- “Estamos profundamente convencidos de que el régimen
capitalista ha entrado en declinación, que los nuevos progresos de bienestar
material que realiza todavía de tiempo en tiempo son contrarrestados por un
costo destructor cada vez más elevado. Estamos convencidos de que este régimen
está desgarrado por contradicciones cada vez más múltiples e incontrolables,
que periódicamente las amplias masas se rebelan contra este régimen con
movimientos poderosos que podrían abrir la via del progreso si desembocaran en
la victoria, y que el deber de los socialistas es asegurar esta victoria
mediante una línea política adecuada. Si la ocasión se pierde, se acrecienta
cada vez más el riesgo de que el régimen capitalista se hunda en catástrofes
todavía más graves que las conocidas en el pasado.” |
Ernest Mandel
Arturo Anguiano |
Ernest Mandel
es uno de los referentes fundamentales del marxismo
crítico, cuyas contribuciones enlazan la teoría y la práctica política e
incidieron en debates decisivos todavía vigentes. Economista de profesión,
estudioso de las contradicciones y tendencias del capitalismo contemporáneo,
este trabajo aborda sus aportes menos conocidos sobre cuestiones
teórico-políticas como el Estado, los momentos de crisis general de las
relaciones capitalistas y del orden social, los procesos y formas de
organización, resistencia y emancipación de los oprimidos, desembocando en los
problemas de la democracia y de la reorganización se las sociedades desde una
perspectiva
anticapitalista. El propósito más general del ensayo es recuperar y
confrontar sus ideas invitando a que las descubran y reflexionen las nuevas
generaciones de lectores
Marxista crítico,
humanista revolucionario
Ernest Mandel en uno de los referentes fundamentales del
marxismo por las cualidades y aportes que lo distinguieron a lo largo de toda
su vida. Teórico brillante e imaginativo, propagandista apasionante, orador sin
igual (en francés, alemán, inglés, español e italiano2), su capacidad por
entreverar la teoría con la práctica que logró, lo convirtieron en un personaje
singular, no sólo un intelectual sino un militante político de izquierda, cuya
praxis se tradujo en aportes muy importantes a la comprensión de las contradicciones
y nuevas tendencias del capitalismo, sus crisis de fondo, las estrategias para
enfrentar cotidianamente al capital o impulsar una salida revolucionaria acorde
a los intereses de las y los trabajadores, y por supuesto para discernir el
controvertido carácter de las sociedades poscapitalistas, sus contradicciones y
deformaciones.
Ernest Mandel nació el 5 de abril de 1923 en Frankfurt,
Alemania, de ahí emigró con sus padres a Bélgica, y cuando Adolf Hitler llegó
al poder tenía diez años. A los 13 años se convirtió ya en simpatizante de
Trotsky en Amberes y antes de cumplir 16 fue admitido a militar en el pequeño
grupo trotskista de esa ciudad. Luego se incorporó a la Resistencia contra la
ocupación nazi de Bélgica. Los alemanes lo arrestaron tres veces por
actividades de propaganda, la última de las cuales fue deportado a Alemania.
Dos veces se fugó de los campos de prisioneros. Desde 1946 formó parte de las
direcciones sucesivas de la Cuarta Internacional. Luego de la rebelión
estudiantil de mayo y la huelga general de los trabajadores franceses en 1968,
Mandel se topó con la prohibición de entrar a varios países, como Francia que
lo expulsó, Alemania, Suiza, Estados Unidos, Australia y los países del Este,
si bien ni así se impidió su labor de difusión y debate en varias universidades
y países del mundo. Murió el 20 de julio de 1995 en Bélgica, a la edad de 72
años3.
Acercarse al pensamiento de Ernest Mandel es un reto que
significa de hecho navegar por el pensamiento de Marx, Lenin, Trotsky, Rosa
Luxemburg, sumergirse en los complejos procesos de la historia que los marcó y
proyectó, pues los analiza y reinterpreta todo el tiempo para fundamentar sus
propias tesis sobre la realidad contemporánea, sus aportes al estudio de los
procesos característicos del capitalismo, del Estado, de las crisis económicas como
políticas. Se trata de un marxismo abierto, crítico, creativo.4 Por más que se
conozca a Mandel fundamentalmente por sus ensayos de crítica de la economía
política, por sus contribuciones a la teoría económica marxista, el suyo es un
trabajo verdaderamente interdisciplinario como debe ser el pensamiento
científico. La agudeza para penetrar y discernir las contradicciones y grandes
tendencias del capitalismo de finales del siglo XX la encontramos en obras de
envergadura como el Tratado de economía
marxista que ayudó a formar a varias generaciones, El capitalismo tardío que en su momento algunos nos atrevimos a
considerar El capital de nuestros días, así como en sus contribuciones a la formulación
de la teoría de Las ondas largas del
desarrollo capitalista y al cotidiano seguimiento y debate en torno a las
coyunturas críticas de la economía internacional 5.
