- “Pues Marx era, ante todo, un revolucionario, cooperar de
este o del otro modo, en el derrocamiento de la sociedad capitalista y de las
instituciones creadas por ella, contribuir a la emancipación del proletariado
moderno a quien él había infundido por primera vez la conciencia de su propia
situación y de sus necesidades, la conciencia de las condiciones de su
emancipación: tal era la verdadera misión de su vida” | Federico Engels (1)
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Karl Marx ✆ Schwarzmalerei
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Justo Soto
Castellanos | Los griegos llamaban a la verdad alétheia,
literalmente “des-cubrir”, “des-ocultar”, “de-velar”, “correr el velo” y eso
fue lo que realizaron, en alguna medida, filósofos como Karl Marx (1813 - 1883)
y Friederich Nietzsche (1844 -1900), quienes, de una parte, mostraron que las
ideas morales y éticas, y de ahí las ideas sobre la “vida buena”, euzoia, la
“buena acción”, eupraxia, “la felicidad”, eudemonía, dependen de las
condiciones históricas, sociales, económicas y de relaciones de poder de los
sujetos que actúan; y de otra parte, que los valores, hasta ahora propuestos,
se han olvidado de lo más fundamental: la vida terrena del hombre.
Ya Hegel había concebido a la dialéctica como marco general
de su propuesta filosófica, el regalo de sus amigos idealistas que sería la
llave que abriría todas las puertas de todo cuanto existe tanto en el plano del
espíritu como en el mundo de la naturaleza así como del mundo del ser humano y
su historia(2). De esta forma, y a través de las afirmaciones, de las
negaciones y superaciones de éstas, expresadas en el casi intraducible
”aufheben”, las oposiciones complementarias se suceden llevando cada momento
dentro de sí la afirmación de lo que se es y la negación de eso mismo que se
es, es decir, la afirmación y la
negación, así como la negación de la negación
en un proceso interminable que penetra y hace posible la historia humana en
donde la oposición y lucha de contrarios mueve la historia, en virtud de lo
cual ésta es fundamentalmente dialéctica.
Karl Marx, quien nace en Tréveris el 5 de mayo 1818 y
fallece en Londres el 14 de marzo 1883, encuentra válido el método de Hegel y
tras una puesta a punto consistente en una inversión, que ya no parte como en
Hegel de la “Idea”, del “Espíritu Absoluto” sino que parte de la realidad
concreta, de la realidad material para entender de una forma radical el
problema del hombre, el cual está dado por los mismos hombres quienes en sus
relaciones sociales establecen formas de interactuar que los condiciona y que
no dependen en su integridad de la voluntad de cada uno de ellos, y que se
conforman, en lo que de una manera genérica podríamos llamar el mundo
económico, que explica, en última instancia, las condiciones individuales y
sociales de los hombres así como su ser en el mundo.
Marx, siendo absolutamente fiel a la idea de método
científico, así como a la integración de la dialéctica, realiza un análisis que
encuentra las causas últimas del padecimiento humano en las condiciones
materiales concretas de la existencia humana, sin embargo, a pesar de la
cientificidad de su estudio, es más, podríamos afirmar que gracias a él, Karl
Marx parte de un profundo compromiso ético con la humanidad que permea todo su
trabajo, el cual, podríamos afirmar sin temor a equivocarnos, es la realización
de una ética concreta expresada de una forma científica, a la altura de sus
tiempos.
Lo afirmado anteriormente, es necesario hacerlo expreso ya
que algunos intérpretes, orientados por un supuesto prurito de cientificidad y
objetividad, entre los que se encuentran afectos él así como algunos de sus
detractores, no han visto este punto, a nuestro juicio fundamental, el cual
está como “principio”, es decir, está al inicio, es lo primero, de su actividad
teórico-práctica e impregna todo su planteamiento, siendo a la vez,
dialécticamente, producto y productor del mismo.
Lo anterior se hace manifiesto desde los más tempranos
escritos; véase por ejemplo cuando terminaba el bachillerato, apenas estaba
superando la adolescencia y se disponía a elegir la carrera que marcaría su
vida y la de muchos otros seres humanos, no solo de su tiempo sino de tiempos
posteriores, en el siglo XX y en el que hoy vivimos el siglo XXI; y no solo de
su reducido espacio geográfico, de su natal Tréveris, en aquellos tiempos tenía
una población estimada de unos 12 000 habitantes(3), sino del mundo entero. En
estos escritos hace manifiesto el interés que lo orientaba, el cual era el
bienestar y la felicidad del género humano así como la disposición que tenía,
la cual no lo abandonó durante toda su vida, en la que puso al servicio de la
humanidad entera, especialmente de la clase más explotada, el proletariado,
toda su capacidad para entender las causas de su situación y proponer salidas
prácticas a los problemas planteados por la realidad una y múltiple, haciendo
válido aquello que “no hay nada más práctico que una buena teoría”, ya que ella
surge del diálogo con la realidad y ella prevé las condiciones reales de
convertirse en acción transformadora de la realidad.
