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Louis Althusser ✆ A.d.
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Louis Althusser |
Si tomo la palabra es por dos razones 1. Una falsa razón y una razón
verdadera. La falsa razón es que siempre es preciso que alguien, en última instancia
cualquiera, comience. Pero está cuestión ya está arreglada de antemano puesto
que soy yo quien ha comenzado. La verdadera razón es que les debo
explicaciones. Sí, sencillamente, les debo explicaciones: para responder a
una cuestión que todos nos hacemos, y que es la cuestión que late en el fondo
de esta reunión: ¿por qué esta reunión? ¿qué es lo que hemos venido a hacer
aquí, entre filósofos franceses, en Junio del 66? ¿qué puede salir y qué va a
salir de esta reunión?
Para darles las explicaciones que les debo, me veo obligado
a decir las cosas sin rodeos, directamente, incluso brutalmente. A la vez muy
deprisa y, un poco también, para hacer tabula rasa de todas las posibles
confusiones, equívocos y segundas intenciones: a todos nos interesa que a las cosas
se las llame por su propio nombre.
Por tanto, ¿por qué esta reunión? He aquí cómo se han ido
sucediendo las cosas. He invitado personalmente a un cierto número de ustedes.
He invitado a filósofos que conozco porque sé que trabajan en el dominio de la
teoría marxista. He invitado, igualmente, a filósofos no marxistas porque sé
que están interesados en los trabajos de los investigadores marxistas.
En fin,
puse en la École un cartel señalando
esta reunión e indicando que la entrada era libre. En dichas invitaciones y en
el susodicho cartel dejé muy dicho que la reunión tenía por objeto permitir el
encuentro entre investigadores marxistas y determinar la posición de sus
trabajos, así como la posición de las cuestiones teóricas que se imponen en la
búsqueda marxista.
Entonces, se ha tomado la decisión de esta reunión, se han
firmado las invitaciones y el orden del día... y, en ningún momento, yo he
actuado en mi propio nombre. Tampoco he tomado la decisión bajo la sugestión de
autoridad alguna, sea ésta cual fuere. La reunión se nos ha impuesto por el
efecto mismo de la coyuntura teórica: se ha hecho necesaria. Lo único que yo he
hecho es extraer un determinado tipo conclusiones.2
Propongo, asimismo, extraer las consecuencias en lo que
concierne al objeto de nuestra reunión: para definirlo se tendría que proceder
a un análisis de la estructura de la coyuntura teórica.
Voy a ser extremadamente esquemático. No puede tratarse sino
de poner en su lugar, en una primera aproximación, los elementos esenciales que
constituyen la estructura de la coyuntura teórica en el dominio que nos
interesa, a saber, la filosofía francesa y la teoría marxista, hoy.
Parece que, en esta primera aproximación, se pueden poner en
su lugar un cierto número de elementos, mientras se indican las relaciones que
entre ellos mantienen estos mismos elementos. Mi análisis surtirá efecto
esencialmente en dos dominios: 1) la filosofía francesa y 2) la teoría marxista.
Entiendo la filosofía francesa en un sentido amplio, e incluiré, en consecuencia,
tanto a la filosofía en sentido estricto como a las disciplinas que le están
más históricamente ligadas, como son las llamadas ciencias humanas, la
sociología, psicología, etc. Y entiendo la teoría marxista en el doble sentido
de filosofía marxista o materialismo dialéctico y ciencia marxista de la
historia o materialismo histórico. De ahí que, los dos dominios que voy a
analizar en términos esquemáticos, sean a la vez dos dominios que van a
distinguirse y a co-incidirse. Estas distinciones y estas co-incisiones nos
podrán servir de indicios pertinentes.
I. La filosofía
francesa
Me parece que se puede describir la estructura teórica de la
filosofía francesa en 1966 poniendo en su lugar los elementos siguientes. Y
vamos a ver que, para definir estos elementos, de uno u otro modo estamos
obligados a remontarnos en el pasado, llegando incluso a nuestro más remoto
pasado. Vamos, pues, a definir estos distintos elementos y sus relaciones, a un
tiempo, como elementos y como capas históricas.
1. Al fondo del fondo de la coyuntura teórica de la
filosofía francesa actual, subsiste la persistencia de una capa sedimentaria
que se remonta a la filosofía de la Edad Media. Ciertas formas de la filosofía
de la Edad Media subsisten bajo una forma explícita, y a veces rigurosa, en las
corrientes contemporáneas tomistas y agustinianas. Pero, en general, no es la
filosofía de la Edad Media la que sobrevive en persona en nuestros días: su
existencia sirve de soporte a lo que nosotros podemos llamar una tradición religiosa
y espiritualista que vamos a reconocer rápidamente, pues ha estado relevada y
vivificada por otra época histórica de la filosofía francesa.
2. Junto al elemento religioso-espiritualista, descendiente
de una herencia que se remonta, en parte, a la Edad Media, figura en la
coyuntura teórica de la filosofía francesa el elemento idealista-racionalista resultante
de Descartes, elemento que ha servido de soporte a dos interpretaciones: la
del materialismo mecanicista por una parte y la del idealismo crítico por otra.
