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Karl Marx ✆ David Levine |
Guillermo Restrepo
Sierra [1999] | Estamos
celebrando los 150 años del Manifiesto
del Partido Comunista, y es muy pertinente preguntarse si Marx formuló
explícitamente una ética para la sociedad capitalista de su época o para una
sociedad futura socialista. Ni lo uno ni lo otro parece ser cierto. Marx nunca formuló
explícitamente una ética o algo por el estilo. No obstante, existen numerosas
alusiones en sus textos que indican que Marx no fue indiferente a los problemas
éticos. Por ejemplo, en el Manifiesto del
Partido Comunista, se expresaba así:
Ya es hora que los comunistas expongan ante la faz del mundo
sus conceptos, sus
fines y sus tendencias. La historia escrita es la historia de las
luchas de clases en conflicto que enfrentan a opresores y oprimidos. Cada etapa
recorrida por la burguesía ha sido acompañada de un correspondiente progreso político.
La burguesía
ha sido impiadosa al desgarrar las ataduras feudales para
sustituirlas por el frío interés, el cruel pago al contado. La burguesía ahogó
el fervor religioso, el entusiasmo caballeresco y el sentimentalismo del
pequeño burgués en las
aguas heladas del cálculo egoísta. Ha sustituido las numerosas
libertades escrituradas por la
desalmada libertad de comercio. Ha establecido una explotación abierta,
descarada, directa y brutal que ha sustituido a la explotación
velada por ilusiones religiosas.Ha despojado de su aureola a
todas las
profesiones y ha convertido al médico, al jurisconsulto, al sacerdote, al poeta
y al hombre de ciencia en sus servidores
asalariados. Ha desgarrado el velo de emocionante sentimentalismo, que
encubría las relaciones familiares y las ha reducido a relaciones de dinero.
Los términos resaltados expresan una profunda indignación moral
ante las consecuencias negativas del progreso capitalista. Pero, simultáneamente
expresa Marx en el Manifiesto las enormes posibilidades de liberación humana
universal que abre este sistema económico. Afirma que la burguesía, a lo largo
de su dominio de clase, ha creado fuerzas productivas más abundantes y más
grandiosas que todas las generaciones pasadas. Experimenta sentimientos de
admiración por el empleo de las máquinas en la industria, la aplicación de la
química a la industria y la agricultura, la navegación a vapor, los
ferrocarriles y el telégrafo eléctrico. Se maravilla del surgimiento –como por
encanto– de una sociedad urbanizada.
Este optimismo ante las posibilidades que ofrecían la
ciencia y la técnica para crear un mundo más humano, salido de las entrañas del
trabajo social, estaba ensombrecido por su convicción de que la burguesía no
sabría utilizar debidamente tales posibilidades. Para Marx, el gran obstáculo
para la realización de estas posibilidades es la propiedad burguesa, que
enfrenta a los trabajadores y a los dueños del capital. El Estado burgués
protege la propiedad, y con ello garantiza el derecho de apropiación de los excedentes
económicos por parte de la burguesía. La meta del comunismo sería, entonces, la
abolición de la propiedad bajo la forma de capital y acabar con los
antagonismos de clase. De este modo “surgirá
una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada quién será la condición
del libre desenvolvimiento de todos”1.
Las citas anteriores expresan indignación y piedad ante los
sufrimientos causados por la violencia social y política generada en los procesos
de transición de las sociedades agrarias precapitalistas a las sociedades
modernas capitalistas. Un cambio que no resulta de la planeación racional de un
individuo o grupo de individuos, sino que se gesta en la entrañas de la
sociedad misma como una fuerza inmanente y necesaria2. Estas consideraciones lo
llevan a precisar con profunda visión moderna de lo que hoy constituye la
teoría general de los procesos, que la sociedad capitalista no es eterna. Es
simplemente una de las tantas formas posibles en que se estabiliza el
desarrollo social del hombre. Al mismo tiempo expresan dichas citas la
esperanza de que es posible crear una Gemeinschaft
(comunidad) de hombres libres que puedan, sin obstáculos sociales, desarrollar
sus potencialidades inscritas en el orden natural. Quien busque los hilos de
una posible ética marxista, debe entonces pensar en los procesos de lucha del
hombre moderno por crear una sociedad futura más humana.
Reiteramos que Marx nunca escribió un tratado de ética ni se
propuso hacerlo; que sus textos están cargados de alusiones éticas que expresan
su insatisfacción con la inhumanidad del capitalismo, y que abrigaba la
convicción de que es posible crear las bases materiales y políticas para el
surgimiento de una sociedad que permita a cada quién darle un sentido humano a
su existencia. No obstante, Marx dejó indicaciones fundamentales sobre los
sistemas éticos en general. De una manera convincente argumentó que todos los
sistemas éticos están enraizados en las formas de la vida social, las cuales están
en continuo proceso de cambio y transformación.
