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Walter Benjamin ✆ Jim
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Erika Lipcen |
El presente trabajo busca reconstruir una tensión entre el pensamiento
de Marx y Benjamin en relación al valor que cada uno le otorga a la memoria. En
principio, podría afirmarse que estos autores asumen puntos de vista contrapuestos:
mientras en El Dieciocho Brumario Marx sostiene que toda apelación al pasado es
superstición, por lo que la revolución no puede sacar de allí su lírica; para
Benjamin, el cambio revolucionario cita al pasado. Lo que llama la atención,
sin embargo, es que Benjamin en la Tesis XIV afirma que el salto al pasado que
él reivindica es “la revolución tal y como la entendió Marx”. Nuestro objetivo
aquí será indagar los motivos por los que Benjamin incluye esta referencia a
Marx, considerando que él conocía su negativa a que la revolución se nutriera
del pasado.
I
En El Dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte, aquel estudio histórico dedicado al análisis
del período que va desde la revolución de 1848 al golpe de estado de Luis
Bonaparte en 1852, encontramos algunos de los famosos pasajes en los cuales
Karl Marx diferencia la revolución proletaria de la burguesa, a partir de la
relación que cada una de ellas guarda con la memoria.
Recordemos que en este
texto, publicado originalmente en la revista Die Revolution dirigida desde los Estados Unidos por su amigo Joseph
Weydemeyer, Marx afirma que la revolución proletaria que debe llevarse a cabo
en el siglo XIX, sólo puede iniciarse si primero logra dejar atrás “toda adoración supersticiosa del pasado”
(MARX, 1998, p. 16). Para el autor, el problema de las revoluciones burguesas
era que precisaban vincular sus luchas con las antiguas, para así ocultar el
verdadero contenido de aquello por lo que peleaban: “[necesitan] remontarse a
los recuerdos de la historia universal para pasmarse con su propio contenido”
(Ibídem.). Es este el caso de Robespierre y sus colegas, quienes, según Marx,
hallaban en la antigua Roma “las ilusiones” que los llevaban a no reparar en el
contenido propiamente burgués de sus luchas (Ibídem. pp. 13-14). Mientras que
la inscripción objetiva de sus batallas tenía un contenido burgués limitado -se
correspondía con la instauración de la sociedad burguesa moderna, sus
ilusiones, en cambio, los posicionaban en el centro de una gran tragedia
histórica. Esta operación ilusoria era precisamente la que hacía que su interés
burgués particular pasara por universal, y su propio desarrollo de clase por el
de la historia como tal:
(...) cuando [los
burgueses] se disponen a sublevarse y sublevar el estado de las cosas, a crear
algo inusitado en estos tiempos de crisis y rebelión es precisamente cuando,
con miedo, conjuran en su auxilio los espíritus de ataño, se disfrazan con sus
nombres, sus consignas de guerra, sus vestimentas, para interpretar una nueva
escena de la historia universal con ese traje de vejez respetable y esas
palabras prestadas (Ibídem., p. 14).
En contraste con las revoluciones burguesas, la revolución
proletaria que Marx propugna, implica poner en cuestión y liberarse de “la
herencia de todas las generaciones muertas” (Ibídem., p. 13); supone
independizarse de la influencia supersticiosa que ejerce la memoria. Las
rememoraciones del pasado, al impedir que seamos conscientes de lo que pasa en
la efectiva realidad social, y no permitir que asumamos nuestras verdaderas condiciones
de existencia, tampoco posibilitan que engendremos verdaderos cambios sociales.
Según Marx, el modo de no engañarse y de asumir la propia condición de clase,
es dejar atrás el pasado: “permitir que los muertos entierren a sus muertos”
(ibídem., p. 16). Es por eso que exhorta a que la revolución proletaria no saque
su poesía del pasado, sino del futuro2.
Varios autores han mantenido que estas afirmaciones
desarrolladas en El Dieciocho Brumario,
son exactamente inversas a las que el filósofo judío alemán Walter Benjamin
expone en sus Tesis Sobre el concepto de
historia, redactadas en 1940 durante su exilio. En principio, este
contraste radicaría en que mientras el imperativo revolucionario de Marx es el
olvido, para Benjamin se trata, por el contrario, de lanzarse al pasado para
rescatar la memoria de los vencidos.
