Ignacio Sabbatella
& Damiano Tagliavini | La crítica situación ecológica global,
evidenciada en los procesos de cambio climático, agotamiento de bienes
naturales y degradación ambiental, acompañados de crecientes conflictos
socio-ambientales, nos sugiere preguntarnos qué relación guarda con los
fundamentos del modo de producción y reproducción capitalista. A través del
presente artículo procuramos exponer la relevancia de la teoría marxista para
analizar dicha crisis y contribuir a la cimentación de un Marxismo Ecológico
(en adelante ME), como una novedosa corriente de pensamiento crítico. A pesar
de las experiencias fallidas del denominado “socialismo real” en su relación
con la naturaleza y de la propensión del capitalismo a internalizar el discurso
ambientalista, creemos posible observar una significativa tendencia de algunos
pensadores marxistas a incorporar la ecología y de buena parte de los
movimientos ambientalistas a radicalizar su praxis política hacia posiciones
anticapitalistas. De esta manera, nos proponemos rastrear aportes en la obra
de Marx y Engels, analizar las críticas al marxismo que se realizan desde la
Economía Ecológica y, finalmente, enumerar algunos precursores del ME, junto a
algunos conceptos que ayudan a entender la relación entre capital y naturaleza.
No pretendemos agotar el tema aquí sino apenas realizar una contribución
crítica, planteando la pertinencia del debate y sus potencialidades para la
investigación científica y la actividad política.
Aportes
ecológicos en la obra de Marx y Engels
A pesar de los prejuicios vigentes en el ambientalismo, Marx
y Engels analizaron en diversos pasajes los vínculos entre el mundo social y el
mundo natural. La distinción analítica que proponemos no debe entenderse como
conceptos cerrados e independientes, sino más bien como temas vinculados entre
sí.
a) Concepción
materialista de la naturaleza
Resulta sugerente comenzar con el trabajo de John Bellamy
Foster (2004) quien reconstruye una concepción materialista-dialéctica de la
naturaleza en la obra de Marx. Arroja luz sobre tres grandes herencias que han
sido descuidadas: el filósofo griego antiguo Epicuro, el químico agrícola
Justus Von Liebig y Charles Darwin. El primero inspiró una visión materialista
de la naturaleza. A partir del segundo construyó una comprensión del desarrollo
sostenible. Mientras que de Darwin adoptó un enfoque co-evolucionista de las
relaciones entre los humanos y la naturaleza. Sin detenernos aquí, señalamos
que dicha reconstrucción echa por tierra el prejuicio de la producción
intelectual de Marx como ajena al mundo natural.
En sus Manuscritos de 1844, Marx esboza una definición del
concepto de naturaleza: "La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre,
es decir, la naturaleza en cuanto no es ella misma el cuerpo humano. El hombre
vive de la naturaleza; esto quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el
que debe permanecer en un proceso continuo, a fin de no perecer. El hecho de
que la vida física y espiritual del hombre depende de la naturaleza no
significa otra cosa sino que la naturaleza se relaciona consigo misma, ya que
el hombre es una parte de la naturaleza” (Marx, 2004: 112). En este pasaje se
hace evidente que para Marx no existe dicotomía entre el ser humano y la
naturaleza. Esta no es algo externo o un mundo exterior. “El hombre no está en
la naturaleza, sino que es naturaleza” (Vedda, 2004: xxix). La naturaleza le
ofrece al hombre su medio de vida inmediato, así como la materia, el objeto y
la herramienta de su actividad vital, es decir el trabajo. Esto nos conduce a plantear
una continuidad con su obra de madurez, especialmente en El Capital.
b) Relación
trabajo-naturaleza en la producción de valores de uso
En El Capital,
Marx señala que la naturaleza es, junto al trabajo, punto de partida de la
producción de valores de uso. “En este
trabajo de conformación, el hombre se apoya constantemente en las fuerzas
naturales. El trabajo no es, pues, la fuente única y exclusiva de los valores
de uso que produce, de la riqueza material. El trabajo es, como ha dicho
William Petty, el padre de la riqueza, y la tierra la madre”(Marx, 2000:
10).
Apartándonos de su forma histórica, en toda sociedad el
trabajo es el momento de intercambio con la naturaleza, es la actividad con la
cual el hombre se apropia de su entorno y lo transforma para satisfacer sus
necesidades básicas. En el proceso de trabajo interviene no sólo el trabajo del
hombre sino también el objeto sobre el cual se realiza y los medios de trabajo,
ambos brindados por la naturaleza. Además, Marx destaca las condiciones materiales
que no suelen identificarse en el proceso productivo pero sin las cuales éste
no podría ejecutarse. De esas condiciones dependerá la productividad del
trabajo y la producción de plusvalía.
