Esteban
Mercatante | El ascenso de economías como China, India o
Brasil a los primeros puestos en los
rankings mundiales, reforzaron
una idea que acompañó desde un principio los análisis de la globalización: que
el mundo se volvió “plano”, y categorías como imperialismo y dependencia
perdieron relevancia. Contrariando estos planteos, la economía mundial ha
ampliado las jerarquizaciones.
El ascenso de las
economías emergentes y sus límites
Entre 2000 y 2013, la producción manufacturera mundial
creció un 37 %. Casi la totalidad de este aumento tuvo lugar en los países
llamados “emergentes” (donde creció 112 %), mientras que en los países
avanzados se quedó prácticamente estancada (apenas aumentó 1,5 %). Como
resultado, la mitad de la producción manufacturera mundial tiene lugar hoy en
los países emergentes
1. Este período exacerbó lo que ya venía incubándose desde los
años ‘80. Durante el período que va desde entonces hasta hoy se reorganizó la
producción manufacturera de la mano de una novedosa internacionalización
productiva.
Numerosos procesos se trasladaron a economías de lo que
históricamente el capitalismo desarrollado definió como su “periferia”. El peso
de la producción manufacturera se redujo en las economías más ricas, a la vez
que se expandía en numerosas economías de la periferia. Gran Bretaña perdió 25
% de su industria entre 1980 y 1984. Entre 1973 y finales de los años ‘80 las
economías más industrializadas de Europa perdieron un cuarto de la cantidad de
empleados en la manufactura
2.
En los EE.UU. ocurrían procesos similares en una escala aún
más profunda. La industria del acero pasó de emplear 520 mil obreros en 1974 a
ocupar 168 mil en la década del ‘80. Al mismo tiempo, la producción –y la
exportación– crecía en países como Corea del Sur, India o Brasil. Para el año
2000, la producción conjunta de Brasil, China, Corea del Sur, India, Taiwán y
México era casi tres veces la de EE.UU. 3 Esto se replicó en variadas
industrias.
En las últimas dos décadas se registra un aumento en el peso
de los países –en vías de desarrollo– en la mayor parte de los rubros del
comercio mundial, incluyendo manufacturas de cierta complejidad, de la mano de
un importante crecimiento de sus exportaciones hacia las economías
desarrolladas. Esto conllevó cambios que no pueden minimizarse. La tradicional
tendencia deficitaria del comercio exterior de los países dependientes con las
economías industrializadas, ha sido reemplaza por fuertes superávits. Durante la
última década, el conjunto de las economías dependientes acumuló superávit
comercial con las economías más ricas. Esto significa que estas economías
pasaron de deudores a acreedores netos con el mundo desarrollado.
EE.UU., por el contrario, es desde hace décadas una economía
con fuerte déficit comercial, que ha financiado endeudándose con el resto del
mundo. Lo mismo ocurre con buena parte de Europa. Entre los ricos, Alemania y
Japón siguen siendo fuertemente superavitarios. Pero esta emergencia de sectores
del Sur Global como espacios dinámicos de la acumulación de capital muestra
rasgos ambivalentes. Las economías más desarrolladas mantienen los primeros
puestos en los sectores que lideran el desarrollo científico y tecnológico. Las
manufacturas de mayor complejidad (como la maquinaria de alta precisión,
condensadores eléctricos, máquinas herramienta) siguen siendo diseñadas y
fabricadas en un puñado de países que manejan alta tecnología y productividad.
En estos subrubros las exportaciones de los países más desarrollados han
seguido en aumento. En la rama electrónica, si bien de conjunto se registra una
fuerte caída en la participación de las exportaciones de los países
desarrollados, su participación se mantiene en los componentes activos de alta
tecnología (aumentando en circuitos integrados y microconjuntos electrónicos) 4 y
de tecnología intermedia. Las exportaciones de manufacturas complejas se siguen
concentrando en los países más desarrollados. Además, buena parte de las
manufacturas de alta tecnología que exportan las naciones emergentes tiene
componentes claves que son provistos por las industrias de las economías más
ricas.
Para concluir, si tomamos sólo el tamaño de economías como
China –la segunda economía mundial– o Brasil –la sexta– podemos olvidar el
abismo que mantienen en relación al mundo desarrollado en lo que hace a su
capacidad de producción de riqueza. En el caso de China, su productividad total
es alrededor de un 15 % la de los EE. UU.5.
¿Quién articuló –y se
benefició de– el desarrollo desigual global?
