Esteban
Mercatante | La solución que ofreció Marx al enigma
irresuelto por la economía política clásica, cómo se forma una tasa media de
ganancia y por qué las contradicciones que esto tendría con las diversas tasas
de excedente de los capitales es sólo aparente, fue transformada posteriormente
en piedra de toque para atacar la consistencia de la teoría de Marx.
Valores y
precios de producción
Marx realiza en El capital una construcción que se mueve del
terreno más abstracto hacia niveles mayores de concreción a lo largo de la
obra. Así, en el tomo I considera todo el tiempo que las mercancías se venden a
sus valores. Es decir, que se cambian estableciendo una equivalencia según los
tiempos de trabajo medio socialmente necesario que lleva producirlas. Por eso,
cuando introduce la categoría de plusvalor, que surge del tiempo de trabajo que
realizan los trabajadores bajo el mando del capital por encima del que les
lleva reponer el valor de su fuerza de trabajo, considera a lo largo del tomo I
que cada capital realiza íntegramente el plusvalor que extrae de sus obreros.
Si las mercancías se venden a sus valores, cada capitalista realiza todo el
plusvalor contenido en su mercancía. Sin embargo, sabemos que no es así como
los fenómenos se producen a un nivel más concreto. Y esto, Marx lo anuncia en
el tomo I:
Todo el mundo sabe que
el dueño de una hilandería de algodón que, si nos atenemos a los porcentajes
del capital total empleado, utiliza proporcionalmente mucho capital constante y
poco capital variable, no por ello obtiene una ganancia o plusvalor menor que
un panadero, quien comparativamente pone en movimiento mucho capital variable y
poco capital constante [1].
Acá Marx nos presenta una “contradicción aparente”, para
cuya resolución “se requieren aún muchos
eslabones intermedios” [2]. Esos eslabones incluyen todo un desarrollo
hacia lo concreto que va a completarse en el Tomo III, cuando Marx explique la
igualación de la tasa de ganancia e introduzca los precios de producción.
Como
señala Paula
Bach, la economía política clásica se hundió por no haber logrado responder
satisfactoriamente cuando se topó con esta “piedra del escándalo”. Por qué,
si las masas de valor y plusvalor producidas por diversos capitales están
en razón directa a las magnitudes de las partes variables de esos capitales, es
decir, a la parte invertida en fuerza de trabajo viva –estando dado el valor de
la fuerza de trabajo y siendo igual en todas las ramas el grado de explotación
de la misma–, la masa de ganancia que alcanzan los distintos capitales tiende a
ser una proporción del desembolso total de capital en todas las ramas, sin que
importe en cada caso qué parte del mismo se gastó en la única mercancía que
produce valor, la fuerza de trabajo, ni la tasa de explotación de la misma.
Marx introduce, para explicar la aparente contradicción, los
precios de producción, que surgen de la distribución de la masa total de
plusvalía entre el conjunto de los capitales. Si en el nivel más abstracto del
tomo I, el supuesto de que las mercancías se venden a sus valores significaba
que cada capitalista realiza el valor (y plusvalor íntegro) de su mercancía, en
el terreno más concreto del tomo III, esto ya no es así. El precio de
producción significa que a los costos de producción se le suma la tasa media de
ganancia, uniforme para todos los capitalistas. A su vez, Marx introduce un tercer
nivel, más concreto, que es el de los precios de mercado, que oscilan alrededor
de los precios de producción.
Tenemos entonces tres niveles de concreción de una única
realidad en curso: los valores, los precios de producción, y los precios de
mercado.
Podemos ver gráficamente la explicación que ofrece Marx.
Supongamos una economía integrada por cinco capitales. En todas las ramas el
valor de la fuerza de trabajo y el grado de explotación son similares.
En todas ellas, el capital se distribuye de magnitudes
distintas entre capital constante (medios de producción, “c”) y capital
variable (fuerza de trabajo, “v”).
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Suma global de capitales invertidos = 500
Suma global de producto producido = 610
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En términos de valores, con los insumos que aparecen en la
columna 2, y en todos los casos desembolsando un capital de 100, dividido en
cada caso de forma distinta entre capital constante y variable, cada capital
produce un valor diferente. Respectivamente, cada capitalista alcanza un valor
de 120, 130, 140, 115 y 105.
