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Ernest Mandel |
Ernest Mandel | Marx no tuvo tiempo de elaborar en forma
sistemática una teoría de las crisis. Había reservado esta elaboración para uno
de los tomos no escritos de El Capital,
el tomo dedicado al mercado mundial. Pero en el Tomo 3 de El Capital, en las Teorías de la plusvalía, en diferentes contribuciones
periodístico-descriptivas, así como en su correspondencia, Marx y Engels han incluido
suficientes pasajes que tratan del ciclo industrial y de la crisis como para
que se pueda hablar de una verdadera teoría marxista de las crisis, sin forzar
los textos o falsificar su pensamiento.
La explicación
marxista de las crisis
La teoría marxista de las crisis rechaza toda concepción
monocausal. Las crisis no se deben exclusiva- mente al exceso de capitales
(sobreacumulación) o, lo que es equivalente, a la insuficiencia de la masa de
plusvalía producida corrientemente. No se deben exclusivamente a la
insuficiencia del poder de compra por parte de las masas. Tampoco se deben
exclusiva- mente a la desproporción entre los dos departamentos fundamentales de
la producción, el departamento de bienes de producción y el departamento de
bienes de consumo.
Todas estas causas desempeñan un papel en el
desencadenamiento de las crisis y en su reproducción cíclica, pero ninguna de
ellas determina, por sí sola, el estallido regular de las crisis.
La razón por la cual Marx rechaza toda explicación
monocausal de las crisis es que considera al ciclo industrial y a las crisis de
sobreproducción en las cuales aquél desemboca regularmente, como inherentes al
modo de producción capitalista mismo. Este modo de producción está basado
sobre la producción mercantil generalizada. Es del hecho de que los medios de
producción (incluidas las tierras) y la fuerza de trabajo se han convertido en
mercancías, de donde se desprende la relación capital/trabajo asalariado, es
decir el modo de producción capitalista.
Ahora bien, producción mercantil generalizada implica un
trabajo no inmediatamente social, implica contradicción entre trabajo
privado y trabajo social, disposición fragmentada de los medios de
producción (es decir propiedad privada en el sentido económico y no puramente
jurídico del término), fluctuaciones de las inversiones en el tiempo, contradicción entre
valor de uso y valor de cambio, contradicción entre mercancía y
dinero. De ahí se desprende la oposición fundamental de Marx a la "Ley de
equilibrio" de J.B. Say y a errores paralelos de Ricardo. Para Marx, la
producción no crea automáticamente su propia demanda, rechazo de las tesis que
son retomadas por los monetaristas y los economistas "supply-side" de
hoy. Del mismo modo, la demanda no crea automáticamente su propia producción,
rechazo de las ideas que son retomadas por los neo-keynesianos de hoy.
La crisis hunde sus raíces en el hecho de que las condiciones de producción de la
plusvalía no implican automáticamente las condiciones de su realización (no
coinciden automáticamente con ellas).
En este sentido, en el marco de la teoría marxista de las
crisis, la crisis es a la vez una
crisis de superproducción de capitales y una crisis de superproducción de
mercancías. En su preparación y en su estallido intervienen todas las
contradicciones internas del modo de producción capitalista. Se puede
representar la crisis como determinada fundamentalmente por la caída tendencial
de la tasa media de ganancia en la medida en que las fluctuaciones de la tasa
de ganancia resumen el conjunto de estas contradicciones.
Por su esencia misma, la crisis capitalista es entonces una crisis de superproducción de valores de
cambio. En esto, ella se contrapone a las crisis de las sociedades
precapitalistas y a las crisis en las sociedades post-capitalistas, que son
esencialmente crisis de subproducción
de valores de uso. Estas crisis se combinan allí, en grados diferentes, con
fenómenos ligados al mercado, en la medida en que la producción mercantil se
desarrolla o sobrevive en estas sociedades. Por el otro lado, mientras subsiste
el modo de producción capitalista, y la economía continúa siendo regida por la ley del valor, las crisis
de sobreproducción son inevitables.
La
explicación marxista de la crisis actual
La recesión 1980-1982 ha sido la vigesimoprimera crisis de
superproducción desde el "nacimiento del mercado mundial de mercancías
industriales", como lo llama Marx, nacimiento que se sitúa hacia 1825.
