"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

15/9/14

Keynes ha muerto, larga vida a Karl Marx

John Maynard Keynes ✆ Cummings 
Karl Marx ✆ Mark Stenson 
Ismael Hossein-Zadeh   |   Muchos economistas liberarles imaginaron un nuevo amanecer del keynesianismo con el colapso financiero de 2008. Casi seis años después, está claro que las muy esperadas recetas keynesianas han sido completamente ignoradas. ¿Por qué? La respuesta de los economistas keynesianos: la "ideología neoliberal", que según ellos se remonta a la presidencia de Ronald Reagan.

Este artículo argumenta, en cambio, que la transición del keynesianismo a la economía neoliberal tiene raíces mucho más profundas que la pura ideología; que la transición comenzó mucho antes de que Reagan fuera elegido presidente; que la confianza keynesiana en la capacidad del gobierno para re-regular y revitalizar la economía mediante políticas de gestión de la demanda descansa en la percepción esperanzada de que el estado puede controlar el capitalismo; y que, al contrario de esas percepciones desiderativas, las políticas públicas son algo más que simples decisiones administrativas o técnicas; son, sobre todo, políticas de clase.

El artículo sostiene además que la teoría marxista del empleo y el desempleo, basada en la teoría del ejército industrial de reserva, proporciona una explicación más sólida de los prolongados y elevados niveles de desempleo que la visión keynesiana, la cual atribuye la plaga del paro a las "políticas equivocadas del neoliberalismo". Del mismo modo, la explicación que ofrece la teoría marxista de cómo y porqué los niveles salariales de miseria y el predominio generalizado de la pobreza pueden ir acompañados de grandes beneficios y una mayor concentración de la riqueza, resulta mucho más convincente que la que aportan las ideas keynesianas, según las cuales las altas tasas de empleo y los elevados salarios serían condiciones necesarias para un ciclo económico expansionista [1].

Algo más que "ideología neoliberal"

English
El cuestionamiento y el abandono gradual de las estrategias keynesianas de gestión de la demanda no se debió simplemente a las propensiones puramente ideológicas de los republicanos "de derechas" o a las preferencias personales de Ronald Reagan, como muchos economistas liberales y radicales manifiestan, sino a los cambios estructurales reales en las condiciones económicas y el mercado, tanto a escala nacional como internacional. Las políticas New Deal/socialdemócratas se pusieron en marcha inmediatamente después de la Gran Depresión, cuando tanto los trabajadores y otras organizaciones de base políticamente conscientes como las condiciones económicas favorables del momento volvieron efectivas esas políticas. Esas condiciones favorables incluían la necesidad de reconstruir e invertir en las devastadas economías de posguerra, la casi ilimitada demanda de productos manufacturados estadounidenses en el país y en el extranjero, y el hecho de que tanto el capital como la mano de obra estadounidenses no tuvieran competencia. Estas circunstancias propicias, junto con la presión desde abajo, permitió a los trabajadores estadounidenses exigir salarios dignos y una serie de prestaciones, mientras disfrutaban de una elevada tasa de empleo. Los salarios elevados y la fuerte demanda funcionaron entonces como un estímulo maravilloso que trajo consigo, en forma de círculo virtuoso, el largo ciclo expansionista del periodo de posguerra.

A finales de los sesenta y principios de los setenta, sin embargo, tanto el capital como la mano de obra estadounidenses vieron cómo se incrementaba la competencia en los mercados mundiales. Además, durante el largo ciclo expansionista de posguerra, los fabricantes estadounidenses habían invertido tanto en capital fijo, en desarrollar capacidades, que para finales de los sesenta sus tasas de beneficio ya habían comenzado a disminuir a medida que los enormes "costes a fondo perdido", sobre todo en forma de instalaciones y equipo, se volvían cada vez más elevados [2].

Más que ninguna otra cosa, fueron estos cambios en las condiciones reales de producción, y el simultáneo realineamiento de los mercados globales, lo que motivó las cada vez mayores reservas hacia los postulados keynesianos y su abandono final. Al contrario de lo que repiten los economistas liberales/keynesianos, no fueron las ideas o los planes de Ronald Reagan los que estaban detrás del desmantelamiento de las reformas del New Deal; más bien, fue la globalización, primero del capital y después de la fuerza de trabajo, lo que hizo que las políticas económicas de corte keynesiano dejaran de resultar atractivas para la rentabilidad capitalista, y lo que propició el ascenso de Ronald Reagan y las políticas neoliberales de austeridad económica [3].

Debería destacarse que las políticas keynesianas de estabilización no fueron abandonadas por razones puramente ideológicas; esto es, porque, como sostienen muchos críticos del neoliberalismo, desde Chicago se extendiera un espíritu de laissez-faire que afectó a políticos de todos los partidos y los convenció de las ventajas de los mercados libres. [...] Los mecanismos keynesianos de regulación financiera (controles de capital y tipos de cambio regulados) no pudieron resistir la expansión del crédito internacional desregulado, los Euromercados, que pasaron a dominar las finanzas internacionales [4].

