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Michal Kalecki ✆ Javier López Bernardo
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Alberto Garzón
Espinosa [Especial
para Ñángara Marx] El capitalismo
español está enfrentando una severa crisis que revela que los fundamentos de su
crecimiento reciente eran extraordinariamente frágiles. Utilizando un marco
teórico de inspiración neomarxista y kaleckiana analizamos los desequilibrios
comerciales y financieros de la economía española en su inserción en la
economía europea y la economía mundial. Asimismo valoramos el papel de la
desigualdad y el endeudamiento en este proceso
1. Introducción
“El capital es la
sangre que fluye a través del cuerpo político de todas aquellas sociedades que
nosotros llamamos capitalistas, extendiéndose, algunas veces como un goteo y
otras veces como un torrente, en cada recoveco y rendija del mundo inhabitado.
Es gracias a este flujo que nosotros, quienes vivimos bajo el capitalismo,
adquirimos el pan diario así como nuestras casas, coches, móviles, camisetas,
zapatos y todos los bienes que necesitamos en nuestra vida diaria. A través de
este flujo la riqueza es creada desde los muchos servicios para la manutención,
el entretenimiento, la educación, y otros que obtenemos. Estableciendo
impuestos a este flujo los estados aumentan su poder, su poderío militar y su
capacidad para asegurar un estándar de vida adecuado a los ciudadanos. Con la
interrupción, el estancamiento o, incluso peor, la suspensión del flujo nos
encontramos con una crisis del capitalismo en la cual la vida no puede
continuar más tiempo en la forma en la que estábamos acostumbrados” | David
Harvey (The Enigma of Capital)
España está en crisis porque se ha interrumpido el flujo del
capital, de forma que no se crea más empleo y cada vez es más difícil acceder a
los bienes y servicios a los que estábamos acostumbrados hasta ahora. El ciclo
del capital, ese flujo de sangre que circula a través de nuestras economías, se
ha roto por diferentes partes y los gobiernos no logran encontrar la forma de
taponar las heridas para poder reactivarlo.
Sin embargo hasta ahora ese ciclo del capital, ese flujo de
sangre, había fluido correctamente en España. Nuestro país crecía
económicamente, se creaba empleo y como consecuencia de todo ello se
incrementaba el bienestar material de la sociedad (infraestructuras, servicios
públicos, etc.). La sociedad estaba subsumida en una dinámica de estabilidad
que prometía durar por siempre. La interrupción del crecimiento económico, y en
la profundidad en la que ha sucedido y está sucediendo, ha roto las promesas de
futuro tanto económicas como sociales, provocando cambios en la vida de los
ciudadanos y en sus esquemas mentales.
Wallerstein apuntaba que “una crisis implica una situación
en la cual un sistema histórico, debido a su desarrollo interno, ha acentuado
sus contradicciones hasta el punto en que no puede continuar manteniendo la
misma estructura básica”. En efecto, ese ciclo del capital operaba sobre unos
determinados fundamentos que están rotos o que ya no existen, de modo que la
reactivación del ciclo requiere su sustitución por otros diferentes. Estamos
inmersos en esa encrucijada: ¿cómo podemos saber cuál es la estructura básica
que necesitan la economía de España para poder volver a crear empleo y mejorar
las condiciones de vida de los ciudadanos?
El capitalismo tiene una lógica y una dinámica específica de
funcionamiento, pero no se cristaliza de una forma perfecta en cada economía
nacional. Diversos factores económicos, históricos, culturales y sociales dotan
de rasgos propios a las economías nacionales, las cuales a pesar de ser
economías capitalistas tienen sus propias singularidades. Asimismo, su dinámica
interna viene marcada por el modo de participación en el sistema capitalista
mundial.
Dicho de otra forma, todas las economías capitalistas
obedecen al mencionado ciclo del capital y la lógica de funcionamiento que
conlleva –necesitan tener crecimiento económico y por lo tanto encontrar
espacios de rentabilidad-, pero las piezas del sistema pueden articularse de
forma diferente para conseguirlo. Esta es la razón por la que en el conjunto de
las economías capitalistas percibimos distintas estructuras económicas, cuyos
fundamentos debemos estudiar para averiguar qué se encuentra detrás del
crecimiento económico de cada economía en particular.
Partimos de un punto básico: el principal elemento de una
economía capitalista es la ganancia, sin la cual el sistema no puede seguir reproduciéndose.
Y en el análisis de la ganancia cobra una importancia clave la relación que
existe entre el capital y el trabajo, relación que se cristaliza en una
determinada distribución de la renta. No en vano los economistas clásicos
siempre tuvieron muy presente el papel de la distribución, centrando sus
esfuerzos académicos en entender las consecuencias de su modificación (Herrera,
2011).