Pero Mandel combina ese esfuerzo científico con su visión de
teórico y estratega revolucionario empeñado en darle continuidad y realidad al
proyecto –heredado de León Trotsky– de construir una nueva organización de los
trabajadores del mundo, la Cuarta Internacional, la cual dirigió hasta su
muerte y logró convertir en sus tiempos en una influyente corriente de ideas de
alcance mundial y en algunos países dio origen a auténticos proyectos políticos
alternativos.
En este trabajo pretendo ocuparme de cuestiones del
pensamiento de Ernest Mandel relacionadas en el fondo con su actividad política
militante, la cual estuvo guiada por la convicción –claramente retomada de Karl
Marx– de la necesidad de la autoemancipación de los trabajadores, esto es de
las clases sociales explotadas y oprimidas. La centralidad del proletariado
como sujeto revolucionario y la posibilidad objetiva de derrocamiento del
Estado capitalista y del orden social inhumano e injusto impuesto por las
clases sociales privilegiadas, sostenido en la explotación de todos aquellos
que se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir, condujeron
siempre su labor político-intelectual. Lo mismo la resistencia recurrente de
los asalariados contra la explotación, por la defensa y extensión de las
libertades arrancadas al capital y su Estado, así como el partido de
vanguardia, las crisis revolucionarias, las formas de autoorganización de los
trabajadores como los consejos obreros, el doble poder, la revolución, el
Estado obrero y la democracia socialista que tiene que ser mucho más amplia,
general y profunda que la que prevalece en el capitalismo. Todos estos temas,
Mandel los abordó y desarrolló en medio de los propios acontecimientos
políticos y sociales del momento, recuperando experiencias históricas
anteriores, muchas veces haciendo propuestas de orientación y no pocos pronósticos
sobre los desenlaces posibles. Lo que me interesa en este trabajo es sobre todo
recuperar sus ideas, confrontarlas en cierta medida, pero básicamente
exponerlas de forma que nuevas generaciones de lectores las descubran y se
interesen por buscarlas.
«El hombre es el
objetivo supremo del hombre», insiste Mandel recuperando a Marx quien desde
su juventud (y lo mismo Friedrich Engels) partió de la necesidad de la
emancipación humana 6. Refiere la exigencia hecha por Marx de « derrocar todas
las condiciones en el seno de las cuales el hombre es un ser disminuido,
esclavizado, abandonado, despreciado»; exigencia asumida como un compromiso, un
deber elemental que guió la vida toda de Marx, pero igualmente de Ernest, que
concluye: «un marxista ortodoxo, es decir actuando en el espíritu de Marx, se
mantiene atado a la obligación de combatir todas las relaciones sociales inhumanas»
7. Para él, marxista, «el porvenir de la humanidad dependía de la lucha de
clase de los oprimidos y de los explotados», todos sus escritos, toda su obra
estuvo condicionada precisamente por una «dimensión humanista revolucionaria»,
como escribe Michael Löwy 8.
La alarma que a nuestro autor le provoca el curso devastador
del capitalismo en tanto sistema inhumano que amenaza a la humanidad con la
extinción, se combina con su convicción sobre la necesidad de luchar por su
abolición y por el establecimiento del socialismo, esto es de «una nueva
civilización fundada en la cooperación y la solidaridad», justamente para
prevenir el desastre 9.
