Ariel Mayo
El folleto tiene origen en un debate interno de la AIT
(Asociación Internacional de los Trabajadores). John Weston, miembro del
Consejo General de la AIT, planteó la tesis de que el aumento de los salarios
no podía mejorar la situación de la clase obrera. Karl Marx (1818-1883) sometió
a discusión la posición de Weston en las sesiones del Consejo General del 20 y
27 de junio de 1865. Marx valoró la actitud de Weston y destacó su “valentía
moral” al defender públicamente “opiniones
que él sabe son profundamente impopulares entre la clase obrera”. Más allá
del ataque a las tesis de Weston, Marx afirma que “el ciudadano Weston verá al final de ella [de la conferencia - Salario, precio y ganancia -] que coincido con la acertada idea que, a mi
modo de ver, sirve de base a sus tesis, a las que, sin embargo, en su forma
actual, no puedo por menos de juzgar como teóricamente falsas y prácticamente
peligrosas.” (p. 3-4).
El folleto tiene importancia por dos cuestiones principales:
a) contiene una exposición de la teoría del valor y de la tasa de ganancia
inmediatamente anterior de la redacción definitiva del Libro Primero de El Capital (1867); b) desarrolla la posición
de Marx respecto al papel de los sindicatos en la sociedad capitalista. Además,
Marx despliega toda su maestría como docente, presentando de manera sencilla
varios de los aspectos más complejos de la teoría económica marxista (no hay
que olvidar que el escrito procuraba convencer a los miembros - obreros - del
Consejo General). En este sentido, constituye uno de los mejores ejemplos de la
conjunción entre teoría y práctica pregonada por Marx en sus escritos de la
década de 1840. El presente escrito tiene el formato de una ficha de
lectura. Por tanto, me limito a seguir la exposición de Marx tal como la
desarrolla en el texto (por eso dividí la ficha según los apartados del
folleto).
1.
Producción y salarios (pp. 4-6)
Weston basa su argumento en dos premisas: 1) el volumen de
la producción nacional es una cosa fija; 2) la suma de los salarios reales (la
cantidad de mercancías que puede ser comprada por ellos) también es una suma
fija.
Marx sostiene que la primera premisa es falsa. La producción
nacional es una magnitud variable, como consecuencia “de los continuos cambios que se operan en la acumulación de capital y
en las fuerzas productivas del trabajo.” (p. 4).
Marx afirma que la segunda premisa también es falsa. Aún si
la primer premisa de Watson fuese verdadera (volumen de la producción nacional
como una magnitud constante), “los
límites absolutos de esta cifra no impiden que varíen los límites relativos de
sus componentes.” Ejemplo: la producción = 10; ganancia = 6; salarios = 4.
Los salarios pueden aumentar de 4 a 5, quedando reducida la ganancia a 5 y, sin
embargo, la producción = 10.
Además, si la segunda premisa fuese verdadera (magnitud
constante de los salarios), entonces los salarios no pueden aumentar ni
disminuir. Pero los empresarios bajan los salarios y, en ese caso, los
trabajadores luchan por volver a aumentarlos. De este modo, el principio de la
constancia de los salarios exigiría de los obreros “unirse y lucha por el
aumento de sus jornales” (p. 5). Weston tendría que reformular su premisa y
postular que los salarios, aunque no pueden aumentar, pueden y deben disminuir
cuando se le antoje al Capital. Pero esto es reducir los problemas económicos a
la voluntad de los capitalistas.
“Indudablemente, la
voluntad del capitalista consiste en embolsarse lo más que pueda. Y lo que hay
que hacer no es discurrir acerca de lo que quiere, sino investigar lo que
puede, los límites de este poder y el carácter de estos límites.” (p. 6).
Cabe acotar que uno de los temas centrales del folleto es la
refutación de los planteos que intentan reducir la economía a la voluntad. Marx
muestra que las leyes que se derivan de la organización capitalista de la
producción ponen límites a la voluntad de los individuos. En ese sentido es que
vale afirmar que la lucha de clases se encuentra condicionada por la economía.
Además, esta forma de analizar los fenómenos sociales permite escapar de la
tendencia a examinarlos desde un punto de vista moral. Así, la explotación
capitalista es definida como apropiación por el capitalista de trabajo no
pagado al obrero y no como “injusticia”. El uso de categorías morales (que, por
otra parte, puede ser útil en la agitación) oscurece la comprensión de los
mecanismos de la dominación capitalista.
2.
Producción, salarios, ganancias (pp. 6-16)
El núcleo del argumento de Weston es este: si la clase
obrera logra aumentar sus salarios a 5 pesos en vez de 4, la clase capitalista
le devolverá en forma de mercancías 4 pesos en vez de 5. O sea, medidos en la
cantidad de mercancías que pueden comprar, los salarios no varían a pesar del
aumento nominal. Marx se pregunta: ¿de dónde sale que el valor de las
mercancías que compra el salario sea de 4 pesos y no de 2, 3 o 6?