Tratándose aquí no sólo de Descartes en persona sino de las filosofías que han
tomado el relevo del pensamiento de Descartes, lo han interpretado en un
sentido determinado y, por tanto, lo han reorientado. El mecanismo cartesiano
está, aún hoy, floreciendo en todo un dominio de las ciencias humanas, en el
más alto grado de la psicología experimental e, igualmente, en la sociología
empírica. El idealismo crítico de inspiración estrechamente cartesiana, es
decir dualista, está encarnado en la filosofía de Alain, y está a punto de
morir de su bella muerte. En cambio, el idealismo crítico de inspiración
indudablemente cartesiana estuvo relevado por Kant y por Husserl. Está hoy
particularmente vivo y constituye, sin duda, el elemento actualmente dominante
de la coyuntura teórica de la filosofía francesa.
3. Junto a estos dos elementos: religioso-espiritualista e idealista-racionalista,
subsiste otro elemento, otra capa teórica que se remonta al S. XVIII: el empirismo
racionalista bajo sus dos formas, tanto idealista como materialista. El
empirismo racionalista-materialista se encuentra todavía muy vivo en la
ideología de ciertas prácticas científicas (psico-fisiología, etc.). El
empirismo racionalista-idealista está igualmente vivo pero sus resultados son
mucho más interesantes. Esta corriente, que se apoya en ciertos aspectos
materialistas de la obra de Descartes, fue la que suscitó la gran obra de la
Enciclopedia de D’Alembert, Diderot, etc. Esta tradición, si se puede emplear
esta expresión deportiva, ha sido la que ha salvado el honor de la filosofía
francesa bajo la espantosa reacción espiritualista del siglo XIX: es la que nos
ha dado la única tradición filosófica con la que podemos seguir la línea casi
ininterrumpida desde el Siglo XVII hasta nuestros días, la tradición de la
filosofía de las ciencias, a la cual debemos grandes nombres como Comte,
Cournot, Couturat, Duhem y, más cercanos a nosotros, Cavaillès, Bachelard,
Koyré y Canguilhem.
4. Situados los antedichos elementos, considerados en su determinación
histórica misma, nos acercan a nuestro tiempo, siéndonos ahora preciso hablar
del Siglo XIX y principios del XX. Filosóficamente hablando, esa época se halló
masivamente dominada por una profunda reacción filosófica, es decir, por una
filosofía profundamente reaccionaria. De Maine de Biran a Bergson, podemos
alinear, para nuestra desolación, los nombres de Victor Cousin, Ravaisson,
Boutroux, Lachelier, y todos sus epígonos. Esta tradición se define por una
saña teórica virulenta y militante contra todas las formas del racionalismo,
idealista o materialista. Es la tradición que retoma, además de una forma
despreciativa en lo que concierne a los aspectos auténticamente teóricos del
pensamiento de la Edad Media, el espiritualismo religioso que nos ha sido
conservado por la Iglesia, sus teólogos y sus ideólogos. Este espiritualismo
religioso del XIX será el que deforme, en un sentido francamente
espiritualista, la tradición idealista cartesiana y, sencillamente, ignorará y
pasará por alto a todo un filósofo como Kant. De Kant sólo se conocerá, y
tardíamente, la Razón práctica. Basta, por ejemplo, con saber que Bergson jamás
se tomó la molestia de leer verdaderamente a Kant, y en todo caso, aun habiéndolo
hecho, sin duda no comprendió nada de lo que había leído. Este espiritualismo
convirtió la tradición de la filosofía de las ciencias en obras apologéticas,
como aquellas de Boutroux y de Lachelier. No dejó de combatir a muerte al único
gran filósofo del XIX, Auguste Comte, y se ensañó igualmente, como se puede ver
en Peguy y en Bergson, con un gran espíritu que por aquel entonces era su
discípulo, Émile Durkheim. Inútil decir que estos pseudos-filósofos que no se
tomaron ni siquiera la molestia de leer seriamente a Descartes, que
despreciaron la filosofía del siglo XVIII, que no conocieron ni a Kant ni a
Hegel (¡piénsese en las palabras de Cousin!), y que, sin embargo, hicieron sus
guisos de citas de Schelling y Schopenhauer que ponían en lugar de
pensamientos... en fin, inútil decir que estos pseudos filósofos, verdaderos
perros guardianes de la ideología religiosa y de la ideología política
reaccionaria, hubieran entendido, cuando entra en la existencia objetiva, su
ignorancia, su desprecio y su odio hacia la obra de Marx. Sucede que vivimos,
todavía hoy, bajo el efecto de estas grandes condenas y de estas ignorancias
explicables tan sólo por razones de clase, pero de una insostenible estupidez.
Fueron también condenadas a la muerte filosófica, cubiertas de injurias y de
golpes, o recubiertas de una tierra de olvido: toda la corriente filosófica
utopista, y en particular Fourier y Saint-Simon, Cournot, Auguste Comte,
Nietzsche, Freud, Durkheim y, por supuesto, Marx. Y debemos saber también que
estos autos de fe filosóficos se celebraban con cantos a la religión y la moral
o, cuando la religión resultaba un poco más molesta, con cantos a la religión
profana de los tiempos modernos: la religión del arte. Debemos saber todo eso
porque esta filosofía espiritualista reaccionaria pesa todavía sobre nosotros, y
porque tenemos por tarea luchar contra ella, y rehabilitar a sus víctimas. Es
la coyuntura, la que nos propone como necesarias nuestras tareas filosóficas
mismas. Entre ellas inscribo, así pues, junto a la lucha contra todas las
formas de este espiritualismo, y en su más alto grado contra la ideología
religiosa y la ideología del arte y todos los tratados de estética que produce
para nosotros, la tarea de rehabilitar filosóficamente a Saint-Simon, a
Fourier, a Auguste Comte, a Cournot, a Durkheim, etc.
