Karl Marx ✆ A.d. |
Quiero decir y me animo: sus libros no serían tan buenos con otros títulos(Página/12, 18/4/14). Acordándome de esto y acabando de leer el muy sonado Capital in the twenty-first century (2014, 671 pp.), de Thomas Piketty –el nuevo “economista superstar”–, quiero decir y me animo: su libro no tendría tan buena recepción con otro título. Sin la obvia (¿burda?) alusión a El capital de Marx que, dicho sea de paso, no sólo fue un gran economista (y sociólogo), sino también un gran titulero (y hacía buena literatura). ¡Y vaya! Un libro que de Marx –aparte del título– no tiene nada, y que además desde el punto de vista marxista resulta problemático.
Difícil decidir por dónde empezar y dónde acabar. Veamos por ejemplo la definición del capital: mientras para Marx éste era –sobre todo– una específica relación social, para Piketty –como para otros economistas neoclásicos– es sólo un conjunto de bienes,
sinónimo de riqueza(pp. 47-48). O fragmentos donde señala –supuestas– limitaciones de Marx (pp. 7-11) o rechaza la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia (pp. 227-230), que despiertan serias dudas sobre si el autor haya leído
El capital o algo más de Marx.
He aquí una respuesta (New Republic, 5/5/14):
“(Entrevistador): –¿Podría decirnos algo sobre el impacto de Marx en su pensamiento y como empezó a leerlo?Sólo alguien que ni ha visto El capital pudo decir algo así... y como al final dijo que leyó el Manifiesto, también decidió
“(Piketty): –En realidad nunca lo he leído... (¡super-sic!). (Sólo) el Manifiesto comunista, una pieza breve, fuerte. Das Kapital creo que es muy difícil de leer (¡sic!) y no fue mi influencia (¡sic!)
“–Porque por el título de su libro, parecía que le rendía tributo.
“–No, no, ¡para nada! La gran diferencia es que mi libro es sobre la historia del capital (¡sic!), y en el libro de Marx no hay datos (¡supersic!).”
robareste título, publicando su Manifiesto por Europa (The Guardian, 2/5/14).
Con esto bastaría, pero igual el marxista inglés Michael Roberts se tomó la molestia de desnudar más a Piketty (véanse varias entradas en su blog: The Next Recession). Sólo una de las conclusiones (más generoso, imposible): “Si se limitara a presentar sus datos sobre la desigualdad (¡él sí tiene datos!: MW), sería una contribución. Pero quiso más: corregir el marxismo (¡sic!) y remplazarlo con sus ‘leyes fundamentales’ (¡sic!), según las cuales se puede arreglar al capitalismo reduciendo las desigualdades”.
David Harvey, el experto en El capital, señaló por su parte que aunque los datos de Piketty son valiosos, las razones de la desigualdad que da tienen fallas, que
capitalno es
riquezay que le haría bien leer a Marx, cosa que no hizo ( davidharvey.org).
Michel Husson, el marxista francés, remarcó que su enfoque neoclásico simplemente distorsiona las verdaderas leyes del movimiento en el capitalismo ( Contretemps, 10/2/14).
Incluso queriendo reconocerle algo como el cuestionamiento a los dogmas neoliberales (
desigualdades y meritocracia son buenos), o un buen estilo y referencias literarias (Austen, Balzac, Dickens, etcétera), uno acaba como Alan Nasser en su bastante matizada reseña ( Counterpunch, 2-4/5/14), señalando más fallas: ausencia del lado del trabajo e ingenuidad política.
Todos los autores –incluido Marx, que con su Miseria de la filosofía parafraseaba a Proudhon para atacarlo–
tomamos prestadoso
robamostítulos ajenos; para jugar con palabras, evocar, criticar o para llevar mejor el argumento propio. Este columnista
atracóúltimamente dos veces a Foucault ( La Jornada, 9 y 23/5/14); ahora
asaltóa De Sica ( Ladrones de bicicletas, 1948). No hay nada malo en esto. Pero en el caso de Piketty, no sólo resulta un poco patético, sino engañoso. Así se puede escuchar que Piketty
actualiza a Marx para el siglo XXI(¡sic!) o que
gracias a él, Marx está otra vez en boga(¡sic!). Así, la crítica de las desigualdades se confunde con el anticapitalismo, o parece que las desigualdades son la
principal contradicción del capitalismo(y no son nada esencial de este sistema de producción, más bien propio de todas las sociedades clasistas).
Si bien entre los marxistas hay fuerte debate sobre cuál es la principal contradicción (Harvey contribuye a él con su nuevo libro: Seventeen contradictions and the end of capitalism, 2014, 336 pp.), las desigualdades ni están en la lista. O lleva a otras confusiones, incluso en nombre de buenas causas: activistas que defienden el legado de Marx (y Engels) de la privatización y desaparición de Internet (Lawrence & Wishart versus Marxists Internet Archive) ponen como ejemplo de su actualidad el –supuesto– “diálogo que Piketty lleva con él en su bestseller” –¡sic!– ( The Guardian, 5/5/14).
Para que no quede duda: la crítica de aquí no es la misma que le hace a Piketty la derecha (o Financial Times) tildándolo de
marxista(¡sic!) y su análisis de
radical; el problema es que no es suficientemente radical. Piketty pretende –este es el objetivo de su libro–
salvar el capitalismo de sí mismoy –promoviendo nuevos impuestos–
hacerlo funcionar para todos(que es –bien apunta Roberts– una contradictio in terminis). Según él,
necesitamos el capitalismo, pero
un poco más justo, más lejos de Marx, que abogaba por otro sistema, sin clases, imposible. En algún momento Piketty muestra reparos por el título, pero –paradójicamente– por su segunda parte (“... in the twenty-first century”):
Tal vez era presumido ponerlo así en la víspera del siglo(p. 35). Curioso, ya que la más problemática resulta la primera (“ Capital...”).
James K. Galbraith, después de criticar duramente a Piketty, concluye así su reseña:
(...) a pesar de las grandes ambiciones su libro no es un trabajo completo con teoría sofisticada, como su título, extensión y recepción sugieren(Dissent, primavera 2014).
Por el bien del debate dejemos abierta la cuestión de si Capital in the twenty-first century es una
obra maestra(como se asegura), o si Thomas Piketty es un
genio económico(como se dice). Lo seguro es que es un pésimo titulero.