Raya Dunayevskaya | Hasta
hoy no tenemos una traducción inglesa completa de la edición francesa de El capital, como fue editada por Marx.
La reciente traducción hecha por Ben Fowkes (Middlesex: Penguin Books, 1976)
restableció parte del lenguaje filosófico de Marx. Pero el traductor no siguió
a Marx en la secuencia de las Partes. Lo explicó de esta manera: "Por
razones de conveniencia para los lectores ingleses, hemos acatado la
disposición de Engels. También hemos seguido a Engels al presentar los
capítulos sobre la 'llamada acumulación primitiva' como Parte VIII separada, lo
que ciertamente es justificable en vista de su materia especial" (p. 110,
n.). Marx, sin embargo, lejos de considerar una "justificable" Parte
VIII separada, sostuvo que la verdadera lógica de la "llamada acumulación
primitiva" consistía en que no sólo constituía el origen histórico, sino
la continuación lógica del proceso de acumulación del capital, y por ello no
dejó duda en la mente de nadie, de que la Parte VIII era integral a la Parte
VII. [Nota de la presente edición: Las investigaciones han demostrado que Marx
preparó la parte VIII independiente de la parte VII] Kevin Anderson ha escrito
una profunda crítica de la traducción de Ben Fowkes. Atribuye la distinción
entre la original edición francesa y la traducción de Ben Fowkes, que
"sigue servilmente a Engels", como si Engels hubiese seguido
escrupulosamente las instrucciones de Marx (véase
"The French Edition of
Capital, 100 Years After", artículo presentado por Kevin Anderson a la
Conferencia de la Eastern Sociological Society, Filadelfia, 19 de marzo de
1982).
Los mejores puntos de
mi libro son: 1) El doble carácter del trabajo, según que sea
expresado en valor de uso o en valor de cambio (toda la comprensión
de los hechos depende de esto, se subraya de inmediato en el primer capítulo);
2) El tratamiento de la plusvalía independientemente de sus formas
particulares, beneficio, interés, renta del suelo, etcétera...
| Karl Marx, 24 de agosto de 1867
“El señor Wagner
olvida también que para mí no son sujetos ni el "valor" ni el
"valor de cambio", sino que lo es solamente la mercancía... En
segundo lugar, solamente un vir obscurus que no haya entendido ni jota de El
capital... no se ha dado cuenta de que, ya al hacer el análisis de la
mercancía, yo no me detengo en la doble modalidad con que ésta se presenta,
sino que paso inmediatamente a demostrar que en esta doble modalidad de la
mercancía se manifiesta el doble carácter del trabajo de que aquélla
es producto...” | Karl Marx, "Notas sobre Adolph Wagner",
1881
“Así como la forma
simple de valor, el acto individual de intercambio de una mercancía por otra,
incluye ya, en forma no desarrollada, todas las contradicciones
principales del capitalismo, así como la generalización más simple,
la primera y más sencilla formación de conceptos (juicios,
silogismos, etc.), denota ya el conocimiento cada vez más profundo en cuanto a
la conexión objetiva del mundo. Aquí es preciso buscar el verdadero
sentido, la significación y el papel de la Lógica de Hegel. Esto
N. B. | Lenin, Resumen de la Ciencia de la lógica, de Hegel, 14 de
diciembre de 1914
El capital, no los Grundrisse, es la differentia specifica del marxismo
de Marx, su cúspide. La más grande obra teórica de Marx, al fundir economía,
historia y dialéctica, revela aspectos siempre nuevos de cada una junto con las
recién conquistadas fuerzas de la rebelión. Así, la historia no es tanto una
historia de las teorías como de la lucha de clases, guerras civiles y batallas
en el punto de producción. La economía no sólo es cuestión de las leyes
económicas del derrumbe del capitalismo, sino de la lucha entre el trabajador y
la máquina contra el dominio del trabajo muerto sobre el trabajo vivo,
empezando por escuchar la voz del trabajador, que había sido acallada
"en la tormenta y la presión del proceso de producción". Esta voz
nunca callará. En la última parte de la obra, "La acumulación del
capital", al enfocar el desarrollo más "económico" y
"científico" —"la composición orgánica del capital"—, Marx
nos recuerda una vez más que esta composición orgánica no puede considerarse
aislada de sus efectos "sobre la suerte de la clase obrera". La
dialéctica es, desde luego, el método de desarrollo de cada uno' y de todos, de
lo objetivo y de lo subjetivo, ya sea que esa recién conquistada fuerza proceda
de la verdadera lucha por abreviar la jornada de trabajo, o al discernir la ley
de movimiento en el capitalismo, a la vez con una mirada retrospectiva a las
formaciones precapitalistas -—desde la forma comunal hasta la esclavitud y el
feudalismo— o una mirada hacia adelante, a lo que seguirá al capitalismo:
"un trabajo libremente asociado" que tome el destino en sus propias
manos. 211
No hay duda de que, por no conocer los Grundrisse, surgió una laguna en el
conocimiento de los marxistas. Esta laguna fue enorme en la cuestión del proceso del
pensamiento de Marx, visto en la multidimensionalidad de los Grundrisse; en el hecho de que algunas
de las secciones, como las "Formaciones precapitalistas" se volverían
importantes para la generación posterior a la segunda Guerra Mundial, para no
mencionar el "lenguaje" hegeliano. Sin embargo, no son los Grundrisse sino El capital, especialmente el volumen I —que el propio Marx
preparó para la imprenta— el que constituye el legado de Marx. Y fue El capital, no los Grundrisse (de los que Lenin, como todos los demás
marxistas del periodo, no conocieron nada), el que Lenin tuvo en mano al
enfrentarse a la Ciencia de la lógica, de Hegel.
