"No hay porvenir sin Marx. Sin la memoria y sin la herencia de Marx: en todo caso de un cierto Marx: de su genio, de al menos uno de sus espíritus. Pues ésta será nuestra hipótesis o más bien nuestra toma de partido: hay más de uno, debe haber más de uno." — Jacques Derrida

"Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal" Karl Marx

1/10/14

Karl Marx como filósofo de la libertad

Karl Marx ✆  Leonardo Cazes
Andrzej Walicki   |   El presente ensayo analiza la concepción filosófica de la libertad de Marx de un modo crítico y fundamentado.  Recordemos que Karl Marx entendía la libertad como el control total sobre las fuerzas alienadas del hombre. La libertad en esta concepción tiene dos aspectos: primero, ser capaz de dominar la naturaleza, a través del desarrollo de las fuerzas productivas, y segundo, la eliminación del poder de fuerzas sociales alienadas. De este modo, es el hombre quien controla. El hombre es el único actor y autor de la historia. La libertad determina el propio destino; Libertad es autodeterminación. Pero esta libertad se entiende como libertad colectiva. Este ideal de Marx es obviamente incompatible con el pluralismo. La libertad de Marx se opone a la irracionalidad del azar. En este sentido se condena al capitalismo y parece contradictorio que Marx haya dicho que el dominio del hombre de su destino sería logrado a través de una democracia participativa. No lo es si sabemos que Marx entendía por Democracia una variedad de colectivismo —lo suficientemente fuerte como para subordinar los planes y objetivos de vida de todos los individuos a un plan colectivo y a un conjunto de objetivos colectivos. En fin, ofrece participación, pero no libertad como autonomía individual. El artículo revela así verdades esenciales del marxismo no muy conocidas en Occidente debido a la gran ignorancia de la genuina tradición de esta filosofía.

 El término "libertad" es notorio por la multiplicidad de sus significados. Puede decirse, sin embargo, que su significado básico, y generalmente más utilizado, coincide con la definición clásica de libertad "como independencia de la voluntad arbitraria de otro".1 De acuerdo con esta definición, solamente obstáculos puestos por el hombre al esfuerzo individual pueden considerarse como limitaciones de la libertad. Podemos estar libres de coerción y restricción, pero no podemos estar "libres" de necesidad natural u objetiva. Ciertamente, la necesidad objetiva pone límites a nuestra habilidad para hacer cosas, pero la habilidad no debe confundirse con libertad. No soy un esclavo si mi fuerza física no me permite hacer ciertas cosas, pero soy un esclavo si mi fuerza física no está a mi propia disposición. En forma semejante, no estoy sin libertad si no puedo pensar creativamente, pero no soy libre si se suprime mi capacidad creativa por indoctrinación forzada.

Marx es conocido como un crítico severo de la concepción liberal de libertad: del concepto de "libre contrato", entre el capitalista y el trabajador, del carácter "formal" de la democracia burguesa, y especialmente de la noción liberal de los derechos humanos. Es también conocido como teórico de un determinismo universal, enfatizando que los sistemas socioeconómicos no pueden elegirse libremente, que tanto su secuencia en el tiempo (su aspectodiacrónico), como su lógica interna (su aspecto sincrónico), están sujetos a necesidades objetivas independientes de la voluntad humana.2 He analizado estos problemas en otras oportunidades.3 En el presente artículo, me concentraré en la propia concepción filosófica de libertad de Marx.

