► El dinero, en cuanto posee la propiedad de
comprarlo todo, en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos
es, pues, el objeto por excelencia
► El dinero es el alcahuete entre la
necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre
► El dinero puede cambiar cualquier propiedad por cualquier otra
propiedad y cualquier otro objeto, incluso los contradictorios
Karl Marx | Si
las sensaciones, pasiones, etc., del hombre son no sólo determinaciones
antropológicas en sentido estricto, sino verdaderamente afirmaciones
ontológicas del ser (naturaleza) y si sólo se afirman realmente por el hecho de
que su objeto es sensible para ellas, entonces es claro: 1) Que el modo de su afirmación no es en absoluto uno.
y el mismo, sino que, más bien, el diverso modo de la afirmación constituye la
peculiaridad de su existencia, de su vida; el modo en que el objeto es para
ellas el modo peculiar de su goce. 2) Allí en donde la afirmación sensible es
supresión directa del objeto en su forma independiente (comer, beber, elaborar
el objeto, etc.), es ésta la afirmación del objeto. 3) En cuanto el hombre es
humano, en cuanto es humana su sensación, etc., la afirmación del objeto por
otro es igualmente su propio goce. 4) Sólo mediante la industria desarrollada,
esto es, por la mediación de la propiedad privada, se constituye la esencia
ontológica de la pasión humana, tanto en su totalidad como en su humanidad; la
misma ciencia del hombre es, pues, un producto de la autoafirmación práctica
del hombre. 5) El sentido de la propiedad privada -desembarazada de su
enajenación- es la existencia de los objetos esenciales para el hombre, tanto
como objeto de goce cuanto como objeto de actividad.
El dinero, en cuanto posee la propiedad de comprarlo todo,
en cuanto posee la propiedad de apropiarse todos los objetos es, pues, el
objeto por excelencia. La universalidad de su cualidad es la omnipotencia de su
esencia; vale, pues, como ser omnipotente..., el dinero es el alcahuete entre
la necesidad y el objeto, entre la vida y los medios de vida del hombre. Pero
lo que me sirve de mediador para mi vida, me sirve de mediador también para la
existencia de los otros hombres para mí. Eso es para mí el otro hombre:
“¡Qué diablo! ¡Claro
que manos y pies,
y cabeza y trasero son tuyos!
Pero todo esto que yo tranquilamente gozo,
¿es por eso memos mío?
Si puedo pagar seis potros,
¿No son sus fuerzas mías?
Los conduzco y soy todo un señor
Como si tuviese veinticuatro patas.”
Goethe: Fausto-Mefistófeles
“¡Oro!, ¡oro
maravilloso, brillante, precioso! ¡No, oh dioses, no soy hombre que haga
plegarias inconsecuentes! (Simples raíces, oh cielos purísimos!) Un poco de él
puede volver lo blanco, negro; lo feo, hermoso; lo falso, verdadero; lo bajo;
noble; lo viejo, joven; lo cobarde, valiente ¡oh dioses! ¿Por qué?) Esto va
arrancar de vuestro lado a vuestros sacerdotes y a vuestros sirvientes; va a
retirar la almohada de debajo de la cabeza del hombre más robusto; este
amarillo esclavo va a atar y desatar lazos sagrados, bendecir a los malditos,
hacer adorable la lepra blanca, dar plaza a los ladrones y hacerlos sentarse
entre los senadores, con títulos, genuflexiones y alabanzas; él es el que hace
que se vuelva a casar la viuda marchita y el que perfuma y embalsama como un
día de abril a aquella que revolvería el estómago al hospital y a las mismas
úlceras. Vamos, fango condenado, puta común de todo el género humano que
siembras la disensión entre la multitud de las naciones, voy a hacerte ultrajar
según tu naturaleza.”
