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Vista panorámica de la actual ciudad de Manchester [Inglaterra] en donde Engels vivió durante 12 años |
Marina Wagener | Al
publicar su obra La situación de la
clase obrera en Inglaterra (1976), tres ciudades habían sido escenario
de experiencias que enriquecieron y marcaron las reflexiones de Friedrich
Engels: Barmen, Berlín y Manchester. Primogénito
de una familia de ocho hermanos/as, Engels nació en 1820 en la ciudad
de Barmen (actualmente incorporada a Wuppertal), en el estado renano del norte
de Alemania. El negocio familiar era el de la hilandería y Friedrich pasó
su juventud conviviendo con artesanos y carpinteros en fábricas y conjuntos de
viviendas obreras mientras su padre llevaba los asuntos comerciales de la
empresa. Siendo aún menor de edad, y en base a esa experiencia, Engels -bajo
el seudónimo de Fredrich Oswald-
se propuso escribir para el periódico Telegraph un
artículo que diera cuenta de la situación de los trabajadores textiles y los
costos humanos del capitalismo. Su mirada crítica ante lo que lo rodeaba pronto
lo alejó de la religión pietista [1] y del romanticismo patriótico alemán
al que había suscrito en los inicios de su juventud.
1. Ciudades de su
vida
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Barmen ya no existe como
ciudad. En 1929, conjuntamente con Elberfeld
y otros núcleos menores dieron lugar a la actual ciudad de Wuppertal
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Al cumplir los 18 años, y luego de un viaje de negocios a
Inglaterra junto a su padre, se traslada a la ciudad de Bremen, donde
desarrolla actividades administrativas que lo iniciarán en el conocimiento
práctico del comercio internacional. En 1941 viaja a Berlín a cumplir con el
servicio militar prusiano, pero pasa la mayor parte de su tiempo en la
universidad, en bares y cafés donde se vincula con los jóvenes hegelianos.
Herederos de las principales ideas de su maestro -Hegel dictó clases
en la Universidad de Berlín hasta su muerte en 1831-, instruyen a Engels en
la tesis principal de la filosofía hegeliana sobre la “progresión dialéctica”,
según la cual el mundo y la historia transcurren en un proceso constante de
afirmación, negación y negación de la negación, lo que cuestiona las verdades
eternas e inmutables.
Además de ello, otras tres concepciones críticas fueron
fundamentales en la formación del pensamiento de Engels: la primera,
relativa al concepto de alineación, proviene deFeuerbach y de sus afirmaciones
respecto a que “el avance de la religión debía entenderse como separación
gradual del hombre de su yo humano y sensual” y que “el hombre proyecta su
esencia en la divinidad y luego se convierte en objeto de esa imagen proyectada
de sí mismo” (Hunt, 2011: 62). La segunda, también asentada porFeuerbach,
cuestiona la filosofía idealista de Hegel según la cual las ideas
preceden y conforman al mundo de lo natural, del hombre y de las relaciones
sociales, postulado que Feuerbach cuestionó con la pronunciación del
materialismo, invirtiendo la relación y planteando que el espíritu se explica
en la materia. La tercera provino de Moses Hess, un rabino comunista
alemán que había promulgado una filosofía de la acción, sosteniendo que para
terminar con la alineación religiosa era necesaria la cooperación de los
individuos hacia un objetivo común, cuestión que en el pensamiento de algunos
de los jóvenes hegelianos, incluido Engels, remitía directamente al
proletariado inglés.
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Vista panorámica de Berlín
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Fue en Berlín también que Engels conoce a Marx,
quien había llegado a la ciudad para concluir sus estudios en derecho,
formación que luego cambiaría por filosofía. Marx se convertiría
pronto en su entrañable compañero de lucha y amigo, con quien a lo largo de su
vida y hasta su fallecimiento en 1883, reflexionó, intercambió ideas y cartas,
a quien asistió económicamente, veló por sus hijos, y con quien redactó en
forma conjunta el Manifiesto Comunista (1848) además de co-fundar la
corriente que se denominó marxismo.
2. Manchester: la
ciudad por excelencia
“Si Berlín, con sus
aulas universitarias y sus debates en las cervecerías, había sido la ciudad del
espíritu, Manchester era la ciudad hecha de materia” – Hunt (2011: 84).
En 1842, Engels llega a Manchester para encargarse
de los intereses de la empresa algodonera Ermen & Engels, de la que su
padre era asociado, y se nutre de esa experiencia para conocer las dinámicas del
capitalismo mundial. Durante casi dos años, en sus tiempos libres, se dedicó a
recorrer diferentes barrios de la mencionada urbe, mezclándose entre los
trabajadores, conversando con ellos, participando en algunas de sus actividades
y observando sus “condiciones de vida”. Para ello contó, en ocasiones, con la
compañía deGeorge Weerth (emigrado socialista alemán) y la colaboración
esencial de Mary Burns, una obrera de origen irlandés que trabajaba en
Manchester y que fue, se dice, su primer amor. Antes que antropólogos como Malinowski sentaran
las bases para la práctica antropológica del trabajo de campo, Engels se
aproximó a la realidad sociopolítica de la ciudad bajo premisas que podrían
asemejarse a la del trabajo etnográfico prolongado y cotidiano.