En contraste con los liberales, Marx vio la libertad, no como individual y negativa, sino como colectiva y positiva: como la plena e ilimitada autorrealización de la "esencia-especie" humana en la historia. La realización de la libertad era, en su opinión, un proceso de liberar personas de la dominación de cosas, tanto en la forma de necesidad física como en la forma de relaciones sociales cosificadas. Finalmente, la característica más específica de la concepción de libertad de Marx fue su aproximación invariablemente histórica al problema. Su visión de libertad formaba parte de su filosofía general de la historia; de hecho, constituía su parte más importante porque, como se mostrará, la libertad estaba concebida en ella como el estándar de evaluación transcultural, el único criterio común para medir el progreso histórico entre diferentes modos de producción y diferentes sistemas sociales.4

En otras palabras, Marx siguió a Hegel en la elaboración de "una historiosofía de la libertad", esto es, una visión amplia de la historia como un proceso dialéctico de desarrollar la libertad. En esta filosofía se definía la libertad como la total autorrealización de la "especie-ser" del hombre (Gattungswesen), como la posibilidad más verdadera de desenvolvimiento de la naturaleza humana, de desarrollo de sus capacidades inherentes y sus riquezas potenciales. A su vez, el desarrollo se concebía como el movimiento dialéctico de alienación autoenriquecedora. Este concepto, básico en toda la filosofía de Marx, asume —en pocas palabras— que para desarrollarse a sí mismo, uno debe exteriorizar sus fuerzas y someterse a la alienación, porque sólo de esta manera puede lo que es potencial, latente, llegar a ser real y autoconsciente.

El término "alienación" —originalmente un término teológico, tomado y desarrollado por Hegel, Feuerbach y otros pensadores alemanes— significa, primero, salirse de sí mismo, llegar a ser algo diferente de, y ajeno a, la propia esencia; y segundo, entregar algo, ceder algo de nuestro propio ser, llevándose a efecto una amputación, por así decirlo. En este sentido la Encarnación fue la alienación de Dios, que tuvo que renunciar a sus atributos divinos para asumir una forma corporal no divina; en un sentido similar escribió Hegel acerca de la alienación del Espíritu (Geist) que tuvo que exteriorizarse a sí mismo para constituir el mundo material.5 La alienación autoenriquecedora es un movimiento dialéctico a través de la alienación para el autoenriquecimiento. Así, el período total de separación del hombre de Dios, después de la Caída podría ser interpretado como un camino del Paraíso perdido a un Paraíso no sólo recuperado sino también enriquecido —enriquecido por el conocimiento de lo que es bueno y de lo que es malo, por la libertad y la conciencia. Igualmente, en la filosofía hegeliana el espíritu absoluto se aliena a sí mismo en el tiempo para después de alcanzar el climax de la alienación, absorber en sí mismo sus contenidos alienados, enriqueciéndose a través de ella, al elevarse al nivel de autoconsciencia.

Es sabido que Marx se impresionó profundamente con la inversión de Feuerbach de la visión de alienación hegeliana (y cristiana): por la afirmación de que no era el espíritu Absoluto el que se había alienado a sí mismo en el mundo y en el hombre, sino, por el contrario, que era el hombre el que había alienado su esencia genérica externalizándola en la imagen de Dios. De acuerdo a una difundida opinión, Feuerbach, al contrario de Hegel, "consideraba la alienación como un fenómeno completamente negativo", como algo puramente perverso, que no presentaba valores positivos.6 Esta opinión, sin embargo, parece ser errónea. Indudablemente Feuerbach ponía el acento en la parte negativa de la alienación; pero sin embargo, él también la vio como un proceso autoenriquecedor. Al crear a Dios, razonaba, el hombre se había, en un cierto sentido, empobrecido a sí mismo y, más aún, había sido dominado por su propia creación; no obstante, superar esta alienación, causaría que el hombre absorbiese atributos divinos, transformando así al hombre en un ser verdaderamente divino.

Marx siguió a Feuerbach al relacionar esta teoría de la alienación con el ser del hombre, pero su tema propio fue la alienación socioeconómica a través de la división social del trabajo en condiciones de propiedad privada de los medios de producción —un proceso que entraba en su fase culminante con el desarrollo del capitalismo moderno. Veía el mercado capitalista como una fuerza creada por el hombre, pero ajena a él, teniendo sus propias leyes cuasinaturales de desarrollo que se oponían al hombre y lo dominaban, impidiendo sus objetivos en lugar de someterse a leyes de control consciente. De esta manera, el hombre se volvió esclavo de sus propios productos, de cosas; incluso las relaciones interhumanas se materializaron tomando la apariencia de relaciones objetivas entre bienes en proceso de intercambio, completamente independientes de la voluntad del hombre. Este "fetichismo de bienes" o materialización era, según Marx, lo peor, y una forma de alienación específicamente capitalista.