Centralidad del
proletariado y autoemancipación
Millones de seres humanos, los productores directos que se
ven obligados a vender su fuerza de trabajo, son sometidos a condiciones de
explotación y opresión inhumanas para garantizar las ganancias y privilegios de
las clases dominantes y la propia dominación. Ese orden social injusto que
reproduce la desigualdad, la miseria, la violencia y la enajenación de la gente
con la mercantilización de la vida social, no ha dejado de expandirse y
prevalecer desde la época de Marx hasta la actualidad. Pero la historia de la
sociedad dividida en clases que genera el capitalismo, ha sido sin embargo
atravesada por rebeliones recurrentes de los trabajadores en contra de sus
explotadores, viviendo experiencias de
autoactividad
y autoorganización que los unieron y desarrollaron sus fuerzas
colectivas10. Si esta lucha de clases «gira alrededor de intereses materiales
(la división del producto social en producto necesario y plusproducto)», al
desarrollar fuerzas productivas gigantescas el capitalismo moderno crea «por
primera vez en la historia, las bases posibles de una emancipación total, es
decir de la sociedad sin clases» 11.
En especial en sus
trabajos dirigidos a la educación militante 12, Mandel se empeña en mostrar y
ejemplificar minuciosamente la larga historia de las revueltas de los oprimidos
y la manera como el marxismo retoma todas esas experiencias y se afirma como
una solucion de continuidad que las condensa y supera. Se remite a los orígenes
de la condición social de los trabajadores entrelazada al desarrollo del
capitalismo, a cómo sus luchas contra la explotación fueron forzando espacios y
derechos para los trabajadores que sin duda se convirtieron en aportes (como el
sufragio universal) decisivos para la organización y democratización de las
propias sociedades. De los primeros gremios y sindicatos que claramente entran
en la lógica del capital al plantearse la posibilidad de negociar el precio de
la fuerza del trabajo y las condiciones en las que se utiliza, hasta formas de
organización en circunstancias críticas que evidentemente rebasan y sacuden la
normalidad capitalista, avanzando procesos de autoorganización, de
autoactividad que disputan directamente el poder del capital, cuestionando
incluso el dominio del Estado capitalista. Las acciones reivindicativas, las
revueltas, las formas de organización, las ideas, sueños y esperanzas que los
asalariados van desarrollando en contra de la explotación y el sometimiento
impuestos por el capitalismo en su transcurrir, forjan una amplia y rica
tradición de lucha proletaria por su emancipación. Hay una continuidad
fundamental que resulta precisamente « de la llama inextinguible de la
insubordinación a la desigualdad, a la explotación, a la injusticia y a la opresión,
que brota siempre de nuevo en el seno de la humanidad »13.
Así, no sólo su papel objetivo en la reproducción del
capitalismo14, sino igualmente su capacidad de acción colectiva y el sentido de
la solidaridad que desarrolla en el propio proceso de trabajo, convierten al
proletariado en un sujeto decisivo en la lucha de clases contra la explotación
y por la emancipación. «El marxismo, señala Mandel, se sitúa sin ninguna duda
en la huella de esa vieja y venerable tradición de sueño y combates de
emancipación de los pobres, explotados y oprimidos. Comparte con ellos
interrogantes, protestas, preocupaciones, rebeliones. Pero todo lo que es
específico del marxismo no se explica, en última instancia, sino por lo que es
nuevo a partir del siglo XVIII y que está íntimamente ligado a la consolidación
del modo de producción capitalista por la revolución industrial: la aparición
definitiva del proletariado como clase social fundada en el trabajo asalariado;
la toma de conciencia radical de la 'cuestión social' nacida del nuevo antagonismo
social: el del capital y el trabajo asalariado»15.
El papel emancipador del proletariado fue para Mandel una
preocupación fundamental que retomó de Marx y sobre la cual insistió explicando
siempre la complejidad de las transformaciones en la composición del
proletariado (lo que remite a discusiones teóricas sobre el trabajo productivo
e improductivo), sobre todo a causa de lo que denominó la tercera revolución
tecnológica. Fuera de cualquier obrerismo o determinismo económico, invariablemente
vinculaba y complementaba los cambios objetivos con las luchas y revueltas, con
la autoactividad del conjunto de los asalariados y en general con el factor
político, el cual implica conceptos como conciencia de clase, niveles de
conciencia, movimiento obrero, partido de vanguardia. Consideraba que la caída
del capitalismo y el paso a una sociedad sin clases, el papel de sujeto
revolucionario emancipador del proletariado, se vuelven posibilidades objetivas
por el desarrollo de las fuerzas productivas alcanzado por el capitalismo.