Unas breves palabras sobre los sistemas éticos son
pertinentes en este momento. Un sistema ético se compone de unos enunciados declarativos
acerca de un modelo de “vida buena”, de reglas especiales para caracterizar “lo
humano” del hombre biológico y de reglas especiales para distinguir los medios
“lícitos” de los “ilícitos”, socialmente aceptables, para lograr los fines
compatibles con dicho modelo. No es nuestro propósito, ni es pertinente para
los fines de esta conferencia, resaltar las diferentes tipologías de los
sistemas éticos. Pero digamos, en aras de la brevedad, que las teorías éticas
de perfil individualista (sofistas, estoicos, epicureístas) son extrañas al pensamiento
marxista. En cambio la ética aristotélica tiene fuertes nexos con el marxismo,
en lo que respecta a sus acentos en la idea de comunidad y en los nexos entre
ética y política.
Aunque la Ética a
Nicómaco se inicia con una definición teleológica del bien como aquello
hacia lo cual tienden todas las artes, todas las investigaciones, e igualmente
todas las acciones y proyectos, en realidad el tema predilecto es la política.
Su obra la Política, es una secuela
de la ética. Ambas constituyen las ciencias prácticas de la felicidad humana,
de las actividades que la constituyen y de los procedimientos para alcanzarla.
La ética muestra los estilos de vida necesarios para la felicidad, mientras que
la política se ocupa de las instituciones necesarias para hacer posible estos
estilos de vida y salvaguardarlos.
¿Cómo es posible esta unión tan estrecha entre ética y
política? Era posible en la época de Aristóteles, cuando la polis (ciudad-Estado pequeño y autónomo)
permitía el encuentro de los terratenientes esclavistas en las asambleas y
simposios para cultivar la amistad, y al mismo tiempo definir los planes de
acción para lograr el bienestar de todos. De estas reuniones estaban excluidos
los esclavos, los artesanos, los labradores y las mujeres, dentro de unas
reglas de orden jerárquico aceptadas socialmente. El individuo estaba inmerso
en la colectividad y lo bueno era aquello que la comunidad apreciaba y deseaba.
La perspectiva ética era, pues, una forma o estilo de vida en la que obrar bien
y vivir bien podían coexistir. Se trata de una teoría ética enraizada en una
sociedad muy particular, la polis griega,
en la cual el bien común de la aristocracia excluía los deseos humanos del demos
(la gente común), los cuales eran considerados como simples deseos animales y
fuentes de errores y distracciones.
La declinación y derrumbe de la polis con el absolutismo macedónico de Alejandro, planteó la
antítesis inevitable entre Estado e individuo. Ya no se pregunta por las formas
de vida social en las cuales pueda tener cabida la justicia, o qué virtudes
deben ser cultivadas para crear una vida comunal. Ahora se interroga sobre lo
que cada uno debe hacer para ser feliz, o sobre qué bienes se pueden conseguir como
persona privada.
¿Son la ética y la política dos campos diferentes? Una
respuesta a esta pregunta depende del tiempo y del lugar. Ya hemos analizado la
respuesta positiva de Aristóteles. Maquiavelo dio una respuesta negativa
tajante a este interrogante. Los fines de la vida política y social están
determinados en el orden de la necesidad natural. Se refieren únicamente a las
artes de obtener y conservar el poder, y al mantenimiento del orden político y
de la prosperidad en general. Las reglas morales son reglas técnicas en
relación con los medios para obtener fines políticos. Además, han de usarse
dando por sentado que todos los hombres son corruptos en alguna medida. Podemos
violar nuestras promesas y acuerdos en cualquier momento, si ello conviene a
nuestros intereses, puesto que todos son malvados y, por tanto, tienen la misma
capacidad y disposición para hacer lo mismo. Por otra parte, como todos los
hombres son influidos por ideas tales como la piedad, la clemencia y la
generosidad, conviene utilizar estas ideas dentro de un juego de cálculos
racionales precisos sobre su valor para mi causa en un momento dado. Lo
importante de la acción es su éxito. El fin es todo y los medios son
justificados por los fines. A la pregunta, ¿qué debo hacer?, responde: aquello
que convenga para influir sobre los demás, según nuestros propios fines. El
individuo de Maquiavelo ya es el individuo liberal moderno que no tiene
vínculos sociales, o pretende no tenerlos, soberano en sus decisiones y metas,
en un mundo histórico gobernado por las leyes de la necesidad histórica.La
posición de Maquiavelo plantea una contradicción, aparentemente insoluble,
entre ética y política en la sociedad moderna.
