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Jacques Rancière ✆ Emmanuel Polanco
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Juan Dal Maso
Siempre es difícil de determinar cuál es el último libro de
Rancière, porque siempre aparece uno nuevo. Sin embargo, estas líneas no tienen
la pretensión de hacer un análisis global ni absolutamente detallista de su
obra. Antes que nada me interesa tomar en cuenta algunos de sus planteos
principales, o característicos, que en definitiva representan un desafío para
el marxismo. Y entonces plantear (sí, otra vez), una pregunta
"gramsciana": ¿podemos traducir algunas
de las principales ideas de Rancière en términos marxistas? Esta tarea
supondría dos cuestiones. La primera, reconocer alguna legitimidad a las
críticas que Rancière esgrime hacia el marxismo. La segunda, pensar estas
críticas como expresión no tanto de una actitud hostil del autor hacia el
pensamiento marxista, sino como la cifra de algunos desafíos que la tarea de
recomposición y renovación del marxismo debe enfrentar hoy.
Señalaremos entonces que la trayectoria crítica de Rancière
respecto del marxismo, inseparable de su trayectoria política singular, se
inserta en un contexto específico: aunque en sus obras dirija críticas a
ciertas ideas de Marx, el marxismo del que se alejó Rancière tenía la marca del
"cientificismo" del Althusser previo al "materialismo
aleatorio" primero y el voluntarismo burocrático del maoísmo después.
Veremos luego que en muchas de sus críticas a Marx (sobre todo en El filósofo y sus pobres, pero no solamente)
se puede reconocer cierto ajuste de cuentas con estas tradiciones antes que
con el propio Marx.
Asimismo, los problemas señalados por Rancière como nodales
para cualquier empresa emancipatoria pueden ser incorporados en una relectura
de los problemas de la teoría y la estrategia marxista: la búsqueda de una
"comunidad de iguales" como punto de partida y no como el resultado
de un largo proceso previo de legitimación de toda clase de desigualdades, la
crítica de cualquier "sustitucionismo" en términos de representación
política de la clase trabajadora y los sectores populares, la importancia de la
política en términos de un proceso de subjetivación que cuestiona el lugar que
se pretende adjudicar a los trabajadores, las mujeres y los pobres en la
sociedad, que generalmente une la división de clases con la división del
trabajo manual e intelectual.
A todos estos problemas, las distintas variantes de
"socialismo real" dieron una respuesta que Rancière denominaría policial (ver
más abajo sobre la República de Platón): el trabajo a destajo, las privaciones
y la represión de la disidencia eran la garantía del irrefrenable avance del
socialismo, el partido "de la clase obrera" siempre tenía razón
incluso contra la clase obrera, la democracia de base era
"trotskismo" y debía ser reemplazada en el mejor de los casos con un
régimen plebiscitario, acompañado de una represión constante.
Podría decirse que la crítica de este tipo de experiencias,
unida a una crítica del marxismo clásico, es un rasgo que Rancière comparte con
el posmarxismo y el autonomismo. Pero hay una diferencia. Mientras el
posmarxismo se dedicó a "deconstruir" el sujeto proletario para
terminar erigiendo como sujeto al Estado y el autonomismo buscó un nuevo sujeto
en la "multitud" más o menos no-estatal, siempre y cuando no haya
gobiernos "progresistas"; Rancière buscó fundamentar una teoría
política alternativa a la del marxismo, rescatando las experiencias del
movimiento obrero de los orígenes (ver La
noche de los proletarios), anterior al Manifiesto Comunista, y que a su vez tuvo vasos comunicantes y una
gran influencia en Marx y Engels, aunque Rancière destaque sobre todo los
puntos de ruptura o desacuerdo. En este artículo analizaremos especialmente
algunas de sus críticas al marxismo y los elementos que hacen a su teoría
política.
¿Un Marx
"sustitucionista"?
Partiendo de la crítica a la división del trabajo manual e
intelectual, Rancière cuestiona el rol asignado por Platón a la filosofía y los
filósofos, en la República: un orden en el que los filósofos piensan y
gobiernan, los militares cuidan y los zapateros trabajan. Este "reparto de
lo sensible" que impone a cada categoría social un oficio y una estructura
intelectual y de sentimientos, es lo que llama policía como aquello que se contrapone a la política, es decir al acto de
afirmación por parte de un colectivo en términos que cuestionan el lugar que le
fuera asignado por el orden policial (cuando los zapateros dicen "no somos
zapateros, somos proletarios", cuando Blanqui se identifica del mismo modo
en el momento en que el Tribunal que lo juzga le pregunta su profesión, cuando
lo estudiantes del '68 gritan "somos todos judíos alemanes"). La
política por definición es más o menos contingente y las tentativas de institucionalización
pueden llevar a una nueva variante de policía.