“Si el límite de la
suma de los salarios está fijado por una ley económica, independiente tanto de
la voluntad del capitalista como la del obrero, lo primero que hubiera debido
hacer el ciudadano Weston, era exponer y demostrar esta ley. Hubiera debido demostrar,
además, que la suma de salarios que se abona realmente en cada momento dado
coincide siempre exactamente con la suma necesaria de los salarios, sin
desviarse jamás de ella. En cambio, si el límite dado de la suma de salarios
depende de la simple voluntad del capitalista o de los límites de su codicia,
trátase de un límite arbitrario, que no encierra nada de necesario, que puede
variar a voluntad del capitalista y que puede también, por tanto, hacerse
variar contra su voluntad.” (p. 7).
Para que el capitalista le siga pagando al trabajador la
misma cantidad de mercancías (el mismo salario real), a pesar del aumento
nominal, es preciso que aumente el valor de las mercancías que compra el
salario de 4 a 5 pesos. Pero afirmar esto implica que el empresario puede
variar los precios a su antojo. Si esto es así, “las oscilaciones incesantes de los precios de mercado serían un enigma
indescifrable.” (p. 7).
¿Como hace el capitalista para aumentar los precios de las
mercancías que compran los salarios?
Si las fuerzas productivas del trabajo, el volumen del
capital y trabajo invertidos, el valor del dinero, todos esos factores
permanecen sin cambio, el alza de los salarios influye en el precio de las
mercancías modificando la proporción existente entre la oferta y la demanda de
ellas. Los obreros demandan más mercancías-salario (las consumidas por la clase
trabajadora); como la oferta de las mismas es igual, suben los precios de
éstas. Más simple, se incrementan los precios de los artículos de primera necesidad.
Esto beneficia a los empresarios que los producen.
¿Qué ocurre con los empresarios que no producen artículos de
primera necesidad? No pueden aumentar los precios de sus mercancías, mientras
que su tasa de ganancia disminuye por el encarecimiento general de los salarios
y por el descenso de la demanda de artículos de lujo (al descender la tasa de
ganancia, los empresarios consumen menos). Consecuencia: los capitales migran
de las ramas de producción donde la ganancia es menor hacia aquellas donde es mayor.
De este modo, la tasa de ganancia se equilibraría (hacia la baja) en todas las
ramas. “Según el supuesto de que
partimos, no se introduciría ningún cambio ni en las fuerzas productivas ni en
el volumen global de la producción, sino que el volumen de producción dado se
limitaría a cambiar de forma.” (p. 9).
En síntesis, “la subida general del tipo de salarios sólo
conducirá, en fin de cuentas, a una baja general de la cuota de ganancia.” (p.
10).
Marx describe varios ejemplos históricos (entre otros, el
caso del aumento de salarios que se dio en Gran Bretaña de 1849 a 1859) para
demoler el argumento de Weston de que todo aumento de la demanda actúa siempre
sobre un volumen dado de producción:
“la
más común observación demuestra que, en algunos casos, el aumento de la demanda
no altera para nada los precios de las mercancías, y que en otros casos provoca
un alza pasajera de los precios del mercado, a la que sigue un aumento de la
oferta, seguido a su vez por la baja de los precios hasta su nivel primitivo, y
en muchos casos por debajo de él.” (p. 15).
Vale aquí el comentario formulado al final del apartado
anterior. El capitalismo posee un mecanismo para regular la tasa de ganancia
que es independiente de la voluntad del empresario. Esta perspectiva de
análisis permite salir del círculo de la crítica moral al sistema capitalista
y, a la vez, conduce a desarmar una a una sus justificaciones ideológicas.
3. Salarios
y dinero (pp. 16-20)
Weston presentó una variación de su argumento original.
Sostuvo que un alza general de salario requiere de una mayor cantidad de dinero
para ser abonada, pero la cantidad de dinero circulante es fija. Marx responde
que esto nada tiene que ver con el tema en discusión. Cita el ejemplo inglés,
donde salarios proporcionalmente mayores que los del continente europeo
requieren de una cantidad menor de circulante, dado el mayor perfeccionamiento
del mecanismo de pagos. (p. 16).
4. Oferta y
demanda (pp. 20-22)
Marx indica que Weston no puede responder a la pregunta principal:
¿por qué se paga una determinada suma de dinero por una determinada cantidad de
trabajo? En ningún momento Weston arriba a las leyes económicas que explican
ese problema.
Weston sale del paso recurriendo a la ley de la oferta y la
demanda. Marx lo refuta:
“La oferta y la
demanda no regulan más que las oscilaciones pasajeras de los precios en el
mercado. Os explicarán por qué el precio de un artículo en el mercado sube por
encima de su valor o cae por debajo de él, pero no os explicarán jamás este valor
en sí. (...) En el instante mismo en que estas dos fuerzas contrarias se
nivelan, se paralizan mutuamente y dejan de actuar en uno u otro sentido. En el
mismo instante en que la oferta y la demanda se equilibran y dejan (...) de
actuar, el precio de una mercancía en el mercado coincide con su valor real,
con el precio normal en torno al cual oscilan sus precios en el mercado. Por
tanto, si queremos investigar el carácter de este valor, no tenemos que
preocuparnos de los efectos transitorios que la oferta y la demanda ejercer
sobre los precios del mercado.” (p. 22).