Según Benjamin, la praxis revolucionaria se inspira en
ciertos recintos del pasado que han quedado cerrados. En este sentido, en sus
materiales preparatorios para las Tesis,
por ejemplo, escribía:
Para el pensador
revolucionario la oportunidad revolucionaria propia de cada momento tiene su
banco de pruebas en la situación política existente. Pero la verificación no es
menor si se efectúa valorando la capacidad de apertura de que dispone cada
instante para abrir determinadas estancias del pasado hasta ahora clausuradas.
La entrada en esa estancia coincide de lleno con la acción política (…)
(BENJAMIN, 2009, p. 307).
Ese pasado clausurado, cuya apertura es política, es un
“pasado trunco” (OYARZÚN ROBLES, 1996, p. 29) que no pudo realizarse en su presente,
pero que aún contiene un reclamo por las injusticias acontecidas y el latido de
sus esperanzas y utopías frustradas. La acción política parte de escuchar las
voces que vienen de esas estancias cerradas del pasado; voces que han quedado
acalladas y desechadas por la historia que ha llegado hasta hoy: “¿Acaso no nos
roza un hálito del aire que envolvió los precedentes?
¿Acaso no hay en las voces a las que prestamos oídos un eco
de otras, enmudecidas ahora?” (BENJAMIN, 1996, p. 48). Para Benjamin, ese pasado
frustrado está inconcluso y aguarda ser actualizado: espera ser “redimido” de
su fracaso. De esta manera, el filósofo berlinés explícitamente se distanciaba
de tesis como las de Max Horkheimer, para quien “[l]a injusticia pasada ha sucedido
y está conclusa” (BENJAMIN, 2005, p. 473). En el Libro de los Pasajes, alude a
una carta que Horkheimer le escribiera en marzo de 1937 y en la cual éste
sostenía que la injusticia, el horror y el dolor del pasado son irreparables3.
Es decir, para este autor el pasado no permanece inconcluso ni abierto, afirmar
lo contrario -sostener el carácter no cerrado del sufrimiento pasado y de las
esperanzas latentes- es “teología” (Ibídem., p. 473). Para Benjamin, en cambio,
el pasado no es algo ya concluido, no permanece inamovible y fijo: “la historia
no es sólo una ciencia, sino no menos una forma de rememoración. Lo que la
ciencia ha ‘establecido’, puede modificarlo la rememoración” (Ibídem.). Entre
las generaciones pasadas y las actuales existe un “secreto acuerdo”, una “débil
fuerza mesiánica” que las vincula y “sobre la cual el pasado reclama derecho”
(BENJAMIN, 1996). Esta “débil fuerza” exige a las generaciones presentes
escuchar aquellas voces que reclaman por sus derechos pendientes, prestar oídos
a las exigencias del pasado y, de esta manera, actualizarlo, redimirlo de su frustración.
Como explica Reyes Mate, “la recordación
tiene por objeto rescatar del pasado el derecho a la justicia (…), leer los
proyectos frustrados de los que está sembrada la historia no como costos del
progreso sino como injusticias pendientes” (MATE, 2009, p. 259). Hay
momentos del pasado que esperan la oportunidad de ser citados por el presente,
de entrar con él en una “constelación” y ser así sacados de la oscuridad sus
deseos de futuro que han sido mutilados. Es a partir de estas citas que
Benjamin encuentra la posibilidad de que se dé la novedad; es precisamente de
ellas que saca su lírica el cambio presente. Por eso, este recurso al pasado es
esencialmente político. La política encuentra su poesía en las posibilidades
pasadas aún latentes de redención. Es precisamente desde ese lazo con el pasado
que resulta posible, para el autor, pensar un nuevo presente.
Ahora bien, lo que llama la atención es que -pese a esta
evidente diferencia entre Marx y Benjamin respecto al valor que cada uno le
otorga al pasado- encontramos que Benjamin en su Tesis XIV afirma que el
“salto” revolucionario al pasado que él propone consiste en la revolución tal y
como la entendió Marx: el “salto bajo el libre cielo de la historia es el
(salto) dialéctico, como el cual concibió Marx la revolución” (BENJAMIN, 1996 p.
