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Karl Marx ✆ Gregory Berg
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Mario
Espinoza Pino | El objetivo de este artículo es criticar la
representación tradicional del trabajo periodístico de Karl Marx, habitualmente
olvidado por un canon engañoso que sólo asume sus artículos al precio de
convertirlos en una obra menor. Uno de los problemas de esta concepción
tradicional es que disocia sus contribuciones teóricas y económicas del
desarrollo histórico del pensamiento del autor (y también de sus raíces
materiales). Intentaremos señalar la importancia del periodismo maduro de Karl
Marx en dos áreas: en la construcción de los conceptos centrales de su crítica
contra el capitalismo (plusvalor, un enfoque histórico multilineal, una
descripción global del mercado mundial, etc.) y en la producción de
cartografías políticas para intervenir en el conflicto de clases. Este artículo
plantea varias hipótesis y afirmaciones tentativas sobre el periodismo de Karl
Marx que pueden servir como punto de partida de una investigación crítica.
1. Karl Marx y el
periodismo: más allá del olvido
Resulta sorprendente
que a día de hoy no dispongamos todavía de un estudio serio y riguroso acerca
de la actividad
periodística de Karl
Marx. Existen innumerables artículos y libros sobre su pensamiento
teórico y político, por no hablar de la imponente bibliografía generada en
torno a sus contribuciones más conocidas, desde sus tempranos Manuscritos de París (1844) hasta El Capital (1867).
Sin embargo, los artículos del filósofo de Tréveris parecen haber sido
sepultados bajo el peso de sus grandes obras, desplazados a un ámbito marginal
y aparentemente anecdótico en el marco de su producción teórica. Un
gesto que no deja de rayar en lo paradójico, sobre todo si tenemos en cuenta la
importancia del periodismo en la formación de Marx y en el desarrollo de
su crítica de la economía política. Lo cierto es que la tradición
marxista, generación tras generación, ha
terminado por convertir los escritos periodísticos del
pensador en un suerte de “fuente secundaria” o “literatura menor”: en
el mejor de los casos han servido de instrumento auxiliar a historiadores e investigadores,
permitiéndoles perfilar mejor el trasfondo histórico de su pensamiento; también
se han mostrado útiles a la hora de resolver ambigüedades interpretativas
puntuales. Pero más allá de estos usos limitados, el periodismo de
Marx nunca ha sido abordado de manera autónoma,
es decir, como una línea de investigación
específica que
merezca ser recorrida por su propia entidad. Nadie ha
emprendido aún la tarea de analizar la producción periodística de
Marx de forma global y sistemática, una labor que demanda tanto la valoración pormenorizada
de sus distintos artículos –necesidad del todo urgente por su actualidad y
vigor– como un estudio profundo de las relaciones entre su periodismo de investigación y la
formación teórica y política de su pensamiento.
Aunque
ambas tareas exceden con mucho el contenido de un artículo como éste, cuyo
carácter es del todo preliminar respecto a la problemática señalada, en las próximas
líneas vamos a tratar de poner de relieve la importancia capital de la producción
periodística de Marx en la forja de su “crítica de la economía política”. Para ello
esbozaremos tres frentes diferenciados de trabajo:
1)
para comenzar, realizaremos un breve
análisis del olvido de los escritos periodísticos de Marx, tratando de exponer las razones que han propiciado
el desplazamiento de sus artículos a un lugar secundario dentro de su obra;
2)
elaboraremos una propuesta provisional de
periodización de la producción periodística del
autor, un itinerario de lectura histórico y temáticamente fundado, es decir,
atento al pulso de las diversas transformaciones sufridas por el pensamiento de
Marx; 3)
A partir de lo anterior, y más allá del valor
historiográfico de los artículos, mostraremos la
relevancia del periodismo de Marx como forma de intervención política en el
presente. En este sentido, destacaremos la importancia estratégica de la
producción de discursos críticos
y coyunturales
–cabría decir dialécticos1– sobre la realidad contradictoria de nuestras sociedades.
Una vía de trabajo más que necesaria en pos de participar en un mundo cada vez
más complejo y dinámico, un mundo globalizado y en crisis.
Adentrarse
en los artículos periodísticos de Marx supone, antes de nada, descifrar las
condiciones de su olvido. Como comentábamos más arriba, la tradición marxista
ha interpretado las crónicas de Marx de manera unilateral, construyendo una “representación”
o “imagen” de las mismas harto esquemática y simplificadora. Una representación
que contiene, además, un matiz peyorativo: el menosprecio de cierta cultura
filosófica y científica hacia una ocupación intelectual “menor” como el
periodismo. Este prejuicio, un prejuicio que ha perdurado a lo largo de
diversas lecturas e interpretaciones de su pensamiento, tiene su origen en una
interpretación excesivamente literal del testimonio de Marx, cuya relación con
el periodismo fue siempre tensa y difícil. Quizá sea pertinente recordar que la
mayoría de los periódicos en los que colaboró el filósofo acabaron súbitamente
cerrados: asediados por la censura o sin fuentes de financiación. Tales fueron
los casos de la Rheinische Zeitung (1842-42), los Deutsche-französische
Jahrbucher (1843-44), Vorwärts! (1844),
la Neue Rheinische Zeitung (1848-49) o la Neue
Rheinische Zeitung. Politische-Öknomische Revue (1850).