Esto da una media de duración del ciclo industrial de 15 años, divididos por
21, es decir de 7.5 años, confirmación total de una hipótesis de Marx. La
naturaleza misma del ciclo. industrial implica que no hay "crisis permanente".
Después de la recesión viene la recuperación, aunque sea vacilante, poco
profunda, de duración relativamente limitada y no sincronizada. Creemos que una
recuperación comenzó ya en 1983, por lo menos en Estados Unidos, en la
República Federal Alemana, en Gran Bretaña, en Canadá, así como hubo una
recuperación entre la recesión de 19741975 y la recesión de 1980-1982.
Nosotros definimos las crisis después de la segunda guerra
mundial -en la época del capitalismo tardío- como recesiones, porque son crisis
combinadas con una inflación permanente que atenúa parcialmente sus
efectos. La inflación del crédito, es decir de la moneda fiduciaria, de la
"moneda bancaria", permite vender más mercancías que con el poder de
compra efectivamente creado durante el proceso de producción. Permite acumular
más capitales que con la plusvalía efectivamente producida en el curso del
proceso de producción y realizada en el curso del proceso de circulación. A
pesar de toda la demagogia de los monetaristas y todas las medidas
deflacionistas tomadas por los gobiernos burgueses (tanto de "derecha"
como de "izquierda"), la inflación subsiste en el curso del actual
ciclo industrial, aunque ella haya sido reducida con relación a los años 70
(pero. no con relación a los años 50 y 60).
Pero el capitalismo tardío no puede atenuar durante un
período limitado sus contradicciones internas por medio de la inflación permanente
sin pagar un precio elevado -a la larga insoportable- por esta tendencia: la
desorganización creciente de su sistema monetario internacional, los crecientes
riesgos de hundimiento de todo el sistema bancario y de todo el sistema de
crédito internacional.
Hipócritamente, los capitalistas y sus ideólogos concentran
su fuego, a este respecto, sobre las deudas de los países llamados "del
Tercer Mundo" y de los Estados llamados socialistas (que nosotros
preferimos llamar Estados obreros burocratizados o Estados post-capitalistas).
Pero en realidad, el capitalismo atravesó un imprevisto boom económico después
de la segunda guerra mundial flotando sobre un océano de deudas que desbordan
hacia cuatro orillas: 1) las empresas capitalistas privadas, incluidas las
firmas multinacionales; 2) los países del Tercer Mundo; 3) los gobiernos
imperialistas; 4) los gobiernos de los Estados obreros burocratizados. De estas
cuatro masas de deudas, la más importante es la primera y no la segunda. La
tercera ya superó a la cuarta y puede superar a la segunda.
Los detonadores de las recesiones de 1974-1975 y de
1980-1982 fueron los detonadores clásicos y su desarrollo fue un desarrollo
clásico: superproducción en los sectores clave de la expansión precedente
(automóvil, construcción inmobiliaria, acero, petroquímica, etc.), baja de la
tasa media de ganancia, agravación de las tendencias especulativas e
inflacionistas, obligación para la burguesía de iniciar una política
deflacionista, desocupación en rápido ascenso y, debido a esto, contracción del
mercado interior, concurrencia interimperialista e interimperialista acentuada,
con ascenso del proteccionismo y contracción del mercado mundial.
Ciclo
industrial y ondas largas
El hecho de que Marx haya puesto en descubierto los
mecanismos fundamentales, estructurales, de las crisis de superproducción
capitalista, implica que hay rasgos fundamentales, estructurales, comunes entre
todas estas crisis. Pero no implica' que todas las crisis son estrictamente
idénticas. Cada crisis representa de hecho una combinación de rasgos generales
y de rasgos particulares. El mismo Marx analizó en detalle los rasgos
particulares de una serie de crisis que él vivió, como la crisis de 1857-1858 y
su aspecto monetario, y la de 1861, ligada a las consecuencias de la Guerra de
Secesión en Estados Unidos.
No puedo analizar en detalle todos los rasgos particulares de
las crisis de 1970-1971, de 1974-1975 y de 1980-1982. Pero quiero insistir
sobre un aspecto esencial de esta combinación de rasgos particulares y rasgos
generales de las crisis actuales: la combinación entre el ciclo industrial
septenal o sexenal, y la onda larga de tendencia depresiva que comenzó
manifiestamente hacia el fin de los años 60. Esta sucedió a una onda larga
expansiva que se extiende de 1948-1949 a 1968 (salvo en los países
anglosajones, donde comenzó sin duda hacia 1940).