Cualquiera que sea la iluminación que el continuo uso dado
por Marx al "lenguaje" hegeliano arroje sobre el hecho de que Marx no
abandonó sus raíces hegelianas al elaborar por completo todas sus originales
categorías económicas, nadie puede dejar de ver la predominante ley del
desarrollo del capitalismo hasta su caída. Y ciertamente, Rosa Luxemburgo no
perdió un ápice de ella, tanto en lo concerniente a la lucha de clases cuanto
en su profundo conocimiento de las leyes económicas del desarrollo del
capitalismo: Rosa Luxemburgo edificó su teoría de la caída del capitalismo
sobre ella. Hasta le produjo la ilusión de que, aunque se había desviado del
volumen II de El capital (que,
en todo caso, no Marx sino Engels preparó para la prensa), ella era la
revolucionaria marxista que en forma más total y creadora comprendía a Marx;
sin embargo, al mismo tiempo, "de pronto" en el proceso de escribir
la Anti-critica, también se quejó del "rococó" del volumen I de El capital de Marx.
En pocas palabras, no sólo eran los reformistas los que
pedían la supresión de la "armazón dialéctica" de Marx, con o sin
conocimiento de los Grundrisse.
Hasta que la primera Guerra Mundial hubo derribado la Segunda Internacional, los
revolucionarios no sintieron ninguna obligación de estudiar seriamente la
relación interna de la dialéctica marxista con la hegeliana, y aun entonces,
fue sólo Lenin quien retornó a los orígenes de Marx en la dialéctica hegeliana.
Aunque Marx encontró la Lógica hegeliana, de
"gran utilidad... en el método del tratamiento" del
material, 212 al final mismo de las casi 900 páginas de los Grundrisse,
Marx decidió que había debido comenzar no con el Dinero ni con el Valor, sino
con la Mercancía. Por tanto, al prepararse a publicar la Contribución a la
crítica de la economía política, Marx escribió un capítulo totalmente nuevo,
"Las mercancías" y empleó el capítulo sobre "Dinero" en
forma muy abreviada. No siguió el procedimiento hegeliano de la Ciencia de
la lógica, donde Hegel en cuanto menciona el Ser, la Nada y el Devenir, escribe
22 páginas de "Observaciones". Marx anexó a cada uno de sus dos
capítulos unas "Notas sobre la
historia de la teoría del valor". Estas "Notas", que a
mediados del decenio de 1860 se habían convertido en tres volúmenes completos,
no sólo las relegó al volumen final de El
capital, sino que explicó por qué debía ser así, pues la dialéctica que
surgía del tema lo convertía en un tema totalmente distinto, que en realidad conocemos
como El capital.
En otra parte 213 he detallado el rompimiento de Marx
con el concepto mismo de teoría. Aquí, lo que nos interesa es que, lejos de que
el procedimiento de presentar el ascenso de lo abstracto a lo concreto —o aun
el hecho de que, como lo nota él mismo en su Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía
política, la razón de omitir la introducción general fue que, como
hemos visto, "podía mover a confusión toda anticipación de resultados
sujetos a prueba"— Marx declaró inequívocamente que "el lector que me
siga tendrá que decidirse a remontarse de lo singular a lo general".
El decenio que necesitó Marx para transformar la Contribución a la crítica de la economía
política en El capital,
conservando la primera como subtítulo, debiera hacernos recordar —pero pocas
veces lo hace— lo que crítica siempre había significado para Marx: la práctica
de la filosofía o, como él lo expresó antes, "la práctica (praxis) de la
filosofía; sin embargo, es, ella misma, teórica. Es la crítica la
que mide la existencia individual contra la esencia, la realidad particular
contra la idea". Todo esto es especialmente decisivo para la comprensión
del capítulo I, que se vuelve, al mismo tiempo, la Gran Separación entre
la dialéctica marxista y la hegeliana, y reaparece en el mundo moderno, con el
estallido simultáneo de la primera Guerra Mundial y el desplome del marxismo establecido.
Lenin no lo tomó a la ligera cuando escribió en su resumen de la Ciencia
de la lógica de Hegel: "Es completamente imposible entender El capital de Marx, y en especial
su primer capítulo, sin haber estudiado y entendido a fondo toda la Lógica de
Hegel. ¡Por consiguiente, hace medio siglo ninguno de los marxistas entendió a
Marx!" 214
En Filosofía
y revolución 215 he detallado lo que de pronto se había abierto ante mí
concerniente a la dialéctica del pensamiento y la dialéctica de la revolución.
Aquí, sólo es necesario señalar el hecho de que —ya sea que el lector vea
aquellas categorías, lo universal, lo particular y lo individual en la Doctrina
Hegeliana del Concepto, como lo que recordó a Lenin que Marx, en su capítulo I
de El capital, estaba
"imitando" a Hegel, ya sea que el lector piense que hay algún
paralelismo en la economía y en la dialéctica, especialmente sobre el silogismo
acerca del camino objetivo y subjetivo hacia la libertad—, para Lenin, en
medio del holocausto mundial, esto arrojó tanta luz que decidió que ninguno de
los marxistas había comprendido El capital y él lo aclaró por sí mismo, en
todos los escritos sobre El
imperialismo y El Estado y
la revolución.