Por el contrario, Marx describía el comunismo como "la abolición positiva de la propiedad privada y por ende de la autoalienación y, por lo tanto, la reapropiación real de la esencia humana por y para el hombre"; como "el completo y consciente retorno del hombre, conservando todas las riquezas del desarrollo previo para el hombre mismo, como ser social, esto es humano"; como "la genuina solución al antagonismo entre el hombre y la naturaleza y entre hombre y hombre", "la verdadera solución de la lucha entre existencia y esencia, entre objetivación y autoafirmación, entre libertad y necesidad, entre el inviduo y la especie", y finalmente, como "la solución al enigma de la historia", sabiéndose a sí mismo esta solución.7

Estas citas del joven Marx son notablemente reveladoras. Se ajustan perfectamente al modelo de alienación autoenriquecedora: la vuelta del hombre hacia sí mismo se ve como autoenriquecimiento, una vuelta a un nivel más alto. Muestran al comunismo como el objetivo preordenador de la historia, exponiendo así la estructura teleológica de la filosofía de la historia marxista. Finalmente, describen el comunismo como necesario para la causa no de la igualdad, sino de la completa autorrealización de la esencia humana —esto es, por la causa de la libertad—, como lo entendió Marx. Y, como veremos, a pesar de muchas calificaciones, a pesar de la apariencia de un cienticismo naturalista, el mismo patrón de pensamiento se encontrará en los trabajos del Marx maduro, el autor de El Capital.

La autorrealización de la esencia humana en la historia, es decir, la realización de la libertad, en opinión de Marx, era el anteriormente mencionado proceso de liberar al hombre de la dominación, tanto de la necesidad física como de las relaciones sociales materializadas. Con el objeto de liberarse a sí mismo, de desarrollar todas las capacidades inherentes a su naturaleza como especie, el hombre debe ser capaz de ejercitar el control racional consciente sobre su ambiente natural y sobre su propia fuerza social. Por lo tanto, la libertad en esta concepción tiene dos aspectos. En la realización entre el hombre y la naturaleza, consiste en la maximización del poder de la especie humana lograda a través del desarrollo de las fuerzas productivas. En la relación entre el hombre y la sociedad, libertad significa, para Marx, la formulación consciente por los hombres de las condiciones sociales de su existencia y, con esto, la eliminación del poder impersonal de fuerzas sociales alienadas y materializadas. En este contexto, describe la futura sociedad libre como "la asociación de individuos (que asumen, por cierto, la etapa avanzada de fuerzas productivas modernas), que ponen las condiciones del libre desarrollo y el movimiento de individuos bajo su control".8 En ambos casos, la libertad se concibe como la habilidad para determinar el propio destino, como la libertad positiva; en ambos casos la libertad es opuesta, no a la coerción arbitraria sino a la incontrolada objetividad de las fuerzas impersonales —tanto las fuerzas naturales como las fuerzas "de segunda naturaleza" producidas históricamente, esto es, el funcionamiento cuasinatural de las alienadas fuerzas sociales. Finalmente, la libertad así concebida es inseparable de la racionalidad, de la predictividad racional, y se opone a la irracionalidad del azar.9 Se condena al capitalismo como no siendo suficientemente racional, y la victoria final de la libertad es vista como el reemplazo de los mecanismos de mercado por "la producción por hombres libremente asociados, conscientemente regulados por ellos de acuerdo a un plan establecido".10.

