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Friedrich Engels, 1880 ✆ Hulton Archive | Getty Images
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Juan Mora Rubio |
La obra de Carlos Marx puso en crisis a la filosofía que desde
los lejanos tiempos de Parménides de Elea se había desarrollado. Bastó que
este filósofo encerrado en la perspectiva del siglo xix meditara sobre los
candentes problemas de su tiempo para que la formidable mole de pensamiento,
que veinticinco siglos de esfuerzo humano habían construido, se viniera abajo. Marx consiguió
una transformación crítica de la filosofía y la liquidación de la metafísica.
Contra ésta última logró lo que no habían podido obtener las críticas de los
escépticos, ni el frío cálculo de un hombre que con la meticulosidad de Humeemprendió
la tarea de desmontar desde sus cimientos la metafísica, ni mucho menos la
formidable embestida de Kant en la Crítica de
la razón pura. El trabajo de Marx exigió para la
filosofía del futuro otros presupuestos y métodos más firmes. La obra de Marx puede,
entonces, recusarse o enaltecerse, pero no se puede ignorar porque marca un
límite en el devenir filosófico. Esta acentuada importancia del trabajo del
pensador alemán tiene, por necesidad, que
mostrar una diferencia específica con
el de todos los talentos que lo precedieron, y una condición propia que
justifique su labor iconoclasta.
Muchos y muy variados son los elementos que integran su rica
obra salpicada de matices. Pero no es precisamente la variedad de los asuntos
planteados lo que le otorga tanta importancia a su trabajo, puesto que de todos
es sabido que aparte del minucioso estudio del capitalismo de su época, sus
meditaciones quedaron como pensamientos dispersos y le ha correspondido a la
causa de sus seguidores interpretar, comentar y dar sentido a sus afirmaciones.
Su sola expresión, refiriéndose a la filosofía de Hegel, “lo que
ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta de cabeza. No hay
más que darle la vuelta, mejor dicho ponerla de racional“, (1) ha
producido comentarios sin fin que han ocupado toneladas de papel impreso. Mas
si no es la variedad de lo tratado lo que le otorga importancia a sus escritos
se nos ocurre pensar que su grandeza radica en haber tenido en cuenta el
surgimiento de la clase obrera, sobre todo haber elaborado su obra a partir de
la perspectiva del proletariado trabajador oprimido. Pero por importantes que
sean estas consideraciones y muchas otras que nos puedan asaltar, como la
rigidez de sus métodos de trabajo, el empleo adecuado de la “dialéctica”
“desmistificada”, la clara comprensión de la historia desde una perspectiva
científica, el haber dotado a una clase en ascenso de su propia ideología,
etc., creemos ver entre muchos otros un elemento decisivo que sirve, a la
manera del hilo de Teseo, de instrumento unificador de toda su edificación
conceptual: su materialismo. Dicho en otras palabras la obra de Carlos
Marx, rica en matices y planteamientos, parte de un núcleo central que hace
posible sus descubrimientos, que se inserta en el discurso conceptual como
fundamento unificador de toda su obra y que lo separa de toda la filosofía
precedente que no había podido ver más allá de las limitaciones de su época;
ese elemento, la concepción materialista, es por fuerza el
planteamiento central del que debe partir todo análisis de su trabajo. Pero el
materialismo de Marx debe ser tomado con las reservas necesarias toda
vez que se diferencia de todo el materialismo metafísico precedente, de la
concepción materialista de sus contemporáneos, de la de su maestro Feuerbach, y
aún de la de su colaborador y amigo Federico Engels. Es bien sabido
que desde la época en que Marx transitaba por la filosofía idealista
de Hegel (2) se interesó por el problema del materialismo.(3) En
1845 escribió un borrador de trabajo conocido como las Tesis sobre
Feuerbach (4) en que pone de manifiesto su posición materialista y de
paso indica sus diferencias respectivas con el viejo materialismo y con el de
su maestro Feuerbach.(5) Este escrito puede considerarse como la
culminación de su actividad en la “Gaceta Renana” y la coronación de sus
trabajos Contribución a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel de
1843, y La ideología alemana de 1845-46, en los cuales, Marx, a
partir de una crítica política, elaboró su nuevo concepto de materialismo.(6) Lo
específico de esta nueva construcción es que si bien se inspira en el
materialismo ilustrado del siglo XVIII, (7) supera en mucho a sus
fuentes, toda vez que sustrae el concepto de materialismo de la “naturaleza”
aislándolo de la metafísica, y lo inserta en el contexto de las ciencias
sociales.