Cabe también señalar que la relación más duradera e importante que Marx mantuvo
con un diario, el Norteamericano New
York Tribune
(1852-1862), se vio sacudida
constantemente por diferencias y conflictos con sus editores.
La
“representación unilateral” de la obra periodística de Marx -aquella que trata sus
artículos como algo secundario2- toma como referencia varias cartas y declaraciones del
filósofo en las que éste critica duramente el ejercicio del periodismo, ya sea
aludiendo a dificultades con la censura o expresándose sobre los pormenores del
trabajo de corresponsal (problemas económicos, desacuerdos editoriales,
descuido de sus trabajos científicos por atender al periodismo etc.). Muchas
son conocidas, y atraviesan varias etapas de su trabajo como corresponsal: las
cartas de Marx a Ruge tras la notificación de censura y cierre de la Rheinische Zeitung, el enfado de Marx —acusado de publicar prensa sediciosa—
ante la supresión de la Neue
Rheinische Zeitung y su posterior expulsión de Colonia,
pero también las constantes discusiones epistolares entre Karl Marx y Friedrich
Engels sobre la editorial del New
York Tribune (Charles Dana y Horace Greely). Es
especialmente en este último período, que marca la etapa más importante en la
producción periodística del filósofo, cuando las críticas hacia el periodismo
como actividad afloran con más violencia en sus cartas. Sin embargo, el Tribune era el
periódico con más tirada de la época, y gracias a él Marx comenzó a ser
conocido en la nación capitalista que pronto arrebataría la hegemonía mundial a
Inglaterra, Estados Unidos.
Por
tanto, y a la luz del prestigio adquirido en el rotativo, sus críticas al
periodismo podrían resultar paradójicas. Pero en absoluto lo son cuando
situamos históricamente el trabajo del filósofo: la década de 1850 fue
probablemente la más dura para Marx en términos biográficos y vitales, su única
fuente de ingresos era el periodismo, al cual debía dedicar la mayor parte de
su tiempo para sobrevivir. No obstante, como puede verse a lo largo de su
epistolario de este período, el periodismo no era suficiente, y la familia Marx
debía pedir regularmente ayuda económica a Engels para no caer en la miseria.
Como es lógico, su labor como corresponsal no dejaba de retrasar los “estudios
científicos” proyectados por el filósofo, haciéndole posponer continuamente la
escritura de una obra que llevaba por título “Economía”.
El
epistolario de Marx durante su corresponsalía para el Tribune está
lleno de desacuerdos, críticas e incluso arrebatos de desprecio hacia sus
editores. Las razones, más allá de las presiones materiales a las que el autor
se veía sometido, tenían que ver con la recepción y el uso de sus artículos por
parte del diario. Lo más grave para Marx era que el Tribune solía
imprimir sus crónicas como editoriales3
sin consultarle, ignorando muchos otros textos que jamás
aparecían publicados y de los que finalmente no tenía noticia alguna. El
filósofo se veía sometido a unos criterios de edición que —a su parecer—
rayaban en lo superficial y lo arbitrario. La tensa relación con el diario
neoyorquino le haría realizar declaraciones como esta: “El continuo estercolero periodístico me aburre. Me ocupa mucho tiempo,
dispersa mis esfuerzos y, finalmente, no es nada. Por independiente que uno
quiera ser, todavía depende del periódico y del público, especialmente si, como
hago yo, se recibe pago en dinero. Las obras puramente científicas (Rein wissenschaftliche Arbeiten) son algo
completamente diferente…” 4. Además, el interés del Tribune
por la “alta política” internacional,
más digerible por el gran público y
menos importante para el corresponsal, contribuía a que su relación con el diario fuese siempre conflictiva5. La crisis económica mundial
de 1857 —momento en que el filósofo comenzó sus Grundrisse— incrementará el malestar entre Marx y
la junta editorial, un hecho que unido a las
pérdidas del diario terminaría poniendo fin a su carrera cinco años después. Durante el año de la crisis, y ya
inmerso en sus esbozos, escribirá así a Lassalle: “Me he esforzado por trabajar durante el día para ganarme la vida.
Sólo me queda la noche para los
trabajos auténticos (wirkliche)...”6.
Del epistolario de Marx de este período, abordado aquí de un modo esquemático, podría
sacarse apresuradamente una
conclusión: que para el filósofo el periodismo constituía “solamente” un trabajo para “ganarse la vida”, un trabajo
subalterno e inferior a su obra
teórica. Razonamiento que parece reforzarse debido a la distinción trazada por el autor entre sus “trabajos
auténticos” (científicos) y ese “estercolero
periodístico” que “no era nada”.