Cuando, inmediatamente después de la Segunda Guerra Mundial, en la Conferencia de Bretton Woods (NH, Nueva Inglaterra), se establecieron regulaciones financieras, controles de capital y un nuevo sistema monetario internacional, los mercados internacionales financieros y de crédito eran prácticamente inexistentes. El dólar estadounidense (y en menor extensión el oro) era, en líneas generales, el único medio de comercio y crédito internacional. Bajo esas circunstancias, los préstamos internacionales se realizaban principalmente a través del Fondo Monetario Internacional (FMI) y los bancos centrales de los países prestatarios/beneficiarios de los préstamos, de ahí la aplicabilidad de controles.

Sin embargo, este cuadro de los mercados de crédito/financieros fue cambiando gradualmente y, para finales de los sesenta y principios de los setenta del siglo pasado, esos mercados habían alcanzado un valor de cientos de miles de millones de dólares, posibilitando transacciones internacionales de crédito por fuera de los canales del FMI y los bancos centrales. Los dos factores principales que contribuyeron de manera significativa a la drástica inflación de los mercados financieros internacionales fueron (a) el crédito internacional generado por ordenador, y (b) la inmensa proliferación de Eurodólares, esto es, dólares estadounidenses depositados en bancos extranjeros. El crédito/las finanzas mundiales han crecido tantísimo durante las últimas décadas que han vuelto prácticamente inútiles los controles y las regulaciones internas o nacionales:
Los críticos de las finanzas internacionales han hecho varias propuestas para estabilizar el sistema y adecuarlo a los propósitos del desarrollo económico y social. La recomendación más común ha sido la vuelta a los controles de capital transnacional que existían durante los años 40 y 50 del siglo pasado. Dichos controles, en muchos casos, no fueron eliminados hasta los años noventa. Sin embargo, los depósitos bancarios internacionales y los activos financieros en el extranjero son ahora tan grandes que sería difícil hacer cumplir tales controles. De hecho, la razón principal para deshacerse de dichas regulaciones fue precisamente que no podían hacerse cumplir [5].
Es obvio, entonces, que el debilitamiento de las medidas de control y/o las salvaguardias normativas tuvo menos que ver con las tendencias puramente ideológicas de ciertos políticos y responsables de políticas que con la evolución de los mercados financieros internacionales.

Todo empezó mucho antes de la llegada de Reagan a la Casa Blanca

La afirmación de que el abandono de las políticas keynesianas a favor de las neoliberales se produjo con la llegada de Ronald Reagan a la Casa Blanca en 1980 es objetivamente falsa. Pruebas irrefutables demuestran que la fecha de vencimiento de las recetas keynesianas expiró al menos una docena de años antes. Las políticas keynesianas de expansión económica mediante la gestión de la demanda habían perdido fuelle (esto es, habían dado de sí todo lo que podían) a finales de los sesenta y principios de los setenta; no se vieron frenadas brusca y repentinamente bajo la dirección de Reagan.
Como señala el profesor Alan Nasser del Evergreen State College, los argumentos de que "las políticas de equidad económica suponían sacrificios en términos de eficiencia" fueron elaborados por los asesores económicos de las administraciones demócratas mucho antes de que la reaganomía los formalizara. Tanto Arthur Okun como Charles Schultze ocuparon el cargo de presidente del Consejo de Asesores Económicos con presidentes demócratas. En su libro Equality and Efficiency: The Big Tradeoff, Okun (1975) manifestó que "el objetivo intervencionista de mayor equidad tuvo unos costes de eficiencia que perjudicaron la economía privada". Del mismo modo, Schultze (1977) afirmó que
"las políticas del gobierno que afectan a los mercados en nombre de la imparcialidad y la equidad son necesariamente ineficientes", y que tales políticas "iban a perjudicar a las personas que los responsables de las políticas trataban de proteger, y a desestabilizar la economía privada en el proceso" [6].
Jerome Kalur también señala que "los esfuerzos de la Cámara de Comercio y la Mesa Redonda Empresarial para obtener el control de las decisiones reguladoras del gobierno comenzaron al menos nueve años antes" de la elección de Ronald Reagan como presidente, "cuando el abogado Lewis Powell envió a la Cámara su conocido memorando 'Attack of American Free Enterprise System'" [7]. Conjuntamente con la ofensiva legal de Powell contra la normativa laboral y reguladora, las grandes empresas actuaron rápidamente para "impedir la sindicalización" y "eliminar los controles reguladores mediante sucesivas campañas de propaganda promovidas por think-tanks como el Instituto Americano de Empresa (1972), la Fundación Heritage (1973) y el Instituto Cato (1977)" [8]. Kalur apunta algo más:
Cuando Powell entregó su memorando a la Cámara, la patronal estadounidense tenía a su servicio 175 firmas de cabildeo registradas. En 1982, el número de torcedores de brazos de la calle K [1] financiados por las empresas había llegado a los 2.500. Y si en los setenta había 400 PACs [2] respaldados por empresas, una década más tarde sumaban 1.200. Resumiendo, las grandes empresas estaban provocando el descenso en la afiliación sindical, influyendo fuertemente en las agencias federales y la legislación, y dominando la Comisión de Bolsa y Valores (SEC, por sus siglas en inglés) mucho antes de la llegada de Reagan a la presidencia. Con el nombramiento de Powell como juez del Tribunal Supremo, para 1978 el mundo empresarial estadounidense estaba más cerca de su meta de suprimir las restricciones a los donativos para las campañas a través de procedimientos clandestinos [9].
Si bien el giro teórico de la economía del New Deal/keynesiana por parte de las lumbreras del Partido Demócrata es anterior a la presidencia de Carter, la ejecución política de dichas teorías comenzó bajo su administración. Reagan recogió la copia demócrata de la agenda neoliberal y le sacó provecho, reemplazando la retórica del capitalismo con rostro humano por la retórica arrogante y farisaica del individualismo acentuado, según la cual la codicia y el interés propio son valores que hay que alimentar. El presidente Clinton no atenuó las políticas económicas por el lado de la oferta de los años de Reagan, y el presidente Obama no está vacilando al llevarlas a cabo.

