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Friedrich Engels ✆ Edin Hendo |
Montserrat Galcerán Huguet | Engels ha sufrido un trato injusto por la
crítica. El hecho de haber vivido y trabajado junto a Marx, de haber trabado
unas relaciones tan intensas y complejas con él que bien podría decirse que el
"marxismo" es en cierto sentido el producto del diálogo entre Engels
y Marx, lo cual no le ha servido ante la crítica y la historiografía más que
para ganar el título de compañero de viaje. Y lo sorprendente es que dentro de
la historia del marxismo teórico, Engels ocupa un lugar principal, pues al lado
de su participación teórica hay que indicar que fue quien divulgó el marxismo,
quien educó en el marxismo a los líderes del movimiento obrero, quien
protagonizó el proceso de marxistización del socialismo. Además, es en torno a
su pensamiento donde se dio la batalla entre "ortodoxia" y
"revisionismo" y, luego ya en el siglo XX, los debates sobre la
dialéctica materialista. En este sentido no es exagerado afirmar que Engels,
más que Marx, ha estado presente en la historia del marxismo en los momentos de
debates más agudos.
Hay un conjunto de textos engelsianos de referencia de la
crítica continuamente citados y valorados. Nos referimos al Anti-Dühring, a la Dialéctica de la Naturaleza, al Ludwig
Feuerbach y al Origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado, fundamentalmente; pero hay otros que
apenas son conocidos, apenas leídos y tenidos en cuenta. Trabajos de tema y
contenido desigual, que responden a coyunturas diferentes, que se encuadran en
las necesidades concretas de la lucha ideológica, del movimiento obrero, de la
coyuntura social. Sin quitar relevancia a sus textos filosóficos, nos parece
que poner de relieve estos otros no sólo es razonable sino una forma de
posibilitar una mejor comprensión de aquellos. Pues los textos filosóficos de
Engels, los que tantos debates han originado, deben situarse en esa larga tarea
de casi cincuenta años.
Por ello, hay que subrayar que incluso la crítica de los
"textos filosóficos" tiene como defecto principal el de no situarla
en la historia, en el proyecto global; una crítica de detalles que no tiene en
cuenta la figura del revolucionario. No se trata de afirmar que las
deficiencias teóricas, científicas o filosóficas deban ser disculpadas por su
lucha política, por su posición de clase. Se trata de reivindicar que la obra
de Engels es la de un político con un programa: su producción teórica está
subordinada a la coyuntura, a los objetivos, a las posiciones a combatir, a los
sectores que hay que atraer.
El
descubrimiento del proletariado en lucha
Partiendo de unos inicios literarios, el primer esfuerzo
teórico de Engels por enfrentarse a la realidad social aparece muy pronto,
hacia 1840-41, en las Cartas de Wüppertal
publicadas en diversos periódicos. Su actitud es fuertemente crítica y su
posición la típica de la Ilustración: ante una realidad que conoce bastante
bien en sus manifestaciones externas, su crítica es la simple valoración
subjetiva de sus experiencias. Dos son los elementos claves de las Cartas, la
religión pietista y la miseria de las clases trabajadoras, y ellos como centro
de la realidad social su discurso gira en torno a una tesis nada original pero
importante cara a su propio desarrollo: miseria social y pietismo están unidas.
La miseria hace a los trabajadores refugiarse en el alcohol on en la religión;
los patronos utilizan la religión para reproducir la miseria. El pietismo es el
aliado de los patronos: capitalismo y religión son dos aspectos de una
civilización que produce la opresión política y la miseria humana. Se trata de
un periodismo en que lo literario se ve desplazado hacia lo concreto, aunque se
haga desde posiciones abstractas y con alternativas inaplicables. La lucha es
justa y los problemas son reales, y cada vez más acuciantes; y aunque el
análisis es insuficiente, para Engels se han clarificado las claves del
problema: ha configurado el triángulo fábrica-pietismo-miseria, que poco a poco
se irá desarrollando hasta convertirse en la base
economía-superestructura-explotación.
El viaje a Inglaterra a finales de 1842 supone un fuerte
cambio en su producción por el efecto que causó en el joven Engels el
capitalismo británico. De aquellos años son las Cartas de Inglaterra y las
Cartas de Londres, muestra que el desarrollo intelectual de Engels es algo
más complejo de lo que él mismo pensaba como "paso de la filosofía a la
economía", pues no solamente permiten poner en cuestión la ruptura con la
filosofía, sino que fuerza a pensar que el enfoque de Engels seguía siendo
filosófico y que incluso el impacto que en él causó el capitalismo británico
fue vivido a través de la filosofía, mediatizado por ella.
Y en Inglaterra encuentra el capitalismo, pues lo que había
conocido en Alemania eran sólo algunos efectos de éste, pero no su esencia. En
Inglaterra encuentra las enormes ciudades de 400.000 habitantes como
Manchester, o de 3.000.000 como Londres, ciudades que producían más de la mitad
del tejido de algodón mundial; con una industria poderosa, una red ferroviaria
avanzada y unas concentraciones de capital sorprendentes. Encuentra una
burguesía emprendedora, "progresista", un Estado parlamentario y un
aparato jurídico moderno. Engels encuentra allí realizado gran parte del
programa reivindicativo de los intelectuales alemanes. La "filosofía del
progreso" que en Alemania era el arma de combate, en Inglaterra se
materializaba en las instituciones; las "ideas del siglo" se
plasmaban en el orden civil y político. En suma, Engels encuentra en Inglaterra
la materialización de la esencia del programa liberal progresista, desposeído
del utópico humanitarismo con que lo planteaban los intelectuales alemanes. Y resulta
que la esencia de dicho programa reproducía y agudizaba la miseria de los
trabajadores, que la libertad (de comercio, de contratación y despido, de
prensa y asociación) perpetuaba el sufrimiento y la sumisión. También halló las
claves del Estado burgués: el carácter de clase de los partidos y el uso de los
aparatos de Estado por la clase en el poder.
Pero por encima de todo, lo que Engels encuentra en
Inglaterra es la lucha obrera, y comentará entusiasmado la consigna del primer
sindicalismo de "el bien social por el poder político", afirmará
sorprendido que "no hay semana sin huelga" y sobre todo repetirá
insistentemente que los obreros no luchan por principios, por ideas, sino por
sus intereses, haciendo "necesario" el proceso revolucionario. Sin duda
su análisis es aún ingenuo, mostrando con claridad sus limitaciones en cuanto
al conocimiento de la producción capitalistas: son sus deseos subjetivos los
que fuerzan a ver la revolución como necesaria; pero también es su filosofía de
la historia la que promete al final la liberación. Desde esta posición
filosófica la experiencia inglesa es apropiada para el optimismo: la situación
empeora, las luchas de clases son cada vez más duras, la organización obrera es
cada vez más fuerte... sólo falta que la clase obrera tome conciencia, cosa que
no ocurre de momento. Presiente, intuye su fuerza, pero aún no es consciente de
sí.