Marx, considera al materialismo como una praxis
unificadora tanto de un sujeto activo como de un objeto igualmente
activo-, que se proyectan y reconocen en la práctica social. Lo importante
es concebir “la actividad humana como actividad objetivada” y
comprender “la importancia de la actuación ‘revolucionaria’, práctico crítica“. (8) Basta
revisar las Tesis, así como los escasos pasajes de su obra en los
cuales se refiere a su dialéctica para constatar que su método es el método
materialista específico para el estudio de las formas histórico sociales y que
en ninguna parte de su obra tiene otra interpretación diferente. (9) Es
bien sabido que Marx no colocó simplemente sobre sus pies la
dialéctica de Hegel sino que superó en mucho su pensamiento puesto
que al darle un fundamento materialista la hizo fecunda para la ciencia de la
historia y aun para la filosofía. Por lo demás aplicó el esquema que Hegel
empleó para desenvolver su filosofía idealista del Espíritu y desmistificándolo
lo utilizó para el estudio de la historia concreta de los hombres. (10) Ese
esquema pasó de instrumento de la totalidad del ser, como aparece en la
filosofía de Hegel,a cubrir la parcela de la ciencia de la historia. Es
decir, pasó de la metafísica a la ciencia humana. La labor de “desmistificación” no
consistió simplemente en cercenar bruscamente a la dialéctica de su origen
ideal que la convertía en una mera mediación del espíritu, o sea, en “darle la
vuelta“, mejor dicho “ponerla de pie“, sino en utilizarla en una realidad
concreta, es decir, en el desarrollo verdadero de la historia a partir de
categorías científicas extraídas del mismo contexto histórico social. Marx no
desperdicia los planteamientos de Hegel, pero cuando los utiliza hace
ascender la dialéctica del cielo al reino de la tierra para aplicar tanto el
principio del desarrollo dialéctico, el de contradicción y el concepto de superación (aufhebung)
a la sociedad verdadera de los hombres. Ya no es el espíritu abstracto que
tanto molestaba a Kierkegaard (11) el que se desarrolla, sino es
la sociedad que se proyecta a lo largo de la contradicción entre fuerzas
productivas y relaciones de producción. “Marx ha representado en su
investigación social materialista todo el fundamento natural de los fenómenos
históricos y sociales en categorías históricas y sociales, como industria,
“economía”, producción material“.(12)
Ciertamente que Marx parte para
su investigación del fundamento natural que es un todo único dentro del cual se
encuentra el hombre mismo, pero siempre que utiliza el concepto de “naturaleza”, lo
enriquece si se compara con el viejo concepto movilizado por el idealismo o por
el materialismo metafísico, puesto que es “naturaleza” pero mediada
por el hombre, es decir, humanizada, transformada por el esfuerzo histórico del
ser humano a través de la práctica histórico social. Marx nunca
contempló el espectáculo del mundo con la precisión naturalista con que lo
captaba el ojo avizor de Aristóteles, sino dentro de la penumbra en
que lo envolvía la sombra indespejable de la figura humana.(13) “Si bien
Marx define la naturaleza —el material de la actividad humana— como aquello que
no es subjetivo, que no se disuelve en los modos de apropiación humana, lo que
es directamente no idéntico al hombre, no entiende sin embargo esta realidad
exterior al hombre en el sentido de un objetivismo inmediato, y por lo tanto de
carácter ontológico“.(14) Es claro, entonces, que se insista en que el
materialismo de Carlos Marx no pueda considerarse más allá del método
del materialismo aplicado a las ciencias sociales, pese a todas las
frustraciones propias y ajenas de los que por un momento respiramos la
atmósfera enrarecida pero apasionante de la metafísica de Hegel. Recordemos,
por lo demás, que Hegel es la culminación de todo aquello que
aprendimos en Leibniz, Spinoza y en general en la filosofía de
Occidente. Carlos Marx toma conciencia del relevante papel que juega
la filosofía de Hegel como punto nodal de la especulación del pasado,
pero además, desde su juventud sabe que esta filosofía especulativa está
llamada a desaparecer bajo la acción del materialismo humanista.(15)
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Friedrich Engels ✆ Estampilla de China, 1960
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Es lugar común recordar la vieja y fraternal amistad de Marx y Engels, iniciada
desde los años de trabajo del primero en los “Anales franco alemanes” en la
ciudad de París en 1844. Ambos publicaron en ese periódico. En el único número
que vio la luz aparecieron, entre otros trabajos, En torno a la crítica de
la filosofía del derecho de Hegel, fragmento del escrito aparecido
póstumamente y que seguramente Marx no creyó conveniente publicar en
tanto no llevara a efecto una crítica total del pensamiento de Hegel. Por
su parte se publicó el Esbozo de una crítica de la economía política en
cuyas páginas Engels hace una serie de “geniales observaciones“, al
decir de Marx, que translucen su ruptura con la economía política
clásica de Adam Smith y David Ricardo. Los Anales franco
alemanes no solamente marcaron el comienzo de una gran amistad sino que
pusieron de manifiesto la concordancia de opiniones y conclusiones a que habían
llegado estos jóvenes emigrados de Alemania. Sin embargo, los dos convergían
por caminos diversos: Carlos Marx venía de la filosofía y estaba
acostumbrado a moverse dentro de la más pura abstracción en un ambiente en que
la filosofía especulativa mostraba los excesos que habían de perderla
definitivamente. No se podía seguir respirando la atmósfera enrarecida del
“espíritu” hegeliano o de “la conciencia crítica” de sus discípulos. A Marx le
convenía descender de la “embriagada especulación” al conocimiento de la
economía política que Engels generosamente le brindaba. Por su parte Engels, autodidacta,
que por atender los negocios de su padre no hizo estudios universitarios, tenía
un espíritu práctico que buscaba soluciones objetivas a los problemas y que
desde Manchester se había hecho a una buena cultura y a los conocimientos de la
ciencia económica de su tiempo. Los dos, para abundar, provenían de la
dialéctica hegeliana a la que habían de superar prontamente, aunque no a dejar
del todo. Cuando en las postrimerías de 1845 y en el invierno de 1846 se
reunieron en Bruselas para escribir la Ideología alemana, pero sobre
todo para poner en orden sus ideas y ajustar cuentas con la filosofía, todavía
escuchaban los acentos del pensamiento de Hegela quien acababan de
recorrer en una lectura didáctica. Esta primera lectura les proporcionó el
conocimiento necesario no sólo para su ruptura con Hegel, Feuerbach y
la economía política clásica, sino que los armó para las grandes batallas que
habían de librar al lado de la clase obrera. A partir de este momento las
tareas comunes que el ambiente revolucionario del momento les exigía los hizo
marchar reunidos sin que sus respectivos pensamientos mostraran fisuras
importantes: eran las brillantes épocas de La sagrada familia de
1845,La miseria de la filosofía de 1846, El manifiesto comunista de
1848, escrito el año anterior y de otros trabajos en que junto con la práctica
política al servicio de la causa proletaria, elaboraron los principales
ingredientes teóricos de una nueva concepción de la historia. Su teoría había
de convertirse “en el mayor escándalo” de nuestra época, (16) toda
vez que se encarnó en la historia viva de su tiempo, armó al proletariado con
su propia conciencia de clase y dejó vislumbrar en el tormentoso horizonte el
surgimiento de una nueva sociedad y por consiguiente de una nueva filosofía.