El capítulo I de El capital parece no dejar de
reaparecer en el escenario histórico. Vemos exactamente lo opuesto de la
iluminación que arrojó para Lenin en la primera Guerra Mundial (o tal vez más
precisamente porque arrojó tal iluminación) cuando vemos que Stalin, en mitad
de la segunda Guerra Mundial, ordenó que no se enseñara el capítulo I. Así, al
mismo tiempo, Stalin rompió la estructura dialéctica de la más grande obra
teórica de Marx y pervirtió el concepto marxista de la historia como algo que
la humanidad forja. En cambio, inventó un supuesto "principio
histórico" que reducía la historia de la lucha de clases en el mundo
específicamente capitalista de la producción de mercancías a una Ley del Valor
que supuestamente existía antes del capitalismo y que seguiría existiendo bajo
el socialismo. 216
Aún más cerca de nuestra época, en el periodo de los
turbulentos sesentas, el filósofo comunista francés Louis Althusser, habiendo
escrito Para leer El capital (que
debió llamarse Cómo no leer El capital), lo explicó en cuatro breves
páginas dirigidas a "los trabajadores" a los que recomendaba no
empezar a leer El capital en el capítulo I: "Es una recomendación que yo considero imperativa". Este
ensayo, que apareció en L'Humanité, del 21 de abril de 1969, en realidad
fue escrito como prólogo a una nueva edición de El capital. 217
Y por último Sartre, en la mismísima época en que se
consideraba como un marxista que estaba tratando de fundir el existencialismo
con el marxismo y elogiando la teoría marxista del fetichismo —y desde luego,
volvemos al capítulo I— consideró que Marx sólo había planteado la pregunta que
"nunca se había desarrollado". 218
El hecho de que el capítulo I haya aparecido tan a menudo en
el escenario histórico —y sentimos que sin duda seguirá reapareciendo— de
ninguna manera es historia pasada, y mucho menos un ejercicio académico. Vive
hoy, no por causa de todas las críticas, sino por causa de lo que el propio
Marx escribió. Había captado tanto la verdad de la etapa capitalista como su
opuesto absoluto —los "hombres libremente asociados" que descorrerían
el velo del fetichismo de las mercancías y establecerían una sociedad sin clases,
totalmente nueva.
El capital es
un libro muy, muy distinto de los Grundrisse o
de la Contribución a la crítica de
la economía política, y es un libro muy diferente desde el primer capítulo
hasta el último. Es la Gran Separación de Hegel y no sólo porque el
tema es economía, antes que filosofía. Los otros dos también son de economía, y
la "primera redacción" (si así deseamos llamar a los Grundrisse) tiene un lenguaje mucho más
obviamente filosófico que El capital.
No, es esa Gran Separación porque, sólo porque, el Sujeto —no el tema, la
materia, sino el Sujeto— no fue ni economía ni filosofía, sino el ser humano,
las masas. Como el trabajo muerto (capital) domina al trabajo vivo, y como el
trabajador es el "enterrador del capitalismo", ello envuelve toda la
existencia humana. Por tanto, esta dialéctica es totalmente nueva,
totalmente interna, más profunda de lo que jamás fue la dialéctica hegeliana
que había deshumanizado el autodesarrollo de la humanidad en la dialéctica
de la Conciencia, la Autoconciencia y la Razón. Marx pudo trascender la
dialéctica hegeliana no negando que fuera "la fuente de toda
dialéctica"; antes bien, precisamente porque empezó con tal fuente pudo
dar el salto al Sujeto vivo que es aquel que transforma la realidad. El capital es la obra en que
—cuando Marx elabora las leyes económicas del capitalismo, no aparte de la
verdadera historia de la lucha de clases— la narración histórica se convierte
en razón histórica. Sigamos a Marx, empezando por el capítulo I.
Revelará toda la estructura de El capital, aunque en el capítulo I sólo estamos enfrentándonos a
una mercancía; es decir, nos encontramos sólo en las esferas fenoménicas, en el
mercado, en el intercambio. Pero la dialéctica marxista es tan distinta de la
hegeliana que, aun cuando no hayamos llegado al Sujeto, el trabajador —después
de que se nos acaba de decir que la mercancía es la unidad de valor capitalista
que se caracteriza por dos factores: valor de uso y valor de cambio—, se nos informa
que esto es sólo apariencia, que en realidad esa es una manifestación del
carácter doble del trabajo mismo y esto es tan crucial que, aunque no
encontraremos el trabajo hasta llegar al proceso de producción, deberemos
conocerlo desde antes. En una palabra, hemos pasado de la Apariencia a la
Esencia.
En ambas, se nos ha dado conciencia de su naturaleza
contradictoria, precisamente cuando nos volvemos opresivamente conscientes, a
lo largo de toda la sección de la forma valor, de los opuestos polares de la
naturaleza de todas las relaciones, que, de hecho: "La forma general del
valor, que presenta los productos del trabajo como simples cristalizaciones de
trabajo humano indistinto, demuestra por su propia 'estructura que es la
expresión social del mundo de las mercancías".219
Así, al entrar en el fetichismo de las mercancías, es claro
que no es la sola apariencia de lo que estamos tratando y ni siquiera de la
sola esencia, aun cuando ésta siga siendo quinta esencial para comprender la
apariencia, para saber lo que "está detrás". Mas para llegar a la
totalidad no podemos dejarla como objetividad. Lo objetivo puede superar a lo
subjetivo, pero a menos que veamos la unidad de ambos y captemos la verdad de
ambos, nunca estaremos libres. Y por la libertad es por la que se hace todo esfuerzo.
En una palabra, hemos entrado en la Doctrina del Concepto,
en las vías objetiva y subjetiva hacia el ámbito de la libertad. Cuán simplista
sería decir —y ello, por desgracia, es exactamente como el marxismo establecido
había enseñado la "aplicación" de la dialéctica a la economía
política— que Marx simplemente estaba poniendo a Hegel de pie, y haciendo un
paralelo de la Doctrina del Ser con las mercancías, el dinero y el mercado, y
de la Doctrina de la Esencia con la esfera de la producción, cuando aquello a lo que nos enfrenta Marx en
el mismísimo primer capitulo no es sólo la apariencia y la esencia, sino el
concepto.
