- “ [...] la concepción materialista de la historia también
tiene hoy día un montón de amigos a quienes les sirve de excusa para no estudiar historia.” | Federico Engels, Carta a Conrad
Schmidt, 5 de agosto de 1890.
|
Fernand Braudel ✆ Oran Orlic
|
Carlos Antonio
Aguirre Rojas | Después de casi cien años de que Engels
hiciera referencia a estos “falsos amigos” del materialismo histórico, el
reproche mencionado en su carta a Schmidt continúa siendo indudablemente
aplicable a un número muy importante de los presuntos seguidores de la visión materialista
de la historia. Aún hoy en día, son relativamente numerosos los marxistas que piensan
que, por ser tales, se encuentran disculpados de la necesidad de, por lo menos,
asimilar y conocer los principales trabajos, aportes y desarrollos de la
investigación histórica clásica y contemporánea. Lo que, por lo demás, no puede
reducirse en su explicación a un simple problema de descuido, negligencia o
desinterés de estos marxistas por el conocimiento mismo del proceso de la
historia, sino que obedece también a causas más profundas y significativas,
tales como la complejidad, amplitud y novedad del discurso historio gráfico
concebido ya no como mero relato o narración coherente de los hechos, sino como
verdadera “empresa razonada de análisis”, como auténtica ciencia de la
historia. Porque algo que es suficientemente claro es que a cualquiera que
intenta aproximarse por vez primera a este terreno específico de la
investigación histórica, le impone de entrada la dimensión enorme de sus temas
y problemas generales, la gran extensión de su problemática global, que abarca
épocas, niveles y fenómenos sociales del más diverso orden posible. Situación
que además se complica por el hecho de que cada uno de sus
innumerables fragmentos
hasta ahora reconocidos es aún un campo polémico de distintas interpretaciones,
que se disputan enconadamente la razón y la posibilidad de dar cuenta certera
del decurso real del proceso o fenómeno histórico analizado.
Amplitud y complejidad de los problemas de la historia, que
se complementan con la relativa novedad que en tanto reflexión científica ―y ya
no sólo como consideración empírico descriptiva o reconstrucción puramente
apologética― tiene el estudio de este campo de los hechos sociales en la
historia. Dificultades de diverso carácter que remiten en su conjunto al hecho
de que la historia trata efectivamente de reconstruir todo el hacer humano en el tiempo, rescatando
e interpretando toda huella humana posible, toda marca o señal dejada por el
hombre en cualquiera de los distintos ámbitos de la sociedad y de la
naturaleza, y a lo largo de las diversas épocas hasta ahora recorridas en su
progresivo y multifacético avance.
Lo que implica entonces que la historia no es otra cosa que
la ciencia del despliegue diverso de lo social-humano en el tiempo, la
fundamental y en cierta forma única ciencia de lo social. Porque si ella tiene
por objeto el estudio no de una sino de todas las esferas de la realidad
social, comprendidas además a lo largo y ancho de todo su decurso histórico en
el tiempo, es claro que todo hecho o fenómeno social posible se incluye dentro
de sus vastos y amplísimos dominios.
Y es así, en estas colosales proporciones, que la historia
ha sido concebida por algunos de los más grandes historiadores y teóricos de lo
histórico. Para Marx, por ejemplo, no existe más que una sola ciencia de lo
social, la ciencia de la historia. Sólo a partir de ella, y como un desarrollo particular
de la misma, es que puede entenderse
cabalmente su amplio trabajo de investigación sobre el modo de producción
capitalista, en el que a partir de cierto momento se concentra privilegiadamente.
Porque asumir la globalidad y
centralidad de la historia no significa tener que estudiar todos los planos de
la realidad social y en todos los tiempos, sino solamente tener en cuenta esa
totalidad, en cualquier estudio particular de sus distintos fragmentos o piezas
constitutivas. Lo que, precisamente, intentó hacer Marx en sus trabajos de
análisis y crítica de la moderna sociedad burguesa.
Pero si Marx, por obvias y declaradas razones políticas, se
ha concentrado especialmente en el estudio del periodo capitalista, eso no
significa que la concepción materialista de la historia limite su capacidad
explicativa a esta misma época moderna, pudiendo e incluso debiendo ser ampliada
a los otros periodos y problemas históricos, sobre los que Marx sólo ha podido
trabajar de forma muy desigual y no completamente sistemática. Y que al mismo tiempo,
sea sólo a partir de esta aplicación y de su confrontación con otras
interpretaciones de la historia, que pueda enriquecerse y consolidarse dicha
visión marxista de lo histórico, abierta y esbozada apenas en sus trazos básicos,
en la obra de sus fundadores.
Porque sin duda alguna, si la concepción materialista de la
historia ha sido asumida por Marx y Engels como una concepción abierta y aún en
proceso de constitución orgánica, es claro que necesita ser desarrollada,
enriquecida y construida no sólo a partir de sus creativas y directas aplicaciones
a los distintos problemas y materiales históricos, sino también a partir de su confrontación
frente a las modernas y distintas interpretaciones, trabajos y aportes
desarrollados en este mismo espacio de la historia. Confrontación que en forma
de un diálogo abierto, crítico y constructivo haga posible corregir, apuntalar
y transformar una concepción cuya globalidad y centralidad hacen que se ubique
aún en sus estrictos comienzos.
Dentro de esta confrontación y puesta a prueba del
materialismo histórico frente a la producción contemporánea en el terreno de la
historia, nos interesa en particular la fundamental obra desarrollada por el
historiador francés Fernand Braudel. Y ello por varias y distintas razones. En
primer lugar por el hecho de que Braudel, al igual que Marx, concibe también la
historia como una ciencia de lo general, como una ciencia abarcativa y compleja
que teniendo en el centro de sus paradigmas el principio de la globalidad, reorganiza
e influye a las otras ciencias sociales a partir de su propia centralidad. Para
Braudel la historia no es sólo la pregunta y el esfuerzo de unidad de todas las
ciencias sociales en una sola “interciencia” ―a nuestro modo de ver, sólo otro nombre
para la propia historia―, sino también un modo totalizante de estudiar cualquier
fenómeno social, un abordaje necesariamente globalizante de los problemas que constituyen
los temas de estudio de las distintas ciencias sociales hoy existentes.
Braudel asume entonces la centralidad y unicidad de la historia
como parte de sus propios paradigmas, lo que no le impide concentrarse también
en ciertos temas específicos. Temas que, según su propia declaración, se le han
ido “imponiendo” de distintas maneras, personales o generales, en su propio
trabajo como historiador. Y curiosamente, Braudel no sólo ha estudiado la historia
mediterránea o la historia de Francia, sino que ha dedicado también el periodo
más amplio y más maduro de su vida ―alrededor de treinta años― a la
investigación y esclarecimiento del periodo capitalista de la historia europea
entre los siglos XV y XVIII. Al igual que Marx, Braudel toma como centro de sus
preocupaciones teóricas la moderna sociedad capitalista, consagrándole también
un enorme y exhaustivo esfuerzo de investigación. Esfuerzo que, aunque se
inscribe en una línea de preocupaciones distinta sin duda a la marxista, es
también un conjunto de esclarecimientos y desarrollos fundamentales para la
comprensión adecuada de la moderna sociedad burguesa y de su génesis. Lo que le
permite a Fernand Braudel no sólo hacer brillantes apreciaciones sobre el mundo
actual, sino reflexionar también sobre sus posibles destinos futuros.