“Si
prescindimos de la forma más o menos progresiva que presenta la producción
social, veremos que la productividad del trabajo depende de toda una serie de
condiciones naturales. Condiciones que se refieren a la naturaleza misma del
hombre y a la naturaleza circundante. Las condiciones de la naturaleza exterior
se agrupan económicamente en dos grandes categorías: riqueza natural de medios
de vida, o sea, fecundidad del suelo, riqueza pesquera, etc., y riqueza natural
de medios de trabajo, saltos de agua, ríos navegables, madera, metales, carbón,
etc.” (Marx, 2000: 429).[1]
En su Crítica
del Programa de Gotha, Marx refuerza la idea de la naturaleza como parte
fundamental de la producción de valores de uso y como primera fuente de medios
y objetos de trabajo. La propiedad sobre la naturaleza es la que va a
determinar que una parte de la humanidad, que no dispone de ella, deba entregar
su fuerza de trabajo a quienes se han adueñado de esas condiciones materiales
de trabajo. Se trata de una de las condiciones históricas para el surgimiento
de la mercancía fuerza de trabajo en el modo de producción capitalista que
desarrollara en El Capital.
c) Separación
hombre-naturaleza y campo-ciudad
Desde los Manuscritos de 1844, Marx destaca que el trabajo
alienado convierte a la naturaleza en algo extraño al hombre, en un “mundo ajeno”,
“hostilmente contrapuesto al trabajador”. En el marco de la apropiación
privada, existe una alienación respecto a la naturaleza donde los medios de
vida y de trabajo no le pertenecen al trabajador y se le presentan como objetos
externos. Por tanto, concluye en los Grundrisse:
“Lo que necesita
explicación, o es resultado de un proceso histórico, no es la unidad del hombre
viviente y actuante, [por un lado,] con las condiciones inorgánicas, naturales,
de su metabolismo con la naturaleza, [por el otro,] y, por lo tanto, su
apropiación de la naturaleza, sino la separación entre estas condiciones
inorgánicas de la existencia humana y esta existencia activa, una separación
que por primera vez es puesta plenamente en la relación entre trabajo
asalariado y capital” (Marx, 2005: 449).
La unidad del hombre con la naturaleza no precisa
explicación sino su separación. Esa separación es de carácter histórico y es la
base sobre la que se asienta la relación capital-trabajo. El trabajador es
separado de su “cuerpo inorgánico” al mismo tiempo que el producto de su
trabajo se convierte en mercancía apropiada por el capitalista.
El proceso de expulsión de pequeños propietarios y de
cercamiento de tierras comunales es el punto de partida de la acumulación
originaria. Masas humanas pasan a engrosar las filas del proletariado urbano.
Como bien señalan Bellamy Foster (2004) y Foladori (2001) no puede soslayarse
el entendimiento que tiene Marx de la separación campo-ciudad consumada en el
modo de producción capitalista. La agricultura capitalista se caracteriza por
la gran propiedad, el despoblamiento rural y el hacinamiento urbano. Además de
ser la causa fundamental de la polución y la depredación, quedan disociadas
progresiva y radicalmente las fuentes de la producción de medios de vida y
materias primas de los centros de consumo. Es la fractura del metabolismo
social con la naturaleza.
d) Degradación de la
agricultura por el capital
En el capítulo XIII de El
Capital, afirma que el capitalismo degrada ambas fuentes de riqueza, el
hombre y la tierra. Al contrario de lo que comúnmente se cree, no sólo
investigó las consecuencias de la explotación capitalista sobre el trabajo,
sino que también comprendió el daño que el latifundio capitalista provoca sobre
la vitalidad del suelo. La gran industria y la gran agricultura explotada
industrialmente actúan en unidad, una devastando la fuerza de trabajo y otra
degradando la fuerza natural de la tierra. El latifundio capitalista es la raíz
de una fractura irreparable en el proceso interdependiente del metabolismo
social. El concepto de metabolismo refiere a la interacción entre naturaleza y
sociedad a través del trabajo humano y le permite a Marx “dar una expresión más
sólida y científica de esta fundamental relación”, señala Bellamy Foster (2004:
245). Es una herencia de la química de Liebig, utilizado en la teoría de los
sistemas en el complejo intercambio de los organismos con su medio, que Marx
adecua al entendimiento del proceso del trabajo humano y de su fractura en el
modo de producción capitalista.[2]
El abordaje de la agricultura capitalista había tenido como
primer blanco la crítica de la teoría de la superpoblación de Malthus y la
teoría de la renta de Ricardo porque en ellas no se explicaba el cambio
histórico en la fertilidad del suelo, es decir, la intervención del hombre en
ella más allá de la productividad natural.[3] La mano del hombre puede ser
tanto un factor de mejora como de degradación del suelo. En este marco,
Foladori (1996) recupera la importancia de la teoría marxista de la renta
capitalista del suelo como una aplicación de la ley del valor a aquella parte
de la naturaleza que puede ser monopolizable. Entrega elementos metodológicos
para explicar la degradación del suelo y de los recursos naturales en general.
