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Karl Marx ✆ André Kosslick
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Ulises Pacheco Feria | El estudio del pensamiento económico de Marx
nos permite acercarnos con mayor objetividad a la naturaleza histórica del
capitalismo. El estudio de la categoría capital
ficticio, en El Capital de Marx,
representa un importante asidero teórico para la comprensión del capitalismo
contemporáneo. El objetivo de este trabajo es analizar el capital ficticio como expresión de la evolución (metamorfosis), de
las relaciones de producción capitalista, en El Capital de Marx.
La categoría
capital
ficticio fue empleada por Marx en el tomo III de
El Capital. El objetivo de este tercer tomo era mostrar el proceso
de producción y circulación del capital como una totalidad orgánica 2, como “lo
concreto”, “síntesis de numerosas determinaciones”—diría Marx3 . Este último
libro es la conclusión de una obra que tiene el propósito de reproducir
teóricamente las relaciones de producción capitalistas y deducir, a partir de
las leyes inmanentes a este modo de producción, “el devenir histórico de la
totalidad”. Pero lo singular del tercer tomo de
El Capital radica en que en él se abordan las relaciones de
producción en su expresión más inmediata; las formas más superficiales y
tangibles en que se realiza la distribución y apropiación de la plusvalía.
Más
que la relación trabajo-capital, se exponen allí las relaciones entre
capitalistas; la multiplicidad de formas de apropiación capitalista se expresa
en las distintas “categorías antitéticas” en que se distribuye el plustrabajo.
El movimiento objetivo de estas categorías gobierna la voluntad de los agentes
del capital.
Sin embargo, las relaciones entre los distintos tipos de
capitalistas, traídas a un primer plano, ocultan el antagonismo existente entre
los dueños de las condiciones de producción y los obreros asalariados, al
tiempo que nos revelan todo un cuerpo de nuevas contradicciones, no menos
virulentas y letales, que se articulan a aquel antagonismo fundamental. El estudio
de estas contradicciones, en el marco general de la acumulación y el ciclo
industrial, nos permite comprender la realización del capital en su conjunto,
como resultado de la existencia y funcionamiento de “formas irracionales”4 de
valorización del capital; en el mundo caótico y alucinante de la Bolsa y los
mercados de capitales, por el contrario, la irracionalidad de la naturaleza del
capital parece conquistar el sentido común de los individuos; así el capital ficticio encuentra un lugar en
este tercer libro: como expresión de una “contradicción absurda”5 derivada del
desarrollo del sistema crediticio, del funcionamiento del capital de préstamo y
de la capitalización de activos financieros.
El estudio de la categoría capital ficticio, en El
Capital de Marx, representa un importante asidero teórico para la
comprensión del capitalismo contemporáneo; por tanto, la finalidad última de
este trabajo no está en “reestructurar” las determinaciones del capital ficticio, en el marco de aquel
capitalismo de mediados del siglo XIX, sino más bien, en proveer, siguiendo a
Marx, un marco teórico que nos permita acercarnos al capitalismo transnacional
y a sus determinaciones esenciales. Sin embargo, iniciar un estudio crítico de
la categoría capital ficticio y su
implicación en el desarrollo ulterior del capitalismo es una meta que desborda
el objetivo mínimo de este trabajo; a saber: analizar el capital ficticio como expresión de la evolución (metamorfosis), de
las relaciones de producción capitalista, en El Capital de Marx.