Si se considera 500 como un capital global único y que I,
II, III, IV y V solo constituyen partes alícuotas del mismo entonces, la
composición media del capital sería 78c+22v. Si se toma cada uno de los
capitales como un quinto (1/5) del capital global, entonces, a cada 100 le
correspondería un plusvalor medio de 22 o una tasa media de ganancia del
22 %. Cada capital de 100, entonces, realizará su producción obteniendo
una ganancia de 22. Acá surge el precio de producción, en este caso 122, que
surge de cargar sobre el capital total adelantado la tasa media de ganancia.
Los que tienen una menor composición orgánica (es decir una menor proporción de
capital constante sobre capital variable) recibirán una masa de ganancia que
será menor que la masa que plusvalía que extraen, y lo opuesto ocurrirá con los
capitales que tengan una mayor composición orgánica. Marx va a sostener que
esto es lo que ocurre.
Comoquiera que esté
compuesto el capital industrial, así ponga en movimiento una cuarta parte de
trabajo inanimado y tres cuartos de trabajo vivo, o bien tres cuartas partes de
trabajo inanimado y un cuarto de trabajo vivo, así absorba en un caso tres
veces más plustrabajo, o produzca tres veces más plusvalor que en el otro con
un mismo grado de explotación del trabajo […] en uno y otro caso arroja igual
cantidad de ganancia [3].
Haber planteado esta relación, entre plusvalor y ganancia,
es decir entre valores y precios, es lo que le permitió a Marx articular de
forma consistente una teoría del valor trabajo dando cuenta desde ella de los
fenómenos en los que la manifestación concreta parece contradecirla.
Tomo I vs.
Tomo III
Pero no había terminado de secarse la tinta de la impresión
del tomo III, y ya los nuevos espadachines del último grito de la moda de la
teoría económica burguesa de ese momento, la Escuela Austríaca, abrieron fuego
contra el libro de Marx. Eugen von Böhm-Bawerk escribió en 1896, dos años
después de que Engels entregara a la imprenta el tomo final de El capital, un
libro titulado Karl Marx and the Close of His System. Allí mostró lo que según
él eran inconsistencias en la teoría del valor trabajo y formuló contra ella el
ataque más fuerte y hasta ahora el más exitoso: el argumento de redundancia.
Los precios de mercado debían oscilar alrededor de los precios de producción,
los que garantizan la misma tasa de ganancia a todas las ramas de la economía,
mientras que para explicar esos precios el valor es innecesario. Es decir, la esfera
más abstracta no tendría, según Böhm-Bawerk, ninguna incidencia sobre la más
concreta de los precios de producción y los precios de mercado, que por lo
tanto podrían explicarse prescindiendo de ella. Además, el hecho de que en las
distintas ramas se requieran desiguales cantidades de valor de los medios de
producción (distintas composiciones orgánicas del capital) con respecto al
trabajo directamente empleado invalidaban, en su opinión, la teoría del valor
trabajo estudiada en el tomo I de El capital.
No podemos tener dudas sobre la inspiración de su ataque, el
autor había señalado muy claramente que la teoría de la explotación se basa en
la teoría del valor y que desde el punto de vista de la clase dominante había
que combatir a ambas [4].
Posteriormente Ladislaus von Bortkiewicz formuló
matemáticamente el problema del vínculo entre valores y precios de producción.
El autor sostiene que la transformación que realiza Marx es incompleta, ya que
no solo debe ocurrir en la columna final, es decir, en la del nivel de ganancia
de cada uno de los capitales según la ganancia media, sino que debe producirse
de forma simultánea en los insumos, que según el autor están expresados en
valores en la columna de composición de capital que vimos más arriba, deben ser
también transformados a precios (tanto los “c”, como los “v” que aparecen en
nuestra segunda columna, que el caso de los “v” expresan el valor de los bienes
que los obreros consumirán con el salario que recibirán). Al no hacerlo,
argumenta Bortkiewicz, el resultado de Marx produce una diferencia entre los
precios de los insumos y los del producto final (por ejemplo, si el mismo bien
está computado con un valor en la columna de insumos, y con un precio de
producción distinto de este valor en la columna final). Al “corregir” esta
“contradicción” desarrollando un modelo que elimina la diferencia entre valores
y precios, el resultado es un sistema dual donde se generan discordancias entre
valores y precios: las magnitudes de capital constante y de capital variable en
el sistema de valores son distintas que en el sistema de precios. Sobre la base
de esta corrección Bortkiewicz concluía que las teorías del valor y de la
plusvalía y de la tasa de ganancia de Marx eran erróneas.