En aquellos días decía:
“la historia sólo considera grandes
a aquellas personas que, trabajando a favor de la colectividad, se han
ennoblecido a sí mismas; la experiencia histórica nos demuestra que se es tanto
más feliz cuanto mayor felicidad se proporciona a los demás; la misma religión nos
enseña que el ideal, que todos tenemos por modelo se sacrificó por el bien de
la humanidad, y nadie se ha atrevido a rebatir este argumento. Si elegimos una
profesión en la que podamos trabajar al máximo por los demás, ni siquiera las
penas, por duras que sean, lograrán apartarnos de nuestro camino si pensamos
que nuestro sacrificio es por el bien de todos. No disfrutaremos entonces de
una alegría pobre, limitada y egoísta, sino que sentiremos que nuestra suerte
está ligada a millones de personas y nuestros actos fermentarán
silenciosamente, seguirán siendo activos eternamente y nuestras cenizas serán
regadas por lágrimas ardientes de todas las personas nobles” (4).
Pero esto, que se podría decir que no es más que la
manifestación del interés de un joven de 17 años, que busca una nota en el
contexto del final de los estudios secundarios, se hace nuevamente manifiesto
en los días, que algunos han denominado de madurez, en los que preparaba su
gran obra, “El Capital”; obra que va mucho más allá de la economía, la
sociología, la historia y llega a rescatar la filosofía en uno de los sentidos
más profundos.
En una carta dirigida a su gran amigo y colaborador F.
Engels, le decía: “Si es cierto que dedico gran parte del tiempo a la
preparación del Congreso de Ginebra, no puedo ni quiero ir allá, pues me es
imposible interrumpir mi trabajo durante tanto tiempo. Creo que con este
trabajo estoy haciendo algo mucho más importante a favor de la clase obrera que
todo cuanto podría hacer personalmente en cualquier congreso” (5).
Este texto, además de demostrar el compromiso profundamente
ético de Marx, de paso sirve para hacer presente la función que, contrario a lo
que muchos amigos y enemigos supusieron, nuestro pensador le da al trabajo
teórico, el cual es parte fundamental y fundamentante del conjunto del trabajo
de liberación de la humanidad y más específicamente de la liberación de la
clase proletaria. Este texto sirve para mostrar cómo Marx estaba muy lejos del
pragmatismo ciego e irreflexivo al cual muchos han querido reducir la doctrina
de este pensador.
Por último, en este sentido, es decir, en el sentido de la
inspiración ética que está a la base y condiciona la expresión
filosófico-científica de Marx, traemos a colación una carta a S. Meyer, fechada
el 30 de abril 1867, cuando tras una crisis severa de salud y en unas
condiciones económicas precarias, reitera su profunda entrega ética a la
humanidad y en concreto a la clase, que a su juicio, representa el futuro de
ésta, ya que se encargará de liberar a la humanidad de la sempiterna
explotación y de la lucha de clases.
El compromiso se expresa en su trabajo teórico que asume
como un sacrificio aun a costa de su familia, de su salud y de su propia
felicidad. En el mismo texto resalta no sólo el trabajo teórico, el cual es una
especie de praxis y, además, se burla de los llamados prácticos y de su de
sapiencia. Allí afirma: “¿Que por qué nunca le contesté? Porque estuve rondando
constantemente el borde de la tumba. Por eso tenía que emplear todo momento en
que era capaz de trabajar para poder terminar el trabajo al cual he sacrificado
mi salud, mi felicidad en la vida y mi familia. Espero que esa explicación no
requiera más detalles. Me río de los llamados hombres prácticos y de su
sabiduría. Si uno resolviera ser un buey, podría, desde luego, dar las espaldas
a las agonías de la humanidad y mirar por su propio pellejo. Pero yo me habría
considerado realmente “impráctico” si no hubiese terminado por completo mi
libro; por lo menos en borrador” (6).
