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Karl Marx ✆ Ufuk Sucsuzer
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Evald
Vasilievich Iliénkov | Pienso que los organizadores del simposio
actuaron de una manera absolutamente correcta cuando propusieron analizar las
ideas de Marx como tales, en su forma prístina original, abstrayéndose
estrictamente con esto de todas las interpretaciones y aplicaciones
político-prácticas más tardías de estas ideas. Esto es algo muy difícil, si tomamos en consideración el
enorme papel que desempeñan estas ideas en la tensa situación espiritual de
nuestros días. Sin embargo, como un primer paso en el diálogo entre marxistas y
no marxistas es necesario efectuar esta abstracción, pues en caso contrario el
simposio se convertiría de inmediato en una caldeada polémica en torno a
problemas de actualidad, se convertiría en algo así como una especie de filial
de uno de los comités o subcomités de la Asamblea General y no cumpliría con su
tarea específica.
Pero en tal caso mi propia ponencia, que fue planeada originalmente como una
antítesis francamente polémica de las actuales interpretaciones
europeo-occidentales y norteamericanas de las ideas de Marx, entraría en
contradicción con la intención fundamental de la discusión. Por eso me veo
obligado —si bien no por la esencia, al menos por la forma de la exposición — a
apartarme un poco del tema que se me había propuesto directamente, tal y como
se expresa en el título de la ponencia.
No deseo construir el texto de mi ponencia como una franca
polémica con unas u otras objeciones que existen en contra de las ideas de
Marx, con unos u otros contraargumentos concretos. Considero que el mejor modo
de refutación polémica consiste en exponer positivamente la posición que se
pone en duda.
A esto me inclina también otra razón: el hecho de que yo
personalmente no conozco, ni con mucho, todos los contraargumentos actuales que
han sido desarrollados en la bibliografía existente en Europa Occidental y en
Norteamérica, y mucho menos los que se desarrollan en las ponencias presentadas
en este simposio. Ahora bien, la forma de exposición positiva brinda la
posibilidad de tomarlos en consideración implícitamente, aunque de la manera
más general. Pues si es cierto que toda negación es una afirmación, cierto es
también el planteamiento inverso: afirmar una idea significa rechazar su
antítesis.
2. Marx y la “cultura
occidental”
Estoy plenamente de acuerdo con la afirmación de la que han
partido los autores del prospecto del simposio que nos ocupa, a saber, que Marx
es tan “hijo de Occidente” como Platón y Aristóteles, como Descartes y Spinoza,
como Rousseau o Hegel, como Goethe o Beethoven. En otras palabras, el sistema
de ideas que se denomina “marxismo” es, naturalmente, el resultado maduro del
desarrollo de las tradiciones de la “cultura occidental”, o para ser del todo
exactos, de la civilización europeo-occidental. De esa misma civilización que,
en virtud de diferente causas y circunstancias, ha sido a lo largo de las
últimas centurias (aproximadamente desde los siglos XV-XVI) la avanzada
indiscutible de toda la civilización terrestre, de la totalidad de la cultura
técnico-material y teórico-espiritual del globo terráqueo.
Por consiguiente, la renuncia a Marx por parte de la
“cultura occidental”, es su renuncia a las conocidas —y según nuestro punto de
vista, a las mejores— tradiciones de avanzada de su propio pasado.
3. Los conceptos de
“mundo occidental” y “cultura occidental”
Estos son los conceptos que hace falta precisar ante todo.
Claro está que no se trata en lo absoluto de conceptos geográficos. Es verdad
que Cuba se encuentra hacia el oriente de los EUA, pero la URSS está ubicada
“más al occidente” que Japón, en tanto que, por su parte, Corea del Norte no
está ni un milímetro más cerca del “Oriente” que Corea del Sur.
El mundo se divide hoy en “occidental” y “oriental” de
acuerdo con otro criterio: este criterio es la forma de propiedad. Comprendidos
de esta manera, los términos “Occidente” y “Oriente”, pese a toda su
desconcertante imprecisión, pueden ser empleados.
Sobreentendemos por “mundo occidental” aquella parte del
mundo actual cuya vida toda está organizada sobre la base de la propiedad
privada, y por “mundo oriental”, aquella mitad del mismo que ha tomado la vía
de la socialización de la propiedad, es decir, la vía del socialismo y del
comunismo.
La alternativa de la que realmente se trata no es la
alternativa entre el mundo “occidental” y el “oriental” con sus respectivas
tradiciones. El ser o el no-ser de la propiedad privada: he aquí el problema.
Tal es el severo dilema, la inexorable alternativa ante la que se encuentra al
fin y al cabo en nuestros días cualquier país, cualquier nación y, en resumidas
cuentas, hasta cualquier individuo. Y resulta indiferente donde sea: en el
Occidente o en el Oriente.
La obra —teórica y práctica—
del eminente filósofo soviético Evald Vasílievich Iliénkov (1924-1979)
constituye uno de los más relevantes logros alcanzados por el pensamiento
marxista en el siglo XX. En la historia del pensamiento marxista mundial pocos
son los pensadores que han podido comprender el profundo mensaje implícito en
la obra de Carlos Marx con el nivel de objetividad, maestría práctico-teórica y
humanismo que cautiva, ilumina y deslumbra en la obra creadora de Iliénkov.
Cuando el hombre que construye la sociedad comunista se sumerge en la lectura de
sus páginas adquiere nuevo vigor, brío y claridad para la difícil empresa de
saltar “del reino de la necesidad al reino de la libertad” y cada vez que se
sumerge en ellas es como si entrara en un nuevo “río”, porque, como en la
metáfora de los antiguos, en el torrente de ideas de Iliénkov muchos hombres
han encontrado y encuentran una fuente de autoconocimiento y autocomprensión y
algunos, como los niños ciego-sordo-mudos que Evald Vasílievich cuidó, educó e
“iluminó”, han hallado incluso la felicidad, la salud física y moral que
cristaliza en el hombre cuando este ha logrado convertirse en la unidad
orgánica de la belleza, el bien y la verdad. Ofrecemos al lector cubano (que
conoce ya el nombre de este autor por la lectura de su Lógica dialéctica,
editada en español por la editorial soviética Progreso y por la editorial
cubana de Ciencias Sociales) otra muestra de su ideario: el texto original de
la ponencia “Marx y el mundo occidental” que el filósofo soviético enviara al
simposio de ese mismo tema celebrado en abril de 1966 en la Universidad de
Notre Dame (E.U.A.). El texto de la ponencia se publica de acuerdo con su
primera edición en ruso que apareció en la revista soviética “Voprosy
filosofii”, No. 10 de 1988, pp. 98-112 [Nota
de Gustavo Pita Céspedes, traductor]