Curiosamente Engels subraya cómo si se pregunta a los
ingleses por la revolución no la creen posible, y ésa es su limitación: les
falta la teoría, la filosofía que les permita tomar conciencia de sí, de su
fuerza, de la necesidad de su misión histórica. El comunismo de Engels sigue
siendo filosófico, moral, pero cuenta con un apoyo material: situaciones y
elementos sociales que le permiten afirmar que no hay sólo una necesidad
lógico-filosófica, sino que hay tendencias sociales reales, fuerzas materiales
que apuntan hacia el comunismo. De aquí surgirán las claves de su posición
teórica en estos momentos: había que unir filosofía y lucha obrera, así como
aunar las distintas formas de avanzar hacia el comunismo: a través de la
filosofía alemana, del cambio político en Francia y de las luchas sociales en
Inglaterra.
La
fundamentación histórica del comunismo
Como efecto de esta posición Engels se dedica a una intensa
tarea de información en un doble frente. por un lado, una información empírica
de la economía y la política inglesas, manejando documentación legal,
comercial, estadística. La "situación en Inglaterra", tema constante
de su producción teórica y que incluso se reitera en los títulos de sus
trabajos, se va perfilando cada vez más gracias a este manejo de fuentes y
datos. Por otro lado, se dedica a una no menos intensa lectura de
historiografía filosófico-política y de economía, aunque su interpretación esté
fuertemente orientada y subordinada a una posición de clase y al objetivo
ideológico-teórico de fundamentar con información histórica las tesis
anteriormente expuestas. La "perspectiva de clase" se introducía así
como un elemento clave del análisis histórico, y en ella la práctica
historiográfica descubría nuevos significados, nuevas funciones en las ideas,
en los textos y en los hechos históricos.
En 1844 saldrían a la luz los primeros frutos de esta tarea
de información y afianzamiento teórico: La situación en Inglaterra y un trabajo
más avanzado, Esbozo de una crítica de la economía política. En ambos lo
económico aparece como dominante en su reflexión y análisis y como determinante
en su teoría de la historia. Es decir, a medida que Engels profundiza en el
análisis de lo económico (tanto de la estructura económica como de la ideología
y la economía política) irá concediendo un mayor papel a este nivel social como
determinante del proceso histórico, llegando a veces a un economicismo radical.
Y cada vez con mayor precisión irá situando la propiedad privada como la clave
de lo económico. El capitalismo, caracterizado por la separación entre capital
y trabajo, por la producción de riqueza que genera la miseria de los
productores, por el dominio del hombre sobre la naturaleza al mismo tiempo que
esclaviza a los hombres tienen su raíz en las relaciones de la propiedad
privada. Lo que antes era una intuición (la propiedad privada dividía a los
hombres en pobres y ricos, opresores y oprimidos, generaba inevitablemente
desigualdad y luchas sociales) poco a poco se va convirtiendo en un concepto
teórico clave para el análisis histórico del desarrollo económico y social.
También en estos trabajos formula la tesis de la
"economía política" como ideología histórica de la burguesía, que
oculta las claves del capitalismo e impide tener conciencia de su naturaleza.
Es necesario subrayar cómo aquí se abre una constante del marxismo: la crítica
ideológica, la crítica de la economía burguesa como ideología. Algo que por
cierto impresionará a Marx y que le llevará hacia estos estudios y a retomar
esta crítica. Igualmente hay que destacar los análisis de Engels sobre el siglo
XVIII, los orígenes del capitalismo, ligados a la revolución industrial,
estableciendo la línea ciencia-industria-capitalismo; también la correlación de
lo económico con la estructura del Estado y con las teorías sociales. Por
último, su distinción entre "democracia política", que sólo es una
fase transitoria hasta que se desarrolle el otro principio, la "democracia
social", el socialismo.
La situación de la clase obrera en
Inglaterra
Esta obra, que marca una cota en su desarrollo intelectual y
político, viene a ser un compendio maduro de toda su etapa anterior. En ella no
solamente se recogen de forma sistemática todas las elaboraciones teóricas ya
aparecidas en sus diversos trabajos, sino que se articula de nuevo la
descripción de la miseria, el análisis científico y los argumentos de
esperanza.
El libro aparece en 1845, y ahora se contempla el modo de
producción capitalista como fase necesaria de la lógica del desarrollo
histórico; el esquema ciencia-revolución industrial- desarrollo
capitalista-división del trabajo adquiere fuerza y precisión, bien apoyado con
documentación empírica. La clase trabajadora como producto necesario de la gran
industria y la explotación como naturaleza del capitalismo quedan
definitivamente sentadas. La situación del obrero, que no puede escapar a la
explotación si no es en la alternativa comunista, sirve ya para diferenciar el
reformismo de la opción revolucionaria; y el eje del análisis
prosperidad-crisis-prosperidad-crisis constituye la forma necesaria del
desarrollo capitalista y el factor principal a tener en cuenta en toda
estrategia. Se define al Estado como poder de la burguesía, la policía y la ley
constituyen medios de sumisión de la clase trabajadora; la libertad no deja al
proletariado "otra opción que enriquecer al patrón o morirse de
hambre". Y la economía política, la religión, el liberalismo... son
ideologías como máximo reformistas, que legitiman y reproducen lo existente,
que ocultan -al tomarlo como principios- la raíz de la miseria social y con
ello dificultan la conciencia de clase. Pues esa conciencia pasa por ver en la
propiedad privada y en la competencia las causas de la miseria, los elementos a
suprimir en una alternativa realmente progresista y con salida.
De todas formas, y a pesar de subrayar con insistencia la
contradicción insuperable entre burguesía y proletariado y la necesidad de la
lucha de clases, Engels sigue viendo el proceso desde la filosofía ilustrada.
El proletariado encarna el progreso de la humanidad, el portador de las
cualidades morales e intelectuales del nuevo ser humano. Entre la historia como
lucha entre luces y sombras, y la historia como lucha de clases hay una gran
distancia, pero en Engels siguen presentes ciertos elementos mesiánicos y
moralistas. Así, la lucha de clases no es solamente efecto de unos conflictos
de intereses; es mucho más, es la forma de surgimiento del nuevo hombre, de la
nueva conciencia, de la nueva moral, que surgen en la lucha de clases, como
afirmación de una humanidad que la realidad niega y que sólo enfrentándose y
negándola puede surgir y liberarse. El tono poético de muchas de sus
descripciones no debe ocultar este hecho: ya en Engels se plantea la
contraposición entre una teoría del desarrollo histórico claramente
determinista y la concepción de que el proletariado se libera a sí mismo tras
asumir conciencia de sí mismo, como una opción filosófica e incluso moral.
Con esta obra se cierra pues una etapa. Tuvo un gran éxito y
fue sometida a largos debates, sirvió además de materia de reflexión a grupos
socialistas, pero también de diana de fuertes y duras reacciones en contra. A
Engels también le sirvió para plantear su gran opción vital: abandonar los
negocios y optar por una vida dedicada a la teoría y a la práctica política, en
la que se une a Marx.
Materialismo
e idealismo. El final de la filosofía
Según Engels -que heredó esta idea de Leibniz, Fichte y
Feuerbach- la oposición entre materialismo e idealismo es la cuestión central
sobre la que ha girado siempre la filosofía. En su opinión se trataba, en
última instancia, de un debate acerca de la creación del mundo. Los idealistas
eran aquellos que mantenían que el espíritu (ya fuera un creador divino o la
Idea hegeliana) es anterior a la naturaleza, mientras que los materialistas
pensaban lo contrario. El subjetivismo de Berkeley, según el cual el ser es
igual a ser percibido, cae, por supuesto, en el lado idealista de la división.
