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Karl Marx ✆ Aimee L. Dingman
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Iñaki Gil de San Vicente | Han tenido lugar en Galiza tres
charlas-debate sobre otras tantas cuestiones de actualidad: Las tareas de la
organización revolucionaria; ¿España se hunde? Una visión desde Euskal Herria;
y Marx y nosotras/os. Las tres atañen a cuestiones centrales de la lucha
revolucionaria en sí misma, al margen de las naciones y fases capitalistas en
las que ésta se libre. Pero en el ahora mismo, en lo inmediato, son tres puntos
críticos de debate en las naciones oprimidas por el Estado español y en las
izquierdas de este mismo Estado, que a su vez se encuentra inmerso en una
crisis «nueva» en la historia del modo de producción capitalista. Antes de seguir conviene sentar las bases de apreciación de
la «nueva» crisis sistémica que ya fueron adelantados en sus elementos centrales [1].
Pero la novedad de la crisis actual ha de ser estudiada dentro de la naturaleza
histórica del modo de producción capitalista en cuanto «esencia», en el sentido
de la lectura de Hegel por Lenin [2], dentro del desarrollo de sus contradicciones
antagónicas, lo que demuestra la «posibilidad y la necesidad» [3] de
su estudio científico como momento de la praxis revolucionaria. En este
estudio, la cuestión de la crisis socioeconómica y/o política es una de las
fundamentales porque exige un método de pensamiento que integre al menos cuatro
contradicciones parciales --descenso del beneficio, desproporción entre el
Sector I y el Sector II, infra-consumo y sobre-acumulación [4] --
que, a largo plazo, se rigen por la ley de la tendencia decreciente de la cuota
de ganancia descubierta por Marx [5].
Luego volveremos a esta ley por su importancia filosófica y
ética, que no sólo económica; ley tendencial ferozmente atacada por el
reformismo y la burguesía desde su primera enunciación definitiva al publicarse
en 1885 el Libro III de El Capital,
porque, en su concisa brevedad, sintetiza el concepto de praxis revolucionaria
como la consciencia interviniendo en las calderas de las contradicciones
irresolubles para orientar su salida hacia un sentido determinado o hacia su
contrario: hacia el socialismo y el comunismo, o hacia el capitalismo y el
imperialismo. Es esto lo que emerge de la teoría de la crisis [6].
Vamos a ordenar las tres ponencias en una sola con el
siguiente orden: primero veremos la valía del marxismo en el momento actual lo
que nos aporta; después, avanzaremos hacia el problema español intentando usar
el método marxista; y por último, nos detendremos en el problema organizativo
para encarar el problema español. Lo hacemos así porque para analizar el
segundo, el imperialismo español, y el tercero, la necesidad de organizaciones
de vanguardia, necesitamos de una visión panorámica, histórica y radical, y esa
sólo nos la ofrece el método marxista. Por otra parte también en lo estatal y
en lo organizativo veremos la actualidad del método marxista.
La
actualidad del marxismo
Debemos dejar de cometer el error del individualismo
metodológico, forma de interpretar la historia que fortalece a la ideología
burguesa en especial en los debate teóricos, donde exclusivamente se confrontan
a individuos descontextualizados, como si fueran púgiles ideológicos en un ring
aislado del mundo. Según eso, no existiría una permanente confrontación mundial
entre explotadores explotados desde el origen del capitalismo e incluso, a otra
escala, desde el origen de la explotación humana, sino un cuadrilátero ideal en
el que un solo púgil, Marx en solitario porque ni siquiera Engels es citado, ha
de vencer uno a uno, o a varios a la vez, ideólogos del capital. El
individualismo metodológico nos aboca a «la larga lucha por poseer a
Marx» [7] en la que cada corriente, moda intelectual o persona se
declara como único heredero del revolucionario.
La realidad no es así. Al igual que sucede en la historia
del pensamiento, de la ciencia, y de la filosofía dialéctica en concreto sobre el problema crucial de la verdad
absoluta y relativa, cuya conquista como categoría es producto de una larga
historia anterior [8], también sucede otro tanto con el socialismo y el
marxismo. Si ambos amigos pudieron desarrollar su teoría revolucionaria fue
porque estaban dentro de un amplio movimiento socialista internacional del que
se alimentaban intelectualmente porque les aportaba buena parte de la
herramienta teórica en bruto que ellos pulían al contrastarla con sus estudios
de las luchas reales, y de esa interacción mediada por relaciones organizativas
algunas de las veces clandestinas surgían sus aportaciones teóricas novedosas.
Nunca hubieran surgido sin ellas. Desde esta perspectiva, el marxismo o el engelsismo
u otra denominación, hubieran surgido de algún modo [9] en aquella
época porque las contradicciones objetivas estaban ya dadas. Para entender la
actualidad del marxismo y las aportaciones que nos hace hay que partir de la
larga corriente revolucionaria que empieza a tomar cuerpo teórico conforma
avanza la década de 1840 llegando a hasta nuestros días.
Bien visto, el gran logro de Marx y Engels consiste en haber
sistematizado desde la perspectiva de la lucha por el comunismo lo mejor del
pensamiento humano anterior al que tenía acceso, y de haber elaborado a partir
de ahí un método revolucionario enunciado en su núcleo elemental. Dado que para
explicar este punto crucial necesito un espacio que desborda con creces el
límite de esta ponencia, me remito a dos textos [10].
¿Qué aportaciones cualitativas elaboraron? Además de lo que
el propio Marx reconoció como la teoría de trabajo abstracto, la teoría de la
dictadura del proletariado, la teoría de la plusvalía y otras sobre las que no
reivindicó «derecho de propiedad intelectual» alguno, para entendernos, como la
teoría del fetichismo de la mercancía, etc.; además de estas, sí podemos decir
que, en una primera instancia, Engels y él crearon tres grandes cuerpos
teóricos: La crítica de la economía política, que integra la teoría de la
plusvalía, de la ley del valor, etc. La crítica del Estado y de la democracia,
de la política y de los límites del institucionalismo, que plantea los
problemas del pacifismo parlamentario y electoralista. Y la crítica del método
burgués de pensamiento en el sentido de que el fetichismo, la ideología, la
abstracción mercancía, la alienación –expuestos ahora sin precisiones-, hacen
que el método burgués de interpretar la realidad es una parte de la estructura
de poder imperialista. Precisamente son estas aportaciones [11] las
que marcan el antagonismo absoluto con cualquier vía reformista, como se vuelve
a comprobar ahora mismo.
Las tres aportaciones se caracterizan por dos cosas: una,
por ser «abiertas», es decir, por estar en un proceso de enriquecimiento y
autocrítica permanente en la medida en que la lucha de clases mundial las
confirma en su esencia y las mejora en su forma. Alguien ha dicho que «La
vitalidad de una teoría se prueba por las refutaciones que sufre y por las
mutaciones de que es capaz sin disgregarse» [12]. El marxismo, como praxis
colectiva sostenida en las peores condiciones imaginables, demuestra su
vitalidad cada vez que los hechos desmontan una a una las sucesivas críticas
que recibe. Por ejemplo, una demostración incuestionable de la veracidad
histórica de la ley de concentración y centralización de
capitales [13] y de la ley de la depauperación relativa y absoluta,
por citar sólo dos leyes tendenciales marxistas, la tenemos en la reciente investigación
de Oxfam según la cual 62 personas acumulan la misma riqueza que la mitad de la
humanidad [14]. Pese a su desconocimiento de Marx [15], Piketty logra
aportar datos meramente cuantitativos que con un método
reformista [16] confirman, sin quererlo él, las tesis marxistas.
Otro tanto sucede con la contradicción irreconciliable entre
la producción social y la apropiación privada, la tendencia ciega a la
mercantilización absoluta, el aumento de la composición orgánica del capital en
detrimento del capital variable, el ascenso del militarismo y del
capital-dinero hacia la financiarización, la integración de la ciencia en el
capital constante y su contradicción con la esencia revolucionaria del método
científico-crítico...
Fijémonos en esta última cuestión, la ideología burguesa
presenta a la ciencia como un absoluto virtuoso, como una práctica limpia y
neutral sólo enturbiada por la codicia avara de empresarios y militares
sociópatas sin escrúpulos. Incluso hay textos en los que ni se cita el
militarismo y la lógica capitalista en el devenir de la ciencia en el siglo XX,
sino a los sumo las relaciones entre ciencia y cultura, denunciando suavemente
la palabrería posmodernista [17]. Sin embargo se sabe que en uno de los
centros que debieran vigilar la virtud de la ciencia, las oficinas de
patentes [18], son auténticos campos de batalla en los que se emplean
todos los trucos sucios para beneficiar a unas empresas en detrimento de otras,
y en perjuicio del progreso de la ciencia liberadora. Otro medio «neutral» de
validación es la llamada cienciometría [19] que vigila las
publicaciones científicas con parámetros positivistas.
La subsunción de la tecnociencia en el capital constante es
también parte del proceso de producción de ideología burguesa en la misma
dinámica capitalista. La producción de ideología es reforzada por la burocracia
académica, pero «El marxismo no es una filosofía académica, ni un producto
científico en el sentido restringido y característico del término» [20],
lo que le libra de los ataques positivistas y de la impotencia del
academicismo, del «carácter parasitario de tanta supuesta
“investigación”» [21] académica mecanicista y anti
dialéctica [22]. Y es que el método marxista es justo lo contrario de la
«ciencia social» [23].
La otra característica común a las tres aportaciones citadas
es que son la base de otras teorías menos desarrolladas que ambos amigos
anunciaron y de las que incluso adelantaron aspectos fundamentales para
ulteriores enriquecimientos como el feminismo socialista ya que «Marx valoraba
la necesidad de existencia de organizaciones independientes de mujeres para
defender sus derechos específicos» [24]; la reintegración de la especie
humana en la naturaleza hasta el punto de teorizar que la Tierra no pertenece a
nadie del presente, sino a las generaciones futuras y que las actuales tienen
el deber de entregársela en mejores condiciones de como la recibieron de la
generación pasada [25]. Y muy unida a esta radical tesis la otra no menos
radical de la defensa de los derechos comunales, de los derechos
consuetudinarios [26] precapitalistas sobre el libre y racional uso
por el pueblo de los bienes colectivos, comunes, no privatizados por la clase
dominante.
Veamos más ejemplos: el estrechamente relacionado con los
propiedad colectiva de los bienes comunes, la lucha por el tiempo libre, por el
tiempo propio liberado del tiempo del capital, dedicado ahora a esas cosas y
actos pequeños, aparentemente nimios e inservibles incluso, pero que conservan
en sí algo de lo que fue el tiempo precapitalista, y de lo que es «esa parte
humana que no ha sido vendida o que no lo ha sido
totalmente» [27] porque «El tema central de la obra de Marx es el
disfrute humano. La vida buena, para él, no es una vida dominada por el
trabajo, sino por el tiempo libre. La realización personal en libertad es una
forma de “producción”, sí, pero no una producción coactiva»[28].