5. Es esta herencia familiar de la dominación masiva del
espiritualismo filosófico lo que explica la coyuntura filosófica actual. Pues,
en ese preciso momento, es cuando empezaron a pasar las cosas, desde Maine de
Biran y Victor Cousin, hasta Lachelier y Bergson. Y lo que pasó fue un cierto
número de pequeños acontecimientos en la historia: lo que se llamó la
revolución de 1848, la Comuna, la primera guerra imperialista mundial del
14-18, la revolución de 1917, la ascensión del fascismo, los Frentes Populares,
la guerra de España, la Segunda Guerra imperialista mundial, la Resistencia, la
caída de Hitler, la Revolución china, la liberación del Tercer Mundo, etc.
Acontecimientos tan cualesquiera que trastornaron
ligeramente el mundo del espiritualismo religioso, moral, estético, patriotero
y, sencillamente, ignorante y bobo que el siglo XIX nos ha dejado en herencia.
Pero,
después de treinta años, después de la tímida reacción
cartesiano-radical-socialista de Alain, después de la apertura bastarda de
Brunschvicg, que intentó poner la tradición de la historia de las ciencias al
servicio de una ideología religiosa supuestamente racionalista, ahora, algo
está empezando a pasar en la filosofía francesa y la relación de fuerzas ha
comenzado, tímidamente, a bascular.
Está a
punto de bascular esta obra de la historia que, a juicio nuestro, aún se halla
en gestación. Querría tratar de señalar los rasgos y también los momentos de la
coyuntura actual.
Distinguiré
dos momentos esenciales:
En un
primer momento, cuyos efectos son los que vemos hoy, se puede
decir que el espiritualismo tuvo que recular bajo la presión de una renovación
de la filosofía francesa o, más precisamente, bajo la presión de un movimiento
de inspiración idealista racionalista y crítico. Retorno a Descartes,
retorno a Kant, descubrimiento de Hegel y de Husserl, lectura seria, estudios y
comentarios de estos autores. Casi podemos trazar el mapa de este Frente
filosófico, que llamaré Frente nº 1, y nombrar a los espiritualistas que
combaten todavía, bajo el disfraz de un viejo Descartes, o de un Husserl,
Heidegger y Freud interpretados a su manera (en este sentido es en el que,
desgraciadamente, está inclinándose cada vez más Merleau-Ponty, y al que
decididamente se ha alistado Ricoeur). Podemos, en cambio, nombrar a los
idealistas racionalistas críticos que hicieron, sobre este Frente, recular al
adversario: junto a los filósofos marxistas como Politzer, Mougin3, etc., que jugaron un
papel crucial en este combate, se puede citar a Sartre, el Rousseau de nuestra
época, hombre del siglo XVIII, más moralista y político que filósofo, pero
idealista racionalista; se puede citar a Jean Hyppolite, que le hizo conocer a
Hegel y Husserl a la filosofía francesa, Guéroult, maestro en enseñar los
rudimentos de una verdadera lectura de los textos, etc.; y entre ellos se puede
también citar a ciertos grandes nombres: Cavaillés, Bachelard, Koyré,
Canguilhem, etc., epistemólogos, historiadores de las ciencias, con ese matiz
extremadamente importante que les hace incorporarse generalmente a conciencia
en la tradición del idealismo crítico, aunque una parte de su obra se
inclina de hecho en un sentido muy diferente. Tal es, por tanto, el primer
momento de la transformación de la coyuntura, que ya se puede considerar en
gran parte cumplido: el retroceso del espiritualismo bajo la presión y los
golpes conjuntos del idealismo racionalista o crítico, y del marxismo, sobre
el Frente nº 1.
Estamos,
sin duda, empezando a vivir hoy un segundo momento. Este momento, en
parte, no existe todavía sino en estado latente: el elemento del cual voy a
hablar ahora está buscándose a sí mismo y, obviamente, de él no se puede decir
que sea dominante en lo más mínimo. Lo que domina aún hoy es el elemento
idealista racionalista o crítico. Aunque, por lo menos, podemos decir que pasa
algo nuevo y, por tanto, tendrá que tenerse en cuenta, pues nos interesa en el
más alto grado, porque también nosotros jugamos un cierto papel en todo este
asunto.
Ocurre
que el descubrimiento de la problemática del idealismo racionalista y crítico
no responde ya a las necesidades profundas de la coyuntura teórica. Lo que pasa
es que la crisis del idealismo racionalista y crítico se encuentra ya, y de
aquí en adelante, abierta. Está abierta pero no es una trinchera. De ahí
una profusión de tentativas yendo en busca de vías nuevas, de ahí la presencia
de la filosofía un poco por todas partes y la presidencia que le es reconocida
a la filosofía en las tentativas de renovación que nacen a izquierda y derecha,
en la crítica literaria, en la novela, en el cine, la pintura, en la etnología,
en la historia del saber, en la historia de las formaciones culturales, etc.,
las más de las veces bajo la égida de Lévi-Strauss, pero también de Bachelard.