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Vista panorámica de Manchester, 1850 ca.
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De la descripción analítica de esta experiencia, del relato
detallado del hacinamiento, suciedad, hedor, destrucción e insalubridad que
caracterizaban el habitar de los obreros, surge su obra La situación de la
clase obrera en Inglaterra, que fijará las bases para el desarrollo de El
capital y la construcción del comunismo. Tal como ellas, el libro no es
meramente un tratado teórico ni tampoco una descripción empírica, sino más bien
una totalidad empírica-teórica-política. En las palabras iniciales de su libro,
que dedicó “a los Trabajadores”, expuso:
“He vivido bastante
tiempo entre vosotros, de modo que estoy bien informado de vuestras condiciones
de vida; he prestado la mayor atención a fin de conocerlas bien [...] no es
solamente un conocimiento abstracto de mi asunto lo que me importaba, yo quería
veros en vuestros hogares, observaros en vuestra existencia cotidiana, hablaros
de vuestras condiciones de vida y de vuestros sufrimientos, ser testigo de
vuestras luchas contra el poder social y político de vuestros opresores”.
(Engels, 1976: 2).
Engels complementa y contrasta las observaciones de
primera mano con datos estadísticos y de documentación oficial y no oficial
-principalmente liberal- que, estudiados y evaluados, le permiten realiza una
descripción detallada de los barrios obreros de Inglaterra en general y de la
ciudad de Manchester en particular. Las situaciones más extremas son retratadas
como el resultado de una centralización y aglomeración de la población en
grandes ciudades industriales, cada una de ellas con un trazado urbano que no
responde sino al mismo “azar”, a la disposición caótica de sus callejuelas,
pasillos, corredores y casas; teñidos por una gama de tonos grises producto del
hollín desprendido por las múltiples chimeneas de fábricas y depositado por
efecto de la gravedad sobre sus espacios, sus muros, sus techos, sus calles y
pasajes; invadidos por las aguas servidas consecuencia de los desechos
orgánicos humanos y animales (por la ausencia de cloacas y retretes) y
contaminadas por los desperdicios de las fábricas; envueltos en un aire denso,
plagado de olores fétidos producto de los residuos regados por doquier, por la
falta de higiene y ventilación; caracterizados por viviendas de mala calidad,
deterioradas y deslucidas; con interiores llenos de humo por el calor de los
pocos fuegos que abrigaban a las personas; en un medio viciado y asfixiante,
que intentaba cobijar a familias, trabajadores, hombres, mujeres, ancianos,
niños y niñas, indistinta y hacinadamente, en ambientes húmedos y gélidos que
compartían a veces con animales domésticos; con tan poco mobiliario que hasta
incluso llega a ser solamente un cúmulo de pajonales que pudiera hacer las
veces de resguardo en búsqueda de un descanso de la cantidad de horas trabajadas.
Condiciones todas propicias para el desarrollo, entre otras cuestiones, de
enfermedades y epidemias.
Engels decide escribir de Inglaterra -y particularmente
en Manchester, la ciudad que representaba material y simbólicamente los peores
efectos del capitalismo- porque “las condiciones de vida del proletariado sólo
existen en su forma clásica, en su perfección, en el imperio británico, y
más particularmente en Inglaterra propiamente dicha” (1976: 5). En
contraste con otros autores que hicieron lo propio, destaca en Engels la
manera única en que logra situar el análisis en un proceso histórico y
territorial más amplio [2], por ejemplo a través de la incorporación de otras
ciudades; con ello, procuraba demostrar que el desarrollo concomitante de las
grandes ciudades, y especialmente de las condiciones de vida de cientos de
miles de trabajadores, eran consecuencia y a la vez condición del desarrollo
industrial capitalista: “Sólo la industria ha hecho esto, ella no hubiera
podido existir sin esos obreros, sin la miseria y el avasallamiento de esos
obreros” (1976: 104).
