► El 28 de septiembre de 1864
se fundó la Asociación Internacional de Trabajadores, conocida como la Primera
Internacional. El movimiento obrero daba sus primeros pasos de organización
mundial para derrotar los planes de la burguesía que sólo significaban miseria
para las mayorías. Los mismos objetivos de aquellos obreros, hoy continúan
vigentes.
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Karl Marx: Discurso inaugural de la Asociación Internacional de losTrabajadores |
Emilio Salgado & Jazmín Jiménez
| La Revolución Industrial
marchaba a todo vapor. El capitalismo se extendía por el mundo y con él la
clase obrera. Inglaterra, cuna de la industria, el país más avanzado del siglo
XIX, fue el lugar donde primero comenzaron a manifestarse y desarrollarse los
antagonismos de clase modernos, la lucha de clases entre burgueses y
proletarios. Cerca de 1840, el Movimiento Cartista [1] se consagraba como la
primer movilización política de los trabajadores como clase. Al calor de esas primeras demostraciones de la clase obrera
europea, Carlos Marx y Federico Engels escribían el Manifiesto Comunista por encargo de la Liga de los
Comunistas, que saldría en 1848, donde pronosticaban que el espectro del
comunismo recorría el viejo continente ya que los objetivos de los obreros eran
comunes y, por eso mismo, que la lucha de clases era nacional en su forma pero
que tenía un contenido internacional.
También en Inglaterra, al calor de las primeras huelgas de
finales de la siguiente década, la clase obrera se organizó por primera vez en
trade-unions (sindicatos), tomando en sus manos tanto demandas sindicales como
políticas de los trabajadores. Y fue en este país donde el proletariado antes
tuvo un sentido de solidaridad internacional y tuvo la necesidad de luchar
contra el capitalismo basándose en esa solidaridad.
De la solidaridad
entre obreros de distintos países a una organización internacional
En el marco de la crisis económica europea que había
estallado en 1846, el Manifiesto adelantaba lo que se conoció como “la
primavera de los pueblos”[2]. En 1848 la revolución se extendió por gran parte
de los países del continente europeo, pero fueron derrotadas. Luego de estas
oleadas, el capitalismo tuvo un importante desarrollo durante la década de
1850, provocando inmovilismo y depresión en el movimiento obrero. Fenómenos
políticos enormes conmovían a la clase trabajadora.
Además de la gran crisis económica de 1857, Estados Unidos
se encontraba inmerso en una guerra civil (1861-1865) donde los capitalistas
del Sur del país luchaban contra el Norte para que se mantuviese la esclavitud.
La causa de la liberación de los esclavos despertaba la solidaridad
internacional de los trabajadores de Europa. En Francia se obtuvieron
conquistas económicas y políticas, como poder votar en las elecciones y el
rechazo de las leyes que prohibían las organizaciones sindicales. En
Inglaterra, el derecho a sindicalizarse se había obtenido en 1825, pero las
masas no tenían derecho a votar. A su vez, el desarrollo del capitalismo en el
continente europeo había creado una competencia peligrosa para los obreros
ingleses en forma de trabajo sobreexplotado y la burguesía británica amenazaba
con importar fuerza de trabajo de otros países. Estas circunstancias hicieron
manifiesta la necesidad de la lucha y organización a nivel internacional. En
1863 las Trade-unions de Inglaterra
harían un llamamiento a sus hermanos de clase de otras naciones para
organizarse contra esta competencia entre obreros que quería imponerle la
burguesía.
Pero además de la lucha de clases a escala internacional,
fueron también las propias condiciones económicas y políticas del capitalismo,
el carácter mundial de la economía y el desarrollo de las fuerzas productivas
las que abonaron el terreno para el internacionalismo de la clase obrera. El
proletariado luchó contra el capitalismo desde que nació como clase social hace
más de doscientos años. La Primera Internacional será la culminación
organizativa de ese período inicial de lucha y resistencia contra las
condiciones de explotación capitalista.
Ese despertar de la clase obrera inglesa y francesa revivió
la idea del internacionalismo. Un 28 de septiembre de 1864, en Londres, se
reunían en el St. Martin’s Hall los representantes de obreros franceses e
ingleses. Pero a dicha convocatoria, también concurrieron obreros alemanes,
belgas, polacos, italianos y suizos. Así se fundaba la Asociación Internacional
de Trabajadores, más conocida como la Primera Internacional. Marx fue el
encargado de escribir el Manifiesto Inaugural, que al igual que en el
Manifiesto Comunista hace una aguda denuncia al capitalismo y deja delineadas
los objetivos de la clase obrera. Si bien no fue el fundador de la Primera
Internacional, rápidamente se transformó en su principal dirigente y
organizador. No era producto de la casualidad. Junto con Engels, ya eran
veteranos revolucionarios y en el exilio habían cultivado una estrecha relación
con los círculos obreros de Londres. Además, sus tesis expresaban las
conclusiones más avanzadas del movimiento obrero de la época y se imponía a
otras corrientes luego superadas por la misma experiencia histórica, como los
socialistas utópicos, los sindicalistas ingleses, los anarquistas, entre otras.
En el discurso inaugural, Marx parte del hecho fundamental
del desarrollo político de la lucha de clases, que no empieza con frases generales,
con objetivos elevados, sino con los hechos que caracterizan la situación de la
clase obrera. Plantea que entre los años 1848 y 1864, a pesar del desarrollo
industrial y comercial, la miseria de las masas obreras no había disminuido.