5. Salarios
y precios (pp. 22-25)
Marx resume así el dogma fundamental de Weston: los precios de las mercancías se determinan
o regulan por los salarios. Refuta el dogma: “Comparando unos artículos con otros dentro del mismo país y las
mercancías de distintos países entre sí, podría demostrar que (...), por
término medio, el trabajo bien retribuido produce mercancías baratas y el
trabajo mal pagado, mercancías caras.” (p. 23). De esta manera queda
probado que los precios de las mercancías no se determinan por los precios del
trabajo.
Weston agrega que el precio de las mercancías está compuesto
también por el beneficio del capitalista y la renta del terrateniente. Pero
esto implica la afirmación inicial, los salarios determinan los precios, pues
el beneficio y la renta aparecen como simples porcentajes adicionales a los
salarios. Ahora bien, esta forma de establecer los montos del beneficio y la
renta es errónea, pues los hace derivar de la arbitrariedad del empresario y el
terrateniente, no de una ley económica. Tampoco sirve recurrir a la competencia
como causa, pues ésta sólo establece la ganancia media, pero no el nivel mismo
de la ganancia.
Weston no puede resolver el problema de cómo se determina
“el valor del trabajo”. Se encierra en un círculo vicioso: al principio
sostiene que el valor del trabajo determina el precio de la mercancía y luego
termina afirmando que el valor de la mercancía determina el valor del trabajo.
La dificultad del procedimiento consiste en que se determina
el valor de una mercancía por el de otra mercancía, sin analizar nunca cómo
surge el valor de la mercancía. (p. 25).
6. Valor y
trabajo (pp. 25-34)
En este punto comienza la verdadera exposición del tema.
Hasta aquí el autor se limitó a refutar el argumento de Weston. El punto de
partida es: ¿Qué es el valor de una mercancía? ¿Cómo se determina?
El primer paso consiste en descartar la noción de que el
valor de las mercancías es algo completamente relativo, es decir, comprender en
qué consiste el valor de cambio e ir más allá. El valor de cambio de una
mercancía = “las cantidades proporcionales en que se cambia por todas las demás
mercancías.” (p. 26).
Marx se pregunta entonces: ¿cómo se regulan las proporciones
en que se cambian unas mercancías por otras? Estas proporciones cambian, pero
el valor de una mercancía tiene que ser siempre el mismo. Por tanto,
“Este valor tiene que
ser forzosamente algo distinto e independiente de esas diversas proporciones en
que se cambia por otros artículos. Tiene que ser posible expresar en una forma
muy distinta estas diversas ecuaciones entre diversas mercancías.” (p. 26)
Si 1 pizza = 1 kg de kiwis, entonces tiene que haber una
tercera cosa en que puedan expresar su valor las pizzas y los kiwis. Esta
medida común tiene que servir para todas las mercancías, que sólo se
diferenciarán por la proporción en que contengan dicha medida. Hay que agregar
que los valores de cambio de las mercancías son “funciones sociales” de las
mismas, es decir, no tienen que ver con sus propiedades naturales.
¿Cuál es la sustancia social común a todas las mercancías? El trabajo.
“Para producir una
mercancía hay que invertir en ella o incorporar a ella una determinada cantidad
de trabajo. Y no simplemente trabajo, sino trabajo social (...) para producir
una mercancía, no sólo tiene que crear un artículo que satisfaga una necesidad
social cualquiera, sino que su mismo trabajo ha de representar una parte
integrante de la suma global de trabajo invertido por la sociedad. Ha de
hallarse supeditado a la división del trabajo dentro de la sociedad. No es nada
sin los demás sectores del trabajo y, a su vez, tiene que integrarlos.” (p.
27).
La mercancía como valor = Trabajo social realizado. Se
distinguen unas de otras por la cantidad de trabajo que contiene cada una.
Dicha cantidad se mide por el tiempo que dura el trabajo. Todos los trabajos se
reducen a trabajo medio o simple, que es la unidad de medida.
“El valor de una
mercancía guarda con el valor de otra mercancía la misma proporción que la
cantidad de trabajo plasmada en la una guarda con la cantidad de trabajo
plasmada en la otra.” (p. 28).
El valor de cambio de una mercancía = Cantidad de trabajo
últimamente invertida en ella + trabajo incorporado en las materias primas con
que se elabora + trabajo incorporado a las herramientas, maquinaria y edificios
empleados en la producción de la misma. (28)
Los valores de cambio de las mercancías cambian
constantemente, debido al cambio de las fuerzas productivas aplicadas: “Cuanto
mayores son las fuerzas productivas del trabajo, más productos se elaboran en
un tiempo de trabajo dado; y cuanto menores son, menos se produce en el mismo
tiempo.” (p. 31).
