Anthony Giddens | Según
Marx, el desarrollo de la sociedad es consecuencia de la continua interacción
productiva entre los hombres y la naturaleza. El hombre «se diferencia de los
animales a partir del momento en que comienza a producir sus medios de
subsistencia [...]»1 La «producción y reproducción de la vida» es una exigencia
dictada por las necesidades biológicas del organismo humano y a la vez, lo que
es más importante, la fuente creadora de nuevas necesidades y capacidades. De
este modo la actividad productiva está en la raíz de la sociedad, tanto en
sentido histórico como analítico. La producción «es el primer hecho histórico»;
y «la producción de la vida material [...] es [...] una condición fundamental
de toda historia, que lo mismo hoy que hace miles de años necesita cumplirse
todos los días y a todas horas, simplemente para asegurar la vida de los
hombres». 2 Todo individuo, con sus acciones cotidianas, vuelve a crear y
reproduce la sociedad en cada momento: de aquí proviene lo que es estable en la
organización social y éste es, a la vez, el origen de una modificación
interminable.
Cualquier tipo de sistema productivo trae consigo un
determinado conjunto de relaciones entre los individuos que participan en el
proceso de producción. De aquí parte una de las críticas más notables que hace
Marx a la economía política y utilitarismo en general. El concepto de
«individuo aislado» es una construcción de la filosofía individualista
burguesa, y sirve para encubrir el carácter social que la producción siempre
manifiesta. Marx alude a Adam Smith calificándolo de «Lutero de la economía
política», porque él, y después de él los demás economistas, han situado
correctamente en el trabajo la fuente de la autocreación del hombre.3
Pero los
economistas no han hecho resaltar precisamente que la autocreación del hombre
por medio de la producción entraña un proceso de desarrollo social. Los seres
humanos nunca producen simplemente como individuos, sino que siempre lo hacen
como miembros de una determinada forma de sociedad. Por tanto, no hay ningún
tipo de sociedad que no se funde en un determinado conjunto de relaciones de
producción.4
En la producción, los
hombres no actúan solamente sobre la naturaleza, sino que actúan también los
unos sobre los otros. No pueden producir sin asociarse de un cierto modo, para
actuar en común y establecer un intercambio de actividades. Para producir, los
hombres contraen determinados vínculos y relaciones, y a través de estos
vínculos y relaciones sociales, y sólo a través de ellos, es como se relacionan
con la naturaleza y como se efectúa la producción. 5
En toda forma de sociedad hay «una suma de fuerzas de
producción, una relación históricamente creada con la naturaleza y entre unos y
otros individuos, que cada generación transfiere a la que sigue [...]».6 Marx
no pretende construir ningún tipo de teoría general sobre lo que provoca la
expansión de las fuerzas productivas (Produktionskräfte).
Esto sólo puede explicarse por medio del análisis social e histórico concreto.
De este modo, las modificaciones de fuerzas productivas que se dan en la
transición del feudalismo al capitalismo pueden encontrar su explicación en los
términos de una serie convergente de hechos históricos. Más aún, se dan casos
de sociedades en que las fuerzas de producción llegan a desarrollarse en un
grado bastante elevado, pero en que los demás elementos de la organización
social retardan cualquier paso más adelante. Marx cita el ejemplo del Perú, que
tuvo una economía desarrollada en ciertos aspectos, pero quedó entorpecida por
la ausencia de un sistema monetario. La incapacidad de desarrollar un sistema
monetario dependió en gran parte de la situación geográfica aislada del país,
que contuvo la expansión del comercio.7
El dominio clasista
Las clases surgen, según Marx, allí donde las relaciones de
producción entrañan una división diferenciada del trabajo que permite una
acumulación de producción excedente; ésta puede pasar a manos de un grupo
minoritario, que de este modo se coloca en una relación explotadora respecto a
la masa de productores. Al tratar de las relaciones entre clases en la
sociedad, Marx usa generalmente los términos Herrschaft y
Klassenherrschaft. En las versiones inglesas de los escritos de Marx, se
acostumbra traducirlos por «autoridad» y «régimen de clase» (rule, class rule). Pero estos términos
sugieren bastante más imposición deliberada de poder de lo que implica
necesariamente la terminología alemana. En consecuencia, conviene más emplear