Vale mencionar que el propósito de Engels era,
sobre todo, político; es decir, buscaba hacer visible lo invisible, traer a la
superficie -en tono condenatorio- lo que la burguesía trataba de ocultar(se). Engels relata
cómo esa burguesía que habitaba los barrios acomodados en las afueras de
Manchester -en residencias espléndidas rodeadas de un aire saludable-, podía
transitar la ciudad, alcanzar sus oficinas, recorrer sus tiendas, circular por
sus arterias, sin siquiera toparse visualmente con los barrios obreros y sus
habitantes. Más profundamente, el texto reviste de importancia como cimiento
para el proyecto político socialista: en esa articulación entre filosofía
política y realidad material reside la fuerza queEngels procura darle al
texto. En sus palabras:
“El conocimiento de
las condiciones de vida del proletariado es de una necesidad absoluta si se
quiere asegurar un fundamento sólido para las teorías socialistas, así como
para los juicios sobre su legitimidad, y poner término a todas las divagaciones
y moralejas fantásticas pro et contra”. (1976: 5).
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A la izquierda, la casa donde nació Engels y vivió hasta sus 18 años; a la derecha, su residencia en Manchester entre 1858 y 1870
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3. La ciudad en su
obra
Desarrolladas concomitantemente al proceso de
industrialización capitalista de mediados del siglo XVIII, las grandes ciudades
inglesas acogieron a cientos de miles de trabajadores que, despojados de sus
medios de producción, debieron vender su fuerza de trabajo en el mercado como
modo de asegurar su subsistencia. A lo largo del siglo siguiente, y a medida
que la producción industrial en las ciudades fue en aumento, también lo hizo el
tamaño de su población, concentrándose los trabajadores en las zonas cercanas a
las fábricas. Allí Engels, cómo parte de una preocupación más amplia
[2] por el proceso histórico del sistema capitalista, centró su atención
sobre las condiciones de vida en los barrios obreros de las grandes urbes
inglesas, en relación a los barrios acomodados de la burguesía, e insistió en
visibilizar aquello que ésta ansiaba ocultar.
Ya he expuesto más arriba lo que las ciudades inglesas en
general y, especialmente Manchester, representaban tanto en la época como en
términos de aporte para la teoría socialista. Ahora cabe reflexionar acerca de
cómo el autor concibe la ciudad y cuáles fueron sus principales contribuciones
al universo de las conceptualizaciones sobre lo urbano.
La ciudad, para Engels, puede dividirse en sectores
reservados respectivamente o bien para la burguesía o bien para el
proletariado, ambos de modo exclusivo y relacional. En este sentido, es una
ciudad desigual pero a la vez homogénea al interior de cada uno de dichas
secciones. Azar, confusión, aglomeración desorden, construida sin un plan,
arquitectura insensata y desafío a toda arquitectura racional son algunos de
los términos que utiliza en el capítulo sobre las Grandes ciudades para
describir los sectores donde se emplazan los barrios obreros. Una aparente “irracionalidad”
en su construcción que responde a otro tipo de racionalidad o lógica: la de la
propiedad privada, de las divisiones y la lucha de clases entre el proletariado
y la burguesía, y que además se presenta como una lógica difusa, sin
responsable aparente.
Así, su interés por la dinámica espacial de la ciudad reside
en que allí se expresan las divisiones de clases entre burguesía y
proletariado; en que allí, en la configuración del espacio urbano, se
manifiesta el poder social y político de ésta, determinando en última instancia
la forma urbana.
Sin embargo, simultáneamente, esta configuración y
determinación del espacio urbano contiene la desgracia de la propia burguesía,
encierra la semilla de su condena, ya que las mismas condiciones de vida
miserables sirven de germen para la acción política revolucionaria. La ciudad,
y las situaciones comunes a las que son sometidos los trabajadores en ésta, es
concebida como una experiencia que, si bien deshumanizante, es de gran
importancia para el despertar de la conciencia de clase del proletariado y la
acción política. Al despojar al hombre de su humanidad, descuidando las mínimas
condiciones para la sobrevivencia física, mental y moral, y al encontrarse los
hombres circunscriptos a un mismo espacio, comienzan a reflexionar sobre su
propia situación, empiezan a reconocer los intereses del proletariado como
clase. En este sentido, Engels escribe:
“Las grandes ciudades
son las cunas del movimiento obrero; en ellas, los obreros han comenzado a
reflexionar sobre su situación y a luchar; en ellas es donde se manifiesta
primeramente la oposición entre proletariado y burguesía; de ellas brotan las
asociaciones obreras, el cartismo y el socialismo. Las grandes ciudades han
transformado la enfermedad del organismo social que se manifiesta en el campo
en forma crónica, en una afección aguda; así ellas han revelado claramente su
verdadera naturaleza y simultáneamente el verdadero medio de curarla. Sin las
grandes ciudades y su influencia favorable sobre el desarrollo de la
inteligencia pública, los obreros no serían largo tiempo lo que son ahora”. (1976:
189).