Desarrollo
En la literatura especializada y en muchas otras
publicaciones, el capital ficticio es
abordado como un fenómeno completamente ajeno al proceso de reproducción del
capital real. Al mismo tiempo, se identifica la especulación con el capital ficticio y se emplea una profusa
cantidad de términos para explicar los fenómenos financieros que tienen lugar
en el capitalismo contemporáneo. La identidad formal entre especulación y capital ficticio se manifiesta en el
concepto, ampliamente extendido, de capital especulativo. Por capital especulativo se comprende, en
general, el capital que se valoriza a partir de los diferenciales de las tasas
de interés, que se producen entre los distintos países. Sin embargo, lo que
resulta relevante, en esta etapa del llamado capitalismo global, no es la
existencia de una modalidad especial de capital que se valoriza sobre la base
de la especulación, sino el carácter propiamente transnacional de la
especulación. De cualquier manera, el discurso en torno a la legitimidad del
término capital especulativo nos
obliga a plantearnos dos preguntas distintas; a saber:
– ¿El capital
especulativo es una “forma nueva”, nacida en la época del “capitalismo
global”, articulada al resto de las formas funcionales del ciclo reproductivo:
la forma dinero, la forma productiva y la forma comercial?6
– ¿Se trata de una “forma nueva” de valorización,
independiente de la producción de riqueza real (bienes y servicios), que
funciona circunscrita a la esfera de las finanzas y surge como una consecuencia
de la liberalización de los mercados
financieros?7
Si respondemos afirmativamente a la primera interrogante
tendríamos por delante la dura faena de explicar cómo se articula el capital especulativo al proceso de
reproducción del capital, en otras palabras, qué función juega esta modalidad
de capital en el proceso de expansión de la producción capitalista. Si, por el
contrario, aceptamos esta “forma nueva” como algo ajeno al proceso de creación
de riqueza real, abandonaríamos definitivamente la base objetiva de existencia
del capital como relación de producción, como una relación esencial que expresa
la apropiación de plustrabajo. Sin embargo, al seguir uno u otro camino,
todavía nos quedaría una cuestión por dilucidar ¿por qué el capital especulativo es una “forma
nueva” de capital cuando la especulación capitalista data del siglo XVII? ¿En
presencia de qué nueva cualidad estamos? Para responder a estas interrogantes
estamos obligados a volver la mirada hacia la teoría económica de Marx y la
categoría capital ficticio.
¿Qué comprendía Marx por capital
ficticio? A lo largo de la Sección Quinta del tercer tomo de “El Capital”, encontramos la categoría capital ficticio relacionada con otras
categorías y conceptos que participan del proceso de distribución de la
plusvalía y de la reproducción del capital industrial; estas categorías son las
siguientes: sistema crediticio, capital dinero, capital de préstamo, mercado
financiero, títulos de valor, especulación, capital corporativo (Sociedades
Anónimas).
El sistema crediticio capitalista está formado por crédito
bancario y el crédito comercial, este último, a través de la emisión de letras
de cambio, funciona como un préstamo en dinero, por cuanto el valor de las
mercancías cedidas a crédito solo puede ser expresado en términos monetarios.
El crédito es el punto de partida para comprender la naturaleza del capital ficticio porque, señala Marx,
“permite desdoblar con un mayor intervalo entre sí los actos de la compra y la
venta, sirviendo por tanto de base a la especulación” 8 Esta facilidad que
brinda el crédito creó las condiciones para el desarrollo, sistemático y
creciente de la especulación, en el siglo XIX; este proceso se manifestó como
una derivación de las operaciones de arbitraje en el comercio de Inglaterra con
la India, China y otras colonias. Refiriéndose a la colocación de letras como
medios de circulación autónomos o cuasi dinero, Marx cita a J.W. Bosanquet 9:
Es imposible decir qué
parte de ella procede de negocios reales, por ejemplo, de compras y ventas
efectivas, y qué parte responde a causas ficticias (fictitious) y a letras sin
base, que se descuentan simplemente para recoger otras que se hallan en
circulación antes de su vencimiento, creando así capital ficticio, creando así
simples medios de circulación imaginarios. 10
Por tanto, la independencia de las letras de cambio de los
“negocios reales”, su emisión con fines de suministrar liquidez adicional al
sistema crea un capital sin base real; signos de valor (papeles), que no tienen
valor intrínseco porque no se sustentan en mercancías realmente vendidas, y en
consecuencia no son estas letras representantes de valores legítimos. Marx
centra su atención en la práctica, para entonces extendida, de librar letras
con fines especulativos. Analicemos el ejemplo que describe Marx muy vinculado
con las prácticas comerciales de la época y en particular con el comercio con
las Indias Orientales. 11
Supuestos: A y B
son casas comerciales (comerciantes mayoristas). C es un productor industrial
de textiles y D es una casa comercial de ultramar, situada en las Indias
Orientales
Pasos:
1) A le indica a B comprar a C paños con destino a D.
2) C entrega a B la mercancía y paga con letras
anteriormente libradas por C (que son efectos por cobrar en el balance contable
de B).