La agricultura puesta al servicio del valor de cambio es la condición de
posibilidad de que mayores inversiones de capital entreguen rendimientos
económicos crecientes al tiempo que disminuyen la fertilidad natural del suelo.
La obtención de ganancias extraordinarias es posible aún con rendimientos
físicos decrecientes, hasta que en un momento dado sucede una crisis ecológica
(Foladori, 2001). Por otra parte, Engels en El
papel del trabajo en la transformación del mono en hombre planteaba que en
el capitalismo lo que prima es siempre la inmediatez, el beneficio inmediato es
el único fin del capitalista aislado, sin importar las consecuencias de la
producción e intercambio. El capitalista produce sin tomar en consideración el
posible agotamiento o degradación del recurso, ni siquiera para una potencial
utilización por otros capitalistas.
e) Ampliación del
sistema de necesidades y expansión del capital sobre la naturaleza
En un clarificador pasaje de los Grundrisse, Marx da cuenta que la creación de plusvalía absoluta
exige la ampliación constante de la esfera de circulación de mercancías. De
manera que “la tendencia a crear el mercado mundial está dada directamente en
la idea misma del capital”. La expansión capitalista supone una progresiva
conquista de las formaciones anteriores y la abolición de la producción de
“valores de uso directos”, con el fin de someter la producción al intercambio.
Por lo tanto, “el comercio ya no aparece
aquí como función que posibilita a las producciones autónomas el intercambio de
su excedente, sino como supuesto y momento esencialmente universales de la
producción misma”. A su vez, la creación de plusvalor relativo requiere la
ampliación del consumo dentro de la esfera de circulación: cuantitativa,
primero; cualitativa, segundo; y, por último, producción de nuevas necesidades,
descubrimiento y creación de nuevos valores de uso. Con ese fin, el capital se
lanza a “la exploración de la Tierra en todas las direcciones” en búsqueda de
nuevas propiedades y nuevos objetos naturales. La naturaleza pierde su carácter
divino y es objetualizada en función del provecho útil para la satisfacción de
esas nuevas necesidades. Hacia allí se dirige el desarrollo de las ciencias
naturales. “El capital crea así la
sociedad burguesa y la apropiación universal tanto de la naturaleza como de la
relación social misma por los miembros de la sociedad”. La fuerza
“civilizadora” del capital destruye tanto las barreras nacionales como las
tradicionales y las naturales para convertirse en la primera formación social
de escala planetaria. La ampliación incesante del sistema de necesidades humano
y la expansión sobre la naturaleza son inherentes al proceso de producción y
reproducción capitalista (Marx, 2005: 359-362).
f) Relación
hombre-naturaleza en el comunismo
Marx evitó anticiparse al movimiento real existente y son
pocas las oportunidades en las cuales se pronunció sobre las características de
una sociedad futura. No obstante, en los Manuscritos
de 1844 hace alusión al comunismo como la “verdadera solución del conflicto que el hombre sostiene con la
naturaleza y con el propio hombre” (Marx, 2004: 142). En cuanto superación
positiva de la propiedad privada, el comunismo es, también, superación de la
alienación del hombre con respecto a la naturaleza. Para Marx, la sociedad
comunista “es la unidad esencial plena
del hombre con la naturaleza, la verdadera resurrección de la naturaleza, el
naturalismo consumado del hombre y el humanismo consumado de la naturaleza”
(Marx: 2004:144). Esa concepción de juventud mantiene una continuidad en El
Capital, donde adelanta la definición del concepto contemporáneo de
“sustentabilidad”, en cuanto a la transferencia intergeneracional de la tierra:
"Considerada
desde el punto de vista de una formación económica superior de la sociedad, la
propiedad privada de algunos individuos sobre la tierra parecerá algo tan
monstruoso como la propiedad privada de un hombre sobre su semejante. Ni la
sociedad en su conjunto, ni la nación ni todas las sociedades que coexistan en
un momento dado, son propietarias de la tierra. Son, simplemente, sus
poseedoras, sus usufructuarias, llamadas a usar la comoboni patres familias
(buenos padres de familia) y a transmitirla mejorada a las futuras
generaciones" (Marx, 2000: III, 720).
