- Para Marx el fetichismo era una de las grandes amenazas
del sistema capitalista. El hecho que en los últimos años el paseo de
muchas familias se haya desplazado desde las plazas públicas hacia los shopping
malls habla de un importante triunfo para el neoliberalismo y la ciudad como
herramienta de generación de lucro. La gente prefiere los espacios de consumo
masivo antes que los de encuentro social.
Francisco Vergara
Perucich | Durante años en nuestro país se demonizó al
marxismo. Esta línea intelectual llegó a ser vinculada con conductas impropias
para una sociedad que se decía moderna. Si bien es cierto que muchos eventos
violentos se desencadenaron enarbolando la bandera de Marx, también es cierto
que muchos de los problemas que vive la sociedad actual fueron anticipados por
él en sus textos. La crisis de representación política actual está haciendo eco
en muchos lugares del mundo y es en la ciudad donde se manifiestan estas
discrepancias. Mediante estos breves apuntes pretendo contribuir a los
esfuerzos de quienes pensamos que el estudio del marxismo es un insumo
ideológico
fundamental para alcanzar la añorada justicia social.
Particularmente me interesa pensar la productividad de abordar las ideas de
Marx desde una perspectiva urbana, a modo de repensar los problemas que en la
época actual aquejan a la ciudad en que vivimos. La lucha de clases de la que
hablaba Marx está muy presente en la forma urbana de nuestras ciudades y bien
vale la pena reflexionar al respecto.
Si bien sus textos nunca fueron decididamente sobre la
ciudad, una serie de pensadores utilizaron sus ideas para comprender los
fenómenos de urbanización de la sociedad post-industrial. Entre ellos podemos
contar a Henri Lefebvre, David Harvey, Jordi Borja y por supuesto a Federico
Engels, su más cercano colaborador y amigo. Este último en 1872 ya anticipaba
que la acumulación de capital a través del desarrollo urbano detonaría una
serie de efectos nocivos para la justicia social que no se resolverían a través
de reformas urbanas, sino requerirían de una verdadera revolución urbana. Para
Engels, no realizar esta revolución urbana era un camino directo hacia el
empobrecimiento de la clase obrera.
La desigualdad espacial es muy fácil de ver en Santiago. Con
aproximadamente seis millones de habitantes
es
la ciudad más segregadora de la OCDE, en donde la desigualdad no solo se ha
manifestado en la calidad de vida de las personas que la habitan, sino también
en la forma de relacionarse entre ellas. La “cuna”, o si se prefiere, el área
urbana en donde cada cual ha sido se criado, continúa siendo un parámetros que
determina quiénes son las personas consideradas como exitosas según nuestro
modelo de sociedad. De ahí que en el último año apareciera el slogan que
trataba de destacar la trayectoria de Laurence Golborne a la hora de ser
candidato presidencial: “El que viene de Maipú y llegó a ser gerente general de
empresa”; porque como el sentido común nos sugiere, el modelo imperante
determina que sea casi imposible para alguien que ha nacido lejos del barrio
alto, llegar a dichos cargos.
Para Marx, el fetichismo era una de las grandes amenazas del
sistema capitalista. El hecho que en los últimos años el paseo de muchas
familias se haya desplazado desde las plazas públicas hacia los shopping malls
habla de un importante triunfo para el neoliberalismo y la ciudad como
herramienta de generación de lucro. La gente prefiere los espacios de consumo
masivo antes que los de encuentro social. El urbanista marxista Henri Lefebvre
planteaba que resultaba fundamental que la ciudad no fuera vista como una serie
de objetos deseables y aspiracionales, sino mas bien, como un conjunto de
relaciones sociales. En nuestro país, por el contrario, la idea de la casa
propia como gran objetivo de vida instalado por años a través de algunos medios
y de discursos políticos, termino precisamente por convencer a una generación
entera de que tener una casa propia era sinónimo de éxito. Las relaciones
personales o disfrutar de las cosas sencillas no eran tan importantes como el
deseo de la casa propia. Esta convicción social ya instalada es altamente
conveniente para el negocio inmobiliario y para los grandes grupos
empresariales, pero no tanto para la construcción de una sociedad colectiva y
armónica. Sólo el año pasado, la venta de viviendas generó ingresos al rubro de
la construcción por 500 billones de dólares, similar a lo que ingresó a las
arcas fiscales por el cobre.
Otro de los interesantes puntos que se desprenden de la
producción intelectual de Karl Marx vinculables a la ciudad es el deterioro que
produce en las personas el hecho de vivir expuestos a una constante competencia
por instalarse como actores urbanos válidos y en el sistema. En el afán de los
habitantes de la ciudad por validarse dentro del sistema existente, es que aparece
el choque entre los que tienen todo y los que tienen nada, donde los primeros
tienden a dominar el destino de los segundos. Esto produce un constante
resentimiento entre los diversos actores de la ciudad, activando lo que Marx
llamaba la conciencia de clases. Por lo que la marcha, la protesta, la
impugnación pública en busca de derechos ciudadanos se hace más recurrente en
aquellas ciudades, como Santiago, donde la vida diaria es más fácil para unos
que para otros.
En mi opinión, el punto más importante que se desprende
desde los escritos de Marx esta en que es la sociedad en su mayoría la que debe
decidir lo que se hace con el futuro de las ciudades. Por lo tanto, el
desarrollo urbano debiese estar en manos de quienes viven en la ciudad. En la
actualidad, el desarrollo urbano en Chile está liderado por el mercado. Ni
siquiera nuestros gobernantes tienen la capacidad de producir procesos de
transformación espacial. El aparato estatal destinado a la planificación del
territorio fue desarmado en dictadura para permitir que fuera la inversión
privada la que diera forma a nuestras ciudades. Los efectos de dicha estrategia
son evidentes en Santiago Centro, donde la proliferación de edificios de más de
20 pisos es total, destruyendo la imagen y calidad espacial del lugar en donde
se fundó nuestro país. La capacidad que tiene la mayoría de los chilenos para
incidir en el futuro de nuestras ciudades es prácticamente nula. Los espacios
de nuestras ciudades se tornan neutrales y genéricos.
Lo que he puesto en esta columna son sólo apuntes y
reflexiones muy resumidas. Pero revisitar el marxismo ofrece una serie de
nuevas lecturas sobre la “cuestión urbana” que pueden ser de alto interés para
los años que se vienen. Para todos quienes se interesan por el futuro de nuestras
ciudades, revisitar a Marx con una mirada urbana resulta fundamental para
comprender una serie de fenómenos de exclusión y segregación que están
ocurriendo en Chile.