- “Entonces Focio, tras haber plagado el escrito de
innumerables mentiras con las que sabía hacer feliz al que las escuchase, lo
transcribió en hojas decrépitas y en caracteres alejandrinos, imitando una
escritura ya desusada. Lo recubrió entonces con una encuadernación antiquísima
y lo volvió a colocar en la Biblioteca de Palacio” | Nicetas, Vida de Ignacio, 568A
|
Lenin ✆ A.J. Kostjucenko
|
Luciano
Canfora | Los testamentos de los grandes protagonistas
son, por así decirlo, una carta a la posteridad, además de a los coetáneos.
Para los continuadores tanto como para los adversarios. Esto explica el cuidado
que algunos grandes constructores de nuevos regímenes han tenido a la hora de
protegerse contra intrusiones póstumas en su voluntad. Tal es por ejemplo, el
objeto de la meticulosa puesta en escena prevista por Augusto (14 d. C.) con el
fin de regular todo lo que por deseo suyo debía ocurrir y leerse ante el
Senado, convocado en sesión esencialmente conmemorativa para escuchar sus
últimas Palabras [18]. Por ello, la custodia de éstas, y en
especial de ese sorprendente texto que resultó ser el Index rerum a se
gestarum, le fue confiada a la clarividente consorte, Livia, pero también
al colegio de las Vestales [19].
Obviamente, un “testamento” es de por sí un hecho histórico. Y lo es
también cuando ha sido manipulado (o también creado
ex nihilo). A
finales de enero de 1976 la agencia japonesa Sankei Shimbun publicó un
Testamento
de Zhou Enlai, primer ministro chino desaparecido algunos días antes, el 8
de enero de 1976. La sospecha de que se trataba de una falsificación comenzó a
circular de inmediato. Los temas tratados eran, en el mismo orden y a menudo
con impresionantes coincidencias verbales, los desarrollados
por Zhou en la
última entrevista que concedió a Edgar Snow. Además, reflejaban de manera precisa
el esquema de la intervención de Deng Xiaoping en la sesión especial de
las Naciones Unidas sobre materias primas, en 1974. Encajada en el conjunto,
brillaba también una frase sobre el “papel del Partido” que se encuentra,
idéntica, en el informe leído por Zhou en la tribuna del X Congreso del
Partido Comunista Chino. Una sola inserción resultaba completamente nueva en el
plano conceptual: la necesaria prioridad de la industria pesada en el nuevo
plan quinquenal chino. ¿Para qué este montaje y en beneficio de quién? Una
ausencia proporcionaba, quizá, la clave: la ausencia de cualquier referencia a
las relaciones ruso-chinas, tema en los años previos y en el periodo
tardo-maoísta, lleno de durísimas polémicas. Una explicación plausible del nada
refinado
pastiche era que se pudiese leer como mensaje de la facción de
Deng (muy leal a Zhou), entonces en trayectoria ascendente dentro del Partido
Comunista Chino, dirigido al interior y al exterior y también a la URSS. De
hecho, pocos días antes (24 de enero) el elogio de Zhou Enlai en la televisión
soviética había sorprendido a todos, después de años de ataques. El
falso testamento
funcionó como un
auténtico acontecimiento, a todos los efectos.
Veinte años más tarde, el 26 de febrero de 1997, los periódicos de Hong
Kong, en especial el
Ta Kung Pao (órgano oficioso chino de la entonces
colonia británica)
[20] publicaron un “testamento” de Deng Xiaoping,
desaparecido pocos días antes (19 de febrero). Se leía, entre otras cosas:
“Hay una sola cosa en toda mi vida que me
entristece. Son los hechos de (junio) de 1989 [21].
He meditado
mucho sobre ellos y he llegado a una decisión. Pido que tras mi muerte se haga
público mi disgusto, y se le hagan llegar mis disculpas a las víctimas y a todo
el pueblo”.
El documento contenía también otras informaciones, como por ejemplo
aquella según la cual Deng había “editado personalmente” el volumen de sus
discursos correspondiente al periodo más difícil, el posterior a su retorno al
gobierno
[22]. Después del desmentido oficial chino, que
negó la autenticidad del documento, muchos se han preguntado qué podía
significar y de dónde podía salir. La hipótesis más a menudo sugerida, y que
quizá dé en el clavo es que, al margen de la autenticidad (cuestión insoluble),
la operación hubiera podido surgir del ala innovadora del Partido Comunista
Chino, de los hombres
nuevos [23] que no habían llegado aún al poder (junio de
1989). Si es así, la operación resultó perfecta. La eliminación de los efectos
negativos y de la fractura provocada por Tiananmen se conseguía adjudicándosela
al difunto líder, cuya íntima perplejidad frente a aquella terrible decisión
entraba –en todo caso– dentro de lo posible. Era una manera hábil de “pasar
página”, soltando la carga sobre el líder desaparecido y universalmente
apreciado y colocando en el pasado inmediato un gesto político
actual.
Si es cierto que la capacidad de salvaguardar
la continuidad es uno de
los secretos para la conservación del poder (la Iglesia católica es un insigne
e instructivo ejemplo) puede decirse que la China moderna ha hecho de tal
concepto un tesoro. Ha conseguido no renegar de Mao, pese a haber instaurado una
política antitética respecto a la del “timonel” de la catastrófica Revolución
Cultural. Ha conseguido mantener unidos el mito cada vez más desteñido y
olvidado de Mao y el mito bastante más significativo, eficaz y actual de Deng.
Con aquel “testamento” se le adjudicaba póstumamente también el mérito de lo
que en realidad
iba a ocurrir después: el intento de reconciliación del
país a casi diez años de 1989.
Las dos historias paralelas de la URSS y de China popular se convierten
así en un ejemplo de manual de cómo se pierde o se conserva el poder. En la
URSS han sido necesarios dos traumas, dos claras rupturas (el XX Congreso en
1956 y la perestroika en 1986-1989) para destruir el Estado formado tras
la Revolución de 1917 y gracias a ella. En China la ruptura deseada por Mao
(1966, la Revolución Cultural) corría el riesgo de obtener un resultado
similar. Pero los grandes tutores de la continuidad, Zhou y Deng, pese a ser
arrinconados, aunque nunca del todo inmersos en la locura maoísta (y ésta es
una peculiaridad de la historia china que no debe perderse de vista), tuvieron
éxito en el milagro del cambio total sin retractaciones, rupturas o
eliminaciones irreparables. El testamento de Deng fue en ese marco un último
acto de sabiduría, dentro de una tradición que es la antítesis de la
occidental y dramática del bolchevismo ruso. Es sabido que a la larga, en los
grandes procesos históricos, cuentan las raíces culturales más profundas y la
tradición, no las ideologías.
La primera “ruptura” la había intentado el mismo Lenin con el denominado
Testamento o mejor dicho la
Carta al Congreso, dictada por
partes, entre el 23 de diciembre de 1922 y el 4 de enero de 1923. El Congreso
del Partido Comunista Ruso a la que estaba destinada habría tenido que ser
el inminente XIIº congreso (17-25 de abril de 1923). La esencia de la cuestión
está en la propuesta, que Lenin expresa en el documento, de destituir a Stalin
de la secretaría general del partido y aceptar, al menos en parte, las
propuestas de Trotski sobre el GOSPLAN
[24].