Más adelante volveremos a la «vida buena» al estudiar la
función de la dialéctica en el momento de optar por la lucha o por la
obediencia. Ahora, siguiendo con las aportaciones de Marx y Engels, resalta la
de luchar contra la burocracia, la obediencia, la credulidad y la sumisión a la
al autoritarismo dentro de las organizaciones revolucionarias; la creciente
importancia de las luchas de liberación nacional; la capacidad burguesa para
integrar y alienar a la clase trabajadora en el capitalismo central, el
desplazamiento de las revoluciones hacia los países empobrecidos, la tendencia
que va del bonapartismo al fascismo…
El desarrollo de aperturas teóricas depende tanto de las
enseñanzas prácticas de la lucha de clases mundial como de las capacidades
críticas y autocríticas de los movimientos revolucionarios existentes en su
interior, dicho sintéticamente, depende de la lucha de las masas «como un movimiento
desde la práctica, que es en sí mismo una forma de teoría» [29]. Debemos
insistir en esta dialéctica entre la crítica que la realidad hace al
pensamiento y la capacidad del pensamiento autocrítico para aprehender esa
crítica objetiva: aquí, en este lenguaje aparentemente hegeliano, radica el
secreto del potencial revolucionario del marxismo en cuanto negatividad
absoluta de lo real mediante la praxis radical, la que va a la raíz de los
problemas.
Dependen, en suma, de la lucha revolucionaria estratégicamente
dirigida hacia objetivos antagónicos con la civilización del capital, lucha que
puede resultar victoriosa o ser derrotada. Toda lucha estratégicamente dirigida
es una lucha política. Cuando, por ejemplo, las luchas sindicales aisladas y
con objetivos limitados van coordinándose, acercándose, unificando sus acciones
y sus reivindicaciones, sus objetivos últimos, en este devenir « la asociación
adquiere carácter político» [30]. Y el carácter político de la asociación,
del sindicalismo, de las formas organizativas, es inherente a la «lectura
política» de la teoría marxista, sobre todo de El Capital, el texto más desprestigiado e incomprendido al
acusársele de «determinismo economicista». Sin embargo: la lectura política de
Marx «Es una lectura que en forma consciente y unilateral estructura su enfoque
para determinar el significado y la importancia de cada concepto para el
desarrollo inmediato de la lucha de la clase trabajadora. Es una lectura que
evita toda interpretación fría y toda teorización abstracta para tomar los
conceptos sólo dentro de una totalidad concreta de la lucha cuyas
determinaciones designan» [31].
Pongamos otro ejemplo de la lectura política y por tanto del
carácter político de la praxis marxista. La masa de datos disponibles y la
cantidad de estudios e investigaciones sobre la situación del capitalismo
mundial muestran que está sumido en un profundo estancamiento de muy larga
duración que, con altibajos, se remontaba a la incapacidad de superar de manera
estable y definitiva la tasa media de beneficios alcanzada en la década de
1960. Por algunos momentos y tras un salvaje ataque neoliberal sostenido desde
la década de 1970, el centro imperialista si ha logrado igualar aquél logro.
Pero esta recuperación no es una victoria definitiva del capital que inicia
otra nueva fase u onda expansiva, sino sólo un respiro fugaz en una parte del
sistema mundial porque la tasa media de beneficio a nivel mundial ha caído
desde el máximo del 44% en 1869-1870 hasta el mínimo del 18% en 2007-2013, con
una tasa media que baja del 40% a poco más de 20% en las mismas
fechas [32].
El modo de producción capitalista va perdiendo fuelle: entre
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, los fundamentales economistas
burgueses clásicos, A. Smith y D. Ricardo, habían intuido esta ley tendencial
que empezó a confirmarse con las primeras series estadísticas fiables, pero no
pudieron y tampoco se atrevieron a profundizar en sus causas. Tampoco lo
intentaron sus seguidores, por miedo a la represión, como veremos.
Frente a esta tendencia constatada, hay dos posibles
alternativas generales: una, cerrar los ojos y creer que el capitalismo
superará sus «aspectos negativos» e incrementará eternamente la «justicia
social»; y otra, esperar pasivamente a que se hunda por sí mismo bien mediante
una violenta implosión o bien mediante una suave agonía. Dejando de lado la
primera opción por irreal, cualquier forma de la segunda nos lleva a la espera
pasiva ya que el futuro estaría determinado al margen de nuestra voluntad. Pero
esta concepción fue combatida desde sus primeros textos por Marx y Engels,
aunque si descontextualizamos algunos de ellos y los aislamos de su obra
general, parece que en determinados momentos adoptan el mecanicismo
determinista. No es así:
"Marx nunca predijo
un derrumbe súbito y automático del sistema capitalista en una crisis “final”
debido a una sola “causa” económica" [33].
Antes de continuar y dada la importancia de lo que sigue
para estos debates, hemos decir que si hay algo que vertebra interiormente a
estas aportaciones y a toda la obra marxista en general, eso es la recuperación
de una de las primeras acepciones del término dialéctica empleado alrededor del siglo VIII, nada menos que por
Homero en la Ilíada cuando un personaje clave en su obra se enfrenta a la
realidad y tras estudiarla con detalle decide pasar a la acción. Según L.
Sichirollo [34], Homero se detiene especialmente en el caso de Héctor
cuando cabila si debe enfrentarse a Aquiles sabiendo que tiene todas las
probabilidades de morir, y decide que «Es
necesario luchar».
Pero esta inicial dialéctica
griega, aun siendo muy actual en cuanto a la necesidad de la lucha, tiene
un lado débil: está clausurada, cerrada, por el destino trágico de Héctor, que
anula en última instancia su libertad, componente decisivo de la dialéctica
marxista. Tras poco más de cuatro siglos, entre finales del –IV y comienzos del
–III, esta limitación fue superada por el epicureísmo, filosofía atea y
materialista que encandiló al joven Marx al optar por el cambio y la «disfunción» [35]. Así se comprende
que en 1865 el de Tréveris dijera que la lucha era su ideal de felicidad en la
vida [36] dentro de una loa al principio de «vida
buena» [37] arriba visto. Fijémonos que se trata de una definición
ética y filosófica, una «concepción del
mundo» en la que la felicidad es inseparable de la praxis. Hemos superado
la dialéctica trágica de Héctor y hemos desarrollado la dialéctica creativa de
Epicuro pero desde una perspectiva superior: ante los problemas, la opción
libre y plena es a la vez opción coherente con el ideal de felicidad humana
aunque sea consciente de que su lucha puede ser derrotada, vencida, acarreando
duras represalias e incluso la muerte.
Pero la dialéctica es rechazada incluso por las corrientes
materialistas ya que si algo caracteriza a las corrientes filosóficas que
niegan el método dialéctico es su incapacidad para comprender la contradicción.
Esto ya era manifiesto en vida de Marx y Engels: «Desde su nacimiento, el
materialismo dialéctico ha de enfrentarse a diferentes adversarios. Todos están
de acuerdo en un punto, explícitamente o no: la contradicción es para ellos un
sinsentido» [38]. Sin embargo, es en el desenvolvimiento de la contradicción
en donde ruge la fuerza objetiva invisibilizada que hecha conciencia subjetiva
puede dirigir el futuro.
Esta «filosofía de la praxis» bulle en muchos textos
marxistas que en apariencia sólo son «económicos», por ejemplo en El Capital cuando se detallan las seis
contratendencias [39] que aplica la burguesía para neutralizar y
contrarrestar la tendencia a la caída de los beneficios. Hay que decir que Marx
analiza minuciosamente seis, pero antes de hacerlo avisa «que son las más
generalizadas», es decir que las burguesías aplican otras que menos
generalizadas que Marx no analiza. Las seis estudiadas por él son: Una,
aumento del grado de explotación del trabajo. Dos, reducción del salario
por debajo de su valor, es decir, por debajo del valor de la fuerza de trabajo.
Tres, abaratamiento de los elementos que forman el capital constante. Cuatro,
la superpoblación relativa. Cinco, el comercio exterior. Y seis,
el aumento del capital-acciones.
Sería conveniente analizar ahora cómo las burguesías aplicaban
las seis contratendencias descubriríamos que hay algunas que entonces eran
«menores» y que por eso no fueron detalladas por Marx, pero que ahora son
fundamentales [40]. Hablamos, por ejemplo, de la nueva industria
político-mediática de la mercantilización de la cultura, que junto a las
industrias del sexo y del turismo, se ha convertido en una de las ramas
económicas más rentables; hablamos del peso creciente de la economía sumergida,
corrupta, básica en el capitalismo pero que crece para facilitar el aumento del
beneficio; hablamos de la industria de la salud [41] y de la
biotecnología; hablamos de los mercados creados por la revolución informática,
etc. Pero no tenemos tiempo para extendernos.
Lo fundamental es que a pesar de todas las contratendencia implementadas,
a pesar de los recursos sistemáticos a las guerras y en especial a las
devastadoras guerras mundiales, o sea al militarismo en acción, el capitalismo
no ha logrado detener la caída de la tasa media de beneficio a escala histórica
mundial. Se nos plantea así, de nuevo, el antiguo debate de vital y decisiva
importancia al que nos hemos referido arriba: ¿puede durar «eternamente» el
capitalismo si no lo destruimos o puede colapsar por sí mismo al margen de la
acción revolucionaria, bien sea por suave y tranquila muerte por inanición o
bien sea por violenta implosión interna para la que no ha sido necesario el
sacrificio heroico de la praxis revolucionaria?
La solución propuesta por Marx y Engels a este problema es
enunciada en el Manifiesto Comunista
en 1848: hay que acabar con el capitalismo porque, de no lograrlo, la lucha de
clases puede llegar a una especie de «empate de fuerzas» que concluya en el
exterminio mutuo de los dos bandos en conflicto [42]. Se iniciaría así un
estancamiento o retroceso en la historia pero en condiciones durísimas para la
humanidad trabajadora y explotada. Posteriormente, Engels volvió a recordar
esta posibilidad que sería reactualizada por Rosa Luxemburgo en 1915, y más
concretada poco después por Preobrazhenski y Bujarin en 1919 mediante el dilema
entre caos o comunismo [43]. No vamos a extendernos en el desarrollo de
esta alternativa excepto para decir que Lenin sostuvo contundentemente que el
capitalismo no desaparecía si no era mediante la revolución.
Y aquí radica el meollo de la aportación marxista que
consiste en que «La imagen que emerge de
los detalles de la crítica de Marx es la de una sociedad fragmentada y un
individuo empobrecido. ¿Cómo es posible superar positivamente tal estado de
cosas? Esta es la cuestión que subyace al análisis de Marx. Porque si no se
tratase de dar una respuesta a esa cuestión, la misma crítica sería
irremediablemente abstracta, si no es que también carente de sentido» [44].