Es interesante observar los rasgos de continuidad en la obra
de Marx cuando establece que aquella formación económica superior debería estar
fundada en una asociación de productores. Dicha “asociación” reconstruiría la
unidad esencial plena del hombre con la naturaleza, en su formulación de
juventud,[4] o el “hombre socializado” recompondría la fractura metabólica, en
su enunciación posterior.[5] Se desprende de la lectura realizada la
insistencia en la eliminación de la propiedad privada y en la disolución de la
contradicción entre la ciudad y el campo como condiciones elementales para
armonizar al hombre con la naturaleza.
Críticas
ecologistas al marxismo
A medida que progresan las problemáticas ambientales en la
segunda mitad del siglo XX, se desarrollan versiones ecológicas de la economía.
Buena parte de sus mentores se ocuparon de criticar la carencia de una
preocupación ecológica por parte de Marx. Pese a los aportes que hemos
discutido en el punto anterior, existen posturas que rechazan cualquier
derivación de la teoría marxista hacia este campo:
“...si bien Marx y
Engels se mostraron, en ocasiones, preocupados por problemas ecológicos o
medioambientales, tales preocupaciones no tienen cabida en su visión global de
lo económico y sus formulaciones no aportan el aparato teórico y conceptual que
exigiría el análisis de tales problemas” (Naredo, 1987: 174).
Una afirmación más extrema refiere a que “Marx y Engels
tuvieron la oportunidad de estudiar el primer intento de marxismo ecológico y
que no la aprovecharon” (Martínez Alier / Schlupmann, 1992: 275). Inútil sería
advertir el inconveniente que suscita definir a Marx como el primer marxista,
así como la pretensión de un “ismo” ecologista para sus mismos mentores.
Saliendo de este atolladero gramatical, expondremos algunas críticas que Naredo
(1987) Martínez Alier y Schlupmann (1992), Cuerdo Mir y Ramos Gorostiza (2000)
realizaron desde la Economía Ecológica.[6]
a) Separación valor
de uso / valor de cambio
Marx no sólo habría desvinculado “radicalmente” valores de
uso de valores de cambio, sino que se habría focalizado en estos últimos. Por
consiguiente, situó a la economía fuera del mundo material y contribuyó a
afianzar la ruptura que los economistas clásicos hicieran entre lo físico y lo
económico (Cuerdo Mir / Ramos Gorostiza, 2000).
Este señalamiento parte de una concepción errónea de la
teoría del valor desarrollada por Marx en El
Capital. Su teoría es una teoría crítica, una crítica de la economía
política clásica. La separación entre valor de uso y valor de cambio no está
determinada por la voluntad de Marx sino por la forma sociohistórica que
adoptan los productos del trabajo en una estructura mercantil basada en el
intercambio entre productores privados independientes y en la división social
del trabajo. Lo que debe ser explicado no son los valores de uso en cuanto
objetos que satisfacen necesidades humanas en cualquier etapa histórica sino la
forma mercantil que adoptan bajo aquellas condiciones y que adquieren un valor
en relación a otras mercancías. El valor de cambio no es más que la
manifestación de la igualdad abstracta establecida entre al menos dos
mercancías. El foco de Marx pasa por el valor y por el develamiento de la
cosificación de las relaciones sociales de producción, el fetichismo de la
mercancía. Lejos de tratarse de una debilidad, es una de las fortalezas de la
teoría marxista. Recordemos, además, que el punto de partida de Marx es el
trabajo al mismo tiempo que la naturaleza para explicar la producción de
riqueza.
b) Desinterés por la
energía disipada
Calcular el grado de eficiencia en términos de disipación o
fijación de energía de cada proceso productivo, es una de las orientaciones de
la Economía Ecológica. Vista desde el metabolismo socio-económico, la economía
es un sistema abierto a la entrada de energía y salida de calor disipado. El
segundo principio de la Termodinámica[7] postula que la cantidad de entropía[8]
del Universo tiende a incrementarse con el tiempo tendiendo a la disipación de
energía. Según algunos ecologistas, Marx y Engels habrían rechazado esa ley
“por considerarla incompatible con su visión del progreso humano e interpretar
que tenía implicaciones religiosas” (Cuerdo Mir / Ramos Gorostiza, 2000).