Aunque la historia de la filosofía ha consistido siempre en el debate entre
estas dos ideas, éste no se ha desarrollado en términos idénticos siempre. Han
habido épocas, por ejemplo la Edad Media cristiana, en las que la civilización
no ha conocido el materialismo en sentido estricto. Aun así, en las
controversias básicas de la época podemos detectar algo afín al materialismo en
la idea nominalista relativa a los universales, que muestra un cierto interés
por la naturaleza física y su concreción. En la historia de la filosofía han
habido también muchas doctrinas que intentaron hallar un compromiso o termino
medio entre ambos puntos de vista, aun siendo como son irreconciliables. Por
ello es difícil distinguir dos corrientes principales que expresen las
opiniones opuestas de toda su pureza y abarquen entre sí a toda la historia del
pensamiento. No obstante, siempre hallamos dos tendencias en conflicto, de las
cuales una está más próxima al punto de vista materialista o contiene más
elementos e los que suelen acompañar al materialismo en su forma pura. El hecho
de que las tendencias idealistas o espiritualistas son más frecuentes en la
filosofía se debe, según Engels, a la división entre el trabajo físico e
intelectual, la autonomía resultante de los productos del pensamiento y la
existencia de una clase de ideólogos profesionales que, por su propia
naturaleza, tienden a adscribir la primacía al espíritu, en vez de a la
materia.
¿Cómo definir con exactitud el punto de vista materialista?
Dado que Engels supone que la oposición básica de la filosofía es la oposición
entre naturaleza y espíritu, podría parecer que las dos visiones opuestas
expresan una suerte de dualismo: así, aunque los materialistas consideran al
espíritu como genéticamente secundario a la naturaleza, deben también
considerarlo como algo separado y diferente. Pero de hecho Engels no adopta
esta perspectiva. En su opinión, la oposición entre naturaleza y espíritu no es
la oposición entre sustancias diversas en una particular relación genética la
conciencia no es una cosa en sí, sino un atributo de los objetos materiales
(cuerpos humanos) organizados de cierto modo, o procesos que tienen lugar en
ellos. La suya es así una óptica monista, que rechaza la creencia en cualquier
forma de ser que no pueda considerarse material.
Pero para saber qué es el materialismo debemos definir antes
la materia. En algunos pasajes Engels parece adoptar un punto de vista
puramente cientifista o fenomenalista y eludir la categoría de sustancia. Por
ejemplo, cuando dice que "la concepción materialista de la naturaleza no
significa nada más que la simple concepción de la naturaleza como es, sin
aditamentos extraños" (Dialéctica de
la Naturaleza, "De la historia de la ciencia"); y también:
"la materia en cuanto tal es una pura creación del pensamiento y una
abstracción. Cuando reunimos las cosas con existencia corporal bajo el concepto
de "materia", no tomamos en cuenta sus diferencias cualitativas. Por
ello, la materia en cuanto tal, como distinta de las partes materiales
existentes, no es nada que exista en el mundo de los sentidos" (ibídem,
"Formas de movimiento y materia"). De esto se sigue que el
materialismo de Engels no es una ontología en sentido usual, sino un
cientifismo antifilosófico que no ve la necesidad de interrogarse acerca de la
"sustancia" y se limita a los meros hechos de la ciencia natural,
libre de todos sus aditamentos especulativos.
Desde este punto de vista toda filosofía es idealista, un
adorno imaginativo del conocimiento científico; por ello, Engels profetiza el
ocaso y extinción de la filosofía. "Si deducimos el esquema del mundo, no
de nuestras mentes, sino sólo a través de las del mundo real, deduciendo sus principios
básicos de lo que es, lo que necesitamos para ello, no es filosofía, sino
conocimiento positivo del mundo y de lo que en él sucede; y el resultado de
esta deducción no es filosofía, sino ciencia positiva" (Anti_Dühring, I,
3) Con Hegel la filosofía ha llegado a su fin: "por una parte, porque su
sistema compendia todo su desarrollo admirablemente, y por otro porque aún
inconscientemente nos mostró la salida del laberinto de sistemas al
conocimiento real positivo del mundo" (Ludwig
Feuerbach, I). "El materialismo moderno... no es una filosofía, sin
una concepción del mundo [Weltanschauung] que debe probar su validez y ser
aplicada no como "ciencia de las ciencias", situada aparte, sino
entre las ciencias reales.
La filosofía es así "suprimida es decir abolida y
preservada _abolida en cuanto a su forma y preservada en cuanto a su contenido
real" (Anti-Dühring) "Tan
pronto como se exija a cada ciencia individual que comprenda claramente su
posición en la totalidad de las cosas y en nuestro conocimiento de ellas, no
habrá ya necesidad de una ciencia especial que verse sobre la totalidad. De
toda la filosofía anterior, todo lo que sobrevive independientemente es la
ciencia del pensamiento y sus leyes, es decir, la lógica formal y dialéctica.
Todo lo demás está incluido en la ciencia positiva de la naturaleza y la
historia" (ibídem,
Introducción).
Engels considera, pues, a la filosofía o bien como una
descripción puramente especulativa del mundo o como un intento por percibir las
conexiones generales entre los fenómenos por encima de las definidas por la
ciencia natural. La filosofía en este sentido está obligada desaparecer, no
dejando tras de sí más que un método de raciocinio que tiene en común con la
"antigua filosofía" el hecho de que tradicionalmente se consideró
parte de ella, aunque no su parte esencial. Engels no se expresa de forma
inequívoca, pero básicamente sus ideas están en línea con el positivismo tan
difundido en su época: la filosofía es una adición superflua a las ciencias
particulares, y pronto no quedarán de ella más que las reglas del pensamiento,
es decir, la lógica en sentido amplio. Pero la cuestión presenta también otro
aspecto. Mientras que, en el pasaje citado, Engels habla de la
"dialéctica" queriendo significar simplemente las leyes del pensamiento,
otras veces utiliza este termino para denotar un sistema legítimo y global de
conocimiento de las leyes más generales de la naturaleza. En este sentido, es
mucho menos antifilosófico que lo que parecía a simple vista. La filosofía
sería así la ciencia de las leyes más generales de la naturaleza; sus
conclusiones derivarían lógicamente de los datos proporcionados por las
ciencias "positivas", aun cuando pueden no haber sido formuladas por
ninguna de ellas.
Los escritos de Engels defienden alternativamente la idea
más implacable y la más tolerante hacia la filosofía; pero incluso esta última
está de acuerdo con el positivismo de la época, que no quería abandonar la
filosofía sino sólo reducirla a aquello que pudiera deducirse de las ciencias
naturales. De cualquier modo, el materialismo no es una ontología, sino un
método que prohíbe la suma de la especulación con el conocimiento positivo. No
obstante, Engels utiliza el término "materia" para denotar o la
totalidad de los seres físicos o lo que queda de las cosas cuando se las
despoja de sus diferencias cualitativas. "La unidad real del mundo
consiste en su materialidad" (Anti Dühring, X, 4): es decir, todo lo que
es el mundo físico perceptible por los sentidos; no hay una naturaleza invisible
o un mundo oculto diferente del observado por el científico.