3) B se cubre con letras libradas por A y le entrega las
mercancías.
4) A embarca las mercancías hacia D y libra letras a seis
meses sobre los documentos del embarque enviados a D.
Como resultado de las operaciones tenemos:
– A y B entran en posesión del dinero- crediticio mucho
antes de que la mercancía sea efectivamente vendida. Las letras libradas a su
favor obran en su activo circulante como efectos por cobrar y endosadas
funcionan como medios de pago, al descontar las letras los beneficiarios
alcanzan una posición más líquida en sus negocios.
– Los beneficiarios pueden, sobre las letras y antes de su
vencimiento, pedir anticipos (dinero real), al Banco de Inglaterra para seguir
realizando embarques y emitiendo letras.
– Al vencimiento, las letras pueden ser renovadas
argumentando que el negocio es de largo plazo.
– “…en esta clase de operaciones las pérdidas
no se traducían precisamente en una restricción del negocio, sino por el
contrario, en su ampliación. Cuanto más se empobrecían los interesados mayor
era la necesidad que sentían de comprar, movidos por el afán de encontrar con
los nuevos anticipos los medios de reponer el capital perdido en sus anteriores
especulaciones. Las compras no se hallaban reguladas ya por el juego de la
oferta y la demanda, sino que constituían la parte más importante de las
operaciones financieras de la firma especuladora”. 12
Pero la expansión de las letras de cambio con fines
especulativos constituía un grave peligro en aquella época de reinado del
patrón oro. ¿De dónde sacar la cantidad de oro necesaria para hacer frente a
las reclamaciones? Los “papeles”, billetes de banco y letras en circulación,
sumaban 153 millones de libras que, por ley, podían ser convertidas en oro y
actuar como activos de las instituciones financieras de aquel entonces. La
Banca solo contaba con nueve millones de libras en oro para hacer frente a esa
enorme masa de medios de circulación. El crecimiento de la producción y el
comercio, los bajos tipos de interés y la expansión del crédito, hizo posible
la aparición de medios de circulación adicionales (cuasi dinero) que no estaban
respaldados en oro. Sin embargo, estos títulos de deuda producían intereses,
acrecentaban su valor, actuaban como capital.
Nacido de “papeles” sin valor intrínseco, lanzado a la
circulación para simular la realización de mercancías, gravitando sobre la
producción y el comercio como un maleficio de la modernidad burguesa, el capital ficticio solo puede ser
concebido como un hijo directo de la especulación y la estafa, y en
consecuencia, como una forma irracional de apropiación de plusvalía que niega
las leyes del intercambio y socava las funciones del dinero.
Pero el capital
ficticio no queda circunscrito, en la concepción de Marx, a las letras de
cambio libradas con fines especulativos, esta modalidad de capital comprende,
además, el resto de los títulos de valor que se cotizaban en el mercado
financiero; a saber: primero, los títulos de deuda del Estado, y segundo, las
acciones que conforman el capital corporativo. Marx se detiene a explicar el
significado de cada uno de estos instrumentos financieros y sus implicaciones
en el marco general de la reproducción del capital industrial.
Los títulos de deuda pública constituyen —según Marx—
capital consumido, invertido por el Estado, cuyo valor ex-post, no puede ser
reclamado por el prestamista; el carácter de capital de estos títulos reside en
su realización como activos financieros.
– Pero el capital cuyo fruto (interés) se considera el pago
del Estado es, en todos estos casos, un capital ilusorio, ficticio. No solo
porque jamás se destinó a gastarse, a invertirse como capital, y solo su
inversión como capital habría podido convertirla en un capital que se conserva
a sí mismo. Para el acreedor primitivo A, la parte de los impuestos anuales que
a él le corresponde representa el interés de su capital, lo mismo que para el
usurero la parte de la fortuna del pródigo correspondiente a sus réditos,
aunque en ninguno de estos dos casos se invierta como capital la suma de dinero
prestada. La posibilidad de vender al Estado el título de la Deuda pública
representa para A la posible recuperación de la suma matriz. En cuanto a B,
desde su punto de vista privado, su capital se ha invertido como capital a
interés. En realidad, se limita a ocupar el puesto de A y a comprar su título
de deuda contra el Estado. Por mucho que estas transacciones se multipliquen,
el capital de la Deuda pública sigue siendo un capital puramente ficticio y
desde el momento en que los títulos de deuda fuesen invendibles, desaparecería
la apariencia de este capital. A pesar de ello, este capital ficticio tiene, como veremos, su moviendo propio.13
Las acciones (títulos de renta variable), tienen su
peculiaridad con respecto a los “papeles” de Deuda pública.