Marx considera que su reflexión crítica no es un asunto sólo
teórico, en el sentido que tiene esta palabra en griego de “contemplar”,
“mirar”. La teoría crítica, es decir la filosofía crítica, es un instrumento,
un arma que sirve a la liberación humana y esto se produce cuando la teoría
crítica impregna a las masas y simultáneamente podríamos decir que las masas
impregnan la teoría crítica, la filosofía, proporcionándole su profundo sentido
ético que sirve de base, camino y fin del actuar liberador.
En un texto de 1843, cuando emprendía la crítica a la
filosofía del derecho de Hegel afirmaba: “Es cierto que el arma de la crítica
no puede substituir a la crítica de las armas, que el poder material tiene que
derrocarse por medio del poder material; pero también la teoría se convierte en
poder material tan pronto como se apodera de las masas… Así como la filosofía
encuentra en el proletariado sus armas materiales el proletariado encuentra en
la filosofía sus armas espirituales” (7).
Marx, en su estudio de la condición humana, del sufrimiento
de los seres humanos, busca partir no de una abstracción, es decir, de algo
desligado, separado de la realidad específica humana y por esto fija sus ojos
en la realidad concreta, la cual se expresa en el tiempo-espacio de la historia
de las sociedades y de los individuos humanos, de donde se pueden colegir
principios de lo que podríamos denominar de “abstracciones concretas”, los
cuales están dados por las relaciones sociales de producción de los bienes y
servicios que se dan en una sociedad. Allí los seres humanos se
interretrorelacionan mediante las formas de intercambio de los medios
materiales y espirituales de vida que forman, conforman, reforman y transforman
las sociedades, a eso llama Marx “materialismo histórico”; expresión que no
tiene nada que ver con una burda y pragmática concepción que pretende reducir,
a una especie de emanacionismo ciego, mecánico, todos los productos del
espíritu, incluida la ética; que posee una concepción de la materia burda e
informe, y que hoy, viendo la aceptación de las ideas de Marx, la cual es lugar
común en las diversas corrientes de pensamiento que abordan el estudio de la
sociedad y del hombre, podríamos denominar “realismo”.
“La concepción materialista de la historia parte del
principio de que la producción y, junto con ella, el intercambio de sus
productos constituyen la base de todo el orden social; que en toda sociedad que
se presenta en la historia la distribución de los productos y, con ella, la
articulación social en clases o estamentos, se orienta por lo que se produce y
por cómo se produce, así como por el modo cómo se intercambia lo producido.
Según esto, las causas últimas de todas las modificaciones sociales y las
subversiones políticas no deben buscarse en las cabezas de los hombres, en su
creciente comprensión de la verdad y la justicia eternas, sino en las
transformaciones de los modos de producción y de intercambio; no hay que
buscarlas en la filosofía, sino en la economía de las épocas de que se trate”
(8).
El afán de Marx por encontrar el fundamento último de la
problemática humana lo lleva a realizar una crítica profunda y radical a la
filosofía precedente, especialmente a la denominada filosofía clásica alemana,
específicamente a la filosofía de Hegel que, partiendo de una teología descendente,
veía en la realidad la concreción del absoluto mismo y así como en teología lo
primero es el absoluto, en las demás formas del pensar humano incluida la
ética, sintetizado en lo que se ha denominado ideología, se partía de
abstracciones absolutas y absolutizantes que desconocían al ser humano de carne
y hueso, concreto, que gime, que sufre, que es víctima explotada, atrapado en
las relaciones sociales de producción y que en la interrelación que ellas
producen conforma sus ideas éticas, políticas, jurídicas, religiosas,
económicas, es decir, su conciencia.
“Totalmente al contrario de lo que ocurre en la filosofía
alemana, que desciende del cielo sobre la tierra, aquí se asciende de la tierra
al cielo. Es decir, no se parte de lo que los hombres dicen, se representan o
se imaginan, ni tampoco del hombre predicado, pensado, representado o
imaginado, para llegar, arrancando de aquí’, al hombre de carne y hueso; se
parte del hombre que realmente actúa y, arrancando de su proceso de vida real,
se expone también el desarrollo de los reflejos ideológicos y de los ecos de
este proceso de vida. También las formaciones nebulosas que se condensan en el
cerebro de los hombres son sublimaciones necesarias de su proceso material de
vida, proceso empíricamente registrable y sujeto a condiciones materiales. La
moral, la religión, la metafísica y cualquier otra ideología y las formas de
conciencia que a ellas corresponden pierden, así, la apariencia de su propia
sustantividad. No tienen su propia historia ni su propio desarrollo, sino que
los hombres que desarrollan su producción material y su intercambio material
cambian también, al cambiar esta realidad, su pensamiento y los productos de su
pensamiento. No es la conciencia la que determina la vida, sino la vida la que
determina la conciencia. Desde el primer punto de vista, se parte de la
conciencia como del individuo viviente; desde el segundo punto de vista, que es
el que corresponde a la vida real, se parte del mismo individuo real viviente y
se considera la conciencia solamente como su conciencia” (9).