El papel del Estado: esperanzas, mitos y (falsas) ilusiones

La visión keynesiana según la cual el gobierno puede ajustar la economía a través de políticas fiscales y monetarias para mantener el crecimiento se basa en la idea de que el capitalismo puede ser controlado o manipulado por el estado y gestionado por economistas profesionales desde los distintos departamentos gubernamentales de acuerdo al interés general. La eficiencia del modelo keynesiano, por lo tanto, se apoya en gran medida en una esperanza, o una ilusión, puesto que la relación de poder entre el estado y el mercado/capitalismo es normalmente la inversa. Al contrario de la percepción keynesiana, la elaboración de políticas económicas es algo más que una mera decisión administrativa o técnica; se trata sobre todo de un asunto socio-político que está relacionado orgánicamente con la naturaleza de clase del estado y los aparatos de definición de políticas.

La ilusión keynesiana ha estado alimentada o enmascarada por dos grandes mitos. El primero proviene de la idea que atribuye la aplicación de las reformas económicas del New Deal y la socialdemocracia tras la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial al genio de Keynes. Sin embargo, las pruebas demuestran que la aplicación de dichas reformas y, por tanto, el mayor protagonismo de Keynes, fue más el resultado de durísimas luchas de clase y enormes presiones por parte de grupos de base que de las mentes de expertos como Keynes. De hecho, fuera de los estrechos círculos académicos, Keynes no era conocido en los Estados Unidos cuando se llevaron a cabo la mayoría de las reformas del New Deal.

El segundo mito deriva de la visión que atribuye la larga expansión económica durante el periodo que va desde 1948 a 1968 en los Estados Unidos a la eficacia o al éxito de las políticas keynesianas de gestión de la demanda. Aunque es cierto que en aquel momento las políticas expansionistas del gobierno tuvieron un papel fundamental en el fantástico desarrollo económico de ese periodo, el éxito de esa expansión también se debió a una serie de condiciones o factores favorables. Entre ellos se encontraban la necesidad de reconstruir e invertir en las devastadas economías de posguerra de todo el mundo, la necesidad de cubrir la gran demanda global de bienes de consumo y de capital, y la falta de competencia para los productos y el capital estadounidenses en los mercados globales; en pocas palabras, el hecho de que en el periodo de posguerra había un enorme espacio para el crecimiento y la expansión.

Amparándose en estos mitos e ilusiones, los economistas keynesianos imaginaron un pequeño resquicio en el derrumbe financiero de 2008 y la Gran Recesión subsiguiente: una oportunidad para un nuevo amanecer de la economía keynesiana. Casi seis años después resulta suficientemente claro que las recetas keynesianas están cayendo en saco roto.

Rechazadas, las esperanzas e ilusiones keynesianas se han convertido en decepción y enfado. Por ejemplo, en su columna en el New York Times, el profesor Paul Krugman arremete a menudo contra la administración Obama por ignorar las políticas keynesianas de expansión económica y creación de empleo:
La verdad es que crear empleo en una economía deprimida es algo que el gobierno podría y debería hacer. [...] Piensen en ello: ¿Dónde están los grandes proyectos de obras públicas? ¿Dónde están los ejércitos de empleados públicos? Hay exactamente medio millón menos de funcionarios ahora que cuando el Sr. Obama asumió el cargo [10].
En el centro de la frustración y decepción de los economistas keynesianos está la percepción irrealista de que las políticas económicas son producciones intelectuales, y que la formulación de políticas es principalmente una cuestión de conocimientos técnicos y preferencias personales. Lo que estos economistas pasan por alto es el hecho de que dicha formulación no es simplemente una cuestión optativa, es decir, de política "buena" vs. "mala"; es sobre todo una cuestión de política de clase.

No basta con tener buen corazón o un alma compasiva; es igualmente importante no peder de vista cómo se hacen las políticas públicas bajo el capitalismo. No es suficiente con despotricar continuamente contra Ronald Reagan como un rey malvado y alabar a FDR como un rey sabio. La tarea más importante es explicar porqué la clase dominante derrocó al rey sabio y abrió la puerta al malvado. Como señala el profesor Peter Gowan de la London Metropolitan University, "los keynesianos defienden un argumento esencialmente falso a favor de la re-regulación al no ver la unidad del estado y Wall Street" [11].

Crecimiento y empleo: Keynes vs. Marx

No solo es inexacto el relato de los hechos que condujeron a la desaparición del keynesianismo y al auge del neoliberalismo que hacen los economistas liberales, también lo es su explicación de los continuos problemas de desempleo y estancamiento económico. Culpando de las altas y persistentes tasas de desempleo al "capitalismo neoliberal" en vez de al capitalismo per se, los defensores de la economía keynesiana tienden a perder de vista las causas estructurales o sistémicas del desempleo: la tendencia secular y/o sistémica de la producción capitalista a reemplazar continuamente la fuerza de trabajo por máquinas y, por tanto, a generar una masa considerable de desempleados, o un "ejército industrial de reserva", en palabras de Marx.