Esta combinación entre ciclo industrial clásico y onda larga
depresiva tiene consecuencias considerables sobre la evolución económica a
medio y largo término. Tiene consecuencias igualmente importantes en el plano
social y político.
La onda larga depresiva actualmente en curso se caracteriza
por la "vulgarización" de las innovaciones tecnológicas iniciadas
durante la onda larga expansiva precedente, lo cual es por otra parte una
característica general de las ondas largas de estas dos tonalidades
fundamentales diferentes.
En la práctica esto quiere decir tres cosas: 1)
mantenimiento de una tasa de crecimiento anual, bastante elevada, de la
productividad; 2) baja y hasta desaparición de la "renta
tecnológica", de las sobreganancias monopolísticas de los grandes trusts,
incluidas las "multinacionales", lo cual contribuye a deprimir la
tasa media de ganancia; 3) descenso considerable de la tasa media de
crecimiento de la producción, que permanece durante largo tiempo inferior a la
tasa de crecimiento de la productividad. El resultado es claro: a la vez, el
aumento de la desocupación y la ofensiva de austeridad de la burguesía se
mantendrán durante un largo período, independientemente de las fluctuaciones
cíclicas de la producción anual.
Para no hablar más de la desocupación de los países
imperialistas: subió de 10 millones en 1970 a 15 millones en 1975, a 20
millones en 1978, a 30 millones en 1980, a 35 millones en 1983, y alcanzará 40
millones en 1985, independientemente de la recuperación en curso. Por otra
parte se trata de estadísticas que subevalúan fuertemente la realidad, pues no
incluyen a todos aquellos y aquellas que, como lo dicen tan elegantemente los
ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, "han abandonado el mercado del
trabajo" habiendo perdido toda esperanza de encontrar un empleo. Se trata
ante todo de las mujeres rechazadas hacia los hogares, y de los trabajadores
inmigrados rechazados hacia su país de origen.
En el marco de la onda larga depresiva, ha habido
desincronización cíclica entre la crisis que castiga a los países
imperialistas, y la crisis que castiga a los países semicolóniales y los países
dependientes semindustrializados. Especialmente estos dos últimos han podido
mantener una tasa de crecimiento relativamente elevada, sobre todo en México,
en Brasil, en Corea del Sur, en India, en Taiwán y en una serie de los países
de la OPEP. Pero a partir de 1980, la situación cambió radicalmente. Hoy los
países llamados del "Tercer Mundo" leven golpeados duramente
por la crisis.
Para los menos subdesarrollados de entre ellos esto
significa un cambio de clima socioeconómico y político completo con relación a
los diez años precedentes, una pérdida de credibilidad de los proyectos de
industrialización (de desarrollo) en el marco del capitalismo internacional, de
los proyectos nacionalistas-populistas, etc., con una caída brutal del nivel de
vida de las masas. Para los más pobres de entre ellos lo que se está
desarrollando es una tragedia de dimensiones históricas, de la cual, para
vergüenza común de todos nosotros, vanguardia revolucionaria internacional,
para no hablar ya del movimiento obrero internacional, no se ha tomado la menor
conciencia. Se puede resumir esta tragedia en una fórmula: la onda larga depresiva provoca una pauperización absoluta en
los países semicoloniales más pobres que lleva el poder de compra de los
salarios medios hacia el nivel de las raciones de alimentos de los campos de
concentración nazi.
La función
política y social de las diferentes interpretaciones de la crisis
La defensa de la teoría marxista de las crisis no es sólo un
deber de honestidad científica, de capacidad de comprender, de explicar y
prever la marcha de la economía mundial. Desempeña también un papel preciso en
la lucha ideológica que se desarrolla hoy en el seno de la opinión pública, es
decir de la -lucha de clases política, de la lucha de clases en el sentido más
directo. Desempeña un papel aún más preciso en las líneas divisorias en el
interior del movimiento obrero internacional, entre aquellos que, bajo las
formas más diversas y con las excusas más contradictorias, aceptan a la crisis
como inevitable y se contentan con proponer recetas para administrar esta
crisis con dosis graduales de austeridad, y aquellos que quieren organizar,
ampliar y generalizar el rechazo de toda política de austeridad, la resistencia
militante y activa contra la ofensiva del capital, la lucha contra la
desocupación mediante la introducción inmediata de la semana de 35 horas sin
reducción de salario semanal y con contratación obligatoria, la lucha por una
alternativa anticapitalista de conjunto a la política de austeridad. Esta línea
divisoria contrapone en último análisis a todos los defensores de la
colaboración de clases y a todos los partidarios irreductibles de la independencia
política de clase del proletariado, por la cual Marx se batió toda su vida a
partir de 1850.