Por aquí y allá, como el que no quiere la cosa, brotan filosofías como setas,
en una noche, en todos los jardines privados de la cultura oficial, siendo los
valientes universitarios los que impiden a Picard4 cultivar en paz sus jardines,
es decir, sus tostones. Pero lo que nos interesa a nosotros no son las setas,
entre otras cosas porque no todas son comestibles, lo que nos importa es el
terreno.
Si se
ignoran las manifestaciones de la cultura típicamente parisina, y la cultura de
la «internacional parisina», para hablar de lo que pasa a nivel propiamente
filosófico, se constata, efectivamente, una situación de crisis objetiva.
Gueroult nos ha enseñado a leer. Pero, muy a menudo, comete la equivocación de
requerir el desorden de las razones en virtud del «orden de la razón».
Merleau-Ponty había basculado en el espiritualismo.
Sartre
está vivo y en activo, sigue siendo combativo y generoso, pero no puede
enseñarnos nada de nada, sobre todo de los autores o de los objetos de los que
habla, Marx, Freud, la sociología, la política, etc. Sartre no tendrá la menor
posteridad: está ya filosóficamente muerto, a no ser que renazca en un
sobresalto que nosotros esperamos. Lo que se produce de vivo se produce, por lo
demás, alrededor de Marx, Freud y también de Nietzsche, de Russell, de Frege,
de Heidegger, de la lingüística, de la epistemología, de la historia de las
ciencias. Esta vivacidad vuelve a poner en cuestión, profundamente, la problemática
teórica del espiritualismo (Frente nº 1), pero también, al Frente nº 2, del
idealismo racionalista crítico. Y dicha vivacidad vuelve a cuestionar, al
mismo tiempo, a la problemática ideológica de las ciencias que se dicen
humanas.
Se
puede medir de un modo bastante exacto la carga teórica revolucionaria de la
renovación que está gestándose, midiendo el grado de cuestionamiento de la
problemática idealista crítica y el sentido en que está produciéndose esa
puesta en liza. Este criterio puede autorizar diagnósticos, independientes del
simple éxito cultural. Así, desde ya y de ahora en adelante, podemos decir de
Lévi-Strauss que, a pesar de sus grandes méritos científicos, no jugará, filosóficamente
hablando, un papel comparable al éxito tan sospechoso que ha conseguido; en
cambio, otros autores conocidos, menos conocidos o desconocidos, detentarán en
lo sucesivo, y a veces sin duda lo harán durante mucho tiempo, las claves,
o al menos ciertas claves para nuestro porvenir (pienso en el auténtico
Bachelard, en Canguilhem, en el auténtico Lacan, etc.). Pero dejemos las cuestiones
personales o, mejor, las variaciones de los efectos estructurales individuales
producidos por la coyuntura teórica.
Comoquiera
que sea, en el contexto de este segundo momento se puede insertar, ya empieza a
insertarse, la empresa de la filosofía marxista. Tal y como nosotros la
concebimos, la filosofía marxista lucha, por supuesto, en el frente nº 1 antiespiritualista
al lado de las filosofías racionalistas críticas –pero lucha también en el
Frente nº2 anti-idealista crítico, contra la problemática del idealismo
racionalista y crítico, por una nueva problemática materialista. Que esta
lucha conlleva problemas estratégicos y tácticos, en particular el problema de
las alianzas en la lucha teórica e ideológica, de eso no cabe ni la más mínima
duda. No crearemos misterio. Que estos problemas son bastante simples sobre un
frente tan marcado como el Frente nº 1 antiespiritualista o
anti-irracionalista, eso ya lo sabemos de sobra y nuestros amigos también lo
saben, que estos problemas son mucho más difíciles sobre el Frente nº 2
anti-idealista crítico, no lo ocultamos, ni a nosotros mismos ni a nuestros
amigos: pues se trata de un Frente todavía confuso y muchas veces mal
perfilado, y somos nosotros mismos quienes debemos tener en cuenta no sólo la
evolución general de la situación filosófica y comprender los productos
ideológicos parisino-mundanos, sino también las vacilaciones y los tanteos de
todos los actores, y discernir bien los actos que les comprometen (y los que
pueden hacerles intervenir) verdaderamente, los actos en los que no hacen sino
buscarse a sí mismos. Que nuestros amigos no marxistas sepan al menos que estos
criterios y estos escrúpulos valen también para nosotros mismos y que los
tratamos de tener muy en cuenta en nuestras propias costumbres.
Pero
con todo ello, de nuevo acabo de definir objetivos para los filósofos
marxistas. Pelearnos no solamente con Merleau-Ponty y Ricoeur (Frente nº 1)
sino también con Sartre y Gueroult (Frente nº 2) e intentar ver claro en la
obra aquello que buscan, como nosotros, sólo que de manera a veces muy
diferente, [a] volver a poner en cuestión la problemática idealista crítica
contra la cual nosotros luchamos en el frente nº 2. Toda una lista de obras
necesarias en perspectiva, para los valientes.