el término «dominio» que «autoridad». 8
Todos los análisis que hace Marx del dominio o régimen
clasista tienen como finalidad primaria la explicación de la estructura y la
dinámica características de la sociedad burguesa; de modo que la precisión de
conceptos tiene una importancia secundaria respecto a este centro supremo de
atención. De ahí que Marx a menudo usa el término Klasse de un modo algo
desenvuelto, y no se sintió obligado a afrontar el problema de descifrar de una
manera precisa el concepto de clase hasta bastante cerca del fin de su carrera
intelectual9 Lo mismo que el concepto de «racionalización» en el pensamiento de
Max Weber, la noción de clase es tan fundamental en los escritos de Marx que,
en sus obras más importantes, da por supuesto su significado. Se ha observado
como una ironía el que los manuscritos dejados por Marx al morir quedaran
interrumpidos precisamente en el punto en que iba a proceder a un análisis
sistemático del concepto de clase.10 Por primera vez en sus escritos, aquí
propone explícitamente la pregunta «¿qué es una clase?» Pero lo que dice Marx,
antes de terminar el escrito, es principalmente negativo. La clase no debe
identificarse ni con la fuente de ingresos ni con la posición funcional en la
división del trabajo. Estos criterios nos darían una gran pluralidad de clases:
los médicos, cuyos ingresos provienen del tratamiento de enfermos, serían una
clase distinta de los agricultores, que deducen los suyos del cultivo de la
tierra, etc. Más aún, tales criterios partirían por medio la situación de los
grupos de individuos en el proceso productivo: dos hombres, por ejemplo, pueden
dedicarse ambos a la construcción, pero uno puede ser empleado de una gran
empresa y carecer de propiedad, y el otro puede ser propietario de una pequeña
empresa.
La insistencia de Marx en que las clases no son grupos según
los ingresos es un aspecto concreto de su premisa general, formulada en El Capital, de que la distribución de
bienes económicos no es un ámbito separado de la producción o independiente de
ella, sino que está determinado por el modo de producción. Marx rechaza por
«absurda» la afirmación de John Stuart Mill, y de muchos economistas políticos,
de que las instituciones humanas controlan (y pueden modificar) la
distribución, mientras que la producción viene regida por leyes precisas.11 Tal
punto de vista serviría de base para suponer que las clases no son más que
desigualdades en la distribución de ingresos y, por tanto, que el conflicto de
clases puede mitigarse o incluso eliminarse del todo introduciendo medidas que
minimicen las diferencias entre los ingresos. Luego, para Marx, las clases son
un aspecto de las relaciones de producción. A pesar de la variabilidad de su
terminología, es relativamente fácil deducir lo que es substancial en la
concepción de clase que tiene Marx, a partir de las abundantes alusiones
esparcidas a lo largo de sus muchos escritos. Las clases se constituyen por la
relación de grupos de individuos respecto a la posesión de propiedad privada
sobre los medios de producción. Esto nos da un modelo de relaciones de clase
básicamente dicotómico: todas las sociedades clasistas se constituyen alrededor
de una línea divisoria entre dos clases antagónicas, la dominante y la
sometida.12 Clase, tal como la entiende Marx, implica necesariamente una
relación conflictiva. Repetidas veces lo indica Marx con énfasis lingüístico.
Por ejemplo, al tratar de la situación del campesinado en Francia en el siglo
XIX, hace el siguiente comentario:
Los campesinos
parcelarios forman una masa inmensa, cuyos individuos viven en idéntica
situación, pero sin que entre ellos existan muchas relaciones. Su modo de
producción los aísla a unos de otros, en vez de establecer relaciones mutuas
entre ellos [...]. En la medida en que millones de familias viven bajo
condiciones económicas de existencia que las distinguen por su modo de vivir,
sus intereses y su cultura de otras clases y las oponen a éstas de un modo
hostil, aquéllas forman una clase. Por cuanto existe entre los campesinos
parcelarios una articulación puramente local y la identidad de sus intereses no
engendra entre ellos ninguna comunidad, ninguna unión nacional y ninguna
organización política, no forman una clase 13
En otro contexto, Marx hace una observación semejante
refiriéndose a la burguesía: los capitalistas forman una clase sólo en la
medida en que se ven obligados a sostener una lucha común contra otra clase.