Sin poder hacer una lista exhaustiva de todas las
"explicaciones" de recambio de la crisis con relación a la
explicación marxista, mencionaremos los esquemas ideológicos siguientes:
– La crisis sería
el resultado inevitable del alza excesiva de los salarios directos e indirectos
durante la fase de expansión precedente. Hay una versión derechista de esta
"explicación" (la explicación neoclásica, monetarista: "The
workers priced themselves out of the labor market"). Hay también una
versión de "izquierda" de esta explicación: la teoría del "profit squeeze", que
volviendo de Marx a Ricardo, reduce la caída de la tasa de ganancia a la caída
de la tasa de plusvalía, es decir que explica la crisis por el alza de los
salarios.
– La crisis sería
el resultado inevitable de la inflación, considerablemente aumentada por el
alza de los precios del petróleo en 1973 y en 1979.
– La crisis sería
el resultado de una conspiración de las multinacionales, o de una conspiración
del imperialismo norteamericano, para « restablecer (o consolidar) su hegemonía
sobre la economía capitalista internacional, incluso sobre la economía mundial.
– La crisis no
sería más que un mecanismo normal de relanzamiento y de redespliegue
internacional de la acumulación de capital, que el capitalismo sería capaz de
realizar y qué por otra parte estaría ya en vías de realizarse.
La función de estas "explicaciones" es política y
social, no científica. A veces, su aspecto irracional adquiere una dimensión
grotesca: así, según algunos en Francia (¡y no sólo en Francia!), serían
sucesivamente el alza del precio del petróleo y su baja posterior lo que habría
causado -o agravado considerablemente- la crisis. Pero una vez descartada la
pretensión científica de estas "explicaciones", que es nula, no
debemos sacar la conclusión de que carecen de importancia. Tienen una
importancia muy grande, pues son un instrumento de la burguesía para obtener
resultados sociopolíticos precisos:
– culpabilizar a la clase obrera y al movimiento obrero como
responsables de la crisis;
– culpabilizar a
los jeques del petróleo o, más generalmente, a los países del Tercer Mundo,
como responsables de la crisis;
– presentar la
crisis como una fatalidad, a la cual nadie puede sustraerse;
– justificar las
concesiones declaradas inevitables a los imperativos de la austeridad, es decir
a los imperativos de la ganancia.
Todos estos resultados que persiguen tienen un objetivo
central: ejercer una enorme presión sobre la clase obrera para que ésta no
reconozca que el capitalismo, y solamente el capitalismo, es responsable
de la crisis, y que toda lucha real y eficaz contra las consecuencias
desastrosas de las crisis para las masas trabajadoras debe ser una lucha contra
el capitalismo, una lucha anticapitalista. Es una presión para impedir el
surgimiento de una alternativa anticapitalista, socialista, a la crisis, por la
cual amplias masas estarían dispuestas a combatir.
La crisis y
el porvenir de la humanidad
Estamos convencidos de que la depresión es muy grave, y que
en realidad es, en el contexto de la crisis del sistema imperialista y del
sistema social, la crisis más profunda que el capitalismo haya conocido
desde su nacimiento. Para retomar una fórmula de Marx, es en la crisis
donde se expresa la tendencia del capitalismo a transformar periódicamente las
fuerzas productivas en fuerzas destructivas. Ahora bien, la amplitud de la
crisis determina la amplitud del potencial destructor desencadenado por la
"solución" capitalista de la crisis. Para salir de la crisis de los
años 30 sin salir del capitalismo, la humanidad pagó el precio de 100 millones
de muertos, el precio de Auschwitz y de Hiroshima.
Con el nivel alcanzado actualmente por el armamento -ante
todo, pero no sólo, el armamento nuclear-, con los procesos de destrucción del
medio ambiente en curso, con el ascenso del hambre en el mundo, este potencial
destructor debería hoy ser multiplicado por lo menos por cinco. Esto implica el
riesgo real de destrucción de la infraestructura material y humana sobre la
tierra.