Serge Podolinsky era un socialista ucraniano que planteó la
posibilidad de analizar la explotación capitalista a partir de un estudio del
flujo de la energía en la agricultura. Su conclusión fue que la productividad
aumentaba cuando había una contribución de trabajo humano incrementando la
acumulación de energía en la Tierra y que la cantidad de energía acumulada en
los productos del trabajo es mayor a la necesaria para la reproducción de esa
fuerza de trabajo. Desde la Economía Ecológica se suele criticar a Marx por un
supuesto desinterés en estas cuestiones debido a que no contestó las cartas que
le envió Podolinsky. El que opina sobre la cuestión es Engels [9], quien
plantea que “su verdadero descubrimiento
es que el trabajo humano tiene el poder de fijar la energía solar sobre la
superficie de la tierra permitiendo que su acción dure más de lo que duraría
sin él. Todas las conclusiones económicas que deduce de esto son equivocadas”. Además,
plantea que en la industria es imposible todo cálculo energético por lo cual
sería “imposible expresar las relaciones económicas en magnitudes físicas”.
Engels concluye su comentario diciendo que Podolinsky “ha tomado caminos equivocados porque estuvo tratando de encontrar en
la ciencia de la naturaleza una nueva demostración de la verdad del socialismo,
y con ello ha confundido la economía con la física” (Marx / Engels, 1973:
33-333).
Bensaïd (2003) plantea que las razones de Engels en su
crítica al ucraniano son de dos órdenes: una ideológica y otra epistemológica.
La razón ideológica se enmarca en las discusiones de la época sostenidas con el
malthusianismo y las visiones apocalípticas con respecto al futuro de la
humanidad. La razón epistemológica tiene que ver con el intento que realiza
Podolinsky de justificar el socialismo a partir de pruebas científicas: “la lucha de clases nunca es reductible a
una querella de expertos, que intervienen para abogar por la inocencia de la
técnica” (2003: 489).
c) Ruptura con el
ideario romántico
Se remarca una ruptura en la obra de madurez de Marx con las
ideas del Romanticismo en relación a la búsqueda de armonía con la naturaleza.
Si se define “la visión romántica del mundo como una crítica generalizada de la
civilización industrial (burguesa) moderna en nombre de ciertos valores
sociales y culturales precapitalistas” (Löwy, 1990: 87), es posible y hasta
positivo para Cuerdo Mir y Ramos Gorostiza rastrear en los escritos de juventud
de Marx ese ideario. En cambio, en su obra posterior Marx habría quedado preso
de una ideología del progreso continuo de la humanidad mediante la ciencia, la
técnica y el trabajo. Sin embargo, hemos verificado en El Capital una apreciación inequívoca sobre la destrucción
capitalista tanto de la fuerza de trabajo como de la tierra. Su crítica dejó de
ser abstracta para tomar un carácter científico con el fin de descubrir los
distintos mecanismos de explotación y obtención de plusvalía.
d) Ausencia de una
definición de recursos naturales agotables
Otra de las críticas ecologistas hacia el marxismo se
relaciona con el agotamiento de los recursos naturales. Martínez Alier y
Schlupmann (1992) remarcan la ausencia de un análisis de la reproducción o
sustitución de los medios de producción utilizados en una economía basada en
recursos agotables, con lo cual no se ponen en consideración la existencia de
límites en la “reproducción simple” ni en la “reproducción ampliada”. Así, en
Marx el tratamiento de los recursos naturales habría sido más ricardiano que
ecológico, centrado en la distribución de la renta más que en el agotamiento y
contaminación que no se reflejan a tiempo en los precios. No existiría una
preocupación por la asignación intertemporal de los recursos agotables. Sin
embargo, cabría preguntarse hasta qué punto podemos esperar que Marx
problematizara una situación que no fue visible hasta muchos años después.
De todas formas, cabe destacar que en la carta de Engels a
Marx sobre el asunto Podolinsky se advierte una preocupación por el despilfarro
de energía y reservas naturales. Asimismo, en otra carta, Marx[10] realizaba un
comentario elogioso de los estudios de Karl N. Fraas[11], quien según él habría
demostrado que como resultado del cultivo, y en proporción a su intensidad,
desaparece la ‘humedad’, tan deseada por el campesino, y empieza así la
formación de estepas. Agrega Marx que el cultivo sin control, y acompañado de
desforestación, puede dejar tras de sí desiertos (Marx / Engels, 1973: 199).
e) Progreso
indefinido de las fuerzas productivas
Uno de los aspectos de la obra de Marx que ha sido el más
criticado por el ambientalismo es el desarrollo indefinido de las fuerzas
productivas. De allí se derivan las más aferradas etiquetas acusatorias:
“modernista” y “productivista”. Martínez Alier y Schlupmann plantean que “los
marxistas posteriores deberían haber modificado la noción de “fuerzas
productivas” a la luz de la crítica ecológica de la ciencia económica, pero han
existido obstáculos epistemológicos (el uso de categorías de la economía
política clásica) e ideológicos (la perspectiva de una transición al comunismo
en dos etapas) que lo han impedido” (1992: 276). Bensaïd responde afirmando que
la noción de fuerzas productivas no constituye en Marx “un factor unilateral de progreso, independientemente de su imbricación
concreta en un modo de producción dado. Pueden tanto enriquecerse con
conocimientos y formas de cooperación social nuevas como negarse a sí mismas
mudándose en su contrario, en fuerzas destructivas” (2003: 474).