Pero, advertía: «No hace falta subrayar que se trata aquí de una posibilidad
que nada tiene de ineluctable », lo que por lo demás haría innecesaria e inútil
«la actividad de los socialistas en favor de la educación, de la organización,
del estímulo de la conciencia de clase, de la organización y del combate de
clase, actividad comenzada por Marx y Engels»16.
Obviamente el
proletariado no ha dejado de cambiar como el propio capitalismo. En este
sentido, Mandel refrenda la validez de los análisis de Marx e insiste en la
necesidad de considerar « la naturaleza cualitativa, estructural del
proletariado », para entender cómo las innovaciones y cambios tecnológicos
afectan la división social del trabajo, volviendo borrosas las tradicionales
diferencias entre trabajador productivo y trabajador improductivo, señalando
que «el proceso productivo actual tiende a integrar cada vez más a los
trabajadores manuales y no manuales, los "ensambladores"
semicalificados y procesadores de datos semicalificados, las brigadas de
reparación y mantenimiento altamente calificadas y los expertos electrónicos
altamente calificados». Escribe: «así como la tercera revolución industrial,
así como la automatización, tienden a industrializar la agricultura, la distribución,
los servicios industriales y la administración, así como tienden a
universalizar la industria, asimismo tienden a integrar una parte creciente de
los asalariados con quienes perciben sueldos en un proletariado cada vez más
homogéneo». Varios hechos significativos lo muestran: « la reducción en las
diferencias de retribuciones entre trabajadores de cuello blanco y trabajadores
manuales, que es una tendencia universal en occidente; la creciente
sindicalización y militancia sindical de estas capas "nuevas" que son
igualmente universales»; «similitud creciente en el consumo, en el nivel y
medio social de estas capas; creciente similitud en sus condiciones de trabajo,
es decir, creciente similitud en la monotonía, la mecanización, la falta de
creatividad, el daño para los nervios y en el embrutecimiento del trabajo en la
fábrica, el banco, el autobús, en la administración pública, en los almacenes y
en los aeroplanos.»; la «igualación de las condiciones de reproducción de la
mano de obra, especialmente de la mano de obra calificada y semicalificada».
Todo esto lo considera un proceso básico hacia una creciente homogeneidad del
proletariado 17.
Ninguna visión restrictiva de la clase obrera o el
proletariado, conceptos al final de cuentas considerados sinónimos. El
proletariado moderno no deja de ser la gran masa de asalariados que no cesa de
crecer en todas partes –más todavía con la expansión explosiva del sector
servicios que es también un rasgo característico del capitalismo tardío–, está
formado 18 y por lo mismo padecen la explotación y
la opresión no sólo en sus centros productivos, en los lugares donde laboran,
sino en la sociedad toda, donde el Estado asegura la dominación y la
reproducción del orden desigual, injusto e inhumano. Por lo demás, la irrupción
creciente de las mujeres en el mercado de trabajo (una «tendencia de largo
plazo en el capitalismo tardío, aunque a mediano plazo es posible percibir
diferentes fluctuaciones, que corresponden entre otras cosas a las oscilaciones
del ciclo económico concreto ») no sólo desintegra el tradicional núcleo
familiar patriarcal de la sociedad burguesa, sino que «garantiza una expansión
general del trabajo asalariado »19. Mandel no quitará el dedo del renglón y
cuando ya habían comenzado las transformaciones que acarreó al mundo del
trabajo el viraje neoliberal, enfatizó:
«La clase obrera en el
sentido marxista del término es la única fuerza social en el mundo de hoy que
dispone del potencial necesario para eliminar al capitalismo, para salvar a la
humanidad de las catástrofes que la amenazan, para realizar la civilización
superior, la de los productores (ras) libremente asociados, indispensable a
este fin. Hoy tiene la fuerza de más de mil millones de personas a escala
mundial, es decir, más fuerte que nunca. La tendencia histórica a largo plazo,
la de las décadas venideras de las que se puede trazar el perfil, va en el
sentido de su refuerzo y de su homogeneización creciente, y no en el sentido de
su debilitamiento, incluso su descomposición.[...] Hablamos de tendencia
histórica, no de situaciones específicas, ni de países o zonas geográficas
específicas. Se combina con tendencias que van en sentido contrario»20.