Pues, por lo demás, ellos mismos se enfrentan unos con otros, en el plano de la
competencia, en pos de ganancias en el mercado.14
Estructura clasista y
relaciones de mercado
Es importante recalcar que el concepto dicotómico de clase
aparece como una construcción teórica en los escritos de Marx. Sólo la sociedad
burguesa –tal como Marx traza su futuro desarrollo– encaja bastante con esta
descripción. Todas las sociedades clasistas de la historia muestran un sistema
de relaciones más complicado que interfiere con el eje dicotómico de la
estructura de clases. En la sociedad burguesa se dan tres tipos de estas
agrupaciones que complican el asunto:
1. Clases que, aunque desempeñan un importante papel
económico y político en la forma existente de sociedad, son marginales en el
sentido de que provienen de un conjunto de relaciones de producción que, o bien
están caducando o bien, a la inversa, están surgiendo.15 Un ejemplo de las
primeras lo tenemos en el caso de los campesinos libres que, si bien todavía
fuertes en Francia y Alemania, van pasando a depender de los capitalistas
agrícolas, o se ven obligados a unirse al proletariado urbano.16
2. Las capas sociales que están en relación de dependencia
funcional respecto a una de las clases y que, por tanto, tienden a
identificarse políticamente con ella. Corresponden a esta categoría los que
Marx denomina «directores», que trabajan en la administración de la industria:
el alto personal ejecutivo.17
3. Finalmente, en el Lumpenproletariat se encuentran grupos
heterogéneos de individuos que quedan al margen del sistema de clases porque no
están plenamente integrados en la división del trabajo. Los componen «rateros y
delincuentes de todas clases, que viven de los despojos de la sociedad, gentes
sin profesión fija, vagabundos, gente sin patria ni hogar».18
Varía históricamente el grado de homogeneidad de una clase:
dentro de todas ellas hay «gradaciones especiales»19 En Las luchas de clases en Francia, Marx analiza el conflicto entre
los capitalistas financieros y los industriales de 1848 a 1850. Se trata de un
ejemplo empírico de la persistente subdivisión dentro del conjunto de la
burguesía; como otras subdivisiones por el estilo, se funda en la divergencia
respecto a un tipo concreto de intereses: «[...]
ya que el beneficio puede dividirse en dos tipos de réditos. Las dos especies
de capitalistas no expresan más que ese hecho».20 Según Marx, la distribución de las clases y la
naturaleza del conflicto entre ellas cambian considerablemente con la aparición
de sucesivas formas de sociedad. Las sociedades precapitalistas estaban
organizadas preponderantemente por el lugar. Generalizando una metáfora que
Marx aplica al campesinado francés, puede decirse que toda sociedad precapitalista
«se forma [...] por la simple suma de
unidades del mismo nombre, al modo como, por ejemplo, las patatas de un saco
forman un saco de patatas».21
En estas formas de sociedad las relaciones económicas no se
manifiestan como simples relaciones de mercado; el domino o subordinación
económicos vienen mezclados con vínculos personales entre los individuos. Así,
por ejemplo, el dominio del terrateniente feudal funciona a través del vínculo
personal de servidumbre y el pago directo de diezmos. Más aún, el siervo
conserva en gran medida el control de sus medios de producción, a pesar de que
tiene que ceder como tributo a un dueño una parte de su producto. Las puras
relaciones de mercado no aparecerán como el determinante de la actividad
productiva humana hasta el advenimiento del capitalismo, el cual depende de la
expropiación de una masa de trabajadores que, aparte de su fuerza de trabajo,
no tienen nada que ofrecer a cambio de los medios de subsistencia. La sociedad
burguesa ha desgarrado sin piedad «las abigarradas ligaduras feudales que
ataban al hombre a sus “superiores naturales”, para no dejar subsistir otro
vínculo entre los hombres que el frío interés, el cruel “pago al contado”
[...]. En una palabra, en lugar de la explotación velada por ilusiones
religiosas y política, ha establecido una explotación abierta, descarada,
directa y brutal.»22 En la sociedad burguesa, por tanto, las relaciones de
clase se han simplificado y universalizado. Una vez establecido el capitalismo,
su progresivo desarrollo tiende más y más a la creación de dos grandes clases
que en el mercado se oponen directamente: la burguesía y el proletariado. Las
demás clases –terratenientes, pequeña burguesía y campesinado– son clases de
transición, que van siendo absorbidas por una u otra de estas dos
colectividades de clase más importantes.