Engels no indica si el materialismo en sentido puramente
metodológico o fenomenalista es idéntico con la idea de que el mundo es una
unidad material o si esta idea es la misma que la de la primacía de la materia
sobre el espíritu. Oscila entre un fenomenalismo cientifista despojado de
categorías metafísicas y un materialismo sustancialista que sostiene que
"hay una verdadera forma original de ser cuyas diferentes manifestaciones
constituyen los sucesos del mundo empírico. La materia, que es este ser
original, se caracteriza permanente y esencialmente por el 'movimiento', que
incluye cambios de todo tipo; de otra forma, la fuente del cambio debería
buscarse fuera de la materia, en algo semejante al "primer impulso"
(primum mobile) de los deístas. El movimiento es la forma de la materia, no
creada e indestructible.
La dialéctica de la naturaleza y del
pensamiento
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Foto: Montserrat Galcerán Huguet |
La dialéctica es, según Engels, el estudio de todas las
formas de movimiento o actividad en la naturaleza, en la historia humana y en
pensamiento. Hay así una dialéctica objetiva que gobierna la naturaleza, y una
dialéctica subjetiva que es el reflejo de estas leyes en mente humana. El
término dialéctica" es utilizado en un doble sentido, en relación a los
procesos de la naturaleza y la historia o al estudio científico de estos
procesos. Si somos capaces de pensar dialécticamente es porque nuestras mentes
obedecen a las mismas leyes que obedece la naturaleza: "la dialéctica de
la mente es sólo el reflejo de las formas de movimiento del mundo real, tanto
en la naturaleza como en la historia" (Dialéctica
de la Naturaleza, "Ciencia
natural y filosofía").
Según esto, Engels aceptó un enfoque psicológico de acuerdo
con las doctrinas naturalistas de su época, es decir, consideró sus leyes como
hechos, como regularidades empíricas: el funcionamiento del sistema nervioso.
Sin embargo, sólo el hombre es capaz de pensar dialécticamente. Los animales
pueden realizar operaciones que suponen la participación de la "razón"
en sentido hegelianos, es decir, las abstracciones elementales de inducción,
deducción, síntesis y experimento; el pelar nueces es el comienzo del análisis,
y los animales amaestrados muestran un poder de síntesis pero el pensamiento
dialéctico supone la facultad de examinar los conceptos, y esto es peculiar al
hombre.
La dialéctica -en el sentido del pensamiento que percibe la
fenómenos en desarrollo, sus internas contradicciones, la interpenetración de
los opuestos y la diferenciación cualitativa- surgió gradualmente en la
historia. La hallamos en embrión en el pensamiento griego y oriental y también
en los dichos populares como el de que "los extremos se tocan"; pero
sólo la filosofía alemana, y sobre todo Hegel, le dieron la forma de un
completo sistema conceptual. Si embargo, antes de ser útil a la ciencia, tenía
que ser interpretada en sentido materialista. Los conceptos debían ser
despojados de su fuerza autogeneradora y reconocidos como el reflejo de
fenómenos naturales; el método que consistía en dividir las ideas en contrarios
y sintetizarlas luego en unidades superiores pudo considerarse entonces como
una imagen de las leyes que gobiernan el mundo real.
Las leyes de la dialéctica pueden reducirse a tres: el
tránsito de la cantidad a la cualidad y viceversa; la interpenetración de los
opuestos y la negación de la negación. Estas son las leyes formuladas por Hegel
y consideradas como rectoras de la naturaleza, la historia y la mente humana.
Cantidad y
calidad
La ley de que la cantidad se transforma en calidad o, más
precisamente, de que las diferencias cualitativas surgen de la acumulación de
diferencias cuantitativas, puede explicarse como sigue. Las diferencias,
cuantitativas son aquellas que pueden caracterizarse exhaustivamente por la
distancia entre puntos de una misma escala (temperatura, presión, tamaño,
número de elementos, etc.). Las diferencias que no pueden expresarse
simplemente en número son cualitativas. En el mundo natural se observa que el
aumento o disminución del aspecto cuantitativo de una cosa lleva en un
determinado momento (generalmente bien definido) a un cambio cualitativo.
Además, la dialéctica afirma que los cambios cualitativos se producen sólo por
aumento o disminuciones cuantitativas. Los cambios de este tipo se producen en
todos los ámbitos de la realidad. Una diferencia en el número de átomos de un
determinado elemento en la molécula de un compuesto químico produce una
sustancia con propiedades bastante diferentes, por ejemplo, las series de
hidrocarbonos, alcoholes, ácidos, etc.). La corriente de una cierta intensidad
hace que el filamento se vuelva incandescente; los cuerpos cambian de
consistencia según la temperatura, fundiéndose o congelándose en un punto
definido. Las ondas de luz y sonido son perceptibles por los receptores humanos
dentro de ciertos límites de frecuencia, y aquí el umbral de percepción
representa una diferencia cualitativa producida por un cambio cuantitativo. Una
suma de dinero tiene que alcanzar un volumen determinado para convertirse en
capital, es decir, para producir plusvalía; la colaboración de dos hombres no
es una mera unión sino la multiplicación de sus respectivas fuerzas (no todos
estos ejemplos proceden de Engels, pero están de acuerdo con su pensamiento).
En general, los cambios cualitativos resultantes de un
aumento o descenso pueden apreciarse en todos los casos en que distinguimos
entre una aglomeración y un todo integrado. La naturaleza da numerosos ejemplos
de situaciones en las que el todo no es meramente la suma de sus partes, sino
que éstas adquieren nuevas propiedades por el hecho de formar parte de un
sistema integrado, mientras que el sistema crea nuevas regularidades que no
pueden deducirse de las leyes que rigen sus elementos. Este concepto de
totalidad pasó a ser, tras la época de Engels, un elemento importante de la
metodología y una categoría esencial en formas como la psicología de la
Gestalt, el holismo en biología, etc.; también puede hallarse en el pensamiento
griego, por ejemplo cuando Aristóteles dirige su atención hacia la diferencia
entre un todo integral y una combinación de elementos. Pera la ley de la
transformación de la cantidad en cualidad eleva estas simples observaciones a
principio universal. El hecho de que la estructura de los organismos depende en
parte de su tamaño es también un caso particular de la ley: un animal con la
estructura de una hormiga no puede ser tan grande como un hipopótamo e
inversamente. Incluso en las matemáticas, afirma Engels, hay diferencias
cualitativas, por ejemplo, en las raíces y potencias, la inconmensurabilidad de
magnitudes infinitamente grandes o pequeñas con las magnitudes infinitas, etc.