Las fuerzas productivas del trabajo dependen de:
1) Las condiciones naturales del trabajo (fertilidad del
suelo, riqueza de los yacimientos, etc.).
2) Las fuerzas sociales del trabajo (la producción en gran
escala, la concentración del capital, la combinación del trabajo, la división del
trabajo, la maquinaria, los métodos perfeccionados de trabajo, la aplicación de
la fuerza química y de otras fuerzas naturales, la reducción del tiempo y del
espacio gracias a los medios de comunicación y de transporte; los inventos
mediante los cuales la ciencia obliga a las ciencias naturales a ponerse al
servicio del trabajo)
3) Las diferencias entre las energías naturales y la
destreza adquirida por el trabajo entre los distintos pueblos.
“Los valores de las
mercancías están en razón directa al tiempo de trabajo invertido en su
producción y en razón inversa a las fuerzas productivas del trabajo empleado.”
(p. 32).
Pasa a examinar el precio = expresión en dinero del valor.
(p. 32). ¿Cómo se produce la conversión
del valor en precio?
Es un proceso “por medio del cual dais a los valores de
todas las mercancías una forma independiente y homogénea, o mediante el cual
los expresáis como cantidades de igual trabajo social.” (p. 32).
¿Cuál es la relación entre el valor y los precios del
mercado?
El precio del mercado es el mismo para todas las mercancías
de la misma clase; expresa “la cantidad media de trabajo social que, bajo
condiciones medias de producción, es necesaria para abastecer el mercado con
una determinada cantidad de cierto artículo. Se calcula con arreglo a la
cantidad global de una mercancía de determinada clase.” (p. 32-33).
Hasta aquí: precio del mercado = valor.
Los precios del mercado oscilan por encima y por debajo de
su valor. Estas oscilaciones dependen de las modificaciones de la oferta y la
demanda. Pero estas oscilaciones se equilibran si se toma en cuenta períodos de
tiempo relativamente largos, de modo que “todas las clases de mercancías se
venden, por término medio, por sus respectivos valores o precios naturales.”
(p. 33).
Ahora bien, si se acepta la proposición del párrafo
anterior, la ganancia no puede surgir de un recargo sobre el valor de las
mercancías. Para explicar la ganancia debemos partir del “teorema de que las mercancías se venden, por término medio, por sus
verdaderos valores y que las ganancias se obtienen vendiendo las mercancías por
su valor.” (p. 34).
7. La fuerza
de trabajo (pp. 34-37)
Después de haber desmenuzado la naturaleza del valor, se
concentra en el estudio del valor del trabajo. Y comienza refutando la noción
de sentido común que afirma que el salario paga el trabajo.
“Lo que el obrero
vende no es directamente su trabajo, sino su fuerza de trabajo, cediendo
temporalmente al capitalista el derecho a disponer de ella.” (p. 35).
A partir de lo anterior, es preciso emprender la
determinación del valor de la fuerza de trabajo. El valor de la fuerza de
trabajo = cantidad de trabajo necesaria para su producción = cantidad de
artículos de primera necesidad que una persona requiere para sostenerse y
desarrollarse + los requeridos para la crianza de los hijos (que reemplazarán a
su tiempo a la fuerza de trabajo actual) + desarrollo de su fuerza de trabajo y
la adquisición de cierta destreza. (p. 36-37).
Ahora bien, distintas clases de fuerza de trabajo tienen distintos precios en
el mercado de trabajo. Pedir igualdad de salarios es una consigna impracticable
en el marco del sistema asalariado. (p. 37).
En este apartado hay dos observaciones importantes:
a) Sobre la acumulación originaria. ¿Cómo es posible que en
la sociedad exista un grupo que posee tierras, maquinaria, materia prima y
medios de vida - todos ellos productos del trabajo -, en tanto que otro grupo
no tiene otra cosa para vender que su fuerza de trabajo? Esto es consecuencia
de “una serie de procesos históricos que acabaron destruyendo la unidad
originaria que existía entre el hombre trabajador y sus medios de trabajo.” (p.
36).
b) En el análisis social no importa que consideremos justo o
equitativo. “El problema está en saber qué es lo necesario e inevitable dentro
de un sistema dado de producción.”
Marx arremete nuevamente contra el análisis moral del
capitalismo. Vale lo dicho en los comentarios anteriores sobre el mismo tema.
8. La
producción de la plusvalía (pp. 37-40)
El supuesto del análisis de Marx consiste en que el
trabajador produce durante la jornada laboral el equivalente en valor de su
salario. Por ejemplo, un hilandero produce en 6 horas de trabajo el equivalente
a los artículos de primera necesidad que conforman su salario. Si la jornada
laboral fuese de 6 horas, el capitalista no haría negocio: no habría forma de
producir la plusvalía.
Sin embargo, el uso de la fuerza de trabajo por el
capitalista tiene una propiedad que la distingue de las otras mercancías: su
valor de uso consiste en crear valor.