Cuando Marx llega al fetichismo, empieza por aquello que la
mercancía parece ser: "parece como si las mercancías fuesen
objetos evidentes y triviales" (p. 81). Contrasta entonces eso con la
forma en que el análisis muestra que son: "objetos muy intrincados, llenos
de sutilezas metafísicas y de resabios teológicos". Por ejemplo, una mesa
como algo que usar es muy fácil de comprender, pero en el momento en que la
vemos como mercancía: "No sólo se
incorpora sobre sus patas, encima del suelo, sino que se pone de cabeza frente
a todas las demás mercancías, y de su cabeza de madera empiezan a salir antojos
mucho más peregrinos y extraños que si de pronto la mesa rompiese a bailar por
su propio impulso". En este punto, Marx hace una referencia, al pie de
la página, a China, es decir, a la Revolución de Taiping, contrastándola con
los tranquilos europeos después de la derrota de la Revolución de 1848, como si
los chinos hubiesen hecho su revolución "pour
encourager les autres”.220
Al preguntar cómo es posible que una cosa tan sencilla como
una mercancía se vuelva un fetiche, responde Marx:
"Evidentemente, de esta misma forma... el carácter misterioso
de la forma mercancía estriba, por tanto, pura y simplemente en que proyecta
ante los hombres el carácter social del trabajo de éstos como si fuese un
trabajo material de los propios productos de su trabajo... una relación social
establecida entre los mismos objetos, al margen de sus productores... este
carácter fetichista del mundo de las mercancías responde... al carácter social
genuino y peculiar del trabajo productor de mercancías" (p. 83).
Marx subraya que el fetiche persiste pese al hecho de que la
economía política clásica había descubierto que el trabajo es la fuente de todo
valor. Es el hecho que semejante descubrimiento científico "no disipa ni
mucho menos la sombra material por la que el carácter social del trabajo nos
parece ser un carácter objetivo de los productos mismos" (p. 85), porque
"las relaciones sociales que se establecen entre sus trabajos privados
aparecen como lo que son, es decir, no como relaciones directamente sociales de
las personas de trabajo, sino como relaciones
materiales entre personas y relaciones
sociales entre cosas" es aquello que "realmente son"
las relaciones de producción (p. 84; las cursivas son de la autora) en nuestra
pervertida sociedad capitalista.
En su ulterior análisis del fetichismo de las mercancías,
Marx subraya que
"Estas formas son
precisamente las que constituyen las categorías de la economía burguesa. Son
formas mentales aceptadas por la sociedad, y por tanto objetivas, en que se
expresan las condiciones de producción de este régimen social de producción
históricamente dado que es la producción de mercancías. Por eso, todo el
misticismo del mundo de las mercancías, todo el encanto y el misterio que
nimban los productos del trabajo basados en la producción de mercancías se
esfuman tan pronto como nos desplazamos a otras formas de producción"
(p. 87).
Marx procede entonces a considerarlo todo, desde el
"modo de producción asiático y otros" hasta el mito de Robinson
Crusoe y la cuestión de la esclavitud y el feudalismo, y concluye que podemos
encontrar un paralelo en el mundo religioso, donde los Padres de la Iglesia
trataron a su propia religión como natural, y a todas las religiones
pre-cristianas como "artificiales". Ya sea la religión, o Proudhon,
para todos estos "... ha habido
historia, pero ya no la hay". 221
Para que nadie caiga en el engaño de que, sin duda, Marx ya
no podía utilizar los llamados escritos premarxistas, como su tesis doctoral
sobre Epicuro, echemos una segunda ojeada a esta sección. En el momento mismo
en que habla de cristianismo,
"con
su culto del hombre abstracto", escribe "sólo enquistados en los intersticios
del mundo antiguo, como los dioses de Epicuro o los judíos en los poros de la
sociedad polaca, nos encontramos con verdaderos pueblos comerciales"
(p. 91).
Es el crucial punto de transición, desde que el hombre aún
estaba atado al "cordón umbilical de
su enlace natural con otros seres de la misma especie, bien en un régimen
directo de señorío y esclavitud", hasta cuando el hombre entra en el
ámbito de la libertad después de haber derrocado al capitalismo, cuando
"hombres libremente asociados" toman el destino en sus propias manos,
y no sólo es el fetichismo de las mercancías el que se desvanece, sino todo el
sistema pervertido. Habiendo saltado a ese opuesto absoluto de la sociedad
capitalista —es decir, habiendo proyectado una sociedad de nuevas relaciones
humanas— es claro que aunque estemos en el mercado, en realidad estamos
tratando con ideas conceptuales. Este camino a la libertad a la vez separa la
dialéctica marxista de la hegeliana y transforma la revolución de Hegel en filosofía,
en una filosofía de la revolución, de modo que aun en economía, es decir,
en la esfera de la producción, con la guía de Marx seguimos formas reales de la
revuelta proletaria. Ya sea que tal forma consista en preguntar, "¿Cuándo empieza mi día y cuándo
termina?", o en lanzarse a la huelga, Marx llama a esto una vieja
"guerra civil" de cien años.
Sin embargo, una cosa habremos de sacar de la esfera del
cambio: la obvia y necesaria compra y venta de la energía laboral, que termina
diciendo:
"El antiguo poseedor de
dinero abre la marcha convertido en capitalista, y tras él viene el poseedor de
la fuerza de trabajo, transformado en obrero suyo; aquél, pisando recio y
sonriendo desdeñoso, todo ajetreado; éste, tímido y receloso, de mala gana,
como quien va a vender su propia pelleja y saber la suerte que le aguarda: que
se la curtan" (p. 196).