La oposición de las diferencias cualitativas ilustra
claramente el contraste entre el materialismo de Engels y el de los
mecanicistas. Estos últimos-por ejemplo, Descartes, Hobbes, Locke y la mayoría
de los materialistas franceses del siglo XVIII-S propusieron mostrar que la
diferenciación cualitativa no es inherente al mundo, sino que es un rasgo de
nuestra percepción, y que los atributos auténticos o "primarios" de
las cosas son atributos geométrico de tamaño, forma y movimiento; todo lo demás
es una ilusión causada por nuestra reacción subjetiva a los estímulos
mecánicos. Por otra parte, Engels reproduce en cierta medida, si bien de forma
más exacta, las ideas de Francis Bacon, que creía que las diferencias
cualitativas no podían reducirse a coordenadas cuantitativas. La ley de la
transformación de la cantidad en cualidad afirma meramente que hay rasgos no
aditivos en la naturaleza y la sociedad, o quizás que no hay cualidades
puramente aditivas, es decir, que puedan ser intensificada indefinidamente sin
dar lugar a nuevas proporciones o a la desaparición de las existentes. Las
contradicciones del mundo
La segunda de las leyes dialécticas de Engels es la del
desarrollo mediante la contradicción y la interpenetración de los opuestos. Sus
observaciones sobre este principio están más condensadas que el resto de su
argumentación. Afirma que "los dos polos de una antítesis como el positivo
y el negativo, son mutuamente tan inseparables como opuestos, y a pesar de su
oposición se interpenetran el uno al otro (Anti-Dühring,
Introducción). El fenómeno de la polaridad se produce en el magnetismo, la
electricidad, la mecánica, la química, el desarrollo de los organismos
(herencia y adaptación) y en la vida social. Sin embargo, no se trata
simplemente de advertir este hecho, sino de afirmar que la naturaleza contiene
en sí contradicciones, cuya oposición e interpenetración es la fuente de todo
desarrollo. En opinión de Engels, la existencia de contradicciones en la
naturaleza es una refutación de la lógica formal, una de cuyas leyes
primordiales de pensamiento, como se denominaba, era el principio de
no_contradicción. Según Engels, "el propio movimiento es una
contradicción: incluso el simple cambio mecánico de lugar sólo puede tener
lugar en un cuerpo que está en un mismo momento en uno y otro lugar, estando en
un mismo lugar y también no estando en él" (Anti-Dühring, I, XII). Esto es aún más patente en los fenómenos
complejos. "La vida consiste precisamente en esto, en que un ser vivo es
en cada momento él mismo y algo más. Por ello, la propia vida es una
contradicción objetivamente presente en las cosas y procesos, que se afirma y
resuelve constantemente a sí misma"(ibid.).
Incluso la ciencia matemática está llena de contradicciones. "Por ejemplo,
es un contradicción que una raíz de A pueda ser una potencia de A, y que A
elevado a la potencia de un medio es la raíz cuadrada de A. Es una
contradicción que una cantidad negativa sea el cuadrado de algo, pues todo
negativo multiplicado por sí mismo da un positivo... Y también que la raíz
cuadrada de -1 sea en muchas ocasiones el resultado necesario de correctas
operaciones matemáticas" (ibid.). De igual forma las sociedades se
desarrollan a través de una incesante serie de contradicciones. Engels fue
criticado por su idea de que las contradicciones están tan presentes en la
naturaleza que no pueden ser descritas sin violar la lógica, es decir, que las
contradicciones lógicas son un rasgo del universo. La gran mayoría de los
marxistas contemporáneos afirman que el principio de "desarrollo mediante
la contradicción" no significa rechazar la regla lógica de no-contradicción;
y observan que cuando Engels, siguiendo a Hegel, habló de que el movimiento era
una contradicción repetía la paradoja de Zenón de Elea, con la única diferencia
de que Zenón declaró que el movimiento era imposible porque era contradictorio,
mientras que Engels afirmó que la contradicción está en la naturaleza de las
cosas. En la actualidad muchos marxistas piensan que es posible hablar de
contradicción en el sentido de tendencias conflictivas o contrarias en la
naturaleza y la sociedad, que son la causa del desarrollo y evolución de las
formas superiores, sin rechazar necesariamente la lógica formal. No hay nada
ilógico en el hecho de que en la práctica existan tendencias contrarias; no se
no pide que creamos que dos proposiciones mutuamente contradictorias son
verdaderas, sino sólo que la naturaleza es un sistema de tensiones y conflicto.
La negación
de la negación
La ley de Engels de la "negación
de la negación" pretende dar una descripción más precisa de las etapas
de desarrollo a través de la contradicción, y mutatis mutandis concuerda con la
formulación de Hegel. La ley afirma que todo sistema tiene una tendencia
natural a producir a partir de sí otro sistema que es su contrario; esa
"negación" es negada a su vez para producir un sistema que es en
algunos aspectos una repetición del primero, pero a un nivel superior. Se
produce así una evolución, pero en la forma de una espiral: la oposición de
tesis y antítesis es resuelta y ambas se unen en una síntesis que las conserva
si bien de forma más perfecta. Por ejemplo una semilla se transforma en una
planta, que es la negación de ésta; esta planta produce no sólo una semilla,
sino muchas, tras lo cual muere; colectivamente, las semillas son la negación
de la negación. Con los insectos tenemos un ciclo similar de huevo, larva,
imago y huevos en gran cantidad. Los números son negados por el signo menos,
que es a su vez negado por el cuadrado; no hay diferencia en que podamos llegar
al mismo número elevando al cuadrado el positivo, "pues la negación negada
está tan seguramente atrincherada en A2 que ésta tiene siempre dos raíces
cuadradas, A y menos A" (Anti-Dühring,
I, XIII).
La historia se desarrolla según la misma regla, desde la
propiedad común entre los pueblos primitivos a la propiedad privada en las
sociedades de clase y la propiedad pública bajo el socialismo. La negación de
la negación consiste en restaurar el carácter social de la propiedad, no
volviendo a una sociedad primitiva, sino creando un sistema de propiedad
superior y más desarrollado. De igual modo, el materialismo primitivo de la
filosofía antigua fue negado por las doctrinas idealistas para asumir una forma
más perfecta en el materialismo dialéctico. La negación en sentido dialéctico
no es simplemente la destrucción del antiguo orden, sino la destrucción de
forma tal que conserva el valor de lo destruido y lo eleva a un nivel superior.
Sin embargo, esto no se aplica al fenómeno de la muerte física. La vida
contiene el germen de destrucción, pero la muerte de un individuo no conduce a
su renovación en un ser superior.
Crítica del
agnosticismo
El problema básico de la filosofía tiene también, como dijo
Engels, su "otro lado": la cuestión de si el mundo es cognoscible, de
si la mente humana es capaz de formarse una verdadera imagen de relaciones de
naturaleza independiente. En este punto el nuevo materialismo es firmemente
contrario a todas las doctrinas agnósticas como, en particular, las de Hume y
Kant. Rechaza la idea de que haya un límite absoluto de conocimiento, o que los
fenómenos sean radicalmente diferentes de las incognoscibles "cosas en
sí". Según Engels el punto de vista agnóstico es fácil de refutar. La
Ciencia está transformando constantemente las "cosas en sí" en
"cosas para nosotros" como cuando descubre nuevas sustancias químicas
que existían en la naturaleza pero eran desconocidas. La diferencia está entre
la realidad conocida y la desconocida, y no entre la conocible y la
incognoscible. Si somos capaces de aplicar nuestras hipótesis en la práctica y
utilizarlas para predecir los sucesos, esto confirma que el área bajo observación
ha sido verdaderamente dominada por el conocimiento humano. La práctica, el
experimento y la industria son el mejor argumento contra los agnósticos. Sin
embargo, el agnosticismo ha desempeñado un útil papel en la historia de la
filosofía, como cuando los científicos franceses de la Ilustración se
propusieron liberar a sus estudios de las limitaciones religiosas declarando
que los problemas metafísicos eran insolubles y que la ciencia era neutral con
respecto a la religión. Pero incluso esta actitud peca de evitar los problemas
reales pretendiendo que nunca podrán ser resueltos.
