, cit., p. 24.