– Aun en aquellos casos en que el título de deuda
—el título de valor— no es, como ocurre en el caso de la Deuda pública, un
capital puramente ilusorio, es puramente ilusorio el valor-capital de este
título. Las acciones de las compañías ferroviarias, mineras, navales y de otras
sociedades representan un verdadero capital, a saber: el capital invertido y
que funciona en estas empresas o la suma de dinero desembolsado por los socios
para que pueda ser invertido como capital. Lo cual no excluye, ni mucho menos,
la posibilidad de que se trate de una simple especulación. Pero este capital no
existe por dos veces, de una parte como valor capital de los títulos de
propiedad, de las acciones, y de otra parte como capital realmente invertido o
que ha de invertirse en aquellas empresas. Existe solamente bajo esta segunda
forma y la acción no es otra cosa que un título de propiedad que da derecho a
participar a prorrata en la plusvalía que aquel capital produzca. No importa
que A venda este título a B y B a C. Estas transacciones no alteran en lo más
mínimo la naturaleza de la cosa. Con ello A o B convertirán su título en
capital, pero C, en cambio, convertirá su capital en un simple título de
propiedad que le dará derecho a percibir la plusvalía que se espera del
capital-acciones.14
Podemos concluir que para Marx el capital ficticio estaba compuesto por los distintos títulos de
valor que se cotizaban en el mercado financiero de Londres, en aquella época.
Los títulos son activos financieros en manos de los prestamistas, “papeles” que
garantizan una participación en la apropiación de la plusvalía. Recapitulemos
por qué, cada uno de estos títulos, constituye capital ficticio.
Primero, aquellas letras de cambio que formaban parte
de la creciente masa de cuasi dinero que no representaban “negocios reales” y
era lanzada a la circulación como “simples medios”, como “papeles” sin valor
intrínseco, con fines estrictamente especulativos.
Segundo, los títulos de Deuda pública porque:
1) este capital nunca se invierte (no se gasta) como
capital, se usa para cubrir una deuda del Estado, hoy diríamos para financiar
el déficit presupuestario del Estado sin monetizarlo.
2) Este capital solo cubre un gasto pretérito, un gasto en
el cual ya incurrió el gobierno y por tanto es un capital que no mantendrá ni
acrecentará su valor con arreglo a las fases reproductivas del capital
industrial.
3) El interés que devengan los acreedores del Estado,
(propietarios de títulos de Deuda pública), es una participación en los impuestos
(ingresos) del Estado.
Tercero, las acciones (títulos de renta variable),
porque:
1) Este capital sobrevive después de ser gastado
productivamente, no solo en el producto final como D +?D, sino en la venta de
los títulos como un valor capitalizable, esta segunda aparición del
valor-capital en los mercados secundarios, es decir en la Bolsa, es una especie
de reflejo distorsionado del valor-capital primitivamente invertido y es una
ilusión de papel.
2) Derivado de lo anterior, las acciones tienen un valor
comercial ficticio, “es puramente ilusorio el valor-capital de este título”15
“El valor comercial de estos títulos es en parte especulativo, puesto que no
depende solamente de los ingresos reales, sino de los ingresos esperados,
calculados de antemano.” 16
Cuarto, todos los títulos que se tranzan en el
mercado bursátil son capital ficticio
porque, sintetiza Marx: “La formación del capital
ficticio se llama capitalización”. 17 Los mercados financieros son centros generadores de capital ficticio. Pero la cotización de
títulos no puede ser posible sin la existencia del capital de préstamo, los
bancos y el sistema crediticio capitalista en general.