A comienzos del siglo XX fue Rudolf Hilferding quien encaró
una defensa de la teoría de Marx frente al ataque de Böhm-Bawerk. Pero otros
debates concentrarían las energías de los marxistas en tiempos de avance del
revisionismo en las filas del marxismo, primero, y de choque abierto entre revolución
y contrarrevolución, después: el debate sobre las crisis, la reforma versus la
revolución, el imperialismo como fase superior del capitalismo, la economía de
transición y sus leyes específicas desde la conquista del poder por el
proletariado en Rusia; el crack del ‘29 y el destino del capitalismo.
Pero las tesis de Böhm-Bawerk y de Bortkiewicz serían
retomadas varias décadas después. Uno de los que dispararon contra la teoría de
Marx fue nada menos que el célebre economista keynesiano Paul Samuelson. También
desde la denominada heterodoxia económica, el trabajo de Piero Sraffa
originalmente concebido para criticar a la teoría neoclásica, ha dado lugar a
la misma crítica arrojada a Marx. Aunque los argumentos poco agregaron a los de
comienzos de siglo, la crítica ha sido exitosa en gran medida pues innumerables
marxistas la aceptan como válida.
Respuestas
marxistas al problema de la transformación
El retorno de este ataque a la teoría de Marx suscitó como
respuesta numerosos esfuerzos por parte de autores marxistas por resolver el
alegado problema de la inconsistencia.
Una de las primeras respuestas fue dada por Michio
Morishima. Este buscó resolver la contradicción entre sistema de precios y de
valores, buscando generar un sistema de valuación simultánea. Para eso
construyó un modelo sustentado en la matriz insumo-producto de Leontieff, es
decir la misma herramienta que había utilizado Sraffa en Producción de
Mercancías por Medio de Mercancías para construir un modelo que parte de las
unidades físicas para transformarlas en valores y precios. Es decir, una
herramienta basada en el edificio conceptual en Ricardo y no de Marx. Este
sistema produjo en ocasiones resultados paradojales (valores y plusvalores
negativos pero precios y ganancias positivas); ofrece una “solución” sólo
aplicable a algunos casos. Logra compatibilidad entre valores y precios, pero
ésta es condicionada y no es válida para todos los casos, lo que de hecho niega
la tesis de Marx.
Anwar Shaikh desarrolló de forma independiente una solución
al problema de la transformación basada en un proceso iterativo [5]. Parte
del procedimiento de Marx, pero en lugar de detenerse en el primer cálculo de
los precios de producción, continúa en una segunda, tercera y sucesivas rondas,
introduciendo en cada una de ellas los precios de producción obtenidos en las
rondas anteriores como precios de insumos. El resultado es que los precios de
producción, y la tasa de ganancia, convergen hacia los precios de producción y
la tasa de ganancia calculados por medio del sistema de ecuaciones. Aun
suponiendo que en el punto de partida del proceso los insumos estén en valores
(en realidad, precios directamente proporcionales a los valores), a partir
de la segunda ronda los capitalistas ya están comprando sus insumos a precios
de producción, no a precios valores.
Otras respuestas dadas se engloban en lo que se conoció como
“nuevo enfoque”, representado entre otros por
Gérard Duménil y
Duncan Foley, y en el sistema temporalista, entre los que podemos nombrar
a Andrew Kliman, Alan Freeman y Alejandro Ramos. Sin embargo, en el primer
caso, según manifestó el propio Duménil no se trataba en realidad de ofrecer
una solución al problema de la transformación [6]. De hecho como sostiene
otro autor este “nuevo enfoque” es un marco contable expresado íntegramente en
precios: la tasa de plusvalía es la razón ganancia salarios para el agregado,
la composición del capital es el valor monetario de los medios de producción dividido
entre la masa de salarios y la tasa de ganancia se define como
convencionalmente se hace a partir de agregados monetarios. No hay tasa de
ganancia en valor, ni hay nada que suceda debajo de las decisiones capitalistas
basadas en los precios [7].