En opinión de Marx, los dos aspectos de la libertad representaban dos etapas sucesivas en la historia de la alienación autoenriquecedora: la maximización de los poderes productivos de las especies al costo de la alienación (capitalismo) y la desalienación de estos poderes a través de la planificación racional (socialismo). Siguiendo Phenomenology of Spirit de Hegel, vio la época capitalista, tanto la más alienada, como la más progresiva hasta ese entonces. Con respecto al desarrollo de los poderes productivos del hombre, el capitalismo era, por cierto, un triunfo de la libertad; pero con respecto al control del hombre sobre sus propias relaciones sociales, representaba, al mismo tiempo, la más grande negación de la libertad, la más completa dominación por fuerzas alienadas y materializadas. Por eso, como leemos en The Germán Ideology es sólo ilusión burguesa que el capitalismo haya liberado al individuo; de hecho lo que la burguesía llama "libertad personal" queda reducida a dejar el destino de los individuos al azar, que es el otro aspecto de la necesidad ciega que gobierna las relaciones sociales como un todo. "Así, en la imaginación, los individuos parecen más libres bajo el dominio de la burguesía que antes, porque sus condiciones de vida parecen accidentales; en realidad, por cierto, son menos libres porque en una gran medida están gobernados por fuerzas materiales".11

Tal es el modelo general, el esquema trivalente de la historiosofía de la libertad de Marx. Subyace a través de toda su obra, aunque, por supuesto, es más pronunciada y explícita en sus escritos filosóficos tempranos. Fue así, porque Marx se dio cuenta rápidamente que una concepción teleológica del significado de la historia se relacionaba muy estrechamente con el idealismo especulativo y, por lo tanto, difícil de reconciliar con el programa del materialismo histórico. De aquí que pronto en The Holy Family y en The Germán Ideology encontremos una serie de declaraciones que rechazan en forma decisiva toda teleología sobre una escala macrohistórica. La historia misma, repite Marx, no hace nada; el hombre es al mismo tiempo el actor y el autor —el único autor— del drama histórico. Desde este punto de vista, es muy significativo un cambio de definición del comunismo: "El comunismo no es para nosotros un estado de cosas que hay que establecer, un ideal al cual la realidad (tendrá) tiene que ajustarse a sí misma. Llamamos comunismo al movimiento real que suprime el presente estado de cosas".12

A pesar de estas advertencias sería difícil de sostener que las observaciones de Marx acerca de la totalidad del proceso histórico no contienen, implícitamente, la convicción de que conforman una cierta estructura de mucho significado. Igualmente difícil sería un intento de reducir la noción marxista de "necesidad" a una mera ilusión de conciencia de la época capitalista.13 Al rechazar un postulado a priori, un "sentido de la historia" metafísico, Marx estaba al mismo tiempo inclinado a buscar en la historia (por supuesto, sólo en la escala de la humanidad) un significado dialéctico, interno. Esto, a su vez, fortificaba su convicción de que la historia se gobierna por necesidad y que esta necesidad es "de mucho significado", y origina que el destino de los hombres sea más que el resultado de una cierta conjunción de occidentes, garantizando una solución favorable al drama histórico. En otras palabras, Marx veía en la historia el funcionamiento de una necesidad racional, y no solamente "la necesidad natural" sobre la cual escribió en el prefacio de la primera edición de El Capital. A pesar de frecuentes y enérgicas negaciones de su parte (especialmente en The Holy Family y The Germán Ideology), era para Marx una necesidad parecida a la Providencia secularizada o a la "Razón en la historia" hegeliana, haciendo de un modo "astuto" uso del hombre para alcanzar varios fines que eran suyos, fines que sólo en la etapa final de la historia llegarían a ser idénticos a los objetivos conscientes del hombre.

La lealtad esencial de Marx a la concepción de la alienación autoenriquecedora, se manifestaba a sí misma diferentemente en diversas etapas de su evolución intelectual: desde la adopción explícita de esta concepción en los Economic and Philosophical Manuscripts (1844) hasta intentos deliberados de esconderla detrás, o más bien debajo, de la estructura aparentemente "científico naturalista" de El Capital. Por lo tanto, es útil presentar diferentes aspectos de esta concepción en orden cronológico y, para el bien de la claridad y de la concisión, limitar nuestra presentación a aquellas obras de Marx especialmente importantes en este aspecto.