61)4. Sabemos que Benjamin había leído El
Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte en el año 1938, en la casa de su amigo
Bertolt Brecht, en Svendborg [Cf. WIZISLA, 2000, p. 683). Entonces, ¿por qué
motivo incluyó esta referencia a Marx en la Tesis XIV, si conocía acerca de su negativa
a que la revolución se nutriera del pasado? En lo que sigue, buscaremos plasmar
algunas reflexiones producto del intento de dar una respuesta a este
interrogante.
II
En “Historia y
paradigmas en Marx y Benjamin” (SAZBÓN, 2002, p. 164)5, el autor argentino
José Sazbón compara a los dos pensadores, prestando atención a una serie de
temas que forman parte de la tradición marxista. Puntualmente, en lo que
respecta a la problemática que planteamos acerca de la referencia a Marx en la
Tesis XIV, en un breve pasaje de su ensayo, Sazbón señala que el concepto de
revolución marxiano funciona en dicha Tesis como un “contraejemplo”, tanto de
las citas del pasado que lleva a cabo la moda, como de los revolucionarios
franceses (Cf. Ibídem., p. 164).
La Revolución francesa
-afirmaba Benjamin- se comprendía a sí
misma como una Roma rediviva. Citaba a la antigua Roma tal como la moda cita un
viejo atuendo. La moda tiene el barrunto de lo actual, donde quiera que éste se
mueva la espesura de lo antaño (BENJAMIN, 1996, p. 61).
Para Sazbón, el hecho de que Benjamin equipare aquí las
formas de apelar al pasado de la moda y las de la Revolución Francesa, muestra
que “ambas participan de [una] misma propensión mixtificatoria (SAZBÓN, 2002,
p. 165). No sólo las citas de la moda, en su recurrente fusión de lo nuevo y lo
siempre-igual, clausuran toda dialéctica emancipadora, también “la Revolución
Francesa, por estar atada a la memoria de Roma, no pudo producirse «bajo el cielo despejado de la historia»”
(Ibídem., p. 166).
Esta hipótesis podría funcionar como un modo de responder a
por qué Benjamin retoma a Marx en la Tesis XIV. Lo que él rescataría, sería la crítica
marxiana a las citas de los revolucionarios franceses por “el carácter supersticioso”
que Marx le atribuía a las mismas; o, en otros términos, por “perderse entre
nubes” que no dejan ver con claridad el “verdadero contenido” de sus actos.
Ahora bien, el problema de esta lectura es que, aunque fuera
el caso que Benjamin acepte la crítica de Marx a las citas de la Revolución
Francesa por ser ilusorias -con lo que quedaría claro por qué Benjamin
reivindica a Marx en la Tesis XIV-, de todas maneras, sigue quedando en pie la diferencia
fundamental que separa a los autores. Esto es: no se explica el hecho de que
Benjamin retome a Marx, precisamente en la Tesis en la que afirma que la
revolución se inspira en el pasado.
Otra interpretación
puede ser desarrollada tanto a partir de Medianoche
en la historia de Manuel Reyes Mate, como de Aviso de incendio de Michael
Löwy, dos libros que tienen en común el hecho de comentar pormenorizadamente
cada una de las Tesis incluidas en Sobre
el concepto de historia. A diferencia de Sazbón, ambos autores entienden
que Benjamin no toma a la moda y a la Revolución Francesa como dos maneras análogas
de citar el pasado. Por el contrario, para ellos, Benjamin considera las citas
de la Revolución Francesa como una de las formas “productivas” de traer el
pasado al presente, en contraposición a la moda. Según Löwy y Reyes Mate,
Benjamin rescata el modo en que los revolucionarios franceses se apropian de
figuras del pasado como referencias actuales, a los efectos de interrumpir una
historia marcada por la continuidad monárquica (Cf. MATE, 2009, p. 232 y LÖWY,
2005, p. 141). En este sentido, esta lectura de la Tesis XIV daría cuenta, efectivamente,
de la fundamental diferencia entre Marx y Benjamin a la hora de considerar la
importancia del pasado para la revolución. No obstante, teniendo en cuenta las
contundentes críticas de Marx al modo de apropiarse del pasado de los
revolucionarios franceses, el problema es que aún habría que explicar por qué
Benjamin termina reivindicando la revolución “tal como la entendió Marx”.