Desde 1914, la humanidad está confrontada con el dilema:
socialismo o barbarie. Dos guerras mundiales, innumerables guerras locales, el
ascenso periódico de dictaduras sanguinarias fascistas, semifascistas,
militares, la extensión de la tortura en más de sesenta países; todo esto
prueba que la noción de "barbarie" no es propagandística, ni
mistificadora, ni abstracta, sino que está cargada de un contenido real cada vez
más dramático. Pero hoy, con el armamento y el sobrearmamento nuclear, el
dilema "socialismo o barbárie" adquiere una nueva dimensión más
precisa todavía. Hoy, la victoria mundial del socialismo se ha convertido en
una cuestión de supervivencia física del género humano. Hoy, a largo término,
el dilema es: "socialismo o destrucción del género humano".
Digo "a largo
término". A corto término, y a medio término, el capital internacional
choca con obstáculos y resistencias inmensas para aplicar un curso hacia la
reconquista de los mercados perdidos, es decir un curso hacia la tercera guerra
mundial. Entre estos obstáculos y estas resistencias está ante todo la fuerza
del movimiento obrero y del movimiento antiguerra en los países imperialistas y
la fuerza del movimiento antimperialista en los países semicoloniales y en los
países dependientes. Hoy, lo que la remilitarización pone al orden del día en
lo inmediato, son guerras contrarrevolucionarias locales, como la agresión al
Líbano contra la revolución palestina, la agresión contra la revolución
centroamericana, la agresión contra la revolución en Africa Austral. Antes de
que puedan ser infligidas derrotas muy severas al movimiento obrero y al
movimiento de masas de los principales países del mundo capitalista, la tercera
guerra mundial no estará al orden del día.
Pero justamente en función de la gravedad y de la duración
de la depresión, el riesgo de tercera guerra mundial tenderá a aumentar en la
medida en que la ofensiva de austeridad y de remilitarización consiga debilitar
o desarticular el movimiento de masas y la reorganización de masas en los
principales países capitalistas del mundo.
Para nosotros, esto no es algo que ya está resuelto: las
batallas decisivas están. ante nosotros, no tras de nosotros. Si queremos
referirnos, con todos los riesgos inherentes a las analogías históricas, a las
etapas preparatorias de la segunda guerra mundial, estamos hoy en 1929 y no en
1933 o en 1938. La marcha hacia la segunda guerra mundial habría podido ser
invertida si Hitler no hubiera tomado el poder, si Franco hubiera sido
derrocado, si el ascenso revolucionario en Francia no hubiera sido ahogado por
el Frente Popular. Las grandes batallas de clase que vendrán en Europa
occidental, en Brasil, en México, en Argentina, en India, en Canadá, en Africa
del Sur, en Japón y sin duda finalmente en Estados Unidos, decidirán la marcha
hacia la tercera guerra mundial y, en consecuencia, la suerte de la humanidad.
Es posible plantearse la cuestión: ¿es racional para el capitalismo,
incluso dirigido por un personal político de derecha y de extrema derecha,
considerar una "solución" a la crisis a través de la guerra nuclear
mundial? La pregunta en sí misma está mal planteada. La sociedad burguesa en su
conjunto se caracteriza por una combinación sui géneris de
racionalidad parcial y de irracionalidad global. La misma característica se
aplica a los armamentos.
Pero en la medida en que efectivamente existe un fondo
irracional en el proyecto de guerra nuclear, esto no implica en modo alguno que
este proyecto sea irrealizable. Auschwitz era igualmente irracional desde el
punto de vista de los intereses de conjunto del imperialismo alemán, incluso
desde el punto de vista de una guerra imperialista que buscará obtener la
victoria. Sin embargo, Auschwitz fue realizado. Es la presencia del
acostumbramiento político e ideológico de las masas a lo irracional y a lo
monstruoso lo que es decisivo en la etapa actual para el imperialismo en
la perspectiva de la preparación de la guerra.
Este es el objetivo central de la ofensiva, no. solamente
anticomunista, antimarxista, antisocialista, en los medios de comunicación de
masas y en las universidades burguesas, sino también de una campaña contra la
ciencia, contra la razón, contra los ideales de la revolución burguesa y del
Siglo de las luces, incluso contra los ideales igualitarios elementales
presentes en la tradición religiosa judío-cristiana. La barbarie de las ideas
precede la barbarie de los hechos. Por eso es preciso desencadenar una ofensiva
teórica vigorosa para defender contra la bestialidad de frente de toro, pero
dotado de formidables medios materiales de difusión y de presión, al marxismo,
al socialismo, a la ciencia, a la razón, los derechos iguales de todos los
hombres y de todas las mujeres que habitan nuestro planeta.
