Ariadna Galiana Moretó
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Georg Simmel |
Marx consolida su propio concepto de alienación en su
crítica al materialismo de Feuerbach, lo considera insuficiente por ser pasivo
y estático. Entiende que la acción y la praxis son condiciones inseparables
del conocimiento y plantea que la alienación económica subyace a la
religiosa. Las once tesis de Marx convierten la alienación en un concepto
sociológico. Ya no es el Espíritu o la esencia metafísica del género humano
lo que produce la alienación del hombre, sino unas condiciones sociales
determinadas. En el modo de producción capitalista, las relaciones sociales
oprimen al hombre y no permiten desarrollar sus potencialidades, por tanto
tiene la necesidad de objetivar sus ideales de manera ficticia e ilusoria. La
alienación religiosa de Feuerbach, para Marx, es la consecuencia de la
alienación económica de las condiciones de vida capitalistas.
Para comprender por qué la alienación del hombre se
origina en el mundo material, se debe analizar la antropología filosófica de
la teoría marxista. A diferencia de Feuerbach, el sujeto de la alienación
marxista no es el ser humano, es una concreción específica e histórica: es
la explotación del proletariado del mundo moderno. De modo que la alienación
se relaciona con el trabajo porque la esencia del hombre está vinculada a la
naturaleza y este vínculo se escenifica en el trabajo productivo. El hombre se
desarrolla y asume todas las potencialidades mediante el trabajo dominador y
transformador de la naturaleza.
Cuando el ser humano desarrolla su fin natural, la actividad
productora se traspasa al producto y en este reside su ser, su esfuerzo, sus
energías, su creatividad, etc. El trabajador se objetiva en el producto y
exterioriza las cualidades de una naturaleza humanizada. Contrariamente, la
alienación no es la condición del conocimiento, es la condición del trabajo
productivo y cuando no se produce el reencuentro entre sujeto y objeto o
trabajador y producto el hombre queda alienado.
Las relaciones sociales del capitalismo alienan al hombre
porque el producto del trabajo es convertido en mercancía y vendido en el
mercado, en esta coyuntura no se produce el reencuentro a causa de la expropiación
del trabajo o producto, perteneciente a la propiedad privada del empresario capitalista
y a los medios de producción. Los productos pasan a ser una entidad ajena al
trabajador y el agente proletario que originalmente los produjo queda vaciado
de su personalidad y de las cualidades depositadas en el producto.
En el capítulo II de El Capital, Marx analiza la
alienación desde la fetichización de la mercancía y argumenta que se origina
cuando el producto del trabajo se convierte en valor:
(…) el valor convierte
cada producto del trabajo en un jeroglífico social. Luego los hombres intentan
descifrar el sentido del jeroglífico, dar la vuelta al secreto de su propio
producto social, pues la determinación de los objetos de uso como valores es
tan producto social suyo como el lenguaje. (…) los productos del trabajo son,
en cuanto valores, meras expresiones cosificadas del trabajo humano gastado en
su producción (…)1
La fetichización de la mercancía marxista permite
introducir a Simmel. Aunque la alienación en Simmel no sea un tema central de
su obra, se presenta como un eje primordial con el que criticar la modernidad.
Los efectos de la alienación o cosificación para Simmel son similares a los
de Marx respecto el modo de producción, pero existen diferencias
significativas que matizan el autor.
El principal contraste es metodológico: Marx es holista y
Georg Simmel es
individualista. La elección de Simmel probablemente era deudora de la
Ilustración alemana de los siglos XVIII-XIX. Lejos del racionalismo francés y
el empirismo inglés, la intelectualidad burguesa alemana integra los valores
románticos producto de la reacción hacia la razón empírica, el progreso y
la ciencia ilustrada, pues no comprenden el interés político y de clase que
los valores ilustrados suponen frente a la aristocracia.