Pero estas constataciones se hacen similares a las que
realiza un médico, el cual parte de la sintomatología que se presenta en un
paciente para luego, mediante un ejercicio reflexivo, emitir un diagnóstico del
cual depende la prognosis que establece el posible curso de la patología, así
como la terapéutica, es decir, el posterior tratamiento que se administre al
paciente en busca de su recuperación. En este sentido, como lo percibe
cualquier paciente, del adecuado diagnóstico depende la vida del paciente. En
el caso concreto, Marx encuentra que en la historia humana, debido a lo
anterior, siempre se ha presentado lucha de clases y ésta ha adquirido diversas
formas, algunas muy explícitas y contundentes, duras, violentas, otras,
soterradas, tácitas, disimuladas, blandas. La lucha de clases no ha adquirido
una sola forma y ésta no excluye la relación de comprensión y hasta de
camaradería entre los individuos de diversas clases. Siempre estas luchas han
llevado a la destrucción de una forma de sociedad y al surgimiento de una
nueva.
“La historia de todas las sociedades hasta nuestros días es
la historia de la lucha de clases.
Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y
siervos, maestros y oficiales, en una palabra, opresores y oprimidos,
estuvieron en constante oposición unos contra otros y libraron una lucha sin
tregua unas veces disimulada y otras veces abierta que terminó siempre con una
transformación revolucionaria de la sociedad entera o con la destrucción común
de las clases en lucha… la sociedad burguesa moderna, surgida del
derrumbamiento de la sociedad feudal, no abolió las oposiciones de clases., no
hizo más que sustituir las antiguas por nuevas clases, por nuevas condiciones
de opresión y por nuevas formas de lucha” (10).
Sin embargo, en la época que él vive se presenta, como en
todas las épocas, una síntesis de la historia precedente y a pesar de que
habían más clases sociales, la oposición irreductible que marca la historia se
presenta, a su juicio, entre burgueses, una pequeña minoría poseedora de los
medios de producción, y proletarios, cuya única propiedad es su fuerza de
trabajo, la cual se vende en la sociedad capitalista como una mercancía más que
obedece, como toda mercancía, a las leyes del mercado. “Pero nuestra época, la
época de la burguesía, y en esto de particular: que ha simplificado las
oposiciones de clase. Cada vez más la sociedad entera se divide en dos grandes
campos enemigos, en dos grandes clases diametralmente opuestas la una a la otra:
la burguesía y el proletariado” (11).
Y si el diagnóstico, basado en la fenomenología de la
historia, en la sintomatología, presenta que toda la historia, más
precisamente, la “prehistoria” humana no es más que lucha de clases, la
terapéutica, es decir, la cura, que pasa por la lucha, no se realiza para
quedarse en ella sino para superarla, para buscar una solución que sirva para
eliminar definitivamente la patología congénita que presenta la historia de la
sociedad en su conjunto. Es así que encuentra Marx que debido al desarrollo de
la sociedad, de sus relaciones productivas, la liberación del proletariado
traerá como consecuencia la liberación de toda la especie humana y el comienzo
de la verdadera historia, si entendemos por tal, la realización y el registro
de la libertad humana a nivel individual, social y de la especie.
En el Manifiesto del Partido Comunista Marx afirma: “Toda la
historia, ha sido la de la explotación, la de la opresión y de lucha de clases,
pero esta lucha ha llegado actualmente a una fase en la que la clase explotada
y oprimida (el proletariado) no puede ya librarse de la clase que le explota y
oprime (la burguesía) sin liberar al mismo tiempo y para siempre a la sociedad
entera de la explotación, de la opresión y de la lucha de clases” (12).
En ese sentido, en la nueva sociedad, surgida de la lucha
multifacética y pluridimensional de la sociedad capitalista, se dará el reino
de la verdadera libertad, no sólo la libertad de unos pocos, como en la
sociedad capitalista sino el reino de la libertad de todos, quienes pondrán la
sociedad al servicio de todos los individuos, los cuales, dicho sea de paso,
son individuos sociales que encuentran su realización plena en la sociedad, en
la “comunidad”, es decir, en “común unidad” con los otros individuos sociales.
En ese sentido, se estaría hablando, en la nueva sociedad, de la realización de
la ética, la cual tiene como presupuesto medio y fin, la libertad humana en los
distintos niveles.