Con ello, indico igualmente que, entre las tareas
urgentes de la filosofía marxista, está la tarea de criticar a fondo la
ideología empirista, formalista e idealista que reina sobre la mayor parte de
las ciencias humanas, la tarea de localizar, en este dominio de las ciencias
humanas, cuáles son los objetos reales y los objetos imaginarios, cuáles
nuestros aliados específicos, los especialistas que de hecho están de nuestro
lado, sea que su práctica corresponde a un objeto real, como en sociología
lingüística, sea que producen conceptos que pueden servir a la mutación
filosófica actualmente en curso, o sea, finalmente, que ocupan ya un lugar en
los Frentes de la lucha filosófica.
II. La teoría
marxista
Acabamos de ver, de hecho, la cuestión de los elementos de
la coyuntura que conciernen a la teoría marxista. Como me he explicado sobre
este punto en un cierto número de páginas, seré más conciso, pero al mismo
tiempo más explícito y preciso.
La tarea fundamental de la teoría marxista, su tarea
estratégica, tiene por objeto la teoría marxista misma. Preciso que la teoría
marxista debe saber muy exactamente lo que es en tanto teoría, y saber igual de
exactamente dónde se encuentra, para saber qué trabajo teórico puede y debe
cumplir.
Esta tarea no es una empresa segura, un simple asunto de
definición. O, más precisamente, la rigurosa empresa de definición, hoy, en
1966, de la especificidad de la teoría marxista sólo la podemos llevar a cabo
en la lucha y a través de ella. No hay tentativa de definición de la teoría
marxista sin una lucha contra las interpretaciones ideológicas de la teoría
marxista, no solamente contra las interpretaciones, deformaciones, prejuicios,
ignorancias del marxismo que reinan fuera del medio marxista, sino también
contra las interpretaciones ideológicas, deformaciones, etc., en el interior
del medio marxista, nacional e internacional. También nosotros tenemos nuestros
espiritualistas y, precisamente, tenemos también a nuestros ideólogos de la
creación del hombre por el hombre, de la definición del hombre por su
conciencia del porvenir y la interpretación del marxismo como un humanismo.
Tenemos asimismo a nuestros idealistas críticos y racionalistas, a nuestros
ideólogos de la praxis transcendental, vagamente kantianos o husserlianos,
llegando a suceder incluso que espiritualistas e idealistas se presten, según
las circunstancias, los conceptos de cuya utilidad precisan. Asimismo, tenemos
a nuestros empiristas racionalistas que por añadidura, las más de las veces,
son al mismo tiempo humanistas, sobre todo entre los psicólogos, psiquiatras,
etc. Tenemos a nuestros materialistas mecanicistas, monistas, economistas, en
todos los ámbitos, y no solamente en economía política. Imposible definir la
teoría marxista con alguna mínima precisión sin una lucha crítica rigurosa, en
los dos sentidos del término, contra todas estas deformaciones ideológicas del
marxismo, al mismo tiempo que intentamos definir la teoría marxista. Así pues,
debemos abrir constantemente un capítulo a doble columna, y si voy dejar en el
silencio, en lo que va a seguir, la columna nº 2 (obras de crítica
anti-ideológica), para hablar solamente de la primera columna, pido que no se
olvide jamás la existencia de esta segunda columna. Ella también tiene
necesidad de obras especializadas.
La tarea nº 1 consiste, pues, en definir la teoría marxista.
Con lo que quiero decir, ante todo, distinguir por una parte la ciencia
marxista de la historia, o materialismo histórico, que es una ciencia, y por
otra parte la filosofía marxista, o materialismo dialéctico, que es una
filosofía. Es decir, también, definir el objeto propio de cada disciplina y el
estatuto respectivo de cada una de las dos disciplinas, y muy en primer lugar
lo que hace que la filosofía marxista sea, aunque de carácter científico, una
filosofía y no una ciencia en el sentido estricto.5
Señalo un poco como de pasada que este último punto, a
saber, la diferencia de estatuto teórico que distingue a la filosofía marxista
de la ciencia marxista, ha estado de hecho eludido en las obras que hemos
publicado6. En efecto, he distinguido la filosofía marxista de la ciencia de la
historia marxista por la sola diferencia de su objeto, sin poner en evidencia,
como habría de hacerse, la diferencia de su estatuto teórico. Inscribo, por
tanto, entre las cuestiones importantes a estudiar, la cuestión de la
diferencia específica de estatuto teórico entre la ciencia marxista y la
filosofía marxista.
Esta cuestión puede, naturalmente, implicar toda una serie
de desarrollos y de cuestiones anexas, pero no puedo entrar aquí en su examen.
Una vez definida la ciencia marxista de la historia y la
filosofía marxista de la historia, una vez definida la diferencia de su objeto
y la diferencia de su estatuto teórico, podemos abrir dos grandes capítulos: el
capítulo de los trabajos teóricos a cumplir en el ámbito de la filosofía
marxista por una parte, y en la ciencia marxista de la historia por otra.
Utilizaré la terminología al uso: dominio del materialismo dialéctico y dominio
del materialismo histórico.
