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Karl Marx ✆ Robert Diedrichs
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► “Es indudable que la incomparable grandeza de
Marx estriba, entre otras cosas, en el todo inseparable que en él forman,
completándose y ayudándose mutuamente, el pensador y el hombre de acción. Pero
no menos indudable es que el luchador prevalecía en él, en todo instante, sobre
el hombre de pensamiento” | Franz
Mehring: ‘Marx. Historia de su vida’
Emilio Salgado &
Jazmín Jiménez | Escribir un homenaje sobre el 197°
aniversario del natalicio de Karl Marx, plasmar en algunas pocas palabras algo
sobre una de las personalidades más interesantes de todos los tiempos, resulta
una tarea compleja y emocionante. Por dónde empezar, el desafío se vuelve
difícil a minutos de emprenderlo. Qué decir, qué destacar siendo toda su vida y
obra tan rica –como dice Engels–, “sobre
ese hombre a quién la clase obrera toda de Europa y América (hoy debemos
afirmar mundial) debe más que a hombre
alguno”. Como el motivo de la nota es su natalicio no podemos dejar
de mencionar que Karl Marx llegó a este mundo un 5 de mayo de 1818 en Tréveris,
una ciudad de lo que en ese entonces era la Prusia Renana, actualmente
Alemania. Estudió jurisprudencia, historia y filosofía, allí se encontró con
las ideas de Hegel, de quién hereda la dialéctica, para ponerla sobre sus pies.
Elaboró su sistema de concepciones que constituyen el materialismo y el
socialismo científico, tomando de forma genial las tres corrientes ideológicas
de su siglo: la filosofía clásica alemana, la economía política clásica inglesa
y el socialismo francés.
Pero no podemos seguir con Marx, sin mencionar a Engels, su
gran amigo y compañero desde 1844, quizá la amistad más conmovedora que
conozcamos, una de colaboración plena en el más amplio sentido del término.
Juntos tomaron parte activa en la vida de los grupos revolucionarios y sentaron
las bases del socialismo científico. En 1847 ingresan a la Liga de los
Comunistas y redactan el famoso Manifiesto, que aparece en febrero de 1848,
cuando la última tanda de las revoluciones burguesas se extendía como un
reguero de pólvora por el viejo continente. Cuando el proletariado se mostraba
en Europa como la clase más numerosa y desposeída, la que podría barrer,
incluso, al “nuevo orden establecido” por la burguesía. Como dice Lenin “en
esta obra se traza, con claridad y brillantez geniales, una nueva concepción
del mundo: el materialismo consecuente, aplicado también al campo de la vida
social; la dialéctica como la doctrina más completa y profunda del desarrollo;
la teoría de la lucha de clases y de la histórica misión revolucionaria
universal del proletariado como creador de una nueva sociedad, la sociedad
comunista”.
Cuando la revolución es derrotada, Marx es expulsado de
varios países y en 1849 se instala en Londres donde pasará el resto de su vida
en condiciones bastante duras. Aquí se concentrará en estudiar la economía
política y desarrollará su teoría materialista. Su obra cumbre, El Capital, a
la que con interrupciones le dedicará el resto de su vida, revolucionará la
ciencia económica y política.
A fines de la década del 50 se recrudecen los movimientos
democráticos, esto lo lleva nuevamente a una intensa actividad práctica y el 28
de septiembre de 1864 es uno de los fundadores de la "Asociación
Internacional de los Trabajadores", conocida como la Primera
Internacional, que unificó al movimiento obrero de distintos países.
Indudablemente Marx fue el alma de esta organización, escribió gran parte de
sus manifiestos, resoluciones y declaraciones.
En 1871, luego de la caída de la Comuna de París, a raíz de
la escisión provocada por los bakuninistas
(anarquistas), la I Internacional dejó de existir. Pero cumplió su misión
histórica, dejando paso a una época de desarrollo incomparablemente más amplio
del movimiento obrero, que pondría en pie partidos obreros socialistas de masas
dentro de cada Estado nacional.
La salud de Marx se fue deteriorando, tras una intensa labor
en la Internacional y en sus actividades teóricas. Continuó sus estudios e
investigaciones para terminar El Capital, recopilando con este fin multitud de
nuevos documentos, pero la enfermedad le impidió concluirlo. Y el 14 de marzo
de 1883 Marx
se
quedó dormido para siempre.