Si la persistencia de patrones tecnológicos diferenciados es
un primer dato de peso para captar la persistencia de relaciones jerarquizadas
en la economía global, lo que la pone en evidencia de forma aún más marcada es
el rol protagónico que tuvieron las Empresas Multinacionales (EMN) de las
economías más ricas en moldear el desarrollo capitalista en las economías
dependientes a través de la inversión directa, así como en ser las mayores
beneficiarias de su conformación actual. Al calor de la internacionalización
productiva se afianzó un núcleo de empresas que controlan los principales nodos
alrededor de los que se articula la circulación de capital y mercancías a
escala global. Como plantean Peter Nolan y Jin Zhang, tres décadas de globalización
“presenciaron un grado de consolidación internacional y concentración
industrial sin precedentes. Este proceso ocurrió en casi todos los sectores,
incluyendo los productos de alta tecnología, bienes de consumo de marca y
servicios financieros” 6.
Entre 1980 y 2000, los flujos de inversión extranjera
directa (IED) crecieron 28 veces. En el caso de EE. UU., solo durante los
cuatro años de la administración Carter (1977-81) los bancos y corporaciones
norteamericanas triplicaron sus inversiones en el extranjero 7. Japón y las
economías de Europa siguieron, con retraso, una tendencia similar. En el caso
de Japón, su inversión extranjera directa se triplicó entre 1985 y 1989, y
creció otro 50 % entre 1991 y 1995, al calor de los esfuerzos de sus corporaciones
por construir cadenas de producción integradas con Taiwán, Corea del Sur, China
y Malasia. En el caso de Alemania, entre 1985 y 1990 cuadriplicó su inversión
extranjera directa, y volvió a duplicarla entre 1990 y 1995 8.
Para algunos autores, al calor del ascenso de economías de
la vieja periferia, esta tendencia se ve transformada. Por ejemplo el francés
Pierre Dockès sostiene que:
Los capitales ya no se desplazan principalmente del Norte al
Sur, como se dice a menudo, sino que se trasladan de los países recientemente
emergidos hacia los países maduros y los países que todavía están en vías de
desarrollo 9.
Dockès habla de un imperialismo “al revés” o “de
emergencia”. Sin embargo, estas afirmaciones no se sustentan cuando buscamos
medir el real alcance de las transformaciones en las relaciones entre los
viejos centros desarrollados y las economías “emergentes” más fuertes. Cierto,
el desarrollo capitalista en estas economías ha dado lugar al desarrollo de
corporaciones con base nacional en ellas que se expanden por el mundo. Y que no
sólo tienen activos en otras economías dependientes sino también en las
economías desarrolladas. De esta forma movimientos que antes iban en una sola
dirección, ahora ocurren en ambas. Los capitales de cualquier origen nacional
tienen, en principio, las puertas abiertas para expandirse globalmente.
Sin embargo, el peso de las asimetrías reales se impone. Y
por muchos vistosos casos de magnates de India, Corea, China, México o Brasil
saliendo de compras por el mundo, el control de los nudos estratégicos de la
economía global se mantiene concentrado; en pocas grandes corporaciones,
provenientes –mayormente– de los países ricos.
Pero estas condiciones, ¿no están siendo puestas en cuestión
por el propio dinamismo económico que otorga a las compañías de los países
emergentes oportunidades para empezar a ubicarse al tope de la lista? Conviene
no apresurarse a responder afirmativamente. Tras décadas de fuerte crecimiento,
varios países asiáticos, y en los últimos tiempos especialmente China, han
conformado grandes conglomerados empresarios cuyo tamaño los coloca en altos
puestos en el ranking global. El último ranking de Fortune 500 ubica
a China en el segundo lugar con 89 de las mayores firmas.
EE. UU sigue bien arriba con 132 firmas entre las 500. Japón
está tercero con 62, y Alemania cuarto con 29. La UE de conjunto tiene 141
empresas dentro de las 500. Brasil cuenta con apenas 8 empresas, India 8,
Taiwán 6, México 3, Corea del Sur 2. Si comparamos estas participaciones en el
Global 500 con las de 2006, observamos que EE. UU. tiene 30 empresas menos en
el ranking, lo mismo ocurrió en Europa, y Asia creció sensiblemente (todo el
continente sumaba 105 empresas en el ranking en 2006), especialmente como
consecuencia de la mayor participación China. Lo primero que se observa es que,
juzgando por este ranking de las empresas de mayor envergadura, las economías
más ricas (EE. UU., la UE de conjunto y Japón) conservan un rol preponderante,
superior al peso de sus economías, representando el 67 % del ranking. La
mentada “emergencia” del Sur global no tiene lugar en el podio de las grandes
corporaciones globales.