Notas de este fragmento

1. F.A. Hayek, The Constitution of Liberty (Chicago: University of Chicago Press, 1960), pp. 11-12.
2. Esta opinión de Marx, característica del "marxismo clásico" de la Segunda Internacional, ha venido a ser radicalmente cuestionada por una cantidad de pensadores que reclamaban que se basaba en una errónea interpretación de Engels de la filosofía de Marx. El primer pensador que desarrolló esta antiengeliana interpretación de Marx fue el polaco, Stanislawc Brozozowski (1878-1911; véase L. Kolakowski, Main Currents of marxism, vol. 2 [Oxford: Oxford University Press, 1981], pp. 215-39). El mejor texto clásico conocido que interpreta a Marx en este sentido es el Geschichte und Klassenbewusstsein de George Lukács (1923). Para una presentación amplia de la interpretación "antiengeliana" de Marx, véase Norman Levine, The Tragic Deception: Marx contra Engels (Oxford-Santa Bárbara, 1975).
3. Véase A. Walicki, "The Marxian Conception of Freedom", en Z. Pelczynski y J. Gray, eds., Conceptions of Liberty in Political Philosophy (Londres: Athlone Press, 1984), pp. 217-42, y A. Walicki, "Marx and Freedom", The New York Review of Books, Nov. 24, 1983: pp. 50-55.
4. La importancia de tal entendimiento del marxismo, se ha enfatizado en años recientes por algunos estudiosos americanos. Así, Alien W. Wood, indicaba que libertad y autorrealización como valores directamente dependientes del desarrollo del trabajo, tienen una significación transcultural, mientras justicia tiene un significado o contenido sólo dentro de un determinado modo de producción (véase A.W. Wood, "Marx on right and justice"en Marx, Justice and History, ed., M. Cohen, T. Nagel and T. Scalon [Princeton: Princeton University Press, 1980], pp. 121-22). Una opinión similar se desarrolla hábilmente en G.G. Brenkert's Marx's Ethics of Freedom (London: Routledge and Kegan Paul, 1983).
5. Véase A. Schaff, Alienation as a Social Phenomenon (Oxford: Pergamon Press, 1980), pp. 24-29.
6. Kolakowski, vol. I, p. 116.
7. K. Marx, Selected Writings, David MacLellan ed. (New York: Oxford University Press, 1985), p. 89.
8. K. Marx y Engels, Collected Works, vol. 5 (New York: International Publishers, 1975ff), p. 80.
9. Tal noción de libertad estaba, por supuesto, hondamente enraizada en el hegelianismo. Se ha observado correctamente que en la crítica de Marx a la filosofía legal de Hegel, "el verdadero enemigo de Marx es el liberalismo y no la Rechtsphilosophie". G. Haarscher, L'ontologie de Marx (Bruxelles, 1980), p. 88.
IO. K. Marx, El Capital, vol. I (New York: International Publisher, 1984)
11. Marx y Engels, Collected Works, vol. 5, pp. 78-79.
12. Ibid., p. 49.
13. Como lo hizo Lukács en su Geschichte und Klassenbewusstsein. Ver en G. Lukács, History and Class Conciousness (Cambridge, Mass: MIT Press, 1971), los capítulos sobre "reification" y sobre "The Changing Function of Historical Materialism".

Este artículo fue publicado originalmente en Critical Review, A Journal of Books and Ideas, Volumen 2. Número 4, 1988. Su reproducción y traducción cuentan con la debida autorización.
 



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Todo lo sólido se desvanece en el aire; todo lo sagrado es profano, y los hombres, al fin, se ven forzados a considerar serenamente sus condiciones de existencia y sus relaciones recíprocasKarl Marx

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