Experiencia
y teoría
La primera condición del conocimiento es la experiencia.
Engels, al igual que J.S. Mill antes que él, adoptó un enfoque empírico incluso
en matemáticas, al menos en lo que se refiere al origen de sus nociones
fundamentales:
"Los conceptos de
número y forma no se han derivado de ningún otro lugar que del mundo de la
realidad... La matemática pura se refiere a las formas espacial y a las
relaciones de cantidad del mundo real, es decir, a un material real... Pero, al
igual que en toda parcela de pensamiento, en una cierta etapa de desarrollo las
leyes abstraídas del mundo real se divorcian del mundo y se sitúan enfrente de
él como algo independiente, como leyes que provienen del exterior, a las que el
mundo ha de conformarse" (Anti-Dühring,
I, III).
Sin embargo, el empirismo de Engels está lejos del de la
mayoría de fenomenalistas y positivistas de su época. Engels no afirma que el
conocimiento procede unidireccionalmente de los meros hechos a la teoría, ni
considera a las generalizaciones teóricas como construcciones
"pasivas", es decir, derivadas de la acumulación y la inducción y sin
ejercer un efecto reflejo sobre la observación de nuevos hechos. Aquí también
hay una interacción entre hechos y teorías. Engels no se extendió sobre este
tema, pero las líneas maestras de su pensamiento están claras. Es opuesto a lo
que llama el "mero empirismo", es decir la creencia acrítica en los
hechos que, por así decirlo, se interpretan a sí mismos. En "La ciencia
natural y el espíritu del mundo" (Dialéctica
de la Naturaleza), señala que un empirismo estricto no puede proporcionar
una respuesta a las creencias de los espiritualistas, que apean al experimento
y la observación. La teoría es esencial para la interpretación de los hechos y
el desprecio hacia ella es fatal para la ciencia (por esta razón Engels llamó a
Newton un "asno inductivo"). Los hechos no se interpretan a sí
mismos, y para percibir sus conexiones necesitamos instrumentos teóricos que
derivan, es cierto, de la observación, pero con el tiempo se vuelven elementos
de conocimiento independientes. En el progreso de la ciencia hay una especie de
mutua confirmación entre experiencia y teoría, aunque la primera es siempre
genéticamente anterior a la última. Parece que Engels no consideró a las leyes
de la ciencia como una mera suma lógica o formulación económica de situaciones
de hecho individuales, sino como si incluyeran algo más, a saber, la necesidad
de la conexión que describen, una necesidad que no es inherente en ningún
hecho, ni en todos ellos. En la naturaleza hay una "forma de
universalidad".
"Todo
conocimiento real y exhaustivo consiste exclusivamente en elevar al ser
individual en el pensamiento de la individualidad a la particularidad y de ésta
a la universalidad, en buscar y hallar lo infinito, lo eterno en lo transitorio
sin embargo, la forma de universalidad es la forma de autocompletitud, y por
ello de infinitud; es la comprensión de muchos finitos en lo infinito. Sabemos
que el cloro y el hidrógeno, dentro de ciertos límites de temperatura y presión
bajo la influencia de la luz se unen, con una explosión, para formar gas de
ácido hidroclorídico; una vez sabemos esto, sabemos que se produce bajo estas
condiciones, sin importar si el fenómeno se produce una vez o se repite
millones de veces, o en qué cuerpo celeste. La forma de universalidad en la
naturaleza es ley." (Dialéctica
de la Naturaleza, "Lógica dialéctica y teoría del conocimiento").
La necesidad de una ley relativa a una determinada conexión
causal no es, como pensó Hume, un mero hábito de la mente; es inherente a la
propia conexión natural, y reconocemos esto por el hecho de que no sólo
observamos la secuencia regular de los sucesos particulares, sino que somos
capaces, además, de producir por nosotros mismos estos sucesos.
Las observaciones de Engels sobre la base empírica de las
construcciones teóricas son más bien sumarias, pero su tendencia general está
suficientemente clara. Es un empirista radical por cuanto respecta a la génesis
del conocimiento (no se puede obtener un conocimiento válido más que a partir
de la experiencia) y un empirista moderado por cuanto concierne al método. El
proceso social del conocimiento lleva a la construcción de los instrumentos
teóricos, gracias a la cual no nos sometemos pasivamente a los hechos, sino que
los interpretamos y asociamos (por ejemplo, la segunda ley de la termodinámica
le parecía un absurdo a Engels, pues establece una disminución general de
energía en el universo). La ciencia no es un mero registro de hechos, sino la
comprensión de algo universal y necesario en el mundo de la naturaleza.
La
relatividad del conocimiento
Al mismo tiempo, afirma Engels, es imposible que todo
nuestro conocimiento o sus elementos -como, por ejemplo, las leyes naturales-
alcancen una validez absoluta. Aun aceptando la idea tradicional de que la
verdad significa la adecuación a la realidad, Engels sigue a Hegel en su idea
de verdad como proceso y como algo esencialmente relativo.
Pero ¿en qué consiste esta relatividad? Engels no afirma que
la exactitud de un juicio sea una cuestión de tiempo o personalidad en el
sentido de que es cierto o falso según quién lo emite o bajo qué
circunstancias. Su idea de la relatividad viene formulada de forma diferente.
En primer lugar, el conocimiento es relativo en el obvio sentido de que es
siempre incompleto, que por su finitud el hombre no puede descubrir todos los
secretos del universo. Un segundo y más importante aspecto de la relatividad es
el que corresponde especialmente a las leyes científicas. La forma en que la
ciencia suele avanzar es mediante la sustitución de las explicaciones teóricas
de hechos observados por otras explicaciones que no contradicen a las
anteriores pero estrechan su ámbito de validez. Así, la ley de Boyle y Mariott
sobre la relación entre la presión, volumen y temperatura de los gases fue
corregida por el descubrimiento de Regnault de que esta ley no es válida fuera
de ciertos límites de temperatura y presión. Pero nunca podemos estar seguros
de haber descubierto de una vez por todas los límites de aplicabilidad de una
determinada ley, o que no pueda ser formulada de nuevo en el futuro de forma
más precisa. En este sentido todas las leyes científicas son relativas, o son
sólo verdaderas en un sentido relativo.
En tercer lugar, podemos hablar de la relatividad del
conocimiento en el sentido de que las mismas colecciones de hechos admiten
diferentes explicaciones teóricas, estrechándose cada vez más el alcance de
estas explicaciones a medida que la ciencia progresa, aun sin llegar a
desaparecer nunca. En cuarto lugar, aunque hay diferencias entre una ley de la
naturaleza y una hipótesis (a no ser que neguemos la realidad de la relación
causal, en cuyo caso toda ley es hipotética), la base de las generalizaciones
no puede ser nunca completa, pues comprende una infinitud de posibles hechos
singulares. Por esta razón todos los elementos de conocimiento que reclamen una
validez absoluta deben ser o lugares comunes como "todos los hombres son
mortales" o hechos particulares como "Napoleón murió el 5 de mayo de
1821". El conocimiento verdaderamente absoluto, ya sea en el sentido de
reproducir todo el universo o de formular una ley de inalterable y definitiva
validez, es una meta inalcanzable a la que sólo nos podemos aproximar
indefinidamente. Sin embargo, al hacerlo obtenemos una imagen de la realidad
cada vez más completa y precisa.