Avanzando un paso más en
la dirección que marca esta problemática, Reyes Mate sugiere que, a pesar de
que Benjamin pase por alto pasajes fundamentales de El Dieciocho Brumario de
Luis Bonaparte, el hecho de que aluda a Marx en la Tesis XIV podría fundarse en
otros textos del autor (Cf. MATE, 2009, p. 232). Reyes Mate recuerda una carta
que el joven Marx le escribiera a Arnold Ruge en 1843, en donde, entre otras
cuestiones, sostenía:
Desarrollamos nuevos
principios para el mundo a base de los propios principios del mundo. No le
decimos al mundo: termina con tus luchas, pues son estúpidas; te daremos la verdadera
consigna de lucha. Nos limitamos a mostrarle al mundo por qué está luchando en
verdad, y la conciencia es algo que tendrá que asimilar, aunque no quiera. (…)
Entonces, nuestro lema deberá ser: la reforma de la conciencia, no por medio de
dogmas, sino a través el análisis de la conciencia mística, ininteligible a sí
misma, ya sea que se manifieste en su forma religiosa o política. Luego será
evidente que el mundo ha estado soñando por mucho tiempo con la posesión de una
cosa de la cual, para poseerla realmente, debe tener consciencia. Será evidente
que no se trata de trazar una línea mental entre el pasado y el presente, sino
de materializar los pensamientos del pasado (MARX, 2008).
En estos pasajes, Marx desecha absolutamente el pasado a la
hora de pensar el cambio. El pasado no parece ya oprimir, como una pesadilla,
el cerebro de los vivos. Es decir, no se piensa aquí en términos de una
escisión radical entre pasado y futuro, por el contrario, como también afirma
en la carta,
“(…) la humanidad no está
comenzando una nueva tarea, sino que está llevando a cabo de manera consciente
su vieja tarea” (Ibídem.). Según Reyes Mate, (…) la explicación que da Marx del capital como apropiación de la
plusvalía del trabajador tiene un componente anamnético evidente. Lo que
deslegitima al capital es el silenciamiento o cosificación de todo ese pasado
de sufrimiento que va unido al término de plusvalía, es decir, de apropiación
por parte del capitalista de un valor que no es suyo y de desposesión de un valor
que es del otro, del trabajador (MATE, 2009, p. 232).
Entendemos que, por esta vía, Reyes Mate busca destacar el
hecho de que, para Marx, sólo sacando a la luz el sufrimiento que supone y ha supuesto
la acumulación de capital, y la injusticia que trae aparejada la apropiación de
la fuerza de trabajo del obrero por parte del capitalista, sólo así cobra
sentido y es posible la revolución. Si ésta pretende interrumpir la lógica del
beneficio del capitalismo, es imprescindible partir de su desnaturalización, es
decir, de traer al presente el modo en que históricamente dicha lógica fue
normalizándose a costa del sufrimiento y la injusticia.
Ahora bien, el problema de esta posible explicación acerca
de por qué se hace referencia a Marx en la Tesis XIV, es que si bien es cierto
que, para Marx, la revolución proletaria debe tener en cuenta la historia
pasada, esto no supone que la misma “saque su poesía del pasado”. La revolución
es impensable sin la consideración del pasado, pero Marx no parece defender que
aquélla se inspire en él. La importancia del pasado, en todo caso, radica en la
posibilidad de deslegitimar las injusticias presentes, dando voz a lo silenciado
por la lógica del capital. No obstante, este procedimiento de historización, el
trazado de esta “genealogía” o “génesis” que permite “desnaturalizar” el
capital, no alude a lo mismo que la “construcción de la historia” que propone
Benjamin en las primeras líneas de la Tesis XIV (Cf. BENJAMIN, 1996, p. 61).
Como vimos más arriba, la construcción de la historia supone la creación de
algo nuevo a partir de poner en conexión con el presente un fragmento del
pasado oprimido y clausurado por la historia.