En la concepción de Marx, las clases forman el principal
eslabón entre las relaciones de producción y el resto de la sociedad o
«superestructura» (Überbau) social.
Las relaciones de clase son el principal eje alrededor del cual se distribuye
el poder político, y del cual depende la organización política. Para Marx, el
poder político y el económico están vinculados estrecha, pero no
inseparablemente. Este teorema también debe situarse dentro de una dimensión
histórica. La forma de gestión política se relaciona estrechamente con el modo
de producción y, por ahí, con el grado de preponderancia que tengan en la
economía las relaciones de mercado. La propiedad privada aparece primeramente
como tal en el mundo antiguo, pero queda restringida a sectores limitados de la
vida económica. En la Edad Media, la propiedad pasa por varias etapas, desde la
propiedad feudal de la tierra hasta la propiedad corporativa convertible, que
dará origen en las ciudades al capital invertido en manufactura. Tanto en la
sociedad antigua como en la Edad Media, la propiedad continúa vinculada a la
comunidad, y por ello también lo están las relaciones de dominio clasista. Esto
significa que el funcionamiento del poder político todavía se gestiona, de un
modo poco preciso, primariamente en la communitas.
El capitalismo moderno, en cambio, está «condicionado
por la gran industria y la competencia universal, que se ha despojado ya de
toda apariencia de institución comunitaria».23
El Estado moderno aparece en conexión con la lucha de la
burguesía contra los restos del feudalismo, pero viene estimulado también por
las exigencias de la economía capitalista.
A esta propiedad
privada moderna corresponde el Estado moderno, el cual, adquirido gradualmente
por los dueños de la propiedad por medio de las contribuciones, ha caído
enteramente bajo su dominio a través de la deuda nacional, y su existencia ha
llegado a ser totalmente dependiente del crédito comercial que le ofrecen los
dueños de la propiedad, los burgueses, tal como queda reflejado en el ascenso o
descenso en la bolsa de los bonos del Estado24
La forma concreta del
Estado en la sociedad burguesa varía según las circunstancias que han
acompañado a la burguesía en la conquista del poder. En “Francia, por ejemplo,
la alianza de la burguesía con la monarquía absoluta ha estimulado el
crecimiento de un poderoso cuerpo de funcionarios fuertemente arraigado. En
Inglaterra, en cambio, el Estado representa «un compromiso arcaico, decrépito y
trasnochado entre la aristocracia terrateniente, que gobierna oficialmente, y
la burguesía, que de hecho domina en todos los ámbitos de la sociedad civil,
pero no oficialmente». 25 El proceso concreto que ha dado origen a este orden
político en Inglaterra ha restado importancia a los elementos burocráticos del
Estado.
Ideología y
conciencia
El origen del derecho civil tiene sus cimientos en la
difusión de la propiedad privada y en la desintegración de la comunidad que
esto ocasiona. En Roma aparece por primera vez la codificación de un cuerpo
jurídico, pero sin consecuencias duraderas debido a la descomposición interna
de la manufactura y el comercio en la sociedad romana. Con la aparición del
capitalismo moderno, la formación del derecho entra en una nueva fase. Los
primeros centros del capitalismo en Italia y fuera de Italia asumieron el
derecho romano, y lo convirtieron en fuente del derecho civil. En éste, la
autoridad se fundamenta más en normas racionalizadas que en las prescripciones
religiosas predominantes en comunidades tradicionales.26 El sistema moderno de
leyes y administración de justicia es un apoyo ideológico muy importante para
el Estado burgués. Pero no es más que la expresión, propia de su tiempo, del
hecho de que la clase dominante, en todas las sociedades clasistas, produce o
asume formas ideológicas que legitiman su dominio. «La clase que dispone de los
medios para la producción material, dispone con ello, al mismo tiempo, de los
medios para la producción intelectual (geistig), lo que hace que se le sometan,
generalmente hablando, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios
para producir espiritualmente.»27
Según Marx, la conciencia está enraizada en la praxis
humana, que a su vez es social. Éste es el sentido de la frase: «No es la conciencia del hombre la que
determina su ser, sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su
conciencia».28 Por causa de esta frase, Marx ha sido objeto de muchas
acusaciones malévolas. Hay que tener presente que en ella el término operativo
es ser social, y que pocas objeciones pueden aducirse contra la afirmación
general de que la actividad humana dentro de la sociedad ejerce una influencia
directiva sobre la conciencia. En el hecho del lenguaje, indica Marx,
encontramos un ejemplo concreto de esto. El lenguaje es tan viejo como la
conciencia: el lenguaje es la conciencia práctica, la conciencia real, que
existe también para los otros hombres y que, por tanto, comienza a existir
también para mí mismo [...]».29 La expresión de ideas, e incluso la misma
existencia de algo que rebase la mera sensación, requieren como condición la
existencia del lenguaje. Ahora bien, el lenguaje es un producto social, y sólo
en virtud de su condición de miembro de la sociedad adquiere el individuo las
categorías lingüísticas que constituyen los parámetros de su conciencia.