Lenin está ya en condiciones de salud precarias, por no decir
desesperadas. No está en absoluto seguro de poder participar en el Congreso;
por ello piensa dirigir un mensaje “operativo” además de políticamente
argumentado. Dicta poco a poco fragmentos. Comenzó el 23 de diciembre.
Esto lo atestigua una de las secretarias, Volodícheva: aquel día, al
convocarla, Lenin empezó diciéndole: “Le quiero dictar una carta para el
Congreso. Escriba, por favor”
[25].
El primer texto, fechado el 23 de diciembre de 1922 y escrito al dictado
por Volodícheva, tiene que ver con el GOSPLAN y sugiere “ir contra” las
propuestas de Trotski. Además sugiere ampliar en gran medida el número de
miembros del Comité Central (C. C.), con el evidente propósito de “diluir” los
conflictos personales.
El segundo texto, dictado a la misma Volodícheva en los dos días
siguientes, 24 y 25 de diciembre, afronta directamente la cuestión del
enfrentamiento Trotski-Stalin, pero sin llegar a una propuesta. También se
examina a otros líderes –se pueden leer los nombres de Zinoviev, Kamenev,
Bujarin y Piatákov–, pero la atención se concentra sobre estos dos, que de
hecho vuelven a aparecer en la frase final del breve añadido del 25 de
diciembre, donde Lenin precisa, casi como queriendo frenar (sus propias)
decisiones precipitadas, que estas observaciones “están hechas sólo para el
momento actual, en la
eventualidad de que estos dos destacados y fieles
militantes no encuentren ocasión de completar sus conocimientos y corregir su
unilateral formación”
[26]. Los había definido ya como “los dos jefes
más destacados del actual Comité Central
[27] en la primera parte de las notas (fechadas
el 24 de diciembre) al esbozar su perfil. En lo que respecta a Stalin sin
embargo, lanza una voz de alarma: “Convertido en secretario general, ha
concentrado en sus manos un inmenso poder, y yo –escribe– no estoy seguro de
que sepa servirse siempre de él con la suficiente prudencia”. De Trotski
reconoce que “es quizás el más capaz de los miembros del actual C.C.” pero le
reprocha: “Tiene también una excesiva seguridad en sí mismo” además de
“una tendencia excesiva a considerar el lado puramente administrativo de los
problemas”. Algunos días después, el 4 de enero de 1923, la decisión está
tomada.
Lenin dicta un breve añadido a la Carta, consistente en un único
párrafo, enteramente dedicado a Stalin y lo remata –tras haber trazado un perfil
mucho más severo– con la propuesta, evidentemente destinada al inminente
Congreso, “de pensar en la manera de quitar a Stalin del cargo de secretario
general” del Partido, con la esperanza de encontrar a uno “más tolerante,
más leal, más cortés y más atento con los compañeros, menos caprichoso”.
La historia de la transmisión, difusión y conservación de este texto no
ha sido todavía completamente aclarada
[28]. Nadiezhda Krupskaia, mujer de Lenin, cumple
en esta historia textual un papel solamente en parte similar al que tuvo Livia
respecto a las disposiciones póstumas que Augusto destinó al Senado. La
diferencia, que no es pequeña, consiste en la menor fuerza de Krupskaia
respecto al C. C. del Partido y su secretario. En todo caso, es Krupskaia quien
se encarga de la tarea de hacer llegar la
Carta de Lenin al
Partido.
Y ya aquí aparece un punto oscuro. Una leyenda destinada a amortiguar
las asperezas del caso y a explicar la larga latencia del documento, sostiene
que Lenin habría dispuesto que la
Carta al Congreso (¿o quizá solamente
el añadido?) se entregara sólo después de su muerte
[29]. Sin embargo, él no podía prever la fecha de
su muerte, ni tampoco postergar
sine die una decisión que, según sus
mismas palabras del
addendum, parece urgente. Por lo demás el título
mismo que se ha vulgarizado
(Testamento de Lenin) contribuye a reforzar
la engañosa tesis según la cual el mismo Lenin habría dado a esta
Carta al
Congreso el sentido y el alcance de una comunicación póstuma. Otra
tradición sostiene que “inicialmente
” Lenin habría escondido aquel
addendum
incluso a Krupskaia.
El auténtico problema, que sólo en parte encuentra explicación en el
agravamiento de la salud de Lenin, es el intervalo, la laguna de casi año y
medio, entre el 4 de enero de 1923 y mayo de 1924, hasta que finalmente, en el
XIII Congreso (23-31 de mayo de 1924) algo se filtra. Que en el XII no se haya
hecho nada queda en todo caso pendiente de explicación, en vista de que otro
escrito de Lenin
(Propuesta al XII Congreso: cómo reorganizar la inspección
obrera y campesina), dictado el 23 de enero de 1923 y publicado dos días
después en
Pravda [30], llega regularmente al XII Congreso y se
aprovecha para las
Tesis congresuales (17 de abril de 1923).
En previsión del resultado que se proponía obtener en el XII Congreso
(la sustitución de Stalin en la secretaría debido a la rudeza, la deslealtad,
etc. de su comportamiento) Lenin dio también otro paso: envió una dura carta a
Stalin, el 5 de marzo de 1923, en la que le amenazaba con la ruptura de
relaciones de no recibir sus excusas por escrito, tras la violencia verbal con
la que había tratado a Krupskaia durante una llamada telefónica.
Sorprendentemente Stalin cumplió inmediatamente con la petición. Pero cuando
comienza el Congreso a mediados de abril –ésta es la explicación habitual–
Lenin está de nuevo paralizado físicamente (no se conoce nada más suyo hasta su
muerte, el 21 de enero de 1924). “Estaba inhabilitado físicamente y los
documentos en los que recomendaba la revocación de Stalin de su cargo quedaron
bajo llave hasta algún tiempo después de su muerte, ocurrida en enero de 1924”
[31].
Según la versión recepta, Krupskaia habría presentado al C. C. y
hecho llegar directamente a Stalin la Carta al Congreso no antes del 18
de mayo de 1924, precisando en una nota agregada al texto que “Vladimir Ilich
había expresado el firme deseo de que después de su muerte estas notas
fueran mostradas en el próximo Congreso del Partido”. La nota existe: se
encuentra en el volumen XLV de la quinta edición (1964) de las Obras
completas de Lenin (p. 594).
Si lo que escribe Krupskaia fuese exacto, debería deducirse que el mismo
Lenin dudó, tras la rápida carta de “excusas” de Stalin del 5 de marzo de 1923,
en llevar hasta el final, en el XII Congreso, la operación de cambio de
secretario general. ¿Prefirió esperar? Lo cierto es que al poco tiempo, entrará
en la oscuridad de una severa enfermedad, tan dura que el 17 de marzo le pide
precisamente a Stalin el veneno para suicidarse, entre dolores cada vez más
insoportables. Petición que el grupo dirigente del Partido rechaza.