Aquí debemos volver a la importancia de la dialéctica como método que a su vez
es arma [45] para luchar contra la opresión. Héctor tenía que luchar
o rendirse porque él y su pueblo se encontraban «en el filo de la
navaja» [46], al borde del desastre.
Frente a este dilema y ya en el capitalismo, una de las
reacciones más frecuentes en estos casos es la del obediencia a la «figura del
Amo» [47], del miedo como reacción psicológica para «librarse de la pesada
carga de la libertad»[48] y como generador de ignorancia pasiva ya que «
Podemos afirmar que el miedo aumenta de manera directamente proporcional al
desconocimiento sobre el objeto temido o al desconocimiento (o impotencia) ante
cómo afrontarlo»[49]; otra es la costumbre de la «normalidad» [50],
también la de «extrañeza» [51] que es una nueva forma de la alienación
capitalista, etc. Pero, en definitiva,
«…lo
que es necesario explicar no es que el hambriento robe o el que el explotado se
declare en huelga, sino por qué la mayoría de los hambrientos no roban y por
qué la mayoría de los explotados no van a la huelga.» [52].
Una de las soluciones es investigar y criticar qué se oculta
debajo de la superficie, tras la fachada de la ideología dominante. Por ejemplo
cual es el origen burgués de elementos básicos de propaganda como el mito del
«capitalismo popular», del «Estado del bienestar», de la «clase media» o de la
«teoría de la convergencia» entre el socialismo y el capitalismo [53].
Aunque la sociedad ha cambiado, estos mitos también son readaptados a la nueva
situación por lo que conocer su historia es necesario. Pero la mera crítica
teórica, necesaria, exige de la crítica práctica que impacta en la «disfunción»
de la realidad, según hemos visto arriba, solamente así se garantiza la
liberación humana como «acción colectiva y política» en la que el método dialéctico
es decisivo porque «es un pensamiento que es tanto situacional (específico a
una situación) como reflexivo (consciente de sus propios procesos de
pensamiento)» [54].
Ya que se trata de disfunciones, de alteraciones que rompen
y niegan la normalidad estática, es decir, de contradicciones internas en
permanente unidad y lucha entre ellas, por esto mismo, la dialéctica es el
único método válido, el que hace que el marxismo sea «la menos dogmática y la
menos formal de las doctrinas, en cuyo marco de generalizaciones resaltan la
carne viva y la sangre caliente de las luchas sociales y de sus
pasiones» [55]. Las pasiones de la lucha social, la sangre y la carne
viva, esta subjetividad que acepta la heroicidad de Héctor es parte de la
objetividad de la dialéctica.
La acción de Héctor sigue teniendo valor axiológico porque
nos recuerda que la decisión libre en los momentos extremos es lo que
caracteriza a la especie humana: «La posibilidad de cambios históricos
implicará admitir la realidad de la praxis humana que supone decisión, elección
y acción a nivel individual y colectivo, confluyente unidireccionalmente hacia
el mismo fin, hacia la misma meta. Esta sincronización de la práctica
individual y colectiva, conscientemente transformadora, no es previsible lógicamente. No
tiene el status epistemológico de certeza. Sólo se puede estar seguro
individualmente de la propia opción, y esperar que los otros adoptarán la misma
actitud. Hay, pues, que creer. Hay que apostar por el porvenir. El marxismo recobra históricamente sus
orígenes trágicos» [56].
Orígenes trágicos que en el capitalismo adquieren la forma y
el contenido de praxis revolucionaria como ideal de felicidad porque mediante
ella se mejoran las condiciones de vida:
«La coincidencia de la
modificación de las circunstancias y de la actividad humana sólo puede
concebirse y entenderse racionalmente como práctica
revolucionaria (…) La vida social es, en
esencia, práctica. Todos los misterios que descarrían la teoría hacia
el misticismo, encuentran su solución racional en la práctica humana y en la
comprensión de esa práctica» [57].
La antropogenia se sustenta en la práctica, tiene por ello
un valor ontológico ya que define la «identidad» humana cuando lucha contra la
necesidad y la opresión, más aún cuando lucha para acabar con el fetichismo de
la mercancía, lucha colectiva y política, como sujeto colectivo: «El sujeto del
marxismo es un sujeto colectivo que se constituye (incorporando las múltiples
individualidades e identidades de grupo) en la lucha contra su enemigo
histórico» [58]. Nuestra antropogenia como seres humanos aplastados por la
explotación se realiza sólo mediante la lucha contra esa injusticia.
De este modo el valor axiológico y ontológico se refuerza
con el gnoseológico, con el pensamiento crítico y creativo. Por esto Lenin
tiene razón cuando escribe que: «La conciencia del hombre no sólo refleja el
mundo objetivo, sino que lo crea» [59], y más adelante
«Es decir, que el
mundo no satisface al hombre y éste decide cambiarlo por medio de su actividad
(…) El “mundo objetivo” “sigue su propio camino”, y la práctica del hombre,
frente a la que se halla en ese mundo objetivo, encuentra “obstáculos en la
realización” del fin, e incluso tropieza con la “imposibilidad”…» [60].
La gran actualidad del marxismo para nosotros radica en que
nos explica que viviendo en el filo de la navaja, podemos, debemos y sabemos
luchar para superar la «imposibilidad» y los «obstáculos» creando posibilidades
nuevas, nuevas realidades que no existían antes pero que emergen como efecto de
nuestra praxis, de nuestra conciencia subjetiva transformada en fuerza
material.
El problema
español [61]
Respondiendo a la pregunta sobre si se rompe España o no,
hay que decir que no va a romperse, por ahora, porque el Estado español sigue siendo
el instrumento decisivo para asegurar el grueso de la acumulación ampliada de
capital para y por el bloque de clases dominante. Considerando que el
surgimiento de los Estados-nación burgueses radica en la dialéctica de la
contradicción expansivo-constrictiva inherente al concepto simple de
capital [62], y que la «nación proletaria» se subordina a la «nación
burguesa» mediante formas transfiguradas de capital en cuya génesis se
desarrolla el Estado-nación burgués [63], como forma-política [64] de
ese capital en un territorio determinado, por esto mismo, el bloque de clases
dominante –y no sólo la burguesía española- necesita y quiere mantener su
Estado adaptándolo a las exigencias de la mundialización de la ley del valor.
Sin mayores precisiones ahora, la mundialización de la ley
del valor refuerza la tesis marxista de la importancia del concepto simple de
capital que Marx empleó en los Grundrisse para
explicar la formación de las «tendencias civilizadoras» [65], problemática
que más adelante profundizaría al estudiar el papel de los «modos nacionales de
producción precapitalista», de las culturas y tradiciones «raciales» y étnicas,
en «soberanía y dependencia» de los Estados, etc., en las formas concretas que
iba adquiriendo el capitalismo según esas realidades históricas
anteriores [66]. Otras investigaciones también parten del concepto simple
de capital para seguir el desarrollo de la dialéctica entre valor y
comunidad [67].
Pues bien, la mundialización de la ley del valor nos explica
que las burguesías débiles tienen que plegarse a las exigencias de sus hermanas
más fuertes. En el tercer capítulo sobre la teoría de la organización veremos
cómo las llamadas «burguesías nacionales» aceptaron la ocupación nazifascista
para mantener sus negocios y derrotar al movimiento obrero. Durante la llamada
«construcción europea» el vasallaje político es impuesto más por presiones
económicas que militares, proceso que se ha intensificado desde finales de los
’80 y que tiene en el Consenso de Washington [68] el punto de gozne
que multiplica la voluntario vasallaje de las burguesías débiles a las
poderosas conforme se acelera la concentración y centralización de capitales.
El Estado español sobrevivirá, por ahora, porque en el
contexto mundial actual sigue siendo necesario para el imperialismo occidental
y para el bloque de clases dominante en la península. Pero las exigencias son
ahora mucho más inflexibles que hace un tercio de siglo, cuando el referéndum
de la OTAN. Leamos: «La España sin Gobierno claro se convierte en un problema
europeo» [69], es decir, Europa tiene derecho a intervenir en el Estado
español si no se llega a un acuerdo entre «españoles». Bajo directa coacción
externa, el bloque de clases dominante en el Estado ha de buscar un acuerdo que
satisfaga las exigencias de la UE. Y en la medida en que aumenta esta presión
externa y la crisis interna, el Estado refuerza de algún modo la explotación de
los pueblos que oprimen.
Antes de centrarnos en el problema español es conveniente
saber que un origen remoto de los proto Estados neolíticos fue la organización
estratégica de los colectivos del mesolítico para obtener «territorio, comida,
mujeres o niños»[70] mediante el exterminio de otro colectivo. No podemos
reproducir aquí la larga y detallada lista de bienes de todo tipo, materiales,
culturales, sexuales, que obtenía el Antiguo Egipto [71] con su
ocupación de Siria, Palestina y zonas aledañas. Recomendamos su
lectura [72] porque muestra la «identidad» de los objetivos de la
opresión nacional y del imperialismo durante los sucesivos modos de producción
basados en la propiedad privada de las fuerzas productivas. Uno objetivo
importante de los ataques del imperio persa a Grecia era el quedarse con la
gran cantidad de esclavos que había en las ciudades-Estado griegas [73].
Al margen de los cambios más o menos importantes que diferencian a los modos de
producción, no se puede negar que existe una identidad patriarcal activa entre
estas palabras atribuidas a Gengis Khan -« La mayor felicidad consiste en vencer
a los enemigos, perseguirlos y acosarlos, despojarles de sus riquezas, ver
bañados en llanto a quienes les son caros y abrazar a sus viudas e hijas
» [74] - y el accionar del imperialismo capitalista actual.
Teniendo esto en cuenta podemos decir que los Estados
obtienen cinco grandes ganancias de las naciones explotadas: una, la
directamente económica; dos, la geoestratégica; tres, la ganancia
poblacional, de fuerza de trabajo barata y de carne de cañón; cuatro, la
ganancia política, cultural y de orgullo nacional que cohesiona a las clases
trabajadoras alrededor del nacionalismo imperialista de la clase dominante; y cinco,
las ganancias sexuales en diversas formas, incluido el orgullo machista.
Bastantes veces esta quíntuple ganancia es una sola, total y global, pero otras
veces y dependiendo de circunstancias entre las que destacan las resistencias
parciales más o menos eficaces de los pueblos oprimidos algunos de esos
beneficios del ocupante son más reducidos que otros o incluso han sido
suprimidos: todo depende de las luchas de las masas populares, de los pactos
del colaboracionismo con las fuerzas ocupantes, etc., e incluso de las fuerzas
progresistas y revolucionarias del Estado ocupante que le fuerzan a suavizar su
política.