Basándose en los documentos de las comisiones parlamentarias, demuestra que la
mayoría de los trabajadores se alimenta de forma insuficiente y sufre
enfermedades producto de la miseria, mientras la burguesía incrementa sus
riquezas insaciablemente. Remarca también que en esos años los trabajadores han
obtenido importantes conquistas. La ley de la jornada de diez horas producto de
la lucha del proletariado inglés. Además de las fábricas cooperativas, que
demostraron en la práctica que los trabajadores pueden organizar la producción
y sus intercambios sin necesidad de empresarios. Sin embargo, mientras la
sociedad se mantenga sobre las mismas bases, los antagonismos de clases
continuarán agudizándose. Por ello Marx deja claro en este texto que la gran
tarea de los trabajadores es tomar el poder político. Los obreros “poseen un
elemento para el éxito, su número. Pero el número pesa en la balanza sólo
cuando está unido en una organización y dirigido hacia un fin consiente”. [3]
“¡Proletarios de todos los países,
uníos!”
Con este grito profundamente internacionalista culmina el
Manifiesto Inaugural, al igual que 16 años antes había sonado en el Manifiesto
Comunista.
Si bien el movimiento obrero surge y se desarrolla dentro de
cada nación, si quiere triunfar, no puede quedar restringido dentro sus
fronteras. Una vez que se organiza tiende, por necesidad, a forjar lazos
internacionales. Así como los gobiernos burgueses establecen relaciones
internacionales contra los trabajadores, estos en contraposición para
defenderse estrechan vínculos con sus hermanos de clase de otras tierras.
El internacionalismo es una necesidad estratégica, ignorar
la solidaridad y organización que debe existir entre los trabajadores de todos
los países, termina llevando a un fracaso general de todos los esfuerzos. El
movimiento obrero tiene que seguir con atención la política exterior. La
liberación de la clase obrera no puede realizarse si las clases que dirigen la
política exterior aprovechan los prejuicios nacionales para enfrentar a los
obreros de los distintos países, derramar la sangre de los pueblos en las
guerras y despilfarrar sus riquezas. Marx aseguraba en el Manifiesto Inaugural
que:
“No ha sido la prudencia de las clases dominantes, sino la heroica
resistencia de la clase obrera de Inglaterra a la criminal locura de aquéllas,
la que ha evitado a la Europa Occidental el verse precipitada a una infame
cruzada para perpetuar y propagar la esclavitud más allá del océano Atlántico.
La aprobación impúdica, la falsa simpatía o la indiferencia idiota con que las
clases superiores de Europa han visto a Rusia apoderarse del baluarte montañoso
del Cáucaso y asesinar a la heroica Polonia (…) han enseñado a los trabajadores
el deber de iniciarse en los misterios de la política internacional, de vigilar
la actividad diplomática de sus gobiernos respectivos, de combatirla, en caso
necesario, por todos los medios de que dispongan; y cuando no se pueda impedir,
unirse para lanzar una protesta común y reivindicar que las sencillas leyes de
la moral y de la justicia, que deben presidir las relaciones entre los
individuos, sean las leyes supremas de las relaciones entre las naciones. La
lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha general
por la emancipación de la clase obrera. ¡Proletarios de todos los países,
uníos!”.
El capitalismo, en su voraz competencia, ha dado muestras
notorias de su barbarie desde su propia existencia. No ha dudado en invadir
territorios, llevar a cabo genocidios, dos guerras mundiales con sus campos de
concentración y sus bombas atómicas. La llamada crisis de los inmigrantes africanos en Europa a la que
se asiste en estos días, que genera odio por ver morir a miles y a millones de
hombres, mujeres y niños huyendo de terribles sufrimientos, es el subproducto
de los planes imperialistas y sus políticas de hambre, guerras y destrucción
para las poblaciones de los países que supieron ser antiguas colonias.
Como en 1864, cuando en la primera etapa del proletariado
industrial, los obreros más conscientes sacaban la conclusión de que el peor
enemigo era el patriotismo; que había que unirse internacionalmente, dado que
tenían los mismos objetivos que sus hermanos de clases de todo el mundo: la
abolición de las condiciones existentes El marxismo ha demostrado que esto sólo
es posible con la abolición del capitalismo. La clase obrera tiene una rica
historia, que nos ha dejado importantes enseñanzas. La AIT fue la primera de
cuatro internacionales que pusieron en pie grandes revolucionarios, que
enfrentaron no sólo a los capitalistas sino también la traición en sus propias
filas. Hoy, 151 años después, ese gran objetivo de refundar una internacional
continúa vigente.
Notas
[1] Cartismo: Se inicia en Gran Bretaña en 1837. El Cartismo
fue el primer gran movimiento político de los trabajadores, en su primera etapa
del movimiento obrero. Su nombre viene de “la Carta del Pueblo”, que era el
documento que sintetizaba su programa que exigía una serie de derechos
políticos como el sufragio universal masculino (el sufragio universal femenino
recién se conquistó por primera vez en con la Revolución Rusa de 1917), el voto
secreto, la posibilidad que los obreros puedan ser candidatos, que los
diputados cobren un salario para que todo trabajador pueda ejercer esta
función, etc.
[2] Primavera de los pueblos: última oleada revolucionaria
de “las revoluciones burguesas” contra la dominación aristocrática, que comenzó
en Francia en febrero de 1848 y rápidamente se extendió a numerosas regiones de
Alemania, a Hungría, Polonia, Italia y otros pueblos de Europa central. El
proletariado, aunque al lado de la burguesía que peleaba por la República y
después lo traicionaría, aparece con grados avanzados de organización en estos
procesos.
[3] Marx, Karl, Manifiesto Inaugural de la Asociación
Internacional de los Trabajadores