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Blas Roca, en el balcón de la sede nacional del Partido Comunista, entonces denominado Partido Socialista Popular |
Julio César Guanche | El
primer Partido Comunista de Cuba (PC), fundado en agosto de 1925, tuvo una
relación difícil con la revolución que en la isla es conocida como “del 30” o
del “33”. El PC contribuyó de forma esencial a la configuración de la
“situación revolucionaria” que acabó con el régimen de Gerardo Machado en 1933.
Esa agrupación contaba con una gran acción obrera, que dirigió y fraguó en
medida significativa, y con una tradición extraordinaria de pensamiento, con
figuras como Julio Antonio Mella y Rubén Martínez Villena.
No obstante, ya en la cima de la crisis de 1933 no
comprendió la situación gestada, protagonizó el “error de agosto” (pactar con
Machado el fin de la huelga general), y combatió un resultado directo de
aquella revolución: la presencia en el Gobierno Provisional del ala
revolucionaria representada por Antonio Guiteras. La táctica posterior del PC
estuvo marcada por la recomendación de la Internacional Comunista, dada en
noviembre de 1934, de revisar la posición ante Guiteras y por la nueva política
“de
masas”, que sería decidida por el PC en febrero de 1935. En ese contexto,
se propondría un acercamiento con Guiteras y con Joven Cuba.
En el Comité Estudiantil de Huelga Universitaria los
comunistas y los nacionalistas pudieron compartir experiencias con miras a la
huelga de marzo de 1935, mientras que el VI pleno del Comité Central del PC
(octubre de 1935), en consonancia con el cambio de orientación de la
Internacional Comunista, formularía la estrategia del “frente popular”, que
abría la puerta al PC para la búsqueda de concertaciones.
El perfil de las nuevas alianzas vino impuesto por las
circunstancias. El PC se encontró sin acceso a los partidos surgidos de la
revolución, pues el Partido Revolucionario Cubano (Auténtico), el Partido
Aprista Cubano y Joven Cuba le negaron la posibilidad de asociarse.
La Organización Revolucionaria Cubana Antiimperialista
(ORCA), en la que militaban en el exilio Pablo de la Torriente y Raúl Roa, fue
la única organización revolucionaria que se mostró favorable a un acuerdo con
el PC, pero se encontraba en el extranjero y su existencia fue efímera. La
Conferencia de Miami (mayo de 1936), donde comenzó el acercamiento con el PC,
tuvo escasa resonancia en Cuba.
En 1937 el PC encontró cabida en el Bloque Revolucionario
Popular, integrado por algunos sectores nuevos de la burguesía, aliado a otros
tradicionales como Carlos Mendieta y Miguel Mariano Gómez y que constituía una
plataforma amplia, aunque electoral. La intención del PC en esa alianza era
alejar a Fulgencio Batista “de los más reaccionarios”.
La “lucha por mejoras sociales dentro del orden burgués” y
el “nacionalismo” que el PC había criticado antes en Guiteras -por su
“insuficiencia” y su “chauvinismo”- fueron incorporados ahora a la estrategia
de lucha del PC.
El PC iría más allá por ese camino, pero en sentido distinto
al de Guiteras. Desde 1936, el Partido comenzó a suprimir de su discurso
público, bajo la égida de la doctrina del “Frente Amplio contra el fascismo”,
las referencias antiimperialistas. En 1938 obtuvo reconocimiento legal como
partido, lo que colocaba en el terreno parlamentario a la lucha obrera.
Para 1944, por ese camino el PC terminaría definiendo a
Batista como “magnífica reserva de la democracia cubana”. En el proceso había
sido más intransigente en sus imperativos hacia el gobierno de Grau-Guiteras
durante 1933, que lo que demandó del gobierno “democrático-burgués” (1940-1944)
de Fulgencio Batista.
La divergencia en la actitud del PC respecto a uno y otro
gobierno se encuentra tanto en el plano de las diferencias ideológicas como en
el del acceso al poder que encontraron en una y otra circunstancia. Si Guiteras
-y Grau- capitalizaban los logros de las conquistas sociales sin rúbrica
comunista; esa situación cambiaba con Batista, con quien el PC encontró espacio
para situarse al frente del movimiento obrero y ser reconocido como el
principal gestor de las conquistas sociales.
En 1943, Blas Roca resumiría el proceso revolucionario del
30 de esta forma: “A través de una nueva
lucha sangrienta, preñada de sacrificios y dolores, el pueblo consiguió
derrocar a Machado e introducir algunas importantes modificaciones al Estado
cubano”.
Esto era todo lo opuesto a cómo había sido leída esa marea
revolucionaria por otros sectores políticos. Gustavo Cuervo Rubio decía:
“Las actividades de los sectores obreros han
producido un desconcierto de proporciones extraordinarias. Una ola avasalladora
de reivindicaciones sociales amenaza con destruir las fuentes de la riqueza
privada, y el auge del movimiento alcanza ya a dañar la esencia misma de toda
la economía nacional”.
Para Blas Roca, la política reformista de “colaboración de
clases” se basaba “en el pasado”, con lo que se refería a la política de
Grau-Guiteras, en “la negación del socialismo, en la negación de la lucha por
establecer un régimen mejor y superior para la humanidad”. El líder del otrora
Partido Comunista (el PC se rebautizó como Partido Socialista Popular en 1943)
justificaba así la nueva política reformista de su partido, fundamentada ahora
“en el reconocimiento creciente de los derechos de los trabajadores, un
crecimiento consecuente del mercado interno de cada país y del mercado interno
nacional sobre la base de una producción expansiva y de un comercio
coordinado”.
Para conseguirlo, llamaba ahora a la clase obrera a
desempeñar un “papel patriótico y responsable”, en el propósito de gestar la
“Unidad Nacional” contra el fascismo, aunque, en rigor, no fuese considerada
esta por Blas Roca como una “política del momento y transitoria, sino [una]
política de largo alcance y para mucho tiempo, en el avance progresivo hacia la
conquista de todos [los] derechos” de la clase obrera.