Asegurar dichas ganancias resulta vital al Estado español en
medio de la crisis sistémica que en lo temporal dura ya ocho
años [75] en su forma presente. Esas y otras ganancias le son
imprescindibles para detener el retroceso en la escala jerárquica imperialista
ya que durante esta crisis ha descendido del puesto 9º al 14º en 2014, por no
hablar de remontar puestos [76]. Por esto, necesitan reforzar su poder
central, su núcleo geopolítico y económico de la burguesía estatal centralizado
en Madrid, así se explica que Hacienda favorezca a Madrid en el reparto de las
tasas de depósitos bancarios dándole el 30% del total del Estado [77].
Estos y otros «privilegios» explican que el PIB de Madrid haya descendido sólo
un -4,3% entre 2008 y 2013, la mitad justa de la media estatal del
-8,6% [78].
Analizando los retrocesos por naciones, regiones y
autonomía, vemos la clara ventaja de Madrid debida a que concentra el poder
financiero, económico, político y cultural, además del militar, del Estado, algo
parecido pero a menor escala que los «privilegios» de EEUU. Naturalmente los
«privilegios» de la burguesía madrileña enfadan a otras burguesías que ven cómo
se reducen sus beneficios. El debate sobre el «Estado de las Autonomías»
responde a que Madrid gana más, o pierde menos, que el resto, y al hecho obvio
de que Madrid quiere reforzar el centralismo reduciendo las atribuciones de las
autonomías. El bloque de clases dominante en el Estado debate con creciente
aspereza si hay o no hay que descentralizar más a su Estado y
cómo [79], o si hay que centralizarlo.
Buena parte de los problemas de la posible «reforma
constitucional» se limitan a cómo reordenar el reparto entre las burguesías de
la tarta de los beneficios de la explotación patriarcal, nacional y de clase, y
cómo repartir los costos del pago de la deuda que luego veremos. Y no faltan
quienes proponer liquidar, desmontar el Estado de las Autonomías, cerrar el 80%
de las empresas públicas, recentralizar la educación y la sanidad, eliminar la
mitad de los municipios y las diputaciones… [80]
La facción más poderosa de la burguesía estatal presiona
para que exista un «gobierno fuerte» que dirija el diálogo sobre las reformas
necesarias pero desde un clima de certidumbre y estabilidad [81]. El
capital financiero internacional, la Unión Europea, la Troika, etc., presionan
para que se forme un «gobierno estable» lo antes posible [82]. Sin
retroceder mucho, la gran banca advertía sobre los costos económicos de la
incertidumbre política [83]. Si la burguesía es miedosa por naturaleza,
aún más lo son los inversores. La tendencia imparable al mercado único de
capitales, al estilo yanqui [84], no hace sino aumentar las presiones para
que la «confianza» sea un imperativo categórico.
Disponer de un centro económico-financiero fuerte en el
cerebro geopolítico y militar del imperialismo español es decisivo para una
burguesía que conoce la creciente dependencia del capital extranjero de la
economía española: Los inversores no residentes en el Estado español tienen ya
en su propiedad el 43% de las empresas cotizadas mientras que sólo el 26,2%
está en manos de familias españolas [85]; o como se ha escrito: las firmas
extranjeras andan de compras por el Estado español en el que ya el 30% de las
operaciones tienen «sello internacional» [86]. Una burguesía estatal que
conoce también los quince grandes problemas socioeconómicos [87] y
políticos a los que se enfrenta.
La pregunta sobre si «¿Podemos pagar 1.034 billones de deuda
pública?», que a comienzos de 2015 atormentaba a la burguesía
española [88], y más cuando otro estudio un poco posterior elevaba la
deuda total del Estado a 3.33 billones-€, o sea, sumando la familiar, pública y
empresarial [89], adquiere todavía más dramatismo ahora, un año más tarde,
cuando las familias tienen la menor cantidad de efectivo desde 2005 [90],
y cuando a comienzos de 2014 cada persona censada «“debe” más de 20.000 euros
tras seis años de rescates» [91] a la banca. Recordemos que según los
ingresos fiscales, el Estado español es el tercero más endeudado del
mundo [92] con un 940%, superado por EEUU con un 979% y Japón con un
2359%.
La deuda pública es ahora de 1.067.852 billones-€ y «se
acerca al 100% del PIB» [93]. A la vez, influyentes bancos e instituciones
como Goldman Sachs, ING y Barclays sugieren pésimos
indicadores [94] para 2016. Son demoledores los datos sobre la caída
de la economía estatal y, muy en especial, sobre el fracaso rotundo de la
dirección política bicéfala del bloque de clases dominante [95] en la
última década. El alejamiento de la banca española de George
Soros[96] muestra la gravedad del panorama futuro que de alguna forma ya
ha empezado a ser real mediante la pérdida de 18.000 millones-€ que ha sufrido
la banca española en las cinco últimas semana [97], y en las dos primeras
semanas de enero el Ibex 35 ha perdido más que todo lo retrocedido en
2015 [98]. Los técnicos del capital financiero internacional supervisan
muy atentamente la salud bancaria para evitar posibles errores graves en un
momento de alta incertidumbre financiera mundial, cuyos bancos han perdido 4
billones-€ de capitalización [99] sólo en los primeros días de 2016,
el peor primer comienzo de año que se recuerda, incertidumbre que golpea al
poderoso Banco Nacional de Suiza [100] que prevé sufrir las peores
pérdidas desde su fundación en 1907.
Quiere esto decir que el capital financiero y sus
Estados-cuna no van a perdonar un euro a la deuda española, lo máximo a lo que
pueden llegar es a una «negociación» dirigida por ellos sobre los plazos y
condiciones de devolución, como la estricta servidumbre impuesta a
Grecia [101] pero tal vez menos cortoplacista por el mayor peso del
capitalismo español aunque exigiéndole que practique «más ajustes» cuanto
antes. Para salir de este agujero, el Estado español tiene la urgente necesidad
de reindustrializarse. Por razones históricas achacables a los fracasos de
intentonas de revolución burguesa, la mayoría de su clase dominante no tiene o
apenas tiene conciencia de que el valor se genera en el Sector I de la economía
capitalista, el de producción de bienes de producción, o sector industrial para
que nos entendamos. El problema español, o sea, España como nación fallida en
gran parte de su base material y simbólica, surge de esos fracasos.
En la actualidad, una parte de la burguesía es consciente de
que hay que reindustrializar el Estado español lo más rápidamente posible para
reforzar las fuerzas centrípetas y debilitar las centrífugas, para lo que es
imprescindible la dirección político-económica centralizada por el aparato
estatal [102]. El Estado siempre ha sido elemental en cualquier modo de
producción basado en la propiedad privada de las fuerzas productivas y en la
propiedad patriarcal. Semejante papel se refuerza cuando parte de los
beneficios de la minoría dominante surgen de la opresión nacional, del
colonialismo y del imperialismo. A los efectos de este debate, podemos
sintetizar la función del Estado como la de ser «la máquina de la
obediencia» [103]: se trata de que las clases, naciones y colectivos explotados
obedezcan al Estado porque las dificultades de la reindustrialización son
tremendas y exigen una obediencia casi masoquista. Viendo esto es cuando
termina de comprenderse la función de la Ley Mordaza y de otros ataques a las
escasas libertades sobrevivientes, Ley de la que hablaremos al tratar el
problema de la organización.
Uno de las mayores obstáculos para esta reindustrialización
es el pequeño tamaño de la mayoría de las empresas en el Estado: en 2013 la
media de trabajadores por empresa en el Estado era de 4,9, menos de la mitad de
Alemania con 11,8 y Reino Unido con 8,1, con sólo el 0,8 de empresas con más de
50 trabajadores [104]. En 2014 un informe del Círculo de Empresarios decía
que el tamaño medio estatal era de 4,6 empleados, o sea que se había reducido
aún más, y que lo peor era la tendencia al aumento de las
microempresas [105] en detrimento de las medianas y grandes empresas.
Partiendo de tan bajo, estudiosos sostienen que si se concentrasen y
centralizasen las empresas llegando a 5,8 trabajadores por empresa la economía
española sería tan rica como Italia [106].
Nos hacemos una idea de las dificultades de la
reindustrialización, y por tanto de la dureza que ha de aplicar el Estado, si
tenemos en cuenta que las medianas empresas tienen entre 50 y 249 trabajadores,
y las grandes 250 o más, o sea, ese 0,8% de las empresas en 2013 con poca
tecnología media. Pues bien, el modelo idóneo de empresa al que aspira la alta
burguesía es la de 200 trabajadores con un 30% de plantilla con expertos digitales [107].
Aun así, desde el inicio de la crisis la industria ha decrecido en un 30%,
habiendo recuperado un 1,1% en 2014, si bien las salvajes medidas impuestas por
el bloque de clases dominante han logrado que la competitividad suba de puesto
35 al 33 de una lista de 140 países [108].
La reindustrialización del Estado español logrará algunos
éxitos sólo con una prolongada mano dura estatal, más el apoyo o consentimiento
vigilante del capital financiero internacional y de los grandes Estados
imperialistas, de modo que terminase siendo una industria secundaria,
supeditada a estos poderes, atada a las restricciones y exigencias del mercado
único de capitales que avanza imperceptiblemente. Otra hipótesis sería que la
reindustrialización la intentara un Estado socialista triunfante tras una
revolución victoriosa del trabajo sobre el capital, pero en este caso, si
realmente fuera una revolución socialista, entonces el Estado-nación español
desaparecería como tal.
En estas condiciones estructurales, contextuales de muy
largo alcance, el bloque de clases dominante tiene, empero, recursos
relativamente efectivos que nos remiten a la interacción de posibilidades que
pueden ser utilizadas por el Estado. Groso modo dicho son tres: la primera, las
actualización de las medidas clásicas para recuperar la tasa de beneficio
arriba expuesta; la segunda, la quíntuple sobre ganancia obtenida con el
imperialismo y la explotación nacional; y por último, el contexto
internacional.
La caída mundial del precio del crudo le beneficia
sobremanera que importa el 99% del crudo que consume lo que hace que por cada
descenso de un 10% del precio el PIB español suba entre el 0,1% y el 0,15%, que
es mucho [109]. Además ayuda a ralentizar la subida de los precios, del
IPC, lo que suaviza en parte la carestía de la vida aunque añade el problema
mayor de la deflación. La industria del turismo es una de las grandes bazas
para recuperar la economía: datos oficiales, y por eso mismo posiblemente
hinchados, sugerían que para finales de 2015 habrían llegado al Estado español
alrededor de 68 millones de turistas [110], 3 millones más que en 2014. El
turismo es uno de los impulsores de la construcción y de otras ramas
industriales, así como del narcocapitalismo y la prostitución, que rinden
jugosos beneficios: en verano de 2014 se estimó que la legalización de la droga
y de la prostitución [111] supondría un aumento de entre el 1,5% y el 3%
del PIB, o sea, una recaudación extra de entre 15.938 y 31.877 millones-€.