Pero la nota de Krupskaia no significa en absoluto que hasta aquel
momento la cúspide del Partido desconociera la existencia de la
Carta al
Congreso. Ahora sabemos con certeza que no es así. En julio de 1991 un
joven historiador, Yuri Buranov, encontró en el archivo del PCUS el acuse de
recibo que acompañaba a todo el material, incluido el
addendum del 4 de
enero: está fechado en “Moscú, 7 de junio de 1923”
[32]. El recibo viene de Kuibishev, un hombre de
toda confianza de Stalin además de secretario del C. C. y está dirigido a
Kamenev, en aquel momento aliado de Stalin.
Llegados a este punto es justo preguntarse, antes de continuar esta
reconstrucción, en qué consistía ese
autógrafo. Tratándose de textos
dictados,
hay copias dactilografiadas, corregidas por el autor y efectuadas por varias
secretarias cuyos nombres y tareas se conocen: Volodícheva dactilografió
el texto más amplio de la
Carta al Congreso (23-25 de diciembre de 1922)
y Fótieva el
addendum (4 de enero) sobre la destitución de Stalin. Los
testimonios de estas secretarias están incluidos en la parte final (pp. 474,
593-594) del vol. XLV de las
Obras completas de Lenin (quinta edición,
1964)
[33]. Pero sus testimonios más interesantes se
reservaron para una larga entrevista realizada por Alexander Bek, que
publicamos aquí en apéndice al tercer capítulo. Según estos testimonios alguien
(en ausencia de indicaciones por parte de Lenin) sugirió a Volodícheva al
acabar el dictado –Lenin disponía sólo de breves periodos de lucidez para
trabajar– que remitiera a Stalin el texto del 23 de diciembre. Con ello podemos
reconstruir al menos el recorrido de aquel texto que, recordemos, concede mucho
a las peticiones de Trotski sobre el GOSPLAN. La transcripción enviada a Stalin
le llega mientras están con él Bujarin, Ordzhonikidze, y Alilúyeva (mujer de
Stalin y trabajadora también de la secretaría de Lenin). Stalin manda quemar el
“original” después de haber conseguido para él
una copia a mano
(realizada por Alilúyeva) aparte de las habituales
cinco copias a
máquina para Lenin.
Buranov descubrió
la copia manuscrita de Alilúyeva y vio que
allí, en el párrafo sobre el GOSPLAN, faltaba una frase. Se creía que Lenin
había escrito: “Pienso proponer a la atención del Congreso que se dé, en
ciertas condiciones, un carácter legislativo a las decisiones del GOSPLAN,
encontrándome a este respecto junto al camarada Trotski
hasta cierto punto y
en ciertas condiciones”. Sin embargo, en el ejemplar transcrito por
Alilúyeva y rescatado por Buranov,
faltan estas últimas palabras, muy
restrictivas. La hipótesis de una interpolación por orden de Stalin con el
fin de atenuar la sugerencia de Lenin de “ir junto a” Trotski parece la más
probable
[34]. Para ser eficaz, la manipulación tenía que
realizarse
inmediatamente, antes de que se realizaran las cinco copias,
ya que una de éstas debía depositarse en el archivo personal de Lenin y hubiera
podido crear incomodidades en el futuro.
Un fenómeno similar debe de haberse producido también con la nota
dictada por Lenin al día siguiente (24 de diciembre). La prueba que permite la
comparación textual (es decir, la copia de Alilúyeva) ha sobrevivido, por lo
que parece, sólo para el texto del 23. Pero gracias a las entrevistas
realizadas por Bek sabemos que los dictados de los días inmediatamente posteriores
también fueron entregados rápidamente a Stalin.
Naturalmente, la escena descrita (Volodícheva, sin órdenes precisas, se
dirige a Stalin) está preñada de implicaciones. No es poco razonable pensar que
Stalin intentara controlar el trabajo de Lenin (entre los dos existía un
creciente desentendimiento respecto a puntos cruciales, como la cuestión
georgiana) y que Volodícheva fuese un eslabón de tal red de “control”.
Sea como fuere, las sospechas se concentran en el párrafo en el que son
mencionados Zinoviev y Kamenev. Así es como aparece en su primera publicación
soviética “oficial”, en la versión difundida por Komunist (número 9, 30
de junio de 1956) en el contexto de la “desestalinización” promovida por el XX
Congreso del PCUS (febrero de 1956):
No seguiré
caracterizando a los demás miembros del C. C. por sus cualidades personales.
Recordaré solamente que el episodio de Zinoviev y Kamenev en octubre no es,
naturalmente, una casualidad y que de esto se les puede culpar personalmente
tan poco como a Trotski de su no bolchevismo.
La ambigüedad es casi perfecta: la frase final puede (y quizá debe) ser
entendida en el sentido de que “les imputamos aquellas culpas menos de lo que
sin embargo deberíamos”, o puede significar que “se les imputan tan poco como el
no bolchevismo a Trotski”, queriendo decir que efectivamente no merecen
serles imputadas. De hecho, como veremos, se dieron inmediatamente ambas
interpretaciones.
Pero la pregunta principal es: ¿qué hace ahí, en ese punto, ese párrafo tan
puntillosamente retrospectivo, en el que sobre todo se vuelve a Trotski cuyo
“perfil” había sido analizado ya dos párrafos antes? Es la pregunta que se
hacía ya Moshe Lewin en su ensayo de 1967
Le dernier combat de Lénine [35]. ¡Un párrafo
expresado, además, tan ambiguamente como para dar pábulo, en el enfrentamiento
que enseguida se abrió, a dos interpretaciones opuestas! (Y Stalin no era
inexperto en lingüística.)
De aquel texto hubo enseguida numerosas traducciones y publicaciones,
oficiosas y semioficiales.
Pese a que la lectura de la
Carta al Congreso se realizó a puerta
cerrada y en sesiones restringidas del XIII Congreso (21 de mayo de 1924), ya
el 24 de julio el periódico menchevique
Socialisticesky Vestnik, que se
imprimía en Berlín, era capaz de publicar amplios extractos
[36]. Evidentemente no todos los delegados
implicados mantuvieron el secreto al que se habían comprometido. El texto fue
rápidamente publicado por el escritor Max Eastman, en la época admirador de
Trotski, en un librito titulado
Since Lenin died (Nueva York, 1925)
[37], inmediatamente traducido al francés por
Gallimard
(Depuis la mort de Lénine). Mientras, desde la oposición, o
posiblemente fuera el propio Trotski
[38], se le hizo llegar a Eastman el texto
completo del que se disponía. Éste lo publicó en el
New York Times del
18 de octubre de 1926
[39]. Pero puesto que el compromiso adquirido a
puerta cerrada era que el texto no fuera hecho público, Trotski se encontró en
la poco envidiable situación de tener que desautorizar, en el periódico del
partido,
Bolshevik, a su amigo Eastman y proclamar que era “una calumnia
contra el C. C. del partido” afirmar que hubiesen sido “escondidos por el
Partido documentos excepcionalmente importantes escritos por Lenin” y que en
todo caso “todos los rumores sobre la ocultación o la violación de un
testamento (de Lenin) son invenciones malintencionadas”.