“El valor de la fuerza
de trabajo se determina por la cantidad de trabajo necesario para su
conservación o reproducción, pero el uso de esta fuerza de trabajo no encuentra
más límite que la energía activa y la fuerza física del obrero. El valor diario
o semanal de la fuerza de trabajo y el ejercicio diario o semanal de esta misma
fuerza de trabajo son dos cosas completamente distintas (...) La cantidad de
trabajo que sirve de límite al valor de la fuerza de trabajo no limita, ni
mucho menos, la cantidad de trabajo que su fuerza de trabajo puede ejecutar.”
(p. 38; el subrayado es mío - AM-).
El capitalista fija la duración de la jornada de trabajo en
12 horas. En este caso, el trabajador tendrá que producir 6 horas más de las
necesarias para producir los artículos de primera necesidad que requiere su
reproducción y la de su familia. Esta parte de la jornada es el plustrabajo,
que se traduce en una plusvalía y en un plusproducto. El capitalista no abona
al trabajador ningún equivalente por la plusvalía que se apropia.
“Este tipo de
intercambio entre el capital y el trabajo es el que sirve de base a la
producción capitalista o al sistema de trabajo asalariado, y tiene
incesantemente que conducir a la reproducción del obrero como obrero y del
capitalista como capitalista.” (p. 39).
La cuota de plusvalía depende, si las demás circunstancias
permanecen invariables, de la proporción entre la parte de la jornada laboral
necesaria para reproducir el valor de la fuerza de trabajo y el plustrabajo
destinado al capitalista. (p. 39).
9. El valor
del trabajo (pp. 40-41)
El trabajador ve las cosas de un modo diferente al que se
plantea en el apartado anterior. Como recibe el salario después de realizada su
labor, se figura que el primero paga su trabajo, no el valor de la fuerza de
trabajo. De esto se desprenden dos conclusiones:
1. “El valor o precio
de la fuerza de trabajo reviste la apariencia del precio o valor del trabajo
mismo” (p. 40).
2. “Aunque sólo se
paga una parte del trabajo diario del obrero, mientras que la otra parte queda
sin retribuir, y aunque este trabajo no retribuido o plustrabajo es
precisamente el fondo del que sale la plusvalía o ganancia, parece como si todo
el trabajo fuese trabajo retribuido.” (p. 40).
Estas apariencias distinguen al trabajo asalariado de otras
formas históricas del trabajo. En el régimen del salario, aún la parte del
trabajo no retribuida parece trabajo pagado. (p. 40).
El modo de producción capitalista produce una ideología
funcional a la dominación del empresario. El punto interesante es que, más allá
de la tarea de los intelectuales a sueldo, esa producción de ideología es
realizada por las mismas relaciones sociales capitalistas. Es la forma en que
trabajamos la que genera la ilusión de que cobramos un salario por nuestro
trabajo y no por el valor de la fuerza de trabajo. Esta forma de pensar la
ideología supera (en el sentido de que la incluye pero, a su vez, la enriquece)
a la teoría formulada en La ideología
alemana.
10. Se
obtiene ganancia vendiendo una mercancía por su valor (pp. 41-42)
Marx resuelve el problema de la ganancia, en base a la
argumentación desarrollada en los apartados anteriores. La ganancia no se
origina, como piensa el sentido común, vendiendo la mercancía por encima de su
valor:
“Una parte del trabajo
encerrado en la mercancía es trabajo retribuido; otra parte, trabajo no
retribuido. Por tanto, cuando el capitalista vende la mercancía por su valor,
es decir, como cristalización de la cantidad total de trabajo invertido en
ella, tiene necesariamente que venderla con ganancia. Vende no sólo lo que le
ha costado nada, aunque haya costado el trabajo de su obrero. Lo que la
mercancía le cuesta al capitalista y lo que en realidad cuesta, son cosas
distintas. (...) vendiendo las mercancías por su verdadero valor, y no por
encima de éste, es como se obtienen ganancias normales y medias.” (p. 42).
11. Las
diversas partes en que se divide la plusvalía (pp. 42-46)
Ganancia = Aquella parte del valor de la mercancía en la que
se materializa el plustrabajo (trabajo no retribuido del obrero).
La ganancia no pasa íntegra al bolsillo del empresario
capitalista. Una deriva al terrateniente en concepto de renta del suelo. Otra
parte fluye hacia el capitalista que presta el dinero en concepto de interés.
El capitalista industrial percibe sólo la ganancia
industrial o comercial. Más allá de la manera en que se dividen estas tres
partes de la plusvalía (renta del suelo, interés, ganancia industrial), todas
ellas provienen del trabajo no retribuido.
“Es el empresario
capitalista quien extrae directamente al obrero esta plusvalía, cualquiera que
sea la parte que, en último término, pueda reservarse. Por eso, esta relación
entre el empresario capitalista y el obrero asalariado es la piedra angular de
todo el sistema de trabajo asalariado y de todo el régimen actual de producción.”
(p. 43-44).