El caso de China parece ser una excepción. La segunda
economía del planeta empieza a acercarse a tener el 20 % del panel. Un gran aumento
en menos de una década (en 2002 tenía apenas 11 firmas). Sin embargo, traducir
de este posicionamiento de firmas chinas en capacidad de expansión global
resulta apresurado. Las más grandes firmas de China vienen aumentando su
adquisición de activos extranjeros.
En 2010 China se convirtió en el quinto mayor inversor en el
extranjero, siendo superada sólo por EE. UU., Alemania, Francia y Hong Kong.
Pero “su nivel de inversión extranjera es pequeño comparado con los inmensos
sistemas de producción que se han construido a través de las corporaciones
internacionales líderes” 10.
En contraste, el peso del capital extranjero en los sectores
dinámicos de china es abrumador:
…las grandes firmas de estas regiones [Europa, Norte América
y Asia del Este] están profundamente insertas en la economía china, mientras
que las firmas de China son casi invisibles en el núcleo desarrollado 11.
Unos pocos cientos de corporaciones, que a la vez extienden
su control sobre otros miles de empresas gracias a participaciones en su
capital accionario, dominan la producción mundial. Hoy se estima que 700
empresas transnacionales abarcan un 10 % de la riqueza mundial. 51 de ellas
están entre las 100 más grandes economías del mundo, superando las de varios
países. Un estudio reciente sobre las interconexiones de las empresas
transnacionales (de las que el estudio identifica 43.060 según los criterios de
la OCDE), estima que casi el 40 % del valor económico de las empresas
transnacionales en el mundo es controlado, a través de una compleja red de
relaciones de propiedad, por un grupo de 147 empresas 12., ligadas a un número
reducido de instituciones financieras. A su vez, 1.318 empresas explican por sí
solas “el 20 % de los ingresos de explotación mundiales”; su peso se amplía si
consideramos las redes de empresas en las cuales estas tienen participación
accionaria.
¿Incluye este núcleo de 1.318 empresas algunos cientos de
firmas con capital de origen en economías dependientes? Por supuesto, aunque en
muchos casos el peso que tienen en estas EMN de países dependientes los fondos
de inversión controlados por bancos internacionales llega a ser muy importante
(hasta 40 % del paquete accionario). Pero incluso cuando así no fuera, su
participación no subvierte ni reduce la capacidad de control de la economía
global de las EMN con origen en las economías imperialistas. Contribuye, por el
contrario, a amplificarlo a través de asociaciones cruzadas que refuerzan su
penetración –a través de las más variadas formas de asociación– en las
economías dependientes, aunque a cambio éstas también obtengan una
participación en corporaciones de las economías más ricas.
Los beneficios de
“ser dueño”
De lo que analizamos hasta acá, se desprende que la
acumulación se encuentra cada vez más subordinada a unos pocos cientos de
firmas, que definen con sus estrategias globales en qué países se profundiza la
acumulación de capital –y por lo tanto el desarrollo– y en qué países este se
estanca a retrocede mientras se extrae plusvalía para girarla a las casas
matrices. Es decir, dónde se acelerará o se enlentecerá el crecimiento. El
desarrollo desigual (y combinado) ha transformado ciertas áreas de la “periferia”
capitalista en las más dinámicas. En el contexto de la actual
internacionalización productiva, no resulta sorprendente que en estas economías
dependientes emerjan corporaciones que también se expanden globalmente. Lo que
es notorio es que aún así estas economías exhiben una preponderancia del
capital trasnacional que es el rasgo saliente de los procesos de desarrollo
capitalista tardío en la época imperialista, a diferencia de las economías de
desarrollo capitalista tardío hasta los albores del siglo XX.
Hasta un autor de insospechables credenciales marxistas como
Thomas Piketty señala las consecuencias que tiene esto:
…el país cuyas firmas
y otros activos de capital son poseídos por extranjeros podría muy bien tener
un producto interno elevado pero un ingreso nacional mucho más bajo, una vez
que se deducen las ganancias y rentas que fluyen al extranjero 13.
Por supuesto, en una economía internacionalizada, la
extranjerización de buena parte de los activos productivos caracteriza a todas
las economías, y no solo a las dependientes. Pero hay diferencias sustantivas.
La mayor parte de las economías más ricas poseen tanto capital en el exterior
como el que los extranjeros poseen dentro de su economía, por lo que su
posición neta se encuentra equilibrada. Lo contrario ocurre en la mayor parte
de las economías dependientes.
La diferencia se hace más marcada, en desmedro de las
economías dependientes, si solo consideramos los activos productivos, es decir
el peso que tiene la extranjerización en las empresas nacionales. Es que en el
balance global de activos pesa el hecho de que muchas economías como China, o
Corea, acumulan importantes activos monetarios y financieros en dólares. La
economía norteamericana tiene una posición neta de activos negativa, pero la mayor
parte de la misma se debe a los bonos del tesoro en posesión de otros países.