En este sentido, el capital
ficticio es una forma puesta por el desarrollo de las relaciones de
producción capitalistas, que nos revela el carácter accidentado de las
relaciones entre dos grupos distintos de capitalistas, los que operan en el
lado real de la economía y producen riqueza, y aquellos otros, que habitan en
el lado financiero y crecen a la sombra de la inestabilidad cíclica de la
producción capitalista, anticipando, como modernos profetas al servicio de la
usura, el comportamiento de las tasas de interés y de la cuota de ganancia. De
estas profecías nace la especulación; del procesamiento y la conversión de un
amplio conjunto de informaciones, que acumulan los agentes del capital ficticio (los corredores de
Bolsa), en decisiones de riesgo-beneficio.
La especulación es un atributo del capital ficticio, su propiedad esencial, sin la cual no puede ser
concebido ni explicado como un órgano de la sociedad burguesa; la
capitalización produce beneficios o pérdidas a los prestamistas, al indicar la
variación de los precios de mercado de los títulos, estas variaciones son
resultado del movimiento de las tasas de interés y de la cuota de ganancia. A
su vez, el comportamiento inestable de las tasas de interés, su diferencial en
el tiempo, provoca variaciones en el valor-capital de los títulos.
Si tuviéramos que responder, de manera abreviada, a la
pregunta ¿qué es la especulación, tal y como la concebía Marx en el siglo XIX?
Diríamos, que la especulación consiste en anticipar comportamientos de
variables claves (las tasas de interés y la cuota de ganancia), y tomar
decisiones de riesgo-beneficio para vender o comprar títulos (activos
financieros), con la finalidad de, a partir del diferencial positivo de los
precios de mercado de los títulos capitalizados, acrecentar el valor del
capital-dinero invertido.
Al capital ficticio
le es consustancial la especulación y la volatilidad de los mercados
financieros, estos fenómenos no son independientes, sino que poseen una
naturaleza común, son el resultado del auto despliegue del valor, de la
sustancia sujeto que pone las diversas formas de realización de la plusvalía en
otros tantos tipos de agentes del capital; los encargados de auto acrecentar,
en la esfera de la inversión financiera, el valor- capital de los títulos
(papeles), son los “administradores” del capital
ficticio, agentes dotados de toda la sagacidad y el inescrúpulo suficiente
para impulsar, en el desenfreno de la especulación, el crecimiento de la
producción de plustrabajo y la consolidación de las formas de apropiación
capitalistas. Como señalara Marx parafraseando a Gilbart:
…todo lo que facilita
los negocios, facilita la especulación y que ambos van, en muchos casos, tan
íntimamente unidos, que resulta difícil decir donde acaban los negocios y dónde
empieza la especulación. 18
Obviamente el capital
ficticio, expresión del desarrollo del crédito capitalista, padece de la
misma “aberración genética” que el capital de préstamo, en él están, en un
grado mayor de exacerbación, las contradicciones de su preexistencia. Sin
embargo, el capital ficticio no se
valoriza de la misma forma que lo hace el capital de préstamo; este último
participa de la plusvalía producida al proveer, a los capitalista industriales
y comerciales, de una suma de dinero como valor-capital; el capital ficticio, por el contrario, al representar
en papeles una participación (dividendos) en la ganancia esperada de la
empresa, se define como un valor-capital nacido de la ganancia capitalizada.
La historia de los mercados bursátiles (Bolsas de valores),
por su parte, data del siglo XVI. La primera Bolsa de valores surge en la
ciudad holandesa de Amberes en 1531. A lo largo del siglo XVI aparecen otros
mercados de títulos en Francia (1549) e Inglaterra (1571). Pero el verdadero
auge capitalista de las Bolsas se inicia en el siglo XVII cuando la Bolsa de
valores de Inglaterra se convierte en el mercado de capitales más importante de
Europa. El desarrollo de los mercados bursátiles en el siglo XVII está
vinculado al proceso de expansión colonial del capitalismo y al surgimiento de
grandes compañías comerciales formadas como sociedades anónimas, a partir de la
venta de acciones o títulos de propiedad. La Compañía de las Indias Orientales
de Inglaterra (1590), es un buen ejemplo del empleo de capital corporativo con
fines de expansión colonial. Sin embargo, las sociedades anónimas no se
generalizaron hasta la segunda mitad del siglo XIX. Como consecuencia de la
quiebra de la Compañía de los Mares del Sur, desde 1720 hasta 1825, en
Inglaterra se prohibió la formación de sociedades anónimas; en Francia solo se
autorizaron en 1863. Esto explica el desarrollo acelerado de los mercados
bursátiles en Europa en el siglo XIX y la importancia creciente que alcanza el capital ficticio, en el marco general de
la acumulación capitalista, en la segunda mitad de ese siglo.