En artículos que Marx escribiera en 1853 sobre la dominación
británica en la India es donde rastreamos su versión más modernista, una visión
occidental y evolutiva de los procesos sociales. En ellos, a pesar de denunciar
las miserias a las que Inglaterra estaba sometiendo al pueblo hindú, concluye
que ese es un paso necesario dentro del desarrollo de las fuerzas productivas,
y que la introducción de valores burgueses e infraestructura capitalista dentro
de la “atrasada” sociedad hindú son una “revolución social”. Aquí le otorga una
gran importancia a las condiciones de producción, en especial a las obras de
infraestructura que modernizan la estructura productiva.
Por otra parte, en el Manifiesto
Comunista, se puede vislumbrar una cierta concepción evolucionista de la
historia[12]. En el mismo se describe el papel revolucionario de la burguesía
en la historia en cuanto al progreso de las fuerzas productivas y al
sometimiento de la naturaleza. Con todo, es una imagen que podemos contraponer
a otros pasajes señalados anteriormente y que exhibe las hendiduras de una obra
monumental pero no por ello monolítica.
Por último, según sus críticos, Engels habría dado cuenta de
una lógica productivista e instrumental con respecto a la naturaleza cuando
planteaba que: “el hombre al convertirse
en dueño y señor de sus propias relaciones sociales, se convierte por primera
vez en señor consciente y efectivo de la naturaleza” (Engels, 1973a:102).
Las
aventuras del Marxismo Ecológico
Habiendo realizado una revisión de las críticas ecologistas,
haremos un breve recorrido por aquello que consideramos son los elementos
fundamentales para sentar las bases del ME. A lo largo de la tradición marxista
encontramos autores que problematizaron la relación de la sociedad capitalista
y la naturaleza, y que esbozaron algunas concepciones premonitorias sobre una
crisis ecológica causada por la misma.
En el siglo XIX, además de Podolinski, podemos referirnos a
William Morris[13], considerado el primer ecosocialista. En la década de 1920,
durante los primeros años de la revolución rusa, investigadores soviéticos como
D. N. Kasharov[14], Vladímir I.Vernadski[15], Georgii Gause y Vladimir
Stanchisky se interesaron por los estudios de la ecología, pero fueron
interrumpidos por el stalinismo. Algunos de esos pensadores fueron perseguidos,
encarcelados y sus ideas permanecieron ocultas largo tiempo. Eso sucedió con
Nikolai Bujarín, “el muchacho de oro de la revolución”, cuyos escritos
ecológicos fueron escondidos por Stalin luego de su ejecución en 1938. Una
línea de pensamiento que habría contribuido a la transformación del modo de
vida fue aplastada por la burocracia soviética, enrolada en el productivismo y
la industrialización acelerada. Asimismo, Bensaïd cita al economista austríaco
Julius Dickman quien ya había observado en la década de 1930 el “estrechamiento
de la reserva de los recursos naturales” debido al desarrollo “irreflexivo” de
las fuerzas productivas bajo el capitalismo en detrimento de sus “condiciones
de reproducción permanente”, minando las condiciones mismas de existencia
humana (2003: 499).
Más notorio fue el trabajo de Walter Benjamin, quien
cuestionó la idea del progreso y la noción lineal y mecánica de la historia. La
idea de revolución cobraba otro sentido para él:
“Marx dice que las
revoluciones son la locomotora de la historia mundial. Pero tal vez se trata de
algo por completo diferente. Tal vez las revoluciones son el manotazo hacia el
freno de emergencia que da el género humano que viaja en ese tren.” (2007:
49).
Más cerca en el tiempo, nos interesa destacar a James O’Connor
(2001), quien parte del concepto condiciones de producción del capital. Se
trata de todo aquello que compone el marco de la producción capitalista y que
no es producido como una mercancía aunque es tratado como si lo fuera. Uno de
sus componentes es la naturaleza. La propia explotación capitalista puede generar
problemas de agotamiento o encarecimiento de esas condiciones y es cuando se
pone en juego una crisis de subproducción. Por lo tanto, O’Connor considera la
relación con la naturaleza como la segunda contradicción del capital.
