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El mundo de la economía ✆ Miguel Cabrera & Yul Pérez (*)
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Las opiniones de Karl Kautsky
& Paul Sweezy
Julio Boltvinik |
Imagine el lector que toda la producción agrícola se lleva a cabo en
empresas capitalistas que contratan trabajadores asalariados estacionalmente.
Tenga en mente que el grueso de las jornadas de trabajo se concentra en la
siembra y la cosecha (unos 120 días al año), y pregúntese dónde vivirían tales
trabajadores y de qué. Seguro responderá que tendrían que ser trabajadores
nómadas buscando empleo. Piense en la clase de vida que tendrían estas
personas y si podrían formar un hogar y criar una familia. Veamos cómo veía el
asunto Kautsky:
“La expansión del
mercado, la posesión de capitales, no bastan para establecer una gran
explotación capitalista: lo esencial son los trabajadores… La industria
urbana no tiene que temer la falta de obreros. En la agricultura no sucede lo
mismo: no puede llenar sus vacíos con el proletariado industrial urbano. Tampoco
la gran explotación agrícola puede producir los obreros necesarios y
conservarlos a su servicio.
La agricultura campesina no se separa de la
administración doméstica, pues no hay explotación agrícola sin ésta, ni hogar
campesino regular y estable sin explotación agrícola. Los braceros con
hogar propio son agricultores independientes con tierra propia o arrendada
y que dedican parte de su tiempo al trabajo asalariado, parte al cultivo
de su propia hacienda.Tal situación no favorece la multiplicación de obreros no
propietarios en el campo. Los criados se ven la mayor parte de las veces
excluidos del matrimonio. Sólo los que unen un hogar autónomo a una
explotación agrícola autónoma, son quienes están en mejores condiciones para
criar muchos hijos para el trabajo. Esta producción de fuerza de trabajo
disminuye donde la gran explotación se expande a expensas de la pequeña”. (La
Cuestión Agraria, Ediciones de Cultura Popular, México, 1974, extractos de las
pp. 167-172).
¿Por qué no tendría sentido decir que la gran explotación
industrial no puede producir los obreros necesarios y conservarlos a su
servicio, como dice Kautsky respecto de la gran explotación agrícola? Porque la
producción continua en estos sectores supone el empleo continuo de la fuerza de
trabajo, con lo cual el obrero o empleado puede formar un hogar y criar una
prole. La cita de Kautsky muestra que, en la agricultura, las unidades
familiares de producción son indispensables porque son las únicas que
‘producen’ las nuevas generaciones de mano de obra y mantienen viva la fuerza
de trabajo actual durante la inactividad agrícola.
Paul Sweezy (Teoría del
desarrollo capitalista, FCE, 1945/1974, capítulo V, pp. 109 y ss.) parte
del hecho que la acumulación capitalista implica un aumento en la demanda de
fuerza de trabajo, en cuyo caso su precio, como el de cualquier mercancía,
tiende a subir por encima de su valor. Si se tratara de telas, el alza en su
precio elevaría las ganancias en esa rama, lo que atraería a otros capitalistas
a invertir en la misma, crecería la oferta de telas y el precio bajaría hasta
igualarse nuevamente al valor. Pero, anota Sweezy:
“La fuerza de trabajo
no es una mercancía ordinaria. No hay capitalista que pueda dedicarse a
producir fuerza de trabajo en caso de que suba el precio de ésta; en realidad
no hay ninguna ‘industria de fuerza de trabajo’. Sólo en una sociedad
esclavista, como el sur de Estados Unidos antes de la Guerra Civil, donde se
practicaba la cría de esclavos para obtener ganancias, se puede hablar
propiamente de una industria de fuerza de trabajo. Bajo el capitalismo, en
general, el mecanismo equilibrador de la oferta y la demanda está ausente
en el caso de la fuerza de trabajo… La acumulación eleva la demanda de
fuerza de trabajo y no es ya lícito suponer la igualdad entre los salarios y el
valor de la fuerza de trabajo. Además… el mecanismo en que puede confiarse para
el restablecimiento de esta identidad en el caso de todas las mercancías que se
producen para obtener ganancias, es ineficaz en el caso de la fuerza de
trabajo”. (pp.109-110).