Al superar la lucha de clases, e iniciar la verdadera historia
humana, profundamente ética, el poder político y todas las manifestaciones del
individuo social así como de la sociedad en su conjunto, se habrá desalienado.
Ya que “el poder político es, en sentido propio, el poder organizado de una
clase con vistas a la opresión de otra”.
La propuesta de Marx es profunda y comprometidamente ética y
al hablar de la lucha de clases no está buscando la destrucción de la sociedad
sino la construcción de una verdadera y más humana sociedad en donde la
humanidad en libertad no se le niegue a nadie. En este sentido quienes acusan a
Marx de promover el odio y la lucha de clases desconocen a Marx y habrá que ver
con qué intención lo tergiversan. En el mismo manifiesto dice: “Una vez que, en
el curso del desarrollo, la diferencia de clase han desaparecido y toda la
producción está concentrada en manos de los individuos asociados, el poder
público pierde su carácter político… si el proletariado, en su lucha contra la
burguesía, llega forzosamente a unirse como clase; si mediante una revolución,
se erige en clase dirigente, suprime por la violencia las antiguas condiciones
de producción, suprime al mismo tiempo que éstas, las condiciones de
existencia, el antagonismo de clases y las de las clases en general y, con
ello, su propia supremacía de clase. La antigua sociedad burguesa, con sus
clases y sus antagonismos de clase, es reemplazada por una asociación en que el
libre desenvolvimiento de cada uno es la condición del libre desenvolvimiento
de todos” (13).
Ya hemos dicho que a la base de la enfermedad social están
las condiciones materiales, en ese sentido tendríamos que volver al origen
mismo de la palabra material que procede del latín “mater”, “madre”. Pero, el
que de allí proceda no quiere decir que allí se quede. En ese sentido el
fenómeno que allí se produce se manifiesta en el todo multidimensional,
polisistémico que es el ser humano, es decir, los problemas que allí se generan
se manifiestan a nivel individual, social, de la especie, en sus niveles, antropológico,
psicológico, político, económico, ecológico y aun en el nivel ideológico. Este
es el caso del fenómeno de la alienación el cual está a la base de la visión de
Marx de la problemática humana.
Permítasenos ampliar, siquiera un poco, este concepto. El
concepto alienación de latín alienatio, tiene una honda raigambre
teológico-filosófica. En San Agustín éste se hace presente cuando interpreta el
texto de San Pablo en la carta a los filipenses, cuando afirma que Dios se sale
de sí y se encarna dejando sus atributos divinos para hacerse hombre en Jesús,
el Cristo, aquí se vierte la idea griega de “kenosis” al latín alienatio. Más
tarde Hegel se hará cargo de este concepto e interpretará la encarnación de
Dios en Jesús y en el mundo como una alienación de Dios(14).
Luego Feuerbach pensará que la idea de Dios de Hegel no es
más que la alienación de la esencia humana proyectada en un cielo imaginario y
llevada al absoluto, es decir, desligada de la relación humana que es su
fuente. De ahí que plantee la tesis de que es necesario dejar de lado la
teología para hacer antropología (15).
Esta idea llega a Marx, quien no deja de ver en la idea de
hombre de Feuerbach otra abstracción y, al volver los ojos a la realidad
material del hombre, encuentra que la alienación se origina en el plano
material, económico, en donde gracias a las relaciones sociales de producción,
los productos que el hombre crea con su propio trabajo, se ontologizan, se
hipostasían, se autonomizan, se independizan de él y llegan a enfrentársele
impidiéndole su propio desarrollo, su propia realización como ser humano, es
decir, su permanente humanización.
Pero este fenómeno que está a la base de la problemática
humana se manifiesta en todos los diversos planos de la realidad humana, valga
decir, se manifiesta en el plano económico, en el plano político, en el plano
ideológico, así como en los diversos niveles, es decir, a nivel individual, en
la relación del ser humano consigo mismo, a nivel social, en su relación con
los otros seres humanos, en su relación con la naturaleza, es decir, en su
relación con los seres que conforman su entorno. Es así como la alienación
impregna y permea todas las manifestaciones de la vida del ser humano.
El fenómeno de la alienación tiene una profunda relación
causal e interretrodependiente con la “cosificación” que es cuando el ser
humano es visto como una “cosa”, fenómeno normal en la sociedad capitalista en
la cual el trabajo humano, realizado por un ser humano, es decir, el
trabajador, el proletario, es visto como una mercancía y su ser es despojado de
su condición humana y es tratado como cosa para que el sistema socioeconómico
funcione.