A primera vista, la situación no se compara con la de
comienzos del siglo XX. Hoy, los países que más activos externos netos acumulan
son Japón (70 % del ingreso nacional) y Alemania (50 %, nivel similar en este
caso al de comienzos de siglo XX), tienen volúmenes de activos netos en el
exterior sustantivamente más bajos que los que tenían las principales potencias
imperialistas de hace cien años (entre el 100 % y 200 % del ingreso nacional).
Esto significa, a primera vista, que el rol de la riqueza en el extranjero no
juega el mismo rol que en otros tiempos. Pero esta sería una conclusión
apresurada.
Numerosas investigaciones concluyen que la riqueza en el
exterior de los residentes de los países más ricos se encuentra sensiblemente
subestimada. Aunque de conjunto los países de la OCDE aparecen con una posición
deudora, en realidad las estadísticas mundiales tienen un importante agujero
negro. Si se agregan todos los países del mundo, se obtiene una posición global
fuertemente negativa. ¡El mundo entero estaría en déficit consigo mismo! Esto
es por definición imposible, y los balances negativos de unos países deberían
saldarse con balances positivos de otros. Este resultado evidencia una
subdeclaración de riqueza. Gabriel Zucman estimó que en los paraísos fiscales
podría localizarse una riqueza equivalente al 10 % del producto bruto global.
James Henry estima que la proporción es tres veces ésta. Considerando que las
estimaciones sugieren que más de tres cuartos de la riqueza de los paraísos
fiscales pertenece a residentes de países ricos, la posición es sustancialmente
diferente a la de las estadísticas oficiales. La riqueza de los sectores más
ricos de los países ricos en el resto del mundo se muestra abrumadora. Buena
parte de ésta remite a EMN de Europa y EE. UU. que giran sus ganancias a
paraísos fiscales.
La riqueza que se apropian las multinacionales, y el destino
que le dan, resulta un determinante primordial en el desarrollo de las
economías dependientes. Puede dinamizarlas durante un período y ser un factor
de fuertes desequilibrios en el siguiente. Y, sobre todo, tiende a mediano
plazo a crear una sangría de recursos girados a las casas matrices, que se
deducen del ahorro nacional para inversión 14.
La concentración de poder económico en manos de las EMN en
el capitalismo contemporáneo, con preponderancia de capitales originados en los
países más ricos aunque abierto a la integración de corporaciones radicadas en
los países dependientes, ha reforzado el antagonismo entre los intereses de la
burguesía y los de la nación en todos los países dependientes. La necesidad de
cortar con este nudo gordiano es una cuestión fundamental, que solo puede
llevar a cabo la clase trabajadora.
Notas
1. Según datos del CPB World Trade Monitor.
2. Eric Hobsbawm, The Age of Extremes: The Short
Twentieth Century, 1914–91, Londres, Abacus, 1994, p. 304.
3. David McNally, The Global slump. The Economics and
Politics of Crisis and Resistance, Oakland, Spectre-PM Press, 2001, p. 47.
4. Enrique Arceo, El largo camino a la crisis, Bs.
As., Cara o Ceca, 2011, p. 154.
5. Ver las estadísticas publicadas por The Conference
Board.
6. Peter Nolan y Jin Zhang, “Global competition after the
financial crisis”, New Left Review 64, Julio-agosto 2010.
7. Jeffrey A. Frieden, Global Capitalism: Its Fall and
Rise in the Twentieth Century, New York: W. W. Norton, 2006, p. 371.
8. Los datos de Alemania y Japón provienen de los Economic
Survey provistos por la OCDE.
9. Pierre Dockès, “Globalisation et ‘impérialisme à
l’envers’”, en Wladimir Andreff (Dir.), La globalisation, stadesuprême du
capitalisme?, París, Pressesuniversitaires de Paris Ouest, 2013. Tomado de
Michel Husson, “Notas sobre el imperialismo contemporáneo”, Viento Sur,
verano de 2014, quien lo cita aprobatoriamente.
10. Ídem.
11. Nolan y Zhang, ob. cit.
12. Stefania Vitali et. al., “The Network of Global
Corporate Control”, PLoS ONE, Volume 6, Issue 10, Zurich, octubre 2011.
13. Capital in the Twenty-first Century, Harvard
University Press, 2014, p. 43.
14. En el caso de la Argentina, durante la década
kirchnerista, en promedio los giros de utilidades equivalieron a un 10 % de la
inversión nacional.