El texto que la oposición pasó a Eastman se presentaba, en la versión
inglesa que éste ofreció, conforme a la segunda interpretación, la menos
desfavorable a Trotski: I will not further characterize the other members of
the Central Committee as to their personal qualities. I will only remind you that the October episode of Zinoviev and
Kamenev was not, of course, accidental, but that it ought as little to be used
against them personally as the non-Bolshevism of Trotsky.
Alrededor de un año más tarde, en vista ya del XV Congreso del PCUS (2-9
de diciembre de 1927), la Carta al Congreso volvió con fuerza en el
enfrentamiento entre la mayoría estalinista y las facciones de la oposición. La
prensa alemana fue de las primeras en posicionarse, tanto los periódicos
conservadores (Vossische Zeitung, Deutsche Allgemeine Zeitung) como el Rote
Fahne. Este último, ya a primeros de noviembre, entra en la discusión
aprovechando las celebraciones del décimo aniversario de la Revolución y el 9
publica un fascículo especial con todo el debate del 23 de octubre y entre
otras cosas, ofrece una puntual traducción alemana del párrafo en el que se
menciona el “no bolchevismo” de Trotski: Ich erinnere nur daran, daß die
Oktober-Episode Sinowjews und Kamenews keine Zufälligkeit war, aber daß sie,
ebensowenig wie Trotzki der Nichtbolschewismus, als persönliche Schuld
umgerechnet werden kann.
El 4 de noviembre, el
Frankfurter Zeitung, bajo el título
Partei
und Opposition in Rußland. Ein wenig Diskussionsfreiheit, había publicado
las durísimas cartas de Lenin de 1917 contra Kamenev y Zinoviev. El 8 de
noviembre, el
Vossische Zeitung había destacado el párrafo del
Testamento
donde se estigmatiza la “tosquedad y deslealtad” de Stalin y ese final sobre el
“no bolchevismo” de Trotski, y sobre la “traición” de Zinoviev y Kamenev en
vísperas de la Revolución. El periódico parisino
Le Temps del 19 de
noviembre publica en primera página un gran editorial,
La crise du
Bolchévisme en Russie (fechado el 18), en el que se lee que en la batalla,
no exenta de golpes bajos, entre mayoría y oposición
[40] M. Trotsky se réclame tout autant
que M. Staline du fameux testament de Lénine (“Tanto Trotski como Stalin
invocan el famoso testamento de Lenin”).
También en las crónicas de los días anteriores se mencionaba el Testamento.
Por ejemplo, en la vívida crónica de la sesión del C. C. en la que Trotski se
opuso dramáticamente a su propia expulsión, recordando entre otras cosas, el
consejo de Lenin al Partido: Écartez Staline, qui peut mener le parti à la
scission et à la perte! (Le Temps, 14 de noviembre de 1927, p. 1, La
crise du parti bolchéviste). Profecía que también había hecho, por otra
parte, la Westminster Gazette en su crónica de los desórdenes del 7 de
noviembre.
El 20 de noviembre se publica en París el número 1 de un nuevo
periódico, Contre le Courant, que se presenta como “l’organe de
l’Opposition communiste”. Está redactado por una docena de disertantes, todos
vinculados a Trotski y por lo tanto en conflicto desde hace años con el PCF. El
número 1 se inaugura precisamente con la cuestión del Testamento de
Lenin y sobre todo de la interpretación exacta de la frase crucial sobre el “no
bolchevismo” de Trotski. Tras el editorial (La Révolution en danger) y
la crónica taquigráfica de las intervenciones de Trotski y Zinoviev en el plenum
bolchevique del 23 de octubre, hay un durísimo inciso (p. 15) titulado Métodos
estalinistas, donde se afronta el problema directamente, en un intento de
facilitar la verdadera interpretación de la frase. Pocas páginas más allá se da
la traducción íntegra del documento. El Contre le Courant reacciona
también contra el Correspondance Internationale (nº 114) del 12 de
noviembre de 1927, que se abría desde la primera página con la
interpretación “estalinista” de aquella frase. Allí se reproducía toda la
intervención de Stalin el 23 de octubre, en la que la frase en cuestión se
entendía así: Je rappelle simplement que l’épisode d’Octobre de Kaméniev et
de Zinoviev n’est pas dû au pur hasard, pas plus que le non bolchévisme de
Trotsky, (p. 1.640, segunda columna). Pero es una simplificación. Stalin
había citado más correctamente: “Naturalmente no se debe a la casualidad, pero
se puede atribuir a su culpa personal tan poco como a Trotski su no
bolchevismo”. Obviamente apoyándose en la distinción entre “culpa personal” y “culpa
política”, el sentido era que ese “no bolchevismo” no era simplemente una
“culpa privada”: es decir, verdaderamente “no se debía a la casualidad”. La
Correspondance lo sintetiza, pero ése es el sentido de lo que Stalin
entiende y lee en las palabras del Testamento. Los redactores del Contre
le Courant oponen su interpretación y fuerzan el texto introduciendo el
concepto de “no más”: ese error “ya no puede imputársele a Trotski”.
Stalin –escribe el periódico trotskista– ha falsificado de la manera más burda
el pensamiento de Lenin y le hace decir lo contrario de lo que allí está
escrito:
En effet, dans le texte de Lénine, il est dit que l’épisode d’octobre de
Kamenev et Zinoviev n’est pas dû au pur hasard, et Lénine ajoute aussitôt: “...
Mais il ne peut guère plus leur être
personnellement reproché que le non-bolchevisme au camarade Trotsky.
On voit que Staline a
oublié volontairement les mots les plus importants de sa “citation”, ceux qui
donnent son sens à la pensée de Lénine.
Staline est obligé de falsifier Lénine pour faire croire au Parti qu’il
est d’accord avec Lénine [41].
Está claro que Stalin se apoya en el Testamento precisamente por
ese párrafo que en todo caso reprocha a Trotski su “no bolchevismo”, al igual
que Trotski se apoya en el addendum que solicitaba el alejamiento de
Stalin de la secretaría.
La oposición hizo llegar el
Testamento a los 1.669 delegados del
Congreso. Pero parece que la tirada fue mucho más amplia; se habla de más de
13.000 copias destinadas, en la mayor medida posible, a la prensa exterior
[42]. También el redactor del
Corriere della
Sera tuvo su copia y desde el 15 de noviembre, en un amplio espacio
titulado
Las disputas entre los comunistas rusos mientras el bolchevismo
decae en China (con el subtítulo
Del testamento de Lenin) ofreció la
traducción, no sin recordar el caso Eastman y el
incómodo desmentido al
que se había visto obligado Trotski: un “regalo” a la mayoría estalinista, pese
a su tono oficialmente hostil. Y de hecho la traducción que publica el
corresponsal del
Corriere, Salvatore Aponte, es la favorable a Stalin en
la frase crucial: “El episodio de Zinoviev y Kamenev en octubre (cuando en un
periódico menchevique éstos se declararon contrarios a la insurrección
armada y a la conquista violenta del poder) no fue desde luego casual y les
culpamos demasiado poco, como demasiado poco culpamos a Trotski de su no
bolchevismo”.