Consideraciones polémicas, que andando el tiempo fueron
criticadas dentro de su propia corriente por algunos de sus más cercanos, como
Daniel Bensaïd: «Si esa fue la tendencia
de los años sesenta y de inicios de los setenta, la respuesta del capital llegó
rápido con la ofensiva liberal. Lejos de ser irreversible, la homogenización
tendencial fue minada por las políticas de desconcentración de las unidades de
trabajo, de intensificación de la competencia en el mercado mundial de trabajo,
de individualización de los salarios y del tiempo de trabajo, de privatización
de la recreación y del modo de vida, de demolición metódica de las
solidaridades y de las protecciones sociales»21. Me pregunto, empero, si
los procesos de recomposición y precarización del trabajo, con el desempleo
masivo (¿hasta dónde alcanza el ejército industrial de reserva?), el crecimento
explosivo del subempleo y cierta individualización de las relaciones laborales,
revierten realmente la tendencia que plantea Mandel, a causa del posible
debilitamiento estructural del proletariado o si más bien éste sigue siendo una
clase en extremo diferenciada, pero todavía con condiciones sociales semejantes
(combinadas heterogeneidad y homogeneidad) en cuanto prosigue integrado por quienes
están obligados a vender su fuerza de trabajo en situación adversa y a veces
incluso fuera de toda formalidad (y por lo mismo sujetos a la explotación y la
opresión de un orden jerárquico). Los trabajadores siguen irrumpiendo
recurrentemente por todas partes con sus luchas y reivindicaciones, e incluso a
contracorriente, en condiciones aciagas y hasta debilitadas, sus organizaciones
resisten al desmantelamiento por parte del capital y el Estado y a la
desnaturalización promovida por las burocracias colaboracionistas o estatistas.
Nuevas formas de organización colectiva no dejan de emerger. La desigualdad y
la opresión, aunadas al despojo, la incertidumbre y hasta la exclusión, generan
de cualquier manera respuestas de la gran masa de desposeídos –tanto en los
países capitalistas industrializados como en los atrasados y hasta en los
antiguos Estados burocratizados– contra la dominación y las consecuencias
múltiples de las estrategias cada vez más expoliadoras y devastadoras del
capital mundializado.
¿Se puede hablar en nuestros días de centralidad del
proletariado y de su calidad de posible sujeto revolucionario anticapitalista?
Me parece evidente si retomamos el concepto en su acepción amplia y todavía más
si lo ligamos con el concepto de opresión, de oprimido (entre los que se
encuentran notablemente las mujeres, los jóvenes, los indígenas, los migrantes,
etc.), que por supuesto atraviesa prácticamente a todas las clases, pero
priorizando a los desposeídos, explotados y despojados por el capitalismo.
Notas del presente fragmento
* Profesor-investigador de la Universidad Autónoma
Metropolitana (México). Su más reciente libro es El ocaso interminable.
Política y sociedad en el México de los cambios rotos, Era, México, 2010.
Correo:
anoa6259@correo.xoc.uam.mx.
2 Robin Blackburn, «Ernest
Mandel et la voie de la socialisation», en Gilbert Achcar (sous la
direction de), Le marxisme d'Ernest
Mandel, Actuel Marx Confrontation/PUF, Paris, 1999, p. 28.
3 Algunos datos biográficos y perfiles intelectuales en
Tariq Ali, «Entrevista a Ernest Mandel:
locuras de juventud» y Robin Blackburn, «In
memoriam: Ernest Mandel», ambos en Escritos
de Ernest Mandel..., cit.; Gilbert Achcar, «Ernest Mandel (1923-1995): un portrait intellectuel» en Gilbert
Achcar (sous la direction de), Le
marxisme d'Ernest Mandel, cit.; François Vercammen, «Ernest Mandel, 1923-1995», Inprecor, Paris, nº 394, Septembre 1995
y Adolfo Gilly, «Ernest Mandel: recuerdos
del olvido», Cuadernos del Sur, Buenos Aires, nº 20, diciembre 1995.