Bajo el capitalismo, tal y como lo explicó Marx, las leyes fundamentales de la oferta y la demanda de trabajo se ven fuertemente afectadas por la capacidad del mercado para producir de manera regular un ejército obrero de reserva, o "sobrepoblación". Este ejército de reserva es por tanto tan importante para la producción capitalista como lo es el ejército obrero activo (o realmente empleado). Así como para un buen uso del agua es importantísimo realizar ajustes periódicos y oportunos del nivel de un embalse de riego, para la rentabilidad capitalista resulta decisiva la existencia de una cantidad "apropiada" de desempleados:
Durante los períodos de estancamiento y de prosperidad media, el ejército industrial de reserva o sobrepoblación relativa ejerce presión sobre el ejército obrero activo, y pone coto a sus exigencias durante los períodos de sobreproducción y de paroxismo. La sobrepoblación relativa, pues, es el trasfondo sobre el que se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo. Comprime el campo de acción de esta ley dentro de los límites que convienen de manera absoluta al ansia de explotación y el afán de poder del capital [12].
En la era de la globalización de la producción y el empleo, el ejército industrial de reserva ha sobrepasado las fronteras nacionales. Según un reciente estudio de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), entre 1980 y 2007 la fuerza de trabajo mundial creció un 63%. El estudio demuestra además que, debido a la urbanización y/o desruralización, la proporción del ejército obrero activo es menor del 50%, es decir, más de la mitad de la fuerza de trabajo mundial está desempleada [13].

Es precisamente esta enorme y disponible masa de desempleados, junto con la relativa facilidad de deslocalización de la producción a cualquier lugar del mundo —no las "malas intenciones de los republicanos o los malvados neoliberales", como manifiestan muchos keynesianos— lo que ha obligado a la clase trabajadora a someterse, sobre todo en los países capitalistas centrales: aceptando los brutales planes de austeridad que suponen recortes de salarios y prestaciones, despidos y acoso sindical, empleos a tiempo parcial y eventuales, y similares.

Esto explica también porqué siguen sonando huecas las continuas llamadas keynesianas de los últimos años que proponen paquetes de estímulos de tipo keynesiano para poner fin a la recesión y paliar el desempleo. Bajo las nuevas condiciones de producción, que ha pasado de lo nacional o lo global, y en ausencia de la abrumadora presión política de los trabajadores y otras organizaciones de base, simplemente no se pueden volver a poner en práctica las recetas del doctor Keynes, las cuales fueron emitidas bajo condiciones socioeconómicas radicalmente diferentes, bajo circunstancias o marcos nacionales, no internacionales o mundiales.

Teóricamente, la estrategia keynesiana del "círculo virtuoso" de altas tasas de crecimiento y empleo es a la vez sencilla y razonable: el aumento del gasto público en un momento de grave crisis económica haría crecer el empleo y los salarios, aumentaría el poder de compra de la economía, lo que a su vez incentivaría a los productores a crecer y contratar, aumentando así el empleo, los salarios, la demanda, la oferta... hasta el infinito. Pero aunque la estrategia suene relativamente sencilla y bastante razonable, adolece de una serie de fallos.

Para empezar, asume implícitamente que los empleadores y quienes diseñan las políticas públicas están interesados de verdad en lograr el pleno empleo, pero por alguna razón no saben cómo alcanzar este objetivo. La consecución del pleno empleo, sin embargo, puede no ser el ideal o el nivel óptimo de beneficios para la producción capitalista, lo que significa que quizá no sea el objetivo real de los empresarios y/o responsables de políticas públicas. Como se mencionó anteriormente, para la rentabilidad capitalista es tan esencial que haya una considerable cantidad de desempleados como que exista el número de trabajadores necesarios para producir. En su afán de mantener los costes laborales tan bajos como sea posible, perpetuando una clase trabajadora dócil, el capitalismo tiende a menudo a preferir elevadas tasas de desempleo y bajos salarios a un bajo nivel de desempleo y elevados salarios.

Esto explica porqué, por ejemplo, el mercado de valores a menudo tiende a incrementarse cuando los informes señalan un aumento del desempleo, y viceversa. También explica porqué, aprovechando el largo (y persistente) ciclo recesionista, las empresas dominantes/los responsables de políticas públicas de los países centrales capitalistas se han embarcado en un programa de austeridad sin precedentes con medidas para reducir el sector público y el gasto correspondiente, cuyo objetivo principal es debilitar la fuerza de trabajo y disminuir su coste.