El comunismo
no surge de una idea
En 1883, tras la muerte de su amigo, Engels se ve obligado
por primera vez a escribir solo un nuevo prólogo del Manifiesto Comunista y en
él deja claro, con gran humildad, cuál es el gran aporte personal de Marx a la
ciencia:
“La idea básica que
atraviesa el Manifiesto –que, en cada época histórica, la producción económica,
y la estructura social que se deriva necesariamente de ella, constituyen el
fundamento de la historia política e intelectual de esta época; que, en
consecuencia, (desde la disolución de la propiedad común originaria del suelo),
toda la historia ha sido una historia de las luchas de clases, de las luchas
entre clases explotadas y explotadoras, dominadas y dominantes, en diversos
estadios de la evolución social; pero que esta lucha ha alcanzado ahora un
estadio en que la clase explotada y oprimida (el proletariado) ya no puede
liberarse de la clase que la explota y oprime (la burguesía) sin liberar, a la
vez, para siempre a toda la sociedad de la explotación, la opresión y las
luchas de clases: esta idea básica pertenece única y exclusivamente a Marx”.
Lenin, por su parte, asegura que “el marxismo nos proporciona el hilo conductor que permite descubrir
una sujeción a leyes en este aparente laberinto y caos, a saber: la teoría de
la lucha de clases”. Ya en el prólogo de El Capital, Marx advierte sobre el propósito de su gran obra, “en efecto, descubrir la ley económica que
preside el movimiento de la sociedad moderna"; es decir, conocer
profundamente las relaciones de producción de la sociedad burguesa en su
aparición, desarrollo y decadencia. Basándose en las leyes económicas del
movimiento de la sociedad moderna, para Marx la transformación de la sociedad
capitalista en comunista es una gran posibilidad.
A casi doscientos años del nacimiento de Marx, el trabajo se
encuentra cada vez más socializado, base material para el socialismo. El
capitalismo desarrolló de tal manera las fuerzas productivas que con ello ha
reducido enormemente el tiempo social necesario para la producción de las
mercancías. Ya en el Manifiesto Marx y Engels aseguraban que: “nunca supimos
todo lo que podía dar el trabajo humano hasta que lo demostró la burguesía”.
Pero bajo el capitalismo, este enorme avance histórico no libera a la mayoría
de la sociedad del trabajo sino todo lo contrario: las jornadas laborales son
cada vez más extensas, las condiciones de precarización laboral son moneda
corriente, y la desocupación siempre está presente en la sociedad capitalista,
como un factor que disciplina el nivel salarial de los que sí tienen trabajo.
Una minoría cada vez más ínfima de la humanidad es la que
vive cada vez mejor. Porque se produce para la ganancia individual de los
capitalistas –que compite con otros capitalistas– y no para las necesidades del
conjunto de la sociedad.
Esta injusticia permanente genera una contradicción
indisoluble para el sistema capitalista: la lucha constante de la clase obrera
por sacudirse el yugo del capital. Por eso, hay una tarea que en el Manifiesto
es parte del programa inmediato de la toma del poder por el proletariado, que
es la “abolición de la propiedad privada de los medios de producción”. Como
señala Riázanov,
“Marx extrae de la
situación efectiva de la clase obrera todas las deducciones fundamentales del
Manifiesto Comunista: organización de clase del proletariado, destrucción de la
dominación de la burguesía, conquista del poder político por el proletariado,
supresión del trabajo asalariado, nacionalización de todos los medios de
producción”.
Sin temor a equivocarnos, afirmamos que más allá de los
grandes cambios que vinieron con el siglo XX, la vigencia de la obra de Marx
reside en que cada una de las conclusiones, a las que arribó junto a Engels, se
verifican en la actualidad. En los últimos años observamos cómo una nueva
crisis estalló en el corazón del capitalismo. Vimos las gigantescas
manifestaciones en Grecia, España y Egipto; en Chile, los estudiantes copando
las calles y perdiendo el miedo que la dictadura de Pinochet intentó dejar como
herencia; en México, miles luchando contra un Estado ligado al narcotráfico que
hace desaparecer a quienes se atreven a enfrentarlo; en Brasil, el pueblo
saliendo contra el despilfarro mundialista mientras grandes masas siguen
viviendo en favelas; en Argentina, los obreros de una gráfica toman la fábrica
cuando los patrones la abandonan y estos sólo son apenas unos pocos ejemplos.
Como vemos, en el siglo XXI al igual que en el siglo de Marx, las crisis
capitalistas se siguen sucediendo y la lucha de clases continúa siendo el motor
de la historia.