En otra contribución significativa, David Harvey (2007)
introduce el concepto acumulación por desposesión para dar cuenta de la
persistencia de los mecanismos depredadores, violentos y/o fraudulentos del
capitalismo que Marx y el marxismo adjudicaban a una etapa primitiva u originaria.
En relación a la continua expansión del capital sobre la naturaleza, es
sugerente el concepto subsunción real de la naturaleza al capital (Sabbatella,
2010). El régimen capitalista no sólo incluye a la naturaleza sino que también
la subordina a los designios de la producción de plusvalor.
Como respuesta a la crisis ecológica causada por el
capitalismo, surge un movimiento político que pretende reformular la visión
tradicional del socialismo. Michael Löwy y Joel Kovel lanzaron un Manifiesto
Ecosocialista en donde plasman algunas ideas que aquí trabajamos en un programa
de acción política. Para Löwy, el ecosocialismo es una alternativa
civilizatoria radical que opone al progreso destructivo capitalista “una
política económica basada en criterios no monetarios y extraeconómicos: las
necesidades sociales y el equilibrio ecológico” (Löwy, 2010). Aunque no
podremos avanzar aquí en sus respectivas contribuciones al ME, cabe mencionar a
otros pensadores como André Gorz [16], Alfred Schmidt[17], Wolfgang Harich[18],
Manuel Sacristán[19], Ted Benton[20], Barry Commoner[21], Paul Burkett[22] y
Elmar Altvater[23]. Son muchos los nombres y probablemente hayamos incurrido en
omisiones importantes, pero en ese caso estaríamos más cerca aún de comprobar
que no hay tal divorcio entre el marxismo y la ecología. Es necesaria una mayor
sistematización que instituya un cuerpo teórico más robusto y, en ese sentido,
el presente artículo representa apenas un primer peldaño.
Reflexiones
finales
Hemos constatado fehacientemente que el mundo natural es uno
de los puntos de partida en la teoría de Marx. No obstante, en el desarrollo
posterior adquiere un carácter fragmentario y secundario respecto a la
contradicción fundamental del modo de producción capitalista entre capital y
trabajo. Tampoco podemos desconocer cierto optimismo en relación al desarrollo
de las fuerzas productivas y la inexistencia de límites naturales. Por tanto,
una traducción automática de Marx a la ecología contemporánea no alienta un
conocimiento e investigación sobre los nuevos problemas ecológicos. La
degradación de la tierra producto del mismo sistema capitalista había sido
adelantada en numerosos pasajes de su obra, pero la misma no es suficientemente
esclarecedora de las consecuencias que traen aparejados el agotamiento de otros
bienes naturales y la contaminación ambiental.
Nuestra propuesta de trabajo se dirige, entonces, a abrir
nuevos campos de investigación a partir de una concepción materialista de la
naturaleza, cuyo pilar básico sea el estudio las relaciones sociales de
producción y reproducción capitalistas. A tal fin, es necesario recuperar la
fortaleza de la ley del valor, del fetichismo de la mercancía y del trabajo
alienado. Son los elementos fundamentales para la crítica de la
economía-política-ecológica en la edificación del aparato conceptual del ME, el
cual debe ser ampliado, complementado y/o profundizado por los aportes
contemporáneos en el marco de la crisis ecológica sin precedentes que atraviesa
la humanidad. En ese sentido, el Ecosocialismo se presenta como la nueva
corriente política para el siglo XXI.
No queremos encontrar todas las respuestas en Marx, sino en
la reconsideración y reformulación de sus categorías. No es nuestro interés un
“Marx verde” sino un Marxismo Ecológico. No pretendemos hacer hablar a Marx
sobre el cambio climático o sobre el régimen energético capitalista basado en
combustibles fósiles, sino reapropiarnos de la crítica de la economía política
para facilitar la crítica de la economía-política-ecológica.
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Notas
[1] James O’Connor
desarrolla en profundidad el concepto de condiciones de producción basándose
menos en este pasaje de El Capital que en los Grundisse.
[2] Bellamy Foster destaca que “el concepto de metabolismo,
con sus nociones asociadas de intercambios materiales y acción reguladora, le
permitía expresar la relación humana con la naturaleza como una relación que
incluía las “condiciones impuestas por la naturaleza” y la capacidad de los
seres humanos para afectar este proceso [...] y le proporcionaba a Marx un modo
concreto de expresar la noción de la alienación de la naturaleza (y su relación
con la alienación del trabajo), que era fundamental en su crítica a partir de
sus primeros escritos” (2004: 245).
