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Karl Marx & Émile Durkheim ✆ Jocelin |
Ariel Mayo | Es
habitual calificar a Émile Durkheim (1858-1917) de sociólogo “positivista”.
Como el positivismo goza de poco aprecio en nuestros días, la calificación
mencionada es una forma elegante de condenar la obra del sociólogo francés al
desván de los trastos viejos de la teoría social. Al hacerlo, se deja de lado
una de las construcciones teóricas más sólidas elaboradas en el marco del
proyecto teórico de la ciencia social de la burguesía. En la vida no hay
casualidades. El destino de la obra de Durkheim va de la mano con la renuencia
de la burguesía para admitir las crisis bajo el capitalismo y la necesidad de
una ciencia que dé cuenta de las mismas. La sociología durkheimiana es, ante
todo, una ciencia de la crisis y procura resolver los problemas de la clase dominante
a partir del reconocimiento de la existencia de profundas contradicciones en la
sociedad burguesa. Es por ello que Durkheim se vio obligado a desarrollar una
sociología dirigida a impugnar el individualismo imperante en la economía, pues
ese individualismo había conducido a una profunda crisis de la sociedad (ver su
desarrollo del concepto de anomia en La división del trabajo social y
en El suicidio). En los párrafos siguientes presentaré un ejemplo del
carácter que asumió esa impugnación y de los puntos de contacto del mismo con
el marxismo.
Desde que el mundo es mundo (o, mejor dicho, desde que
existe la sociedad) hay dos caminos alternativos para analizar los hechos
sociales: O bien se considera que la sociedad es el producto de la suma de los individuos
que la componen y, por tanto, el estudio de lo social debe empezar por el
individuo. O bien se piensa que el individuo no puede vivir fuera de la
sociedad y que ésta posee una realidad que termina por imponerse a la voluntad
individual; en este caso, el estudio de lo social debe comenzar por la
sociedad, sea como fuere que se conciba a esta.
La sociología, ciencia del capitalismo, enfrentó desde sus
orígenes el dilema planteado en el párrafo anterior. Así, una parte de los
sociólogos centraron sus estudios en el individuo y los motivos de sus
acciones; Weber, el comprensivismo y los partidarios de la hermenéutica, son
ejemplos de esta corriente a la que podemos denominar individualista
metodológica. En cambio, Durkheim, los funcionalistas y estructuralistas
varios, en cambio, son exponentes de la corriente que postula la centralidad de
la sociedad y su primacía sobre el individuo al momento de analizar los
fenómenos sociales.
Reconocer la primacía de la sociedad sobre el individuo
implica rechazar la tesis que afirma que lo social es producto de la voluntad
de los individuos (1) (tesis que alcanza una expresión acabada en la concepción
que sostiene el carácter artificial de la sociedad frente al individuo, que es
concebido como “lo natural”). En este punto, existe una coincidencia entre la
sociología de Durkheim y el marxismo.
“No son las ideas
abstractas las que conducen a los hombres, y no se podría explicar el
desarrollo de la historia por puros juegos de conceptos metafísicos. En
los pueblos, como en los individuos, las representaciones tienen ante todo por
función expresar una realidad que ellas no crean; por el contrario, proceden de
ella y si luego pueden servir para modificarla, esto es sólo en una medida
restringida. Las concepciones religiosas son producto del medio social y
están muy lejos de producirlo, y si una vez formadas actúan sobre las causas
que las han engendrado, esta reacción no podrá ser muy profunda.” (p. 329;
el resaltado es mío).
En La ideología alemana (3), Marx y Engels
escribieron:
“Los hombres son los
productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres
reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado
desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde,
hasta llegar a sus formaciones más amplias. La conciencia no puede ser otra
cosa que el ser consciente, y el ser de los hombres es su proceso de vida real.
(…) La moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las
formas de conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su
propia sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo,
sino que los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio
material cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los
productos de su pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida,
sino la vida la que determina la conciencia.” (p. 26; el resaltado es mío).
En lucha contra el idealismo de la filosofía clásica
alemana, Marx y Engels desarrollaron su concepción del carácter determinado de
la conciencia de los individuos; enfrentado con el individualismo de la
economía, Durkheim se vio obligado a elaborar una concepción semejante. La
coincidencia entre las afirmaciones de Durkheim y las de los clásicos del
marxismo se da en el marco de la lucha contra el individualismo metodológico y
el idealismo. Esto es así porque la teoría de la sociedad requiere, antes que
cualquier otra cosa, el reconocimiento de la autonomía de lo social frente al
individuo. Si el Estado, el mercado, la sociedad, son el mero producto de la
voluntad de los individuos, y es esta voluntad (o la naturaleza humana) el
factor que explica el desarrollo de la historia, la teoría social no más que
una psicología individualista más o menos sofisticada. El egoísmo, la
propensión a comercial, el espíritu de competencia, cualidades todas del
individuo, son los factores explicativos y el individualismo metodológico pasa
a ser la concepción predominante en sociología.
La obra de Durkheim propone otro camino. Los individuos
nacen en un mundo ya creado, y no pueden modificarlo a voluntad. En este
sentido, el individuo tiene un menú limitado de opciones al momento de
emprender la tarea del cambio social. Esto no supone negar el carácter
conservador del proyecto sociológico durkheimiano, pero permite comprender de
manera más acabado lo específico de su sociología y el énfasis puesto por este
autor en separar a la sociología de la psicología y la economía. Además, el
rechazo de la metafísica por Durkheim debe entenderse en esta línea de
pensamiento, que rechaza la existencia de principios abstractos que permitan
explicar el desarrollo histórico (4).
El expediente de colgarle a Durkheim la etiqueta de “positivista”
y meterlo, por ende, en el rechazo general al positivismo (rechazo que, por
otra parte, tiene un carácter posmoderno en la medida en que implica una
repulsión generalizada de la verificación empírica), es una manera de deformar
el problema de los orígenes de la sociología y su distinción respecto al
marxismo.
Notas
(1) Dicho de otro modo: la tesis que afirma que
los individuos crean lo social a su imagen y semejanza, a su antojo y con plena
libertad.
(2) Durkheim, Emile. (2006). [1° edición: 1897]. El
suicidio. Estudio de sociología y otros textos complementarios. Buenos Aires:
Miño y Dávila.
(3) Marx, Karl y Engels, Friedrich. (1985). La
ideología alemana. Buenos Aires: Ediciones Pueblos Unidos y Cartago.
(4) Así debe entenderse, por ejemplo, su crítica
a Comte en Las reglas del método sociológico.