Las partes 3, 4 y 5 sobre la producción de la
"Plusvalía absoluta" y la "Plusvalía relativa" consideradas
por separado y en conjunto, constituyen la mayor parte de El capital: cerca de 300 páginas.
Revelarán cómo el proceso del trabajo capitalista transforma el trabajo vivo en
trabajo materializado y se convierte en "valor
que se valoriza a sí mismo, en una especie de monstruo animado que rompe a
'trabajar' como si encerrase un alma en su cuerpo" (p. 217).
Al mismo tiempo, Marx consagra no menos de 75 páginas a la
lucha por abreviar la jornada laboral. Lejos de ser una "historia
sentimental", es prueba de que Marx ha pasado de un concepto de la teoría
como único debate entre teóricos y la idea de que es esta historia la que
importa; a un concepto de la teoría como historia de las relaciones de
producción y la idea de que la lucha entre la máquina y el trabajador es, en
realidad, la lucha entre el capital y el trabajo: “Y así, donde antes se alzaba el pomposo catálogo de los 'derechos
inalienables del hombre' aparece ahora la modesta Magna Carta de la
jornada legal de trabajo que establece por fin claramente dónde termina el
tiempo vendido por el obrero y dónde empieza aquél de que él puede disponer”
(p. 330). Pues con esta lucha, el trabajo ha puesto un límite al hambre
insaciable [del capitalismo] de "trabajo excedente": "El capital
es trabajo muerto, que no sabe alimentarse, como los vampiros, más que chupando
trabajo vivo, y que vive más cuanto más trabajo chupa" (p. 257). Como dice
Marx un poco más adelante, al especificar las luchas concretas y las Leyes de
la Fábrica, mientras el "capital
celebraba sus orgías", el trabajo triunfó en sus luchas.
Entre marxistas, nadie discute que esta lucha por abreviar
la jornada laboral, que incluye la lucha por distintas condiciones de trabajo,
es el meollo central de El capital,
de Marx —y no sólo de las partes tercera y cuarta, sino también de las partes
sexta y séptima— y de las actividades marxistas. Y, como Marx declaró que tal
lucha era nada menos que una "larga y difícil guerra civil, más o menos
encubierta, entre la clase capitalista y la clase trabajadora" (p. 327),
¿cómo puede ocurrir que la publicación del volumen II, que es una
"extensión" de esta séptima parte, haya creado todo un siglo de
disputas? ¿Cómo es posible que Rosa Luxemburgo, quien creyó totalmente que la
lucha de clases era en realidad una guerra civil entre el capital y el trabajo,
de la que nadie debía apartarse, se encontrara en el frente, si no fue la
originadora de esta disidencia entre los marxistas? Y, ante todo, puesto que
esta parte final222 es estrictamente sobre "economía", ¿cómo es
posible que también sea donde la filosofía es más imperativa? Es decir, ya
fuera Lenin durante la primera Guerra Mundial, o Stalin por razones opuestas
durante la segunda Guerra Mundial, o el filósofo comunista francés Althusser en
el turbulento decenio de 1960 y comienzos de 1970, el capítulo I cobró vida
para cada uno, y se convirtió en la Gran Separación contemporánea.
Toda la cuestión de la relación, no sólo entre economía y
dialéctica, sino entre dialéctica y liberación, "de pronto" había
chocado tan intensamente con la idea de filosofía —y, centralmente, con la
filosofía de la revolución— que resulta necesario volver a estudiar El capital bajo una nueva luz,
especialmente el capítulo I que hemos examinado, y la parte séptima, a la que
ahora nos volveremos.
Marx nos había informado en el prólogo a la edición francesa
de El capital (el 28 de
abril de 1875) que "posee un valor científico propio aparte del original y
debe ser tenida en cuenta incluso por los lectores que conozcan la lengua
alemana". Los cambios mayores y más fundamentales se introdujeron en "La acumulación del capital".
Debemos tener presente que el pensamiento mismo de tal parte, con que terminaba
la versión original de El capital, significaba 1) que era un sustituto de
la redacción que terminaba diciendo, "Resultado del proceso inmediato de
producción"; 223 y 2) el nuevo título para el final, "La
acumulación de capital", es el punto central del volumen II aunque se
titule "El proceso de circulación del capital". (No hay que olvidar
que lo que conocemos como volumen II fue considerado por Marx como el segundo
libro del volumen I.)
La parte mencionada empieza con la "Reproducción
simple" y, desde luego, aquí el punto central sigue siendo lo que se
escribió como el fundamento de todo el proceso de producción capitalista:
"El divorcio entre el producto del
trabajo y el trabajo mismo, entre las condiciones objetivas de trabajo y la
fuerza subjetiva del trabajo es, como sabemos, la premisa real dada, el punto
de partida del proceso capitalista de producción" (pp. 624-625).
Una parte tan grande de la sección sobre la "Falsa
concepción de la reproducción en escala ampliada por parte de la economía
política", responde a Rosa Luxemburgo que resulta casi imposible
comprender cómo pudo ella dejar de ver que los problemas del volumen II ya
están resueltos en el I, incluso la referencia al hecho de que "el cambio
general de lugares en la circulación de la riqueza de la sociedad... deslumbra
la vista y propone problemas muy complicados para su solución". En tanto
que Marx nos remite al volumen II para la respuesta más completa, casi no hay
punto fundamental en esta crítica de la economía política clásica acerca de la
reproducción aumentada que no esté ya anticipado aquí, incluso la expresión de
Marx "aberración increíble", al referirse a la versión de Adam Smith,
que "escamotea" el capital constante.
