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León Rozitchner ✆ Daniel Paz
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Andrea M. D’Atri
Cristian Sucksdorf es
Licenciado en Ciencias de la Comunicación Social egresado de la Universidad de
Buenos Aires y tuvo el privilegio de trabajar durante los últimos años de vida
junto a León Rozitchner. Fue casi por casualidad, que se sumó a un equipo de
estudiosos que ayudaron al filósofo argentino a ordenar sus papeles. La
finalidad era publicarlos y así sucedió al cabo de varios años, a través de una
colección de once libros que editó la Biblioteca Nacional.
En junio pasado, el investigador estuvo en Santa Rosa
ofreciendo el seminario Marx y el
problema del sujeto en el marco de los cursos que dicta la cátedra Libre
Ernesto Che Guevara de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad
Nacional de La Pampa. Entonces, se brindó a participar de esta extensa
entrevista cuyo motivo era desentrañar el complejo tema del marxismo.
— El año pasado ofreciste dos conferencias relativas a la obra de León
Rozitchner y ahora la propuesta es Marx y el sujeto.
Se trata del tema de mi tesis doctoral: la teoría de la
subjetividad en Marx y el problema de la representación. Es hacer una lectura y
no desde la tradición del marxismo, ya que hay problemas que son problemas de
su obra y otros que son problemas de la interpretación de la obra, como la
cuestión de la estructura y la superestructura. Forzando una lectura de época,
ya que en el siglo XIX no estaban planteados así estos temas, me sorprendo con
que en Marx aparece una teorización del sujeto muy profunda. Me sorprendo con,
por ejemplo, que para que haya una cierta sociedad estructurada en función del
capitalismo, la mercancía, etcétera, para Marx tiene que haber al mismo tiempo
una lectura de cómo se organiza los cuerpos y el sentido en función de los
cuerpos.
Hay una lucha contra las grandes tradiciones metafísicas; en Marx
-desde la juventud hasta los textos de madurez- aparece una lucha constante
contra los grandes conceptos -por ejemplo Sociedad e Historia- una lucha por
desmantelar estas ideas que después paradójicamente fueron parte del marxismo.
Para Marx la Historia es algo que aparece pegado a los cuerpos pero no tiene
una existencia en sí; hay cuerpos individuales y esos cuerpos no son aislados,
son necesariamente interrelacionados, en definitiva, no existe un individuo
sino siempre muchos; entonces, aparecen problemas que son claramente de
principios del siglo XX como es la cuestión de la multiplicidad.
— ¿Hay alguna hipótesis en este análisis de Marx y su perspectiva del
sujeto?
La hipótesis fundamental es que en Marx hay una teoría del
sujeto que está implícita, en parte porque no es común que haya teorías del
sujeto en el siglo XIX – Marx mismo no lo hubiera aceptado-. La idea es ver
cómo aparece en los textos económicos el objeto subjetivo. Por ejemplo,
términos puramente económicos como la mercancía, hablan en Marx en términos
subjetivos. La mercancía no es una cosa sino que es una cosa metafísica, un
objeto físicamente metafísico, esto está hablando de este doblez, en el cual
esas estructuras que durante mucho tiempo el marxismo planteó como sin sujeto,
en Marx es al contrario, tienen un correlato subjetivo y lo está mostrando el
fetichismo.
— ¿De qué manera el trabajo junto a León Rozitchner influencia tus
investigaciones actuales?
Me formé mucho con León Rozitchner y él hacía esto de leer
las condiciones subjetivas de escritura, hay un deseo incluso para escribir
algo y sin ese deseo no se escribe, incluso en el texto más duro. En Los
Grundrisse de Marx (o Elementos fundamentales para la crítica de la economía
política, recopilación de anotaciones de Karl Marx completada entre 1857-1858,
que se consideran borradores de su obra cumbre, El Capital), hay una ruptura de
ese discurso más duro de los otros textos. Me acerqué a estos temas a partir de
León y es el ámbito de investigación de mi trabajo.
— ¿Cómo fue ese equipo de trabajo junto al filósofo y tu vínculo personal
con él?
Me ofrecieron en algún momento ir a ayudarlo porque tenía
mucho trabajo inédito, tenía 84 años y me ofrecieron ayudarlo a ordenar sus
papeles. Para mí eso era extraordinario porque era conocer la cocina de un tipo
que yo leía. En ese momento, yo estaba leyendo de Sartre La crítica de la razón
dialéctica y leía algo que no me convencía. Que los grupos como sujetos
colectivos se constituían en función de un juramente, era la tesis de Sartre en
algunos pasajes; el juramente organizaba los grupos. Veía que los grupos tienen
una estructura mucho más libidinal, más corporal. Cuando Sartre llega al
cuerpo, la fiesta ya había terminado. Y entonces leo el libro de León que
escribe en el 63 cuando viaja a Cuba, Moral burguesa y revolución, adonde llego
a través de la película Memorias del Subdesarrollo de Gutiérrez Alea ya que
cita un texto de León. Habla de los contrarrevolucionarios y la verdad de ese
grupo derrotado. Los distintos miembros del grupo dicen ‘yo vine porque me
trajeron’; un terrateniente dice ‘yo durante el gobierno de Battista no tuve
nada que ver’, y el único que dice ‘acá hay un grupo’, es el torturador, que
dice: ‘fueron ellos los que me dieron trabajo, yo con mi trabajo de asesino
sostenía que el otro fuera terrateniente’. La verdad del grupo, es decir de esa
moral burguesa, está en el asesino, el asesino es la verdad expulsada de esa
farsa; ese trabajo material de asesinar es lo que permite el trabajo espiritual
de esas clases altas. Me pareció un texto mucho más contundente de cómo se
forman los grupos.