III
Vemos así que las posibles respuestas a las que aludimos, dejan
en pie la pregunta acerca de por qué Benjamin retoma a Marx en la Tesis XIV. Y es
que, si sólo nos atenemos a los argumentos que se despliegan al interior de los
textos de ambos autores, tal vez no haya una respuesta que dé cuenta de manera
satisfactoria de este problema. Probablemente, esta cuestión más bien se
explique por el hecho de que Benjamin se nutrió de la cultura y el pensamiento
marxistas, aunque su acercamiento se dio sólo “en términos de fidelidad a una
experiencia de época” (SAZBÓN, 2002, p. 157). Como afirma Sazbón, a diferencia
de otros marxistas de su tiempo que partieron de un “control de legibilidad” de
los textos de Marx, Benjamin no buscó un acceso erudito a los mismos. Una
frecuentación limitada y selectiva de la obra de Marx, le permitió dejar de
lado las tensiones del corpus y pudo acercarse al autor en busca de sus propios
interrogantes (Ibídem.). Esta lectura “no exegética”, aunque comprometida con
el proyecto marxista, es posiblemente la razón por la que en la Tesis XIV
Benjamin utiliza a Marx en provecho de su propia tesis más allá de la letra de
Marx, es decir, pasando por alto pasajes fundamentales de El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
Asumiendo, entonces, la falta de una respuesta que sólo
atienda al contenido interno de los textos, es preciso destacar que -más allá
de las divergencias acerca de si Benjamin coincide o no con Marx en su crítica
a las citas de los revolucionarios franceses o sobre qué escritos del autor podría
haber tenido en mente al redactar la Tesis XIV- Benjamin no se opondría a Marx
cuando éste exhorta a despojarse de toda veneración “supersticiosa” del pasado.
Pues también para Benjamin hay referencias al pasado que tienen efectos
“conservadores”. En el caso de la Tesis XIV, ellas son las citas de la moda.
Ésta se caracteriza por seleccionar ciertos fragmentos del pasado que funcionan
como supuestas novedades, pero que, efectivamente, no producen ninguna
desestabilización del status quo. Las
citas de la moda no provocan nada realmente nuevo puesto que responden a la
clase dominante (Cf. BENJAMIN, 1996, p. 61) y “los poderosos (…) quieren que todo siga igual, preferiblemente por mil
años” (BENJAMIN, 2005, pp. 99-100)6. Esta manera de recurrir al pasado, es
similar a la forma en que operan las evocaciones que Marx criticaba en El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.
Tanto la selección de segmentos del pasado que realiza la moda (para Benjamin),
como la utilización de la antigua Roma por parte de los revolucionarios
franceses (según Marx), en última instancia no hacen sino ocultar lo que está
en juego en la presunta “novedad”7. Así, ambos autores nos advierten que la
operación de traer el pasado al presente puede redundar en la reproducción y
sostenimiento de las estructuras de poder existente. Al igual que la revolución
proletaria para Marx, el cambio que Benjamin propugna también debe liberarse de
aquellas citas del pasado que refuerzan las actuales asimetrías sociales.
Referencias
bibliográficas
BENJAMIN, Walter, “Sobre el
concepto de historia”, en La dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la
historia, Santiago de Chile: Arcis-Lom, 1996.
-------------------------- Libro
de los Pasajes, Madrid: Akal, 2005.
-------------------------- “Materiales
preparatorios del escrito ‘Sobre el concepto de historia’”, en MATE, Manuel
Reyes, Medianoche en la historia. Comentario a las tesis de Walter
Benjamin ‘Sobre el concepto de historia’, Madrid: Trotta, 2009.
HORKHEIMER, Max, “El Estado
autoritario”, en Sociedad en transición: estudios de filosofía social, Barcelona:
Planeta-Agostini, 1972. JANINE RIBEIRO, Renato, La última razón de
los reyes, Buenos Aires: Colihue, 1998.
LÖWY, Michael, Walter
Benjamin: aviso de incendio, Buenos Aires: Fondo
de Cultura Económica, 2005.
MARX, Karl, El dieciocho
Brumario de Luis Bonaparte, Buenos Aires:
MATE, Manuel Reyes, Medianoche
en la historia. Comentario a las tesis de Walter Benjamin ‘Sobre el concepto de
historia’, Madrid: Trotta, 2009.
OYARZÚN ROBLES, Pablo, “Cuatro
señas sobre experiencia, historia y facticidad. A manera de introducción”, en La
dialéctica en suspenso. Fragmentos sobre la historia, Santiago de
Chile: Arcis-Lom, 1996.
SAZBÓN, José, Historia y
representación, Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 2002.
-------------------, Nietzsche
en Francia y otros estudios de historia intelectual, Buenos Aires:
Universidad Nacional de Quilmes, 2009.
WIZISLA, Erdmut, “Revolution”, en Benjamins
Begriffe, OPITZ, Michael y
WZISLA, Erdmut (eds.), Frankfurt am Main: Suhrkamp,
2000.