Marx se dedica a continuación a refutar la idea de sentido
común de que el capitalista añade al valor de la mercancía un valor arbitrario,
al que se añade luego otro valor para el terrateniente, otro para el banquero,
etc. No se trata de la voluntad del empresario. El valor que se reparten entre
sí las distintas fracciones de capitalistas surge del trabajo no retribuido.
Ese plustrabajo tiene origen en la propiedad privada de los medios de
producción y en el trabajo asalariado (trabajador libre de toda forma de
dependencia personal).
La mejor manera de medir el grado real de la explotación del
trabajo consiste en:
pl/ v donde pl = plusvalía; v = capital variable (la
parte del capital desembolsada en salario)
12. Relación
general entre ganancias, salarios y precios (pp. 46-48)
Ante todo, ¿qué porción del valor de la mercancía pueden
repartirse el trabajador y el capitalista?
“Si del valor de una
mercancía descontamos la parte destinada a reponer el de las materias primas y
otros medios de producción empleados; es decir, si descontamos el valor que
representa el trabajo pretérito encerrado en ella, el valor restante se
reducirá a la cantidad de trabajo añadida por el obrero últimamente empleado.
(...) Este valor dado, determinado por su tiempo de trabajo, es el único fondo
del que tanto él como el capitalista tienen que sacar su respectiva parte o
dividendo, el único valor que ha de dividirse en salarios y ganancias. Es
evidente que este valor no variará aunque varíe la proporción en que pueda
dividirse entre ambas parte interesadas.” (p. 46).
Si sube la ganancia, cae el salario, y viceversa. Estas
variaciones no afectan el valor de la mercancía.
13. Casos
principales de lucha por la subida de salarios o contra su reducción (pp.
48-55)
Marx examina cinco situaciones en las que los trabajadores
se ven obligados a luchar por sus salarios:
1. Disminuye la productividad del trabajo en las ramas que
producen artículos de primera necesidad. Por ende, aumenta el valor de la
fuerza de trabajo. Si el empresario mantiene el mismo nivel de salarios o lo
aumenta por debajo del encarecimiento de la fuerza de trabajo, entonces “el precio del trabajo descenderá por debajo
del valor del trabajo, y el nivel de vida del obrero empeorará.” (p. 49).
También puede darse el caso inverso. Sube la productividad del trabajo en dichas
ramas. Cae el valor de la fuerza de trabajo. Si el salario se mantiene en el
mismo valora: “aunque el nivel de vida absoluto del obrero seguiría siendo el
mismo, su salario relativo, y por tanto su posición social relativa, comparada
con la del capitalista, habrían bajado. Oponiéndose a esta rebaja de su salario
relativo, el obrero no haría más que luchar por obtener una parte de las
fuerzas productivas incrementadas de su propio trabajo y mantener su antigua
posición relativa en la escala social.” (p. 49).
2. Se mantienen los
valores de los artículos de primera necesidad, pero el valor del dinero sufre
una alteración. [Por ejemplo, la devolución de la moneda argentina frente al
dólar.]. Si el trabajador no lucha por “una subida proporcional del salario,
[esto] equivale a pedirle que se resigne a que se le pague su trabajo en
nombres y no en cosas. Toda la historia del pasado demuestra que, siempre que
se produce tal depreciación del dinero, los capitalistas se apresuran a
aprovechar esta coyuntura para defraudar a los obreros.” (p. 50).
3. Una alteración en la duración de la jornada de trabajo, mientras los
salarios permanecen iguales.
“El tiempo es el
espacio en que se desarrolla el hombre. El hombre que no dispone de ningún
tiempo libre, cuya vida, prescindiendo de las interrupciones puramente físicas
del sueño, las comidas, etc., está toda ella absorbida por su trabajo para el
capitalista, es menos todavía que una bestia de carga. Físicamente destrozado y
espiritualmente embrutecido, es una simple máquina para producir riqueza ajena.
Y, sin embargo, toda la historia de la moderna industria demuestra, que el
capital, si no se le pone un freno, laborará siempre, implacablemente y sin
miramientos, por reducir a toda la clase obrera a este nivel de la más baja
degradación.” (p. 52).
El capitalista puede alargar la jornada laboral, pagar
salarios más altos y, no obstante, reducir los salarios si éstos no cubren el
mayor agotamiento de la fuerza de trabajo. También puede darse el caso de que
la jornada se mantenga igual y aumente la intensidad del trabajo. El obrero
está obligado a contrarrestar esa tendencia del capital a aumentar la
explotación de su fuerza de trabajo.
4. La producción capitalista se mueve a través de ciclos
periódicos. Frente a esas fases, “el obrero debe forcejear con el capitalista,
incluso en las fases de baja de los precios en el mercado, para establecer en
qué medida se hace necesario rebajar los jornales. Y si, durante la fase de
prosperidad, en que el capitalista obtiene ganancias extraordinarias, el obrero
no batallase por conseguir que se le suba el salario, no percibiría siquiera,
sacando la media de todo el ciclo industrial, su salario medio, o sea, el valor
de su trabajo. Sería el colmo de la locura exigir que el obrero, cuyo salario
se ve forzosamente afectado por las fases adversas del ciclo, renunciase a
verse compensado durante las fases prósperas.” (p. 54).