Simmel estudia la cosificación a través del dinero,
entiende que el dinero inicia la modernidad en el período del capitalismo
mercantil, no en la industrialización. En La filosofía del dinero (1907)
explica que el dinero es una figura ambivalente: por un lado, personaliza la
vida socioeconómica, libera de la tradición y permite la individualidad; y
por el otro, genera relaciones interesadas e impersonales, agrega y masifica en
una sociedad anónima, es decir, hace referencia a cómo el dinero
despersonaliza o cosifica y aliena. Esta alienación se basa en el dinero como
objetivación espectral, universal, de intercambio, interacción y entidad
natural.2
La objetivación se manifiesta como la alteración de la teleología
y la intencionalidad humana, pues el dinero, el medio por excelencia de la
voluntad moderna, neutra y universal se convierte en fin absoluto. Además se
manifiesta la funcionalización de las relaciones sociales modernas: desde la racionalización
de Weber, también alienante para los sujetos; y desde la imperiosa necesidad de
cálculo de la vida moderna, para la cual el dinero se ofrece como medida
universal y objetiva.
La forma de superar la alienación del dinero, la
objetivación y la tragedia de la cultura es apelando a un nuevo tipo de
individualismo3 que encarna los valores del ciudadano ilustrado, pero sin
cometer los errores de la diferenciación dominadora y la supresión de los
vínculos tradicionales.4
Las diferencias teóricas y metodológicas entre Simmel y
Marx tienen consecuencias sobre la mirada del objeto y derivan en distintas
matizaciones sobre el concepto de alienación o cosificación. Ambos comparten
la cosificación producida por la división del trabajo y la economía
mercantil. Sin embargo, la conceptualización difiere respecto lo que significa
la economía, la esencia del hombre o las relaciones sociales.
El hombre para la antropología filosófica marxista se
fundamenta en el trabajo, la producción y la transformación de la naturaleza,
al igual que la característica aristotélica del animal social. En este
segundo punto coinciden ambos autores pero no el primero, pues Simmel considera
que la esencia del hombre es el intercambio. Estas diferencias determinan
perspectivas económicas, específicamente en el valor de lo producido.
Marx se adscribe a su teoría del valor-trabajo, la
producción determina el uso y el valor de lo producido. En cambio, la teoría
del valor de Simmel rinde cuentas a la utilidad marginal y a economistas
contemporáneos como Carl Menger o a la Sociedad de economistas austríacos.5
La teoría subjetivista del valor implica el individualismo metodológico y la
localización social de la alienación. Si en Marx es el trabajo lo que produce
alienación, en Simmel es el propio intercambio, la demanda y el consumo.
En conclusión, Marx examina la alienación desde la teoría
del valor-trabajo que conceptualiza dentro la esfera productiva, la sufren los
obreros y otros explotados del sistema de producción capitalista. En cambio,
Simmel realiza lo mismo pero en la esfera del mercado, la conceptualiza desde
la teoría subjetiva del valor y la sufre la cultura completa que se fundamenta
en el intercambio, en la modernidad mercantil.
Esta interacción social esencial está atravesada por el
dinero, por tanto la alienación no se supera y la distancia entre cultura
objetiva y subjetiva aumenta sin cesar. El fetichismo de las mercancías de
Marx en El Capital 6, según Simmel, solo es un caso particular del destino de
la cultura moderna, pues la alienación económica y del trabajo es secundaria
en el marco de la cosificación cultural, la tragedia de la cultura.
Notas
1 Marx, Karl (2013) El Capital. Crítica de la economía
política. Antología. Trad.: Manuel Sacristán. Selección, introducción y notas
de César Rendueles. Madrid: Alianza, p. 91.
2 Frisby, David (1993) George Simmel. México: Fondo de
Cultura Económica, p. 175-177.
3 Ibíd., p. 183.
4 Simmel, George (1977) Sociología. Estudios sobre las
formas de socialización. Vol. II. Madrid: Revista de Occidente, p. 759-765.
5 Frisby, David (1993) George Simmel. México: Fondo de Cultura
Económica, p. 161-162.
6 Marx, Karl (2013) El carácter de fetiche de la mercancía
y su secreto en El Capital. Crítica de la economía política. Antología.
Madrid: Alianza.