No satisfecho con esta primera publicación, Aponte, transmitiendo desde
Riga el 30 de noviembre, realizó pocos días después otra, completa, que la
dirección del Corriere della Sera sacó en portada el 4 de diciembre bajo
el titular Lenin preconizó la escisión. Aquí la frase se reproduce
idéntica, tal como aparecía en la correspondencia del 15. El texto va precedido
por una breve nota informativa de carácter oficial: “El C. C. del Partido
Bolchevique ruso solicitará mañana al XV Congreso de Moscú que decida
si debe ser publicada íntegramente la carta-testamento de Lenin, cuya
existencia fue revelada hace dos años por un comunista estadounidense que por
tales revelaciones fue expulsado de la Komintern. En las recientes y ásperas
discusiones entre Stalin y los opositores, el secretario general del Partido
procedió a la lectura de algunas frases de aquella carta ya famosa”. Aquí ya se
observa un elemento favorable a Stalin: es el mismo Stalin el que hace una
lectura (parcial) del documento. Y en efecto, como sabemos, apoyándose
precisamente en la frase relativa a la traición de Kamenev y Zinoviev en
octubre y al no bolchevismo de Trotski, Stalin blandió aquel documento en el plenum
previo al Congreso, como un arma aplastante contra la oposición. Tras la nota
introductoria, Aponte menciona la actividad “ilegal” y clandestina que la
oposición lleva a cabo utilizando imprentas secretas y declara haber conseguido
por aquella vía el texto completo de la Carta al Congreso, que a
continuación publica.
Pero la traducción que da (¡por segunda vez!) revela que la fuente de la
que depende es en realidad aquella que, en una carta privada al director del
Corriere
(12 de noviembre), él definía como “el servicio Stefani-Tass”. Con la precisión
de que “Stefani se limita a difundir, sin controlarlas, las noticias que Tass
le transmite, vale decir las noticias cuya difusión tiene cierto interés para
el gobierno soviético
[43]”. La fuente de Aponte es por lo tanto
esencialmente oficial, y esto explica por qué obstinadamente publica y vuelve a
publicar el párrafo crucial en la versión que (legítimamente, respecto al
original) hace decir a Lenin:
“Le reprochamos demasiado poco a Trotski
su no bolchevismo y a Zinoviev y Kamenev su traición
[44]”.
Esto puede explicarse a la luz del descubrimiento de Buranov y de las
reveladoras declaraciones de Volodícheva a Alexander Bek
[45]: una manipulación efectuada por Stalin
cuando le llegó el texto dictado por Lenin el 24 de diciembre. Intervino con un
mínimo retoque invirtiendo el sentido. De la forma en que lo leemos, el párrafo
desacredita no solamente a Zinoviev y Kamenev (en aquel momento aliados a
Stalin contra Trotski) sino también a Trotski. No olvidemos que, desde el punto
de vista textual, la situación se presentaba especialmente favorable
[46].
Alguna sospecha podría surgir también respecto a la frase conciliadora y
autorrestrictiva de la tercera y brevísima nota (25 de diciembre) donde Lenin,
después de perfilar las virtudes y los defectos de Piatákov, vuelve a hablar de
los dos “ilustres”, precisa que sus observaciones
valen solo para el
presente y añade: en la
eventualidad de que estos dos destacados y
fieles militantes no encuentren ocasión de completar sus conocimientos y
corregir su unilateral formación. No parece del todo claro que Lenin dijera de
Trotski que debía “ampliar sus conocimientos”
[47]. Pero la cuestión queda, en este caso, sin
decidir.
La nota mucho más dura y operativa del 4 de enero es dictada no a
Volodícheva, sino a Fótieva y es inmediatamente guardada en secreto. ¿Había
surgido alguna sospecha? ¿Después de que las notas hubieran hecho el trayecto
de ida y vuelta a la oficina de Stalin, pareció que algo faltaba? De hecho el
copista es sustituido y el addendum escondido. Posteriormente se
produce el intercambio de cartas, muy duro, del 5 de marzo de 1923. Luego, la
petición del veneno; tras lo cual la niebla que cubre las acciones de los
protagonistas hasta enero de 1924 se espesa. Lo que está claro es que al XII
Congreso (abril de 1923) no llega ninguna Carta al Congreso.
Desaparecido Lenin, aproximándose ya el XIII Congreso, nos encontramos
en plena lucha por la “sucesión”. Augusto y Livia lo habían dispuesto todo para
dejar claro que el sucesor era Tiberio, el hijo de Livia (no muy querido por
Augusto). Entonces, la escena preparada por los dos viejos cónyuges fue
perfecta, y se representó a la perfección: fue el mismo Tiberio el que leyó
frente al Senado las últimas y detalladas (y amenazadoras, a buen entendedor)
voluntades del padre. No fue así con Lenin y Krupskaia. En esencia, Lenin ha
“designado”, aunque no abiertamente, a Trotski. Pero cuando esta dubitativa
elección suya se hace pública, las relaciones de fuerza ya no son favorables.
El funeral de Lenin, solemne y cargado de ritualidad, fue un triunfo para
Stalin. Trotski estaba ausente, en pleno viaje para pasar una temporada de
descanso en el Cáucaso. Siempre sostuvo haber sido engañado por Stalin sobre la
fecha del funeral.
Cuando sea finalmente leída la
Carta al Congreso, en una sesión restringida
y a puerta cerrada, los retoques aportados por Stalin han dado sus frutos, pese
al mazazo representado por el
addendum del 4 de enero
[48]. Entre los presentes, obviamente, están
también Trotski y Radek (entonces muy vinculado a Trotski). De lo que ocurrió
en aquella sesión, Radek habló años después con Emil Ludwig. Y en su biografía
de Stalin
[49], Ludwig relató todo lo que Radek le había
narrado de aquella dramática escena: las “antenas” de Trotski se irguieron
frente a aquella extraña frase, pero ya no tenía remedio. “Cuatro meses después
de la muerte de Lenin”, así resume Ludwig a Radek, “diecinueve hombres se
reunieron en una sala del Kremlin y Stalin les leyó el documento que en parte
le acusaba”. Aquí la cita es literal y es Radek el que habla:
“Nadie dijo una sola palabra. Sólo cuando Stalin llegó a la frase
el
pasado no bolchevique de Trotski no se le atribuye casualmente, Trotski le
interrumpió y preguntó:
¿cómo está escrito? La frase se repitió. Estas
fueron las únicas palabras pronunciadas en aquella hora solemne”
[50]. Ludwig comenta: “pero Trotski no solamente
desmintió el relato de Radek,
sino también la frase crítica de
Lenin contra él. (Esta es una noticia de gran relieve)”. “
No
existiendo ya el documento”, continúa Ludwig, “
su tenor depende de las
simpatías. Se puede escribir hoy la historia de los
Soviets con
menor seguridad que la de César”.
En su autobiografía, Trotski recuerda, lo hemos dicho ya, el párrafo
sobre Zinoviev y Kamenev y se encuentra con que algo no cuadra cuando comenta:
“No era necesario sin embargo reprocharles el pasado”, pero de la mención a su
antiguo “no bolchevismo” no dice nada. Es más, considera que en la
Carta al
Congreso se encontraba –así de vanidosamente se expresa– “mi clara
designación para el primer puesto”
[51].