De aquí que Rancière realice una valoración positiva del
movimiento obrero pre-marxista, que perseguía la igualdad de los obreros, en
tanto ciudadanos y sujetos de cultura, más allá y a pesar de la diferencia de
clase y sin una estrategia de conquista del poder.
En
El filósofo y
sus pobres, Marx va a aparecer como
Herr Doktor, que busca explicarle a los proletarios comunistas
(como Weitling y otros) que ellos no son los verdaderos proletarios comunistas,
tarea, acota Rancière que es muy difícil incluso para los mejores dialécticos.
Sin embargo, como probara David Riazanov, la actividad política de Marx en los
años '40 del siglo XIX estuvo lejos de la de un intelectual que se ubicaba por
encima de los obreros. Incluso si se considera que Riazanov exagera el rol de
organizador de Marx, su labor como impulsor de la Liga de los Comunistas, en la
que estaba en igualdad de condiciones con dirigentes y organizadores obreros,
que incluso lo obligaron a entregar el texto del
Manifiesto Comunista, bajo apercibimiento de recibir una sanción,
se encuentra claramente documentada. Más allá de lo que pensara sobre Weitling
u otros militantes obreros, Marx formaba parte entusiasta de una
"comunidad de iguales". Por otro lado, su crítica a las variantes del
"socialismo utópico" estaba más centrada en su incomprensión de la
sociedad capitalista que en su igualitarismo. Sin duda existe una cierta
tensión inherente a la actitud de Marx de formar parte del movimiento obrero de
su época y formular "científicamente" las ideas de ese movimiento.
Llevada a una extremo la crítica teórica, puede caerse en la adjudicación para
los intelectuales del "punto de vista" de la clase obrera, tal como
critica Rancière. Pero el propio Marx, como destaca
Emmanuel
Barot, ya había postulado en La Ideología Alemana que el comunismo era el
"movimiento real que busca abolir el estado de cosas existente",
separándose de esas posiciones.
En este caso, la crítica de Rancière podría resultar más
adecuada a la vieja teoría "sustitucionista" que esgrimieron los PC
de la segunda posguerra desde Vietnam hasta Europa Occidental: el partido como
depositario del "punto de vista" de la clase obrera.
El Maestro
ignorante y el educador-educado
El
Maestro
ignorante es uno de los trabajos más conocidos de Rancière, que hemos
comentado
en
otra oportunidad. Destacando la experiencia de Joseph Jacotot y su
"método de la enseñanza universal", Rancière postula la importancia
de la emancipación intelectual tanto como el reconocimiento de laigualdad de
las inteligencias, que para Jacotot eran la clave de toda emancipación,
intraducible a un proyecto de emancipación social, ya que la sociedad se basaba
en la ficción de la desigualdad. No obstante este escepticismo social y
político, la idea del Maestro ignorante y del reconocimiento de la igualdad de
las inteligencias como punto de partida para cualquier práctica revolucionaria
no es algo ajeno a Marx, creador de la metáfora del educador-educado. Tanto es
así que en la tercera de sus
Tesis sobre Feuerbach,
señala positivamente una idea que Rancière defiende a su vez, pero como
alternativa al marxismo:
La teoría materialista
de que los hombres son producto de las circunstancias y de la educación, y de
que, por tanto, los hombres modificados son producto de circunstancias
distintas y de una educación modificada, olvida que son los hombres,
precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que el propio
educador necesita ser educado. Conduce, pues, forzosamente, a la división de la
sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la sociedad (así,
por ej., en Roberto Owen). La coincidencia de la modificación de las
circunstancias y de la actividad humana sólo puede concebirse y entenderse
racionalmente como práctica revolucionaria.