William Shakespeare, El
Timón de Atenas
Y después:
«¡Oh, tú, dulce
regicida, amable agente de divorcio entre el hijo y el padre! ¡Brillante
corruptor del más puro lecho de himeneo! ¡Marte valiente! ¡Galán siempre joven,
fresco, amado y delicado, cuyo esplendor funde la nieve sagrada que descansa
sobre el seno de Diana! Dios visible que sueldas juntas las cosas de la
Naturaleza absolutamente contrarias y las obligas a que se abracen; tú, que
sabes hablar todas las lenguas (XLII) para todos los designios. ¡Oh, tú, piedra
de toque de los corazones, piensa que el hombre, tu esclavo, se rebela, y por
la virtud que en ti reside, haz que nazcan entre ellos querellas que los
destruyan, a fin de que las bestias puedan tener el imperio del mundo...!»
Shakespeare pinta muy acertadamente la esencia del dinero.
Para entenderlo, comencemos primero con la explicación del pasaje goethiano.
|
Goethe ✆ Andy Warhol
|
|
Shakespeare ✆ Andy Warhol
|
Lo que mediante el dinero es para mí, lo que puedo pagar, es
decir, lo que el dinero puede comprar, eso soy yo, el poseedor del dinero
mismo. Mi fuerza es tan grande como lo sea la fuerza del dinero. Las cualidades
del dinero son mis -de su poseedor- cualidades y fuerzas esenciales. Lo que soy
y lo que puedo no están determinados en modo alguno por mi individualidad. Soy
feo, pero puedo comprarme la mujer más bella. Luego no soy feo, pues el efecto
de la fealdad, su fuerza ahuyentadora, es aniquilada por el dinero. Según mi
individualidad soy tullido, pero el dinero me procura veinticuatro pies, luego
no soy tullido; soy un hombre malo y sin honor, sin conciencia y sin ingenio,
pero se honra al dinero, luego también a su poseedor. El dinero es el bien
supremo, luego es bueno su poseedor; el dinero me evita, además, la molestia de
ser deshonesto, luego se presume que soy honesto; soy estúpido, pero el dinero
es el verdadero espíritu de todas las cosas, ¿cómo podría carecer de ingenio su
poseedor? El puede, por lo demás, comprarse gentes ingeniosas, ¿y no es quien
tiene poder sobre las personas inteligentes más talentoso que el talentoso? ¿Es
que no poseo yo, que mediante el dinero puedo todo lo que el corazón humano
ansia, todos los poderes humanos? ¿Acaso no transforma mi dinero todas mis
carencias en su contrario?
Si el dinero es el vínculo que me liga a la vida humana, que
liga a la sociedad, que me liga con la naturaleza y con el hombre, ¿no es el
dinero el vínculo de todos los vínculos? ¿No puede él atar y desatar todas las
ataduras? ¿No es también por esto el medio general de separación? Es la verdadera
moneda divisoria, así como el verdadero medio de unión, la fuerza
galvanoquímica de la sociedad.
Shakespeare destaca especialmente dos propiedades en el
dinero: 1º) Es la divinidad visible, la transmutación de todas las propiedades
humanas y naturales en su contrario, la confusión e inversión universal de
todas las cosas; hermana las imposibilidades; 2º) Es la puta universal, el
universal alcahuete de los hombres y de los pueblos. La inversión y confusión
de todas las cualidades humanes y naturales, la conjugación de las
imposibilidades; la fuerza divina del dinero radica en su esencia en tanto que
esencia genérica extrañada, enajenante y autoenajenante del hombre. Es el poder
enajenado de la humanidad.
Lo que como hombre no puedo, lo que no pueden mis fuerzas
individuales, lo puedo mediante el dinero. El dinero convierte así cada una de
estas fuerzas esenciales en lo que en sí no son, es decir, en su contrario. Si
ansío un manjar o quiero tomar la posta porque no soy suficientemente fuerte
para hacer el camino a pie, el dinero me procura el manjar y la posta, es
decir, transustancia mis deseos, que son meras representaciones; los traduce de
su existencia pensada, representada, querida; a su existencia sensible, real;
de la representación a la vida, del ser representado al ser real. El dinero es,
al hacer esta mediación, la verdadera fuerza creadora.