5. En todos los casos examinados en este apartado, la lucha
por la subida de los salarios sigue siempre a cambios anteriores: “es la
reacción de los obreros contra la acción anterior del capital.” (p. 55). Si se
considera la lucha por los salarios con independencia de estos factores,
“arrancaríamos de una premisa falsa para llegar a conclusiones falsas.” (p.
55).
14. La lucha
entre el capital y el trabajo, y sus resultados (pp. 55-62)
El objetivo de este apartado es establecer si el Trabajo
tiene perspectivas de éxito en su lucha contra el Capital.
Si bien el Trabajo es una mercancía más, posee algunos
rasgos que lo distinguen de las otras mercancías. Así, el valor de la fuerza de
trabajo está formado por dos elementos:
1. Elemento físico:
se trata de los artículos de primera necesidad absolutamente indispensables
para vivir y multiplicarse. “El valor de
estos medios de sustento indispensables constituye (...) el límite mínimo del
valor del trabajo. Por otra parte, la extensión de la jornada de trabajo tiene
también sus límites extremos, aunque sean muy elásticos. Su límite máximo lo
traza la fuerza física del obrero.” (p. 56).
2. Elemento histórico
o social: en la determinación del trabajo entra el nivel de vida tradicional en
cada país. “No se trata solamente de la
vida física, sino de la satisfacción de ciertas necesidades, que brotan de las
condiciones sociales en que viven y se educan los hombres.” (p. 56). “Este elemento histórico o social puede
dilatarse o contraerse, e incluso extinguirse del todo, de tal modo que sólo
quede en pie el límite físico.” (p. 56).
La comparación de los salarios normales en distintos países
y en distintas épocas históricas, muestra que el valor de la fuerza de trabajo
no es una magnitud constantes, sino variable (aunque los valores de las demás
mercancías permanezcan fijos).
Por tanto, existe un salario mínimo, pero no existe una
ganancia mínima. ¿Por qué? Porque no es posible fijar el salario máximo.
“Lo único que podemos
decir es que, dados los límites de la jornada de trabajo, el máximo de ganancia
corresponde al mínimo físico del salario, y que, partiendo de salarios dados,
el máximo de ganancia corresponde a la prolongación de la jornada de trabajo,
en la medida en que sea compatible con las fuerzas físicas del obrero. Por
tanto, el máximo de ganancia se halla limitado por el mínimo físico de salario
y por el máximo físico de la jornada de trabajo. Es evidente que, entre los dos
límites extremos de esta cuota de ganancia máxima, cabe una escala inmensa de
variantes.” (p. 57).
¿Cómo se resuelve en la práctica la determinación de la
cuota de ganancia?
“Se dirime
exclusivamente por la lucha incesante entre el capital y el trabajo; el
capitalista pugna incesantemente por reducir los salarios a su mínimo físico y
prolongar la jornada de trabajo hasta su máximo físico, mientras que el obrero
presiona constantemente en el sentido contrario.” (p. 57).
Marx da cuenta así de la causa del antagonismo entre Capital y Trabajo.
Cualquier política reformista y/o populista tropieza siempre con este límite.
Por supuesto, en épocas de crecimiento económico es más fácil disimular el
carácter irreconciliable de los intereses de empresarios y trabajadores, pero
las acciones de ambos se encuentran orientadas por los objetivos planteados en
el párrafo comentado. Corresponde agregar que la diferencia de intereses se
asienta en las leyes de la producción capitalista, que existen con
independencia de las intenciones de los agentes sociales.
“El problema se
reduce, por tanto, al problema de las fuerzas respectivas de los
contendientes.” (p. 57; el subrayado es mío - AM-).
El problema de la determinación de la tasa de ganancia (y
del salario) no puede ser explicado exclusivamente por causas “económicas” (es
decir, desgajando a la economía de la política, algo que fue llevado adelante
por los neoclásicos); hay que ubicar las determinaciones económicas en un
contexto más amplio. Ese contexto es de la lucha de clases. Ésta no gira en el
vacío, no es puro voluntarismo; las clases sociales tienen intereses que se
derivan de la estructura del modo de producción. Por ejemplo: como se dijo más
arriba, los empresarios buscan aumentar la jornada de trabajo a su máximo
físico. A partir de estas determinaciones, las clases sociales se organizan
para luchar por sus intereses. En definitiva, la economía se resuelve en el
terreno de la lucha de clases.
Un ejemplo concreto de la centralidad de la perspectiva de
la lucha de clases es el caso de la limitación de la jornada de trabajo. En
Inglaterra (y esto vale para los demás países) dicha limitación sólo se logró
por medio de la ley, gracias a la lucha de la clase obrera: “este resultado no podía alcanzarse mediante
convenios privados entre los obreros y los capitalistas. Esta necesidad de una
acción política general, es precisamente la que demuestra que, en el terreno
puramente económico de lucha, el capital es la parte más fuerte.” (p. 58).