Es decir, al tiempo que es una ciudad -producto de un estado
particular de las relaciones sociales de producción- que reduce y niega la
humanidad al conjunto de los trabajadores; al tiempo que es una ciudad en la
que se imprime el poder de clase de la burguesía sobre el proletariado, también
es una ciudad cuyos efectos, junto a los de las relaciones de producción
capitalista, pueden producir seres conscientes de sus intereses de clase,
capaces de luchar por su libertad. En esta dirección, Engels expondría
más tarde en su obra Contribución al problema de la vivienda:
“Sólo este
proletariado creado por la gran industria moderna, liberado de todas las
cadenas heredadas, incluso de las que le ligaban a la tierra, y concentrado en
las grandes ciudades, es capaz de realizar la gran revolución social que pondrá
fin a toda explotación y a toda dominación de clase. Los antiguos tejedores
rurales a mano, con su casa y su hogar, nunca hubieran podido realizarla; no
hubieran podido concebir jamás tal idea y todavía menos hubieran querido
convertirla en realidad” (Engels, 2006: 28).
Es de ese modo que Engels va construyendo su
mirada científica sobre lo social y urbano, conectando lo que a primera vista
podría aparecer desvinculado: lo económico, lo urbano y lo político. Con ello
pone énfasis en la configuración desigual de la ciudad y en el rol que esa
desigualdad tiene en la dimensión política entendida como lucha de clases.
Quizás una de las herencias más destacadas de Engels -y
el marxismo en general- para los estudios urbanos fue la Nueva Sociología
Urbana, surgida en los años '60s y cuyos mayores exponentes fueron Castells y Lefebvre [3].
Al respecto, este último escribió:
“La contribución de Engels al marxismo no
debe ser pasada por alto ni pensada en un nivel más bajo. En particular -dice Lefebvre-, fue
Engels quien atrajo la atención de Marx hacia los factores económicos y la
situación del proletariado. Nosotros también podríamos señalar que, apuntando
hacia preocupaciones más tardías, fue más bien Engels que Marx, quien atendió a
cuestiones sobre el espacio, en su obra sobre la ciudad, la vivienda, y la
familia” (citado en Elden, 2004: 18) [4].
A más de un siglo y medio de haberse publicado La
situación de la clase obrera en Inglaterra, la obra sigue siendo de una
actualidad incontestable. Sus principales reflexiones conservan expresión -aún
con sus distancias- al menos en muchas ciudades latinoamericanas, donde se
produce segregación residencial y acceso desigual a los recursos, además de
oficiar como escenario donde se erigen la contienda política, a través del cual
la población entra en relación con agentes y agencias estatales, y alrededor de
los cuales se configuran procesos de organización colectiva a partir de entramados
relacionales (Wagener, 2011).
Referencias bibliográficas
Elden, S. (2004). Understanding
Henri Lefebvre. Theory and the
Possible. Londres: Continuum Studies in Philosophy.
Engels, F. (1976). La
situación de la clase obrera en Inglaterra. Madrid: Akal.
________ (2006). Contribución
al problema de la vivienda. Madrid: Fundación de Estudios Socialistas
Federico Engels.
Hunt, T. (2011). El
gentleman comunista. La vida revolucionaria de Friedrich Engels. Barcelona:
Anagrama.
Lefebvre, H. (1972). La revolución urbana. Madrid: Alianza.
Wagener, M. (2011).
Creando movimiento.
La resistencia a desalojos en la Ciudad de Bs. As. desde una mirada
procesual. En IX Reunión de Antropología del Mercosur, 10 al 13 de
julio, Curitiba, Brasil. Recuperado de
http://www.ram2011.org/
Notas
[1] El Pietismo fue un movimiento de la iglesia luterana
(protestante) alemana surgido a finales del siglo XVII.
[2] El capítulo dedicado a las grandes ciudades,
entonces, forma parte de una obra integral, más vasta, que presenta un cuadro
de situación amplio e histórico y que contiene temas diversos, desde la
conformación del proletariado inglés, los migrantes de Irlanda, el proletariado
agrícola y minero, las ciudades y las condiciones de vida de los obreros.
[3] Lefebvre se aleja de las orientaciones que
entienden la ciudad como superestructura, y concibe a lo urbano como fuerza
productiva, como elemento central en el modo de producción capitalista: “La
realidad urbana modifica las relaciones de producción, sin por otra parte
llegar a transformarlas. Se convierte en fuerza productiva [...] El
espacio y la política del espacio ‘expresan’ las relaciones sociales, al tiempo
que inciden sobre ellas” (Lefebvre, 1972: 21).
[4] Traducción propia del original (Elden, 2004: 18): “Engels’ contribution to Marxism should
neither be passed over in silence nor thought of on a lower level. In
particular, says Lefebvre, it was Engels who attracted Marx’s attention to
economic factors and the situation of the proletariat. We might also note, as a
pointer toward later concerns, that it was Engels more than Marx who looked at
questions of space, in his work on the city, housing and the family”.