La emigración para encontrar trabajo en el exterior supone
también un alivio para la economía ya que alivia la tensión social interna, la
lucha de clases, reduce la tasa oficial de paro y por tanto de la supuesta
«ayuda» que reciben algunos desempleados, y supone una entrada de dinero del
exterior. Por razones de propaganda e interés político, el gobierno oculta y
manipula lo datos reales de la emigración. Según estudios alternativos, en 2014
hubo 89.209 emigrados, «contabilizando tan sólo una decena de
países» [112], lo que indica que la cantidad es mayor. Según una encuesta
seria el 55% de los jóvenes del Estado estarían dispuestos a
emigrar [113] sin encontrasen un «trabajo satisfactorio».
Una medida interna para recuperar la ganancia del capital,
es la clásica de privatizar la educación y la sanidad pública condenando al
paro a docentes y sanitarios [114], o dicho de otro modo, desde 2010 se
han reducido 78 funcionarios y empleados públicos al día [115]. Otra es
tolerar la muy alta economía sumergida [116] para multiplicar la
explotación de la fuerza de trabajo, sobre todo de la mujer, y los beneficios
del capital en detrimento de los gastos públicos que, en 2014, rebasaba los
190.000 millones-€. No vamos a extendernos en el drástico recorte salarial
directo e indirecto [117] que va directamente a los beneficios
capitalistas, sobre todo de ese 1% más enriquecido [118]que «trabaja» en
la industria de la salud y en el capital financiero.
Si queremos resaltar por el decisivo papel de la industria
cultural en lengua española en el fortalecimiento económico del nacionalismo
estatal. El capitalismo español obtiene enormes beneficios globales con la
industria cultural española. Nos encontramos aquí con una de las formas
modernas más sibilinas de la opresión nacional, y más efectivas en la
desnacionalización y aculturización de pueblos oprimidos. Algunos de los datos
sobre este ingente negocio los he expuesto en otro texto [119] así
que ahora sólo cito los más significativos para los intereses del nacionalismo
español: en lo más crudo de la crisis en 2010 la industria cultural sostenía
alrededor del 16% del empleo; y en 2011 ya suponía el 16% del PIB del Estado y
el 9% del PIB mundial.
La industria cultural produce mercancías cada vez más
alienantes, culturilla en la que la violencia patriarco-burguesa, belicista e
imperialista va incrementando las ganancias. El caso reciente de la saga «Star
Wars» [120] es un ejemplo a muy amplia escala internacional. Cada vez
más rápidamente, la militarización en todas sus formas condiciona la culturilla
alienante, basta ver las series televisivas españolas sobre policías, historia
española, etc. El reciente acuerdo entre Educación y Defensa para introducir el
Ejército y la bandera monárquica en el currículo escolar [121] bien
pronto se extenderá a la industria cultural reforzando el nacionalismo español.
De igual modo, debido a la necesidad típicamente capitalista
de copar nichos productivos, aumentar la oferta mercantil para ampliar ventas y
ganancias, por esto mismo, la industria cultural española bien pronto absorberá
aún más en su torbellino comercial a las lenguas y culturas no españolas. La
propuesta de que las lenguas llamadas eufemísticamente «cooficiales» [122] sean
optativas amplía los mercados de la industria cultural, del mismo modo que lo
hace la propuesta del plurilingüismo [123] para un Estado con un 47%
de su población con lenguas diferentes. Debajo de la aparente democracia de
estas propuestas se mueve la necesidad de extender el nacionalismo español
mediante su expansiva industria cultural, y viceversa, aumentar los beneficios
de la burguesía española industrializando su lengua y también las lenguas
«cooficiales»
El colectivo Euri
Iparragirre, que forma parte del movimiento popular que se está organizando
para denunciar el contenido opresor de la Capitalidad Cultural Europea de
Donostia durante 2016, desarrolla una profunda crítica de los intereses
patriarcales, burgueses y nacionalistas españoles que impulsan este muy
rentable «mercadillo» de «culturilla donostiarra» [124] dentro de la
industria cultural del imperialismo occidental. Desde esta perspectiva, y
dentro del marco de la dominación cultural y de la desnacionalización que
acarrea, debemos decir que el neocolonialismo cultural es un arma del
imperialismo en su conjunto y del español en concreto:
«El colonialismo siempre implica una crisis de identidad para el sujeto
colonial, atrapado entre el impulso de imitar al colonizador y el deseo de una
autonomía siempre desplazada» [125].
La crisis de identidad motivada por el colonialismo cultural
es la primera fase de una dinámica de destrucción de la identidad e imposición
de otra, en nuestro caso de la española. La lucha por la independencia político-cultural
como requisitos para la (re) construcción de la identidad, de los pueblos
oprimidos es, así, un riesgo insoportable el Estado. La alta burguesía tan
poderosa como la catalano-española, es muy consciente de que de la necesidad
ciega que tiene del Estado español para expandir mediante su ayuda su
productiva industria cultural. No es casualidad, ni mucho menos, que una de las
transnacionales de la industria cultural española, el Grupo Planeta, con sede
fiscal en Barcelona, amenazara en voz de su propietario, J. M. Lara, con que
«Si Cataluña fuera independiente, el Grupo Planeta se tendría que
ir» [126].
Aumentar los beneficios; ir pagando la deuda;
reindustrializar y ganar competitividad; fortalecer la nación española a la
brava o renegociando con las burguesías «regionales»…, estos son los objetivos
fundamentales del bloque de clases dominante. Para defender este sagrado
derecho cuenta con la inestimable ayuda de la progresía intelectual que, por
ejemplo, escribe sobre la «consulta» pero niega el derecho de decisión
«unilateral» [127] También se avanza en el rechazo de un supuesto
carácter insaciable del «ser nacional» en sí mismo [128]; y hasta en un
rechazo total, político y ético, a cualquier pretensión de independencia no
española ya que «En España no hay un problema territorial, sino un atentado
separatista contra el derecho de todos» [129]. Desde luego que existen
posturas más realistas, no cerradas ni mucho menos tan autoritarias como esta
última, pero aun así conservan un sentido de «unidad». Por ejemplo, los
esfuerzos de por compaginar el problema español, el derecho a decidir y la
creación de una «nueva España republicana» y plurinacional, «otra
España» [130]. Sería cansino alargarnos en el listado de opiniones sobre
este particular.
Terminando con la pregunta sobre si se rompe el Estado, hay
que concluir diciendo que por ahora no, que todavía tiene por delante una
precaria vida ya que sigue siendo funcional al capitalismo. La ralentización
del proceso soberanista que ha insinuado la mediana burguesía
catalana [131] -la gran burguesía ya se opuso hace tiempo- es un
alivio para Madrid aunque el Gobern tiene aún cinco grandes bazas: la
persistencia del fuerte sentimiento catalanista, soberanista e independentista;
las disputas en Madrid; la debilidad del movimiento obrero catalán que carece
de un sindicalismo nacional como sí existe en Galiza y Euskal Herria; el
retraso del independentismo socialista; y el todavía escaso despliegue
represivo e intimidatorio del Estado español.
La continuidad del Estado está garantizada además por la
reafirmación oficial de la mediana burguesía de la CAV de que es «ni de ruptura
ni de independencia» [132] sino que asume el pactismo bilateral con
el Estado y su gobierno de turno. También está reforzado por el nacionalismo de
un Podemos que «acata la constitución para cambiarla» [133]; nacionalismo
disimulado unas veces y descarado otras, pero que suele preferir la ambigüedad,
la polisemia, la neblina ideológica [134] para seguir atrayendo votos
del centro identificados con la línea fuerte de Podemos: la «patria
plurinacional» [135]
Los independentismos de izquierda hemos de saber que
«nuestras» burguesías necesitan al Estado español, que lo apoyarán siempre a
cambio de unas contrapartidas cedidas por el Estado. El tira y afloja de las
cesiones y contrapartidas no será ya la antesala de una ruptura independentista
y democrático-radical sino a lo sumo un regateo por un soberanismo más aparente
que real tal vez algo más descentralizado algunas cuestiones administrativas
sin apenas importancia para la nueva centralización impuesta por la Unión
Europa y el Estado español, bajo la égida de EEUU [136]. En las
condiciones actuales, esta certidumbre es la que justifica y exige el debate
sobre qué formas organizativas debemos desarrollar para combatir al monstruo
estatal.
La necesidad
de la organización
Con anterioridad al debate sobre la organización, entregamos
dos ponencias [137] que recogen lo central del problema a debatir.
También recomendamos la introducción al ¿Qué hacer? de Lenin [138]. Pero
ahora queremos recordar algunas ideas sobre las formas organizativas de las y
los oprimidos que nunca pierden vigencia a pesar de los siglos transcurridos
porque responden a «identidad» que recorre los métodos de las y los oprimidos
para resistir y hasta vencer a los opresores.
Podemos rastrear los embriones de una teoría de la
organización en dos grandes pensadores de la Antigüedad, casi contemporáneos:
Sun Tzu y Tucídides Sabemos que las luchas sociales de todo tipo existieron
antes que ellos [139]pero sólo podemos conjeturar sobre cómo se
organizaban. Tucídides detalla cómo combatían los espartanos las formas de
organización clandestina de las y los esclavos de la nación hilota
caracterizada por su «ardor» y deseo de libertad, con sus correspondientes
tácticas y estrategias represivas descritas por Tucídides [140]: los
espartanos les prometieron algo parecido a lo que ahora llamaríamos «mejoras
sociales», «garantías democráticas», «reconocimiento oficial», etc., pero a condición
de que abandonaran la clandestinidad y desvelaran sus identidades. Así lo
hicieron 200 de ellos y la situación se calmó durante un tiempo, hasta que al
poco y siempre de noche, fueron muertos los 200. Tucídides también insiste el
problema de la vigilancia de los esclavos para que no lograsen huir a la
primera oportunidad [141].
La preocupación obsesiva de la clase esclavista por aplastar
las resistencias de las y los esclavos, es decir, por destrozar sus
organizaciones clandestinas, nace del hecho de que:
«Donde quiera que la
esclavitud existe, lleva en sí el germen de la insurrección; y para impedirla,
en Grecia, no bastaban sólo las cadenas y castigos que se imponían a los
esclavos. Platón y Aristóteles aconsejaron que se aislase a los esclavos, que
no se les acostumbrase a las armas, que se tomasen de naciones, razas y lenguas
diferentes, y que se les diese buen trato» [142].
Pero estos consejos sólo se tomaban en cuenta después de
represiones preventivas de una brutalidad extrema: «La fuente principal de
abastecimiento de esclavos era el secuestro y la conquista (…) se hizo
conveniente matar a los varones adultos porque, habiendo sido entrenados para
las armas, eran difíciles de manejar, y conservar solamente a las mujeres y los
niños. Esta práctica estaba bien establecida en el siglo V a.n.e.» [143].