Estos trabajos comunes surgidos al calor de la polémica y la lucha
robustecieron su instrumental teórico a medida que fueron confirmando sus
descubrimientos iniciales. Ellos subvertían el orden de la cultura puesto que “no
es la conciencia la que determina la vida, sino es la vida la que determina la
conciencia“.(17)
Años más tarde, cuando la lucha revolucionaria decreció y
fue necesario replegarse sobre los cuarteles teóricos, la vida misma se encargó
de separar a los amigos fraternales y cada uno marchó por la senda de sus
propias investigaciones. Carlos Marx, a partir de 1857 se entregó a
escribir El Capital, utilizando en parte el método de Hegel,
(18) obra monumental para la cual no habían de alcanzarle sus fuerzas
físicas; y Federico Engels se dedicó a informarse sobre los últimos
descubrimientos de las ciencias naturales, y a escribir sus trabajos de
madurez, el Anti-Dühring, la Dialéctica da la naturaleza y Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana.(19)
Razones de carácter político llevaron a Federico Engels a
polemizar con Eugenio Dühring. Las acentuadas desviaciones revisionistas
que la Segunda Internacional de Trabajadores desparramaba en los círculos de
obreros y en los sectores de la intelectualidad progresista, empujaron a Engels a
polemizar contra un autor manifiestamente inferior. Los argumentos de Dühring contra
la tesis de la “lucha de clases” y su planteamiento de que la unidad del mundo
reside en su ser y no precisamente en su materialidad orillaron a Engels a
escribir el Anti-Dühring. Si su labor se hubiera reducido a ponerle
los puntos sobre las íes a Dühring en los aspectos puramente
políticos o marcadamente tendenciosos en lo tocante a la interpretación del
materialismo, la cosa no hubiera rebasado los límites de una pequeña contienda
política-filosófica. Pero Engels aprovechó la ocasión para dejar caer de
soslayo las conclusiones de sus investigaciones en el terreno de las ciencias
naturales. Y de paso, lo que tuvo más profundas consecuencias, rematar sus
lucubraciones en una fácil concepción del mundo, que parecía rematar su obra y
la de Marx, en la más basta generalización que la filosofía hubiera conocido.
Debemos recordar que Federico Engels una y otra
vez insiste en considerar a la materia no como una categoría general abstracta
sino a partir de sus determinaciones particulares,(20) es decir en un
contexto rigurosamente dialéctico; pero cuando afirma en el Anti-Dühring que
la unidad del mundo está en su materialidad, vuelve sin percatarse de ello a
una cosmovisión decididamente metafísica como la de todo el pensamiento que lo
precede. Por otra parte en su intento de hacer una Magna Ciencia que lograra
encontrar las leyes generales válidas en todos los procesos, aprovechando el
desarrollo y los resultados a que habían llegado las ciencias particulares de
su tiempo, vuelve a mistificar la dialéctica ya que ésta no aparece arrancada
de los procesos mismos, como en Marx, sino que es una construcción a
priori que se le aplica desde lo alto a las ciencias de la naturaleza. (21)
En repetidas ocasiones Engels habla de que la
dialéctica es la manera como se desarrollan la naturaleza, la historia y los
procesos del pensamiento humano. Con apego a sus viejas tesis de la época de la Ideología
alemana insiste en el carácter dialéctico del mundo.
“Nosotros volvimos a
ver en los conceptos de nuestro cerebro, materialísticamente, las imágenes de
los objetos reales, en vez de considerar a éstos como imágenes de tal o cual
fase del concepto absoluto. Con esto, la dialéctica quedaba reducida a la
ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto del mundo exterior como el
del pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la cosa, pero
distintas en cuanto a la expresión”… “La dialéctica conceptual se convertía
simplemente en el reflejo consciente del movimiento dialéctico del mundo real.” (22)
Anotemos que cuando trata de convertir sus grandes
descubrimientos hechos con Marx en sus épocas de juventud, en una
concepción del mundo, olvida que la dialéctica no se genera simplemente en el
aparato conceptual, sino que, como justamente aparece en Hegel,pertenece a
la cosa misma. Esta aberración surge del hecho de que Engels por estos
años considera a la naturaleza escindida del hombre y de su historia, y no,
como algo que se nos entrega mediado por la praxis social. En la Dialéctica
de la naturaleza dice con desenfado:
“La dialéctica llamada objetiva domina
toda la naturaleza, y la que se llama dialéctica subjetiva, el pensamiento
dialéctico, no es sino el reflejo del movimiento a través de contradicciones
que se manifiesta(n) en toda la naturaleza, contradicciones que, en su pugna
constante (en la que) acaba(n) siempre desapareciendo lo uno en lo otro que lo
contradice o elevándose ambos términos a una forma superior, son precisamente
las que condicionan la vida de la naturaleza.” (23)
Aquí, pensamos que vuelve a las posiciones de la vieja y
superada teoría del reflejo cuando dice que “no es sino el reflejo del
movimiento a través de contradicciones que se manifiestan en toda la naturaleza“. Por lo demás, separa con precisión dos campos —el objetivo y