Este fenómeno de la alienación, también tiene relación con
otro que Marx estudia en el inicio de El Capital y que está a la base de todo
el sistema capitalista y es la fetichización, manifiesta en el “fetiche de la
mercancía” (16). Que se presenta cuando la relación social, tejida entre los
seres humanos, se manifiesta como una relación entre cosas que acuden al
mercado que hacen caso omiso de las relaciones entre los humanos.
El problema de la alienación está a la base de la
problemática humana y engendra las otras manifestaciones de las patologías
sociales, de ahí que el tratamiento de este fenómeno es necesario para la
superación del problema humano y esto se realizará en una sociedad en la cual
las relaciones sociales serán humanas, humanizadas y humanizantes. Esa sociedad
será la que él denomina la sociedad “comunista”.
De lo anterior se puede afirmar que si la alienación es una
enfermedad congénita a las sociedades históricas, ella no es una enfermedad
genética a la sociedad humana, de ahí que la misma pueda ser superada por una
sociedad más humana, la sociedad comunista, en donde la realización plena del
hombre, en verdadera y plena libertad y justicia, ha de ser posible.
“El comunismo como superación positiva de la propiedad
privada en cuanto enajenación humana de sí mismo, y por tanto como apropiación
real del ser humano por y para el hombre; por tanto el hombre se reencuentra
completa y conscientemente consigo como hombre social, es decir humano, que
condensa en sí toda la riqueza del desarrollo precedente. Este comunismo es
humanismo por ser naturalismo consumado y naturalismo por ser humanismo
consumado”. (17)
A esta altura, ya se podrá entender la crítica profunda de
Marx al capitalismo como sistema social-económico-político, la cual no surge
del prurito de la crítica sino que surge como resultado del análisis que
encuentra que el capitalismo niega la vida de los seres humanos, la destruye en
todas sus dimensiones, es más, al estudiar la forma de producción capitalista,
Marx encuentra que este sistema no es sólo homicida, es decir, que asesina a
los seres humanos sino que simultáneamente es ecocida, ya que destruye también a
la naturaleza, llevando a la humanidad a la auto aniquilación, como hoy lo
podemos ver ante la crisis del sistema económico mundial, del cambio climático
y las amenazas nucleares producidas por el móvil fundamental del capitalismo,
el egoísmo y su afán de lucro. En este sentido podemos concluir que el capital
es antropófago, ecófago, lo que lleva como consecuencia que éste sea autófago,
ya que al destruir al hombre y la naturaleza, las dos fuentes fundamentales de
la riqueza, se devora a sí mismo.
“En la agricultura, lo mismo que en la manufactura, la
transformación capitalista de la producción parece no ser otra cosa que el
martirologio del productor; el medio de trabajo, apenas la forma de domar,
explotar y empobecer al trabajador; la combinación social del trabajo, la
opresión organizada de su vitalidad, su libertad y su independencia
individuales. La dispersión de los trabajadores agrícolas en superficies más
extensas quiebra su fuerza de resistencia, en tanto que la concentración
aumenta la de los obreros urbanos. En la agricultura moderna, al igual que en
la industria de las ciudades, el crecimiento de la productividad y el
rendimiento superior del trabajo se adquieren al precio de la destrucción y la
aniquilación de la fuerza de trabajo. Además, cada progreso de la agricultura
capitalista es un progreso, no solo en el arte de explotar al trabajador, sino
también en el de despojar el suelo. Cada progreso en el arte de acentuar su
fertilidad durante un tiempo, un progreso en la ruina de sus recursos duraderos
de fertilidad. Cuanto más se desarrolla un país, por ejemplo Estados Unidos,
sobre la base de la gran industria, más rapidez presenta el desarrollo de ese
proceso de destrucción. Por consiguiente, la producción capitalista sólo
desarrolla la técnica y la combinación del proceso social al mismo tiempo que
agota las dos fuentes de las cuales brota toda riqueza: La tierra y el
trabajador” (18).
Para terminar este pequeño artículo, que pretende exponer
sucintamente las ideas de Marx y las implicaciones de éstas en el campo de la
ética, tendremos que afirmar que para Marx mientras el hombre no haya
organizado el mundo humanamente, es decir, en una sociedad más libre, más justa
en el que el individuo social esté en armonía dinámica con la sociedad, situación
que no descarta el conflicto, la sociedad humana asumirá formas inhumanas,
alienadas y alienantes.