Aun la cuestión, el pons
asini, de todos los debates acerca de que Marx excluyó el comercio exterior
ya se encuentra proyectada aquí, en el volumen I: "Aquí, hacemos caso
omiso del comercio de exportación, por medio del cual un país puede cambiar
artículos de lujo por medios de producción y de vida, o viceversa. Para enfocar
el objeto de nuestra investigación en toda su pureza, libre de todas las
circunstancias concomitantes que puedan empañarlo, tenemos que enfocar aquí
todo el mundo comercial como si fuese una sola nación y admitir que la
producción capitalista se ha instaurado ya en todas partes y se ha adueñado de
todas las ramas industriales sin excepción" (p. 636).
Las adiciones especiales a la "Acumulación del
capital" se centran, primero, en tomo del hecho de que lo central es que
"el divorcio entre la propiedad y el
trabajo se convierte en consecuencia obligada de una ley que parecía basarse en
la identidad de estos dos factores" (p. 640), en tanto que la adición
a esta sección subraya que: "Mientras
en cada acto de cambio —considerado de por sí— se guarden las leyes del cambio
de mercancías, el régimen de apropiación puede experimentar una transformación
radical sin tocar para nada los títulos de propiedad inherentes a la producción
de mercancías" (p. 643).
En segundo lugar, y de mayor importancia, a este hincapié en
el hecho de que la esfera de distribución puede cambiarse sin afectar la esfera
de producción (y siendo así, permanecen las relaciones de explotación) se añade
el hecho de que la ley de centralización y concentración de capital puede
llegar a su límite:
"Dentro de una
sociedad dada, este límite sólo se alcanzaría a partir del momento en que todo
el capital social existente se reuniese en una sola mano, bien en la de un
capitalista individual, bien en la de una única sociedad capitalista"
(p. 688).
Y sin embargo, subsistiría el capitalismo explotador.
Siguiendo a esta previsión de lo que hoy llamamos una sociedad de Estado
capitalista, añadió Marx, además, una sección que Engels omitió de la
traducción inglesa. Había dicho que las adiciones a la edición francesa eran de
"valor científico" mecanización, lejos de permitir que "la
llamada acumulación originaria" se quedara en una etapa del pasado, daría
nueva vida al capitalismo. Así, antes de entrar en la acumulación primitiva,
Marx había elucidado toda la cuestión de cómo los efectos pueden volverse
causas, e introducido en la edición francesa la cuestión de las ramificaciones
de la extensión del capitalismo en el mercado mundial, una vez que la
mecanización llega a cierto punto y el capitalismo "sucesivamente se anexó
extensas zonas del Nuevo Mundo, Asia y Australia".
He aquí lo que se omitió en la edición inglesa de Engels:
“Pero sólo en la época
en que la industria mecánica, habiendo echado raíces lo bastante profundas,
ejerció una influencia preponderante sobre toda la producción nacional; donde,
gracias a ello, el comercio exterior empezó a tomar precedencia sobre el comercio
interior; donde en el mercado mundial se anexó vastas tierras del Nuevo Mundo,
Asia y Australia, donde, por último, las naciones industriales que entraron en
la liza se volvieron bastante numerosas; sólo de esta época datan los ciclos
renacientes cuyas fases sucesivas abarcan años y que convergen en una crisis
general, el fin de un ciclo y el punto de partida de otro. Hasta hoy, la
duración promedio de estos ciclos es de diez u once años, pero no hay razón
para considerar constante esta cifra. Por lo contrario, de estas leyes de la
producción capitalista tal como las acabamos de desarrollar, debemos inferir
que es variable y que la duración de los ciclos se irá acortando gradualmente.”
225
Lo que se había vuelto cuestión divisiva en el mundo de Rosa
Luxemburgo con la aparición del capitalismo, y cuestión candente para nuestros
días, fue introducido todo ello, como hemos visto, en la parte séptima de
"La ley general de la acumulación capitalista". Todo esto debió ser
claro a partir de la sección original sobre la acumulación primitiva, que
empezó con el "secreto": "El proceso de donde salieron el obrero
asalariado y el capitalista, tuvo como punto de partida la esclavización del
obrero" (787). Continuó con la "Expropiación de la población agrícola
de la tierra" y terminó con "La moderna teoría de la
colonización". La más célebre de todas las secciones es la penúltima:
"La tendencia histórica de la acumulación capitalista".
Pero así como la Segunda Internacional consideró que el
análisis hecho por Marx acerca de la "conversión del continente africano
en un cazadero de esclavos negros" (p. 823) sólo se aplicaba a la etapa "primitiva"
y no tomaba en cuenta la "negación de la negación" (p. 837), así el
párrafo omitido sobre el hecho de que el capitalismo industrial avanzado se
hubiese anexado el "nuevo Mundo, Asia y Australia" difícilmente abriría
nuevos ojos que habrían debido enfrentarse al imperialismo.
En el volumen II como en el volumen I, Marx casi no se
aparta de la cuestión central del doble carácter del trabajo, atribuyendo la
aberración de Smith al hecho de que "nace de otro error en la concepción
fundamental de Adam Smith. Éste no distingue el doble carácter del trabajo
mismo..."226 Por lo cual Marx concluye que lo insólito no es el
carácter vendible del trabajo; es la forma, el hecho de que la capacidad de
trabajar tome la forma de una mercancía. Ante todo, el fetichismo de las
mercancías, la dialéctica de cosificar (dinglich) al Sujeto vivo, al
trabajador, transformándolo en el apéndice de una máquina, indignó tanto a Marx
que nuevamente, en el volumen II, declaró lo que debía a la dialéctica
hegeliana. En una nota de pie de página (que Engels había omitido, en su
reorganización de los manuscritos del volumen II) escribió Marx:
“En una crítica del
volumen de El capital, el señor Dühring nota que, en mi celosa devoción al
esquema de la lógica hegeliana, hasta descubrí las formas hegelianas del
silogismo en el proceso de circulación. Mi relación con Hegel es muy sencilla.