el subjetivo— como elementos antagónicos que no pueden ser enjuiciados sino en
unidad dialéctica. Hace cerca de cuarenta años, Lucio Colletti con
claridad señaló los inconvenientes que surgían de colocar dos series de
procesos que se desarrollan uno frente al otro y de hacer una aplicación
mecánica de la dialéctica de la naturaleza. (24)
En Hegel, por ejemplo, no hay un método
dialéctico, sino que la realidad, la cosa, los procesos son dialécticos. No
importa que todo el conjunto esté mistificado por el substrato espiritual, lo
singular es que la dialéctica se proyecta a partir del objeto mismo. Asumir una
posición diferente, como en el caso de Engels, representa regresar a
los viejos modos de la vieja filosofía, cuando los pensadores, una vez
concluido determinado aparato metafísico —y como aparato instrumento
simplemente formal—, se lo endosan a la realidad objetiva que desprevenida de
las conspiraciones metafísicas sigue su curso indiferente al discurrir de los
filósofos. Dicho en otras palabras, es construir una mole
dialéctica-metafísica-apriori para luego vestir con ella la realidad, no
importa que ésta esté disfrazada con los resultados positivos de las ciencias
naturales. La actitud de Engels, al tratar de convertir al
“materialismo dialéctico” en una concepción del mundo y en una filosofía
resultante de los hallazgos parciales de las ciencias particulares, retrotrae
la cuestión a los tiempos anteriores a la filosofía clásica alemana. Es como
volver a la armonía preestablecida de Leibniz, desconociendo los esfuerzos
sucesivos de la filosofía que desde Kant, pasando por Fichte,
Schelling y Hegel, por fin divisa tierra en las Tesis
provisionales para la reforma de la filosofia de Feuerbach. Engels, por
razones personales del todo respetables, quiso darle, al menos en apariencia,
una mayor densidad al materialismo que había descubierto Marx. Sus títulos eran
del todo suficientes si se tiene en cuenta la gran participación que tuvo en la
labor de Marx y la importancia de sus propios descubrimientos. Pero
sus esfuerzos ulteriores, equivocados o no, eran del todo de su propia cosecha
y en ningún caso podían comprometer a su compañero de trabajo. No basta el
fácil expediente de la mano que le prestó Marx para el capítulo
décimo, “De la historia crítica”, en el Anti-Dühring, ni el argumento
de que Marx había escuchado la lectura del manuscrito, para
atribuirle su paternidad; con los oídos no se procrean los hijos. (25)
Pocas figuras humanas nos topamos tan atrayentes como la de Federico
Engels. Culto, dotado de una inteligencia rápida y penetrante, sinceramente
comprometido con su pensamiento y su actuación política, supo enaltecer la
amistad y ser generoso con sus adversarios. Reconocimiento a sus grandes méritos
y a su propia personalidad es escindir su figura de la de Carlos Marx.
Desde los ya lejanos años en que transcurrieron sus vidas, algunos espíritus
atentos repararon en que sus pensamientos estaban superpuestos. Esta
superposición, ciertamente no buscada pero inconscientemente propiciada por la
modestia de Engels, ha creado grandes tropiezos para la correcta
evolución del pensamiento marxista. Es, por esto, que en nuestro tiempo, se nos
ofrece como una labor indispensable,(26) fijar los límites y las aportaciones
de cada uno de estos grandes hombres. El lugar donde se quebranta mayormente la
verdad histórica y se superponen con arbitrariedad sus pensamientos es, como
queda dicho, la filosofía de la naturaleza. En tanto que Marx,solamente se
ocupó de ésta como el fundamento mediato para construir la praxis social,Engels vio
en la naturaleza, olvidando sus presupuestos iniciales, un elemento
indispensable para elaborar una ontología. “Aunque Engels en su obra juvenil Esbozo
de una crítica de la economía política reprocha al materialismo del siglo
XVIII que éste sólo contrapone “al hombre la naturaleza como absoluto, en lugar
del Dios cristiano”, su propia filosofía de la madurez se hace posible de esta
crítica. Todas sus afirmaciones respecto de la naturaleza están aisladas de la
praxis viviente de los hombres y quedan por ello sometidas a la crítica de las Tesis
sobre Feuerbach … Si la concepción materialista de la naturaleza, como
dice Engels en el escrito sobre Feuerbach, no es sino “simple
comprensión de la naturaleza tal como ésta se da, sin agregado extraño“, esto
significa, frente a la posición marxista, una recaída en el realismo ingenuo.(27) Y
esta visión de la realidad natural como algo que se nos entrega a la simple
comprensión, sin el agregado de la praxis social, conduce a equívocos en la
teoría del conocimiento que como un fantasma recorren al materialismo desde
hace muchos años. En su Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica
alemana Engels afirma:
El gran problema cardinal de toda la filosofía,
especialmente de la moderna, es el problema de la relación entre el pensar y el
ser… problema que, por lo demás, tuvo también grande importancia entre los
escolásticos de la Edad Media; el problema de saber qué es lo primero, si el
espíritu o la naturaleza, este problema revestía, frente a la Iglesia, la forma
agudizada siguiente: ¿el mundo fue creado por Dios, o existió desde toda la
eternidad?
Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la
contestación que diesen a esta pregunta. Los que afirmaban el carácter primario
del espíritu frente a la naturaleza, y por tanto admitían, en última instancia,
una creación del mundo bajo una u otra forma (y en muchos filósofos, por
ejemplo en Hegel, el génesis es bastante más embrollado e inverosímil que en la
religión cristiana), formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que
reputaban la naturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del
materialismo.(28)
Aquí Engels define al materialismo como un
problema de prioridad, es decir, de saber qué es lo primario si la materia o el
espíritu. Es una cuestión que se remonta a sus fundamentos ontológicos al
establecer prioridades en el terreno del puro ser. Desde este ángulo la
cuestión no ofrece mayores dificultades, no obstante que es una definición en
extremo genérica pero que sirve en última instancia para caracterizar estas dos
grandes tendencias de la filosofía. Sin embargo, Engels, agrega “pero el
problema de la relación entre el pensar y el ser encierra, además, otro
aspecto, a saber: ¿qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo
que nos rodea con este mismo mundo?” Y en este asunto, nuestro autor, reconoce
que la cognoscibilidad del mundo “es contestada afirmativamente por la gran
mayoría de los filósofos“.(29) Solamente unos pocos escépticos y
agnósticos (Hume y Kant son ejemplos representativos) han
puesto en entredicho total o parcialmente este conocimiento. De tal suerte, que
con justicia, Engelscomprende que el conocimiento del mundo no es un
problema definitorio para el planteamiento del materialismo o del idealismo.
Por igual, filósofos de ambas tendencias han asumido una posición “dogmática”
desde los tiempos de Platón. Este último cuestionaba al mundo por imperfecto
pero aceptaba su conocimiento por la vía de la razón. Pero más adelante, Engels dice:
Si, a pesar de ello, los neokantianos pretenden remozar en
Alemania la concepción de Hume en Inglaterra (donde no había llegado nunca a
morir del todo), estos intentos, hoy, que aquellas doctrinas han sido refutadas
en la teoría y en la práctica desde hace tiempo, representan científicamente un
retroceso, y prácticamente no son más que una manera vergonzante de
aceptar el materialismo (el subrayado es nuestro) por debajo de cuerda y
renegar de él públicamente. (30)
Esta afirmación, deslizada de paso, deja algunos puntos en
la ¿penumbra que han permitido pensar que el solo reconocimiento de la
existencia exterior a nuestra conciencia es expediente suficiente para hablar
de materialismo. Esta interpretación que ha tenido una amplia resonancia
en los problemas del conocimiento en el llamado materialismo dialéctico, se
filtra en los trabajos de Lenin, cuando en materialismo y
empiriocriticismo, dice:
“El rasgo fundamental de la filosofía de Kant es
la conciliación del materialismo y el idealismo, la transacción entre ambos, la
asociación de un sistema de tendencias diversas y contradictorias. Cuando Kant
supone que a nuestras representaciones corresponde algo fuera de nosotros, una
cierta cosa en sí, Kant es materialista. Cuando declara esta cosa cosa en sí
incognoscible, trascendente, situada en el más allá, Kant se manifiesta como
idealista.” (31)
Es claro que semejantes afirmaciones han dado lugar a confusiones
tan corrientes como aquella que de tarde en tarde solemos escuchar del supuesto
materialismo de Hegel. (32)A ningún autor como a Hegel lo
sentimos pisando tan cerca del materialismo. Pero es que cuando nos enfrenta
con el espíritu lo hace a través de múltiples mediaciones que son la cosa
misma. El espíritu nunca se nos revela con independencia de la objtividad sino
únicamente a partir de ésta. No es posible hablar de espíritu sin cosa, pero
tampoco es lícito siquiera pensar la cosa con prescindencia del espíritu,
porque están de tal manera relacionados dialécticamente los dos términos, que
la esencia de la cosa es la idea misma. La cosa no es sino la idea realizada.
Se obraría con más probidad intelectual si solamente se hablase del “realismo” hegeliano,
pero en ningún caso de su materialismo, y es que esta fábula del materialismo
de Hegel, tan “aburrida como la de la inmortalidad del alma“, ha
llevado a Lenin a hablar “de constituir algo así como una sociedad de
amigos materialistas de la dialéctica hegeliana“, (33) o al mismo Engels a
exclamar que “el sistema de Hegel ya no representaba por su método y su
contenido más que un materialismo que aparecía invertido de una manera
idealista”. (34)
De ninguna manera se puede aceptar el mero reconocimiento de
la existencia exterior, independiente de la conciencia, como expediente
suficiente para determinar una posición materialista. Si así obramos
convertimos el materialismo en una torre de Babel y descartamos de hecho la
definición genérica sobre el presupuesto de prioridad planteada por el mismo Engels. Por
lo demás, se colarían dentro del campo del materialismo los ejércitos de “realistas”, ciertamente
aliados de las corrientes materialistas en aspectos epistemológicos, pero que
por razón de aceptar un pensamiento, una idea o un Dios como principio supremo
a partir del cual ha surgido la materia, son irreductiblemente idealistas. Por
grandes que sean sus méritos, que en verdad nadie discute, Aristóteles, Tomás
de Aquino y Hegel, para no citar sino casos protuberantes, no
dejan de ser compañeros indiscretos en el campamento del materialismo. Los dos
últimos siglos de especulación filosófica y en especial la labor de los
materialistas en los años que corren, nos dejan ver que es más fácil convivir
con Hegel que compartir la amistad de muchos encumbrados
materialistas, pero sólo a condición de estar conscientes de sus manías
idealistas. Marx pudo rescatar a Hegel, cuando se le trataba como
a “perro muerto“, con la higiene previa de desmistificarlo y después de
colocarlo sobre sus pies, marchar sin prevención a su lado.
Notas
1. Carlos Marx. El capital. Tomo I. F.C.E. Quinta
reimpresión, 1972. México, pág. XXIV.
2 Carta a sus padres del 10 de noviembre de 1837. Franz
Mehring. Carlos Marx. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1973, pág. 22.