En segundo lugar, el argumento keynesiano que sostiene que el "círculo virtuoso" de índices de empleo, salarios y crecimiento elevados resultaría relativamente sencillo de alcanzar si no fuera por las "malas" políticas del neoliberalismo y la oposición de los empleadores, se basa en la suposición de que los empleadores/productores ignoran su propio interés. Según este argumento, si fueran conscientes de las ventajas de los "salarios Ford" podrían ayudarse a sí mismos y ayudar a los trabajadores, y contribuir al crecimiento económico y la prosperidad de todos. La visión sobre este asunto del conocido profesor liberal (y ex Secretario de Trabajo durante la primera administración de Clinton) Robert Reich ejemplifica el razonamiento keynesiano:
Durante la mayor parte del último siglo, el acuerdo básico que constituía el núcleo de la economía estadounidense era que los empleadores pagaran a sus trabajadores lo suficiente para que pudieran comprar lo que las empresas estadounidenses vendían. [...] Ese compromiso generó un ciclo virtuoso de mayor nivel de vida, más puestos de trabajo y mejores salarios. [...] El acuerdo básico ya no es válido. [...] En estos momentos los beneficios empresariales son elevados en gran medida porque los salarios son bajos y las empresas no están contratando. Pero se trata de una apuesta perdedora a largo plazo, incluso para las empresas. Sin suficientes consumidores estadounidenses sus días rentables están contados. Después de todo, existe un límite en el beneficio que pueden extraer recortando las nóminas [14].
Existen dos problemas fundamentales con este argumento. El primero es que asume (implícitamente) que los productores estadounidenses dependen de los trabajadores del país no solo como trabajadores sino también para que les compren sus productos, como si fuera una economía cerrada. Sin embargo, la realidad es que los productores estadounidenses dependen cada vez menos de la fuerza de trabajo doméstica, ni como trabajadores ni como consumidores, pues continuamente están ampliando sus mercados de producción y venta en el extranjero: "Tanto en el lado de la oferta [empleo] como en el de la demanda, el trabajador/consumidor estadounidense tiene un papel cada vez más secundario" [15].

El segundo problema radica en que los salarios y los beneficios son categorías a nivel micro o de empresa, establecidas por empleadores individuales o directores de empresa, no por los estrategas a nivel macro o nacional de la demanda agregada (como ocurre en una economía de planificación centralizada). Los productores individuales (grandes y pequeños) ven los salarios y las prestaciones, en primer lugar, como un coste de producción que debe ser minimizado a toda costa; y solo de forma secundaria, o nunca, como parte de la demanda agregada nacional que puede contribuir (indirectamente) a la venta de sus productos.

Marx caracterizó la disposición y la capacidad del capitalismo para crear una gran masa de desempleados (con el fin de conseguir una clase trabajadora mayoritariamente pobre y dócil) como "pauperización" y sumisión de la fuerza de trabajo; un mecanismo incorporado que resulta esencial para la "ley general" de la acumulación capitalista:
De esto se sigue que a medida que se acumula el capital empeora la situación del obrero, sea cual fuere su remuneración. La ley, finalmente, que mantiene un equilibrio constante entre la sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva y el volumen e intensidad de la acumulación, encadena el obrero al capital con grillos más firmes que las cuñas con que Hefestos aseguró a Prometeo en la roca. Esta ley produce una acumulación de miseria proporcional a la acumulación de capital. La acumulación de riqueza en un polo es al propio tiempo, pues, acumulación de miseria, tormentos de trabajo, esclavitud, ignorancia, embrutecimiento y degradación moral en el polo opuesto, esto es, donde se halla la clase que produce su propio producto como capital [16].
Conclusión

La teoría marxista del desempleo, basada en la teoría del ejército industrial de reserva, proporciona una explicación de los niveles de desempleo prolongados más sólida que la visión keynesiana, que atribuye la plaga del desempleo a las "equivocadas" o "malas" políticas neoliberales. Igualmente, la teoría marxista de los salarios de miseria o subsistencia ofrece una explicación más convincente de cómo y porqué esos bajísimos niveles salariales y el predominio generalizado de la pobreza en todo el país pueden ir acompañados de grandes beneficios empresariales y/o el crecimiento de los mercados de valores, que la que brinda la percepción keynesiana, según la cual para que se produzca un ciclo económico expansionista son necesarios niveles salariales elevados.

Además, y quizá sea lo más importante, la idea marxista de que los programas de protección económica significativos y duraderos solo pueden llevarse a cabo con la presión de las masas — y siendo coordinada globalmente — ofrece una solución mucho más lógica y prometedora al problema de las dificultades económicas de la abrumadora mayoría de la población mundial que los paquetes de estímulos keynesianos a nivel nacional, puramente académicos y esencialmente apolíticos. No importa lo alto, lo mucho o lo apasionadamente que los keynesianos de buen corazón supliquen empleos y nuevos programas de reformas del tipo New Deal, sus peticiones para aplicar tales programas van a ser ignoradas por los gobiernos que han sido elegidos y son controlados por poderosos intereses financieros. El principal fallo de las recetas keynesianas de gestión de la demanda es que consisten en una serie de propuestas populistas carentes de política de clase, es decir, de los mecanismos políticos que serían necesarios para llevarlas a cabo. Solamente con la movilización de las masas trabajadoras (y otras organizaciones de base) y luchando, en vez de suplicando, por una parte equitativa de lo que es verdaderamente el producto de su trabajo, puede la mayoría trabajadora alcanzar la seguridad económica y la dignidad humana.