Notas
1 Cursa el Doctorado en Filosofía en la Facultad de
Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Es
becaria del CONICET. E-mail:
erikalipcen@hotmail.com
2 Resulta interesante recordar en este punto la lectura de
Renato Janine Ribeiro quien sostiene que con esta crítica a las evocaciones del
pasado que, en última instancia, apunta a desenmascarar la ideología que
garantiza la preservación de un determinado orden, Marx prolonga la crítica de
los modernos contra la imaginación. Para Hobbes, por ejemplo, la imaginación,
al ser pasible de ser manipulada por el poder eclesiástico, nos impedía acceder
a la paz e incluso a la felicidad. Marx continuaría esa crítica a la
imaginación esclavizante al decir que lo que aplasta a los hombres es el peso
de las imágenes que tienen del pasado. La revolución proletaria -la única que
según Marx puede detener el mecanismo de repetición y engendrar verdaderos
acontecimientos, por estar los intereses del proletariado en contradicción con
la naturaleza del sistema social- consistiría, a diferencia de la revolución
burguesa, en un trabajo de la razón que desmontaría los fundamentos del pensamiento
y del poder vigentes. Es decir, la revolución proletaria coincidiría con el proceso
de la crítica, exigiendo que se tome conciencia de las figuras de lo imaginario
para que éste deje de ser opresivo y se puedan efectuar verdaderos cambios (Cf.
JANINE RIBEIRO, 1998, pp. 107-165).
3 En esta misma línea, en “El Estado autoritario” Horkheimer
mantenía que “[e]n la historia (…) es irrevocable lo malo: las posibilidades
frustradas, la felicidad que se dejó escapar, el asesinato con o sin
procedimiento jurídico, aquello que el gobierno hace a las personas” (HORKHEIMER,
1972, p. 105).
4 Tesis XIV: “La historia
es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío,
sino aquel pletórico de tiempo-ahora. Así para Robespierre, la antigua Roma era
un pasado cargado de tiempo-ahora, que él hacía saltar en el continuum de la historia.
La Revolución Francesa se comprendía a sí misma como una Roma Rediviva. Citaba
a la antigua Roma tal como la moda cita a un viejo atuendo. La moda tiene el barrunto
de lo actual, donde quiera que éste se mueva la espesura de antaño. Ella es el
salto de tigre hacia lo pretérito. Sólo que tiene lugar en una arena en la cual
manda la clase dominante. El mismo salto bajo el libre cielo de la historia es
el (salto) dialéctico, como el cual concibió Marx la revolución” (BENJAMIN,
1996, p. 61).
5 Este texto fue la intervención del autor en el Simposio
internacional dedicado a Walter Benjamin que se realizó en Buenos Aires en
1992. Entre los trabajos de Sazbón relacionados con este tema, cabe destacar
también “La historia en las ‘Tesis’ de
Benjamin: problemas de interpretación” (SAZBÓN, 2002) y “El legado teórico de la Escuela de Frankfurt”,
“Historia y experiencia” e “Historia
intelectual y teoría crítica” (SAZBÓN, 2009).
6 Cita de Brecht incluida en el Libro de los Pasajes.
7 Si bien no concierne al objetivo principal de nuestro
escrito, con respecto a este punto es preciso dejar asentadas ciertas
diferencias entre los autores. En primer lugar, para Marx la fusión de la
modernidad con la antigüedad no conducía a la circularidad de lo siempre igual,
como la moda en Benjamin. Para Marx, en la época moderna los hombres se confrontan
efectivamente con algo nuevo, el problema es que en el momento de llevar a cabo
tareas inauditas que implican una ruptura temporal, enmascaran el presente en
el pasado por el vértigo que les genera su propia acción. Para Benjamin, en
cambio, en la moda lo nuevo no es ciertamente tal, lo que se presenta como
novedad es, en realidad, la reproducción de un mismo estado de cosas. En
segundo lugar, es también necesario precisar que Benjamin no estaría de acuerdo
con la idea de Marx acerca de que la revolución “realiza metódicamente su tarea”. Es decir, con la idea de que la
revolución proletaria estaría orgánicamente entrelazada con la burguesa, de
manera tal que, por etapas o momentos de su desarrollo, se llegaría a aquélla.