La acción de la clase trabajadora no puede limitarse a la
organización de sindicatos, pues aún la lucha por reivindicaciones económicas
(salarios, cierre de empresas, jornada laboral, etc.) requiere de la
construcción de organizaciones políticas capaces de plantear esas demandas en
el plano del Estado (por ejemplo, la presentación de un proyecto de ley
limitando la jornada laboral en el Congreso). El sindicato exige la aparición
del partido. Si la clase trabajadora no consigue dar el salto desde lo
corporativo (la lucha por las reivindicaciones económicas) a lo político
(convertirse en clase con pretensiones de gobernar a toda la sociedad), la
burguesía ocupa ese espacio, que jamás queda vacío.
Los límites del valor de la fuerza de trabajo son fijados
por la interacción de la oferta (de trabajo por los obreros) y la demanda
(de trabajo por parte del capital). En este punto, Marx destaca que la
incorporación de maquinaria a la producción es uno de los medios empleados por
los capitalistas para reducir su demanda de trabajo y de ese modo disminuir los
salarios. (p. 59).
Otra forma de manifestación de la relación entre desarrollo
de las fuerzas productivas y disminución de la demanda de fuerza de trabajo por
el capital es la siguiente:
“Con el desarrollo de
las fuerzas productivas del trabajo, se acelera la acumulación de capital, aún
en el caso de que el tipo de salario sea relativamente alto. (...)
simultáneamente con la acumulación progresiva, se opera un cambio progresivo en
cuanto a la composición del capital. La parte del capital global formada por
capital constante: maquinaria, materias primas, medio de producción de todo
género, crece con mayor rapidez que la parte destinada a salarios, o sea, a
comprar trabajo.
Si la proporción entre
estos dos elementos del capital era originariamente del 1:1, al desarrollarse
la industria será de 5:1, y así sucesivamente. Si de un capital global de 600
se desembolsan para instrumentos, materias primas, etc., 300, y 300 para
salarios, para que pueda absorber 600 obreros en vez de 300, basta con doblar
el capital global. Pero, si de un capital de 600 se invierten 500 en
maquinaria, materiales, etc., y solamente 100 en salarios, para poder colocar
600 obreros en vez de 300, este capital tiene que aumentar de 600 a 3600. Por
tanto, al desarrollarse la industria, la demanda de trabajo no avanza con el
mismo ritmo que la acumulación del capital. Aumenta, sin duda, pero aumenta en
una proporción constantemente decreciente, comparándola con el incremento del
capital.” (p. 59-60; el subrayado es mío - AM-).
A medida que se desarrolla la producción capitalista, se potencia la tendencia
a empujar el valor de la fuerza de trabajo a su límite mínimo. (p. 60).
Esto no significa que la clase obrera no deba luchar y
aprovechar todas las oportunidades para mejorar, aunque sea temporalmente, su
situación. “Si lo hiciese, veríase
degradada en una masa uniforme de hombres desgraciados y quebrantados, sin
salvación posible.” (p. 60). “Si en sus conflictos diarios con el capital
cediesen cobardemente, se descalificarían sin duda para emprender movimientos
de mayor envergadura.” (p. 61).
Marx desarrolla, en un párrafo clásico, su posición respecto
a los sindicatos:
“Al mismo tiempo, y aun
prescindiendo por completo del esclavizamiento general que entraña el sistema
de trabajo asalariado, la clase obrera no debe exagerar ante sus propios ojos
el resultado final de sus luchas diarias. No debe olvidar que lucha contra los
efectos, pero no contra las causas de estos efectos; que lo que hace es
contener el movimiento descendente, pero no cambiar la dirección; que aplica
paliativos, pero no cura la enfermedad. No debe, por tanto, entregarse por
entero a esta inevitable guerra de guerrillas, continuamente provocada por los
abusos del capital o por las fluctuaciones del mercado. Debe comprender que el
sistema actual, aun con todas las miserias que vuelca sobre ella, engendra
simultáneamente las condiciones materiales y las formas sociales necesarias
para la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema conservador de
‘¡un salario justo por una jornada de trabajo justa!’, deberá inscribir en su
bandera esta consigna revolucionaria: ‘¡Abolición del sistema del trabajo
asalariado!’” (p. 61).
En el párrafo final del folleto vuelve sobre el mismo tema:
“Las tradeuniones
[sindicatos] trabajan bien como centros de resistencia contra las usurpaciones
del capital. Fracasan, en algunos casos, por usar poco inteligentemente su
fuerza. Pero, en general, son deficientes por limitarse a una guerra de
guerrillas contra los efectos del sistema existente, en vez de esforzarse, al
mismo tiempo, por cambiarlo, en vez de emplear sus fuerzas organizadas como
palanca para la emancipación definitiva de la clase obrera; es decir, para la
abolición definitiva del sistema del trabajo asalariado.” (p. 61-62).
Nota
Para la redacción de esta ficha utilicé la siguiente edición
española: Marx, Karl. (1979). [1° edición: 1898]. Salario, precio y ganancia. Moscú: Progreso.