Marx crece en el ambiente de una familia judía, liberal y
librepensadora, en la que se leía a Rousseau y a Voltaire. En su casa se
respiraba liberalismo. En sus primeros años universitarios participó en un club
de amigos hegelianos que entre sí se trataban de su “irreverencia”. Pero muy
pronto aprendió a detestar a los “librepensadores” por su actitud meramente
crítica, vana e ineficaz y conducente al nihilismo, al romanticismo
revolucionario y a las fanfarronadas geniales. Lucha inútilmente desde la
prensa liberal de la época por la liberación política de Alemania. Llega a
París en 1843 como exiliado político, y en su cabeza se empiezan a gestar las
ideas de la liberación del hombre entero, a través de la revolución social y no
simplemente política como pensaban los liberales. Se relaciona con las
sociedades secretas comunistas, que empezaban a funcionar en París bajo la
influencia del movimiento obrero. Queda vivamente impresionado por la
fraternidad obrera que surge de la conciencia empírica y espontánea que tienen
los obreros de su miseria universal3. Aprende a compartir las miserias y
esperanzas de los obreros en París, y empieza a dudar de la eficacia de las
soluciones políticas y a sospechar de las enormes posibilidades de
trasformación social y de progreso que había en el sector obrero. En realidad,
Marx descubre que la comunidad no es una colección de cuervos que viven en
despiadada competencia los unos contra los otros, como afirmaba J. S. Mills.
Que aun en la sociedad moderna conformada por desarraigados de pequeñas comunidades
agrarias y artesanales, había un sentido de comunidad humana y de solidaridad
que rebasaba los límites formales de la simple igualdad universal ante la ley.
La comunidad de Marx (Gemeinschaft)
no es la sociedad que estudian los sociólogos, ni la sociedad civil hegeliana
que se opone al Estado como espacio de lo público. En la comunidad marxiana
existe participación, mutualidad, intereses comunes, unión, comunión. No es la
comunidad tribal en la que la libertad de sus miembros queda eliminada por la
fuerza misma de la rigidez de las estructuras sociales. Tampoco es la comunidad
en que vivió Aristóteles. Se trata de una comunidad de hombres dotados de
libertad, entendida como capacidad de liberación y autodesarrollo y de razón,
entendida fundamentalmente como capacidad para entender el mundo y actuar en él
responsablemente. No se trata de la libertad civil de J. S. Mill concretada en
los derechos o libertades individuales, entendidos como una muralla que
interponen los individuos para defenderse de las acciones de la sociedad
representada en el Estado liberal, y que no puede ser traspasada por el llamado
ejercicio legítimo del poder. Tal comunidad marxiana se origina, crece y se
desarrolla dentro de un proceso cultural permanente de luchas políticas y
sociales locales y globales, ligadas a las contradicciones internas del sistema
capitalista.
Esta idea de comunidad marxista debe ser explicada con
cierto detalle para resaltar el carácter no comunitarista de la sociedad
capitalista. La idea clave es el concepto de alienación. Para Marx, en la sociedad
capitalista los individuos están alienados. El capitalismo es una sociedad
alienante. Es decir, su verdadera realidad está oculta por velos invisibles
exteriores al hombre mismo, que es preciso descorrer. Estos velos o
representaciones creadas por el hombre mismo (religión, Estado, la mercancía
fetichizada, las relaciones contractuales entre individuos iguales, las
relaciones sociales de explotación, etc.) se erigen como fuerzas externas
dominadoras y esclavizadoras, que obstaculizan el libre desarrollo social de
los dones naturales de cada hombre particular. Las tareas inmediatas del hombre
moderno son, señala Marx, tareas liberadoras, luchas contra la enajenación.
Debo manifestar, en primer lugar, que a mi entender la
teoría de las alienaciones es mucho más que una simple descripción o inventario
crítico de las contradicciones sociales y culturales dentro del capitalismo. En
ella hay, además de esto y fundamentalmente, una invitación a la práctica de
una ética liberadora. Cuando el hombre se exterioriza en la acción y sale de sí
mismo, encuentra situaciones que interfieren con su libertad. Encuentra a la
naturaleza en primer lugar, como dato informativo para la actividad sensible y
la actividad motora, como fuente de energía y como objeto de transformación a través
de la técnica, según límites objetivos que descubren las ciencias naturales y
matemáticas. Las exterioridades problemáticas son aquellas creadas por el
hombre mismo, y que en el ámbito de la representación se convierten en fetiches
dominadores por fuera de la sociedad real misma. Son las alienaciones
marxianas.