Todo hace pensar que para Trotski aquella frase era sospechosa. Pero no
podía demostrarlo y la trampa había sido, a su manera, perfecta. Después del
XIII Congreso, Trotski había querido difundir aquel texto personalmente porque,
en todo caso, el concepto central era la petición de Lenin de alejar a Stalin
de la secretaría del Partido. Pero dándole difusión acabó inevitablemente
difundiendo un texto que al mismo tiempo mostraba a un Lenin que continuaba
describiendo a Trotski como un no bolchevique. Y cuando más tarde, ante el
inminente XV Congreso, la oposición decidió divulgar el Testamento (pese
a la dura crítica que parecía contener precisamente contra aquellos que eran ya
los tres líderes de la oposición) y Trotski pidió a voz en grito que se
cumpliese la petición de Lenin de alejar a Stalin de la secretaría, Stalin lo
tuvo fácil. En el plenum del C. C. del 23 de octubre su contraataque,
gracias al texto manipulado y ya en manos de todos, fue perfecto. Es cierto
–vino a decir–, soy rudo y violento contra aquellos que mediante engaños y
violencia quieren dividir al Partido. Contra estos yo solo sé ser rudo y violento.
Pero el testamento de Lenin os acusa sobre todo a vosotros, y de culpas
bastante más graves: a Zinoviev y a Kamenev de haber dado un paso atrás en el
momento de la revolución y a Trotski de no ser todavía un bolchevique.
Dado que tenía bien claro su texto en mente, pudo zarandear a los
asistentes en sus asientos con la lectura antológica de artículos e
intervenciones anti-leninistas de Trotski de los años 1910-1913: lectura que
llevó a la derrota de la oposición y a la condena pública de Trotski por parte
del Congreso. Para Stalin, fue un triunfo. Gracias a un texto falseado.
¿Cómo pudo la oposición utilizar tan torpemente el arma que le cayó en
las manos? (Aunque debe reconocerse que una petición de alejar a Stalin por
razones y defectos únicamente de carácter no era de las más fuertes,
circunstancia agravada por el postulado de que unos rasgos de carácter tan
negativos serían en todo caso “perfectamente tolerables entre nosotros los
comunistas”.) Las relaciones de fuerza dentro de la cúpula dirigente
determinaron que la lectura fuera a puerta cerrada. Sólo en el XV Congreso
(diciembre de 1927) después del fracaso de las
contra-manifestaciones trotskistas del 7 de noviembre
[52] y cuando la partida está ya sumamente
comprometida si no perdida del todo, Trotski lleva la batalla a campo abierto y
sucumbe por las razones recién citadas. Al final de aquel Congreso que llevó a
la expulsión de Trotski, se decide adjuntar el texto completo de la
Carta al
Congreso a la transcripción taquigráfica de las actas congresuales y
reenviar la publicación a una “miscelánea” de escritos de Lenin, que sin
embargo no apareció nunca. Fue la prensa extranjera, en Italia el
Corriere
della Sera, la que ofreció el texto “completo” tal y como lo estaban
difundiendo los representantes de las facciones de la oposición, ya derrotadas.
Manipulando y manteniendo tanto tiempo en secreto el “testamento de
Lenin”, Stalin en realidad ocultó, en la medida de lo posible,
la ruptura
que se había producido de hecho entre Lenin y él. Su “obra maestra" (como
la de Deng respecto a Mao) fue de hecho, fundar su poder
precisamente sobre
la base de la continuidad: él era ya (y se proponía ya como) el heredero,
el ejecutor testamentario, el discípulo de Lenin. Por detrás de esta operación,
no del todo arbitraria, no sólo está su habilidad subjetiva (asistida por la
fragmentación e ineptitud de la oposición) sino también el peso y el modelo de
la cultura eclesiástica e imperial bizantina, el peso de la historia
[53].
Si la expresión “la fuerza de las palabras” tiene un sentido, el caso de
la
Carta al Congreso resulta ejemplar. Ésta resurgirá en cada una de las
rupturas que han llevado poco a poco a la disolución de la URSS. Trabajosamente
archivada en 1927, vuelve a la vida treinta años después, en febrero de
1956, en el XX Congreso del PCUS, el primero después de la muerte de Stalin.
Ampliamente citada desde las primeras páginas del
Informe secreto [54], la
Carta al Congreso vuelve a
circular, publicada en el oficialísimo
Komunist en junio. Y vuelve aún
más llamativamente en el XXIIº Congreso (17-31 de octubre de 1961) en el
que se completa reciamente la “desestalinización” (atacando así al llamado
“grupo antipartido”) culminando ésta con la expulsión de los restos de Stalin
del mausoleo de Lenin. Esta vez las amplias citas de la
Carta al Congreso,
y en especial del
addendum del 4 de enero, no están ya en un “informe
secreto” sino en el Informe Oficial que Jruschov pronuncia frente al Congreso
en nombre del C. C.
[55]. Se da vida entonces a la nueva edición, la
quinta de las
Obras completas de Lenin, en la que la
Carta al
Congreso entra triunfalmente (vol. XLV, 1964). Y este tipo de decisiones
radicales engendrarán la caída de Jruschov en octubre de 1964.
Para la edición en lengua rusa no había problemas respecto al texto que
debía adoptarse. Sin embargo, había que elegir la interpretación para las
ediciones en lenguas extranjeras. La aceptada oficialmente fue, como era
previsible en aquel momento, la menos desfavorable para las fracciones de la
oposición. Puede verse la transcripción en una publicación semioficial de la
RDA (Lenins Ausgewählte Werke in sechs Bänden, Dietz Verlag, 1971) donde
dice:
Ich erinnere nur daran, daß die Episode mit Sinowjew und Kamenew im
Oktober natürlich kein Zufall war, daß man sie ihnen aber ebensowenig als
persönliche Schuld anrechnen kann wie Trotzki den Nichtbolschewismus (VI,
p. 641).
Pero la larga sombra de la mancha de “no bolchevismo”, presentada como
“sentencia” lapidaria de Lenin respecto a Trotski en su
Testamento,
siguió alargándose. Fue incluida en una autorizada herramienta como la
Gran
Enciclopedia Soviética, en su tercera edición (1977) que en cierto sentido
resume, en un dosificado
mélange, desestalinización y recuperación
post-jruschoviana. Aquí la cuestión de la
Carta al Congreso queda
relegada al artículo
Decimotercer Congreso del PCR [56]. Así se expresan los dos autores del
artículo: “En su carta, Lenin hacía referencia al no bolchevismo de Trotski. De
este modo pretendía poner en guardia al Partido frente a posibles recaídas mencheviques
por obra de los secuaces de Trotski”. A continuación se da una precisa lista de
las expresiones críticas presentes en la
Carta relativas a otros
dirigentes. El efecto es curioso: casi parece que esos juicios sirven para
justificar la eliminación sucesiva de todos ellos. Después de lo cual pasan a
Stalin y a las palabras de la
Carta que le conciernen. “Algunas
observaciones críticas”, se lee, “se dirigían también a Stalin. Lenin dudaba de
que Stalin pudiera hacer un uso apropiado de su poder, esto es, de la gran
autoridad que se hubiera concentrado en sus manos una vez que se hubiese
convertido en secretario general del Comité Central. Lenin propuso que algún
otro fuese tomado en consideración para el puesto de secretario general”. Pero
–y ésta es la conclusión del hábil informe– “considerando las circunstancias,
en
especial el recrudecimiento de la lucha contra el trotskismo y los grandes
méritos de Stalin en este sentido, los delegados del Congreso decidieron
mantener a Stalin en el papel de secretario general, con la esperanza de que
tuviese en cuenta las indicaciones críticas de Lenin”. Una reconstrucción
realmente extraordinaria, por la sabiduría “continuista” con la que está
realizada.