4 Escribe Ernest:
«el
marxismo aparece como una cuádruple síntesis: síntesis de las principales
ciencias sociales; síntesis de estas ciencias sociales y el proyecto de
emancipación de la humanidad; síntesis del proyecto de emancipación humana y el
movimiento real de auto-organización y de auto-emancipación del proletariado
moderno; síntesis de este movimiento obrero real y la acción, en forma de
organización política revolucionaria. Estas síntesis no pueden considerarse
terminadas de una vez y para siempre. Puesto que su único axioma es que la
medida definitiva de toda acción humana y el fin último del ser humano es el
propio ser humano, están sometidas siempre a la prueba de la práctica, y no son
en absoluto dogmáticas. Deben ser constantemente reexaminadas a luz de cada
experiencia o datos nuevos sobre un pasado todavía insuficientemente conocido»
(
Escritos de Ernest Mandel. El lugar del
marxismo en la historia y otros textos, Catarata/Viento sur, Madrid 2005,
p. 48). Y enfatiza en uno de sus últimos textos, escrito en 1995:
«Pero el marxismo solamente puede mantenerse
vivo si es abierto y creativo, esto es sin devenir un dogma petrificado» («La crise socialiste et le renouveau du
marxisme»:
www.ernestmandel.org/fr/ecrits/txt/1995/la-crise_socialiste_et_le-renouveau_dumarxisme.htm.
En el mismo sentido, E. Mandel, « L'actualité du marxisme vivant », Inprecor,
nº 146, 1983
www.ernestmandel/ecrits/txt/1983/actualitemarxisme.htm.
5 Tratado de economía
marxista, 2 tomos, Era, México, 1969; El
capitalismo tardío, Era México, 1979; Las
ondas largas del desarrollo capitalista. La interpretación marxista, Siglo
Veintiuno Editores, Madrid, 1986.
6 Ernest Mandel, La
formación del pensamiento económico de Marx de 1843 a la redacción de El
capital: estudio genético, Siglo XXI, México, 1968, en especial el cap. I.
7 «Émancipation,
science et politique chez Karl Marx», en Denis Woronoff, Jean-Marie Brohm
et al, Marx... ou pas? Réflexions sus un
centenaire, EDI, Paris, 1986, p 281-282. La cita de Marx proviene de la Contribución a la crítica de la filosofía
del derecho de Hegel.
8 Michael Löwy, «L`humanisme
révolutionnaire d'Ernest Mandel», en G. Achcar (sous la direction de), Le marxisme..., cit., p. 33).
9 «Su trabajo no
estaba prisionero de un enfoque estrecho, técnico o táctico, de un método
estrechamente económico o político, sino que enraiza siempre en una perspectiva
humanista revolucionaria más amplia, histórica y mundial. Es la razón por la
cual sus escritos económicos no se confinan jamás únicamente a las fuerzas
abstractas y a las 'leyes económicas', sino tratan de los seres humanos
concretos, de su enajenación, de su explotación, de su sufrimiento, tanto como
de la historia de sus luchas, de su rechazo a someterse a la dominación del
capital» (Michael Löwy, op. cit., p. 33 et passim).
10 « La experiencia
práctica muestra que en la confrontación individual entre el asalariado y el
empresario capitalista, el primero sale sistemáticamente vencido a causa de su
impotencia financiera y económica. Debe vender contínuamente su fuerza de
trabajo, mientras que el capitalista dispone de reservas suficientes para poder
alcanzar un precio que le convenga. Así, la presión material empuja a los
asalariados a reagruparse, a organizarse colectivamente, a crear cajas de
resistencia [de grève], sindicatos, cooperaivas y eventualmente partidos
políticos obreros. Pero esta obligación objetiva no es vivida mecánicamente de
la misma manera por todos los asalariados. No todos reaccionan, tampoco,
inmediatamente, de la misma manera y contínuamente, a esta obligación. Algunos
toman conciencia más rápido que otros de la necesidad de una coalición y de las
condiciones en las cuales puede esta coronarse con el éxito. Algunos van a
sacar permanentemente las conclusiones prácticas de esta conciencia, otros
menos o para nada» (Ernest Mandel, «Pourquoi
je suis marxiste», en Gilbert Achcar (sous la direction de), Le marxisme d'Ernest Mandel, Actuel Marx
Confrontatio/PUF, Paris, 1999, p 216.
