|
Karl Marx ✆ Baptistao
|
Guillermo Rochabrún
Silva | El método se adecúa al objeto de estudio —a
la materia— y al propósito del estudio. De ahí que cuando nos preguntemos por
el “método” marxista debamos precisar cuál es el objeto de estudio y qué busca
el marxismo. El capital es el terreno por excelencia de esta problemática.
Insisto en este punto porque infinidad de veces uno se plantea problemas de una
manera no marxista e intenta resolverlos “marxistamente”: ¿Cómo “operacionalizar” el valor y como
“medirlo”? ¿Cómo calcular el plusvalor?, etc. De este modo se piensa en
términos de una idea, de un “concepto teórico” situado por encima de la
realidad empírica, el cual debemos descomponer en indicadores que encuentren en
los datos determinado tipo de equivalentes.
|
Guillermo Rochabrún |
Marx y la metodología
En todo trabajo científico existe una dimensión
“metodológica”. La imagen que comúnmente es evocada cuando se habla de método o
de metodología, es la de un conjunto de recursos lógicos-formales y técnicas de
conceptualización, obtención, ordenamiento, análisis, explicación e
interpretación de informaciones sobre algún aspecto de la realidad, y que
guardan una determinada coherencia interna. Por ejemplo, en un diseño
experimental, los pasos a seguir incluyen la selección de factores que se
supone son causales de algún otro factor, así como pasos para determinar las
relaciones que se dan entre todos ellos. Por detrás se encuentran
ciertas
concepciones de causalidad y explicación, y la búsqueda de un conocimiento adecuado
a ciertos propósitos: la posibilidad de manipular las causas para producir determinados
efectos.
Cualquier texto sobre métodos, no sólo de Ciencias Sociales,
consta esencialmente de esta problemática: conceptos, hipótesis, indicadores,
operacionalización, confiabilidad y validez, causalidad, explicación, etc. Su
estudio es lo que se denomina Metodología. Dicho campo es evocado en la
Ciencias Sociales cuando nos referimos a la metodología. De ahí que, sobre esta
base, cuando se habla de “el método marxista” o “la metodología marxista”, uno
tiende a pensar en una respuesta marxista a los problemas de una metodología
positivista, y a preguntarse cómo se conceptualiza marxistamente, cuáles son
las “técnicas de análisis” marxista, como resuelve el marxismo el problema de
la validez, lo cual supone el uso de “indicadores” que operan conceptos
teóricos. En suma, terminamos preguntándonos qué es el método marxista y cómo
se aplica.
La tentación inmediata es la de aceptar los términos
impuestos por un campo metodológico positivista para tratar de darles una
respuesta “dialéctica” o del “materialismo histórico”. Por positivismo
entendemos aquí una perspectiva en la que el método puede aplicarse a cualquier
objeto, y por tanto es indiferente al objeto de estudio, que busca reconocer
lo existente asumiéndolo como dado y modificable sólo al interior de los
límites que impone la mera constatación de dicho existente.
Marx y Engels dirán refiriéndose a la “ideología alemana”:
La crítica alemana no
se ha salido, hasta en estos esfuerzos suyos de última hora, del terreno de la
filosofía. Y, muy lejos de entrar a investigar sus premisas filosóficas generales,
todos sus problemas brotan, incluso, sobre el terreno de un determinado sistema
filosófico, del sistema hegeliano. No sólo sus respuestas, sino también los problemas
mismos, llevan consigo un engaño.
Lo mismo vale para
toda metodología positivista; ella responde adecuadamente —hasta cierto punto—
a determinado tipo de problemas de manejo de información, cuya matriz social
contemporánea es la tecnocracia. El método se adecúa al objeto de estudio —a la
materia— y al propósito del estudio. De ahí que cuando nos preguntemos por el
“método” marxista debamos precisar cuál es el objeto de estudio y qué busca el
marxismo. El capital es el terreno por excelencia de esta problemática.
Insisto en este punto porque infinidad de veces uno se
plantea problemas de una manera no marxista e intenta resolverlos “marxistamente”:
¿Cómo “operacionalizar” el valor y como “medirlo”? ¿Cómo calcular el plusvalor?,
etc. De este modo se piensa en términos de una idea, de un “concepto teórico”
situado por encima de la realidad empírica, el cual debemos descomponer en indicadores
que encuentren en los datos determinado tipo de equivalentes.
Tal es la trampa cientificista en la que uno tiende a caer
cuando se sitúa ante el marxismo como frente a una ciencia académica, como una
posible fuente de respuestas a problemas escolásticamente planteados. Lo cual
entraña situarse frente al marxismo según su capacidad para responder a problemas
que no son suyos. Se saldrá bastante mal parado en esta empresa, porque no
puede responderse adecuadamente a problemas que están mal planteados. Esta
frustración se refuerza mediante la búsqueda afanosa e infructuosa de textos
“clásicos” o contemporáneos que se refieran al “método” como algo aislable, como
una cosa, como un objeto que pudiera existir en sí mismo, en su pura sustancialidad
metodológica, a imagen y semejanza de la perspectiva metodológica positivista.
En ella pueden existir libros de metodología que no dicen explícitamente ni “a”
sobre la teoría ni sobre la realidad. Y viceversa. ¿Es eso posible al interior
del marxismo?
A esta pregunta debemos contestar contrastando la experiencia
metodológica que se va desarrollando con el estudio de El capital. Por
consiguiente, ¿en qué puede consistir su problemática metodológica, en lo que
ella puede manifestarse en los tres primeros capítulos del primer tomo?
Es muy significativo que casi nunca Marx se haya ocupado de
“problemas metodológicos”, tomándolos por sí mismos y en sí mismos. Los textos
que parecen pertinentes son muy escasos y fragmentarios, y como puede comprobar
quien haya intentado estudiarlos “en frío”, poco o nada es lo que orientan
sobre la construcción o elaboración del conocimiento, incluso acerca de los
procedimientos del mismo Marx.
Ahora bien, los “procedimientos” son siempre procedimientos
para hacer algo; en el caso de Marx, ¿en qué consiste ese algo? Esto puede
determinarse únicamente a través del conocimiento del objeto. Y es que el
método es un derivado implícito en —y de— el objeto.