El concepto que tiene Marx del papel que desempeñan las
formas concretas de ideología en las sociedades clasistas se sigue directamente
de estas consideraciones más generales. El principal defecto del idealismo
filosófico e histórico está en su pretensión de analizar las propiedades de una
sociedad deduciéndolas del contenido de los sistemas de ideas que predominan en
ella. Al hacerlo así, no se tiene en cuenta para nada que la relación entre
valores y poder no es unilateral: la clase dominante dispone de medios para
difundir las ideas que legitiman su posición de predominio. Así, las ideas de
libertad e igualdad que aparecen en la fachada de la sociedad burguesa no
pueden tomarse en su «valor aparente» como recapitulación directa de la
realidad social; al contrario, las libertades jurídicas que existen en la
sociedad burguesa sirven en realidad para legitimar el hecho de las
obligaciones de los contratos en que los trabajadores asalariados y carentes de
propiedad se encuentran, en tremenda desventaja en comparación con los dueños
del capital. Esto significa que la ideología debe estudiarse en conexión con
las relaciones sociales en que viene incluida: tenemos que estudiar los
procesos concretos que dan origen a los varios tipos de ideas, juntamente con
los factores que determinan que ideas se colocan en lugar destacado dentro de
una sociedad dada. Por evidente que sea la continuidad entre las ideologías a
través del tiempo, ni esta continuidad ni cualquier cambio que ocurra pueden
explicarse con las meras categorías internas de su contenido. Las ideas no
evolucionan por su propia cuenta; lo hacen como elementos de la conciencia de
unos hombres que viven en sociedad, siguiendo una praxis determinada:
Mientras que en la
vida vulgar y corriente todo tendero sabe perfectamente distinguir entre lo que
alguien dice ser y lo que realmente es, nuestra historiografía no ha logrado
todavía penetrar en un conocimiento tan trivial como éste. Cree a cada época
por su palabra, por lo que ella dice acerca de sí misma y lo que se figura ser.
30
Es importante distinguir dos puntos relacionados entre sí, y
que Marx pone de relieve al tratar de la ideología; a ambos nos hemos referido
ya más arriba. Primero, las circunstancias sociales en que acontece la
actividad de los individuos condicionan la percepción que éstos tienen del
mundo en que viven. Precisamente en este sentido el lenguaje constituye la
«conciencia practica» de los hombres. Y segundo – generaliza Marx refiriéndose
tanto a la creación como a la difusión de ideas–, en las sociedades clasistas
las ideas de la clase dominante son las que predominan en cualquier época. De
esta última proposición se sigue que la difusión de ideas depende en gran
manera de la distribución del poder económico en la sociedad. Precisamente en
este último sentido la ideología constituye una parte de la «superestructura»
social: prevalece en cualquier época un ethos que legitima los intereses de la
clase dominante. De este modo, las relaciones de producción, a través de la
mediación del sistema de clases, componen «la base real sobre la que se levanta
una superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas
formas de conciencia social».31 Marx no postula una conexión invariable entre
estos dos modos en que la praxis social da forma a la conciencia. Un individuo
o un grupo pueden desarrollar ideas en desacuerdo en parte con los puntos de
vista que prevalecen en su época; pero estas ideas no llegarán a destacar si no
se articulan con los intereses de la clase dominante, o con los de una clase
que empieza a estar en condiciones de desafiar a la estructura de autoridad
existente.32 Éste es el caso de muchas de las ideas que se emplearon para
construir máquinas a fines del siglo XVIII y a principios del XIX: hacía muchos
años que se conocían, pero su rápida aplicación y difusión sólo tuvo efecto cuando
el desarrollo del capitalismo obligó a los capitalistas a aumentar la
producción mucho más de lo que era posible con la manufactura artesana.