De paso aprovecho para prevenir de que el asunto no es
establecer una lista exhaustiva de las posibles cuestiones: son infinitas.
Quisiera solamente retener las grandes cuestiones que hoy ocupan, de hecho, una
posición teórica estratégica en el desarrollo de la teoría marxista.
II.
1. En el dominio
del materialismo dialéctico
Cuestiones estratégicas: enumero y, si la ocasión lo
requiere, comento.
Cuestión estratégica nº 1. Diferencia de estatuto teórico
entre la ciencia marxista y la filosofía marxista.
Cuestión estratégica nº 2: teoría de la causalidad
estructural. Es evidente en el uso que esta cuestión es la que dirige en
segunda instancia, si no en primera. Dirige la teoría de la práctica en general
y, por tanto, la teoría de la práctica teórica misma. Esta cuestión dirige, a
la vez, la teoría general de la práctica y la teoría de la dialéctica (comprendiendo
la teoría de la tradición). Sobre esta cuestión tenemos cada vez más elementos
que son otros tantos índices de su importancia decisiva, y más aún por lo que
respecta a nuestra investigación, para discernir nuestra cuestión, aun si ella
nos parece tan complicada. Lo que se ha dicho en Para leer el capital es, de
hecho, muy rudimentario: pero, al menos, la cuestión ha sido señalada y
llamada, eso espero, por su propio nombre.
Cuestión estratégica nº 3: Teoría de la práctica teórica, es
decir, de la práctica productiva de conocimientos. Indico aquí un punto
todavía eludido, también, en las obras que han aparecido. En estas obras, la
cuestión de la práctica teórica está mucho más planteada que resuelta, ha sido
planteada, como es siempre el caso (la reflexión y la búsqueda no avanzan de
otro modo), a la vez para hacer aparecer ciertas características mal
discernidas y para combatir las interpretaciones ideológicas. En las obras
publicadas, de lo que se trataba era de combatir, ante todo, una interpretación
empirista y pragmatista de la teoría marxista. De ahí, el acento puesto, como
se dice, sobre la especificidad de la práctica teórica. Esta oposición ideológica,
que yo creo fundamentalmente justa, ha inducido un efecto de elusión: he
omitido un punto extremadamente importante, que es lo que provisionalmente se
puede designar con la expresión: la cuestión del conocimiento empírico. Lenin
dijo, por ejemplo, que el alma viva del marxismo es «el análisis concreto de
una situación concreta». No he producido, ni esbozado siquiera, la teoría de
esta fórmula. No digo que lo que he escrito impida hacer tal teoría: pero la ausencia
de teoría del conocimiento empírico produce, como toda ausencia, efectos de distorsión
y de desplazamiento en el interior mismo de lo que está presente, es decir, de
lo que se ha dicho. Lo cual, por lo demás, bien podría decirse de otra forma, a
saber: diciendo que al poner rotundamente el acento sobre la especificidad de
la teoría, y de la práctica teórica, resultan algunos silencios (molestos) y,
por lo mismo, algunos puntos equívocos en lo que se ha escrito. Os digo, otra
vez de pasada, que esta elisión no deja de tener consecuencias. Su resultado
esencial ha sido ponernos muy a mal con los historiadores, sociólogos en
particular, que pasan su tiempo y su vida o, en todo caso, una buena parte de
su tiempo, dedicándose a la producción de conocimientos empíricos. De ahí las
discusiones homéricas, directas o a la cantonade, es decir, por personas
interpuestas o rumores subsecuentes, con los amigos historiadores o sociólogos
que, si hasta ahora han tenido la delicadeza, por amistad sin duda, de no decir
nada públicamente, no es menos cierto que lo piensan o pueden pensarlo,
innegablemente7. Y tienen razón sobre esa elisión. Estoy intentando colmar esta
laguna por escrito, en un texto que aparecerá quizás un día, o eso espero.8
Sobre la cuestión de la teoría de la práctica teórica, los
investigadores ya están al trabajo.9
Cuestión teórica nº 4: se relaciona con la anterior pero
creo que interesa desprenderla. Sería una teoría del efecto del conocimiento.
Ella supone una teoría general del efecto del discurso, y la distinción de
diferentes tipos específicos del discurso, para poner en evidencia el propio
discurso científico. También aquí se está al trabajo, desde hace bastante
tiempo.
Cuestión estratégica nº 5: Teoría de la ideología. Aquí, lo
dicho en las obras publicadas sigue siendo importante, pero está marcado por la
lucha dirigida contra el empirismo y el pragmatismo. De ahí los silencios y los
posibles puntos de distorsión. Uno necesitaría, en primer lugar, empeñar la
vida entera para producir una teoría general de la ideología y, para ello, se
tendría que señalar que la asignación de la ideología no es posible sino bajo
la retrospección de un conocimiento no-ideológico; se necesitaría señalar que
la relación ciencia-ideología constituye un campo de variaciones, balizado por
dos posiciones límite (la de la ciencia por una parte y la de la ideología por
otra), un campo vectorial orientado por la retrospección de lo que vengo
diciendo; y es necesario señalar que este campo es el momento, en constante
transformación, de un proceso, y que es un proceso que define la existencia y
la naturaleza de este campo.