Yo soy discípulo de Hegel, y la presuntuosa charla de los epígonos que piensan
haber enterrado a este gran pensador me parece francamente ridícula. No
obstante, me he tomado la libertad de adoptar hacia mi maestro una actitud
crítica, liberando su dialéctica de su misticismo y haciéndola sufrir así un
profundo cambio, etcétera.” 227
No olvidemos que Marx escribió esto cuando el volumen I ya
se había publicado. Contrástese esto con la hueca metodología de Roman
Rosdolsky quien concluyó, después de su forzada identificación de los Grundrisse con El capital, que "ya no hay que morder esta manzana amarga y 'estudiar
profundamente toda la Lógica de Hegel' para comprender El
capital de Marx: se puede llegar al mismo fin, directamente, estudiando la versión
anterior" 228
Naturalmente, el hecho de que Marx se refiriera a Hegel como
"maestro" no está en el sentido de un chico de escuela. Aun cuando el
joven Marx se había considerado Hegeliano de Izquierda y pertenecido al Club de
Jóvenes Hegelianos, no fue imitativo ni arbitrario en su actitud hacia Hegel.
Antes bien, como lo hemos visto, en la época en que estaba trabajando en su
tesis doctoral, se acercaba al umbral de su propio nuevo continente de
pensamiento y revolución, recreando la esencia revolucionaria alojada en la dialéctica
hegeliana. Por ello el joven Marx siguió repitiendo que la dialéctica de Hegel
era la fuente "de toda dialéctica". 229
En vez de emplear la dialéctica como herramienta que había
que "aplicar", Marx la re-creó sobre la base objetiva-subjetiva del
desarrollo histórico que surgió de las relaciones de producción de capital y
trabajo, con el trabajo como "enterrador". Claramente, el todo
unificador de la cosmovisión de Marx era el nuevo Sujeto: el proletariado. La
idea de la historia, en Marx, no sólo era la del pasado, sino la que
trabajadores y trabajadoras vivos forjan transformando la realidad, aquí y
ahora: transformándose a si mismos, también, mediante el proceso de revolución,
convirtiéndose en individuos nuevos, completos, de una sociedad sin cla-ses. No
dejaría que los Dührings trataran a Hegel como un "perro muerto";
deseaba ponerlos ante el hecho de que el largo y penoso camino de 2.500 años de
desarrollo humano que Hegel había seguido dialécticamente era, en realidad, la
base de acontecimientos nuevos para su época. La cuestión del fetichismo
reaparece en el volumen III, después que Marx ha analizado lo concreto que concierne
a los capitalistas: ganancias, rentas, interés y precios. En su carta a Engels
del 30 de abril de 1868, Marx desdeña estos tres fenómenos en el volumen III:
"...tenemos, en conclusión, la lucha de clases, en que se resuelve el
movimiento de todo el asunto y que es el desenmascaramiento de toda esa
porquería". La necesidad de hacer esto es subrayada nuevamente por Marx al
volver a describir cómo, bajo el capitalismo, las relaciones humanas se
cosifican, se convierten en cosas:
“En la fórmula tripartita
de capital-ganancia —o, mejor aún, capital-interés—, tierra-renta del suelo y
trabajo-salario, en esta tricotomía económica considerada como la concatenación
de las diversas partes integrantes del valor y de la riqueza en general, con
sus fuentes respectivas, se consuma la mistificación del régimen de producción
capitalista, la materialización de las relaciones sociales, el entrelazamiento
directo de las relaciones materiales de producción con sus condiciones
históricas: el mundo encantado, invertido y puesto de cabeza en que Monsieur
Le Capital, y Madame la Terre aparecen como personajes sociales, a la
par que llevan a cabo sus brujerías directamente, como simples cosas
materia-les. E1 gran mérito de la economía clásica consiste precisamente en
haber disipado esta falsa apariencia y este engaño, esta sustantivación y
cristalización de los distintos elementos sociales de la riqueza entre sí, esta
personificación de las cosas y esta materialización de las relaciones de
producción, esta religión de la vida diaria.” 230
La verdad predominante, ya sea en el volumen I, El
proceso de producción, el volumen II, El proceso de circulación, o el
volumen III, El proceso de producción capitalista en su conjunto, es que
lo único que podría desarraigar el capitalismo, la revuelta de los
trabajadores, destruye la que es “la absoluta ley general de la
acumulación capitalista”, el interminable crecimiento del capital constante a
expensas del capital variable, y con él, el ejército de desempleados. Concluye
Marx: “Desde ese momento surgen nuevas fuerzas y nuevas pasiones en el seno de
la sociedad; pero la antigua organización social las encadena y mantiene
sofocadas. Hay que aniquilarla; es aniquilada… la producción capitalista
engendra, con la inexorabilidad de una ley de la naturaleza, su propia
negación. Es la negación de la negación” (pp. 835-837). En una palabra, cuando
Marx llega al fin, habiendo trazado “la tendencia histórica de la acumulación
capitalista”, la conclusión acerca de la negación de la negación, lejos de ser
retórica, es el verdadero resumen de toda la historia del capitalismo. Marx,
siendo el revolucionario que era, decidió, en la continua discusión sobre el
volumen I, después de su publicación, que su tendencia histórica resumía el
desarrollo occidental, no universal, y que, de hecho, la revolución podría
surgir primero en un país subdesarrollado como Rusia, siempre que no se
separara de la revolución en los países capitalistas avanzados.