11 «Émancipation, science et politique...»,
cit., p. 283. « La fuerza
principal del socialismo científico reside en el hecho de que posee un objetivo
emancipador –la liberación del proletariado, del trabajo y de la humanidad
entera de todas las condiciones indignas de la humanidad– que resulta del
movimiento real de la sociedad y de la historia. De las contradicciones
internas del modo de producción capitalista, científicamente probadas por dos
siglos de historia, contradicciones que ningún Estado, ninguna religión, ningún
terror, ninguna 'sociedad de consumo' pueden suprimir, se desprende por un lado
una cadena de crisis sistémicas sucesivas en el dominio económico, social,
cultural, político, militar, moral, ideológico, lo que se encuentra por
completo confirmado por el desarrollo histórico real. De lo anterior se
desprende, por otro lado, una tendencia histórica a la organización del trabajo
asalariado, uno de los presupuestos más importantes que se derivan del análisis
marxista de la sociedad capitalista en particular» (Idem, pp. 288-289).
13 «Pourquoi je suis
marxiste», cit., p. 230.
14 «Con el
proletariado el capitalismo crea a su propio enterrador. No puede crecer
significativa y duraderamente sin que crezca de la misma manera el
proletariado, sin que se desarrolle la lucha de clases proletaria. El
proletariado tiende por lo demás a constituir una fracción mayoritaria de la
población activa, al menos en los países industrializados y
semi-industrializados» (Escritos de
Ernest Mandel. El lugar del marxismo..., cit., p. 76).
15 Escritos de Ernest
Mandel. El lugar del marxismo..., cit, p. 46.
16 «Émancipation,
science...», cit., p. 289.
17 Ensayos sobre el
neocapitalismo, Era, México, 1971, pp. 75-77. Véase El capitalismo tardío (cit.), donde habla de la ciencia sometida a
la maximación de ganancias del capital, de la «reunificación masiva de la actividad intelectual y productiva, y la
entrada del trabajo intelectual en la esfera de la producción», en fin, de
la proletarización del trabajo intelectual. concluye el capítulo señalando que «las contradicciones más importantes del
capitalismo avanzado residen […] en la renovada crisis de valorización y en la
creciente insurgencia de los asalariados contra las relaciones de producción
capitalistas, una insurgencia que se puede extender también, en forma
creciente, al sector de los productores intelectuales, no debido al subdesarrollo
de la educación sino a su subordinación a las necesidades del capital, que
choca cada vez más frecuente y frontalmente con las necesidades de la libre actividad
creadora » (o el siguiente párrafo: «la
unificación masiva de la actividad intelectual y productiva, y la entrada del
trabajo intelectual en la esfera de la producción» (p. 268). Igualmente, se
puede consultar Ernest Mandel, La
proletarización del trabajo intelectual y la crisis de la producción
capitalista, Folletos de Bandera Socialista nº 44, spi.
18 «La característica
estructural que define al proletariado en el análisis marxiano del capitalismo
es la obligación socioeconómica de vender su propia fuerza de trabajo. Así
pues, dentro del proletariado se incluyen no sólo los trabajadores industriales
manuales, sino todos los asalariados improductivos que están sujetos a las
mismas restricciones fundamentales: no propiedad de los medios de producción;
falta de acceso directo a los medios de subsistencia (¡la tierra no es de
ninguna manera libremente accesible!); dinero insuficiente para comprar los
medios de subsistencia sin la venta más o menos continua de la fuerza de
trabajo» (Ernest Mandel, El capital,
cien años de controversias en torno a la obra de Karl Marx, Siglo Veintiuno
Editores, México, 1995, p. 128).
19 El capitalismo
tardío, cit., pp. 382-383. «La
expansión del sector de servicios capitalistas que tipifica al capitalismo
tardío, resume así a su manera todas las contradicciones principales del modo
de producción capitalista. Refleja la enorme expansión de las fuerzas
sociotécnicas y científicas de la producción y el correspondiente crecimiento
de las necesidades culturales y civilizadoras de los productores, al mismo
tiempo que refleja la forma antagónica en que esta expansión se lleva a cabo
bajo el capitalismo, ya que está acompañada por una sobrecapitalizacíón cada
vez mayor (dificultades de valorización del capital), crecientes dificultades
de realización, creciente desperdicio de valores materiales, y una creciente
enajenación y deformación de los trabajadores en su actividad productiva y su
esfera de consumo» (Idem, p.
393).
20 «Situación y futuro
del socialismo», El socialismo del futuro, Revista de debate político,
Fundación Sistema, Madrid, vol. 1, nº 1, 1990, p. 94. Subrayados del autor.