Partiendo de lo anteriormente expuesto se puede afirmar que
para Marx no existe una moral absoluta, no existen verdades eternas, las
nociones del bien y mal cambian de un tiempo a otro de una época a otra,
incluso llegan en ocasiones a contradecirse, como un sí y un no, afirma que
“toda teoría moral que ha existido hasta hoy es el producto, en última
instancia, de la situación económica de cada sociedad. Y como la sociedad se ha
movido hasta ahora en contraposiciones de clase, la moral fue siempre una moral
de clase; o bien justificaba el dominio y los intereses de la clase dominante,
o bien en cuanto la clase oprimida se hizo lo suficientemente fuerte, representó
la irritación de los oprimidos contra aquel dominio y los intereses de dichos
oprimidos orientados al futuro.”… “La desrelativización de la moral sólo es
posible en una sociedad en la cual la explotación del hombre por el hombre ya
no sea una realidad omniabarcante que atraviesa todas las esferas de la vida
social e individual” (19).
En otro texto, no menos famoso, Engels, el entrañable amigo
y colaborador de Marx, afirma que: “una moral verdaderamente humana que esté
por encima de las contraposiciones de clase, y por encima del recuerdo de
ellas, no será posible en un estadio social que no sólo haya superado la
contraposición de clases, sino que la haya además olvidado para la práctica de
la vida” (20).
En un texto conjunto, como casi toda su obra, Marx y Engels
sostienen, en su momento, como estrategia política nacida de la realidad
concreta, que “los comunistas no predican moral alguna” (21). La moral de los
comunistas es una moral revolucionaria que busca reivindicar el sentido pleno
de lo humano desalienado, humanizado, plenamente libre, en una sociedad
plenamente humana, desalienada y libre (22).
En la antigüedad, en el siglo IV a. c. Aristóteles en su
política había estudiado las causas de la revolución y había encontrado que en
última instancia éstas se producían por la injusticia en la sociedad, al no
tratar a los iguales como iguales, allí afirma que: “La desigualdad es siempre,
lo repito, la causa de las revoluciones cuando no tienen ninguna compensación
los que son víctimas de ella… la revoluciones se hacen para conquistar la
igualdad” (23).
En el siglo XIX, Marx piensa, en “una glosa crítica para un
artículo sobre los prusianos”, que: “una revolución se encuentra en el punto de
partida del todo porque… es una protesta contra la vida deshumanizada, porque
parte del punto de partida del individuo real particular, porque el carácter
genérico, contra cuya separación reacciona el individuo, constituye el
verdadero carácter genérico del hombre, la esencia humana” (24). Es decir,
podríamos afirmar que para Marx el asunto de una revolución es una cuestión
ética fundamental en la que se juega lo humano de la humanidad; ella es al
mismo tiempo una protesta contra la inhumanidad y simultáneamente una búsqueda
de mayor humanización.
La vida buena o el vivir bien, euzoia, humanamente, con
felicidad, es decir con eudemonía, se da en la sociedad comunista del futuro en
la cual la prehistoria humana de la explotación del hombre por el hombre haya
terminado y comience la verdadera historia humana, en la cual el hombre sea
para el hombre. Afirman Marx y Engels: “Para nosotros, el comunismo no es un
estado que debe implantarse, un ideal al que haya de sujetarse la realidad.
Llamamos comunismo al movimiento real que anula y supera el estado de cosas
actual (25).
Lenin, más adelante, en 1920, frente a la federación de
jóvenes afirma “¿Existe una moral comunista?… Ciertamente sí, con frecuencia se
pretende que no tenemos nuestra propia moral y más frecuentemente, la burguesía
nos reprocha a nosotros, Comunistas, de renegar toda moral. Este es un medio de
falsear los conceptos, de echar tierra a los ojos de los obreros y de los
campesinos. ¿En qué sentido negamos la moral, negamos la ética? En el sentido
predicado por la burguesía, la que deducía la moral de los mandamientos de
Dios… Nosotros negamos toda esa moral derivada de concepciones exteriores a la
humanidad, exteriores a las clases… Nosotros afirmamos que nuestra moral está
subordinada por entero a los intereses de la lucha de clases del proletariado…
Nosotros decimos es moral lo que sirve para destruir la antigua sociedad
explotadora que está creando la nueva sociedad, la sociedad comunista… Cuando
se nos habla de moral, nosotros decimos: para el comunista, la moral consiste
por entero en la disciplina solidaria y coherente y en esa lucha consciente de
las masas contra los explotadores. No creemos en la moral eterna y denunciamos
todo tipo de fábulas engañosas acerca de la moral. La moral debe servir a la
sociedad humana para superarse, para liberarse de la explotación del trabajo”
(26).