Referencias | Notas

[1] Este artículo es básicamente una versión (significativamente) reducida del Capítulo 2 de mi libro, Beyond Mainstream Explanations of the Financial Crisis: Parasitic Finance Capital (Routledge, 2014).
[2] Anwar Shaikh, “The Falling Rate of Profit and the Economic Crisis in the U.S.”, en Robert et al. (eds.) The Imperiled Economy, Tomo I, Nueva York: Union for Radical Political Economy, 1987.
[3] Harry Shutt , The Trouble with Capitalism: An Enquiry into the Causes of Global Economic Failure, Londres: Zed Books, 1998.
[4] Jan Toporowski, Why the World Economy Needs a Financial Crash and Other Critical Essays on Finance and Financial Economics, Londres: Anthem Press, 2010, p. 18.
[5] Ibid., p. 25.
[6] Como aparece citado en Alan Nasser, “New Deal Liberalism Writes Its Obituary”, .
[7] Jerome S. Kalur, reseña del libro de Andrew Kliman The Failure of Capitalist Production, .
[8] Ibid.
[9] Ibid.
[10] Paul Krugman, “No, We Can’t? Or Won’t?”, .
[11] Peter Gowan, “The Crisis in the Heartland”, en M. Konings (ed.) The Great Credit Crash, Londres y Nueva York: Verso, 2010.
[12] Karl Marx, Capital, vol. 1, Nueva York: International Publishers, 1967, p. 639.
[13] Organización Internacional del Trabajo (OIT), The Global Employment Challenge, Ginebra, 2008; como aparece citado en John Bellamy Foster, Robert W. McChesney y R. Jamil Jonna, “The Global Reserve Army of Labor and the New Imperialism”,  
[14] Robert Reich, “Restore the Basic Bargain”, .
[15] Alan Nasser, “The Political Economy of Redistribution: Outsourcing Jobs, Offshoring Markets”, .
[16] Karl Marx, Capital, vol. 1, Nueva York: International Publishers, 1967, p. 645.

Ismael Hossein-zadeh es Profesor Emérito de Economía (Drake University). Autor de  Beyond Mainstream Explanations of the Financial Crisis   (Routledge, 2014),  The Political Economy of U.S. Militarism   (Palgrave-Macmillan, 2007), y  Soviet Non-capitalist Development: The Case of Nasser’s Egypt   (Praeger Publishers, 1989). Ha colaborado además en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion  (AK Press, 2012).Traducción del inglés por Sara PlazaArtículo original en inglés publicado en CounterPunch




[1] También conocida como "El bulevar del lobby", esta avenida de la capital estadounidense alberga empresas importantes, grupos de reflexión y sedes de grupos de interés [N. de la T.].
[2] Un Comité de Acción Política, (PAC, por sus siglas en inglés) es un organismo registrado en la Comisión Federal de Elecciones de Estados Unidos con el propósito de recaudar fondos para campañas políticas [N. de la T.].








http://www.rebelion.org/

◆ El que busca, encuentra...

Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

Not@s sobre Marx, marxismo, socialismo y la Revolución 2.0

— Notas notables
Cecilia Feijoo: Apuntes sobre el Concepto de Revolución Burguesa en Karl Marx — Red Diario Digital
Moishe Postone: Il compito della teoria critica oggi: Ripensare la critica del capitalismo e dei suoi futuri — Blackblog Franco Senia
Pierre-Yves Quiviger: Marx ou l'élimination des inégalités par la révolution — Le Point
Hernán Ouviña: Indigenizar el marxismo — La Tinta
Emmanuel Laurentin: Les historiens américains et Karl Marx — France Culture
Adèle Van Reeth: Le Capital de Karl Marx: La fabrique de la plus-value — France Culture
Manuel Martínez Llaneza: Reproches a Marx acerca de El Capital (Bajo la égida de Friedrich Engels) — Rebelión
Victoria Herrera: Marx y la historia — Buzos
Alejandro F. Gutiérrez Carmona: La vigencia del pensamiento marxista — Alianza Tex
Víctor Arrogante: El Capital y las aspiraciones de la clase trabajadora — Nueva Tribuna
Mauricio Mejía: Karl Marx, el poeta de la mercancía — El Financiero
Emmanuel Laurentin: Karl Marx à Paris: 1843-1845 — France Culture
Jacinto Valdés-Dapena Vivanco: La teoría marxista del Che Guevara — Bohemia
Aldo Casas: El marxismo como herramienta para la lucha — La necesidad de la formación en la militancia — La Tinta
Evald Vasiliévich Iliénkov: La dialéctica de lo abstracto y lo concreto en El Capital de Marx — Templando el Acero
Vincent Présumey: Suivi des écrits de Karl Marx / 1837-1848 - Part I, Part II, Part III & Part IV — Mediapart
Roman Rosdolky: Marx ésotérique et Marx exotérique — Palim Psao
Lepotier: Marx, Marxisme, Cui bono? — Bella Ciao
Andrea Vitale: La critica di Pareto a Marx: una abborracciatura — Operai e Teoria
Annelie Buntenbach: Marx provides us with a glimpse behind the scenes of capitalism — Marx 200
Antoni Puig Solé: La Ley del Valor y la ecología en Marx — Lo que somos
Vladimiro Giacché: Note sui significati di "Libertà" nei Lineamenti di Filosofia del Diritto di Hegel — Il Comunista
Salvador López Arnal: Manuel Sacristán (1925-1985) como renovador de las tradiciones emancipatorias — Rebelión
Paúl Ravelo Cabrera: Marx, Derrida, el Gesto Político y la supercapitalización mundial — Scribb
Dino Greco: In difesa del marxismo — Sollevazione
Alberto Quiñónez: Arte, praxis y materialismo histórico — Rebelión
Josefina L. Martínez: Feminismo & Socialismo marxista - Eleanor Marx, la cuestión de la mujer y el socialismo — Rebelión
John Bellamy Foster: Marx y la fractura en el metabolismo universal de la naturaleza — Scribb
José Manuel Bermudo Ávila: Concepto de Praxis en el joven Marx — Scribb
Carlos Oliva Mendoza: Adolfo Sánchez Vázquez: ¿marxismo radical o crítica romántica? — InfoLibre
Bernardo Coronel: ¿El marxismo es una ciencia? — La Haine
Sylvain Rakotoarison: Le capitalisme selon Karl Marx — Agora Vox