Una lectura demasiado inmediata de las cartas de Marx nos condena
a reproducir la citada opinión, sobre todo si tendemos a privilegiar la
“problemática científica” de su pensamiento frente a otras
facetas de su actividad intelectual. Este ha sido el caso de la recepción de su
obra por las corrientes del llamado Marxismo Occidental a lo largo del siglo XX. Louis Althusser, Galvano Della
Volpe y Lucio Colletti hicieron cristalizar una lectura académica de Marx que
se centró, esencialmente, en una interpretación de los “escritos científicos” y
de “madurez” del filósofo desde una óptica epistemológica (Althusser en una
línea estructuralista, Della Volpe y Colletti desde los presupuestos de la
Ciencia Moderna). Fue el momento de ir en búsqueda de las coordenadas teóricas
del pensamiento de Karl Marx, de explicitar los presupuestos científicos de su “ciencia”
para combatir las ideologías dominantes en el campo de las ciencias humanas.
También fue la ocasión para proponer un programa de investigación social que
finalmente quedó reducido a mera hermenéutica. El Marxismo Occidental,
tal y como señalara Perry Anderson7, compensaba en el ámbito cultural la debilidad política de
los intelectuales comunistas occidentales, separados de los órganos de decisión
de los partido casi desde los inicios de la III Internacional. Un hecho que
sumado al perfil filosófico y universitario “puro” de estos pensadores, los
situaba cada vez más lejos de los movimientos sociales y populares, es decir,
de la realidad antagónica de la sociedad. Aunque no es este el espacio para
valorar de forma exhaustiva las diferentes apuestas y límites de estas
corrientes, debemos señalar uno de los efectos más importantes de su producción
filosófica y epistemológica: al instituir una marco de trabajo enfocado hacia
los “textos de madurez” de Marx, aquellos en los que podía rastrearse la
metodología más desarrollada del marxismo, estas tradiciones dejaron a un lado
todos los escritos que no tenían cabida en ese canon. Esto no
sólo incluyó los escritos periodísticos de Marx, que fueron menospreciados,
sino también, por ejemplo, los Grundrisse, cuyo lenguaje hegeliano no encajaba bien en la imagen del “Marx
maduro” ofrecida por Althusser y Della Volpe. De este modo, la tradición del Marxismo Occidental sirvió de “barrera” para una aproximación sistemática a los
artículos del filósofo de Tréveris, una barrera o bloqueo que se ha prolongado
hasta nuestros días.
Ahora
bien, tomando cierta distancia reflexiva y situándonos históricamente dentro de
la obra de Marx, el panorama que aparece ante nosotros es muy diferente del
dibujado por estas lecturas. Para empezar, el hecho de que Marx criticase su
actividad periodística justo en el momento de su mayor producción, llegando a
separar incluso su trabajo científico del periodístico, no debe hacernos caer
en la trampa de minusvalorar su labor como cronista. Desde una perspectiva
biográfica, su epistolario traduce las tensiones materiales de la década de
1850, la precariedad económica y la lucha de la familia de Marx para salir de
la miseria. Si estos elementos no son tomados en cuenta, no puede entenderse su
aparente “desprecio” por el periodismo. Sucede lo mismo si no se alude a las
disensiones con los editores del Tribune
o, de un modo más general, a sus
conflictos con la censura política en su trayectoria periodística. Pero más
allá de esto, hay dos cuestiones que otorgan al periodismo un papel de primera
importancia en la formación del pensamiento de Marx. A pesar de que en la
década de los 50 hablase del periodismo como una ocupación puramente “laboral”,
si ponemos en perspectiva su trayectoria intelectual la realidad es otra: su
interés periodístico data de 1842, y su trabajo como redactor le acompañaría de
forma casi ininterrumpida hasta 1862, época en la que ya había esbozado las
líneas generales de su crítica
de la economía política8. La actividad periodística es, por tanto, una dinámica
fuertemente enraizada en la matriz de su pensamiento teórico-político. De
hecho, su participación en la fundación de diversas revistas en la década de
los 40 es muy significativa (desde los Deutsche-französische
Jahrbucher hasta la Neue Rheinische Zeitung. Politische- Ökonomische Revue).Y es que Marx pensaba que el periodismo era una herramienta esencial
de análisis y difusión para su tarea crítica y política. Yendo algo más lejos,
y relacionando ahora la producción teórica y periodística del pensador, podemos
afirmar que difícilmente puede comprenderse el alcance de la crítica de la economía política madura del filósofo sin los artículos del Tribune, ya que
fue gracias a ellos, gracias a sus análisis y a las investigaciones acometidas
para escribirlos, que Marx pudo desarrollar una comprensión madura del mercado mundial, la clase obrera, las crisis, la ciencia económica, la
historia y la tecnología. Una serie de conocimientos
sin los que no habría podido escribir un texto como los Grundrisse entre
1857 y 1858. Frente a las lecturas demasiado inmediatas o esencialmente epistémicas
de Marx, ha de señalarse que el periodismo es un aspecto central del
pensamiento del filósofo, una actividad regular que le acompaña desde los
inicios de su aventura intelectual. Una práctica que no sólo le permitía
intervenir políticamente, sino que —como no podía ser de otro modo— tendría
efectos y resonancias teóricas fundamentales en la forja de su pensamiento
maduro.