La ética marxista es una ética que busca la realización de
“la vida buena”, no del hombre en abstracto como ser genérico sino la vida
buena, el vivir bien del hombre concreto, en las situaciones históricas y
sociales concretas y en condiciones económicas concretas, en donde el hombre se
genera y se regenera permanentemente.
Para terminar diremos que uno de los sueños de Marx, es el
de una gran ciencia, la ciencia del hombre, la cual en el fondo sería un
conocimiento transformador profundamente ético, en ella el individuo, en una
nueva sociedad, supera la alienación como fenómeno social y vive de una forma
plenamente humana como un “individuo social”, con su dimensión ecuménica (27),
que es el desarrollo de su dimensión absolutamente humana.
Así pues, para concluir diremos, Marx y el marxismo, bien
entendido, es un humanismo, es decir, toda una propuesta ética, que busca
construir de forma activa una vida buena para el ser humano, de ahí que no se
conforma con enunciar la patología de la sociedad histórica sino que busca
implementar la terapéutica adecuada para posibilitar la vida del hombre, del
individuo social en plenitud, es decir, en interretrorelación constructiva y
posibilitante con la sociedad, es decir, con sus congéneres así como en
relación codialogante con su entorno, su ecosistema, buscando la liberación
plena del ser humano a nivel individual, social y de la humanidad entera.
Notas y citas
1.- Discurso publicado en Inglés por F. Engels, en el
cementerio Highgate, el 17 de marzo de 1883.
2.- En este sentido revísese los excelentes trabajos de
teólogo Küng Hans: La encarnación de Dios, Introducción al pensamiento de Hegel
como prolegómenos a una cristología futura, Ed. Herder, Barcelona 1974, y
¿Existe Dios?, ed. Cristiandad, Madrid, 1981
3.- Blumenberg Werner, Marx, Salvat, Barcelona, 1985, p.23
4.- Marx, C. Reflexiones de un joven a la hora de elegir
profesión. Ibid. p.32
5.- Marx, C. Carta a Engels 23 de agosto 1866.
6.- Marx C. Carta a S. Meyer, 30 de abril 1867.
7.- Crítica a la filosofía del derecho de Hegel,
Introducción.
8.- La ideología alemana, Grijalbo, Barcelona 1970
9.- Ibid, p. 27.
10.- Marx C, Engles F. Manifiesto del partido Comunista, Ed
Progreso, Moscú, 1976, p 111
11.- Ibid.
12.- Ibid.
13.- Ibid.
14.- Cfs.
Küng, H. Ob. Cit
15.- Cfs. Feuerbach, La esencia del cristianismo, Sígueme.
Salamanca 1975
16.- Existe un interesante estudio del fetiche de la
mercancía realizado por uno de los filósofos latinoamericano más connotados,
Enrique Dussel, quien analiza la conexión de este concepto con la teología
judeo-cristiana. Cfr. Dussel E. La Metáforas teológicas en Marx, EVD, España,
1993
17.- Marx, C. El Capital, Citado por Schaff, La alienación
como fenómeno social, Grijalbo, Barcelona, 1979, p.89
18.- Marx, El Capital, Cartago, Buenos Aires, Tomo I, p.
482, 483
19.- Cfs. Schaff, Adam, Filosofía del Hombre (Marx o Sartre)
Ed. Grijalbo, México 1965
20.- Engels. F; Antidühring, Ed. Grijalbo, México. 1968.
p.81-83
21.- Marx. C. –Engels, F. La ideología alemana. Pueblos
unidos/ Grijalbo, Montevideo/ Barcelona, 1972 p.287
22.- Cfs. Bb. Cit. Schaff, La alineación como fenómeno
social.
23.- Aristóteles, Política, Fundación editorial el perro y
la rana, Caracas, 2006, libro VIII, cap. I, 324
24.- Marx,
C. Kritische Randglossen zu einem Artikel des “Preussen”, MEGA, Berlín 1932,
Vol3, pag 22. Citado por Schaff, Marxismo e individuo humano, Grijalbo,
México 1967. P.66
25.- Marx,
C. Engels, F. Op. Cit. , p. 37
26.- Lenin V. I. Las tareas de la federación de la juventud,
discurso del 2 de octubre de 1920. Citado por Dognin P.D. Introducción a Carl
Marx, CEDIAL, Bogotá, 1981, p.253
27.- Cfr. Schaff, A. Humanismo Ecuménico, Ed. Trotta,
Madrid, 1993.
Bibliografía:
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