Stalin había ganado en su momento la difícil partida política también
gracias a aquella minúscula inserción hábilmente colocada en la Carta al
Congreso: “Así como el no bolchevismo de Trotski”. Pero también ganó en su
país la partida historiográfica. Superó brillantemente incluso los escollos de
los XX y XXII congresos. Venció haciendo “hablar” a Lenin de manera no del todo
incongruente pero sí anacrónica tras el paso de Trotski al bando bolchevique
bastante antes de la revolución.
La partida se reanuda después de otros veinte años. En enero de 1987,
cuando despega o parece despegar la
perestroika, la
Carta al Congreso
reaparece, esta vez en el semanario
Moskovskye Novosti, como si se
tratase de una novedad. El semanario habla de “excepcional documento”. En parte
lo era, porque un texto relegado al volumen XLV de las
Obras completas
del “padre de la patria” sólo hasta cierto punto puede considerarse ampliamente
difundido
[57].
En resumen, acabada la “era Bréznev”
con el surreal apéndice Andrópov-Chernenko, la nueva “ruptura” –en la que el
voluntarismo probablemente prevaleció claramente sobre los contenidos– se
inauguraba una vez más en nombre de Lenin y con las palabras de la
Carta al
Congreso. La cual era de nuevo reproducida y comentada a partir de cero. A
Lenin se le reconocían dotes proféticas por haber previsto los defectos de
Stalin (“Tenía razón”, señalaba el semanal, “tenía trágicamente razón”).
Y sin embargo, el párrafo relativo al “no bolchevismo” de Trotski y a la
reprobable conducta de Zinoviev y Kamenev en el momento de la insurrección
continuó funcionando al contrario de como Lenin lo entendía, pese a que el
texto restaurado de 1956 fuese el correcto. Así aparece en el Informe secreto
de Jruschov, que no es solo un ataque sino también una defensa de la obra de
Stalin. Se dispara a quemarropa sobre el “culto a la personalidad” pero se
salva la lucha contra todos los “desviacionistas”, Trotski, Zinoviev y Kamenev
in
primis. De Trotski ni siquiera se habla, pero contra Zinoviev y Kamenev se
formula la acusación de siempre: “El 18 de octubre (de 1917) publicaron”, dice
Jruschov en el
Informe, “en el órgano menchevique
Novaya Zhizn
una declaración en la que se afirmaba que los bolcheviques estaban preparando
una sublevación y que
ellos consideraban tal empresa aventurada.
Revelaban así al enemigo, etc.”. No obstante –prosigue– a continuación se les
dieron dos importantes cargos directivos. Pero atención: “En su testamento
Lenin advirtió de que el
episodio Zinoviev-Kamenev acaecido en octubre no
representaba ciertamente un caso accidental” [58].
Sin embargo, es la referencia simultánea al “no bolchevismo” de Trotski
la que se agiganta con el tiempo y se transforma en otro texto. Esto
ocurre en la reedición de la Carta al Congreso difundida, como se ha
dicho, por Moscovskye Novosti en enero de 1987. Allí la frase, de la que
hemos visto ya dos variantes, se dilata hasta convertirse en: “En la base
de su concepción del mundo y en lo mas profundo de su corazón, Trotski nunca ha
sido un bolchevique”.
Al mismo tiempo el semanario se esfuerza por presentar lo que Lenin
escribía en 1922-1923 sobre el riesgo de “burocratización” como una
anticipación clarividente de la
perestroika [59].
Pero el ensañamiento con Trotski no es inexplicable aunque a la altura
de 1987 pueda parecer paradójico. Su visión de la imposibilidad de un “campo
socialista” (variante ampliada del “socialismo en un solo país”) minaba la
propia razón de ser de la URSS. Que, de hecho, se disolvió poco después.
Notas
[18] Suetonio, Vida de Augusto, 101.
[19] Poderoso e investido de gran autoridad. Augusto era también pontifex
maximus.
[20] Pasaría bajo control chino el 30 de junio.
[21] La represión de las manifestaciones en la plaza de Tiananmen.
[22] Como hombre de Zhou Enlai y tras su larga ausencia a causa de la
persecución sufrida durante la llamada Revolución Cultural.
[23] En posible referencia a los homines novi de la antigua Roma:
“Algunos hombres de familias que nunca habían obtenido cargos tuvieron éxito en
alcanzar al menos magistraturas menores; estos individuos fueron denominados
‘hombres nuevos’ (homines novi). Si sus descendientes conservaban y
mejoraban su éxito, podían llegar a convertirse en nuevos miembros de la
nobleza (…) Para un novus homo alcanzar el consulado era especialmente
difícil”. The Romans. From Village to
Empire, M.T. Boatwright et al., Oxford
University Press, pp. 98 y 486. (N. del T.)
[24] Comisión estatal de planificación. El GOSPLAN era uno de los mayores
puntos de enfrentamiento entre Stalin y Trotski.
[25] Lenin 1964, p. 474. Cf. Tucker, 1977, p. 203.
[26] V.I. Lenin, Obras escogidas, París, 1972. (N. del T.)
[27] La definición contrasta con el insistente juicio expresado por Trotski,
que define a Stalin como “mediocre” o “nulidad”. Un ejemplo entre muchos:
Trotski, 1962, p. 428; pero véase también el perfil que traza en la Historia
de la revolución rusa, 1930, Milán 1964, pp. 316-317 (trad. cast. de Andreu
Nin en ed. Veintisiete Letras, Madrid, 2007).
[28] Un ejemplo entre muchos: V.I. Lenin, Ausgewählte Werke, vol. VI,
Dietz, Verlag, Berlín, 1977, p. 731, nota 149.
[29] Cf. Tucker 1977, p. 201.
[30] Es el artículo que contiene la famosa frase, después censurada en la
publicación incluida en las Obras completas, “sin respeto ni siquiera
por el secretario general”.
[31] Así se expresa, bastante sumariamente, Tucker, 1977, p. 206.
[32] En Italia el anuncio del descubrimiento lo hizo Giulietto Chiesa, La
Stampa (Turín), 12 de julio de 1991, p. 13. Buranov recogió y desarrolló
después los resultados de su investigación en un libro aparecido en 1994 con el
título Lenin’s Will, Prometheus Books, Nueva York.
[33] Es decir, la edición posterior al XXII Congreso del PCUS.
[34] Las dudas que expresé anteriormente (Pensare la rivoluzione russa,
Teti, Milán, 1995, p. 25) no parecen legítimas. Su oposición a la insurrección
de octubre de 1917, expresada incluso públicamente en un periódico menchevique
a mediados de octubre. V. I. Lenin, Obras, vol. XLV, Moscú, 1964, p.