Cuerpos y
afectos
— ¿Qué es puntualmente lo que encontrás en ese texto?
Ahí empecé a trabajar y ahí descubrí una cosa inmensa que es
la obra de León. El trabaja, fundamentalmente, cómo se organizan los cuerpos y
los afectos y como se hace esto en una sociedad capitalista y al mismo tiempo
cristiana. En un momento aparece el cristianismo de una manera más explícita,
-siempre había sido cómo se forman subjetivamente las relaciones que permiten
que los individuos vivan en una sociedad capitalista-. Si hay capitalismo y
estructuras económicas y contradicción entre las fuerzas productivas y los
medios de producción, es porque hay una forma subjetiva para que eso suceda
así, y eso es lo que investigo. Yo empiezo en 2008 a trabajar en la cátedra de
Sociología de León; en 2007 en su casa; esos años nunca ordenamos nada ni se
publicó nada, pero charlamos muchísimo sobre cada libro, nos juntábamos y
discutíamos esos textos. A veces eran trabajos o escritos pero desordenados,
excepto uno sobre Simón Rodríguez. Aparecieron ideas para libros.
— ¿Llegaron a publicarse?
En vida no llegó a publicar casi nada. Lo que sí llegamos a
publicar con Diego Sztulwark, que es el otro editor de las obras, en la
editorial Tinta Limón, es Materialismo ensoñado, que León llegó a preparar y
son textos con una escritura mucho más poética porque pretenden hablar del
nivel más arcaico de la subjetividad, de la estructura más íntima del sujeto
que tiene que ver con un momento arcaico del sujeto que es su relación con la
madre. Eso sería lo que León le critica a Marx: está faltando en este materialismo
histórico la historia del sujeto, la historia más intima de cada individuo.
— ¿Pero el psicoanálisis no compensa esa falta? León es psicoanalista…
Claro, León estudió filosofía en la Sorbona y fue de los
fundadores del psicoanálisis en Argentina.
— Otro libro fundamental de la obra de Rozitchner es La izquierda sin
sujeto. ¿Cuál es su núcleo?
Hay un tránsito social que hay que hacer, y al mismo tiempo
nosotros somos los sostenedores de este sistema. Cada miembro de la organización
-dice León discutiendo los años 60- es portador de eso que en parte quiere
sacar grupalmente a nivel estructural, y si no se hace el tránsito vivido
-primero- de poner en evidencia cuáles son estas categorías del enemigo (de la
sociedad burguesa que tenemos como formándonos) y al mismo tiempo hacemos el
transito de revertir eso; si no lo hacemos explícito, estamos reproduciendo
aquello que queríamos revertir. Ese es el núcleo de La izquierda sin sujeto, es
decir, esa izquierda centrada en los grandes procesos socioeconómicos y
políticos que no tiene en cuenta las determinaciones afectivas que sostienen
finalmente esos procesos. Porque si no existiesen individuos, no hay ningún
proceso político capitalista; no hay fuerzas productivas ni medios de producción
ni nada si no es sostenido por sujetos particulares con una historia de acceso
a la cultura y organizados afectivamente.
Si vemos mercancías y nos organizamos en función del valor
de uso y de cambio, es porque nosotros somos parte de ese sistema capitalista,
nosotros en lo más intimo de nuestra estructura corporal. Ese es uno de los
problemas que León señalaba y yo pretendo ver en Marx y que creo que está todo
el tiempo y ya está presente en Los Grundrisse, esta cuestión entre lo
subjetivo y la estructura económica.
— ¿De qué manera a través del análisis de la obra de Marx podría pensarse
en un posible cambio de las actuales condiciones sociales?
Cuando León analiza que la madre da todo a cambio de nada y
una forma de vinculación totalmente diferente a lo que es la de la
estructuración capitalista, son formas siempre presentes que posibilitarían un
cambio. Creo que la filosofía, y acá me gusta una frase de Deleuze, que dice
que la filosofía, o no sirve para nada, o sirve para odiar un poco más la
estupidez.
Pocos momentos históricos uno podría mirar el panorama
mundial y encontrar tan pocos focos de resistencias como ahora; pocas ofensivas
contra el capitalismo, o son muy tenues y tienen que ver con luchas puntuales,
pero bajo ningún punto de vista hay niveles de avance. Creo que en esos
momentos, este hecho de odiar la estupidez, sirve porque la estupidez es parte
muy fundante del sistema capitalista. Marx dice que nos volvemos estúpidos con
relación al uso de la mercancía. El odio tiene muy mala prensa, pero hay odios
muy válidos. Marx dice: cuando somos mercancías, nos volvemos estúpidos. Creo
que la filosofía podría ayudar a despertar ciertos odios con la estupidez
propia.