Al tener en cuenta el papel del dominio de clase sin olvidar
el trasfondo de una concepción dialéctica de las relaciones entre conciencia y
actividad social, quedan resueltos algunos de los aparentes dilemas que afectan
a la correspondencia entre relaciones de producción y «superestructura»
ideológica en toda sociedad dada.33 La actividad productiva de los individuos,
en relación entre sí y con la naturaleza, implica una continua interacción
mutua entre comportamiento social y conciencia: la estructura de dominio
clasista condiciona la difusión y la aceptación de las ideas originadas de este
modo. De ahí que la ideología dominante siempre incluya «en parte [...] un
embellecimiento o conciencia de la dominación, en parte [...] los medios
morales para esa dominación».34 El «fundamento real» de la sociedad, sobre el
que se levanta la «superestructura», consiste siempre en relaciones de
individuos prácticos y activos, de modo que siempre entraña tanto la creación
como la aplicación de ideas. Lo más significativo de la «superestructura» no es
que contenga ideas, como si las relaciones de producción no las implicaran, sino
que viene incluida en un sistema de relaciones sociales (especialmente en forma
de política, derecho y religión) que preceptúan y sancionan un sistema de
dominio clasista.
Marx despacha sin grandes dificultades el problema de la
relatividad del conocimiento histórico. Ciertamente todas las formas de
conciencia humana, incluyendo las ideologías más elaboradas y complejas, están
enraizadas en determinados conjuntos de condiciones sociales. Pero esto no
descarta la interpretación retrospectiva de la historia en términos de
principios racionales. Así, todas las sociedades clasistas participan de
ciertas características; pero éstas no pudieron darse hasta el advenimiento de
las condiciones que originó el capitalismo para el conocimiento científico de
la sociedad. Esto lo ilustra Marx por medio de una analogía. La anatomía del
hombre, el ser viviente más evolucionado, nos da la clave para comprender la
anatomía del mono; de manera semejante, la comprensión de la estructura y
proceso de desarrollo de la sociedad burguesa nos permite usar las mismas
categorías para explicar el desarrollo social del mundo antiguo. Usando los
conceptos que han formulado los economistas políticos, es posible aplicar
nociones como «trabajo» y «producción», de una manera muy general, a
características de sociedades que se encuentran en cualquier nivel de
complejidad. Pero hay que tener presente que estos conceptos sólo han aparecido
al surgir la producción capitalista. «La producción en general es una
abstracción, pero una abstracción justificada [...]».35
Las teorías que han elaborado los economistas políticos
contienen elementos de verdad muy importantes que pueden aplicarse a todas las
sociedades; pero, por el hecho de que sus escritos están vinculados tan
fuertemente a la estructura de dominio de la clase burguesa son incapaces de
discernir el carácter limitado y unilateral de sus formulaciones. Igual que los
historiadores y filósofos alemanes, comparten las «ilusiones de la época»;36
pero esto no significa de ningún modo que todas sus ideas sean «ilusorias» en
sentido epistemológico. Los modos de pensar predominantes no arrojaran del todo
su carácter ideológico hasta que la «dominación de clases en general deja de
ser la forma de organización de la sociedad; tan pronto como, por consiguiente,
ya no es necesario presentar un interés particular como general o hacer ver que
es “lo general” lo dominante».37
Toda clase dominante pretende la universalidad de la
ideología que legitima su posición de dominio. Pero, según Marx, esto no supone
que los cambios sociales que acontecen al ascender al punto dominante una nueva
clase revolucionaria sean equivalentes en distintos tipos de sociedad. Si bien
Marx propone un esquema global cuyas características se encuentran en todo
proceso de cambios revolucionarios, también sostiene que las formas de
transformación revolucionaria que se dan en la historia difieren en ciertos
aspectos de crucial importancia. El proceso en conjunto del cambio social
revolucionario, según el esquema que emplea Marx en su análisis, es el
siguiente: En toda sociedad relativamente estable hay un equilibrio entre el
modo de producción, las relaciones sociales que integran este modo de
producción, y la «superestructura» a él vinculada por medio, del dominio
clasista. Cuando ocurren cambios progresivos en el ámbito de la actividad
productiva –tal como sucedió en Roma con la aparición de la manufactura y el