[3] Al respecto, Marx habría sido más influido por el
economista político escocés James Anderson quien atribuyó la existencia de una
renta diferencial principalmente a los cambios históricos en la fertilidad del
suelo (Bellamy Foster, 2004).
[4] “La asociación, desde el punto de vista de la economía
política, aplicada a la tierra y el suelo, divide la ganancia del latifundio y
es la primera en realizar la tendencia originaria de la división, a saber, la
igualdad, porque ella produce la relación afectiva del hombre con la tierra de
manera racional y ya no mediada por la servidumbre, la dominación y la mística
estúpida de la propiedad, en tanto que la tierra deja de ser un objeto de
mercantilización y se convierte nuevamente, mediante el trabajo y el goce
libres, en una propiedad del hombre verdadera y personal (Marx, 2004: 101)
[5] “La libertad en ese terreno sólo puede consistir en que
el hombre socializado, los productores asociados, regulen racionalmente ese
metabolismo suyo con la naturaleza, poniéndolo bajo su control colectivo, en
vez de ser dominados por él como por un poder ciego; que lo lleven a cabo con
el mínimo empleo de fuerzas y bajo las condiciones más dignas y adecuadas a su
naturaleza humana” (Marx, 2000: III, 759).
[6] La Economía Ecológica es “una crítica ecológica de la
economía convencional, [...] nuevo enfoque sobre las interrelaciones dinámicas
entre los sistemas económicos y el conjunto total de los sistemas físico y
social” (Van Hauwermeiren, 1998). Esa corriente académica interdisciplinaria
suele ser definida como “la ciencia de la gestión de la sustentabilidad” ya que
estudia al sistema económico como un sistema abierto en relación con el sistema
natural y los flujos de energía. Su crítica se fundamenta en el estudio de los
límites ecosistémicos del desarrollo económico. Algunos de sus principales
referentes son Nicholas Georgescu-Roegen, Herman E. Daly, Joan Martínez Alier y
José Manuel Naredo.
[7] La Termodinámica es una rama de la Física que estudia
los intercambios y transformaciones de energía en forma de calor.
[8] Mediante el concepto de entropía, el cual mide el grado
de orden o desorden de un sistema, la termodinámica postula la irreversibilidad
de los procesos de utilización de la energía.
[9] En una carta dirigida a Marx el 19 de diciembre de 1882
(¡tres meses antes de la muerte de Marx…!).
[10] Carta de Marx a Engels del 25 de marzo de 1868.
[11] Botánico alemán (1810-1875) La obra a la que se refiere
Marx es El clima y el mundo vegetal a través de los tiempos, una historia de
ambos (1847).
[12] Cabe destacar que al estudiar, en sus últimos años, la
realidad de Rusia a partir de un intercambio epistolar con Vera Zasúlich, Marx
planteó la posibilidad de un desarrollo alternativo al occidental para ese
país. De este modo, esa concepción lineal de la historia no era aplicada por
Marx a cualquier situación, sino que dependía del medio en que se
desenvolviera.
[13] William Morris (1834-1896). Inglés. Su crítica al
capitalismo industrial se basaba en la idea de “trabajo inútil”, es decir, la
“producción de una cantidad ilimitada de tonterías inútiles”, lo más barato
posible, “para ser vendidas y no para ser utilizadas” (Cuerdo Mir / Ramos
Gorostiza, 2000: 88).
[14] Kasharov dirigió un Instituto de enseñanza de Ecología,
publicó el primer manual de ecología para la enseñanza (“Ambiente y
comunidades”) y colaboró en la publicación de la primer revista soviética de
ecología
[15] Vernadski desarrolló en 1926 el concepto de biosfera.
Hizo hincapié en el creciente deterioro del medio ambiente, el cual únicamente
podría revertirse mediante un cambio en los hábitos dietéticos y la forma de
utilización de la energía.
[16]Gorz, A., “Ecología y libertad” (1977); “Ecología como
política” (1979). Planteó el vínculo que existe entre crisis ecológica y crisis
de la sobreacumulación, realizando una fuerte crítica al consumismo y el productivismo.
[17] Cf. Schmidt, A. “El concepto de naturaleza en Marx”
(1983).
[18] Cf. Harich, W. “¿Comunismo sin crecimiento?” (1978)
[19] Cf. Sacristán, M. “Algunos atisbos político-ecológicos
de Marx” (1984)
[20] Cf.
Benton, T. “The greening of Marxism” (1996).
[21] Cf.
Commoner, B. “The Closing Circle: Nature, Man, and Technology” (1971).
[22] Cf.
Burkett, P. “Marx and Nature: A Red and Green Perspective” (1999).
[23] Cf. Altvater, E. “¿Existe un marxismo ecológico hoy?
(2003).