La práctica
como criterio de verdad
En opinión de Engels, la mayor confirmación de la precisión
de nuestro conocimiento es la eficacia de nuestras acciones. Si, a partir de cierta
información, nos proponemos modificar el mundo en algo determinado y si
conseguimos hacerlo, ésta es la mejor afirmación de nuestro conocimiento. La
práctica es, en este sentido, el criterio de la verdad, y tenemos así una razón
para descartar cualquier especulación mental que no obtenga una confirmación
práctica.
En algunos pasajes, Engels interpreta la idea de
"práctica" tan ampliamente como para incluir la verificación de
hipótesis en los casos en que no hay posibilidad de actuar sobre el mundo
exterior, por ejemplo, en la observación astronómica. Pero la importancia de la
práctica en la actividad cognitiva es aún mayor. No sólo es el mejor criterio,
sino también una fuente de conocimiento, en tanto son las necesidades reales y
socialmente apreciadas las que dirigen a los seres humanos a los específicos
campos de investigación y determinan el ámbito de las cuestiones a responder.
De esta forma, la práctica proporciona el verdadero fin a la motivación social
de la búsqueda del saber. En este sentido, el pensamiento está orientado
prácticamente, lo que no significa que sea "objetivo", es decir,
capaz de reflejar los atributos reales y fácticos, sometidos a sus limitaciones
históricas y de otro tipo, y las relaciones de la propia naturaleza,
independientemente de la mente humana. Por otra parte, Engels escribe en el capítulo
"Lógica dialéctica y Teoría del conocimiento": "la ciencia
natural, al igual que filosofía, ha olvidado por completo hasta el presente la
influencia la actividad de los hombres sobre su pensamiento; pero conoce sólo a
la naturaleza por una parte y al pensamiento por otra. Pero es precisamente la
modificación de la naturaleza por los hombres, y sólo la naturaleza en cuanto
tal, la base más esencial e inmediata del pensamiento humano, y sólo en la
medida en que el hombre ha aprendido a cambiar la naturaleza ha aumentado su
inteligencia".
A partir de esta interesante observación podemos suponer que
Engels se inclinó a considerar el contenido del conocimiento humano como
resultado de la interacción entre el hombre y la naturaleza, y no simplemente
como un reflejo de la naturaleza en el que la acción práctica juegue el papel
de piedra de toque y determinante de intereses. Sin embargo, esto significaría
que el objeto de nuestro conocimiento no es la realidad en sí, sino las
relaciones del hombre con la naturaleza. Esto es difícil de reconciliar con la
creencia en que el pensamiento humano es un reflejo cada vez más perfecto del
mundo, que existe independientemente de la actividad cognitiva y práctica del
hombre. Sin embargo, este pasaje no es tan poco ambiguo como para justificar
inferencias de largo alcance, ni Engels desarrolló más esta idea, como tampoco
está claro qué es lo que quiso decir con el término "base del pensamiento
humano". No obstante, hallamos aquí la sugerencia de un concepto significativamente
diferente de su opinión de que el pensamiento es la copia del mundo real.
Engels,
editor de El Capital
Tras la muerte de Marx en 1883, cuando Engels se enfrentó
con los papeles de aquel, no tardó en darse cuenta de que el trabajo a hacer
desbordaba sus previsiones, puesto que en realidad eran verdaderos
jeroglíficos: notas, esquemas, artículos semidesarrollados, textos
entrecortados, vacíos. No obstante ordenó los papeles para sacar dos volúmenes
más de El Capital y otro más
recogiendo los escritos sobre historia de la economía política. Los que
constituirían el libro II de El Capital
eran los más completos, y a pesar de ello hubo que reelaborar muchos textos,
rellenar muchas lagunas y ampliar notas. Engels añadiría una buena cantidad de
anotaciones aclaratorias y complementarias. En junio de 1885 acabó este Libro
II y lo publicó con un Prefacio ejemplar, donde expone someramente su trabajo
filológico, sus criterios de selección y ordenación de los textos, etc., para
pasar en seguida a referirse a la oportunidad del libro. Expone cómo el Libro I
fue recogido al principio con silencio por la crítica, para después someterlo a
todo tipo de acusaciones, en especial de falta de originalidad, y por último lo
sitúa teóricamente: si el anterior había desvelado la teoría del valor y desde
ella se iluminaban los mecanismos de la producción capitalista, en este segundo
libro se analizaba la circulación del capital, las formas que adoptaba y los
mecanismos de su reproducción, con lo cual se ponía de manifiesto la coherencia
del proyecto marxiano.
El libro causó expectación: se esperaba el libro III que se
prometía y en el que Engels aseguraba que Marx daba solución a lo que los
teóricos de la economía política no podían explicar, a saber, justificar la
tendencia a la igualación de la tasa de ganancias medias sin violar la ley del
valor sino aplicando esta. Engels tenía impaciencia por publicar el libro III
pues estaba convencido de que constituía la culminación del proyecto de Marx.
Pero las prisas no consiguieron acortar el trabajo, las notas estaban a medio
redactar y muchas partes tuvieron que ser reelaboradas y ampliadas. Además,
Engels no quería hacer su libro sino respetar al máximo el espíritu de Marx, de
ahí que las cosas fueran lentas. Engels escribió también un Prefacio al Libro
III, donde hace un balance del debate internacional que los anteriores
volúmenes habían producido y donde subraya los principales logros teóricos de
Marx, como el haber mostrado que las diversas formas de participación en la
distribución del producto social (renta, beneficio, intereses) provienen todas
de la plusvalía, estableciendo en ese punto las contradicciones entre las
fracciones de clase; o el haber demostrado que la plusvalía proviene del
capital variable, basando ahí el efecto de la tecnología en la tasa de
beneficios; o el poner de relieve que los obreros no son explotados simplemente
por su patrón, sino que la explotación de clase sobre clase.
Con la publicación del Libro III y los preparativos que
Engels inició se cumplía una buena parte del proyecto de sacar a la luz los
trabajos inéditos de Marx. El papel que aquí desempeñó Engels merecería ser
valorado tras una investigación filológica exhaustiva, pero en cualquier caso
se puede decir sin exagerar que El
Capital es obra de dos. A la aportación externa, económica, que posibilitó
a Marx su trabajo teórico, y al trabajo técnico, filológico y de edición, hay
que añadir esa tarea de anotaciones, reelaboraciones, correcciones. Y aún más,
Engels en 1895 se vería obligado a escribir para hacer frente a las críticas
suscitadas, para lo cual concibió dos "suplementos" y sólo pudo
escribir una parte del primero, que se publicaría póstumamente.