— Notas y comentarios sobre El Capital
António Ferraz: Os 150 anos do livro ‘O Capital’, de Karl Marx — Correio do Minho
Horacio Tarcus: Traductores y editores de la “Biblia del Proletariado” - Parte I & Parte II — Memoria
Emmanuel Laurentin: Le Capital, toujours utile pour penser la question économique et sociale? — France Culture
J.M. González Lara: 150 años de El Capital — Vanguardia
Roberto Giardina: Il Capitale di Marx ha 150 anni — Italia Oggi
Alejandro Cifuentes: El Capital de Marx en el siglo XXI — Voz
Marcela Gutiérrez Bobadilla: El Capital, de Karl Marx, celebra 150 años de su edición en Londres — Notimex
Mario Robles Roberto Escorcia Romo: Algunas reflexiones sobre la vigencia e importancia del Tomo I de El Capital — Memoria
Antoni Puig Solé: El Capital de Marx celebra su 150° aniversario — Lo que Somos
Jorge Vilches: El Capital: el libro de nunca acabar — La Razón
Carla de Mello: A 150 años de El Capital, la monumental obra de Karl Marx — Juventud Socialista del Uruguay
Rodolfo Bueno: El Capital cumple 150 años — Rebelión
Diego Guerrero: El Capital de Marx y el capitalismo actual: 150 años más cerca — Público
José Sarrión Andaluz & Salvador López Arnal: Primera edición de El Capital de Karl Marx, la obra de una vida — Rebelión
Sebastián Zarricueta: El Capital de Karl Marx: 150 años — 80°
Marcello Musto: La durezza del 'Capitale' — Il Manifesto
Esteban Mercatante: El valor de El Capital de Karl Marx en el siglo XXI — Izquierda Diario
Michael Roberts: La desigualdad a 150 años de El Capital de Karl Marx — Izquierda Diario
Ricardo Bada: El Capital en sus 150 años — Nexos
Christoph Driessen: ¿Tenía Marx razón? Se cumplen 150 años de edición de El Capital — El Mundo
Juan Losa: La profecía de Marx cumple 150 años — Público
John Saldarriaga: El Capital, 150 años en el estante — El Colombiano
Katia Schaer: Il y a 150 ans, Karl Marx publiait ‘Le Capital’, écrit majeur du 20e siècle — RTS Culture
Manuel Bello Hernández: El Capital de Karl Marx, cumple 150 años de su primera edición — NotiMex
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge
Jérôme Skalski: Lire Le Capital, un appel au possible du XXIe siècle - L’Humanité
Sebastiano Isaia: Il Capitale secondo Vilfredo Pareto — Nostromo

— Notas y reportajes de actualidad
Román Casado: Marx, Engels, Beatles, ese es el ritmo de Vltava — Radio Praga
María Gómez De Montis: El Manifiesto Comunista nació en la Grand Place — Erasmus en Flandes
Enrique Semo: 1991: ¿Por qué se derrumbó la URSS? — Memoria
Michel Husson: Marx, un économiste du XIXe siècle? A propos de la biographie de Jonathan Sperber — A L’Encontre
César Rendueles: Todos los Marx que hay en Marx — El País
Alice Pairo: Karl Marx, Dubaï et House of cards: la Session de rattrapage — France Culture
Sebastián Raza: Marxismo cultural: una teoría conspirativa de la derecha — La República
Samuel Jaramillo: De nuevo Marx, pero un Marx Nuevo — Universidad Externado de Colombia
Sergio Abraham Méndez Moissen: Karl Marx: El capítulo XXIV de El Capital y el “descubrimiento” de América — La Izquierda Diario
Joseph Daher: El marxismo, la primavera árabe y el fundamentalismo islámico — Viento Sur
Francisco Jaime: Marxismo: ¿salvación a través de la revolución? — El Siglo de Torreón
Michel Husson: Marx, Piketty et Aghion sur la productivité — A l’encontre
Guido Fernández Parmo: El día que Marx vio The Matrix — Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires
Cest: Karl Marx y sus "Cuadernos de París" toman vida con ilustraciones de Maguma — El Periódico
Leopoldo Moscoso: 'Das Kapital': reloading... — Público
Laura "Xiwe" Santillan: La lucha mapuche, la autodeterminación y el marxismo — La Izquierda Diario
José de María Romero Barea: Hölderlin ha leído a Marx y no lo olvida — Revista de Letras
Ismaël Dupont: Marx et Engels: les vies extravagantes et chagrines des deux théoriciens du communisme! — Le Chiffon Rouge Morlai
Francisco Cabrillo: Cómo Marx cambió el curso de la historia — Expansión
El “Dragón Rojo”, en Manchester: Cierran el histórico pub donde Marx y Engels charlaban "entre copa y copa" — BigNews Tonight
Marc Sala: El capitalismo se come al bar donde Marx y Engels debatían sobre comunismo — El Español