Sin embargo, la historia de la especulación bursátil data
del siglo XVII. La primera gran burbuja financiera tuvo lugar en Holanda. Los
agentes del mercado bursátil comenzaron a especular con tubérculos de
tulipanes; la venta a futuro de los tubérculos infló el mercado hasta niveles
increíbles, algunos autores refieren que un bulbo de tulipán llegó a cambiarse
por un carruaje, dos caballos y un arnés, para poco tiempo después tener el
mismo precio que una cebolla.
En 1720 otra burbuja especulativa sacudió el mercado de
Londres. La Compañía de los mares del Sur quebró escandalosamente después de
que se inflaran, hasta multiplicarse por nueve, la cotización de sus títulos.
La caída de las cotizaciones arrastró a la quiebra a un número considerable de
los inversionistas. Las otras burbujas especulativas tendrían lugar en el siglo
XIX, con el desarrollo del comercio con la India y China, la proliferación de
las letras de cambio y la llamada “manía ferroviaria”.
Todos los episodios de especulación y quiebra, anteriores al
siglo XIX, expresan las virtualidades del sistema crediticio capitalista, su
capacidad de atacar los fundamentos del régimen de producción imperante. Pero
no constituyen una regularidad. La historia del predominio del capitalismo de
la libre concurrencia se corresponde con la época de expansión del capital
industrial y la preponderancia de los mercados competitivos. La historia del
auge del mercado bursátil corresponde a la época de desintegración de la libre
concurrencia y el surgimiento de los monopolios modernos; y esta época
histórica se inicia en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las sociedades
por acciones comienzan a generalizarse en los países capitalistas desarrollados
y los mercados de capitales se integran definitivamente al proceso de
concentración y centralización del capital.
Conclusiones
En El Capital de
Marx, la categoría capital ficticio
es resultado del desarrollo de la producción capitalista y juega un papel
determinante en la acumulación y centralización del capital dinero. Es por
tanto, una modalidad de capital articulada a la lógica reproductiva del capital
industrial.
El capital ficticio
—en la concepción de Marx— articuló el lado financiero al lado real de la economía;
creo una suerte de vaso comunicante entre los mercados financieros y la
inversión real y permitió que el ciclo industrial se ajustara a la necesidad de
optimizar el proceso de capitalización de plusvalía.
El capital ficticio
tiene una naturaleza de papel, no es capital con valor intrínseco, sino que su
“valor” depende del ciclo económico y en ese sentido su precio de mercado es
coyuntural. La vara con que se mide el “valor” de los “papeles” que lo
conforman, se estira o se encoge en dependencia del ciclo 34 económico y de las
expectativas de los agentes económicos con respecto a las fluctuaciones de la
producción capitalista.
Desde el punto de vista histórico el capital ficticio es un fenómeno del siglo XIX, que alcanza un auge
inusitado en la segunda mitad de ese siglo, como consecuencia del surgimiento y
la proliferación de las sociedades anónimas y el capital corporativo. La
especulación bursátil, por su parte, es anterior al predominio del capital ficticio de la misma forma que
la usura antecede al capital de préstamo, la banca moderna y el sistema
crediticio capitalista. El capital
ficticio representa una importante metamorfosis de las relaciones de
producción en la época del tránsito del capitalismo de la libre competencia al
capitalismo monopolista.
Notas
1 Marx denomina al libro tercero
“El proceso de la producción capitalista, en su conjunto”
2 Marx C. Fundamentos de la
Crítica de la Economía Política T-I, p. 38.
3 Marx C. El Capital T-III
Pág. 375.
4 Ídem.
5 Algunos autores consideran el capital especulativo una consecuencia
del crecimiento hipertrófico del capital
ficticio y señalan como su característica principal, el parasitismo y su
capacidad de auto acrecentarse a espaldas del proceso de reproducción del
capital industrial, así, por ejemplo, Reinaldo A.