La diferencia radicaría en que en la lectura de Jacotot por
Rancière, esta diferencia entre educador y educado se resuelve por la vía de
una práctica educativa radicalmente igualitarista, mientras que en el caso de
Marx, esa práctica se amplía y rebasa hacia la actividad práctica
revolucionaria. Es decir, mientras que el Maestro Ignorante es un punto de partida
y llegada simultáneamente, el educador-educado es un punto de partida, desde el
cual la actividad práctica revolucionaria busca modificar
radicalmente las circunstancias que dieran origen a esa división. De allí que
la figura del educador-educado de Marx, sin ser del todo contraria al Maestro
Ignorante, parece muy distinta de la Aristocracia Proletaria que propuso Badiou
como alternativa al Jacotot de Rancière (ver conferencia sobre Rancière en La aventura de la filosofía francesa a
partir de 1960, LOM, Santiago de Chile, 2014). Si el educador debe ser
educado, el movimiento proletario no puede dividirse en aristócratas y
plebeyos, aunque sea de modo contingente.
Marx, la
metapolítica y la revolución permanente
En El desacuerdo (también
en En los bordes de lo político) Rancière
formula la concepción de la política que se opone a la policía, a la que hacíamos referencia en
la introducción. Su crítica al pensamiento de Marx sobre la política es que al
reducir la igualdad política a la desigualdad social, disminuye notablemente
las capacidades emancipatorias de la política entendida como acto de afirmación
de una identidad por un colectivo que cuestiona el orden policial. De
aquí que para Rancière Marx postula una metapolítica que plantea como
imposible la emancipación política sin modificar la estructura de clases, lo
cual siempre puede dar lugar a un nuevo orden policial.
Sin embargo, el asunto no es tan sencillo. Dado que Marx fue
también un hombre político que intervino en la política proletaria de su época,
sus ideas en este terreno no se reducen a una denuncia de la
"ficción" política. En primer lugar, porque el propio Marx buscó
precisamente la constitución de una política en el sentido apuntado
por Rancière: que los trabajadores divididos en distintos talleres y oficios se
identificaran como proletarios y de ese modo comenzar a cuestionar el
orden policial. Cierto que para Marx esa política podía tener una
duración mayor y ser menos contingente, pero el propio Marx planteó una
alternativa para que la política proletaria no degenerara en policía (para usar los términos de
Rancière): la revolución permanente.
Planteada como la bandera del proletariado en las
revoluciones democrático-burguesas tardías de 1848, la idea de la revolución
permanente no es exactamente asimilable a un proceso que no se termina nunca y
mantiene siempre la misma velocidad e intensidad. Pero sí contiene la idea de
que toda "institucionalización" de la revolución (pasible de devenir policía) no puede revestir otra forma
que la de la precariedad y otro contenido que el de un movimiento constante
(aunque contenga avances y retrocesos). No casualmente Marx fue especialmente
crítico de aquellas ideas que suponían una síntesis entre socialismo y Estado
burgués, como la consigna fundacional de la socialdemocracia alemana del
"Estado popular libre". La Comuna de París fue precisamente un
ejemplo, en vida de Marx, de la constitución de un cuerpo político que
cuestionaba el ordenpolicial, que buscó destruir esa experiencia a sangre y
fuego.
Esta idea de revolución permanente que luego sería retomada
por otros autores marxistas, pero especialmente desarrollada por Trotsky como
una teoría integral, supone para la revolución proletaria un proceso de
constantes transformaciones al interior de la sociedad de transición, cuya
continuidad es una de las garantías (las otras son la extensión internacional
de la revolución y la democracia de los trabajadores) contra la posibilidad de
burocratización, es decir de la constitución de un orden policial en
los términos de Rancière.
Algunas
conclusiones
Hemos intentado mostrar que muchos tópicos del pensamiento
de Marx están más cerca de Rancière que el marxismo cientificista criticado por
el filósofo francés. Esto no quiere decir que los problemas planteados por este
sean ociosos. Por el contrario, sus estocadas, muchas veces certeras, permiten
no sólo rediscutir en qué medida el pensamiento de Marx es distinto de ciertos
"marxismos" sino también volver a pensar las tensiones existentes en
el propio Marx sobre estos problemas y buscar una lectura más acorde a los
desafíos que tiene que enfrentar el marxismo hoy.
En este contexto, si bien el pensamiento de Rancière,
incluso por el peso dado en su reflexión a la
cuestión
estética y sus implicancias políticas, es un pensamiento alternativo
al de la estrategia o pre-estratégico, no por eso es necesariamente
anti-estratégico. Se ubica en otro registro, que puede ser retraducido
parcialmente al lenguaje del marxismo para replantear la teoría política
marxista que es consustancial a su estrategia, en las condiciones actuales de
debate político-ideológico, precisando su "forma actual".