— Notas sobre debates, entrevistas y eventos
Fabrizio Mejía Madrid: Conmemoran aniversario de la muerte de Lenin en Rusia — Proceso
Segundo Congreso Mundial sobre Marxismo tendrá lugar en Beijing — Xinhua
Debate entre Andrew Kliman & Fred Moseley — Tiempos Críticos
David McNally & Sue Ferguson: “Social Reproduction Beyond Intersectionality: An Interview” — Marxismo Crítico
Gustavo Hernández Sánchez: “Edward Palmer Thompson es un autor que sí supo dar un giro copernicano a los estudios marxistas” — Rebelión
Alberto Maldonado: Michael Heinrich en Bogotá: El Capital de Marx es el misil más terrible lanzado contra la burguesía — Palabras al Margen
Leonardo Cazes: En memoria de Itsván Mészáros — Rebelión (Publicada en O Globo)
Entrevista con István Mészáros realizada por la revista persa Naghd’ (Kritik), el 02-06-1998: “Para ir Más allá del Capital” — Marxismo Crítico
Rosa Nassif: “El Che no fue solo un hombre de acción sino un gran teórico marxista” Agencia de Informaciones Mercosur AIM
Entrevista a Juan Geymonat: Por un marxismo sin citas a Marx — Hemisferio Izquierdo
Juliana Gonçalves: "El Capital no es una biblia ni un libro de recetas", dice José Paulo Netto [Português ] — Brasil de Fato
Entrevista a Michael Heinrich: El Capital: una obra colosal “para desenmascarar un sistema completo de falsas percepciones” — Viento Sur
Alejandro Katz & Mariano Schuster: Marx ha vuelto: 150 años de El Capital. Entrevista a Horacio Tarcus — La Vanguardia
Salvador López Arnal: Entrevista a Gustavo Hernández Sánchez sobre "La tradición marxista y la encrucijada postmoderna" — Rebelión
Jorge L. Acanda: "Hace falta una lectura de Marx que hunda raíces en las fuentes originarias del pensamiento de Marx" — La Linea de Fuego

— Notas sobre Lenin y la Revolución de Octubre
Guillermo Almeyra: Qué fue la Revolución Rusa — La Jornada
Jorge Figueroa: Dos revoluciones que cambiaron el mundo y el arte — La Gaceta
Gilberto López y Rivas: La revolución socialista de 1917 y la cuestión nacional y colonial — La Jornada
Aldo Agosti: Repensar la Revolución Rusa — Memoria
Toni Negri: Lenin: Dalla teoria alla pratica — Euronomade
Entretien avec Tariq Ali: L’héritage de Vladimir Lénine — Contretemps
Andrea Catone: La Rivoluzione d’Ottobre e il Movimento Socialista Mondiale in una prospettiva storica — Marx XXI
Michael Löwy: De la Revolución de Octubre al Ecocomunismo del Siglo XXI — Herramienta
Serge Halimi: Il secolo di Lenin — Rifondazione Comunista
Víctor Arrogante: La Gran Revolución de octubre — El Plural
Luis Bilbao: El mundo a un siglo de la Revolución de Octubre — Rebelión
Samir Amin: La Revolución de Octubre cien años después — El Viejo Topo
Luis Fernando Valdés-López: Revolución rusa, 100 años después — Portaluz
Ester Kandel: El centenario de la Revolución de octubre — Kaos en la Red
Daniel Gaido: Come fare la rivoluzione senza prendere il potere...a luglio — PalermoGrad
Eugenio del Río: Repensando la experiencia soviética — Ctxt
Pablo Stancanelli: Presentación el Atlas de la Revolución rusa - Pan, paz, tierra... libertad — Le Monde Diplomatique
Gabriel Quirici: La Revolución Rusa desafió a la izquierda, al marxismo y al capitalismo [Audio] — Del Sol

— Notas sobre la película “El joven Karl Marx”, del cineasta haitiano Raoul Peck
Eduardo Mackenzie:"Le jeune Karl Marx ", le film le plus récent du réalisateur Raoul Peck vient de sortir en France — Dreuz
Minou Petrovski: Pourquoi Raoul Peck, cinéaste haïtien, s’intéresse-t-il à la jeunesse de Karl Marx en 2017? — HuffPost
Antônio Lima Jûnior: [Resenha] O jovem Karl Marx – Raoul Peck (2017) — Fundaçâo Dinarco Reis
La película "El joven Karl Marx" llegará a los cines en el 2017 — Amistad Hispano-Soviética
Boris Lefebvre: "Le jeune Karl Marx": de la rencontre avec Engels au Manifeste — Révolution Pernamente

— Notas sobre el maestro István Mészáros, recientemente fallecido
Matteo Bifone: Oltre Il Capitale. Verso una teoria della transizione, a cura di R. Mapelli — Materialismo Storico
Gabriel Vargas Lozano, Hillel Ticktin: István Mészáros: pensar la alienación y la crisis del capitalismo — SinPermiso
Carmen Bohórquez: István Mészáros, ahora y siempre — Red 58
István Mészáros: Reflexiones sobre la Nueva Internacional — Rebelión
Ricardo Antunes: Sobre "Más allá del capital", de István Mészáros — Herramienta
Francisco Farina: Hasta la Victoria: István Mészáros — Marcha
István Mészáros in memoriam : Capitalism and Ecological Destruction — Climate & Capitalism.us