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Foto: Julio Boltvinik |
Sweezy explora la respuesta de David Ricardo (DR) a este
problema de la teoría del valor trabajo. Como toda mercancía, el trabajo tenía
para DR unprecio natural y un precio de mercado. Y definió, según narra
Sweezy, el precio natural como el necesario para que los trabajadores puedan
subsistir y perpetuar su raza, sin aumento ni disminución”. Para DR el aumento
a los salarios estimula el crecimiento de la población lo que, a su vez,
llevará a la baja de los salarios que se igualarán al precio natural del
trabajo o incluso caerán por debajo de éste. Lo que DR postula como mecanismo
equilibrador de oferta y demanda de trabajo, es pues una teoría de la
población, dice Sweezy. Y, en este sentido, la teoría de la población sería
parte integrante de la estructura teórica de la economía política clásica,
concluye. Marx rechazó este mecanismo de ajuste de oferta y demanda de fuerza
de trabajo, en parte porque es muy lento dado que los bebés y los niños hasta
cierta edad no pueden trabajar. La oferta y la demanda de trabajo se
equilibrarían, si no hubiese acumulación adicional, 10 o 12 años después. La
solución de Marx fue la sobrepoblación relativa o ejército industrial de
reserva: los obreros desocupados que, mediante su competencia activa ejercen
una presión constante, hacia abajo, en el nivel del salario. La existencia del
ejército industrial de reserva, a su vez, la explicó Marx por el desplazamiento
de trabajadores por la maquinaria, misma que concibió como respuesta de los
capitalistas a la tendencia al alza salarial. Marx concluye que la “sobrepoblación relativa es, pues, el
trasfondo sobre el que se mueve la ley de la oferta y la demanda de trabajo… Es
decir que [mediante el cambio técnico, la mecanización] el mecanismo de la
producción capitalista vela para que el incremento absoluto de capital no
se vea acompañado de un aumento consecutivo en la demanda general de trabajo”
(El Capital, Tomo I, vol.3, p.795,
Siglo XXI Editores). Más adelante Sweezy añade que Junto a la eliminación
del trabajo por la maquinaria, las crisis y depresiones toman su lugar como
mecanismo capitalista específico para reconstruir el ejército de reserva cada
vez que éste se ha reducido a proporciones peligrosamente pequeñas (p.116).
Sweezy explica que la economía política clásica predijo el
fin del progreso económico como resultado del crecimiento de la población
(estimulado por la acumulación capitalista) y los costos crecientes (en
términos de horas de trabajo) de los alimentos, como resultado de la necesidad
de recurrir a tierras cada vez menos fértiles. El aumento del valor de los
alimentos incide en el valor de la fuerza de trabajo y lleva a la baja la tasa
de ganancia hasta producir el cese de la acumulación y sitúa la economía en un estado
estacionario. Como hemos visto, Marx abandonó la idea de una teoría de la
población como mecanismo de ajuste entre oferta y demanda de fuerza de trabajo
y la sustituyó por el ejército industrial de reserva. Aunque aceptó y
desarrolló la teoría de la renta diferencial de la tierra de DR que supone
costos crecientes en la agricultura, al parecer no los vio como una limitante
de las ganancias capitalistas y de la acumulación. En gran medida porque hizo
del cambio tecnológico una variable endógena de la acumulación capitalista
(entre los clásicos era exógena). La población mundial, como puede verse en la
gráfica, ha seguido creciendo y el efecto invernadero y el cambio climático
derivados han vuelto a poner en el centro del debate los límites del
crecimiento de la producción y de la población.
Título original: “Economía Moral — Entender
el capitalismo requiere entender la dinámica demográfica — Kautsky y Sweezy,
autores que nos ayudan al respecto
(*) La imagen corresponde al detalle de un
mural ubicado en la Plaza Central (conocida como la Plaza Roja), de la
Facultad de Economía y Ciencias de la Universidad de Carabobo, Valencia (la de Venezuela)