Es cierto que la demanda existe también para aquel que no
tiene dinero alguno, pero su demanda es un puro ente de ficción que no tiene
sobre mí, sobre un tercero, sobre los otros (XLIII), ningún efecto, ninguna
existencia; que, por tanto, sigue siendo para mi mismo irreal sin objeto. La
diferencia entre la demanda efectiva basada en el dinero y la demanda sin
efecto basada en mi necesidad, mi pasión, mi deseo, etc., es la diferencia
entre el ser y el pensar, entre la pura representación que existe en mí y la
representación tal como es para mí en tanto que objeto real fuera de mí. Si no
tengo dinero alguno para viajar, no tengo ninguna necesidad (esto es, ninguna
necesidad real y realizable) de viajar. Si tengo vocación para estudiar, pero
no dinero para ello, no tengo ninguna vocación (esto es, ninguna vocación
efectiva, verdadera) para estudiar. Por el contrario, si realmente no tengo
vocación alguna para estudiar, pero tengo la voluntad y el dinero, tengo para
ello una efectiva vocación. El dinero en cuanto medio y poder del universo (exteriores,
no derivados del hombre en cuanto hombre ni de la sociedad humana en cuanto
sociedad) para hacer de la representación realidad y de la realidad una pura
representación, transforma igualmente las reales; fuerzas esenciales humanas y
naturales en puras representaciones abstractas y por ello en imperfecciones, en
dolorosas quimeras, así como, por otra parte, transforma las imperfecciones y
quimeras reales, las fuerzas esenciales realmente impotentes, que sólo existen
en la imaginación del individuo, en fuerzas esenciales reales y poder real. Según
esta determinación, es el dinero la inversión universal de las
individualidades, que transforma en su contrario, y a cuyas propiedades agrega
propiedades contradictorias.
Como tal potencia inversora, el dinero actúa también contra
el individuo y contra los vínculos sociales, etc., que se dicen esenciales.
Transforma la fidelidad en infidelidad, el amor en odio, el odio en amor, la
virtud en vicio, el vicio en virtud, el siervo en señor, el señor en siervo, la
estupidez en entendimiento, el entendimiento en estupidez.
Como el dinero, en cuanto concepto existente y activo del
valor, confunde y cambia todas las cosas, es la confusión y el trueque
universal de todo, es decir, el mundo invertido, la confusión y el trueque de
todas las cualidades naturales y humanas.
Aunque sea cobarde, es valiente quien puede comprar la
valentía. Como el dinero no se cambia por una cualidad determinada, ni por una
cosa o una fuerza esencial humana determinadas, sino por la totalidad del mundo
objetivo natural y humano, desde el punto de vista de su poseedor puede cambiar
cualquier propiedad por cualquier otra propiedad y cualquier otro objeto,
incluso los contradictorios. Es la fraternización de las imposibilidades;
obliga a besarse a aquello que se contradice.
Si suponemos al hombre como hombre y a su relación con el
mundo como una relación humana, sólo se puede cambiar amor por amor, confianza
por confianza, etc. Si se quiere gozar del arte hasta ser un hombre
artísticamente educado; si se quiere ejercer influjo sobre otro hombre, hay que
ser un hombre que actúe sobre los otros de modo realmente estimulante e
incitante. Cada una de las relaciones con el hombre -y con la naturaleza- ha de
ser una exteriorización determinada de la vida individual real que se
corresponda con el objeto de la voluntad. Si amas sin despertar amor, esto es,
si tu amor, en cuanto amor, no produce amor recíproco, si mediante una
exteriorización vital como hombre amante no te conviertes en hombre amado, tu
amor es impotente, una desgracia.
El presente trabajo ha sido extraído
del la obra ‘Manuscritos de economía y
filosofía’, de Karl Marx. Madrid, Alianza, 2005, pp. 173-178. Traducción de
F. Rubio Llorente