345.
[35] Cf. M. Lewin, ‘Les derniers mois de la vie de Lénine d’après le journal
de ses secrétaires’, en Cahiers du monde russe et soviétique nº 8, 1967,
pp. 285-286. Hay trad. cast. El último combate de Lenin, ed.
Lumen, Barcelona, 1970, pp. 102-105. Lewin escribe que el párrafo sobre Zinoviev,
Kamenev y Trotski “plantea algunas dificultades” y se pregunta: “¿Por qué esta
alusión al pasado? ¿Significa una advertencia? ¿Una disculpa? ¿Ambas
cosas a la vez?”. Lewin intenta evitar a toda costa mencionar que
el párrafo alude también a Trotski. Probablemente porque le parece que
contradice el párrafo anterior, en el que Trotski es descrito como “el
más capaz”.
[36] Primera publicación.
[37] Segunda publicación.
[38] Wolfe, 1957, p. 288, e Tucker, 1977, p. 217.
[39] Tercera publicación, ésta desde luego con amplia difusión mundial: Destituid
a Stalin, que puede llevar al partido a la escisión y a la ruina. (N. del
T.)
[40] Pocos días antes se habían producido los incidentes de la Plaza Roja
con ocasión del 7 de noviembre, que habían intensificado las peticiones “de las
bases” de expulsar a Trotski.
[41] En efecto, en el texto de Lenin, se dice que el episodio de
octubre de Kamenev y Zinoviev no es en absoluto casual, pero Lenin añade
enseguida: “Pero no se les puede reprochar personalmente más a ellos que al
camarada Trotski su no bolchevismo”.
Podemos ver que Stalin ha olvidado voluntariamente las palabras más
importantes de su “cita”, las que le dan todo su sentido al pensamiento de
Lenin.
Stalin se ve obligado a falsificar a Lenin para hacer creer al Partido
que él está de acuerdo con Lenin. (N. del T.)
[42] Cuarta publicación.
[43] Archivo del Corriere della Sera, al que expreso mi
agradecimiento.
[44] Alguien muy al tanto de los sucesos “entre bastidores” de la corresponsalía
del Corriere della Sera en Moscú es el autor de la “extraña carta”
enviada a Terracini, además de a Gramsci y a Scocimarro, en San Vittore,
en febrero de 1928. “Conocerás las conclusiones del XV Congreso del PCR. Si has
leído el Corriere della Sera habrás podido entender algo. De hecho
el corresponsal del C. S. utiliza abundantemente el material oficial que
aparece en Pravda”, etc. Otro hecho extraño. Pero sobre esto véase
la segunda parte de este libro, sobre la “extraña carta”.
[45] Cf. infra, apéndice al tercer capítulo.
[46] Sobre el modo en que se añadieron las palabras “así como el no
bolchevismo a Trotski”, cf. infra, capítulo siguiente.
[47] Sin embargo en la edición de Librairies du Globe, París, 1972,
esa frase de Lenin no parece referirse a Trotski sino a Bujarin y a Piatákov.
(N. del T.)
[48] Para Stalin fue un duro golpe, a juzgar también por el testimonio de
testigos de la reunión a puerta cerrada del 21 de mayo de 1924.
[49] Aparecida por partes en Estados Unidos en 1941-1942 y publicada en Roma
en 1944 (ed. Vega) y en Mondadori en 1946. Me remito a esta edición.
[50] Ludwig, 1946, p. 98.
[51] Ludwig, 1946, p. 98.
[52] Lo que Malaparte y otros han llamado, en su momento, el fallido golpe
de estado de Trotski.
[53] Los acontecimientos de estos años en los que Stalin se enfrenta al
ataque de un Lenin moribundo –pero está ya maniobrando eodem tempore
para crear el “culto” a Lenin– están bien reconstruidos por Tucker, 1977, en
los caps. VII-IX.
[54] Obviamente, hablar del Informe secreto significa aventurarse
desde el punto de vista textual, en un terreno minado. «El informe de Jruschov
al XX Congreso del PCUS, difundido en 1956 por la agencia de noticias italiana
Ansa, había sido manipulado por la CIA y contenía 34 párrafos fabricados por
especialistas de la central de espionaje estadounidense, en el cuartel general
de Langley, en Virginia”. Así es como Rodolfo Brancoli resumía en La
Repubblica del 28 de diciembre de 1977 (p. 20) algunos de los resultados a
los que había llegado una investigación desarrollada durante tres meses por un
“equipo” de periodistas del New York Times. “La CIA”, prosigue Brancoli,
“había conseguido hacerse con un texto del que habían sido eliminados
precisamente 34 párrafos referentes a la política exterior soviética y puso en
circulación una versión propia, acreditándola como auténtica”. Brancoli se
refería a que en 34 puntos el texto debía considerarse sospechoso. Una
operación tal era de gran eficacia si se llevaba a cabo con un texto –el llamado
Informe secreto– del que no era previsible difusión alguna por parte
soviética o de los otros partidos participantes en aquellas reuniones. (De
hecho los soviéticos negaron durante bastante tiempo la existencia de aquel
informe, y una publicación parcial fue realizada solamente 33 años después, el
5 de abril de 1989, por la revista Izvestia, órgano del Comité Central.)
Si se considera la importancia capital del Informe secreto en la
historia del movimiento comunista mundial, y más en general en nuestra
historia, se entiende fácilmente la turbación que suscita en el historiador el
resultado de aquella investigación de los periodistas del New York Times.
[55] Cf. N. Jruschov, Rapporti e discorso conclusivo al XXII Congresso
del PCUS, Editori Riuniti, Roma, 1962, pp. 98-99. (trad. cast. Informe
al XXII Congreso del PCUS, 19 de octubre de 1961, “Suplemento de la revista
Novedades de la Unión Soviética”, nº 24, 1961.)
[56] Ed. inglesa, Macmillan y Collier, vol. XXVI, p. 154.
[57] Y después, según una técnica utilizada por ejemplo con las obras de
Dostoievski, una obra o volumen pueden ser “saqueados” hasta tal punto que
quedan agotados durante mucho tiempo.
[58] Citamos la ed. comentada del Informe, proporcionada por Wolfe,
1957, p. 134.
[59] Véase la reseña puntual del semanario moscovita en L’Unità del
19 de enero de 1987, p. 5.
Luciano Canfora es catedrático de Filología Clásica
en la Universidad de Bari, y forma parte del comité científico de la Society of
Classical Tradition de Boston y de la Fundación Instituto Gramsci de Roma.
Además dirige la revista Quaderni di Storia y la colección de textos ‘La
città antica’, y forma parte del consejo directivo de las revistas Historia
y crítica, Journal of Classical Tradition, y Limes. Es considerado
unos de los mayores clasicistas europeos vivos, ha estudiado problemáticas de
historia antigua, literatura griega y romana, historia de la tradición,
estudios clásicos, política y cultura del siglo XX. Entre sus últimos trabajos
publicados cabe destacar La biblioteca desaparecida (1998), Julio
César, un dictador democrático (2000), Storia della letteratura greca
(2000), El misterio Tucídides (2002) y Una profesión peligrosa: la
vida cotidiana de los filósofos griegos (2002)