Notas
211 Marx, Capital, 1:173. Como Ernest Mandel, en su
introducción a la nueva traducción del vol. 1 publicada en 1976 (Middlesex:
Penguin Books), omite la palabra "libremente" y representa
erróneamente el concepto marxista del "hombre libremente asociado",
como si esto significara la asociación forzosa en la Rusia del capitalismo de
Estado, yo he dedicado todo un ensayo a esta cuestión. Véase "Today's
Epigones Who Try to Truncate Marx's Capital", en mi obra Marx's
Capital and Today's Global Crisis (Detroit: News & Letters, 1978).
212 Hemos de tener presente un punto: la referencia
específica de Marx: "He desechado toda la doctrina del beneficio como ha
existido hasta hoy".
213 Véase la Tercera Parte, “El marxismo: la unidad de
la teoría y la práctica”, en Marxismo y libertad, que trata de la
estructura de El capital.
214 Lenin, Collected Works, 38:180. Véase el cap. IX,
n. 1.
215 Véase el cap. III, “El choque de reconocimiento y
la ambivalencia filosófica de Lenin”, en mi obra Filosofía y revolución. (Nueva
York: Dell Pub. Co., 1973).
216 Mi traducción al inglés de "Teaching Economics in the Soviet Union" tomado de Pod
Znamenem Marxismo ("Under the Banner of Marxism"), cuya edición
no llegó a las bibliotecas de los Estados Unidos, se publicó en la American
Economic Review (septiembre de 1944) y desencadenó un debate internacional
que duró todo un año. Mi refutación fue publicada en la American Economic
Review (septiembre de 1945).
217 El riguroso Althusser no informó al lector que,
después de un retraso de 26 años, estaba repitiendo la orden de
Stalin, de 1943, de que esto era exactamente lo que había que hacer. Véase el
prólogo de Althusser al vol. I de El capital en su obra Lenin
and Philosophy and Other Essays (Londres: New Left Books, 1971). El
profesor Althusser nunca dejó de tratar de eliminar a Hegel de Marx,
insistiendo: "Un fantasma es más especialmente crucial que ningún otro, el
día de hoy, la sombra de Hegel. Para hacer volver a este fantasma a la
noche..."
218 Jean-Paul
Sartre, Search For a Method (Nueva York: Alfred A. Knopf, 1965). Véase
también mi critica de Sartre en el cap. IV, “Jean-Paul Sartre: El extraño que
se acerca a mirar” de mi obra Filosofía y revolución,, especialmente la
sección sobre "La dialéctica y el fetiche".
219 Capital, 1:77. Todas las págin
as del siguiente texto se refieren a la edición de Kerr, de
1906.
220 Esta nota de pie de página fue omitida en la
edición de Kerr. Aparece en la edición Pelican (Middlesex: 1976), p. 164, n. 27
221 Marx, The Poverty of Philosophy, p. 131
222 Estamos siguiendo la división de Marx, en que no
hay parte VIII.
223 La edición Pelican de El capital incluye
como apéndice este final completo. Yo traduje parte de este "Capítulo
VI" durante el decenio de 1940 como parte de mi preparación para un libro
sobre el capitalismo de Estado y el marxismo; la traducción se incluye en los
documentos depositados en la Wayne State University, Labor History Archives.
Véase el cap. III, n. 33.
224 Se trataba de opiniones importantes sobre cómo una
mayor 224 No debemos olvidar que Marx había dicho en la conclusión de
la edición francesa que "posee un valor científico propio, aparte del
original, y debe ser tenida en cuenta incluso por los lectores que conozcan la
lengua alemana". Al principio de esta sección, hemos llamado la atención
hacia el hecho de que el traductor, Ben Fowkes, había seguido la división de
Engels, en partes, para la edición inglesa, y así, la llamada acumulación
originaría apareció como parte VIII, mientras que Marx la había incluido, desde
la edición francesa, como capítulo separado bajo la parte VII, "la
acumulación general de capital". Pero no hay razón para echar toda la
culpa al traductor. Esto no habría ocurrido sin la aprobación del editor,
Ernest Mandel, quien cometió muchas tergiversaciones en su pretensiosa
introducción de 75 páginas a la edición Pelican. Véase mi critica, "Today's Epigones Who
Try to Truncate Marx's Capital", en Marx's Capital and Today's
Global Crisis (Detroit: News & Letters, 1978).
225 Esta sección de la edición francesa original de
1875 aparece en la p. 1150 de Oeuvres de Karl Marx, Economie I (París:
Editions Gallimard, 1963), que fue editada por Maximilien Rubel. Debiera venir
inmediatamente después de las palabras "de periodicidad" en mitad del
renglón 12 de la página 695 de la edición Kerr. La edición Pelican incluye su
traducción como nota al pie de la página 786.
226 Capital, 2:435.
227 Véase Oeuvres de Karl Marx, Economic II,
editado por Maximilien Rubel, p. 528.
228 Rosdolsky, The
Making of Marx's 'Capital’, p. 570.
229 Véase "Filosofía de espíritu", en mi Filosofía
y revolución, para un análisis de lo que nuestra época pudo ver en el punto en
que la "Critica de la dialéctica hegeliana", de Marx, terminó con una
frase tomada de la Filosofía del espíritu (para. 384): "Lo
absoluto es el espíritu: esta es la definición suprema de lo Absoluto".
230 Capital, 3:966-967
Primera
edición en forma de libro de la primera traducción al francés del primer
volumen de El Capital. La traducción
fue realizada por M.J. Roy, contando con la íntima colaboración del propio Karl
Marx, quien reconoce la importancia de sus propias revisiones de fondo en el
epílogo del texto (fechado en Londres 28 de abril 1875), haciendo hincapié en
la independencia de este texto de la primera edición. Esta impresión incluye grabados,
ganándose el sobrenombre de la curiosidad "primera
edición ilustrada"