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Karl Marx & Adam Smith
✆ Martin Armstrong
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- “El gobierno […] no es sino un comité para el manejo de
los asuntos comunes a toda la burguesía”
Ha-Joon Chang | George
Osborne [ministro de Economía británico] y sus funcionarios del Tesoro están
preparándose para la pelea. Los improbables oponentes son el equipo de
economistas del FMI que nos visitan para una revisión periódica de las
políticas. ¿Por qué este encuentro rutinario, que pasaría desapercibido
fuera de los círculos profesionales, se ha convertido en una confrontación?
Porque el FMI ha retirado recientemente su apoyo a la política de
austeridad del ministro y repetidamente le ha solicitado que lo vuelva a
pensar. Incluso dijo que el ministro estaba “jugando con fuego” al negarse a
cambiar de rumbo.
Esto es un desarrollo asombroso. Durante las últimas tres
décadas, el FMI ha sido el abanderado de la austeridad. En 1997 incluso
obligó a Corea del Sur –con un superávit presupuestario y una de las
menores deudas públicas en el mundo (en proporción al PIB)– a recortar el gasto
público. Solo cuando la política convirtió lo que era ya la mayor recesión en
la historia del país en una catástrofe, con más de cien empresas cayendo en
bancarrota cada día durante cinco meses, hizo un embarazoso giro en redondo y
permitió un déficit presupuestario para impulsar el desarrollo.
Teniendo en cuenta esta historia, que el FMI te diga que
vayas con calma con la austeridad es como si la Inquisición
española te pidiera ser más tolerante con los herejes. El ministro y su
equipo deberían estar preocupados.
Incluso si el FMI no lo aprueba, ¿por qué el Gobierno de
Reino Unido persiste en una política que claramente no está funcionando? O, con
respecto a ese asunto, ¿por qué se está impulsando la misma política en toda
Europa? Cierto economista ya fallecido habría dicho que se debe a que el
Gobierno está “en realidad instituido para la defensa de los ricos frente
a los pobres”. Totalmente cierto.
Las políticas actuales en Reino Unido y otros países
europeos consisten realmente en hacer pagar a los pobres los errores de los
ricos. Millones de personas pobres han perdido sus trabajos y el apoyo que
recibían a través del Estado de bienestar, pero, ¿cuántos de los banqueros que
causaron la crisis han sufrido, excepto por la cancelación de un título de
honor aquí y una reducción de pensión allá? Si alguien ha
sufrido en la industria financiera, son sus miembros más pobres: analistas
junior que perdieron sus trabajos y cajeros que están trabajando más horas a
cambio de salaries reales reducidos.
En el caso de que te lo estés preguntando, no fue Karl Marx
quien escribió las palabras que reproduzco más arriba. Él nunca lo habría dicho
de manera tan tosca. Su versión, enunciada con típico estilo, fue que el
“gobierno del nuevo Estado no es sino un comité para el manejo de los asuntos
comunes a toda la burguesía”. No, aquellas condenatorias palabras vinieron de
Adam Smith, el supuesto santo patrono de la economía de libre mercado.
Para Smith y Marx, los prejuicios de clase del Estado
saltaban a la vista. Ellos vivieron en un tiempo en el que solo los ricos
podían votar (si es que había elecciones) y por tanto había pocos controles a
la extensión en que esos ricos podían dictar las políticas de gobierno.
Con la posterior ampliación del sufragio, finalmente a todos
los adultos, la naturaleza de clase del Estado ha sido diluida de manera
significante. El Estado de bienestar, las regulaciones de monopolios, la
protección del consumidor y la de los derechos de los trabajadores, son cosas
que han sido establecidas solo debido a este cambio político. La democracia, a
pesar de sus limitaciones, es finalmente la única vía para asegurar que las
políticas no solo beneficien a unos pocos privilegiados.
Este es exactamente el motivo por el que los economistas de
libre mercado y otros que están en el lado de los ricos han sido tan negativos
con la democracia. En los viejos tiempos, los economistas de libre mercado se
opusieron rotundamente al sufragio universal basándose en que este destruiría
el capitalismo: las personas pobres elegirían a los políticos que se apropiaran
de los medios de los ricos y los distribuyeran entre los pobres –afirmaban–,
destruyendo completamente los incentivos para la creación de riqueza.
Una vez introducido el sufragio universal, esos economistas
no pudieron oponerse abiertamente a la democracia. Así que empezaron a criticar
“la política” en general. Los
políticos, se afirmaba, adoptarían políticas que maximizaran sus posibilidades
de reelección, pero que dañaran la economía, imprimiendo dinero, haciendo
favores a poderosos monopolios y aumentando el gasto en el bienestar social de
los pobres. Los políticos necesitaban que se les impidiese tomar decisiones
políticas importantes, argumentaban.
Siguiendo este consejo, desde los años 80 muchos países han
delimitado los ámbitos políticos más importantes para mantener afuera a los
políticos. Bancos centrales independientes (como el Banco Central Europeo),
agencias de regulación independiente (como Ofcom y Ofgem) y reglas
estrictas para el gasto público y el déficit (como la regla de “equilibrio
presupuestario”) han sido introducidos.
En tiempos económicos particularmente difíciles –se discutió
incluso–, tenemos que aislar las políticas económicas del resto de políticas.
Las dictaduras militares latinoamericanas fueron justificadas en esos términos.
La reciente imposición de gobiernos “tecnocráticos” en Grecia e
Italia, compuestos por economistas y banqueros que no han sido “manchados”
por la política, provienen del mismo marco intelectual.
Lo que los economistas de libre mercado no nos están
diciendo es que las políticas de las que quieren deshacerse no son otras que
las de la democracia misma. Cuando ellos dicen que necesitamos aislar las
políticas económicas de la política, están en la práctica defendiendo la
castración de la democracia.
El conflicto en torno a las políticas de austeridad en
Europa tiene que ver, por tanto, no solo con cifras del presupuesto, el
desempleo y la tasa de crecimiento. Tiene que ver también con el significado de
la democracia.
Como José Manuel Durao Barroso, presidente de la Comisión
Europea, ha reconocido recientemente, la política de austeridad ha “llegado a
sus límites” en términos de “apoyo político y social”. Si los líderes europeos,
incluyendo al ministro de Economía británico, continúan empujando las políticas
contra dichos límites, las personas inevitablemente empezarán a preguntar:
¿cuál es el sentido de la democracia, cuando las políticas sirven solo a los
intereses de las pequeñas minorías que están en la cúspide? Esto es un momento
decisivo para la democracia en Europa.
Ha-Joon Chang es un economista
de Cambridge y un asociado titular de investigación con el Centro de
Investigación en Economía y Política (Center for Economic and Policy Research -
CEPR).