Junto a esta tarea de editar los textos de Marx, Engels
llevaba a cabo su programa de fundamentación filosófica del marxismo, cada vez
más convencido de su necesidad ante la fuerte penetración de las filosofías
idealistas burguesas en el movimiento socialista a medida que éste iba
atrayendo a sus filas a los intelectuales. Así, y aprovechando unas notas de lo
papeles de Marx sobre un libro de Morgan en torno a la sociedad primitiva y el
paso del salvajismo y la barbarie a la civilización, Engels concibe un proyecto
que llegará a ser un texto clave del marxismo: El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado. Se
trata de un texto que aparece en 1884 y el cual se afirma, de forma práctica,
el valor general del materialismo histórico, es decir, su validez como teoría
de la historia, su aplicabilidad a la historización de cualquier sociedad, de
cualquier fase de la misma, de cualquier nivel o aspecto. El marxismo aparece
pues no como una simple teoría de la producción capitalista, o de la sociedad
burguesa, sino como ciencia de la historia. La tesis del papel determinante de
la producción material en la vida social se aplica por parte de Engels, viendo
sus efectos en la aparición del Estado y en su evolución, en los modos de
organización familiar, en las formas superestructurales.
Pero este texto no es una simple aplicación del materialismo
histórico o una generalización de su campo de aplicación. Por el contrario, el
materialismo histórico aparece enriquecido. Así, en la tesis de que el Estado
aparece con las clases y expresa desde sus orígenes las contradicciones de
clase, lo que permite formular la necesaria extinción del Estado cuando la
división de clases hay sido eliminada en el socialismo. El texto incluye
novedosas aportaciones; por ejemplo, se analiza el papel de la mujer, asignado
por el orden social, ligando su liberación a la revolución al valorar que las
formas de relaciones hombre-mujer, del intercambio sexual, son determinaciones
de la producción económica. También aparece en él la idea de que el sufragio
universal es sólo un medio que permite medir la madurez de la clase obrera, idea
que viene exigida por el análisis del Estado y su función histórica. El éxito
del texto fue grande, conoció cinco ediciones alemanas en vida de Engels y
traducido a varios idiomas, siendo posiblemente el texto más difundido después
del Manifiesto del Partido Comunista.
En este sentido, Engels aparece como un testimonio de
excepción de la génesis de dos procesos que han tenido efectos a lo largo del
siglo XX: el movimiento obrero y la teoría marxista. Sus textos constituyen un
arsenal de materia prima para la inspiración de intelectuales y dirigentes
políticos y sindicales. Engels fue el primero en abordar seriamente la
situación de los campesinos en la producción capitalista y las vías de alianza
entre proletariado industrial y clases campesinas en una estrategia socialista;
fue también el primero en abordar el tema de la situación de la mujer, su papel
histórico y su línea de liberación coincidente con la lucha de clases; Engels
nos ofrece el primer análisis histórico del Estado y de su papel al servicio de
las clases dominantes; fue el primer marxista que, en sus últimos años, teorizó
la necesidad de articular la lucha por la democracia con la lucha contra la
explotación. Además Engels constituye el mejor testimonio del proceso de
afianzamiento político e ideológico de una línea comunista demarcada de otras
muchas, frente a las cuales surge y toma posición, se construye y se afirma en
lucha con ellas. Por ello hay que considerar su obra como la mejor expresión de
una época que inaugura muchas cosas: de auge y decadencia en la lucha obrera,
de los problemas de las organizaciones de clase, de los mecanismos de
dominación burguesa, de las luchas de tendencias en el espacio socialista y en
el seno de sus partidos, de los mecanismos de lucha ideológica. Quizá en él no
encontremos soluciones, pero sí un cierto estilo de abordar los problemas, un
cierto método de trabajo; y todo ello con la autoridad moral de una vida
dedicada a un ideal de "liberación de los pueblos", sancionada con el
respeto y el agradecimiento de cientos de dirigentes socialistas y millones de
trabajadores. Puede que en efecto no sea un "maestro" del pensamiento
social, pero como el indicaba en carta a P. Lafargue (11-8-1884) "cuando
se es hombre de ciencia no se tiene un ideal, sino que se elaboran resultados
científicos, y cuando se es, además, hombre de partido se combate por tenerlos
en práctica. Pero cuando se tiene un ideal, no se puede ser hombre de ciencia,
porque se ha tomado partido ya desde el comienzo". Revolución y política
Marx y Engels pensaron siempre que la Revolución presuponía
en primer lugar una crisis económica debida a la contradicción existente entre
la evolución de las fuerzas productivas y el mantenimiento de las antiguas
relaciones, en segundo lugar una crisis política proveniente de la exacerbación
de las luchas entre los poseedores preparados para utilizar todos sus
instrumentos de coacción y mantener su poder amenazado y los explotados, que
habrían tomado conciencia de sus fuerzas y conocimiento de su objetivo final: la
destrucción del Estado burgués. Estaban convencidos de que éste lucharía hasta
el final para defender los privilegios de sus mandatarios y que el
proletariado, agente hegemónico de la revolución, debería utilizar la
violencia. Uno y otro pensaban "en una toma del poder por el pueblo en
armas", acción masiva que uniría en torno a sí a la gran mayoría de la
población y vencería a las fuerzas represoras. Para ellos, esta toma del poder
iría seguida por un periodo relativamente corto de implacable dictadura de la
mayoría sobre la minoría, a fin de realizar las medidas para expropiar a los
expropiadores e iniciar así, al mismo tiempo que la organización socialista de
la sociedad, la decadencia del Estado. Sin embargo, Marx imaginaba la
Revolución basada en el modelo de las insurrecciones sucesivas que desde 1789
hasta 1871 parecían dar durante algún tiempo el "poder al pueblo".
Tras la muerte de Marx, teniendo en cuenta la aparición de
nuevas y temibles armas de guerra y, sobre todo, los éxitos electorales conseguidos
por los candidatos que se proclamaban socialistas en Alemania y el crecimiento
considerable de los sindicatos obreros, Engels considera que ha llegado el
momento de cambiar de estrategia. La acción política legal, la vía sindical
constituyen ya a sus ojos el medio de unir al conjunto de los explotados en
torno al proletariado urbano y a su programa. Si hay enfrentamiento final, la
clase obrera y sus aliados tendrán para ellos el derecho burgués. La estrategia
del viejo Engels en los años noventa se basa en los siguientes puntos: (1) si
la situación se desarrolla de modo pacífico, la victoria del socialismo en
Alemania es inevitable, (2) si se considera el nivel alcanzado por la técnica
militar, un conflicto armado sólo puede acabar en victoria si la mayoría del
ejército se inclina del lado de los revolucionarios, de ahí que (3) el
instrumento más eficaz de lucha del proletariado moderno es el sufragio
universal, razón por la cual Engels se esforzará en elaborar una táctica que
"consiga proclamar acciones legales y evitar provocaciones de las clases
dominantes". O dicho de otro modo, una especie de "parlamentarismo
revolucionario" que, en un país donde el Parlamento no tenía ningún poder
efectivo en la vida política, resulta cuando menos extraño.
El problema que se puede plantear y que se plantearon
algunos responsables dentro de la II Internacional es el de la posibilidad que,
en semejantes condiciones, habrá para proseguir el movimiento, romper con el
derecho y establecer la dictadura del proletariado como primer momento de la
operación que consiste en destruir al Estado.
Trascripción de Mario Domínguez a
partir del libro de Montserrat Galcerán Huguet, La invención del marxismo, Madrid, Iepala