3 Su disertación doctoral, Diferencia entre la
filosofía de la naturaleza en Demócrito y en Epicuro (1841) no sólo pone
de manifiesto su interés por el materialismo, sino que otorga a la filosofía un
fin práctico que destaca con mucha fuerza. Ya Bacon había insistido sobre esta
cuestión. Conviene recordarla propósito, la discusión sostenida con Bruno
Bauer, ya que este último insistía en la conveniencia de que Marx suprimiera de
su manuscrito una cita de Esquilo que le otorgaba a la filosofía fines
prácticos y no simplemente especulativos. Desde luego que Marx nunca la
suprimió. Ver Diferencia entre la filosofía de la naturaleza en Demócrito y
Epicuro. Cid Ediciones, S. A. México.
4 Las Tesis fueron publicadas por primera vez por
Engels como apéndice de su trabajoLudwig Feuerbach y el fin de la filosofía
clásica alemana en 1888.
5 En 1841 apareció La esencia del cristianismo y
en 1842 las Tesis provisionales para la reforma de la Filosofia, trabajos
de L. Feuerbach que iniciaron la más profunda y seria critica contra la
filosofía de Hegel. en ellas Feuerbach reintroduce en la filosofía el concepto
de materialismo ligado al viejo materialismo ilustrado del siglo xviii, que
había de dejar una profunda huella en el pensamiento de Marx. Muchos años
después, Engels, en su Ludwig Feuerbach recuerda: “Sólo habiendo
vivido la fuerza liberada de este libro (se refiere a La esencia del
cristianismo) , podemos formarnos una idea de ella. El entusiasmo fue
general: de momento, éramos todos feuerbachianos. Con qué entusiasmo saludó
Marx la nueva idea y hasta qué punto se dejó influir por ella —pese a todas sus
reservas críticas—, puede verse leyendo La sagrada familia” Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofia clasica alemana.Ediciones en lenguas
extranjeras. Moscú, 1941, pág. 18.
6 Es significativo señalar que desde que Marx, en su época
idealista, abandonó la universidad de Berlín, mostró una insistente inclinación
por los problemas políticos. La sorpresiva destitución de L. Feuerbach de su
cátedra y el ambiente represivo del régimen de Federico IV contra la filosofía
y los intelectuales en general, desalentaron a Marx a inclinarse por la
docencia para más bien afirmarse en el periodismo liberal y combatiente de su
época de la “Gaceta renana”. Sus trabajos publicados durante estos años aparte
de mostrar una profunda inquietud por la suerte democráticoburguesa de
Alemania, dejan entrever que el joven filósofo comienza a visualizar la sombra
de la clase obrera, desde cuya perspectiva se irá a elaborar su obra. Basta
recordar el editorial 179 de la “Gaceta renana” o el debate sobre la ley acerca
del robo de leña en la misma publicación.
7 Ver La sagrada familia,, Ed. Grijalbo, México,
1967, págs. 191 y siguientes.
8 Carlos Marx, Tesis sobre Feuerbach, ediciones en
lenguas extranjeras. Moscú, 1941, pág. 50.
9. En muy escasos pasajes de su obra toca Marx este
problema. Bien sabido es que las pocas líneas que iba a decir sobre la
dialéctica se quedaron sin escribir cuando la muerte lo arrancó de su trabajo.
Tan sólo nos quedaron las referencias en los Grundrisse de 1857 y 58 (Ed. Siglo
XXI, 1977), el “Postfacio a la segunda edición alemana” de El capital de
1873 (FGE., 1946), y el “Prólogo” a la Contribución a la crítica de la
economía política (Fondo de Cultura Popular, México, 1970) de 1857,
publicado en enero de 1859. Las demás y más amplias interpretaciones de su
materialismo son obra de Federico Engels y de sus epígonos en las cuales nada
tuvo que ver Marx.
10 Marx afirma con toda claridad: “Hace cerca de treinta
años, en una época en que todavía estaba de moda esa filosofía, tuve ya ocasión
de criticar todo lo que había de mistificación en la dialéctica hegeliana.
Pero, coinciendo precisamente con los días en que escribía el primer volumen
del Capital, esos gruñones, petulantes y mediocres epígonos que hoy
ponen cátedra en la Alemania culta, dieron en arremeter contra Hegel al modo
como el bueno de Moses Mendelsson arremetía contra Spinoza en tiempo de
Lessing: tratándolo como a “perro muerto”. Esto fue lo que me decidió a
declararme abiertamente discípulo de aquel gran pensador, y hasta llegué a
coquetear de vez en cuando, por ejemplo en el capítulo consagrado a la teoría
del valor, con su lenguaje peculiar. El hecho de que la dialéctica sufra en
manos de Hegel una mistificación, no obsta para que este filósofo fuese el
primero que supo exponer de un modo amplio y consciente sus formas generales de
movimiento. Lo que ocurre es que la dialéctica aparece en él invertida, puesta
de cabeza. No hay más que darle la vuelta, mejor dicho ponerla de pie, y en
seguida se descubre bajo la corteza mística la semilla racional.” Carlos Marx, El
capital, F.C.E. México, 1972, págs. XXIII y XXIV.