Doctrina de represión preventiva que evitaba «males mayores», atemorizaba de
por vida a las esclavas y desarraigaba absolutamente a niños y niñas.
Tenemos aquí uno de los primeros ejemplos de doctrina represiva
global, que integra el palo con la zanahoria, la violencia con el premio. Todas
las propuestas son significativas y actuales en lo que toca al problema
organizativo de las clases y naciones explotadas: evitar su unión e imponerles
la desunión individualizada; desarmarlas e impedir que aprendan a usar armas;
desnacionalizarlas, mezclarlas y confundirlas; y sobornarlas e integrarlas
mediante el buen trato. Cuando los intelectuales del esclavismo proponían estas
tácticas era porque las y los esclavos se organizaban mediante, por y para la
unidad; practicaban el supremo derecho humano a la rebelión; y reforzaban su
identidad colectiva, nacional, cultural. La pregunta es ¿siguen siendo
necesarias estas prácticas organizativas?
La dialéctica entre las contradicciones sociales internas y
las luchas anexionistas externas en pos de esclavos y riquezas, o defensivas,
adquiere su sentido en las concepciones griegas sobre la guerra en todas sus
formas, o sea también y sobre todo de la guerra de saqueo y para obtener
esclavos y de la guerra represiva contra las resistencias de esos esclavos, en
especial las realizadas en su época tardía primero por Platón y luego por
Aristóteles. Fue éste último el que más avanzó en la naturalización del saqueo
exterior y en la justificación natural de la esclavización [144].
Conviene recordar que la sublevación de los esclavos
gladiadores dirigida por Espartaco estuvo a punto de fracasar al ser delatada
desde el interior, delación que puede inscribirse dentro de las enseñanzas de
Sun Tzu escritas casi cuatro siglos antes de estallar la rebelión que se
transformaría en la III Guerra Servil en el siglo –I. Leamos estas palabras
dichas, según Tácito, en el Senado romano en el siglo I
«En la medida en que
nuestros esclavos actúen como delatores, podemos vivir como minoría en medio de
su masa, seguros mientras ellos teman, y, por último, si morimos podemos estar
seguros de que seremos vengados. Nuestros antepasados siempre sospecharon de
los esclavos…» [145].
La casi tres veces milenaria estructura de poder y
explotación china nos enseña mucho sobre estrategias y tácticas de los
opresores para destrozas las organizaciones de las y los oprimidos mediante la
propaganda, el convencimiento y las guerras. En el -720 el mandarín Fuh-Tsien
creó la doctrina de la manipulación propagandística al sostener que «la
repetición es la base del conocimiento, incluso si éste es falso» [146].
Sun Tzu escribió en el Arte de la guerra: «Todo el arte de la guerra está basado en el engaño (…) Ofrece un señuelo
a tu enemigo para hacerle caer en una trampa (…) Ponle en aprietos y acósale
(…) Si está unido, divídele (…) Atácale donde no esté preparado» [147],
o también «Impalpable e inmaterial, el
experto no deja huellas; misterioso como una divinidad, es inaudible. Así pone
al enemigo a su merced» [148]. Frío bisturí de guerra social.
Tao Hanzhang, laureado general del Ejército Popular de
China, ha actualizado el texto Sun Tzu indicando lo que, para él, sigue siendo
válido después de aproximadamente 2500 años: siguen siendo válidas sus ideas
sobre el espionaje y el servicio de inteligencia para conocer al enemigo y
destrozarlo, y también para la provocación psicológica y política haciéndole
creer cosas que no son ciertas para que cometa errores garrafales [149]; y
también son válidos los métodos de anticipación, flexibilidad e
iniciativa [150] por razones obvias.
De hecho, todo indica que Sun Tzu escribió el libro en el
convulso período de los Reinos Combatientes, durante el cual muchos poderes se
encontraban en la necesidad de conseguir el apoyo de la clase campesina y de la
esclava para aumentar la producción sin la cual serían derrotados. Muy
significativamente, llegaron a conclusiones idénticas a las de los esclavistas
griegos representados por Platón y Aristóteles en la misma época pero en la
otra parte del mundo sobre las doctrinas represivas y contrainsurgentes arriba
citadas: desde el -403 y especialmente desde el -386 las reformas sociales se
hicieron urgentes para reducir el malestar campesino y esclavo, lograr su
colaboración con las «familias poderosas» y aumentar la productividad del
trabajo.
Las reformas del reino de Wei coinciden con las tácticas
griegas de «tratar bien» a las y los explotados, con otras medidas de la época
como la planificación estatal de precios básicos, de almacenaje de reservas
para otros momentos repartiéndolas a precios equitativos, etc., así, de esta
forma, «la vida se mantenía libre de zozobras» [151]. Sin un efectivo
espionaje, información, anticipación e iniciativa como componentes de la
doctrina del Poder, es decir, de la contrainsurgencia preventiva, no podría
aplicarse esta política de Estado que adelanta aspectos de la «integración
social» burguesa desde el siglo XIX, por no hablar de las políticas contra la
mendicidad y vagabundeo desde los siglos XVI y XVI para lograr la
«docilidad» [152] de las clases machacadas.
En la misma época de Aristóteles, el filósofo chino Mencio,
que sí admitía el derecho del pueblo a castigar al rey injusto, explicaba sin
embargo que: «Quien trabaja con la mente
gobierna, quien trabaja con las manos es gobernado» [153]. Dejaba
constancia así de que la división entre trabajo intelectual y trabajo manual
era uno de los mejores medios de dominación. Viviendo una época de luchas
sociales y represiones físicas, la clase dominante de la república romana
decidió pasar a la represión intelectual y en -181 se decretó la pública quema
de todos los libros considerados peligrosos, y en -173 y -161 la expulsión de
Roma de todos los «pensadores peligrosos» [154]. El control del sistema
educativo y de la prensa siempre ha sido un instrumento de dominación contra el
que las dominadas y dominados han organizado muchas alternativas.
Veamos sólo cinco claros desarrollos distintos en sus formas
de las estrategias represivas idénticas en su contenido, de las clases
dominantes greco-romanas y chinas para aplastar las organizaciones de sus
enemigos:
Uno, la drástica amputación y censura que hizo el
vendido Voltaire de la obra revolucionaria de Meslier, el «cura rojo», que en
su ancianidad, a comienzos del siglo XVIII y en secreto silencio escribió una
demoledora denuncia atea de los vicios y miserias del poder político-religioso.
En 1762 Voltaire amputó deliberadamente el contenido revolucionario de Meslier,
que llamaba al pueblo a levantarse en armas [155]. La represión era tal
que en esta época debe hablarse de «los filósofos clandestinos».
Dos, la represión británica para frenar el desarrollo
de los contenidos crítico-burgueses de las ideas de Adam Smith sobre el
capitalismo, amenazando a varios profesores de economía para que se retractasen
de sus ideas y deportando a otro a Australia [156] a finales del
siglo XVIII. La anticipación, flexibilidad e iniciativa represiva limitó mucho
el conocimiento crítico del capitalismo industrial naciente, tranquilizando al
poder durante la larga guerra napoleónica.
Tres,
«En
1848-49 el estado británico aplastó el Chartismo con la represión, tal como se
explica en 1848: el estado británico y el movimiento chartista (Cambridge 1990) de John Saville. Al
mismo tiempo o un poco más tarde, las revoluciones de 1848 en Francia, Alemania
y otros países, fueron derrotadas. Marx y Engels volvieron al exilio; la Liga
Comunista, la organización basada en el Manifiesto comunista, se hundió
políticamente. (…) La Primera Internacional quebró porque fue perseguida
después de la Comuna de París. Los proudhonistas en Francia, que constituían
una parte substancial de ella, fueron aplastados con ejecuciones, el exilio y
la prisión. Los líderes sindicalistas británicos se asustaron con la Comuna,
pero la otra cara de la medalla fue la Ley de Reforma de 1867 y la Ley Sindical
de 1871 que permitió a los partidos burgueses hacer ver que ellos podrían
“hacer algo para la clase obrera”» [157].
Cuatro, el que aplicó la policía alemana: El embrión
del partido socialdemócrata alemán estaba controlado políticamente por los
servicios secretos de Bismarck que habían infiltrado al pintor Eichler nada
menos que en el cargo de presidente del comité organizador [158] del
primer Partido Socialista alemán en 1863. Este agente infiltrado propagó la
idea de que el Estado era un instrumento neutral que podía y quería ayudar al
proletariado a mejorar su suerte por medio del cooperativismo y otros métodos,
de manera que la instauración de la «justicia social» se realizaría pacífica y
normalmente.
Y cinco, el sistema represivo italiano que, con
variantes durante la dictadura fascista de 1922-45, se mantuvo en lo esencial
desde el siglo XIX consistente en «una mezcla de palo y zanahoria, de
autoritarismo draconiano y misericordia cristiana» [159]. Ni Platón ni Sun
Tzu habían oído hablar de cristianismo pero estarían plenamente de acuerdo con
esta doctrina represiva para derrotar la oleada de luchas sostenida desde
finales del siglo XX. Una doctrina que actualizaba a principios del siglo XXI
diversas tácticas clásicas como la tortura con otras inquisitoriales como las
del «arrepentido» y «disociado» [160].
Es cierto que el modo de producción capitalista introduce
una realidad nueva, cualitativa, en el proceso represivo y por tanto obliga a
las fuerzas revolucionarias a que su teoría de la organización tenga en cuenta,
al menos, dos novedades históricas que garantizan la permanente reproducción
ampliada del capital: el trabajo abstracto y el fetichismo de la mercancía,
piezas claves en la legitimidad de la ideología burguesa de los derechos
humanos, la democracia y el pacifismo, abstractamente considerados [161].
Ahora sería largo desarrollarlas pero sí debemos decir que denunciarlas y
luchar contra ellas exige multiplicar la formación teórica y ética marxista de
la militancia. Nos limitamos a decir que la teoría del fetichismo «permite
explicar que, en la sociedad capitalista, la explotación queda camuflada,
apareciendo el Estado por encima de las clase sociales y como el regidor del
plusvalor» [162].
La socialdemocracia europea no prestó ninguna atención a la
lucha contra al fetichismo de la mercancía y el trabajo abstracto como partes
vitales de la praxis marxista, lo que unido a otras deficiencias e
indiferencias, facilitó el reforzamiento del pacifismo, del parlamentarismo y
del neokantismo anteriormente infectados por el socialismo utópico. Rosa
Luxemburgo, Karl Liebknecht y contados grupos militantes llegaron a comprender
demasiado tarde que la teoría de la organización es parte sustancial del
sistema teórico marxista como matriz de cualquier praxis.