Conjuntamente se podría efectuar otros estudios sobre la ideología,
sobre su lugar y sus lugares de enraizamiento en la estructura social; e
igualmente sobre las diferentes regiones de la ideología.
Las búsquedas están en curso.
Cuestión estratégica nº 6. La teoría de un efecto
estructural particular. Lo que podemos llamar la teoría de un efecto subjetivo,
o teoría del sujeto. Problema de gran importancia pero extremadamente difícil,
sobre el cual algunos de nosotros están ya prosiguiendo las búsquedas.10
Cuestión estratégica nº 7. Teoría de la individualidad
–indispensable para desarrollar en el materialismo histórico la teoría de las
formas históricas de la individualidad (entre las cuales entran, no solamente
todos los problemas de lo que se llama habitualmente el individuo, sino también
otros problemas y, sobre todo, la teoría de la formación social).
Habría, por supuesto, otras muchas cuestiones, pero he
retenido sólo aquellas que me parecían más importantes.
2. En el
materialismo histórico
Enumero una lista de cuestiones que me parecen estratégicas,
desde el punto de vista teórico.
Cuestión estratégica nº 1. Definición sistemática de los
conceptos, actualmente disponibles y probados, de la teoría general del
materialismo histórico.
Cuestión estratégica nº 2. Teoría de las clases sociales y
de los partidos políticos.
Cuestión estratégica nº 3. Teoría de la superestructura
jurídico-política (teoría del derecho, teoría del poder de Estado, teoría de
los aparatos de Estado)
Cuestión estratégica nº 4. Teoría de la práctica política.
Cuestión estratégica nº 5. Teoría de las formas de
transición.
Cuestión estratégica nº 6. Teoría de las formas de la
individualidad histórica (por tanto, de la formación social).
Aquí tendrían que ser abordadas innumerables cuestiones.
Pero debemos conformarnos. Añadiremos tan sólo que, las cuestiones que hemos
establecido para el materialismo histórico, están infinitamente mejor
definidas que en el materialismo dialéctico. De hecho, tenemos demasiados
elementos y experiencias teóricas y prácticas para establecer. Es uno de los
efectos del avance teórico del materialismo histórico sobre el materialismo
dialéctico.
III.
Querría, en definitiva, mencionar algunas cosas que pueden
resultar relevantes para la historia de los historiadores, ya sean estos
historiadores de la filosofía, de la ideología, de la política o de la
economía. Estas cuestiones nos aparecen cuestiones que se han de tratar
históricamente, para permitir la posición y la solución de los problemas
teóricos y, al mismo tiempo, como cuestiones que requieren conceptos teóricos a
elaborar para poder ser tratados históricamente. Pienso que es útil sacarle
partido a este círculo; no como un impasse sino como la condición de una
progresión acoplada, de la historia empírica y de la teoría.
Estas cuestiones:
Historia teórica y política de la II Internacional, en sus
grandes líneas.
Historia de la III Internacional en sus grandes líneas.
El culto a la personalidad11 (ejemplo: tipo de bloqueo
empírico por falta de teoría sobre la política, y las formas de transición).
El imperialismo.12
Para concluir, volveré a mi punto de partida.
Debo daros explicaciones. Voy a decir que os las he dado. De
hecho, es el análisis de la estructura de la coyuntura el que nos las ha dado.
Someto a vuestra discusión este análisis y sus conclusiones.
Notas
1. Los tres primeros párrafos son extremadamente diferentes
en la primera versión del texto:
Queridos amigos,
Al igual que yo, conocéis la profunda palabra (y, por añadidura, apócrifa) con
la cual Maquiavelo definió la Ley universal que gobierna a los hombres: más
vale no decir lo que ni que decirse tiene.
Esta palabra enuncia un principio que rige no solamente las reuniones
oficiales, las segundas intenciones de los encuentros, sino también la
filosofía y la dialéctica clásicas.
Dado que nuestro encuentro, con todas las apariencias de una reunión oficial, y
nosotros mismos tenemos todos segundas intenciones no estará de más que nos
preguntemos cuál es la segunda intención del vecino y, como vamos a hablar de
filosofía, propongo que se aplique la ley de Maquiavelo para suprimir los
efectos.
2. Este párrafo condensa en algunas líneas los desarrollos
siguientes de la primera versión:
Ahora bien, adelanto
otro género de presentación, mediante la cual vamos a tener conocimiento del
objeto de nuestra reunión. Pues estamos un poco en la situación de unos
individuos que han sido invitados a un espectáculo, que nadie ha visto y del
cual nadie todavía ha hablado, conocemos vagamente el título de la obra, pero
no tenemos ni idea del contenido y ni siquiera conocemos el autor.