11. Soren Kierkegaard desde Dinamarca fue de los primeros
pensadores en dejar escuchar su indignación contra el carácter abstracto de la
filosofía de Hegel. Con pasión combatió su posición enfrentando a la
abstracción hegeliana la concreción de la existencia. Véanse, S. Kierkegaard,
Diarios, 1845, 552. 12 Véase, Karl Korch, Karl Marx, Editorial Ariel,
Barcelona, 1975, págs. 166-J67, en donde afirma: “Por el otro lado, Marx ha
representado en su investigación social materialista todo el fundamento natural
de los fenómenos históricos y sociales en categorías históricas y sociales,
como industria, “economía”, producción material. El fundamento último del que
se derivan todos los desarrollos de la teoría materialista de la sociedad no
consiste —pese al obvio reconocimiento de la “prioridad” de la naturaleza
exterior”— en ningún momento natural extrahistórico y extrasocial, como el
clima, la raza, la lucha por la existencia, las fuerzas humanas somáticas y
psíquicas, sino en una “naturaleza históricamente modificada ya”, o, por
decirlo con más precisión, en los desarrollos histórica y socialmente
caracterizados de la produccion material. El filósofo materialista
Plejánov, para sostener su opinión contraria, apela, entre otras cosas, a que
“ya Hegel — en su Filosofia de la historia, ha observado la
importante función del ‘fundamento geográfico de la historia universal’.” Pero
precisamente en esta diferencia está el progreso científico del materialismo
histórico y social de Marx respecto del idealismo hegeliano y del materialismo
feuerbachiano, los cuales, exactamente igual que el materialismo burgués
temprano de los siglos xvn y xvni, no conocen la “materia” más que como
naturaleza muda, muerta o, a lo sumo, biológicamente animada. Para Hegel,
ciertamente, “la naturaleza física interviene también en la historia
universal”; Marx concibe la naturaleza desde el principio en categorías
sociales. La naturaleza física no interviene directamente en la historia
universal, sino mediatamente, como proceso de producción material que desde su
origen mismo procede no sólo entre hombre y naturaleza, sino al mismo tiempo
también entre hombre y hombre. Para decirlo de otro modo, que entiendan los
filósofos: en lugar de la pura naturaleza presupuesta a toda
actividad humana natura-maturas económica), en la ciencia
rigurosamente social de Marx aparece siempre como “materia” social la
naturaleza como producción material mediada y transformada por
actividad humana social, y, por lo tanto, también mudable y transformable
presentemente y en el futuro (natura-naturata económica”.
13. Conviene recordar el concepto de “pseudo concreción” de
Karel Kosik, en Dialectica de lo concreto, Ed. Grijalbo, México,
1967. Libro I “Dialéctica de la totalidad concreta”.
14 Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza en Marx, Siglo
XXI, Editores. México, 1976, pág. 23. 15. “La ilustración francesa del siglo
XVIII y, concretamente el materialismo francés, no fue solamente una
lucha tanto contra las instituciones políticas existentes como contra la
religión y la teología imperantes, sino también y en la misma medida una luchaabierta
y marcada contra la metafísica del siglo XVII y contra toda la metafísica,
especialmente contra la de Descartes, Malebranche, Spinoza y Leibniz. Se
oponía la filosofía a la metafísica, como Feuerbach, en
su primera salida resuelta contra Hegel, oponía a la embriagada
especulación la sobria filosofía. La metafísica del siglo XVIII derrotada
por la ilustración francesa y, concretamente, por el materialismo francés del
siglo XVIII, alcanzó su victoriosa y pictórica restauración en la filosofía
alemana y, especialmente, en la filosofía alemana especulativa del
siglo XIX. Después que Hegel la hubo fundido de un modo genial con toda la
metafísica anterior y con el idealismo alemán, instaurando un sistema
metafísico universal, al ataque contra la teología vino a corresponder de
nuevo, como en el siglo XVIII, el ataque contra la metafísica especulativa
y contra toda metafísica. Esta sucumbirá ahora para siempre a la
acción del materialismo, ahora llevado a su término por la labor misma de
la especulación y coincidente con elhumanismo. Carlos Marx. La
sagrada familia”, Ed. Grijalvo. México, 1967, págs. 191 y 92.
16 Louis Althusser, La revolución teórica de Marx. Siglo
XXI, Editores, 1967.
17 Carlos Marx y Federico Engels. La ideología alemana. Ed.
Cid ediciones, S. A., México, pág. 26. También véase la “Introducción” a la Contribución
a la crítica de la economía política de 1857 de Carlos Marx en la que
afirma: “El resultado general a que llegué y que, una vez obtenido, me sirvió
de guía para mis estudios, puede formularse brevemente de este modo: en la
producción social de su existencia, los hombres entran en relaciones
determinadas, necesarias, independientes de su voluntad; estas relaciones de
producción corresponden a un grado determinado de desarrollo de sus fuerzas
productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción
constituye la estructura económica de la sociedad, la base real, sobre la cual
se eleva una superestructura jurídica y política y a la que corresponden
determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida
material condiciona el proceso de vida social, política e intelectual en
general. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser; por
el contrario, su ser social es lo que determina su conciencia. (El
subrayado es nuestro). En una fase determinada de su desarrollo, las fuerzas
productivas de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de
producción existentes, o, lo cual no es más que su expresión jurídica, con las
relaciones de propiedad en cuyo interior se habían movido hasta entonces.
De formas evolutivas de las fuerzas productivas que eran,
estas relaciones se convierten en trabas de estas fuerzas. Entonces se abre una
época de revolución social.” Fondo de Cultura Popular. México, 1973, pág. 12.
18 En estos años Marx realiza una relectura de la obra de
Hegel o cuando menos de laCiencia de la Logica, y dice: “Para el método de
elaboración me ha prestado un gran servicio el haber vuelto a hojear, by
mere accident, la Lógica de Hegel —Freiligrath encontró algunos volúmenes
de Hegel que pertenecieron originariamente a Bakunin y me los envió de regalo.
Cuando vuelva a tener tiempo para tales trabajos, experimentaría gran placer en
hacer accesible a la común comprensión de los hombres, en un breve escrito de
dos o tres páginas, lo racional que hay en el método descubierto,
pero al mismo tiempo mistificado, por Hegel.” Carta de Marx a Engels del
14 de enero de 1858, citada por Alfred Schmidt, El concepto de naturaleza
en Marx, Siglo XXI, editores. México, 1976, pág. 66.