S. Haffner explica que Rosa y Karl sabían que eran vigilados
por fuerzas reaccionarias, criminalizados por una campaña mediática que pedía a
gritos su muerte, pero aun así, no tomaron ninguna medida de seguridad, no se
escondieron, siguieron haciendo vida pública normal hasta su detención y
asesinato. Según S. Haffner:
«Estaban demasiado
inmersos en su labor política y periodística para perder el tiempo pensando en
su seguridad personal; tal vez incluso demasiado confiados, ya que ambos
estaban muy acostumbrados a los arrestos y a las cárceles como para temerlos.
Precisamente debido a su experiencia, seguramente durante mucho tiempo no
llegaron ni a imaginar que esta vez se trataba de su vida; Rosa Luxemburg, de
forma conmovedora, preparó para su “arresto” una maletita con pequeños objetos
personales de poco valor y sus libros preferidos que ya la habían acompañado a
la prisión en otras ocasiones»[163].
La rutina es consejera mortal porque es esencialmente
antidialéctica. La terrible represión de los comunistas espartaquistas fue
facilitada, entre otras causas, porque no habían desarrollado a tiempo la
teoría de la organización adecuada a la lucha revolucionaria de la Alemania de
entonces. En 1918 la poderosa espontaneidad desorganizada de «los motines del
arroz» [164] en Japón terminó en un fracaso por su desorganización.
Otro tanto sucedería pocos años después con la brutal masacre del movimiento
obrero y comunista [165] en las principales ciudades industriales de
la China entre 1924 y 1934 en la que además de la débil organización también
pesó y mucha la errónea política de III Internacional.
Es un garrafal error teórico y estratégico reducir el debate
sobre la organización sólo a los problemas de la toma de conciencia, de cómo
ganar elecciones, de cómo organizar manifestaciones, medios de prensa, locales
y recursos económicos, etc. Nadie niega la importancia de estas cuestiones,
pero la teoría marxista de la organización va mucho más al fondo de los
problemas: plantea básicamente la cuestión del poder en sí mismo desde una
perspectiva histórica larga. La teoría de la organización es un elemento más de
la praxis revolucionaria y viceversa, no pueden extraerse lecciones de la
praxis si en su interior no está la teoría de la organización.
Con absoluta razón histórica se debe decir que:
«La experiencia
clandestina de los bolcheviques, en todo caso, y las correspondientes formas
organizativas desarrolladas en aquel período, les dieron una gran ventaja,
sobre todo durante la Primera Guerra Mundial, respecto a los partidos
socialdemócratas de la Europa occidental y central. El “oportunismo disfrazado”
de estos últimos fue la causa de que incluso marxistas “de izquierda” como
Kautsky careciesen, desde el punto de vista psicológico y organizativo, de la
más mínima preparación para emprender el trabajo clandestino indispensable para
una oposición consecuente a la guerra imperialista» [166].
Esa ventaja volvió a confirmarse entre 1918 y 1940 en
Europa, y muy especialmente desde 1941 cuando los comunistas fueron
prácticamente los únicos capacitados física y psicológicamente para organizar
guerrillas de liberación nacional contra la ocupación nazifascista, acciones de
«violencia patriótica» [167] practicada de múltiples formas según las
circunstancia [168], pero con una constante: «Buena parte de la Europa
ocupada fue liberada de los nazis por las organizaciones locales de resistencia
durante los dos últimos años de la guerra. Al derrumbarse el poder nazi, esas
unidades habían pasado de ser pequeñas unidades clandestinas a convertirse en
grandes movimientos de masas con millones de personas, la mayoría dominadas por
los comunistas» [169].
Ch. Bambery ha estudiado minuciosamente la II GM y en el
apartado dedicado a las resistencias de los pueblos invadidos por el
nazifascismo y el militarismo japonés extiende sus conclusiones más allá del
período de guerra para entrar directamente en algo que ahora nos es urgente:
«La experiencia de la
ocupación engendra resistencia, como se ha podido comprobar repetidamente desde
1945. En la Europa ocupada se inició pronto (…) La colaboración de las clases
dirigentes europeas con los nazis –o, en el mejor de los casos, contentadas con
esperar a que los Aliados les liberasen- hizo que la resistencia desarrollara
cada vez más una dinámica revolucionaria propia» [170]. Y poco después:
«Debido a sus sólidas relaciones con los comunistas, los movimientos de
resistencia europea, así como aquellos de entre los Aliados que ansiaban
utilizarlos en contra de los alemanes, despertaban la sospecha de Londres y
Washington» [171].
Los comunistas pudieron ejercitar el derecho a la rebelión
tan rápidamente porque estaban mentalizados psicológica, ética y teóricamente
para ello, y porque conocían las formas organizativas adecuadas. La teoría de
la organización incluye como elemento de necesidad el llamado «factor
subjetivo» en su expresión psicológica más plena: la ética del derecho a la
rebelión como parte de la teoría estratégica que explica que tarde o temprano
las contradicciones del sistema volverán a poner de extrema actualidad la
cuestión del poder, de la violencia del Estado y de su terrorismo
consustancial.
Los Aliados sabían a su modo que dentro de la guerra contra
el nazifascismo había dos guerras diferentes: la que libraba el capital
imperialista occidental contra las burguesías de Alemania, Italia y Japón; y la
«guerra popular (…) en tanto que amalgama de lucha de clases y de
nación» [172] contra las burguesías de sus países, sobre todo contra
las colaboracionistas. Desde 1943 más y más nazifascistas se daban cuenta de
que habían perdido la primera guerra, la inter imperialista, pero que se
salvarían si negociaban una buena rendición con los Aliados capitalistas porque
sus conocimientos se hacían insustituibles para ganar la segunda, la «guerra
popular» nacional y de clase, y para aplastar a la heroica y decisiva
URSS.
Los Aliados aprendieron la lección antes de acabar la IIGM y
ya para 1944 tenían planes represivos que se pondrían en marcha contra la
«guerra popular» nada más derrotar al nazifascismo. Uno de ellos era atacar al
Ejército Rojo integrando a tropas alemanas «rendidas» a los ejércitos aliados,
que admiraban su preparación y sus conocimientos sobre la fuerza
soviética [173]. Poco después idearon varios planes para lanzar hasta 300
bombas atómicas contra las cien principales ciudades rusas [174]. No hace
falta decir que esas medidas ofensivas contra la URSS se asentaban sobre otras
medidas en la retaguardia europea occidental para desarmar a las guerrillas y
destrozar a los comunistas.
El contenido anticomunista del Plan Marshall era una de
ellas [175], al igual que la OTAN y otros más: «La Casa Blanca y Downing
Street temían que en varios países de Europa Occidental, y sobre todo en
Italia, Francia, Bélgica, Finlandia y Grecia, los comunistas pudieran alcanzar
posiciones de influencia en el ejecutivo y destruir la alianza militar OTAN
desde dentro, desvelando secretos militares y revelándolos a la URSS. Fue en
este sentido que el Pentágono junto con la CIA, el M16 y la OTAN, emprendió una
guerra secreta creando y dirigiendo los ejércitos stay-behing como un instrumento para manipular y controlar la
democracia de Europa occidental desde dentro, desconocido por la población y
los Parlamentos europeos. Esta estrategia llevó al terror y al miedo, así como
a la “humillación y maltrato de las instituciones democráticas”, tal y como
criticó correctamente la prensa europea» [176].
La «defensa de la democracia occidental» como el mejor
sistema de protección de la propiedad capitalista, fue encargada a muchos
antiguos imperialistas alemanes de 1914-18, que luego se hicieron nazis hasta
1945, que fueron reclutados por la CIA para sus guerras secretas y desde 1955
reintegrados en el Ejército de Alemania Federal con altas responsabilidades,
que a su vez fueron el trampolín para acceder a los mandos centrales de la OTAN
desde 1961. Esta es la trayectoria vital de A. Heusinger [177] que
ocupó el puesto de más responsabilidad militar «no civil» de la OTAN entre 1961
y su retiro en 1964. Miles de jueces, policías, militares, burócratas,
periodistas, profesores, científicos, maestros e intelectuales, diplomáticos,
etc., por no hablar del empresariado casi en su conjunto, de ideología
nazifascista y del militarismo nipón [178] y colaboradores con ellos en
los países ocupados, fueron integrados directa o indirectamente en las
múltiples ramas civiles y militares de la OTAN y de otros aparatos.
Que nadie crea que se han desmantelado estos y otros
servicios, organismos, equipos, etc., una vez autodisuelto el Pacto de Varsovia
e implosionada la URSS. Simplemente se han adaptado a las nuevas necesidades
del imperialismo occidental [179]. No tenemos que recurrir a los ataques
de la OTAN fuera de Europa, basta con ver su expansión hacia el Este, para
cercar y presionar a Rusia, y sobre todo su papel en «La destrucción de
Yugoslavia» [180] entre 1990 y 2008 como base imprescindible de los
EEUU para posteriores expansiones. Pero esta es una parte de la involución
reaccionaria que está imponiendo la burguesía europea, retroceso rigurosamente
estudiado y denunciado por Leyla Carrillo por su alcance global, porque anulan
derechos tenidos como fundamentales hasta ahora por la propia ideología
burguesa [181].
Mientras la OTAN destruía Yugoslavia, desde 2003 el fascismo
honraba públicamente la memoria de Mussolini [182] celebrando una
convención anual en el norte de Italia, con la pasividad del Estado. Uno más de
los muchos actos de apología del nazifascismo que se realizan en la Unión
Europea. Pero a diferencia del fascismo de 1922-45 el actual está cada vez más
mundializado y estrechamente conectado con los aparatos militares estatales y
privados de los capitalismos imperialistas mediante ejércitos
privados [183] legales que superan en poder e influencia a los Freikorps, Camisas Negras, SA y SS,
Guardia de Hierro, Falange, etc.
En el Estado español las libertades democráticas de
expresión e información [184] están empeorando por tercer año
consecutivo según la investigación de FUNCIVA que otorga una puntuación de 6,58
sobre 10 en el respeto de las libertades. Mediante la Ley
Mordaza [185] el llamado «poder judicial» pierde potestad sobre 3
millones de infracciones que quedan a libre arbitrariedad de la
policía [186]. Dicho en general, el PP ha asestado un severo golpe
represivo [187] durante los cuatro años de legislatura que acaba de
concluir. Estas y otras leyes van creando el caldo de cultivo ideológico y
político para anular un derecho concreto, el de huelga [188], que si es
prohibido va a obligar al movimiento obrero y sindical, y a la izquierda
militante, a volver a formas organizativas semiclandestinas o clandestinas para
organizar la lucha en el interior del trabajo explotado, actualizando antiguos
métodos organizativos que parecían ya periclitados.