A partir de una determinada relación capital-trabajo (de una
determinada distribución de la renta) podemos decir que hay dos regímenes de
crecimiento económico: aquellos basados en el crecimiento de la participación
de los beneficios en la renta y aquellos que se basan en el crecimiento de la
participación de los salarios en la renta, ambos satisfaciendo la necesidad de
que exista una ganancia suficiente. Como veremos más tarde, y a partir de
nuestro marco teórico, convenimos en llamar a estos regímenes de crecimiento
económico wage-led y profit-led respectivamente.
Las políticas económicas neoliberales han deteriorado el peso de la participación salarial en prácticamente todo el
mundo desarrollado, y han obligado a imponer modelos de crecimiento que
necesariamente debían articularse a partir de un bajo peso salarial y en
consecuencia con menor demanda basada en los salarios. Para garantizar el
crecimiento económico algunos países han superado dicho estancamiento de la
demanda a través de un incremento de las exportaciones netas y por lo tanto con
un superávit en la cuenta corriente, mientras que otros países han compensado
con consumo financiado por el crédito y con un consecuente déficit comercial en
la cuenta corriente.
Como veremos más adelante, lo que encontramos en Europa son
modelos de crecimiento simbióticos entre los países del centro y los países de
la periferia de Europa. Mientras los países del centro de Europa han basado su
crecimiento en la exportación de bienes y servicios, gracias a ganancias de
competitividad logradas a través de la contención de costes salariales y
mejoras en la productividad, los países de la periferia han basado su
crecimiento en la demanda interna y el endeudamiento privado. Más adelante tendremos
oportunidad de analizar las diferencias entre ambos modelos de crecimiento, que
definimos como export-led y debt-led respectivamente.
Como hemos apuntado, las lógicas de estos modelos de
crecimiento hunden sus raíces en los procesos de política económica dominantes
a partir de los años 80 en todo el mundo. Las políticas de desregulación de las
finanzas internacionales han facilitado el flujo de crédito a lo largo de todo
el mundo, mientras que las reformas laborales y los procesos de globalización
comercial han deteriorado la negociación sindical y han producido una caída en
el peso de los salarios que se ha traducido en una caída de la demanda interna.
Pero el neoliberalismo ha tenido otros efectos paralelos,
como el desencadenamiento de una serie de procesos que han sido definidos por
diversos autores como financiarización. Aunque no hay acuerdo a la hora de
definir lo que es la financiarización, Epstein (2004:3) ha proporcionado una
definición amplia según la cual la “financiarización es el incremento del rol
de los motivos financieros, los mercados financieros, los actores financieros y
las instituciones financieras en las operaciones de las economías nacionales e
internacionales”. Tablas (2007: 282) también propone una definición genérica
parecida, según la cual la financiarización es la situación “que se deriva de
la confluencia de cambios que inducen un aumento en la cuantía, complejidad,
centralidad y autonomía de las finanzas”.
En efecto, algunos autores como Stockhammer (2008) y Hein y
van Treeck (2007) han reconocido que la noción de financiarización cubre un
amplio rango de fenómenos, tales como la desregulación financiera y la
proliferación de nuevos instrumentos financieros, el cambio en la naturaleza de
los sistemas financieros, la emergencia de los inversores institucionales, la
liberalización de los flujos de capital internacionales y el incremento de la
inestabilidad en los mercados de tipo de cambio, el incremento de la
importancia de la financiación basada en los mercados en relación a la basada
en los bancos, el incremento de la actividad no crediticia de los bancos
comerciales o el creciente poder de los accionistas en relación a los
directivos y trabajadores, entre otros.
De forma más específica, Hein (2011) señala siete hechos estilizados
que se dan conjuntamente en las economías financiarizadas. En primer lugar, el
fenómeno del “shareholder value” y la extensión de una lógica cortoplacista en la gestión de las empresas. En
segundo lugar, el incremento de la cantidad de pagos a dividendos. En tercer
lugar, el incremento de los tipos de interés y la carga financiera. En cuarto
lugar, el incremento de los salarios más altos, especialmente los directivos.
En quinto lugar, el incremento del peso del sector financiero y de los motivos
financieros. En sexto lugar, la proliferación de fusiones y adquisiciones. En
séptimo lugar, la liberalización de las finanzas y el comercio mundial.
Todos estos fenómenos han configurado el capitalismo moderno
en el que se insertan las economías nacionales, y que han facilitado los
procesos de endeudamiento que están relacionados con los modelos de crecimiento
modernos.
El presente trabajo está estructurado como sigue. En el
epígrafe número 2 explicamos nuestro marco teórico, de inspiración neomarxista
y kaleckiana. En el epígrafe 3 evaluamos el crecimiento económico reciente de
España y su rol en la economía europea, haciendo hincapié en las variables
vinculadas a la competitividad. Finalmente en el epígrafe 4 estudiamos el papel
que ha tenido el endeudamiento en el modelo de crecimiento económico español.