Se va arreglar de antemano la cuestión del autor. Esta pieza es una pieza sin
autor. Si nos encontramos aquí es, tan sólo, como efectos de una coyuntura
teórica. El que os habla no es, como cualquiera de vosotros, más que un efecto
estructural particular de esta coyuntura, un efecto que, como cualquier otro,
es portador de un nombre propio. La coyuntura teórica que nos domina ha
producido el efecto-Althusser, como ha producido el efecto-Rancière, el
efecto-Balibar, el efecto-Macherey, el efecto-Establet, como también ha
producido el efecto-Badiou, el efecto-Vernant, el efecto-Bettelheim, etc. Bien
entendido, este efecto presenta algunas variaciones: así, por ejemplo, el
efecto-Vernant y el efecto- Althusser no coinciden –lo que únicamente quiere
decir que tenemos serios desacuerdos filosóficos. Me atreveré a decir, sin
querer bajo ningún concepto presumir de nuestros motivos personales, que me
parece que nuestros amigos no marxistas, pero interesados en el marxismo,
figuran aquí igualmente, sólo que bajo una forma diferente a la de los
filósofos que acabo de nombrar y a la de algún otro que lo hace de una forma
particular, a título de efectos de la coyuntura teórica. Mi amigo Jacques
Derrida, me querrá, eso espero, decir que si él está aquí hoy no es sólo a
título de amistad y de la indulgencia filosófica sino, igualmente, en tanto que
efecto estructural de la coyuntura filosófica. Por tanto, existe asimismo un
efecto-Derrida.
Que la pieza que se representa aquí sea una pieza sin autor, que todos nosotros
seamos los efectos estructurales de la coyuntura, no es ninguna broma. Es la
coyuntura filosófica la que nos ha reunido aquí y la que da a nuestra reunión
su objeto. Nadie se asustará de que, para definir el objeto de nuestra reunión,
me entretenga en la coyuntura. En ella querré tratar de decir lo que ni que
decirse tiene y me dejaré la voz en el análisis de la coyuntura filosófica que
nos domina.
3. Henri Mougin es el autor de La Sagrada Familia existencialista (Éditions Sociales, 1947),
Althusser piensa quizás más específicamente aquí en su artículo «El espíritu enciclopédico y la tradición
filosófica francesa», La Pensée 5, 6 y 7, 1945-6.
4. Raymond Picard, Nouvelle
Critique, nouvelle imposture, panfleto contra la Nouvelle Critique y, más en particular, contra Sur Racine de Barthes, este último le respondió en Crítica y Verdad.
5. «Filosofía de carácter
científico» es una fórmula de transición característica de este momento de la
concepción althusseriana de la filosofía. Recíprocamente, puede encontrarse en
varios textos redactados por Althusser en la misma época la expresión más
paradójica de: «ideología de carácter científico» (Nota del editor).
6. Pour Marx y Lire Le capital.
7. Sin duda Althusser piensa aquí, particularmente, en
Jean-Pierre Vernant, presente en su exposición, y se opondrá a él a la hora de
la discusión que la seguirá, o en Pierre Vilar, que publicará en el 73 un
artículo sobre Althusser (y este comenzará a redactar una respuesta): «Historia marxista, historia en
construcción. Ensayo de un diálogo con Althusser».
8. Althusser piensa, sin duda, en su obra finalmente
inacabada sobre la unión de la teoría y la práctica.
9. En particular, «Tres
notas sobre la teoría del discurso».
10 Ibídem.
11. En 1964, Althusser comienza a redactar una obra titulada
«Como pensar el problema del culto»,
de la que se conservan los tres primeros capítulos. Estando contenido, también,
este texto en otra obra inacabada consagrada al análisis crítico de la teoría
de la alienación.
12. En 1973, Althusser comienza a redactar una obra sobre el
imperialismo, dedicada a refutar la teoría del «capitalismo monopolista de Estado» entonces dominante en el
partido comunista francés, y a criticar la idea de «modo de producción socialista».
El texto anterior trata de la
conferencia “Conjoncture philosophique et
recherche théorique marxiste”, contenida originariamente en los Écrits
philosophiques et politiques, Tome II, editados por Stock/IMEC en 1995 y 1997.
Los textos de este segundo tomo fueron reunidos y presentados por François
Matheron. A propósito de este texto específico encontramos, en la edición
francesa, la nota introductoria siguiente:
“Los archivos de
Althusser contienen dos versiones muy distintas de la conferencia “Coyuntura
filosófica y búsqueda teórica marxista”. Esta que publicamos proviene de un
texto roneotipado en el que se precisa: “pronunciado en la École Normale
Supérieure el 26 de Junio de 1966”, sobre lo cual no figura ninguna corrección
manuscrita. Tal y como deja de manifiesto la grabación conservada por Althusser
(que contiene una parte de la, con frecuencia, acalorada discusión,
especialmente con Jean Pierre Vernant, que seguía la conferencia), se trata,
palabra por palabra, de la exposición que efectivamente se pronunció. Numerosos
ejemplares de este texto han sido encontrados en los archivos de Althusser, y
todo indica que fue ampliamente difundido, accediendo así al estatuto de texto
semi-público. Precedido de la mención manuscrita “no pronunciado”, la otra
versión de este texto (ocho páginas dactilografiadas que comprenden numerosas
correcciones manuscritas) es más vieja. Si bien es más corta, sólo lo es en
razón de su inacabamiento: en realidad, la totalidad de su contenido se
encuentra repetida en las dos primeras páginas de la versión definitiva, donde
el estilo es mucho más conciso. Sin embargo, no hemos visto necesario publicar
la integridad de esta primera versión.”
Traducción del francés por
Alejandro Arozamena