comercio dentro de una economía predominantemente agraria–, surge una tirantez
entre estas nuevas fuerzas productivas y las relaciones de producción que
subsisten. Entonces estas últimas obstaculizan cada vez más a las nuevas
fuerzas de producción que sobresalen. Estas «contradicciones» llegan a
expresarse abiertamente como conflictos de clase, terminan en luchas
revolucionarias reñidas en el ámbito político, y aparecen a nivel ideológico
como choques entre «principios» opuestos. Estas luchas dan como resultado, o
bien «el hundimiento de las clases beligerantes», como sucedió en Roma, o bien
«la profunda reorganización revolucionaria de la sociedad», como ocurrió con la
retirada del feudalismo ante el capitalismo.38 La clase que se empeña en una
lucha revolucionaria por el poder, combate en nombre de derechos humanos
absolutos y presenta sus ideas como «las únicas racionales y dotadas de
vigencia absoluta».39 Si bien con el derrocamiento revolucionario de la clase
dominante solamente una clase sometida tiene posibilidad de ganar, ésta puede
pedir la ayuda de otras en su camino hacia el poder: la burguesía francesa, por
ejemplo, realizó su revolución en 1789 con la ayuda del campesinado. Cuando la
clase revolucionaria ha llegando al poder, su carácter en otro tiempo
revolucionario se convierte en una defensa del nuevo orden, es decir, de su
propia hegemonía:
La parte dominante de
la sociedad se halla interesada en santificar lo existente como ley y en dar
una sanción legal a sus límites, establecidos por el uso y la tradición.
Prescindiendo de todas las otras cosas, esto se hace valer, por lo demás, tan
pronto como la reproducción constante de la base sobre que descansa el estado
de cosas existente, la relación que le sirve de fundamento, adquiere con el
transcurso del tiempo una forma reglamentada y ordenada; y esta regla y este
orden son, a su vez, un factor indispensable de todo régimen de producción que
haya de adquirir una firmeza social y sobreponerse a todo lo que sea simple
arbitrariedad y mero azar 40
De este modo la accesión al poder de la nueva clase inaugura
otro período de relativa estabilidad, que un día dará origen a una repetición
del mismo esquema de cambio.
Esta Concepción general sería totalmente positivista si Marx
no relacionara el acontecimiento del cambio revolucionario con el conjunto del
proceso histórico. «Cada nueva clase –afirma Marx– instaura su dominación siempre
sobre una base más extensa que la dominante con anterioridad a ella; lo que, a
su vez, hace que, más tarde, se ahonde y agudice todavía más la contradicción
de la clase no poseedora contra la ahora dotada de riqueza.»41 El ascenso al
poder de la burguesía introduce, como consecuencia, profundos cambios en el
carácter de las relaciones de clase en comparación a como eran en el
feudalismo. La sociedad burguesa tiende a una realización de las capacidades
productivas humanas mucho más amplia de lo que era factible en anteriores
períodos históricos. Pero esto solamente llega a ser posible mediante la
formación de una clase cada vez más numerosa de trabajadores asalariados
desprovistos de propiedad: la sociedad burguesa universaliza las relaciones de
clase en torno a una única división, la que hay entre la burguesía y el
proletariado. Ésta es la que, de hecho, nos da la diferencia fundamental entre
la sociedad burguesa y las demás formas de sociedad clasista que la
precedieron. Mientras que las clases revolucionarias del pasado, una vez
conquistado el poder, «trataron de consolidar la situación adquirida sometiendo
a toda la sociedad a las condiciones de su modo de apropiación», el
proletariado no puede llegar a una posición de dominio «sino aboliendo su propio
modo de apropiación en vigor, y, por tanto, todo modo de apropiación existente
hasta nuestros días».42
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Anthony Giddens |
Según Marx, la subida al poder de la clase trabajadora
significa la culminación de los cambios forjados por la sociedad burguesa. El
desarrollo de esta última fomenta hasta el extremo el desajuste entre las
realizaciones de las fuerzas productivas humanas y la alienación de la masa
popular respecto al control de la riqueza así creada. La superación del
capitalismo, por otra parte, proporciona al hombre las circunstancias en que le
será posible recuperar su yo alienado, dentro de un orden racional que se ha
liberado del dominio clasista. Los presupuestos económicos de este proceso se
explican con detalle en El Capital.