Esta contraofensiva se ve hipotecada por una realidad objetiva:
la situación real, económica, social, política, ideológica, cultural, moral en
los países del Este, las sociedades burocratizadas de transición entre el
capitalismo y el socialismo, los Estados obreros burocratizados. Evidentemente
rechazamos toda noción de un "socialismo realmente existente" en
cualquier lugar del mundo que sea. Del mismo modo, rechazamos toda noción según
la cual Marx sería responsable de la práctica de la burocracia soviética, o de
la práctica de la burocracia social-demócrata reformista. En cambio,
registramos un hecho que pesa sobre todos nosotros. Cuando la crisis de los
años 301 había una casi unanimidad en el movimiento obrero mundial alrededor de
la unidad central: el capitalismo está en crisis; la solución, es la
planificación socialista. Hoy, la casi totalidad del proletariado mundial,
incluidos miembros de los Partidos comunistas, ya no encuentran suficiente esta
respuesta.
La razón fundamental que explica este cambio no es la
propaganda imperialista, ni la presión de medios pequeño burgueses
desmoralizados y escépticos, aunque no haya que subestimar la importancia de
estos factores. La razón fundamental es la comprensión, tardía pero saludable,
por parte de la clase obrera internacional, de la realidad económica
y social de los países del Este, tal como ella se ha revelado en forma
clamorosa con el ascenso de la revolución y de la contrarrevolución política en
Polonia. La crisis económica y social en el Este es un factor constitutivo de
la crisis mundial. No es ella idéntica a la crisis capitalista, aunque se vea
influida por ella. Es una crisis específica de esas sociedades. Tiene un peso
muy grande sobre la conciencia media del proletariado internacional. En la
teoría y en la práctica, los marxistas del mundo entero deben tomarla a su
cargo francamente.
Es seguro que una respuesta puramente teórica y
propagandista jamás dará satisfacción suficiente a las grandes masas. Mientras
no exista, en los hechos, un "modelo" de sociedad de transición que
trascienda en forma decisiva los abusos, las aberraciones, los desastres, las
desigualdades, las opresiones que existen hoy en el Este, nuestra respuesta no
convencerá a todo el mundo. Pero esto no significa que haya que esperar la
victoria de la revolución socialista de Occidente y de la revolución política
en el Esté, para defender en forma resuelta la planificación socialista como la
respuesta socialista a la crisis capitalista.
Nosotros decimos que la economía y la sociedad fundadas en
la ciencia y la técnica contemporáneas se han vuelto demasiado complejas y
demasiado preñadas de catástrofes para ser administradas por algunos
"expertos" -por otra parte, cada vez menos competentes- por algunas
minorías elitistas, sean ellas burguesas del Oeste o burocráticas en el Este.
Del mismo modo, creemos que esta crisis mundial es demasiado grave para que se
la deje a la merced de "las leyes objetivas del mercado" que se
cumplen a espaldas de la humanidad.
Esta crisis sólo será resuelta si las masas toman en sus
manos la gestión de sus propios asuntos, de la economía, del Estado, de la
sociedad. Esta crisis sólo será resuelta por la socialización de los grandes
medios de producción, su puesta en funcionamiento planificada sobre la base de
objetivos prioritarios fijados democráticamente con el pluralismo político
indispensable a la democracia, por la masa de los productores-consumidores
mismos, por la gestión de la economía por los productores asociados, por la
creación de una Federación Socialista Mundial, basada en el poder de los
trabajadores, el poder de los consejos obreros y populares en el mundo entero.
Traducido de la Revista Sous le drapeau du socialisme, París,
núm. 97-98, junio de 1984, editado en Coyoacán, revista marxista
latinoamericana, N° 17/18, México Enero-Junio de 1985. Lo reedita Globalización, Revista de Economía, Sociedad
y Cultura, en julio del 2003 como una contribución a las discusiones
sobre la actual crisis mundial.
Esta es la versión de una conferencia dictada por Ernest Mandel en el seminario
"Marxismo Crítico", celebrado en Atenas en junio de 1983 y organizado
por el Círculo político cultural Protágoras.