19. Con sobrada razón, Alfred Schmidt, señala esta
bifurcación de rumbos que puede ser la clave decisiva para comprender sus
respectivos pensamientos. “Hasta las Tesis sobre Feuerbach casi no se
puede hablar de una diferencia en los enfoques teóricos de Marx y Engels. Hacia
fines de la década de 1850 se separan sin embargo, en parte, los caminos de
ambos autores. Los dos se vuelven, aunque de manera muy diversa, hacia la
ciencia positiva. Marx concretiza en el gran análisis histórico-económico de El
capital el programa de las Tesis elaborado en común con Engels,
y con ello también el problema tan esencial para La Ideología alemana, de
la relación existente entre naturaleza y praxis social, ya que intenta
“mediante la crítica llevar por primera vez a una ciencia, a saber, la economía
política, al punto en que se la pueda exponer dialécticamente”. Engels en
cambio interpreta con ayuda de categorías dialécticas resultados ya disponibles
de la ciencia natural moderna”. Alfred Schmidt. El concepto de naturaleza
en Marx. Siglo XXI, editores. México, 1976, pág. 48.
20. Así dice: “Sólo, pues, por vía dialéctica, con constante
atención a la interacción general del devenir y el perecer, de las
modificaciones progresivas o regresivas, puede conseguirse una exacta exposición
del cosmos, de su evolución y de la evolución de la humanidad, así
como de la imagen de esa evolución en la cabeza del hombre.” Federico Engels, Anti-Dühring, Ed.
Grijalbo. México, 1975, pág. 9.
21. Mientras Marx, con actitud muy hegeliana, hace provenir
la ciencia, que se propone exponer dialécticamente sólo de la crítica del
estadio alcanzado por ella hasta ese momento, y por lo tanto no separa en
ningún punto la dialéctica materialista de los contenidos de la economía
política, la dialéctica de la naturaleza de Engels sigue siendo una forma de
tratamiento exterior al objeto.” Alfred Schmidth. El concepto de
naturaleza en Marx. Siglo XXI. México, 1976, pág. 48.
22. Federico Engels. Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscú, 1941,
pág. 34.
23. Federico Engels. Dialéctica de la naturaleza. Ed.
Grijalbo. México, 1961, pág. 178.
24. “No puede dejar de mencionarse, aún brevemente, el
verdadero paralelismo psicofísico al que llega Engels con esa concepción de las
“dos series”, de esos procesos que se desarrollan uno frente al otro, el
segundo de los cuales es el “espejo” del primera La ingenuidad de su crítica
resulta clara si se tiene en cuenta que, precisamente al asumir como “leyes
generales del movimiento” las mismas leyes de Hegel (paso de la cantidad a
cualidad y viceversa, negación de la negación, etc.), Engels se encuentra en
las manos —después de ese mecánico poner sobre sus pies— la misma por todas—
precisamente porque Engels no se da cuenta de que el problema no es “aplicar”
la dialéctica de Hegel a las cosas (aplicación que Hegel ha sido el primero en
hacer), sino ver cómo la materia, las cosas, contribuyen concretamente a
estructurar la nueva dialéctica, o sea, cómo se configura esta última
cuando ya no es dialéctica de pensamientos puros. Desde ese punto de vista
resulta obvio que aquellas leyes generales o genéricas a que Hegel
llegó precisamente en virtud de su idealismo, esto es, porque sustituyó la
relación razón-materia por “el movimiento del concepto en sí mismo” o por la
relación entre puros conceptos, no pueden extenderse también a la
nueva dialéctica materialista y científica.” Lucio Colletti. El marxismo y
Hegel. Ed. Grijalbo. México, 1977, págs. 149-50.
25 En el “Prólogo de la segunda edición” del Anti-Dühring, Engels
afirma: “Quiero hacer observar incidentalmente lo que sigue: como el punto de
vista aquí desarrollado ha sido en su máxima parte fundado y desarrollado por
Marx,, y en su mínima parte por mí, era obvia entre nosotros que esta
exposición mía no podía realizarse sin ponerse en su conocimiento. Le leí el
manuscrito entero antes de llevarlo a la imprenta, y el décimo capítulo de la
sección sobre economía (“De la historia crítica”) ha sido escrito por Marx; yo
no tuve sino que acortarlo un poco, desgraciadamente, por causa de
consideraciones externas. La colaboración de Marx se explica porque siempre fue
costumbre nuestra ayudarnos recíprocamente en cuestiones científicas
especiales.” Anti-Dühring. Ed. Grijalbo, 75. pág. 33.
26 Véase Lucio Colletti, El marxismo y Hegel, Ed.
Grijalbo, 1977, pág. 145
27. Alfred Schmidt. El concepto de naturaleza en Marx. Siglo
XXI editores. México, 1976, págs. 51 y 52.
28. Federico Engels, Ludwig Feuerbach y el fin de la
filosofía clásica alemana. Ediciones en lenguas extranjeras. Moscú. 1941,
págs. 14-16.
29. F. Engels. Ibíd., pág. 16.
30. lbid.3 pág. 17-18.
31. Lenin, Materialismo y empirocriticismo. Ediciones
en lenguas extranjeras. Pekín, 1974. 32 Gomo ejemplo entre muchos otros,
podemos citar a un autor desde muchos puntos de vista discutible, Roger Garaudy
en El pensamiento de Hegel, Seix Barra!. Barcelona, 1974, págs.
153-54.
33 Lenin, “Sobre el significado del materialismo militante”, Obras
escogidas. Editorial Progreso. Moscú, tomo3, pág. 687. 84 Federico Engels. Ludwig
Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Ediciones en lenguas
extranjeras. Moscú, 1941, pág. 18.