► Este trabajo forma parte del Capítulo III del libro ‘El Capitalismo y la moderna Teoría Social’ de Anthony Giddens, Editorial Labor, 5ª edición, Barcelona, 1994
Traducción: Aurelio Boix Duch
Título original: ‘Capitalism and modern social theory’ Cambridge University Press, 1971
Esta reproducción se hace con fines exclusivamente didácticos
Notas
1 IA, p. 19
2 IA, p. 28
3 MEF, p. 137.
4 El término que generalmente emplea Marx
(Produktionsverhältnisse) tiene, en realidad, un doble significado en inglés, y
puede referirse tanto a las «condiciones» como a las «relaciones» de
producción. Sobre el uso del término «relaciones de producción» en los escritos
de Marx, véase Louis ALTHUSSER et al.: Lire le Capital (París, 1967), vol 2.
pp. 149-59.
5 «Trabajo asalariado y capital», en OE, vol. 1, p. 82
6 IA, p. 40.
7 Grub p. 22
8 Cf. W.
Wesolowski: «Marx's theory of class domination: an attempt at systematisation»,
en NICHOLAS LOBKOWICZ: Marx and the Western World (Notre Dame, 1967), pp. 54-5.
Sobre el problema de la Herrschaft en los escritos de Weber, véase más
adelante, p. 259.
9 «[...] no me cabe el mérito de haber descubierto la
existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas» Carta
a Weydemeyer, marzo 1852, en OE, vol. 2, p. 481. Cf. STANISLAW OSSOWSK: Class and Class
Structure in the Social Consciousness. Londres, 1963, pp. 69-88 y passim
10 El capítulo «Las clases», puesto al final del tercer
volumen de El Capital (edición preparada por Engels) (Cap, vol. 3, pp. 816-8),
no es más que un fragmento.
11 Gru, p.
717
12 Cf. RALF
DAHRENDORF: Class and Class Conflict in an Industrial Society, Stanford, 1965,
pp. 18-27
13 OE, vol.
I, p. 341.
14 IA, p.
61
15 Cf.
DONALD HODGE: «The “intermediate classes” in Marxian theory», Social Research,
vol. 28, 1961, pp. 241-52
16 OE, Vol.
I, p. 217
17 Cf. Cap., vol. III, pp. 368 ss. Marx alude también a «sus
sabios, sus abogados, sus médicos, etc.», como «representantes y portavoces
ideológicos» de las citadas clases. OE, vol. I, p. 136.
18 OE, vol. I, p. 152.
19 «Manifiesto
Comunista», en OE, vol. I, p. 22
20 Gru, p. 735.
21 OE, vol. I, p. 341
22 «Manifiesto Comunista», en OE, vol. I, p. 24
23 IA, p.
71.
24 IA, p.
71
25 We, vol. 11, p. 95.
26 Para el estudio hecho por WEBER sobre este punto, véase
ES, vol. 2; cf. también DURKHEIM: DL, pp. 142 ss.
27 IA, p. 50; We, vol. 3, p. 46.
28 OE, vol. I, p. 373. Para un estudio más elaborado sobre
este tema, en relación con Weber y Durkheim, véase más adelante, pp. 337-359
29 IA, p.
31.
30 IA, p.
55; We, vol. 3, p. 49
31 «Prólogo de la Contribución a la crítica de la economía
política», en OE, vol. I, p.
373
32 Cf. IA,
pp. 500-501
33 Cf., por
ejemplo, JOHN PLAMENATZ: Man and Society, Londres, 1968, vol. 2, pp. 279-93.
34 IA, p.
502; We, vol. 3, p. 405. Véase KARL KORSCH: Marxismus and Philosophie, Leipzig,
1930, pp. 55-67.
35 Gru, p. 7. Sin duda, este punto de vista es básicamente
hegeliano transformado. Como observa LUKÁCS, según Marx «hay que conocer
correctamente el presente para poder comprender adecuadamente la historia del
pasado…», El joven Hegel, p. 112.
36 IA, p.
42.
37 IA, p.
53; We, vol. 3, p. 48.
38 «Manifiesto Comunista», en OE, vol. I, p. 22
39 IA, p.
52.
40 Cap,
vol. III, p. 735; We, vol. 25, p. 801
41 IA, p. 53; We, vol. 3, p. 48
42 «Manifiesto Comunista», en OE, vol. I, p. 33.