El llamado enfoque temporalista argumenta que los planteos
sobre la inconsistencia parten de considerar correctas ciertas ideas que no lo
son, utilizan un enfoque estático mediante ecuaciones simultáneas y tratan con
dos sistemas no conectados: el de valor y el de precio. Estos autores, por el
contrario, construyen un sistema unificado. Y sostienen que, al contrario de lo
que afirmaba Bortkiewicz, los insumos no deben ser transformados porque el
capitalista compra a precios de producción. O más precisamente, a precios de
mercado que oscilan en torno a los precios de producción. Así, el señalamiento
de Marx de que los elementos del capital avanzado debieran medirse de acuerdo a
sus precios de producción y no a sus valores, no debe ser entendido como hace
Bortkiewicz, en el sentido de que estos deben ser retrospectivamente
transformados a precios, al mismo tiempo que se realiza esta conversión para el
valor del producto terminado del conjunto de los capitales.
Para Marx, cuando los precios de las mercancías ya no son
directamente proporcionales a los valores, el capital constante y el capital
variable pasan a ser precios que no necesariamente se corresponden con sus
valores. “Los capitalistas adquieren el capital constante y los trabajadores
sus medios de subsistencia en términos de precios” [8], observan Ramos
Martínez y Rodríguez Heredia.
Como se ve, una vez introducida la variable temporal, que el
(absurdo) enfoque simultaneísta de Bortkiewicz hace imposible, planteando la
cuestión en los atemporales términos de la economía neoclásica, la cuestión de
la transformación pierde sentido. El proceso de transformación se realiza
impulsado por la competencia y la movilidad de los capitales, partiendo una y
otra vez de insumos adquiridos a precios de producción, redistribuyendo en cada
período la plusvalía generada por la nueva masa de capital desembolsada para
realizar dicha producción. Los precios de los insumos no pueden ser
transformados una vez que están incorporados al proceso de producción, porque
para ese momento los capitalistas ya han pagado por ellos.
Estos resultados no impidieron que se instalara un consenso
bastante extendido sobre la redundancia del valor y la inconsistencia en la
teoría de Marx [9].
Lo peculiar es que, como observa Alejandro Valle Baeza, este
convencimiento ocurría al mismo tiempo que varios trabajos que verificaban una
de las predicciones de Marx que los valores resultaban el centro de gravedad
que dominaba a los precios de mercado y mostraban las posibilidades
explicativas de la teoría del valor trabajo[10].
Toda una serie de resultados que confirmaban la importancia
teórica del valor, refutando la supuesta redundancia e irrelevancia teórica.
Notas
[1] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, tomo
I, Siglo XXI, México DF, 1976, p. 372.
[2] Ídem.
[3] Karl Marx, El capital. Crítica de la economía política, Tomo
3, México DF, Siglo XXI, 1976, p. 214.
[4] Eugen von Bhöm Bawerk, Capital e interés, México, Fondo de
Cultura Económica, 1986, p. 376.
[5] Un método iterativo trata de resolver un problema matemático (como
una ecuación o un sistema de ecuaciones) mediante aproximaciones sucesivas a la
solución, empezando desde una estimación inicial.
[6] Gérard Duménil,
Dominique Lévy, The economics of the profit rate: Competition, crises and
historical tendencies incapitalism, Edward Elgar, Londres, 1993, p. 48.
[7] Simon Mohun, “The
Labour Theory of Value as Fundationfor Empirical Investigations”, Metroeconomica,
v.55(1), enero 2004, pp. 93-94.
[8] Alejandro Ramos
Martínez y Adolfo Rodríguez Herrera, “The transformation of values in prices of
production: A different reading of Marx’s text”, en Alan Freeman y Guglielmo
Carchedi, Marx and non-equilibrium Economics, Londres, Cheltenham, 1996,
p. 60.
[9] Ver por ejemplo lo que afirma David Harvey en Los límites del
capitalismo y la teoría marxista, Fondo de Cultura Económica, México DF,
1990, pp. 16-17.
[10] “La discusión reciente sobre el problema de la transformación de
valores a precios de producción”, documento de trabajo, UNAM, México-DF, marzo
de 2007.