Independientemente de si los posibles acuerdos políticos
concluyan en un Gobierno de centro reformista que anule o derogue muchas o
algunas de las leyes represivas impuestas por el PP en la anterior legislatura,
al margen de esto y como principio de precaución, es conveniente adecuar la
teoría de la organización a las necesidades revolucionarias del presente y del
previsible futuro porque sigue siendo válida la advertencia de V. Serge: «La
Seguridad Política debe tender a destruir el movimiento revolucionario en el
momento de su mayor actividad y no desviar su trabajo dedicándose a empresas
menores. De manera que el principio es dejar desarrollarse el movimiento para
luego liquidarlo mejor»[189].
Notas
[1] J. Beinstein,
Cambios decisivos en el sistema global. Entre ilusiones y guerras
desesperadas contra el tiempo, 21 de octubre de 2014, y
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[4] AA.VV., Elementos
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[5] Marx, El
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[7] J. M. Bermudo, La Filosofía moderna y su proyección contemporánea. Barcanova,
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[9] Véase, Pensar
y practicar colectivamente el marxismo. Boltxe Liburuak Bilbo 2014, pp.
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[10] Véase
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2003, con última edición digital el 7 de diciembre de 2015 (
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Hay edición en formato libro en Edic. Trinchera, Caracas, 2012.
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[17] M. Garrido, «La
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[19] C. Soriano,
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[20] J. Muñoz. «Filosofía
de la praxis y teoría general del método», Lecturas de filosofía
contemporánea, Materiales. Barcelona 1978, p. 177.
[21] J. Muñoz. «Filosofía
de la praxis y teoría general del método», Lecturas de filosofía
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[22] D. Harvey: Guía de El Capital de Marx, libro I, Akal, Madrid
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[23] Véase, Marxismo
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[24] P. Chattopadhyay: «El trabajo de la mujer en el capitalismo y Marx», Marx
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[25] Marx, El
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[36] J. Elleinstein: Marx, su vida, su obra. Argos Vergara. Barcelona 1985, pp. 285-286.
[37] Véase
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[38] P. Charbonnat, Historia de las filosofías materialistas, Biblioteca Buridán,
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[39] Marx, El
Capital, FCE, México 1973, Libro III, pp. 232-239.
[40] Véase
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Herria necesita la independencia socialista. 18 de enero de 2016 (
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[41] Lobbies sanitarios, corrupción y opacidad: el
desmantelamiento de la sanidad madrileña. 26 de noviembre de 2015 (
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los pueblos», Derechos Humanos como arma de destrucción masiva. Boltxe
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[42] Marx y Engels, Manifiesto Comunista. Obras Escogidas. Progreso, Moscú, Tomo
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[43] Bujarin y Preobrazhenski, ABC del Comunismo. Fontamara,
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[45] Véase,
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[47] D. Sibony: «De
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[58] N. Kohan, «La
herencia del fetichismo y el desafío de la hegemonía en tiempos de rebelión», Con
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[59] Lenin, «Resumen
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Completas. Progreso. Moscú, 1986. Tomo 29, p. 191.
[60] Lenin, «Resumen
del libro de Hegel “Ciencia de la Lógica”», Cuadernos
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[61] Véase, A. Arana, El problema español, Hiru Argitaletxe, Hondarribia 1997.
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[67] A. García-Linera, Forma valor y forma comunidad, Clacso, Muela del diablo y
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[68] Véase,
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[70] N. Domínguez,
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[71] AA.VV.: Los
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[112] Marea Granate,
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[116] I. García Iglesias,
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[119] Véase
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[122] [122] A. J. Mora y J. J. Mateo,
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[123] X. Vidal-Folch, Espanya, Espainia, España,8
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[130] V. Navarro,
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[131] Los líderes catalanes admiten que la secesión
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[134] I. Errejón,
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[135] M. Martínez Romano,
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www.kaosenlared.net)
[136] E. Llopis,
La “integración” europea, bajo la égida de EEUU y el FMI. 4 de
enero de 2016 (
www.rebelion.org)
[137]
¿Por qué y
cómo debemos organizarnos?, del 29 mayo de 2011, y ¿Pare qué y cómo
debemos organizarnos?, del 26 de junio de 2011, ambas en (
www.matxingunea.org) El colectivo Borroka
Garaia Da volvió a publicar en su página web las dos ponencias más una breve
presentación, en el texto titulado Organización revolucionaria, del 28 de
enero de 2013.
[138] Véase
¿Por
qué editar el ¿Qué hacer? en Euskal Herria?, 24 de junio de 2014 (
www.matxingunea.org) y en formato libro
en Boltxe Liburudenda, Bilbo, 2014,
[139] AA.VV, Días
rebeldes. Crónicas de insumisión. Octaedro, Barcelona 2009, pp. 10-19.
[140] Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Akal, Madrid, 1989, p.
310.
[141] Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso, Akal, Madrid, 1989, p.
485.
[142] José Antonio Saco: Historia de la esclavitud. Biblioteca Júcar. Madrid 1974. P.
41-42.
[143] G. Thomson, Los primeros filósofos, Ciencias Sociales. La Habana, 2009. p.
18º.
[144] J. Amadeo y G. Rojas, «La categoría de “guerra” en el pensamiento platónico-aristotélico». La
Filosofía Política Clásica. De la Antigüedad al Renacimiento. A. Borón (compd)
Clacso. Argentina 2003. Pp. 269-274.
[145] K. Hopkins: Conquistadores y esclavos, Península, Barcelona 1981, p. 150.
[146] E. Ferrer Rodríguez: De la lucha de clases a la lucha de frases, Taurus, México
1995, p. 26
[147] Sun Tzu: El
arte de la guerra, Fundamentos, Madrid 1974, pp. 49-53.
[148] Sun Tzu: El
arte de la guerra, Fundamentos, Madrid 1974, p. 90.
[149] Tao Hanzhang, El Arte de la Guerra de Sun Tzu, Altorrey, Buenos Aires, 1997,
pp. 59-62.
[150] Tao Hanzhang, El Arte de la Guerra de Sun Tzu, Altorrey, Buenos Aires, 1997,
pp. 49-57.
[151] Bai Shouyi et alii, Breve historia de China, Ediciones en lenguas extranjeras,
Beijing, 1984, pp. 92-93.
[152] A. de Swaan, A cargo del Estado, Pomares-Corredor, Barcelona 1992, pp.
25-67.
[153] Bai Shouyi et alii: Breve historia de China. Lenguas Extranjeras. Beijing 1984, p. 114.
[154] J. L. Murga: Rebeldes a la república, Ariel, Barcelona 1979, pp. 121-122.
[155] J. M. Bermudo, La Filosofía moderna y su proyección contemporánea. Barcanova,
Barcelona 1983, pp. 144-147.
[156] N. Davidson: Transformar el mundo, Pasado&Presente, Barcelona 2013, pp.
145-146.
[157] M. Macnair:
Las lecciones de Erfurt: la Segunda Internacional ¿se basó en “partidos
de toda la clase”?, 13 de octubre de 2013,
www.sinpermiso.info
[158] J. Droz: «Los
orígenes de la socialdemocracia alemana». Historia General del
Socialismo, Destino Barcelona 1976. Tomo 1. p. 481.
[159] A. Stella, Días de sueño y plomo. Vivir la insurrección en la Italia de los 70, Virus,
Barcelona 2015, p. 173.
[160] A. Stella, Días de sueño y plomo. Vivir la insurrección en la Italia de los 70, Virus,
Barcelona 2015, p. 160
[161] Concepción Cruz Rojo e I. Gil de San
Vicente, Derechos Humanos, arma de
destrucción masiva, Boltxe Liburuak, Bilbo 2015, pp. 105-154.
[162] AA.VV. Elementos
de análisis económico marxista, Catarata. Madrid 2002, p. 27.
[163] S. Haffner: La revolución alemana de 1918-1919, Inédita Editores, Barcelona
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[164] J. P. Vilaine, «Los motines del arroz», Días rebeldes, Octaedro,
Barcelona, 2009, pp. 198-201.
[165] J. Chesnaux, «El
socialismo en Extremo Oriente: el nacimiento de la China comunista» Historia
General del Socialismo. Destino, Barcelona 1982, Tomo III De 1918 a 1945,
pp. 144-148.
[166] M. Jhonstone: «Un
instrumento político de nuevo tipo: el partido leninista de vanguardia». Historia
del marxismo, Bruguera, 1983. T. 7, (I). p. 435.
[167] R. Miller: «La
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Barcelona 1996, p. 18.
[168] G. Kolko: El siglo de las guerras. Política, conflictos y sociedad desde
1914, Paidós, Barcelona 2004, p. 214.
[169] N. Faulkner: De los neandertales a los neoliberales, Pasado&Presente,
Barcelona 2014, p. 395.
[170] Ch. Bambury, Historia marxista de la segunda guerra mundial,
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[171] Ch. Bambury, Historia marxista de la segunda guerra mundial,
Pasado&Presente, Barcelona 2015, p. 266.
[172] D. Glucksrein, La otra historia de la segunda guerra mundial. Ariel,
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[173] J. R. Pauwels, El mito de la guerra buena. Hiru Argitaletxe, Hondarribia,
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[174] J. Fontana: Por el bien del imperio, Pasado&Presente, Barcelona 2013,
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[175] D. H. Aldcroft: La economía europea 1914-2012, Crítica, Barcelona 2013, p. 217.
[176] Daniele Ganser, Los ejércitos secretos de la OTAN, El Viejo Topo, Barcelona
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[177] M. de Ayuso,
Adolf Heusinger: la historia del general nazi que acabó dirigiendo la
OTAN, 10 de enero de 2016 (
www.elmundo.es)
[178] J. Fontana, Por el bien del imperio. Pasado&Presente, Barcelona 2013,
pp. 25-32.
[179] Véase,
¿Acabar
con la OTAN mediante elecciones europeas? 11 de abril de 2014 (
www.matxingunea.org)
[180] J. Fontana, Por
el bien del imperio. Pasado&Presente, Barcelona 2013, pp. 794-803.
[181] L. Carrillo Ramírez: La Unión Europea y los derechos humanos, Ciencias Sociales, La
Habana 2010,
pp. 138-139.
[182] A. Stella, Días de sueño y plomo. Vivir la insurrección en la Italia de los 70, Virus,
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[183] P. Phillips
, El
fascismo del siglo 21: Empresas militares privadas sirven a la clase
capitalista transnacional. 22 de octubre de 2015 (
www.elclarin.cl)
[185] Véase,
Contra
el endurecimiento de la Ley Mordaza, 3 de julio de 2015 (
www.matxingunea.org)
[187] E. Muriel,
En esta legislatura ha habido un punto de inflexión grave en el plano
represivo, 26 de diciembre de 2015 (
www.lamarea.com)
[188] CCOO,
Reino
de España, el derecho de huelga en el banquillo, 16 de enero de 2016 (
www.sinpermiso.info)
[189] V. Serge, Lo que todo revolucionario debe saber sobre la represión, ERA,
México 1973, p. 21. Hay edición de Boltxe Libuaruak, Bilbo, de 2013, y está
disponible en la red.