Carcanholo y Paulo Nakattani
escriben: …el capital especulativo
parasitario es el propio capital ficticio cuando sobrepasa en volumen los
limites soportados normalmente por la reproducción del capital industrial. Su
característica básica está en el hecho de que no cumple ninguna función en la
lógica del capital industrial. Es un capital que no produce plusvalía o
excedente y no favorece ni contribuye a su producción”.
Reinaldo A. Carcanholo y Paulo
Nakattani “Capital especulativo
parasitario versus capital financiero”, en Problemas del desarrollo,
Vol. 32, número 124.
6 La actual liberalización de
los mercados de capitales trajo consigo la proliferación de mareas
especulativas que han sacudido la economía de muchos países de la periferia. El
arribo de capitales de corto plazo en busca de una rápida valorización, ha
provocado episodios de devaluación, hiperinflación y quiebra de los sistemas
monetarios nacionales. Las corridas cambiarias pueden terminar con la exigencia
masiva, por parte de los depositantes, de los pasivos de corto plazo de la
banca. La exposición al riesgo sistémico de la banca ha obligado a la creación
de una institucionalidad global en la supervisión de activos. Los Acuerdos de
Basilea representan el intento de crear el marco institucional global de supervisión
bancaria.
7 Marx C. EL Capital T-III.
Pág. 456.
La cita original de J.W. Bosanquet dice: “It is
impossible to decide, how much of them is due to actual business, for instance,
to real purchases and sales, and what part of them is fictitious and consists
only of prolonged bills, that is, when a bill of exchange is drawn for the
purpose of taking up a current one before it becomes due, and thus of creating fictitious
capital by the manufacture of mere means of circulation”. W.
Bosanquet, “Metallic, Paper, and Credit Currency, London”, 1842.
Hay que observar que la cita
original en inglés no dice “simples
medios de circulación imaginarios” sino “mere means of circulation”
cuya traducción sería “meros medios de circulación” o “simples medios de
circulación”, la palabra “imaginarios” no aparece por ninguna parte. Esta
cita fue traducida del inglés al
alemán, y aparece en el original de “El
Capital” de Marx de la siguiente forma:“Es
ist unmöglich zu entscheiden, wieviel davon von wirklichen Geschäften herrührt,
z.B. von wirklichen Käufen und Verkäufen, und welcher Teil künstlich gemacht
(fictitious) ist und nur aus Reitwechseln besteht, d.h. wo ein Wechsel gezogen
wird, um einen laufenden vor Verfall aufzunehmen und so durch Herstellung bloßer
Umlaufsmittel fingiertes Kapital zu kreieren”.
El término bloß del cual
se deriva bloßer se traduce como “meramente”, “solamente”, “simple”, “no
más que”, mientras que “Umlaufsmittel” significa directamente “medios de
circulación”. Por tanto, no tiene ningún fundamento la expresión “simples
medios de circulación imaginarios” que aparece en la versión en español de El
Capital. Por esta razón no tomaremos en cuenta, en nuestro trabajo, a los efectos
del análisis teórico, esta expresión, aunque respetaremos la cita de la
traducción española por considerarse una fuente oficial.
9 Marx C. EL Capital T-III,
p. 421.
10 Ibid., p. 429.
11 Marx C. El Capital T-III,
p. 429.
12 Marx C. El Capital T-III,
p. 481-482.
13 Ibid., p. 483.
14 Marx C. El Capital T-III,
p. 483.
15 Ibid., p. 484.
16 Ibid., p. 483.
17 Marx C. El Capital T-III, p.
426.
Bibliografía
Bricall, Joseph M. y Óscar de
Juan: “Economía política del crecimiento, fluctuaciones y crisis”. Editorial
Ariel, Barcelona, 1999.
Bosanquet, W “Metallic: Paper, and Credit Currency,
London”, 1842.
Carcanholo, Reinaldo A. y
Nakattani, Paulo: “Capital especulativo parasitario
versus capital financiero”, en Revista Problemas del desarrollo. Vol.
32, No. 124, México, IIEC-UNAM,
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Marx, C.: Fundamentos de la
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1975.
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Stewart, G. Bennet: The quest for value: The EVA
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Saveedra García, M.L.: “La
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UNAM.